Capítulo lxxxviij: De Cleopatra, reyna de Egipto, hermana y mujer
de Ptholomeo, desseosa de imperar y de las
dissoluciones reales. La qual, después de diversos casos, se echó con
César, del qual hovo un fijo, y después caso con
Marco Antonio; y como ambos fiziessen la guerra a
Octaviano con sperança de conquistar el Imperio
Romano, en fin fueron vencidos y Cleopatra matóse ella misma con poçoña de
sirpiente.
Cleopatra, mujer egipciana, fablilla y consejuela quasi de todo el mundo,
aunque por medio de muchos reyes haya descendido de Ptholomeo Dionisio
o de Ptholomeo Macedón, rey del Egipto, y fijo
de Lago, o según opinón de muchos otros, siendo fija
del rey Mineo, y haya venido por maldad y contra
justicia a ser emperadriz, empero no fue tan esclarecida ni alcançó tanta
fama por ser de linage tan alto y muy festejada por muchos grandes señores,
quanto por haver sido muy fermosa; antes, por la contra, por su avaricia,
luxuria, dissolución, crueza y desorden fue por todo el mundo más conocida.
Ca según plaze a algunos, porque tomemos el comienço de su imperio y
señorío, Dionisio o Mineo, amicíssimo del pueblo romano en el primer Consulado
de Julio César, viniendo a la muerte, dexó en su testamento que el mayor de
sus fijos -el qual estiman algunos que se llamó Lisanias-
tomasse por mujer a Cleopatra, que era la mayor de sus fijas, después de él
fallecido y que reynassen ambos. Lo qual se executó porque entre los
egipcianos havía una vil costumbre y muy familiar entre ellos que solamente
defendían el matrimonio entre las madres y las fijas. E encendida Cleopatra
del desseo y codicia del reynar, según que a algunos pareció, mató y empoçoñó
al niño sin culpa, hermano y marido suyo que cumplía entonces quinze años; y
assí ella sola gozó del reyno.
E dende affirman que como el grande Pompeo
hoviesse quasi occupado con fuerça de armas toda la Asia, yendo a Egipto
subrogó un niño que sobrevivió al hermano muerto, y fízolo rey del Egipto.
De lo qual ensañada y alterada Cleopatra tomó armas contra él; en cuyo medio,
vencido Pompeo en Thesalia por César, y muerto por el niño que él havía
alçado por rey en el puerto del Egipto, viniendo César después d'él, fallólos
ende que se hazían la guerra al uno al otro. A los quales como hoviesse
mandado llamar ante de sí para razonar su causa, Cleopatra llena de engaño
y malicia -dexando agora el mochacho Ptholomeo-, confiando mucho de sí, con
las insignias reales fue delante d'él, y creyendo que habría el reyno si
inclinava y attrahía a su dissolución y luxuria al señor de la ciudad de Roma
y del mundo. E assí, siendo ella muy fermosa y toviendo los ojos muy attractivos
y fablando con mucha gracia, como ella quasi tomasse quantos quisiesse, con
poco trabajo llevava y encendía al príncipe luxurioso a su compañía y amores.
Y muchas noches, en el medio tumulto y alboroço de los de Alexandría, dormió
con él, y concibió de él -según dizen todos- un fijo, al qual por el nombre
del padre llamó Cesareón.
En fin, como el niño Ptholomeo dexado por César, induzido por los suyos
hoviesse buelto la guerra contra el que le libró y hoviesse ydo a Delta con
grandíssima hueste contra Mitrídates Pergameno
en ayuda de César, y ende sobrado y vencido de César, que por otro camino le
havía prevenido tentasse de fuyr en un squife, el qual se començava de sumir
por el peso de la mucha gente que en él yva, después de sossegadas las cosas
y después que se dieron los de Alexandría, hoviendo de yr César contra
Phárnace, rey de Ponto, el qual havía favorecido
y ayudado a Pompeo, como aquél que quería render y pagar el premio y galardón
de las noches a Cleopatra, y tanbién porque ella le havía tovido siempre la fe,
otorgóle y dexóle el reyno de Egipto, la cosa que más ella desseava, y
levósele a la hermana Arsínoe porque no rebolviesse
algo contra ella. E assí Cleopatra, alcançado el reyno con dos maldades,
tanto se desordenó después que, fecha ramera de los reyes orientales, desseosa
de oro y de joyas, no solamente dexó sus compañeros desnudos con sus artes de
las tales cosas, mas ahun se lee haver dexado los templos y sanctas casas de
Egipto vazías de vasos, statuas y thesoros y otras cosas.
Después de esto, muerto César y vencidos Bruto y
Cassio, topando con Antonio que yva a Syria, rafezmente
con su fermosura y ojos falagueros enlazó [al] hombre en la dissolución muy vellaco.
