Capítulo xxj: De Yoles, reyna de Etolia, la qual se dize haver sido tan
astuta y mujer tan desordenada en luxuria que quitó las fuerças a Hércules,
su marido, hombre nunca vencido por otro, y lo amolleció tanto que le fizo vestir
como mujer, y ella tomó sus vestidos d'él.
Algunos dizen que Yoles, fija de Eurico, rey de Etolia,
donzella entre las de aquella tierra provincia la más fermosa, fue amada mucho
de Hércules, domador del mundo. La qual, haviéndogela offrecido Eurico por mujer,
dizen que después a consejo de su fijo ge la denegó. Por lo qual Hércules alterado
y irado movióle guerra y matóle, y tomada la provincia, prendió a Yoles. La qual,
más por la passión de la muerte de su padre que por amor de su [e]sposo, codiciosa
de vengança, con maravillosa y constante astucia, con amor fingido, encubrió su
coraçón y la voluntad que le tenía, y con affalagos y blandos y muelles deleytes
y artificiosa luxuria traxo a Hércules a amarla con tanto fervor que conocía d'él
no haverle de negar cosa que le pidiesse. Y después, como que abhorreciesse
enamorado tan áspero en su persona y vestir, mandó a varón tan fuerte y rezio
que dexasse la maça con que havía domado y amansado las cosas monstruosas;
mandóle otrosí que dexasse la piel del león Nemeo, que era una señal de su
fortaleza, y dexar la corona de tiemblos y el aljava y las saetas.
Las quales cosas como no abastassen a su coraçón, con mayor osadía se
levantó contra su enemigo desarmado con saetas pensadas, y primeramente le
mandó que se pusiesse sortijas y anillos en los dedos, y que se ungiesse su
áspera cabeça y cabello con los ungüentos de Chipre, y peynarse y componer y
tocarse el cabello áspero y mal compuesto y allanarlo con el peyne, y ungirse
las ásperas y duras barbas con nardo. Y mandóle otrosí que se pusiesse las
coronitas, alvanegas y gandayas de las mochachas, y la mitra llamada Neonia.
Después le mandó que se vestiesse de grana y muelles y ricos vestidos, ca
estimava esta moça muy arreada y llena de engaños ser mayor honrra haver
effeminado y tornado mujer con dulçores y luxurias un hombre tan robusto y
rezio que haverlo muerto con cuchillo o poçoña. Y como ni aun con estas cosas
no le pareciesse haver satisfecho a su ira, después de haverle trahído a tanta
blandura y folgazana luxuria, tráxole a que assentado como mujer en el suelo,
entre las mujeres de baxa condición contasse las pastrañuelas de sus trabajos,
y que tomando sus copos filasse lana entre ellas, y que los dedos (que siendo
aún niño en la cuna havía endurecido para matar las sirpientes en la edad
perfecta y de hombre) amolleciesse para adelgazar el filo de la lana.
La qual cosa, por cierto, no es pequeño enxemplo de la flaqueza humana y
de las astucias y engaños de las mujeres a quien lo quisiere mirar. E assí
esta moça astuta, con la pena y con una infamia perpetua de Hércules, vengó
la muerte de su padre; no con armas y cuchillo, mas con engaño y blandos
falagos. Y fízose digna de un perpetuo renombre, porque quantos triumphos
hovo el victorioso Hércules de todo lo que fizo y venció, de tantos ella fue
vencedora, y hovo del triumpho mayor gloria y más grande.
Acostumbró esta maldita passión [a] entrar en las mochachas loçanas y
dadas al deleyte y folgura, y occupar tanbién a los mancebos ociosos y folgazanos
muchas vezes, como los amores sean enemigos de la gravedad y la desechen,
y abracen por otra parte la tierna mollez y delicadez mujeril. Y por esso fue
mayor maravilla y cosa mas spantosa y contra natura haver entrado en el duro
pecho y coraçón de Hércules tan muelles falagos, vistas endemás que tales
fueron las cosas que él domó y subiugó. La qual cosa no poco miedo deve haver
puesto a los cuydadosos y sollícitos de su salud, y por otra parte no poca
torpedad haverles quitado, como sea cosa manifiesta, quán rezio y quán
poderoso enemigo nos esté encima.
