Penélope


Capítulo xxxviij: De Penólope, reyna de Ycara, mujer de Ulixes, castíssima entre todas las griegas porque andoviendo muchos años su marido por el mundo y no sabiéndose cosa cierta de su vida, siendo requerida por muchos enamorados de matrimonio, nunca quiso consentir a ninguno. E finalmente, buelto el marido, la falló quasi ya vieja.


Penólope fue fija del rey Ycaro y mujer de Ulixes, varón esforçado, la qual fue de una honrra nunca dañada y de castidad no corrompida; a las otras matronas un enxemplo sanctíssimo y eterno. Y las fuerças de la castidad y honrra d'ésta fueron muy combatidas por la Fortuna, ahunque en vano, porque como siendo ella niña virgen -y mucho de amar por la fermosura- el padre la hoviesse casado con Ulixes y hoviesse parido d'él a Thelámaco, luego llamado al despacho de la guerra de Troya -y ahun quasi por fuerça levado- ella quedó con su suegro, nombrado Laertes, ya viejo, y con su suegra Anticlia y con el niño pequeño. E turando la guerra, no padeció injuria alguna o sinrazón, salvo estar diez años viuda. Empero destruyda Troya, como la fama fuesse que de los hombres de proeza que bolvían a su patria parte hoviessen dado al través en la mar por fortuna, o que se havían perdido y havían sido lançados por vientos contrarios en extremas tierras, o afogados en la mar y sumidos, y pocos haver llegado a la patria, de Ulixes no se sabía cosa alguna cierta a dónde hoviessen ribado sus naves. Por lo qual, como esperado mucho tiempo no bolviesse a la patria y no pareciesse hombre que le hoviesse visto, creyeron que era muerto. De la qual creencia la desventurada madre Anticlia, por amansar el dolor suyo, ahorcóse. Mas Penólope, ahunque le fuesse cosa muy dura la absencia de su marido, más fuerte le paresció la sospecha de su muerte. Mas después de muchas lágrimas y después de muchas vezes llamado Ulixes en vano, deliberó con firme propósito envejecer con perpetua viudedad entre el viejo Laertes y el niño Thelámaco.

Mas como su conveniente fermosura y aprovados costumbres y noble linaje hoviesse incitado los coraçones de algunos nobles varones de Ytachia y de Cephalania y Etholia para amarla, y ser enamorados della, fue muy atormentada y vexada por ellos, porque como de cadaldía la sperança de la vida de Ulixes o su tornada paresciesse disminuirse, vino a esto: que yéndose a una aldea y apartándose Laertes por enojo de los tantos festejadores y enamorados y servidores della, los mismos enamorados occuparon el palacio de Ulixes y trabajaron con ruegos y consejos, muchas vezes con todas sus fuerças, por se casar con ella. Empero ella temiendo que no dañasse su buen propósito, y viesse no tener manera para negar lo que le requerían, divinalmente alumbrada pensó con astucia de engañarlos algún tiempo; y pidió a los que la instavan y solicitavan que le dexassen esperar a su marido fasta que pudiesse acabar una tela que havía començado, a fuer de las mujeres reales. Lo qual recabdó ella con su astucia: lo que en el día con studio y diligencia parescía ayuntar y acrescentar en la obra, secretamente de noche lo destexía. Con la qual arte, como en el palacio de Ulixes los hoviesse burlado y ellos gastassen sus bienes en continuos conbites y no podiesse más durar ni haver lugar el engaño, acaheció por misericordia de Dios [que] navegando Ulixes del reyno de los phénices, después de xx. años de su partida vino solo y no conoscido a Ytachia, y haviendo de suscitar y despertar sus pastores, fue a ver el stado de su hazienda. E como adrede fuesse en hábito pobre, fue recebido muy graciosa y humilmente de Sibote, viejo ya, su porcarizo, por cuya relación supo todo el orden y stamiento de sus cosas. Y vio a Thelémaco que tornava de Menelao, y ascondidamente diósele a conocer; y abrióle y manifestóle todo su propósito y consejo. Y Sibotes le levó assí desconocido a la patria. El qual como hovo visto de qué manera tractavan los festejadores sus cosas, y a la casta Penólope que rehusava el casarse con todos ellos, alterado con Sibotes, su porcarizo, y con Philicia [Filetio], su pastor, y con su fijo Thelámaco, cerradas las puertas del palacio levantóse contra los festejadores y convidadores, y mató a Curimato [Eurímaco], fijo de Polibio [Pólibo], y a Anthínoo y a Amphinon [Amfínomo] y a Clisippo [Ctesipo] el samión, y a Agelao, y a otros que en vano y por demás le pidían perdón, juntamente con Melancheo [Melantio], su cabrerizo, que dava armas a los enemigos, y juntamente con las mujeres de casa, las quales havía sabido haver havido carnal ayuntamiento con los festejadores. Y libró a su Penólope de las assechanças de los festejadores y enamorados. La qual, como a penas le hoviesse podido reconocer, llena de mucha alegría recibió al tanto tiempo desseado.

Quiere empero un Licophrón, último de los poetas griegos, que por consejos y induzimiento de Nauplio, viejo, por la vengança de Palamides, su fijo muerto, el qual Nauplio era quasi alcagüeta de todas las mujeres de los griegos y trabajava en fazerles fazer mal, de su pro que Penólope vino a haver ayuntamiento con alguno de sus enamorados y festejadores. Lo qual Dios me guarde que crea [de] una honrrada mujer y havida por tal por scripturas de muchos auctores, por testigo de uno que diga el contrario apartarme de la tal opinión. Cuya virtud tanto es más clara y de mayor loor quanto se falla más varia y quanto ella más combatida perseveró en su constancia y virtuoso propósito.


Johan Boccaccio, De las mujeres illustres en romance, Zaragoza, Paulo Hurus, Alemán de Constancia, 1494, fo. 45 r. y ss.