Si la antigüidad dava corona al que en la pelea guardava y defendía su
ciudadano, ¿qué corona daremos a la fija que dio la vida a su madre en
la cárcel con la leche de sus pechos? Por cierto, no fallaremos guirlanda o
corona ygual a obra tan piadosa. Entre las fijas esta piedad no solamente
fue sancta, mas ahun maravillosa; y no solamente es de ygualar, mas ahun de
anteponer al don de la natura, que nos enseña con la leche conservar la flaca
edad de los niños, ca ésta nos enseña librar de la muerte a la madre, que es
novedad mas estraña. Por consiguiente, maravillosas son las fuerças de la
piedad y del amor, que no solamente penetra los coraçones de las mujeres que
se declinan rafezmente a haver compassión y a llorar, mas ahun algunas vezes
traspassa los coraçones fieros y endurecidos como diamantes, y assentando su
silla cabe las entrañas de aquéllos, primero con una humanidad dulce ablandesce
al hombre duro y cruel, y buscando ella oportunidad, avinenteza, y fallándola,
faze que mezclen sus lágrimas con los desdichados y míseros, y a lo menos con
el desseo se pongan a los peligros y a las dolencias, y a las vezes quando
fallecen los remedios se pongan ellos a çufrir y meter sus manos a passar el
ajeno trabajo. Los quales obran tan grandes effectos que menos nos devemos
maravillar si alguna obra de piedad fazemos los fijos a nuestros padres, como
parezca en aquéllo que más les rendemos las vezes, y les pagamos y restituimos
lo que de ellos tomamos.
¡O providencia maravillosa de Dios, que tanta compassión plantó en las
entrañas de nuestras madres, a que defender no se pueden de nos tanto amar que
olvidan muchas vezes a sí mismas por suplir nuestros trabajos y males! Mas,
¿qué podía salir de Dios que no pareciesse a las entrañas de aquélla
bondad infinita? ¿E qué es Dios, sino bondad, caridad clemencia,
misericordia, y toda nobleza?
De aquella excellente romana, ahunque el nombre quede escondido y secreto,
la virtud es tan pública, tan famosa y tan pregonada su piadosa novedad que los
más de los coronistas acompañan y favorescen sus corónicas con la rica y lumbrosa
memoria de tan señalado acto, y puede bien ser que por no avergonçar la condenada
y generosa madre callaron el nombre de tan virtuosa fija, y mereció la fija que
se callase el nombre de tal madre, porque el crimen de aquélla no podiesse ofender
la gloria de un acto tan digno de ser por entero alabado.
Johan Boccaccio, De las mujeres illustres en romance, Zaragoza, Paulo Hurus,
Alemán de Constancia, 1494, fo. 69 r y ss.