Hipermestra


Capítulo xiij: De Hipermestra, fija del rey Danao, la qual por esso es tan digna de memoria, porque como su padre le hoviesse mandado matar a su marido no quiso fazerlo, dado que las otras hermanas suyas hoviessen muertos a sus maridos. Por la qual piadad fue encarcelada y después, en fin, librada por su marido. Y ambos en el lugar de Danao succedieron en el reyno.


Ypermestra, assí por linaje como por dignidad illustre, fue fija de Danao, rey de los argivos, y mujer de Lino. E sácase de las historias de los antiguos haver sido en tiempos passados en Egipto dos hermanos, fijos de aquel antiguo Belo, que tovieron ambos gran imperio. De los quales el uno se llama Danao y el otro Egisto. Y puesto que en el número fuessen yguales, empero no tovieron ambos en los fijos una misma suerte, ca Danao tovo cinquenta fijas, y Egisto hovo otros tantos fijos. E como Danao hoviesse sabido por revelación que uno de sus sobrinos le havía de matar, y él secretamente fuesse combatido y afligido de un grave miedo, como no supiesse de tantos cuyas manos havía de tener por sospechosas, acahesció que ya siendo mancebos los fijos del uno y del otro, requirióle Egisto que las fijas de Danao todas casassen con sus fijos. Lo qual Danao ligeramente y de grado le otorgó y consintió, pensando una cruel y sobrada maldad.

E assí, desposadas las fijas con sus sobrinos, como se aparejassen las bodas, amonestólas a todas y encargóles que si querían su salud cada una matasse a su marido la primera noche, quando después de haver bien comido y bevido le viessen estar dormiendo. Las quales todas, puestos secretamente cuchillos en sus cámaras, como estoviessen ellos quasi borrachos, matáronlos por mandado de su padre. E sola Ypermestra fue la que se abstuvo y guardó, ca ella havía puesto su coraçón enteramente en Lino, siquier Linteo, su marido, según que acostumbran las donzellas que luego en ver su esposo le aman. Y por esto, hoviéndole ella compassión, con gran loor suyo se guardó de muerte tan abominable. Y consejó a su marido que fuyesse, con lo qual se salvó. E como el crudo padre en la mañana hoviesse mucho gradescido a las otras lo fecho, Ypermestra sola fue reprendida y puesta y encerrada en la presión, en donde algún tiempo lloró su piadosa obra.

¡O desventurados todos los hombres, con quán cobdicioso ánimo y ferviente desseamos las cosas perescederas, y no curando de mirar en el peligro de la cayda, por quán malditas maneras y vías subimos a lo alto si nos lo dan y otorgan, y con quántas maldades conservamos los altos lugares y grandes cabidas, quasi pensando con viles obras poderse firmar la variable y voluble fortuna! Y lo que es más de reyr, ¡con qué crímines y quán sceleradas fazañas trabajamos la jornadilla desta vida transitoria y quebradiza! No digo alargar, mas ahun perpetuar. Y viendo yr los otros a la muerte quasi corriendo, con qué abominables consejos, con qué obras tan malvadas indignamos a Dios.

Y dexados los otros, sea un testigo nefando y maldito este Danao, el qual trabajando en alargar sus temblosos años con mucha sangre de sus sobrinos se despojó de una rezia y noble esquadra de sobrinos, y se ensuzió y amanzilló de una infamia perpetua. Pensó este mal hombre de anteponer los pocos y fríos años de su vejez a los frescos y florecidos años de la moçedad de sus sobrinos, los quales (quiçá alguno dellos), hoviera estimado dever ser guardados como más provechosos [si] solamente los hoviera guardado honestamente. Empero haver buscado y trabajado de alargar su vejez con muertes de aquellos mancebos, parece una cosa que sobra toda crueza. Y lo que más acrescienta la infamia es que fizo borreros a sus mismas fijas para que no solamente quitasse[n] del mundo sus sobrinos, mas ahun para que fiziesse fijas por aquel pecado ser fementidas y abominables, las quales hoviera podido conservar honestas con piedad.

