Dido


Capítulo xxxx: De Dido, siquier Elisa, la qual siendo viuda, muerto Sicheo, su marido, por su hermano Pigmaleón, fuyó con muchos thesoros y riquezas por la mar, y finalmente vino a una parte de África, en donde edificó a Cartago. E como un rey africano llamado Yarbas la pidiesse por mujer y no quisiesse ella consentir, finalmente cercada quísose antes matar que casar con él.


Dido, primero llamada Elisa, fue edificadora y reyna de Cartago, en cuyos loores verdaderos me plaze un poquito estender, si pudiera quiçá con mis pocas letras a lo menos en parte alimpiar la mácula indignamente levantada a la honrra de su viudedad, y porque algo de más alto comience de recontar su gloria. Los pueblos phénices -según es asaz manifiesto- en industria muy esclarescidos y nobles, quasi de la extrema parte de Egipto vinieron al puerto de Siria, en donde fundaron muchas nobles ciudades. Las quales, entre los otros, tovieron por rey a Agénor, hombre en nuestro tiempo -quanto más en el suyo- de grandíssima fama, del qual se cree descender el noble linaje de Dido. Cuyo padre, Belo, rey de los phénicos, como después de vencida y conquistada la ysla de Chipre hoviesse muerto, dexóla siendo niña con Pigmaleón, su hermano ya grandezito, encomendada a los phénicos, los quales, pusiendo en la silla real de su padre a Pigmaleón, casaron a Elisa donzellita y fermosa con Sicheo, o con Sitarbas -según dizen otros-, sacerdote de Hércules, que tenía después del rey entre los cartageneses el primer lugar. Los quales casados se amaron muy sanctamente. E era Pigmalión sobre todos los hombres codicioso de oro, y tanbién Sitarbas riquíssimo, ahunque conocida la avaricia del rey lo hoviesse ascondido en algunas cuevas. Empero como no pudo encubrir y ocultar la fama, Pigmalión, trahído en una cobdicia fuera de medida con sperança de haver aquel thesoro, matóle con engaño a trayción. Lo qual sabido, Elisa lo tomó con tan poca paciencia que apenas pudo escapar de la muerte. E como hoviesse passado y gastado mucho tiempo en las cuevas y cijas, y oviesse muchas vezes en vano dado bozes y maldezido a su hermano, o amonestada en sueños según quieren algunos, o por propio consejo suyo, deliberó de fuyr, porque su hermano quiçá por la misma cobdicia no la matasse.

Y assí dexada aparte la mollez y delicadez mujeril, y confirmado y enfortecido su coraçón con esfuerço varonil -por lo qual meresció después ser llamada Dido, que en lenguaje de los phénicos quiere dezir mujer varonil-, algunos de los principales de las ciudades que sabía tenían odio por diversos respectos a Pigmaleón traxo a su voluntad y querer. Y tomado el estol de las naves de su hermano, que estava aparejado o para levarla o para otra cosa, mandó luego enchir y poblar las fustas de marineros y naucheres, y de noche tomados los thesoros todos que ella sabía de su marido, y los que pudo furtar a su hermano, ascondida y secretamente fízolos poner en las naves. Y pensó esta astucia, que puso muchos sacos llenos de arena en las naves, dando a entender, viéndolo todos, que eran aquellos los thesoros de Sicheo; y como ya estoviesse muy dentro de mar, luego mandó echar los sacos de la arena, maravillándose dello los que no sabían la astucia. Y con lágrimas dio a entender y manifiesto haver fallado la muerte, que mucho tiempo havía desseado, con el sumir de los thesoros; empero dixo que tenía compassión de los que la acompañavan, a los quales y a ella no dudava si fuessen a Pigmaleón ser muertos y fechos pieças por rey tan crudo y avariento, empero si quisiessen fuyr con ella prometió y affirmó de nunca fallecerles en sus necessidades. Lo qual oydo [por] los pobres naucheres, ahunque de mala voluntad, dexavan la propia patria donde nacieron y los dioses de su tierra y domésticos; empero espantados de la cruda muerte vinieron ligeramente a consentir en el destierro. Y assí, bueltas las proas, ella siendo la capitana, fueron a Chipre, en donde apañó y rebató vírgines en el puerto y orilla de la mar, que estavan pagando a Venus su primera salva a fuer de su tierra, para consolar los mancebos que yvan con ella y para que fiziessen fijos. Y tomó por compañero de su peregrinación al obispo y principal sacerdote de Júpiter con toda su familia, el qual prenosticava que después desta peregrinación y fuyda haverse de seguir grandes cosas. Y dexada a Candia atrás y Sicilia a la mano derecha, endereçó su viaje al puerto de África, y entró en la provincia de los messulios, y vino a su puerto después asaz conoscido, en el qual pensando estar segura a sus fustas, deliberó dar un poco de reposo a los que estavan fatigados de remar. En el qual, viniendo los vezinos por desseo de ver a los estrangeros, y otros que trahían provisiones, vituallas y mercadurías -según se acostumbra y acahesce- començaron de las fablas entrar en conoscimientos y amistades. E como les paresciesse que los moradores se alegrarían que ellos quedassen allí, y la enbaxada de aquellos uticenses que en días passados havían venido de Thiro ge les hoviesse consejado, luego en esse punto assentó allí. Y dado que hoviesse oydo las menazas de guerra que fazía su hermano, sin espantarse de miedo alguno porque no paresciesse fazer injuria y sinrazón a alguno, e porque ninguno sospechasse haver ella de fazer cosa alguna grande, no mercó de los moradores más tierra para fazer ende su assento salvo quanta podiesse uno cercar con un cuero de buey.