Y tanto le emborrachó en sus amores que le traxo a que, como ella havía
empo[n]çoñado a su hermano, assí por mano de Antonio por quitar toda sospecha
del regimiento y govierno del reyno, muriesse su hermana Arsínoe, que havía
fuydo la desventurada buscando de se salvar en el templo de la Ephesia Diana,
queriendo Cleopatra tomar esto de Antonio en lugar del primer aguinaldo de
sus amores y dissoluciones. E como ya la vellaca y dissoluta hoviesse conocido
las costumbres y condición de Antonio, no hovo vergüença de pedirle los reynos
de Arabia y de Syria. E como a él le pareciesse cosa grande y inconveniente,
por satisfazer empero al deseo de mujer tan amada dióle ciertas partezillas
de cada uno, y allende desto le dio todas las ciudades que están a la orilla
de Syria, entre Egipto y el río Eleutero, que solamente se retuvo a
Tiro y Sidón.
La qual, después de esto recabado y después de haver acompañado a Antonio
fasta el río Eufrates que yva a Armenia -o según otros dizen a Parthia-, como
ella tornasse al Egipto por la Syria magnificamente recebida por Herodes Antipas,
rey entonces de los judíos, no hovo vergüença por medianeros tener sus maneras
para dormir con él, con intención y propósito que si él fuesse contento y
consintiesse en ello que en lugar de pago y remuneración ella le sacaría todo
el reyno de Judea, el qual poco antes por medio de Antonio él havía alcançado
y havido. Empero Herodes, avisado discretamente y muy bien mirando, se apartava
de ella y no quiso consentir a los sus vellacos deseos, no tan solamente catando
la honrra y reverencia de Antonio, mas ahun por librar y quitarse de la
vergüença de tan deshonesta y vellaca mujer. E por el sobrado enojo que della
havía tomado, si no quedara por muy especiales ruegos y discretos consejos de
sus amigos, delibrado tenía de la matar, empero que él sin sospecha quedasse.
Por respecto y honra de Antonio fízole assignar por presente y estrena las
rentas de Jerichó, en donde nascía el bálsamo, el qual ella después levó
consigo a la Babilonia de Egipto, en el qual lugar fasta hoy vive y crece.
Y dende con muchos otros dones y presentes se bolvió Cleopatra a Egipto.
E dende llamada salió a recebir a Antonio, el qual fuyendo bolvía de los
Parthos, y como él hoviesse tomado con maña y astucia a Ariobarzanes,
rey de Armenia, con sus fijos y todos sus sátrapas, y lo hoviesse despojado de
muy grandes thesoros y lo tuviesse preso y atado con una gruesa cadena de plata,
e como él era hombre muy efeminado y vicioso, por ende que más a su querer y
de mejor gana podiesse a sus luxuriosos apetitos atraher a aquella codiciosa y
avarienta mujer, en llegando a ella echóle en la falda al dicho rey cativo con
todo el arreo real que levava y todo el despojo. De la qual dádiva muy gozosa
y leda, la muy codiciosa mujer viéndole encendido tan dulcemente le abraçó que
dexada Octavia, hermana de César Octaviano, tomó
aquélla por mujer de muy buen grado. E dexando aparte los azeytes y preciosas
unctiones de Arabia y los perfumes de Sabea y sus embriaguezes y dissoluciones,
como este hombre guloso cadaldía se fartasse de magníficas y preciosas viandas,
vino en razones -como queriendo enxalçar sus convites a Cleopatra- y díxole:
"¿Qué cosa mayor y más magnífica se podrá dar a cena a alguna de cadaldía?"
Al qual respuso la dissoluta mujer que si ella quería en una cena gastaría un
cuento de oro. Lo qual toviendo Antonio por impossible, empero deseoso de verlo
y de comer y gustar, deliberó de experimentarlo y apostó con ella, y tomaron
por juez a Lucio Planco. La qual, como en el día
siguiente no hoviesse fecho más de lo ordinario, y ya Antonio se burlasse de
la apuesta, mandó Cleopatra a los servidores que luego en esse punto truxiessen
la segunda mesa. Los quales, ya avisados, ninguna cosa truxieron salvo un vaso
de vinagre muy agro, y ella luego disolvió en él una perla de precio inextimable,
la qual se quitó de una arracada que levava en la oreja, a fuer de las orientales
por arreo, y luego que fue la perla dessecha beviósela; y como pusiesse la mano
a la otra que levava en la otra oreja de otro tanto valor para fazer lo mismo,
luego Lucio Planco dio sentencia que Marco Antonio havía perdido -y dize
Plinio de aquella perla: quod erat unicum opus
nature- y assí la segunda perla se conservó y la reyna quedó vencedora.
La qual perla, después partida, fue levada a Roma al templo de Pantheón, que
era templo de los dioses, y pusiéronla por arracadas a Venus, y mucho después
fizo testigo a los que la miravan de la media cena de Cleopatra.
