Capítulo lxxij: De Beronice, reyna de Ponto, fija de
Mithrídates, mujer digna de memoria no solamente
por el grande amor que tuvo a sus fijos, lo qual es cosa natural de madres, mas
aun por la singular vengança y ánimo fuerte que tuvo contra el matador de su fijo,
ca ella armada subió en un carro y no cessó de correr ni paró fasta le matar.
Beronice de Ponto, la qual fue tanbién llamada Laodices,
ahunque por su linaje ella parezca haver ganado lugar quiçá entre las claras mujeres,
empero más se ha occupado la fama en fablar de aquélla, no solamente por el amor
ferviente que a su fijo tovo, que es comúnmente natural a las madres, mas ahun por
el merecimiento de su insigne osadía para vengar la muerte de aquél. Lo qual,
porque no parezca que la péndola lo furta, se deve ello explicar en pocas y breves
palabres.
Esta fue fija de Mitrídates, rey de Ponto, digo de aquél que poco ante havía
fecho guerra con los romanos contra Aristónico, y
lo havía muerto súbitamente. Y fue ella ermana de Mitríade,
fijo del Mitrídaces, el que fue ante por luenga
guerra enemigo de los romanos. Y casó con Ariaracto,
rey de Capadocia, al qual sobrevivieron dos fijos, haviéndole Mitrídates con sus
assechanças muerto un ermano llamado Agordio. Empero
como Nichomedes, en aquella sazón rey de Bithinia,
hoviesse occupado a Capadocia como a silla de rey vazía, Mitrídates codicioso de
aquel reyno fingió una piedad, y diziendo a sus nietos que él les cobraría el
reyno, tomó armas contra Nicomedes.
Y como hoviesse fallado a Laodice viuda, casada con Nichomedes, la fingida
piedad buelta en verdadera, echado Nichomedes de Capadocia a fuerça de armas,
restituyó el reyno a Ariaracto, el mayor de los ermanos. El qual como después,
ar[r]epintiéndose de lo que havía fecho hoviesse muerto engañosamente, y el otro
menor de días, tanbién nombrado Ariaractes, llamado
y fecho venir de Asia por sus amigos, reynasse, según algunos dizen por medio
del mismo Mitrídates, fue tanbién muerto engañosamente. Lo qual tomó tan fuerte
la desventurada madre, viéndose privada de dos fijos, que forçada del dolor,
olvidándose de su sexo, como furiosa arrebató las armas. Y ayuntados los cavallos
que andavan en el yugo del carro, subió en él y no cessó de perseguir a más de
andar a Ceneo, hombre de pie del rey que fue el matador,
fasta que no podiendo con la lança, le matasse con piedra; y después de muerto
passasse el carro sobre él. Y entre las lanças de los enemigos, no conbatida de temor alguno del ermano,
que era entonce enemigo, llegasse a su casa; y dende pensava estar guardado
el cuerpo del niño muerto por darle, la triste, algunas lágrimas de madre y por
sepultarle.
¡O buen Dios! ¡O fuerças inexpugnables de la natura y fortaleza
de amor no vencido, qué cosa mayor ni más maravillosa podistes fazer, que de
las huestes de que toda Asia, y quiçá ya la Italia, havía miedo, una mujer sin
temor y armada acometiesse por inductión vuestra, y menospreciadas las fuerças
del un rey espantoso y su odio cruel, distes osadía y industria para le matar
a aquél a quien la honra del vencedor y la gracia estava guardada!
Empero otros dizen [que] éste, siendo niño, haver muerto de su misma dolencia.
Y aquel que diximos haver sido muerto con engaño por Mitrídates aver sido él mismo
a quien la madre vengó con sus fuerças.
Johan Boccaccio, De las mujeres illustres en romance, Zaragoza, Paulo Hurus,
Alemán de Constancia, 1494, fo. 75 r.