Hipo


Capítulo lj: De Hippo, dueña griega, muy illustre por su áspera fazaña contra su vida, ca siendo acaso presa por unos marineros, como trabajassen de la desonrrar, esta prudente mujer por no ser ensuziada echóse en la mar.


Hyppo fue mujer griega, según que podemos saber por los libros de los antiguos. La qual apenas creeré haver sido una sola cosa singular, como a cosas más altas subamos por grados, ca ninguno súbitamente es fecho grande. Mas pues que por malicia de la antigüidad el linaje, la patria y las otras fazañas suyas nos han sido quitadas, porque no perezca lo que ha llegado fasta nosotros, o a ella le quitemos su devida honra, delibero de dezir lo que de ella se sabe. Havemos leydo ésta haver sido presa acaso por unos marineros y cossarios enemigos; la qual siendo fermosa y conosciendo que tenían consejo los cossarios contra ella sobre desonrar y ensuziar su castidad, tanto estimó su honrra que viendo no poderla conservar sino por muerte, no esperada violencia o fuerça alguna se echó en el mar; la qual le quitó la vida, mas salvóle su castidad.

¿Quién no loará un tan severo y duro consejo de mujer, que los pocos años que podía quiçá vivir olvidó por la virtud, y redimió la castidad con cautela, y con presta muerte alcançó para sí fama y ganó tanta honra y tan perenal? El qual acto de virtud la tempestosa mar no pudo encubrir, ni la orilla y puerto yermo quitar, que no se conservasse y saliesse a luz con memoria y scriptura perpetua. Ca después que el cuerpo algunas horas anduvo por las ondas, echado en el puerto Eritreo, fue sepultado por los moradores de aquel puerto, según se acostumbran de sepultar los que por naufragio y fortuna perecen. Finalmente, como la fama de los mismos enemigos y cossarios recontasse qué mujer havía sido y la causa de su muerte, los Eritreos arrearon con mucha veneración y acatamiento en el puerto su sepultura, y fiziéronle un gran túmulo por mucho tiempo turadero en testimonio de la conservada castidad, para que conoscamos que la lumbre de la virtud no puede ser offuscada con tiniebras algunas de la adversa fortuna.

¿Qué diremos de la excellente Hippo, arreo y favor de toda la Grecia, cuyo tan digno y tan memorable nombre tantos libros de tantos auctores tiene arreados? Que es no sólo maravilla special mas consuelo aventajado para las damas honestas, que fasta el Valerio atestigua que por más que su monumento se esforçó a quitar de la vista humana la desseable presencia de un cuerpo tan casto, mas nunca la memoria de tanta virtud pudo ser absente de la gloria de la fama.


Johan Boccaccio, De las mujeres illustres en romance, Zaragoza, Paulo Hurus, Alemán de Constancia, 1494, fo. 59 r. y ss.