Capítulo xxxv: De Helena, fija del rey Tindár[e]o,
de cuya maravillosa fermosura y dissolución fablan muchas historias y fictiones.
La qual fue primero rebatada y desonrada por Theseo
siendo muy niña, y después desposada con el rey Menelao,
y después se la levó Paris, y él muerto se ayuntó
con Deiphebo, su pariente, y después de tomada
Troya otra vez se la levó Menalao.
Helena, assí por su dissolución -según que pareció a muchos- como por la
luenga guerra seguida por ella -mujer en todo el mundo conocida-, fija fue
de Tindár[e]o, rey de Thebalia, y de Leda, muy fermosa
y mujer de Menalao, rey de los lacedemonios. La fermosura desta -según dizen
todos los antiguos griegos y después dellos los latinos- fue tanta y tan nombrada
que la antepusieron a todas las otras y le dieron el pris. La qual dio fatiga
y trabajo a Homero -dexados los otros-, hombre de
ingenio divino, ante que podiesse descrivir [a] aquélla asaz conveniblemente
por verso, según lo que de ella havía oydo y según lo que [de] ella havía
percebido. Allende de esto, los pintores y sculpidores excellentes y diversos
tomaron el mismo trabajo, para que si podiessen dexassen a los venideros a lo
menos la figura de una tan grande fermosura. Entre los quales alquilaron los
crotonienses con gran dinero a Zeusis Heracleotes,
famosíssimo pintor de aquel tiempo y siglo, y antepuesto a todos los otros,
para que la sacasse de pinzel; y en la sacar puso todo su ingenio y todas las
fuerças de la arte. Y como no toviesse otro original ni padrón, salvo el verso
y dictado de Homero y la fama grande de quada parte, según que por estas dos
cosas de la cara y de la otra disposición de la persona havía podido concebir
en su pensamiento, pensó poder percebir de otras fermosuras de muchas aquella
divina figura de Helena y mostrarla figurada a los que la pidían. E assí como
le hoviessen mostrado los Crotoniates, primero fermosos mochachos y después
hermanas de aquéllos, de las más fermosas escogió v. de muy special fermosura;
y percebida en sí una figura tomada de la fermosura de todas, sacando de su
excellente ingenio todas las fuerças y pusiéndolas en ello, apenas se pudo
creer haver él podido asaz llenamente acabar con la arte lo que desseava, ni
yo me maravillo.
Ca pregunto, ¿quién podrá con el pinzel o con el marfil blasonar
la alegría de los ojos, la gracia y plazible gesto de todo el rostro, la
celestial risa y los diversos movimientos de la cara, y las gracias y ayre
según la qualidad de las palabras y de los actos, como este officio sea de
la natura sola? Por consiguiente, fizo lo que pudo y lo que pintó, como una
celestial fermosura de una ymagen, dexólo por memoria a los venideros. Dende
los entendidos y agudos fingieron una fábula. Conviene saber, ella por
resplandor de los ojos y por la gracia y luz que en ellos tenía, qual nunca
otra tal vieron los hombres, y por la insigne blancor del rostro y por los
muchos cabellos como hebras de oro que le yvan de cada parte venteando por
los hombros muy luengos y fechos a ondas y otros más cortos que le acompañavan
el rostro, y por la entonada y dulce suavidad de su voz, y por algunos gestos
assí de su fresco rostro (como una rosa de la luzida fruente) y garganta de
marfil que se levantava de los deleytes nunca vistos de sus pechos, que no se
podían ver ni concebir sino quando resollava, dixieron ser ella fija de
Júpiter transfigurado en cisne. Porque allende
de la fermosura que havía ella podido tomar del vientre de la madre se diesse
a entender haver tovido otra por divino misterio infundida. La qual no podían
los pintores figurar con su ingenio, con los pinzeles ni con los colores.
E como Theseo dende de Athenas fuesse llamado, y quasi levado a Laconas
por esta insigne fermosura, entre todos los otros rebató y levóse a esta
donzella de tierna edad que estava jugando y luchando afuer de su tierra.
Y ahunque no le pudo quitar algo de su honrra, salvo que le dio algunos
pocos besos, empero diffamóla en alguna manera de haverla corrompido.
La qual, demandándola sus hermanos, les fue restituyda por
Ele[c]tra, madre de Theseo, o -según algunos
dizen- por Protheo, rey de Egypto, estoviendo
Theseo absente. E enfín, ya fecha mujer para varón, casóse con Menelao, rey
de los lacedemonios, del qual parió una sola fija llamada Herm[í]ona.
