Capítulo xxv: De Nicostrata, llamada Carmenta,
madre del rey Evandro, la qual dizen haver fallado
las letras latinas. E vino primero de Grecia a Ytalia con su fijo a aquella parte
en donde [e]stá agora Roma, en donde el rey Evandro edificó una cibdad llamada
por su ahuelo o por su fijo Pallanteo. De la historia d'ésta tracta
Virgilio llenamente en el viij del Eneidos.
Nicostrata, después Carmenta llamada entre los ytalianos, fija de
Jonio, rey de los archados, según algunos casó con
Pallante arcado, según otros fue su nuera. Y no
solamente fue insigne por ser reyna, mas ahun porque fue muy docta en letras
griegas. E tovo un ingenio tan habile a todo lo que quiso que llegó con studio
y vigilias a saber prophetizar; y fue una muy conoscida y nombrada prophetissa
y adevina. La qual, como dixiesse algunas vezes las cosas venideras a los que
la consultavan, y ge les dixiesse en carmen, que quiere dezir verso,
los latinos quasi quitado el primer nombre de Nicostrata, llamáronla Carmenta.
Ésta fue madre de Evandro, rey de Arcadia, el qual dizen las fábulas y
fictiones de los poetas muy antiguos, quier porque fue eloquente y facundo
hombre o porque fue astuto, haver sido fijo de Mercurio.
El qual Evandro, según dizen algunos, como hoviesse acaso muerto al que era
su verdadero padre, o según otros dizen nacida por otra causa discordia y
contención de sus ciudadanos y alboroço, siendo echado del reyno de sus
antepassados y de su avolorio, de consejo de Carmenta, su madre, que le
prometía grandes cosas con su prophecía si fuesse a donde ella le mostraría,
faziéndose ella compañera de la peregrinación, subida en las naves con parte
de los pueblos, venido con viento próspero y bonança de la ysla de Peloponeso
al puerto de Tíber con la misma madre que le guiava en el monte Palatino, el
qual nombró assí por el padre Pallante o por el fijo, en el qual monte la gran
Roma fue después edificada y fundada, assentó con los suyos y con su madre y
fundó la ciudad llamada Pallantea.
Y assí Carmenta, fallando los moradores de aquel lugar como salvajes,
puesto que ya por special merced de Saturno desterrado
hoviessen aprendido de sembrar, viéndolos no ser vezados a uso alguno de letras
o poco, y aquel griego mirando como de lexos con divino ingenio quánta honrra
se havía de guardar en lo porvenir a aquel lugar y a aquella región, estimando
no ser cosa digna que con ayuda de letras estrangeras en los tiempos venideros
se mostrassen sus grandezas, trabajó con gran studio y con todas sus fuerças de
dar propias letras (y muy diversas de las otras naciones) a los pueblos. Al qual
comienço y a la qual empreza no falleció Dios, con cuya gracia acaheció que
inventadas por ella nuevas formas de letras, según la lengua ytaliana enseñasse
el ayuntarlas, contenta solamente de haver inventado seze figuras, assí como
mucho tiempo antes Cadmo, fundador de Thebas,
havía inventado a los griegos.
Las quales seze por ella inventadas llamamos fasta hoy latinas, y aquéllas
tenemos por special merced dada y fecha a nos por ella. Algunas y conveniblemente
añadieron algunos sabios, sin quitar alguna de las antiguas xvj. E ahunque los
latinos, siquier los de Latio, se maravillaron mucho de la prophecía desta mujer,
empero esta invención de figuras y letras les pareció tan maravillosa que por
cierto creyeron y tovieron los grosseros y necios que Carmenta no era persona
mortal y humana, mas diosessa. Por lo qual, como en vida le hoviessen celebrado
fiestas y honores divinos a ella, después de fallescida, so la más baxa parte
del monte del Capitolio, en donde ella havía fecho su vida, le fizieron un
templo de su invocación y apellido. Y por perpetuar su nombre y memoria, los
lugares comarcanos por su apellido llamaron Carmentales. Lo qual ahun Roma
después de ser grande no çufrió perderse, porque ahun la puerta de la ciudad
que ende por necessidad los ciudadanos havían edificado, llamaron y nombraron
por muchos siglos Carmental por el nombre de Carmenta.
De muchas otras cosas fue dotada Ytalia más que las otras regiones del mundo,
y floreció mucho sobre todas, y quasi rayó y replandesció de una lumbre celestial.
Este resplandor no solamente fue alcançado debaxo de su cielo, ca de Asia vino
la opulencia, riqueza, las alfajas, hostillas reales y la nobleza de la sangre.
Y ahunque los griegos añadieron muchas cosas, empero muchas hovieron de los
troyanos. E primeramente, las artes arismétrica y geometría nos dieron los
egíptios; la philosophía y la eloquencia y quasi todas las obras mecánicas
tomamos de los mismos griegos; la agricultura ahún conoscida por pocos nos
traxo Saturno, siendo desterrado. Fazer honrra y sacrificio a los dioses
hovimos de los etruscos y de Numa Pompilio. Las
leyes hovimos primero de Athenas, y después dieron leyes los senadores y
los césares. El sobirano sacerdocio, siquier pontificado, y la religión
sincera, pura y sancta nos traxo de Jerusalén Simón Pedro
apóstol. La disciplina y arte militar pensaron con gran artificio los
antiguos romanos, con la qual y con la fuerça y esfuerço de las armas y de
los cuerpos y con la entera caridad a la república conquistaron el imperio
de todo el mundo. Las figuras de las letras de dónde se hayan havido, asaz
se muestra por lo dicho, que Carmenta las mostró a nuestros antepassados y
antiguos venida de Arcadia a Ytalia. La qual se cree tanbién havernos dado
la primera simiente y los primeros fundamientos de la gramática, los quales
con successión de tiempo los antiguos ensancharon mucho. A los quales fue Dios
tan parcial que, quitada gran parte de la gloria a las letras hebráycas y
griegas, toda la Europa con gran parte de muchas tierras usa quasi de las
nuestras, con las quales resplandecen y luzen los libros de todas las facultades,
y con ellas las fazañas y historias de los hombres, y los milagros de Dios
se guardan para eterna memoria, para que por medio de su ayuda sepamos lo
que ver no podimos. Con éstas embiamos a significar nuestros desseos, y
fielmente recebimos los ajenos. Con éstas ayuntamos amistades con los que
están lexos, y las conservamos respondiéndonos el uno al otro. Éstas nos
descriven y blasonan a Dios de la manera que blasonar se puede. Éstas nos
designan y denotan el cielo y la tierra, la mar y todos los animales. Y no
hay cosa possible que busques y quieras saber que velando y trabajando no
puedas saber dellas. Enfin, por medio dellas lo que no podemos tener en la
memoria nos es guardado con mucha lealdad.