¡O grande astucia de mujer! Mandó cortar el cuero a pedaçitos y después ayuntólos, y tomó y abarcó más tierra de la que podieron pensar los vendedores. Y con el agüero de haver fallado una cabeça de cavallo, edificó una muy guerrera y valiente ciudad, a la qual puso nombre Cartago, y una torre llamada Birsa por el cuero de buey. Y como hoviesse mostrado y manifestado los thesoros que con astucia y arte havía escondido, y hoviesse puesto a sus servidores y compañeros gran coraçón con la sperança del fuyr, levantaron luego los adarbes y almenas y los templos, la plaça y los edificios públicos y privados. Ella dadas leyes al pueblo y regla de bivir, como se hoviesse quasi súbitamente fecho una ciudad egregia y noble, y fuesse ella de una fama noble, de una virtud nunca vista ni oyda y de castidad maravillosa, esto fue muy tendido por toda la África. E como los africanos sean hombres muy inclinados a luxuria, acaheció que el rey de los musitanos vino a mucho ser della enamorado, y pidióla por mujer a algunos de los principales de la ciudad, menazando que si no ge la davan destruyría la ciudad que se levantava de nuevo. Los quales, conoscido el sagrado y constante propósito de la reyna viuda, temiendo por otra parte mucho que si no alcançava el rey su desseo con guerra los destruyría, y no osando dezir a Dido que les preguntava qué era lo que aquel rey pidía, pensaron de engañar la reyna con palabras y traherla a lo que desseavan por su voluntad, y dixiéronle que el rey cobdiciava de traher su manera de vivir salvaje y estraña, con la enseñança, doctrina y criança dellos a los costumbres humanas y pollíticos y de gentes de compás, y que por esto so menaza de fazer guerra pidía preceptores y enseñadores para ello. Empero que ellos dudavan quál dellos quería tomar y emprender tan gran carga que dexasse la patria y fuesse a vivir con rey tan crudo. La reyna no entendió ni sintió el engaño, mas bolvióse a ellos y díxoles: "Egregios ciudadanos, ¿qué pereza es ésta, o qué locura? ¿No sabéys quiçá que somos nascidos para el padre y para la patria, y que no se puede propia ni derechamente ser dicho ciudadano el que por la salud pública, si el caso lo truxiere, rehusa la muerte y mucho más otro daño menor? Yd mucho en hora buena alegres, sin peligro alguno vuestro, ahún pequeño, y librad la patria y excusadla del grande fuego de la guerra".

