Vana
ignorancia fuera esperar aceptacción ni audiençia este
papel quando la opinión de los que pueden desfavorecerle se
halla tan superior; tan sólo pretendo satisfacer a los que sin
haverle visto le culpan, diziendo que escrivo lo que no me toca en
materia poco inportante para la conveniençia pública y
muy perjudicial a las costumbres por persuadirse en ella
ocasión de pecar. A lo primero respondió Terencio:
"Hombre soy, nada humano tengo por ajeno". En lo demás no
juzgo por poco inportante lo que tiene tan hondas rahíces en
la materia de estado y bien sabe Dios que verdaderamente estoy
contendiendo que se escusarán muchas offensas suyas
permitiéndose las comedias, no porque las tenga por buenas,
baste que no sean malas para que, sin proponerlas por
diversión de obras mejores a los virtuosos, tengan los
demás esta diferençia con que se enbaraçe la
maliçia con que no se puede negar la utilidad, y si en esto
[h]ay engaño está bien libre dél mi
intención; error sería del entendimiento quien
presumi[e]ra que açierta en un mundo donde todo se
disputa y se sabe tan poco que, aun asegurarse de que nada
sabía, le parece mucho a un sabio.
De los que acusan y de los que
defienden las comedias, pocos tratan la materia con tenplança,
antes igualmente apasionados los más en el calor de la
disputa. Husan tales encarecimientos que con ellos mismos
desacreditan sus opiniones. Unos dizen que la comedia es parte de la
república, maestra de los viçios y fuente de todos los
males, condenada por decretos, por leyes del derecho romano, de las
Partidas y del reyno por santos y do[c]tores graves y
prohibida en el reynado del señor don Filippe segundo,
desterradas de la república romana y no admitidas en la de
Platón, que los lacedemonios no tenían leyes contra los
adúlteros, diziendo que entre ellos no los podía haver
porque no permitían comedias. Traen el lugar de de san
Cipriano en que dize que los theatros son templos de los demonios,
los representantes sus ministros y de la idolatría que
disfraza en la comedia; la autoridad de san Grisóstomo, que la
llama fiesta de los demonios, horno de Babilonia, officina de la
lujuria y escuela de la sensualidad; el sentir de san Basilio, san
Isidoro, san Clemente, san Epifanio; Lactançio, que duda si
[h]ay vicio de mayor corrupçión en la
república; Salviano, que asegura que reprehender las
torpeças de las comedias no se puede con términos
honestos. Dicen que los representantes no eran admitidos por
ciudadanos de Roma, concediéndose esto a otros de viles
exerciçios, que a ellos como pecadores públicos y
escandalosos niegan la comunión los sagrados cánones,
las leyes les inhabilitan para acusadores y testigos. Traen la
historia de aquel santo que lloró en Alexandría viendo
[a] una representanta, por la perdición de aquella
mujer y por la insuficiençia suya, que no ponía tanto
cuydado en agradar a Dios como ella en agradar a los hombres. De
aquí pasa a condenar todos los libros de diversión,
fábulas y versos y a los poetas que los escriven, diziendo que
los de esta profesión [h]an comunicado al mundo el
veneno de que está inficionado, que san Agustín
dezía que se consolaría si supiera se perdiera el arte
de leer y escrivir porque se olvidaran las fábulas y versos y
a los poetas, que san Gerónymo, acostunbrado al estilo de
Çiçerón y Plauto le parecía grosero el de
los profetas en un misterioso sueño, que Platón
persuade el aborrecimiento de los poetas y los destierra de su
república, que ellos mismos se reconocen y acusan. Ovidio,
maestro de des[h]onestidades, aconseja que no lean sus
versos, que Calígula quiso quemar la estatua de Virgilio por
los amores que fingió de Dido y Eneas, que porque no
ronpió [H]eliodoro la fábula que compuso de
Theágenes y Clariquea fue depuesto del obispado, que son estas
ficçiones y los términos con que se escriven tan
vehementes y contagiosos que los theólogos los abominan, los
filósofos los huyen, los juriconsultos los condenan, los
médicos los desacreditan recitándolos a los
hin[h]ábiles para la generaçión entre
las mediçinas más eficaçes que mueven a la
sensualidad. Traen la opinión de Antonio Posenino donde dize
que, ayrado Luçifer de la expulsión que los
españoles hizieron de sus ídolos en América,
hutilizó el arte de las comedias, que antes eran groseras en
Castilla, para introducir en ella la idolatría, y que quando
começó Luthero a senbrar sus errores, hallando
resistencia para revivirlos en el cristianísimo reyno de
Françia, lo façilitó haziendo traducir en
aquella lengua libros de cavallería y poetas en que dispuso
los ánimos para introducir su secta; así quieren que
los poetas no sólo sean maestros de los idólatras, sino
ministros de los [h]eresiarcas. Últimamente concluyen
con exemplos de castigos en los aficionados a esta
lecçión y a las pinturas desnudas y amenaçan a
los prínçipes que consienten esto que llaman pecados
públicos.
