Harmonía


Capítulo lxviij: De Harmonía, siciliana de linaje real, la qual como por un alboroço de los de Çaragoça de Sicilia, que se levantaron contra los de Casa Real, se hoviesse por algún tiempo ascondido, tomado a una esclava por ella, mataron la esclava, la qual se offreció a la muerte de su voluntad por no descubrir su dueña. Lo qual viendo Harmonía, ahunque podiesse fuyr la muerte, maravillándose de la tanta constancia y esfuerço de su esclava, ella tanbién quiso morir.


Harmonía, donzella siciliana, fue fija de Gelón, hermano de Yerón, rey de Çaragoça de Sicilia. La qual, ahunque fue insigne por su linaje real, empero más insigne la fizo y más digna de memoria su piedad y amor. La qual dizen algunos haver muerto virgen; otros dizen que fue mujer de Themiscio; tome qualquier destas opiniones la que se quisiere, pues no se le quita por esta diversidad cosa alguna de su piadosa fortaleza y constancia.

E acahesció que levantando y rebellándose súbitamente los de Çaragoça de Sicilia contra los del linaje real, y alborotándose contra ellos y tajado a pieças el rey Jeroniano, que era mochacho, y muertos esso mismo Andrenodoro y Themistio, mancebos de linaje real, y corriessen por matar a Damarata y Heraclia, fijas de Yerón, y Harmonía, fija de Gelón, y las buscassen con spadas arrincadas, una ama de Harmonía pensó astutamente de poner una servienta vestida como fija de rey, de la edad de Harmonía, en presencia de los matadores. La qual no repugnó ni contrastó al que la puso, antes como ella viesse venir la muchedumbre contra sí con las puntas de las spadas muy infiestas, ni ella como spantada fuyó ni descubrió su condición a los que la ferían, ni acusó a Harmonía, en lugar de la qual la matavan, mas callando y sin moverse, recibiendo golpes de muerte de los quales morió.

Fue ciertamente Harmonía por una parte dichosa y por otra desdichada; fue próspera por fe y desdichada en perderse después. E assí como Harmonía dende el lugar secreto donde estava viesse la perseverancia de aquella donzella que era sin culpa y que la matavan tomándola por otra, y viesse su ánimo constante en la muerte y le viesse manar la sangre de las feridas, espantada de tanta virtud, como después de aquella donzella muerta, yéndose ya los matadores, ella podiesse escapar, començó de maravillarse con todas sus fuerças de la fe de la muerta, y haviendo gran compassión y derramando muchas lágrimas sobre ella, no çufrió de mirar sin punición aquella sangre sin culpa y dilatar su vida guardada con fe ajena para más luengos tiempos, estimando ser mejor descender a los infiernos con muerte anticipada con donzella tan leal que sperar la vejez y las canas con ciudadanos tan desleales.

¡O piedad! ¡O fe antigua! Aquélla que havía escapado salió públicamente y púsose en medio, y llamó para contra sí los cuchillos sangrientos, y atorgó la astucia de la ama, la fe de la muerta y su condición. Y de su voluntad derramó su sangre y vida con la de la muerta, y ferida de muchos golpes, trabajó de caer muerta cabe el cuerpo de la otra, su sirvienta. A la qual lo que le quitó el tiempo ha sido cosa muy digna havérgelo restituydo con letras y memoria la fama.

Empero difícile cosa es juzgar si fue mayor la fe de la muerta o la piadad de la que sobrevivió, porque aquélla fizo eterna la virtud de la primera; esta otra fizo perpetua la fama de la segunda.


Johan Boccaccio, De las mujeres illustres en romance, Zaragoza, Paulo Hurus, Alemán de Constancia, 1494, fo. 71 v y ss.