Las quales cosas, ahunque se hayan algunas por medio de las otras letras,
empero no quitan a las nuestras cosa alguna loable o digna. Mas de tan egregias
y excellentes gracias y mercedes algunas havemos perdido; algunas dado; y otras,
ahun quasi más en nombre, tenemos, que en efecto, empero como quiera que la
fortuna por nuestros pecados haya fecho de las otras cosas, empero ni el robo
de los alemanes, ni la furia de los franceses, ni la astucia de los ingleses,
ni la ferocidad de España, ni la barbaria mal peynada y grossera de otra
nación alguna, o insulto o asaute alguno, jamás no ha podido quitar esta
gloria y honra al nombre latino que osassen dezir las primeras letras y
figuras ser suyas y appropiárselas, y mucho menos ellos haver sido primeros
inventores de la grammática. Las quales, assí como las fallamos nosotros,
assí de nuestra voluntad las damos y comunicamos, empero siempre señaladas
y ornadas de nuestro apellido. De donde se sigue que quanto más lexos van,
tanto más se ensanchan los loores del nombre latino, y los honores y glorias
de aquél, y tanto más claro lievan donde quier que van el testimonio de la
antigua honrra y de la nobleza y del antiguo ingenio, y guardan incorrupto y
sano y salvo para los que vernán después en despecho de los bárbaros este
argumento.
Del qual resplandor tan grande, ahunque devamos fazer gracias a Dios, que
es el repartidor, empero mucho devemos y somos obligados a Carmenta. Por lo
qual, porque no podamos ser reprehendidos por alguno como ingratos, piadosa
cosa es y justa que con todas nuestras fuerças lo digamos para que esté en
eterna memoria.
No se deve ciertamente negar ni a la Ytalia lo suyo ni a la
Grecia lo suyo, mas ahun menos a la España lo suyo. Conocemos los españoles
haver de la Ytalia recebido las letras, aunque si al griego escucháys a su
Grecia dirá que por cierto la gloria del inventar essas letras conviene, porque
la inventora dellas, que fue Nichóstrata o Carmentes, no fue ytaliana, mas
griega nascida en Archadia, como todos otorgan.
Mas demos logar al Bocacio y consintamos
que robe, como suelen griegos y latinos robar las glorias ajenas, ¿podráme
negar que el alemán es principal agora en poner adelante las letras, que ha
inventado el maravilloso artificio de la emprenta, por medio del qual corren
por todo el mundo los rayos de las discretas sciencias; suenan los nombres de
los que algo scrivieron; buelven a la vida inmortal de la fama los dignos de
memoria? Y el mismo Bocacio, si la emprenta no fuera, dormiera quiçá en su
Ytalia, y agora por medio del magnífico miçer Paulo Hurus
se despierta su nombre en la España, y falla manera de andar por más bocas
que nunca andoviera. Mas dexemos la disputa de aquéstos y demos la ventaja
al que la merece. Sé que no menegarán ni griegos ni romanos, ni ahun alemanes,
que la verdadera gloria de la fama no a las palabras, mucho menos a las letras,
mas a las obras se deve, pues de obras de virtud ¿quién levó la ventaja a
todos los césares, a todos los augustos, a todos los más ciertos dioses
de Roma? Digo más ciertos, siguiendo al Valerio Máximo,
que nuestro maravilloso Trajano, de quien y en
cuyo loor no en España mas dentro en el Capitolio de Roma, ante el Senado y
padres conscriptos, ante los cavalleros y pueblo de Roma, en escogiendo alguno
en emperador le davan aquella pública, justa y desseada bendictión que dezía:
"Seas mas venturoso que el césar Octaviano y mejor que el césar Trajano",
en que manifiesto nos otorga y reconosce el Senado que el mejor de los
emperadores Trajano fue. Trajano digo, trajano el nuestro. E si dixiere
alguno: "Mas fue gentil y pagano, y por ende ninguna gloria del cielo le
alcança". Ahí digo yo que le acabáys de ensalçar, que fasta aquí loávale yo
entre paganos y agora es forçado loarle por lo que fizo Gregorio
de sancto cristiano, porque no sólo entre gentiles mas entre christianos
lieve sobre todos el prez de los príncipes de Roma. Y a juyzio del mismo
romano Gregorio, mas del mismo Padre Sancto y príncipe de la Yglesia Sancta
Cathólica, que no pudo ni supo hallar entre todos sus romanos otro digno de
sacar del infierno y de ganarle la eterna gloria, sino al bienaventurado
Trajano, nuestro español.
Johan Boccaccio, De las mujeres illustres en romance, Zaragoza, Paulo Hurus,
Alemán de Constancia, 1494, fo. 31 v. y ss.