Capítulo iij: De Opis, mujer de Saturno, la
qual fue dicha madre de los dioses. Ésta, como estuviesse Roma en grand guerra
contra los Cartagineses, fue trahída de Pesimonte, cibdad del Asia, por cuyo medio
y sacrificios creyeron los romanos poderse salvar.
Opis, siquier Ops o Rhea, si a los antiguos
creemos, fue de gran linaje, ca fue fija de Uranio,
hombre tovido por muy poderoso entre los griegos grosseros, y de
Vesta, su muger. Assí que Rhea fue hermana y muger
del rey Saturno, la qual no se en[no]blesció por fazaña alguna que della sepamos,
salvo que libró a Neptuno, Júpiter
y Plutón de la muerte, y a Saturno
y Titán, sus hermanos, ygualó. Los quales, como por la
justicia o más propiamente fablar locura de los hombres de aquella edad, fuessen
havidos por dioses, ésta no solamente alcançó honra y grado de reyna, mas ahun
por un error común de los hombres fue havida por insigne diosessa y madre de
los dioses. Y por auctoridad y decreto público le fueron dedicados templos y
sacrificios y establescidos sacerdotes. Y tanto cresció la enormidad deste mal,
que estoviendo los romanos en la segunda guerra de Cartago, quasi por saludable
remedio embiaron varones del grado y orden consular a pedir con muchos ruegos a
Áttalo, rey de Pérgamo, la statua della y el orden
de sus sacrificios. Y de Pesimonte, cibdad del Asia, la truxieron a Roma con
diligencia, que era como una piedra difforme. Y recibiéronla dicha statua con
mucha reverencia. E en fin, la collocaron en un insigne templo como una alta
divinidad muy saludable a la república. Y por muchos siglos, con muchas cerimonias,
los romanos y ytalianos la honraron.
Por cierto, maravillosa es la burla de la Fortuna o, por más propiamente
fablar, la ceguedad de los hombres, o si queremos dezir, maravilloso es el
engaño de los demonios por cuyo medio se fizo, que una mujer que hovo muchos
trabajos, y en fin muerta muy vieja y fecha ceniza y puesta en el infierno,
se toviesse en opinión de diosessa, y por tan grandes tiempos todo el mundo le
fiziesse sacrificios y honras como a Dios.
No fue gran maravilla que en tiempos tan errados como los de entonce fueron,
a la madre del más adorado de todos los tres Joves,
que fue Júpiter, el de Candia, y fija del Cielo y de la Tierra, según los engaños
de entonce, fiziesse sacrificios, que a otras mucho menores y ahún peores, que
fueron Venus, Medea y otras,
leemos que se fizieron. Mas fue de maravilla mayor que fasta en los romanos y
fasta en el pueblo escogido por Dios, que fueron los hebreos, llegasse tal engaño
del pueblo de Dios. Por Ezechiel se atestigua que
vido las matronas de Jerusalem estar llamentando sobre el
Adonides, que fue tan amado por la madre de los dioses, o por Venus,
según otros. Y cuéntale Dios por más grave yerro quel adorar del ydolo de Bahal,
que stava en el templo, y ahun quel adorar de los topos, morciégalos y otros
dioses más viles que los hebreos adoraron, como el Ysayas
lo escrive y el Ezechiel mucho más.
Ni fallo por qué deva más loar el Bocacio a
la reyna Semíramis por aver conquistado grandes
reynos y tierras que a la reyna de Candia, Opis o Rhea, mujer de Saturno, por aver
de muerte librado, no digo sus fijos, mas tan grandes tres reyes, como fueron Plutón,
Neptuno y Júpiter. Antes yo tengo por más segura y santa opinión el dever más
loar a los que guardan las vidas que a los que las quitan, pues como el conquistar
y vencer sin muertes fazer no se pueda, y el engendrar y el criar no sirva salvo
para el vivir, queda que la que crió y guardó las vidas de tales fijos y reyes
sea más de loar que la que dexó muchas madres sin fijos, y sin maridos muchas
honestas matronas. Y si dezís que quedó fementida Rhea, muger de Saturno, en
quebrantar el juramento y romper la pleytesía que entre Titán y el rey Saturno
estava con homenaje asentada, respondo que ni ella cupo en el pacto ni en el
juramento que ellos entre sí asentaron, ni puesto que cupiera deviera de guardar
juramento tan injusto, ca jurar la madre que matara sus fijos contra toda ley
es. Y por ende, pecara mucho más grave y peor tal juramento guardando que
rompiendo tal jura.
Para lo qual mejor entender cumple al Heumero,
antigo escriptor de Mecina, y al poeta Ennio llamar,
que scriven en la sacra hystoria (sacra dizen ellos, mas yo pagana la llamo)
de cómo después de Uranio, que llamaron Cielo, quedaron sus dos fijos: Titán
y Saturno en gran differencia sobre qual reynaría, y comoquier quel Titán
fuesse mayor, por ser menos fermoso que el otro ni tan gracioso a la madre
y hermanas, hovo quasi por los ruegos de aquéllas dexar el reyno al Saturno.
Empero puso esta condición, que si el hermano havía fijos que los hoviesse
de matar, a fin que a sus fijos el reyno bolviesse. Y contentas las partes,
hovo de parir la reyna un fijo, y por cumplir con Titán matáronle; mas la
segunda vez que parió, nacieron de un parto Júpiter y Juno.
Adoleçióse la madre del fijo y mandóle esconder. Presentaron sola [a] Juno
al padre, y por ser mujer escapó. [Otro] tanto fizo la madre quando parió a
Neptuno y Plutón, que fueron varones, que los escondió con discreta cautela
y los libró de la muerte. Y desta manera estorvó sus tres fijos de muerte la
prudente matrona, que fueron después: rey de las islas Neptuno, y por esso
le llaman dios de los mares; el Plutón rey de Molosos, que yaze faz al poniente,
y por ende le dizen dios del Infierno porque reynava en la inferior parte de
Grecia; y rey de los Cielos a Júpiter, porque reynó en el Asia, que es como el
cielo a respeto de lo baxo de acá.
Queda, luego, no sólo desculpada la reyna que tanto beneficio a sus fijos
procuró, mas tan emendadora de la crueza y sangriento partido del Titán y
Saturno que pareçe por ello digna de ser puesta entre las claras matronas,
aquí de las primeras; la primera de las de Grecia sea.
Johan Boccaccio, De las mujeres illustres en romance, Zaragoza, Paulo Hurus,
Alemán de Constancia, 1494, f. 8 r y ss.