Con estas reprehensiones y amonestaciones de la reyna pareció a los principales haver alcançado lo que querían, y entonce descubrieron los verdaderos mandamientos del rey. Los quales oydos, pareció a la reyna haver ella con su misma sentencia, assaz haver approvado el matrimonio pidido y requerido. Y dio sospiros entre sí, no osando resistir al engaño y astucia de los suyos. Empero estoviendo en su propósito, luego tomó el consejo que le pareció conveniente para su castidad, y dixo que si le davan tiempo de yr a este su marido, que yría. Lo qual otorgado y llegado el plazo, pensando antes de morir que haver de quebrantar su castidad, en la mas alta parte de la ciudad, según se tenían por dicho los ciudadanos para sacrificar a las sombras y alma de su marido Sicheo, fizo un gran fuego y cubierta de luto y guardadas diversas cerimonias y muertas muchas bestias para el sacrificio, subió allá mirando la gran muchedumbre de ciudadanos, y esperando qué faría. La qual fechas todas las cosas a su voluntad, rancado un cuchillo que se havía levado debaxo de sus vestidos y puesto a los pechos, llamando a Sicheo, dixo: "¡O ciudadanos, assí como vosotros queréys, voy a mi marido!" Y apenas acabadas estas pocas palabras, con gran tristeza de quantos la miravan, se echó sobre el cuchillo; y como le quisiessen ayudar y no fuessen a tiempo, que ya se havía travessado el coraçón, derramando su castíssima sangre fenesció sus días.

¡O honrra no dañada de la castidad! ¡O eterna y honrrada fermosura de la viudedad no corrompida ni quebrada! Yo querría, Dido, que pusiessen los ojos en ti las mujeres viudas, y mayormente miren las christianas tu esfuerço y piensen con todo su poder y contemplen a ti, que derramaste sangre tan casta. Y mírenlo especialmente aquellas que no solamente casar una vez, mas ahun dos y tres les paresce cosa ligera. ¿Qué dirán, por Dios, las mujeres cristianas mirando esto, y viendo una mujer estrangera y gentil y infiel, que nunca conoció a Christo, que por alcançar una alabança perecedera con tan perseverante y fuerte coraçón quiso yr a la muerte, no por mano ajena padescida mas por la suya misma, antes que casarse otra vez y antes que permitiesse corromper su sancto propósito de guardar castidad? Dirá quiçá alguna -como sean nuestras mujeres muy agudas para excusarse-: "Assí era de fazer; yo estava desamparada; mis padre y madre y hermanos eran muertos; festejávanme mucho y solicitavan los enamorados con muchas lisonjas y affalagos. No les podía resistir, ca de carne soy, no de fierro".

¡O cosa digna de escarnio y de burla! Pregunto: ¿Dido en cúya ayuda fiava, a la qual desterrada su único hermano le era enemigo? ¿No tovo quiçá Dido muchos que le festejavan? Por cierto sí. ¿Y la misma Dido era quiçá de piedra o de madera más que las de hoy? No ciertamente. Por consiguiente era mujer que valía mucho por su virtud y coraçón, ca los affalagos y engaños de aquél que pensava ella no poder esquivar con sus fuerças, esquivó muriendo de la manera que pudo. Mas a nosotros, que nos dezimos tan desamparados, ¿no es quiçá Christo nuestro refugio y socorro? Este Redemptor piadoso siempre ayuda a los que en él tienen sperança. ¿Piensas quiçá que el que libró los niños del forno ardiente y el que libró a Susanna del falso testimonio no te pueda librar y quitar de las manos de tus enemigos, si tú quieres? Pon los ojos en el suelo y atápate los oydos, y a manera de una piedra echa las ondas que vienen y sin moverte dexa soplar los vientos, y salvarte has.

