Capítulo v: De Ceres, fija de Júpiter y
reyna de los sicilianos, la qual se dize haver fallado el trigo y la labrança;
ahunque dos Ceres se dize haver sido, y ambas por egual haver enseñado la
agricultura a los pueblos rudos y salvajes. Fue madre de
Proserpina y suegra de Plutón,
tío suyo de padre.
[C]eres, según opinión de algunos, fue muy antigua reyna de los sicilianos,
y tan grande ingenio tovo que, después que hovo inventado la agricultura, ella fue
la primera que entre los suyos domó los bueyes y los vezó al [y]ugo. Y después
de inventado el aradro y la reja, con ellos rompió y labró la tierra, y después
sembró en los sulcos. E en fin de crescida la miés, enseñó los hombres salvajes,
vezados de comer bellotas, castañas y ma[n]çanas de monte, cómo havían de sacar el
grano del trigo de la [e]spiga, y cómo le havían de moler con piedras. Y dende,
fazer levadura y amassarlo para comer. Por el qual merescimiento, como fuesse una mujer mortal, pensaron que era
diosessa del pan y enxalçáronla fiziéndole honras como a Dios, y creyeron ser
fija de Saturno y de Cibeles.
La qual Ceres, dizen, hovo de Júpiter, su hermano, una fija llamada Proserpina.
La qual Proserpina, con gran alteración de su madre, dizen algunos haver sido
buscada mucho tiempo por Oreo, rey de los molossos,
y por él furtada.
Fue esso mismo otra Ceres en Eleusi, cibdad de la provincia de Athenas, por
los mismos méritos muy clara entre los suyos. A la qual, dizen, fue
Triptólomo muy obediente. Las quales, porque la
antigüidad egualmente enxalçó faziéndoles muchas honras y toviéndolas por diosessas,
me ha pareçido que abaste asaz so un nombre solo haver recitado el ingenio de ambas.
E no sey, por Dios, si maldiga yo o alabe el ingenio de aquéstas. Ca pregunto,
¿quién vituperará o condenará haver sido los hombres, que andavan por las breñas,
montañas y sierras, trahídos a las cibdades? ¿Quién condenará que los hombres,
que vivían como bestias por los montes, hayan sido trahídos a compuestamente vivir?
¿Quién vituperará ser las bellotas y castañas mudadas en spigas de trigo con
que el cuerpo está más loçano y los miembros más rezios, como con vianda y manjar
más conforme al vivir y uso humano? ¿Quién dirá mal porque el mundo lleno de
espinas y arbolitos incompuestos y salvajes haya sido mudado en fermosa cultura y
utilidad publica? ¿Quién condenará y a quién no parecerá bien haver fecho de
un siglo rudo y grossero, civil y ordenado y puesto en compás? ¿Quién dirá
ser mal fecho haver levantado los ingenios de un descuydo y pereza a contemplación?
¿A quién parecerá mal haver sacado las fuerças que estavan ociosas en las
cuevas a las cibdades para fazer el arte de la agricultura, la qual inventada,
se han edificado tantas cibdades, se han acrescentado tantos imperios, se han
seguido tan notables costumbres?
Las quales cosas, como de suyo sean buenas y todo lo suso dicho, creo que si
alguno las tales cosas vituperasse le ternían por indiscreto. Por la contra,
¿quién alabará y terná por bien que la muchedumbre derramada que morava
en las breñas y montes, vezada a bellotas y castañas y mançanas montesinas, y a
leche de animales fieras y a hyerbas, y a bever agua de los ríos, que tenía sus
ánimos sin cuydado y vivía contenta con la sola ley de natura, y era templada y
casta y sin malicia, enemiga solamente de las fieras y aves, haya sido trahída
y llamada a delicados y no conoscidos manjares? De los quales, si no nos engañamos,
vemos haverse seguido que stoviendo ahún ascondidos los vicios en lugares secretos
y temiendo salir fuera, se les ha abierto camino y dado seguridad para proceder
más adelante. Dende se ha seguido que los campos, primero comunes, han començado
de ser con mojones señalados; dende han venido los cuydados de la agricultura y
se han començado de partir los trabajos entre los hombres; dende han procedido y
venido en el mundo mío y tuyo vocablos, por cierto, muy enemigos assí de la
pública paz como de la particular; dende ha venido la pobreza y servitud.
Esso mismo, de aquí han procedido los pleytos y odios y guerras sangrientas, y
dende ha volado en derridor la quemante invidia.
Las quales cosas han sido causa que las fozes, ahún apenas corvadas para
segar, se tornassen agudos cuchillos para matar. Dende se han fecho navegando
como sulcos en la mar, y se han conocido las cosas del Poniente en el Leuante,
y las del Leuante en el Poniente. Dende ha procedido la mollez y delicadez de
los cuerpos, y la dissolución del vientre y el arreo del vestir, y las mesas
muy aparejadas y los sumptuosos convites; y dende han venido el folgar y el
ocio y la luxuria, que fasta entonce havía estado fría se començó de escalentar
con grave mal para el mundo.
E lo que ahún es quiçá peor, si lo que se procura y labra, o por ser los años
secos o por disposición del cielo o por guerras, no respondiere tan bien como
suele, según acaesce a las vezes, luego en esse punto hay fambre y carestía de
trigo, y hay mas duros ayunos que los antiguos. Y la dura y cruda fambre, nunca
en las sierras y breñas conoscida, entra por las barracas de los pobres; y las
más vezes no sin peligro de los ricos. Y dende procede la difforme flaqueza y el
color como de enfermo y amarillo, y el no poder andar ni tenerse en las piernas.
Y dende proceden y nascen muchas causas de dolencias y de muerte súbita.
Las quales cosas bien miradas, juntamente con otras infinitas, apenas sey,
más digo que sey, que aquellos siglos áureos, ahunque fueron simples, rudos y
montañeses, se deven anteponer a estos nuestros férreos, fermosos y bien
compuestos.
Ceres, según el mismo Bocacio en el mejor de los libros que él fizo, que por
aquél le fizieron statua en Florencia, digo el de la Genealogia de los dioses,
fija fue de Uranio, que llamaron, por lo mandar
Saturno, Cielo, ahuelo que fue de Júpiter, casada con
Sicano, rey de Sicilia, inventora de las miesses y del
amassar del pan; y por ende recebida en cuenta no de mortal, más que a otro alguno
de divina y immortal fembra.
Empero a la verdad, la gloria del inventar la labrança, yo antes la daría a
Cahim, ahunque malo. Según el profeta fue el primer labrador.
Consiento, pero, que ignoraron los paganos aquesto, ca ni vieron al
Moysén, ni que le vieran dieran mucho por él, porque
scriuió en lengua bárbara según ellos, que el hebráyco bárbaro, confuso y
inperfecto lenguaje es; careçe de tiempos, de modos, de algunas partes de
la oración, de casos en los nombres, y ahun de letras que es peor, y de las
más principales, que las vocales son. Ca ni tiene la o, que es la más
sonante y de más noble figura que todas las otras; ni tiene la e, bien que
tengan aspiración que suple por ella.
Johan Boccaccio, De las mujeres illustres en romance, Zaragoza, Paulo Hurus,
Alemán de Constancia, 1494, fo. 10 r.