Después de esto, passados algunos años, tornado Paris a Troya, el qual
por un sueño, que hovo su madre Hécuba quando
stava preñada, havía sido echado en el bosque nombrado Yda, y como hoviesse
vencido en una lucha a su no conoscido ermano Héctor,
recordándose de la promesa que le havía offrecido Venus
de una mujer muy fermosa, de sí mismo y de su motivo fechas sus naves en el
bosque de Yda -según algunos quieren- por demandar a Hesíona
acompañado de muy real compaña, passó en Grecia, y ende fue recebido por
Menelao en su posada. Y como hovo visto ende a Helena dotada de una divina
y celestial fermosura, y con el vestir real muy dissoluta y codiciosa de
ser mirada, enamorado en esse punto y tomada y concebida alguna sperança de
sus costumbres -en tiempos captados scentellándole los ojos del ardor del
amor escondido y secretamente en el coraçón y pensamiento deshonesto y
corrupto-, puso el fuego de su amor y la fortuna favoreció a su empresa,
porque requiriéndolo assí la necessidad, Menelao dexándole en su palacio
fue a Candia. Por lo qual plaze a algunos que estoviendo ellos ambos
encendidos egualmente, haver sido fecho quasi adrede que Paris el fuego
que vio Hécuba en sueños truxiesse a la patria, y cumpliesse los juhizios
y prenósticos ante fechos. Y assí, con gran parte de los thesoros y dinero
de Menelao, de noche del puerto Lacónico -o según a otros plaze de la ysla
Cicharea, ende vezina-, como en un templo afuer de la patria estoviesse
Helena velando para fazer sacrificio, rebatóla y levósela, y púsola en sus
naves. Y vino después de muchos peligros con ella a Troya, en donde la recibió
Príamo con mucha honra, estimando él haver más
alimpiado la infamia de su injuria por Hesíona, la qual detenía
Thelamón, que haver recebido la postrera
destrucción de su reyno en la patria, de la qual dissolución de esta mujer
se comovió toda Grecia.
E como todos los príncipes griegos agraviassen más la injuria de Paris
que la vellaquería de Helena, después de haverla pedido en vano muchas vezes,
fizieron todos concordes juramento de destruyr a Troya. E assí cogidas y
allegadas sus fuerças, con mil naves cargadas de hombres d'armas o más,
occuparon el puerto entre los altos montes de Frigia, Sigeo y Retheo. E
pusieron cerco a Troya, contrastándoles en vano los troyanos. Helena, por
cierto, pudo ver qué tanta fue su fermosura, mirando del adarbe de la ciudad
cercada todo el puerto lleno de enemigos y toda la tierra fatigada y destruyda,
y ser todas las cosas puestas a fuego y derramamiento de sangre, y pelear los
pueblos y matarse los unos a los otros, el campo y el mar ensuziarse de la
sangre troyana y griega. La qual con tan pertinace propósito fue demandada
y detenida que, como no la bolviessen, diez años estuvo el cerco sangriento
de muerte de muchos cavalleros y nobles hombres. El qual cerco estoviendo
assí y muerto ya Héctor y Achilles,
assimesmo muerto Paris por mano de Pirro, mancebo
noble y muy valiente, como a aquélla que le pareció poco haver peccado una vez,
casóse Helena segunda vez con Deyphebo el moço. E finalmente como tentassen
por tradición lo que no les parecía poder alcançar con fuerça de armas, esta
misma que fue causa del cerco por trabajar en la destrución y por recabar
gracia con el primer marido, consintió de muy buen grado y de su voluntad en
ella. E como los griegos con astucia y engaño fingiessen de quererse yr,
estoviendo los troyanos fatigados de los trabajos passados y vencidos de
la nueva alegría y de las fiestas y conbites y manjares y sepultados de sueño,
Helena fingió una dança, y encendida una acha en el tiempo conveniente dende
una torre, dio señal a los que estavan muy atentos a la trayción. Los quales
tornando, como hoviessen entrado secretamente, abiertas las puertas en la
ciudad medio adormecida. aquélla encendida y muerto vituperosamente Deyphebo,
restituyeron después de veinte años a Helena a Menelao, su marido.
Otros affirman Helena no haver sido por su levantada furtada por Paris,
y que por esto meresció ser recebida de su marido. El qual tornado a Grecia
con ella, conbatido mucho de la fortuna y del viento contrario forçado de
volver el viaje a Egipto, fue recebido del rey Pólibo.
Después desto, ya quedada la tempesta del viento, en Lacedemonia con la
mujer cobrada, quasi ocho años después de la destructión de Troya, fue
recebido. Empero ella, quánto vivió después o qué fizo o dónde murió, no
me acuerdo haver leydo.
Johan Boccaccio, De las mujeres illustres en romance, Zaragoza, Paulo Hurus,
Alemán de Constancia, 1494, fo. 41 v. y ss.