Levantarse ha quiçá otra y dirá: "Yo tenía ancha y grande tierra, y casa muy luzida y mueble real y mucha riqueza, y desseava ser madre porque tan gran dinero y hazienda no viniesse en poder de estrangeros". ¡O loco desseo! ¿No tenía quiçá Dido el reyno sin tener fijos? ¿No tenía quiçá thesoros reales? Sí, por cierto, que pues ella rehusó de ser madre porque savia y discretamente pensó no ser cosa en el mundo más loca que desamparar a ti mismo por edificar para otro. ¿Será verdad que yo ensuzie mi castidad para haver successor que possea mi tierra y mi fermoso palacio, mi mueble? Dexo, que muchas vezes acahece el successor echarlo todo a mal. ¿No hay quiçá muchos pobres, dado que tengas muchas riquezas? Las quales más se deven bien gastar que echar a mal; a los quales pobres quando les das edificas para ti palacios eternos; y quando tú les das con otro resplandor alumbras y fazes luzir la castidad. Allende desto, hay amigos que son los mejores herederos de todos quando son tales, como los que ella experimentó; empero los fijos no los havrás quales querrás, mas quales te otorgará la natura.

Verná otra tercera affirmando y diziendo que assí lo devió fazer, mandándogelo su padre y su madre, y forçándola sus parientes y aconsejándogelo sus deudos, como si no supiéssemos que si no ge lo hoviesse consejado su mesmo apetito carnal y desenfrenado todo lo suso dicho no toviera en nada con solo un dezir "no quiero". Dido pudo morir por no bivir sin castidad y ésta por vivir casta no pudo de negar el matrimonio.

Verná, otra a su parecer más astuta que todas, la qual dirá: "Moça era. Fierve -como sabes- la mocedad; no podía guardar castidad. He seguido el consejo del doctor de las gentes, que dize "mejor es casarse que quemarse"." ¡O quán bien dicha cosa!, como si yo mandasse a las vegizuelas que guarden castidad, o como si no fuera Dido muy moça quando en su coraçón firmó propósito de tener castidad. ¡O peccado maldito! No da Paulo tan sanctamente aquel consejo que no se allegue muchas vezes suziamente en defensión de la vellaquería. Nosotros podemos poco a poco restaurar y conservar con el comer las fuerças perdidas, ¿y no podremos apoquecer y domar las superfluas con la abstinencia? Aquella mujer gentil por una vanagloria pudo refrenar su fervor y ponerle ley, ¿y la christiana para conservar la eterna no podrá mandar? ¡Guay de mí!, que mientre con las tales cosas pensamos de engañar a Dios, nos privamos de la honrra mundana dexando aparte la eterna y nos lançamos en la cayda de la dañación perpetua. Hayan, pues, verguença las que miran el cuerpo muerto de Dido, y mientra están pensando la causa de su muerte abaxen sus rostros doliéndose que los christianos sean sobrados y vencidos de un miembro del diablo. Ni piensen que por llorar y derramar lágrimas y por vestirse de luto han ya fecho toda la honrra al defuncto, ca el amor fasta la fin deve ser conservado, si quisieren cumplir el officio de la viudedad. E no estimen de passar a segundas bodas, lo qual fazen algunas muchas vezes más por satisfazer a su carnal apetido, so fingido nombre de matrimonio, que por obedescer al sagramento y por fuyr de la suziedad y tacha de la dissolución. Ca pregunto, ¿qué al es pedir tantos abraços y allegamientos de hombres salvo después de Valeria y Messalina entrar en burdeles públicos? Mas de esto fablaremos en otra sazón. Empero yo otorgo y conosco haver mucho excedido los términos del trabajo començado. Mas, ¿quién está siempre tanto en sí que algunas vezes el ímpetu y calor no le trayga fuera de propósito y allende de aquél? Ruego que me perdonen los que lo leyeren, y bolvamos a donde nos salimos de la materia.

A Dido sus ciudadanos con muchas lágrimas públicas y mucha tristura, no solamente con honrras humanas mas ahun divinas enxalçaron con todas sus fuerças, faziéndole magnificas exequias. Y no solamente la tovieron en gran veneración faziéndole altares, templos y sacrificios, como en lugar de una madre pública y de reyna, mas de una deidad noble y que les favorece. Y favoreció continuamente mientra turó Cartago y estovo en pie.


Johan Boccaccio, De las mujeres illustres en romance, Zaragoza, Paulo Hurus, Alemán de Constancia, 1494, fo. 47 r. y ss.