Y mientra[s] pensó de salvar su vida con este crimen, no paró mientes. ¡Quán malvado y desventurado enxemplo de osadía, atrevimiento y engaño dexaría a los venideros! Con feridas tan crueles, con la trayción fizo quebrantar la fe del matrimonio. Y en donde el buen padre deviera mandar poner sagrados cirios ardiendo, mandó poner cuchillos; y en lugar de lo que acostumbramos [de] exhortar [a] nuestras fijas y adoctrinar que amen sus maridos, éste las incitó y las aguizió a odio y a matar. Y lo que no osara emprender contra todos, emprendió por medio de sus fijas contra cada uno; y lo que de día no osara acometer, quisó acabar de noche. Lo que no enprendiera en el real y en el campo, mandó que se cumpliesse en el thálamo, sin mirar que quantos años quitava a la fresca moçedad de sus sobrinos con engaño y maldad, tantos guardava para sí ensuziados de su diffamado y vituperoso crimen.

Y el malo que podiera tener cinquenta yernos, le fue guardado uno dellos para le ser enemigo, cuyas manos, este crudo viejo por justo juyzio de Dios, no pudo escapar que por ellas no fuesse derramada aquella dañada y malvada sangre, que él havía redemido con tanta sangre de sobrinos. El qual, o lançado, o desterrado, o llamado, passó por mar en Grecia, y tuvo el reyno de los griegos occupado por ingenio o por fuerça. Por lo qual, es opinión de algunos, el mismo Danao haver cometido la susodicha maldad.

Mas quien quiera que lo fiziesse, él fue muerto por Lino, que no se acordó muy bien de la crueza, y en lugar suyo el mismo Lino reynó en Grecia y sacó de la presión a Ypermestra, a la qual ayuntada a él con mejor agüero de matrimonio fizo partícipe del reyno. La qual no solamente resplandeció como reyna, mas ahun hecha sacerdotessa de Juno, la griega, pareció arreada y luzida de un blancor de dos lumbres. E como las hermanas fuessen disfamadas, ella dexó loor insigne de sí de mujer piadosa y fiel fasta hoy.

Si por un homicidio meresce el homicida morir, quánto más por cinquenta, y añadiendo endemás sobre el injusto matar otro peor crimen, y más contra la natural inclinación, que es zizañar todos los derechos de naturaleza: enemistar el esposo con la esposa, el primo con la prima, y a la postre el padre con los fijos, que los yernos por fijos se cuentan.

¿Quién puede asaz afear crimen tan fiero? Y assí le dio luego la desdicha su merecido pago, que spantados del pavoroso crimen los súbditos suyos le botaron luego del reyno, y desterrado de su misma naturaleza y patria, que no era justo que naturaleza guardasse ley con tal hombre, que sobre todos los hombres de entonce la havía prejudicado, acometió en Grecia otra maldad, y con alevosos y feos tratos echó del reyno de Argos a Esténello, rey natural. Mas a la postre no falleció quién vengasse alevosías tan fieras que su yerno mismo, que llamaron Lino. Le botó no sólo del reyno, mas de la tan fementida, alevosa y mal empleada renzillosa vida.

¡O, espantosa la maldad de los grandes, que por el negro reynar olvidan primero a Dios! Que por esso dezía César: "Si el juramento se deve quebrar por causa del reyno, se deve quebrar; mas emprenden a la postre de furtar el officio a Dios, a quien sólo pertenesce saber y ordenar las cosas venideras, antes es peor que quieren desordenar lo por Dios ordenado". Ordenó y dispuso Dios que fuesse por su pecado echado Saturno del reyno por su mismo fijo, que fue Júpiter el de Candia; y quiérelo saber antes de tiempo y por caminos de mala arte, y después de lo saber, en logar de tratar mejor a su fijo, pues a sus manos havía de venir, pónele asechanças y lazos para le matar. Siéntelo el fijo, y por el mismo crimen viene mano armada y quítale el reyno. Al tanto acaheció al emperador Astiages con su nieto, el rey de Ciro. Lea la historia, el que verla quisiera, al libro primero que faze Justino.

Déxense, pues, los grandes de querer saber lo venidero, que acabado que lo sepan, quieran o no seguirá lo que ha de seguir, como vimos que siguió en aquéstos. Ante, las más vezes por lo tener tan sabido, pensando remediar ellos, arman los medios por donde antes se pierdan.


Johan Boccaccio, De las mujeres illustres en romance, Zaragoza, Paulo Hurus, Alemán de Constancia, 1494, fo. 19 v. y ss.