Por ende, mucho devemos velar y armar nuestros coraçones y ánimos de mucha
fortaleza, ca esto no acahece a los que no quieren consentir tales daños. Por
tanto, devemos resistir los principios y refrenar los ojos que no miren vanidades.
Devemos otrosí atapar los oídos como la sirpiente al encantador, y castigar la
luxuria con trabajos continuos, ca el amor blando y muelle en la primera vista
se offrece luego a los descuydados y indiscretos, y si le reciben con alegre
sperança y delecta en la primera entrada, y luego aconseja que el hombre
se traya luzido y tenga dulce criança, y que sea donoso y cortesano, y luego
tanbién le conseja danças, albadas, cantares, coplas, versos, dictados, juegos,
convites y cosas semejantes. E después que con un consentimiento loco tiene
occupado todo el hombre, y vencida la liberdad y subiugada le ha echado
cadenas y prisiones en el pensamiento, los desseos dilatándose más de lo que
él piensa, mueve sospiros, constreñe y fuerça los ingenios a algunas artes y
astucias, no faziendo alguna differencia entre las virtudes y los vicios,
solamente alcance su optado y cumpla su desseo, y cuenta por enemigo al que
le resiste.
E cresciendo más y ardiendo la llama del amor, enciéndense los
coraçones, y van y tornan y sin cansar buscan por todas las maneras la cosa
amada. Y del mirar muchas vezes, siempre se causan nuevos encendimientos y fuegos.
Y como no se puedan repentir, lloran, componen cartas de amores con muchos ruegos y
regalos, instruyen y adiestran con falagos dulces a las alcahuetas y medianeras,
prometen dádivas, dan y derraman algunas vezes, engañan a los que
guardan la puerta. E quanto quier que los coraçones estén cercados de
muchas vigilias son assalteados y tomados, y algunas vezes llegan a los fines
desseados. Entonces el enemigo de la castidad y honestad y el consejero de las
suziedades, echada a parte la vergüença, aparejado el cieno para los
puercos en donde se rebolquen, faze mil gestos y sospiros vellacos en el acto mismo.
Entonce, dexada la templança, serviendo con diversos manjares y vinos,
invocan a Venus, y toda la noche passan, consumen y gastan en la vellaca luxuria.
E ni ahun por esto se amata este furor y fuego, ante muchas vezes se acrescienta a
mayor locura. De lo qual se siguió la maldita obediencia de Hércules
que tovo a esta mujer. Dende se sigue que los tales se olvidan las honras y gastan
sus haziendas, y se causan odios de personas conjunctas, y muchas vezes peligran
con muchas vergüenças las vidas de los tales. Ni están estas
cosas privadas de dolor, ca en esto entrevienen riñas y pazes ligeras, y
sospechas y celos que consumen las almas y los cuerpos. E si no llegan al fin
desseado, como el amor ciego, el qual no participa de razón, con stímulos
y spuelas aguij[a] a los tales, accresciéntales cuydados y cólmales
desseos, dales dolores quasi intollerables que no fallan remedio sino con
lágrimas, quexos y muerte. E algunas vezes para el tal remedio buscan
vejezuelas, consultan los caldeos y adevinos, experimientan las fuerças
de las hyerbas y de los enxarmos y conjuraciones y encantaciones. De los falagos
vienen amenazas; aparéjase la violencia y es menospreciado el vano amor.
E no fallece que algunas vezes este artífice malvado no ponga tanto furor
y locura en los coraçones que no traya los hombres a se ahorcar y matar.
¡O quán dulce y quán suave es este amor, que en lugar de
abominarlo y fuir d'él lo levantamos por dios y lo adoramos y lo honrramos
y le fazemos con mucha homildad oración! Y de los sospiros y lágrimas
fazemos corrompimientos de vírgines, adulterios; offrecémosle
otrosí ayuntamientos con parientas, y ponémosle a este dios corona
de nuestras suziedades.
Johan Boccaccio, De las mujeres illustres en romance, Zaragoza, Paulo Hurus,
Alemán de Constancia, 1494, fo. 27 v. y ss.