Leena


Capítulo xlviij: De Leena, dueña errada, empero muy fiel y constante. La qual, ante que quisiesse descubrir los delictos de sus enamorados, en los tormentos cortóse con los dientes la lengua y escupióla a la cara del borrero.


Yo creo que Leena fue mujer griega, la qual aunque no fue buena de su persona, empero con buena paz Ðy salva la honrra de las dueñas honestas y illustres reynasÐ yo la quiero haver scripto y puesto entre las excellentes mujeres. Ca según dixe en el comienço deste tractado, yo prometí de poner las claras mujeres por qualquiere fazaña y no las honestas solas. Allende de esto, tanto somos obligados a la virtud que no solamente enxalçamos la que veemos puesta en lugar insigne, mas ahun devemos trabajar de sacar a su merecida luz a la que está enturbiada y cubierta de suziedad. Ca la scriptura y virtud en quada lugar es preciosa, y no se ensuzia más por contagión de vellaquerías que el rayo del sol quando da en el lodo. Por ende, si viéremos alguna virtud puesta en alguno dado a officios y exercicios vellacos, assí devemos abominar el vicio que los loores de su virtud no sean diminuidas, como sea la virtud tanto más de maravillar y más digna en el tal quanto era tovido por más apartado y arredrado de ella. Por lo qual no es siempre de desechar la memoria de las malas y deshonestas mujeres; antes quando por algún merecimiento de virtud se fizieren dignas de memoria, con más ancho y abundoso pregón deven ser enxalçadas, como esto faga en ellas la virtud fallada, que faze vergüença a las reynas dissolutas, co;mo la dissolución y poco cuydado y gran ociosidad de las reynas excuse los resvalables desórdenes dellas. Allende desto, porque parezca no siempre los grandes coraçones solamente ser ayuntados a illustres títulos, y que la virtud nunqua desdeña al que la quiere. Por esso Leena se deve ayuntar al tan honrrado corro de las mujeres, porque aun en aquella parte en que se hovo virtuosamente sea loada como mujer que mucho lo merece.

E assí Leena, dada a la vellaquería del público y con servicio abominable, fizo que su nacimiento y patria no se sepa. La qual, reynando en Macedonia Aminta, como Armonio y Aristón, nobles mancebos, quier por librar la patria sometida a una mísera tyranía, quier por otra causa induzidos hoviessen muerto a Hyparco, tyrano cruel, entre los otros fue presa por el successor del dicho Hyparco, assí como persona que supo el tracto porque tenía que fazer con ellos. Y como fuesse crudamente atormentada y costreñyda para que descubriesse los que supieron en aquel monipodio, pensando consigo piadosamente -y con fígados de caridad esta mujer errada- de quánta estima era el sancto y honrado nombre de amistad, porque perdonando a sí misma en algo no dañasse a los otros o los offendiesse, primero con maravillosa constancia mandó a su coraçón por grande spacio de tiempo que no dixiesse lo que le preguntavan. Finalmente cresciendo mayores tormentos y falleciendo las fuerças del cuerpo, temiendo esta mujer varonil que debilitada la virtud y fuerça del cuerpo se afflaqueciesse tanbién su propósito, excedió y subió a mayor esfuerço, y fizo que junto con las fuerças se quitasse el poder de fablar y dezir y descubrir aquella conjuración y trayción, y acordadamente cortóse ella misma con los dientes reziamente la lengua y scupióla. Y assí con un solo acto, empero muy esclarecido, quitó a los tormentadores toda la sperança de saber de ella lo que preguntavan y buscavan.

¿Quién dirá Leena, si no por peccado de su desventura, haver morado y fecho vida en el público? Por cierto, no la havía conocido el que dixo que: "las mujeres sólo aquello callan que no saben". ¡Guay de mí!, que algunas vezes la desordenada riqueza y abundancia de la casa y el mucho perdón y popamiento de los padres y de las madres traxo las donzellas a resvalar y errar, cuya facilidad carnal sino que sea refrenada con algunas no livianas sofrenadas, y mayormente no sea retrahída por las madres con una diligente obediencia alguna vez cahe, ahun sin empuxarla otro. Y si la cahída es hollada con la desesperación de cobrar la honrra y honestad passada, ningunas fuerças abastan a retornarla. Yo creo que esta Leena resvaló más por ociosidad que por ser de su natura mala. Y mayormente lo creo quando contemplo su esfuerço varonil en los tormentos, con el qual no menos gloria y honrra alcançó, primero muda y después cortada la lengua, que mereció quiçá Demóschenes entre los suyos muchas vezes con su garrida y artificiosa oración.

E por ende, se dize que los de Grecia, que desseando favoreçer la virtud de tan gran denuedo quanto el de aquesta muger, acordaron fazerle honrras divinas, mas porque por ley de Athenas muger de tal arte adorar no se podía, hovieron por bien que adorassen una otra Leena en su lugar, por ser aquel su nombre. Como fizieron después en Roma, que por dar acatamiento divino a la pastora que hovo criado a Rómulo y Remo, fundadores de su ciudad, adoraron una loba por no adorar aquélla que, de mucho de desonesta y abandonada, llamavan todos loba.


Johan Boccaccio, De las mujeres illustres en romance, Zaragoza, Paulo Hurus, Alemán de Constancia, 1494, fo. 55 v. y ss.