E como de cadaldía se encendiesse más la codicia insaciable de reynos de
esta mujer, porque todas las cosas se ayuntassen a una, pidió el Imperio
Romano a Antonio, borracho, que se levantava entonce de tan egregia cena,
como si stoviera en mano de Antonio podérgelo dar. Lo qual, estoviendo Antonio
fuera de sí, no pensadas sus fuerças y las de los romanos, prometió de
ge lo dar.
¡O buen Dios, quán grande fue la osadía de la que tal pidió, y no
menor la vanidad del que lo prometió! ¡O liberal hombre, un imperio en
tantos siglos y con tanta difficultad y trabajo, derramada tanta sangre y
con muerte de tantos insignes varones y de tantos pueblos, y con tan excellentes
obras y con tantas guerras imperio conquistado, no de otra manera ge le otorgó
y sin pensar más, como si ge lo hoviesse de dar luego, o como si le otorgara
y fiziera merced de una casilla! Empero ya por el rehusar y dexar de Octavia
parecía que estava sembrada guerra entre Octaviano y Antonio, y por esto fue
ordenado que -llegados de cada parte las huestes- fuessen a la guerra. Empero
Antonio con Cleopatra con gran estol de navíos, arreados de velas de grana
y de oro, fuéronse a Epiro, en el qual lugar, travada la pelea de tierra con
los enemigos se fueron vencidos, y los de Antonio recogiéronse en las naves
y tornaron a pelear por provar la ventura y suerte que en la mar ternían.
Contra los quales, topado Octaviano con su yerno Agrippa
con grandíssimo estol de navíos y fustas, entró en ellos con gran osadía, y
con otra tal fue recebido, y algún tanto estovo la pelea en pendiente y dudosa.
A la postre, como los de Antonio pareciessen yr de vencida, la primera de
todas la soberviosa Cleopatra con la nave dorada en donde yva y con otras
sesenta dio a fuyr. A la qual luego siguió Antonio, echadas de la nave
pretoriana las banderas, y tornados ambos a Egipto ordenaron en vano y por
demás todas sus fuerças para defender su reyno, embiados todos sus fijos a
la mar Roya. Ca el vencedor Octaviano, siguiéndolos con muchas peleas dichosas
que hovo con ellos, les quitó y vazió todas las fuerças. Los quales, como tarde
hoviessen acordado de pedir partido y vivir en paz y no lo podiessen recabar,
Antonio desesperado -según algunos dizen- entró en una sepultura de reyes y
ende matóse él mismo. Después, tomada Alexandría, como Cleopatra con sus viejas
mañas tentasse por demás de enlazar a Octaviano mancebo, según que antes havía
attrahído a César y a Antonio a su carnal appetito, y nada aprovechasse,
desdeñada y desesperada, después que supo la guardavan para levarla como
cativa en el triumpho, y ya desfiuzada de su salud, arreada y luzida como
persona real siguió a su Antonio, y puesta cabe él y deseando morir, abiertas
las venas de los braços, puso unas sirpientes, llamadas ypnales, que le
beviessen presto la sangre.
Algunos dizen que estas sierpes matan dando sueño, en el qual la desventurada
resolvida puso fin a su luxuria y avaricia y a su vida, codiciando y deseando
Octaviano -pusiéndole unos presillos enxarmadores a las poçoñosas feridas- de
salvar y restaurarle la vida si podiera. Hay otros, empero, que dizen ella
haver muerto antes y de otra manera de muerte, ca dizen Antonio haver temido,
en el aparejo y comienço de la guerra, que Cleopatra quisiesse complazer a su
enemigo, y por esto no haver querido ni acostumbrado dende entonces comer ni
bever sin salva. Lo qual entendido y sabido por Cleopatra, por sanar la
sospecha que de ella havía concebido Antonio, y por mostrar su lealdad, con
las flores del día passado que havía puesto en su corona y guirlanda, todas
empoçoñadas y puestas sobre su cabeça, attrayó a Antonio a burlar y jugar con
ella, y andando la risa y juego, convidó al mismo Antonio que trocassen las
guirlandas; y como Antonio quisiesse bever y tomasse una copa en donde ella
havía puesto de las flores de su guirlanda, defendiógelo Cleopatra y díxole:
"Amado Antonio, yo soy aquella Cleopatra de la qual con tus nuevas y no
acostumbradas salvas muestras tener sospecha, y aunque tú me has dado occasión
de te dexar bever la bevida mortal, y lo podiera fazer con razón, yo no lo
consiento". En fin, como Antonio -ella descubriéndogelo- hoviesse conocido
y apercebido la maldad, púsola en la presión y forçóla que beviesse lo que
ella le havía defendido, y de esta manera dizen que murió. La primera oppinión
es más común, a la qual se añade que Octaviano mandó acabar la sepultura por
Antonio començada, y fízolos ambos sepultar en uno.
Johan Boccaccio, De las mujeres illustres en romance, Zaragoza, Paulo Hurus,
Alemán de Constancia, 1494, fo. 88 r y ss.