Juno


Capítulo iiij: De Juno, hermana y mujer del rey Júpiter de Creta, la qual es dicha diosessa de las riquezas y del matrimonio, y ayudadora de las primerizas quando paren o están preñadas. La qual, primero en Grecia y luego después en toda la Asia y finalmente en Italia, y mayormente por los romanos gentiles fue edificada.


Juno, fija de Saturno y de Opis, assí por los tractados y versos de los poetas como ahun por error de los gentiles, por todo el mundo sobre todas las otras mujeres que fueron gentiles fue más honrada, en tanto grado que no podieron los dientes de los maliciosos ni de los tiempos, que suelen roer todas las cosas, haver sobrado cosa tan pregonada que no llegasse fasta nuestra edad su muy conocido nombre.

Empero d'ésta más podemos recitar su buena ventura que obra alguna o dicho maravilloso. Fue mujer de aquel Júpiter de Creta, siquier Candia, al qual los antiguos decebidos fingieron ser dios del cielo. La qual, luego que fue nascida, fue embiada a Samo; y ende fue criada con mucha diligencia. En fin, casáronla con su hermano Júpiter. Lo qual por muchos siglos atestiguó su statua en el templo de Samo. Ca, estimando los samios no alcançar pequeña honra para sí y sus successores que Juno fue en su cibdad criada y desposada, la qual pensavan ser reyna del cielo y diosessa, porque esta memoria no se perdiesse ligeramente fiziéronle un templo grande y maravilloso, más que todos los otros del mundo, y dedicáronle a su invocación y majestad. Y fizieron fazer su ymagen de vulto de mármol de Faro, en hábito de una donzella o virgen que se casa, y pusiéronla en su templo.

En fin, ésta casada con el gran rey, cresciendo cada día su imperio y su fama, divulgando por muchas tierras lexos anchamente su nombre, no pequeña honra y gloria alcançó. E assí, después que según las fictiones de los poetas y por loca liberalidad de los antigos, fue fecha reyna del cielo aquélla que havía sido reyna mortal. Fiziéronla presidente de los reynos del cielo y de las riquezas, y tanbién le encomendaron los derechos matrimoniales, y la ayuda y salud de las que anduviessen en parto. De lo qual se siguió que, procurándolo assí el enemigo de natura humana, le edificaron muchos templos y altares, y le establescieron muchos sacerdotes y le fueron dedicados muchos sacrificios, según rito de los antiguos.

E dexados los otros, después de los Samios, la tovieron mucho tiempo en gran veneración los argivos, pueblos de Achaya, y los cartagineses, y finalmente levada por los nuestros a Roma fue puesta en el Capitolio en la cella, siquier tabernáculo, del bueno y grande Júpiter, no de otra manera que ayuntada a su marido con intitulación de reyna Juno. Y ahun después que en la tierra pareció Nuestro Redemptor Dios y hombre, los romanos luengo tiempo le fizieron sacrificios con divinas cerimonias.

Tan apoderado entró en el Imperio el thesoro infinito de los merescimientos de Christo, que fasta el mismo Tiberio, tercero de los césares, le hovo de acatar como a dios. Más quisiera, que fuera por todos por Dios tenido, sino que el Senado le fue siempre tan adverso y le resistió tan sobrado que nunca en ello quiso consentir. Y fue assí dispuesto por Dios porque ni fuera gloria de Christo que por emperador tan péssimo fuera su nombre enxalçado ni por Senado tan presumptuoso y pagano, que a solo a su antojo ponía y quitava dioses, hoviera de prevaleçer su empresa. Y ende más, pues ya Él tenía prometido a los suyos que a despecho del mundo y de la prosperidad de aquél havía de vençer y sojuzgar el universo, no con favores ni poderíos humanos, que entonce no a Dios mas al poderío y favor de los hombres se atribuyera la gloria, ni toviera tan gran logar la virtud de resplandescer y subir como en los tantos y tan magnánimos y divinos mártyres y tan heroycos sanctos padres del yermo, [a] causa de la persecución tan grande. Luzió, venció luego Christo y apoderó todo el mundo con las verdaderas armas de la soberana virtud de paciencia, magnanimidad, esfuerço divino, fe, homildad y caridad estremada, bien como a la maravillosa fuente de virtudes que él era [y le] perteneçía. Ca este fue propio vencer de Dios, y para dar prueva de tan sobrada virtud requería que passasse tiempo, que para morir trezientos cuentos de mártyres y muriendo todo el mundo vencer, como a la postre vencieron, trezientos y más años hovieron de passar.

No se maraville, pues, el Bocacio si por luengo tiempo después de parecido Christo la pagana dea Juno fue por los romanos en el Capitolio adorada, que assí cumplía para mayor gloria y enxalçamiento de Christo. Mas otra mayor vitoria hovo Christo de los romanos que no fue la de Júpiter ni de Juno, ca venció los mayores vencedores del mundo, que fueron los césares, y venciólos quando más adorados y por dioses más verdaderos y ciertos [eran] recebidos, como el Valerio en su prólogo escrive, que vencer a Júpiter y a Juno, que fueron griegos, no tanto les atanían a los romanos. Empero vencerles sus naturales dioses y quedando tan en pie las prendas de sus vencimentos, que el Imperio era imperio tan acrescentado y tendido, tan poderoso, durable y tan prosperado, esto sabe más a maravilla sobrada y más que divina. Y por los vencer ende más un descalço, un tan mendigo y desechado estrangero, más un sentenciado por su presidente Pilato, porque conozca a su despecho el mundo que no está en las armas [el] poder, riquezas, ni en el favor de la prosperidad, ni aun de la vida el verdadero vencer, mas en la humildad y sufrimiento magnánimo del justiciado, morir como en lo de Christo paresce.


Johan Boccaccio, De las mujeres illustres en romance, Zaragoza, Paulo Hurus, Alemán de Constancia, 1494, f. 9 r y ss.