Capítulo xxxxj: De Nicaula, reyna de Arabia, que fue muy industriosa
y de mucha virtud, la qual como reynasse en el tiempo de Salomón
y conosciesse la excellente fama de su sabiduria, delibero de yr a él y oyr
sus doctrinas y preceptos, y assí vino con excellentes dones y presentes,
los quales le dio y recibió de él tanbién.
La extrema nación feroce y bárbara de los ethíopes, según se puede entender,
produzió a Nicaula, la qual tanto es más digna de memoria quanto nacida entre
gentes de ninguna criança y feroces. Ella fue excellente en costumbres, ca es
cosa muy cierta -si fe alguna es de dar a los antiguos- que después de
fallecidos los pharaones y su descendencia haver sido ésta -según affirman
algunos- reyna muy esclarescida de los ethíopes y egipcianos y de Arabia, y
haver tovido un palacio muy grande en la ysla Meroe del Nilo, y haver ende
abundado tanto en riquezas que se cree en esto haver sobrado a todos los
hombres. Entre los quales deleytes de sus riquezas no leemos haverse dado
a ociosidad o mollez femenil, antes -ahunque no sabemos quién fue su maestro-
havemos oydo que tovo tanto saber en las cosas del mundo que fue cosa de
maravilla. Lo qual parece atestiguar la divina Scriptura, con cuya auctoridad
se muestra ésta, la qual llama Saba, oyda la sciencia
de Salomón, que florecía en su tiempo y tenía gran fama por todo el mundo,
haverse mucho maravillado, como los locos y ignorantes hayan acostumbrado
de menospreciar y desechar tales cosas y no tomar admiración dellas. E lo
que es más, no solamente se maravilló, mas ahun dende Meroe -quasi un cabo
del mundo-, dexado su insigne reyno, por Ethiopía y Egipto y por las orillas
y puertos del mar Roya y los desiertos y yermos de Arabia, con tan noble
compaña y magnifico gasto y con mucha gente y compaña real vino a Jerusalem
a oyrle; que el mismo Salomón más rico de quantos reyes hovo se maravilló
de la magnificencia desta mujer. La qual recebida por él con mucha honrra,
como le hoviesse dicho y preguntado algunas questiones diffíciles y muy
escuras y hoviesse de él oydo las soluciones de aquéllas, con mucha
diligencia confessó de su propio motivo que la sabiduría de Salomón
sobrava mucho la fama y la capacidad de qualquier ingenio humano, y que
sin duda havía sido acquirida y alcançada por special dono de Dios y no
por studio. Después desto, dióle magníficos dones, entre los quales se
cree hovo árboles de bálsamo, los quales Salomón después mandó plantar
no lexos del lago de Asfalcides y conrear. E por otra parte, recebidos
tanbién dones d'él, bolvióse a su tierra con mucha honrra y gloria.
Hay algunos que creen que esta mesma fue aquella Caudace,
reyna excellente de Meroe, de la qual después, assí como antes, los reyes
de Egipto se llamaron pharaones, mucho tiempo fueron llamados Caudaces.
Johan Boccaccio, De las mujeres illustres en romance, Zaragoza, Paulo Hurus,
Alemán de Constancia, 1494, fo. 49 v. y ss.