Capítulo lxvj: De Marcia, fija de Varrón,
virgen romana, la qual, allende desta maravillosa abstinencia de la carne, alcançó
una excellente alabança en pintar, ca dízese haver sobrado a los más sobidos
pintores de su tiempo.
Marcia, fija de Varrón, virgen romana, días ha se falló, empero de quál
Varrón fue fija no me acuerdo haver fallado, ni ahun en qué edad y tiempo fue.
Cuya virginidad tan guardada tanto estimo ser de mayor alabança quanto no
siendo sometida a otro y estando en su libertad, por su misma inclinación y
no costreñida, por premia de algún mayor, de sí la guardó toda su vida. Ca
no fallo yo que ella fuesse sacerdotessa o monja de Vesta,
ni haverse votado a Diana o ser ligada de otra
professión alguna, según muchas son costreñidas y forçadas, mas por sola
integridad de pensamiento, apartado el aguijón de la carne, tuvo entera su
virginidad fasta la muerte; en el qual lazo de la carne muchos excellentes
varones cayeron.
E ahunque por esta constancia sea mucho de loar esta Marcia, no menos lo
es por las fuerças de su ingenio y artificio de sus manos, la qual o que lo
hovo aprendido so maestro alguno o mostrándogelo la natura, no lo sabemos,
esto empero es muy cierto que dexados los exercicios mujeriles, por no estar
ociosa ella se dio al arte de la pintura del todo, y pintó tan artificiosa y
polidamente de pinzel y fizo tan excellentes imágines de bulto de marfil que
sobró a Sopolis y Dionisio,
excellentíssimos pintores de su tiempo. Lo qual muestran claramente sus tabl[a]s
y pinturas, mucho más excellentes que las de los otros. Y lo que affirman de
mucho mayor maravilla es, que ella no solamente pintó maravillosamente, lo
qual acaheció a algunos, ahunque no a muchos, mas ahun tovo las manos tan
prestas y libres para aquel artificio que ninguno jamás las tovo semejantes.
Hovo della en aquella arte grandes y insignes cosas, y entre las otras su
misma ymagen, la qual ella mirándose en un spejo tan enteramente sacó,
pusiendo todos los tercios, líneas y colores y torno de cara en una tabla
que quantos en su tiempo vieron la figura conocieron ser ella, y ninguno la
tomó por otra.
E entre las otras cosas, porque vengamos a sus excellentes costumbres,
dizen que ella tovo specialmente este costumbre, que quier pintasse con pinzel,
quier fiziesse algo cavado, siempre pintava ymágines y figuras de mujeres, y
tarde o nunca de hombres. Y según yo creo, una casta vergüença havía sido
causa deste costumbre, porque como los antiguos comúnmente pintassen las
ymágines desnudas o poco menos, no parecióle cosa devida fazer y pintar los
hombres imperfectos ni tanpoco enteros, porque pintándolos enteros no pareciesse
haverse olvidado de la honestidad virginal. Y porque no cayesse en el otro
destos inconvenientes, parescióle mejor abstenerse de lo uno y de lo al.
Johan Boccaccio, De las mujeres illustres en romance, Zaragoza, Paulo Hurus,
Alemán de Constancia, 1494, fo. 70 r y ss.