Capítulo xlix: de Attalía, reyna hebrea y noble y de real sangre, empero
cruel, ca por codicia de reynar no solamente suffrió con paciencia las muertes de
sus deudos, mas aun de sus herederos. Enfín, ella según que merecía fue por los
mismos suyos cortada en pieças.
La salvaje y cruda condición de Atalía la dio más a conoscer a los siros y
egipcios de lo que fue conveniente al linaje de David. Y puesto que su casa
ensuziada por quada parte, y amanzillada de la sangre de los suyos mismos y de
muchas y diversas muertes, no menos triste fama dio a su nombre que resplandor
y gloria la corona de los reyes. Ésta, pues, fue fija de Achab, rey de Ysrael, y de Jezabel, reyna y malvada mujer,
y casó con Joram, fijo de Josaphat, rey de Jherusalem. Y finalmente, fallecidos
Josaphas y Ozías, fijo mayor, en el qual después de la muerte del padre havía
venido la successión del reyno, Joram, su marido, fuera de opinión de todos fue
coronado y alçado por rey de Jherusalem. El qual quiso que esta su mujer fuesse
tanbién reyna. La qual honrra, muerto Acab, su padre, Joram, su hermano, puesto en
la silla real en lugar de su padre no poco acrescentó.
Ésta, andando el tiempo, atormentada antes y combatida de muchos desastres, muerto su marido vio a su fijo
Ocozías assentado en la silla real de su padre, de guisa que rayava de quada parte
esta mujer de honrras reales. Y después, como Ocozías fuesse muerto de golpe de
saeta, esta cruda mujer encendida de codicia del reyno, pensada una fazaña digna
de memoria y toviendo coraçón asaz para la executar, dexada la piedad mujeril
no solamente dexó de derramar lágrimas por su fijo muerto, mas aun passando a
mayores llantos si toviera ella coraçón femenil, estoviendo aún mojada la tierra
de la sangre de su fijo, rancó el spada contra toda la successión y descendencia
del linaje de David. Y tanto se emborrachó de ira contra ella, que de los varones
no dexó sólo uno que no le matasse. E sólo Joás, fijo del rey Ocozías, niño pequeño,
fue librado y escapó de su crueza, ella no parando mientes. Ca Yosabé, fija suya y hermana que fue de Ocozías, havía tomado ascondidamente al
niñito y lo havía levado a criar a casa de Joadas, pontífice marido suyo. E assí
esta osada mujer, por sangre de tantos crudamente muertos, como en una possessión
vazía, mediante sus obras osó subir en la silla real y disponer y governar todas
las cosas reales.
¿De qué nos maravilleremos de Atreo, de qué de Dionisio, de qué de Jugurta,
hombres de gran coraçón, si movidos por codicia de reynar con feridas de algunos
suyos oymos haver subido a la cumbre del Imperio? ¿Pues qué por llegar a ella
vemos una mujer haver muerto a toda una descendencia real, y ni aun a sus mismos
deudos haver perdonado?
Resplandeció, pues, Atalía de real corona, y a mi ver más por cierto fecho
spectable, por ser mojada de sangre vermeja y colorada, que por insignia real.
Empero assí como ella de su motivo y sin causa fue tan feroce y cruda contra
las vidas sin culpa del linaje de David, assí pudo sentir los ajenos y estraños,
ásperos y crudos motivos contra los suyos. Conviene saber que si quisieran o lo
desseara, podiera haver visto fácilmente a Joram, su hermano, rey de Ysrael,
yazer muerto en el campo de Nabayoth, que dava la sangre a los canes por mil
feridas; y a Jezabel, madre del rey y suya, arreada y luzida, despeñada de una
torre muy alta y hollada de los que passavan- y tan molida de los que la hollavan
-como de las carretas que sobre ella passavan, que tornada en cieno ninguna señal
quedó de aquel desventurado cuerpo. Y setenta hermanos suyos en una hora vio en
Samaria feridos por mandamiento del vencedor; y cabe la ciudad de Ysrael,
fincadas sus cabeças en palos, que davan testigo de tan noble fazaña. Y assí
pudo ver los otros deudos qualesquiere que no escapasse uno que no fuesse
ferido del espada del vencedor. E finalmente, porque esta scelerada mujer
embuelta en sangre no passasse sin pena, después de haver reynado siete años
por medio de Jojada, pontífice, alçado Johás, su nieto, por rey, el qual pensava
ella ser muerto juntamente con los otros, se vio echar por fuerça y despojar de
la silla real y levar fuera, dando el pueblo grandes alaridos por manos de
esclavos y porquerones y borrachos vituperosamente fasta la puerta de los
machos, quexándose y amenazando por de más. Y ende, por sus merecimientos
se vio tajar en pieças, de guisa que no por otro camino fue al otro mundo
la desventurada y malvada reyna que forçó yr a los otros que estavan sin culpa.
Assí lo faze la divina justicia, la qual ahunque dilata no se olvida, y obra
con tormento más crudo y más duro contra aquellos que, después de mucho tiempo
esperados, vee no mudarse de costumbres. Lo qual, no curando de pensar, no lo queremos creer
ni curamos de nos emendar, y nos atamos a nos mismos con mayores peccados. Y
quando menos catamos, sumímosnos en la fortuna de la mar. Y nos, desventurados,
lloramos nuestros peccados quando no aprovecha.
Cruda es, por cierto y fuera del derecho, la codicia del negro reyno, y las
más vezes cruda la occupación de aquél, a la qual a tarde van los hombres acaso
y imprevisamente. Mas por engaño o violencia es necessario subir en él. Si por
engaño, conviene que seas atormentado en tu pensamiento de malicias, assechanças,
perjurios, trahiciones, y cosas semejantes. Si por fuerça, es necessario que seas
atormentado de robos, daños, de alboroços, de infamias y vozes, alaridos, crueza,
ravia. Y por el camino que has de yr, conviene aparejar fuerças. Las quales cosas
todas se alcançan por medio de hombres scelerados y malignos, de los quales si no
te fizieres siervo no podrás ser señor del reyno.
En fin, ¿qué será? ¿Subes a la silla real?, necessaria cosa es que atapes
los oydos de los quexos y apartes los ojos de las lágrimas de los maleficios y
muertos, y que fagas coraçón de piedra. Y que se arme la crueldad y se eche fuera
la misericordia. Sea desechada la razón; sea honrada y estimada la sinrazón y sea
quitado el poder a las sagradas leyes, y sea otorgado el apetito y voluntad. Sea
llamada la malicia y decebida la simplicidad y bondad. La rapiña, la luxuria y
glotonía sean alabadas, que son mensajeras del noble rey. Y que no se decomporte
ni sea catada reverencia alguna a cosas divinas ni humanas. Las cosas sagradas y
públicas y prophanas vayan a la mescla. Y la misericordia sea hollada por grave
peccado. Vayan todos a fazer sangre. Y los hombres piadosos sean derribados y
los malos enxalçados. Sean las vírgenes desonradas y las dueñas sean trahídas a
fazer mal de su pro. La virtud sea crudamente condenada y el vicio perdonado. Y en
donde quiere fuera echada la paz, triumphe la discordia.
¡O camino y ida de notable rey! Mas que a lo menos con sangre y maldades
subió a ser Rey, porque sin daño viniesse en lo alcançado en qualquiere manera.
Mas luego en ocurriendo una sola sospecha, los principales son desterrados,
los ricos trahídos a pobreza; tórnanse a atar los amigos viejos y los hermanos,
fijos y nietos, y padres y madres como embidiosos son puestos en presión y muertos.
No se guarda fe alguna ni sanctidad ni justicia. Con cuydado velan; con difficultad
duermen; ni comen vianda alguna sin miedo, y echados los fieles, toda la vida
encomiendan a malos.
¡O, fermosa possessión! ¡O, reyno de dessear! ¡O, ceptro de loar
tan alcançado con muchos cuydados! Fuera, por cierto, mejor haver entrado en una
barraquilla de un pobre llena de paz, firme de seguridad y vazía de cuydados.
Ca estas cosas grandes, quanto más se alcançan con sangre, tanto más se conservan
con temor. Y los que por sospecha despedimos a los leales, quando procurándolo el
delicto nos encomendamos a los que no lo son, acaece muchas vezes que por medio
dellos "quales hovimos las entradas, tales o peores hayamos las salidas", para que
en una hora con peligro de nuestra vida nos sea quitado lo que en muchos tristes
días havíamos malamente allegado. Lo qual tarde pudo Atalia haver conocido.
Johan Boccaccio, De las mujeres illustres en romance, Zaragoza, Paulo Hurus,
Alemán de Constancia, 1494, fo. 56 v. y ss.