La parte que defiende las comedias
apasionadamente se oppone si no con más razón no con
menores encarecimientos. Dicen que la comedia es espejo de la vida,
madre de las buenas costumbres, avisadora de los viçios,
predicadora de la virtud, y en esta parte sustituye a las
sátiras antiguas que se rrecitavan en público y se
llamavan sermones, que su diversión ocupa la oçiosidad,
alienta las fatigas, recrea los ánimos, afloja la querda
tirante de la vida, en que es tan necesaria como el sueño.
Interpretan las leyes, decretos y autoridades de santos alegados en
contrario. Dicen que no se puede entender el lugar de san
Çipriano ni el de Lactançio de las comedias. Haze
tiempo que tan lejos están de persuadir idolatría, que
las quitó el señor rey don Filipe segundo en lo
último de su vida por el escrúpulo que le pusieron de
que en su tiempo se havía relajado mucho el usso d´ellas
con excesos y deshonestidades, y las suspendió
consint[i]endo de reformarlas, no de prohibirlas, y esto
explicó la Magestad de Felipe tercero, su hijo,
piadosísimo prínçipe, permitiéndolas.
Echarlas de Roma no fue loable para imitarlo ni de mucha
reputación para Tiberio, antes en gran mengua de su govierno y
poder. Ardía la ciudad en viçios escandaloços,
introduçíanse los adulterios an las casas más
altas, las personas más inmediatas a la sangre real eran
deshonestas y las de familia pretoría se manifestavan por
mugeres públicas, el exceso en comidas, vestidos y
al[h]ajas era infinito, los ministros más cercanos al
[...] de la nave pública, con fábricas
sumptuosas y ostentasiones supérfluas, descubrían el
hahumento en sus patrimonios y la falta de integridad en sus
officios. Tratóse de la reformaçión y,
después de misteriosas consultas y juntas secretas, quando se
esperava un parto admirable, prevaleció la oración de
Assinio Gallo en favor del traje lustrosso y abortaron los montes el
destierro de los representantes; y con esto quedó tan
desacreditado el imperio y creçió el abusso de manera
que, poco después, refiere Dyonisio Filino que Séneca,
gran profesor de la do[c]trina estoyca cuyos escritos parecen
formados en la estrecheza de Dyógenes, tenía quinientas
mesas de cedro con pies de marfil conforme en ygualdad y
semejança. Dicen que la república de Platón es
ymaginada y por esto en muchas partes [anegante] y de
inposible execuçión. Para los lugares que se citan
suyos contra los poetas traen muchos más en que los alaban,
llamándoles padres y guías de la sabiduría,
intérpretes de los dioses, hijos y profetas de las deydades, y
aconseja que no les tengan por enemigos. Dizen que escrivió
versos amorosos y que los estimó tanto que sólo
guardó los que hizo en este argumento; que los
laçedemonios mejor informados admitieron las comedias para
grandeza, lustre y ornamento de la república, en que no se
puede negar tienen gran parte, qu´el fin de las comedias
nuestras es inclinar al bien y persuadir la virtud enseñando
al [cautivo] el pundonor, al soldado la valentía, al
amigo la fineza, a la casada la constançia, a la doncella la
honestidad. Si para conseguir esto se mezclan trayçiones,
solicitudes, asechanças y alguna vez escarmientos en los
versos, por esso se [h]an de condenar el argumento loable, no
a los accidentes, al intento y fin se deve mirar en todas las
acciones, y más quando no se encubre y delata el
desengaño, como sucede en las comedias, donde la misma
fábula está condenando al mal; y si en ella se
introduçe traydor, muger des[h]onesta o tercera,
indecente se reconoçe allí su maliçia y,
abominándola el auditorio, la silva y corre, de manera que,
siendo estos papeles fingidos, no [h]ay quien quiera
representallos y se reparten por fuerça. Dizen tanbién
que a las comedias no van las personas que tratan de
perfección, sino gente por la mayor parte de vida libre,
porque nunca los buenos son los más y en tanto que
están en ella cessa la codicia, el perjuro, el logro, la
estafa, la mentira, el engaño y los demás viçios
peculiares de muchos que allí se divierten; que si se pudieran
averiguar los pecados que se cometen quando faltan las comedias
fueran muchos más de ciento por uno regulados los que ellas
ocasionan, con tanto extremo se diferençian estos pareceres
dejando [la lid] pendiente y la verdad mal satisfecha.
Otros, con menos apasionados
fundamentos, asientan que la comedia es indiferente, que puede
permitirse y verse sin pecado, con las limitaçiones que pone
santo Thomás y lo do[c]tores sagrados que siguen su
do[c]trina; que por los excessos deven corregirse, no
quitarse; que tuvo orijen noble para fiestas grandes, con coros de
bayles en que entravan mujeres de lo más lustroso y principal,
hijas de senadores y de cónsules; que con el tiempo se fue
estragando de manera que llegó al desorden horrible de
çelebrar comedias a Flora, que havía sido famosa
ramera, en cuya memoria se hazían torpeças abominables,
y a estos ritos asistían varones prudentes, como se comprueva
de haver estado en ellos Platón, aunque fuese para salirse
affectando la modestia, que satiriça Marçial; y
d´estas representaçiones y otros espectáculos
sangrientos dizen que trata san çipriano, Salviano,
Lactançio y los demás que las condenan y los decretos y
leyes que las prohíben, que en España no [h]an
llegado tales abusos, y así es más fáçil
el remedio sin hahogar los ánimos, quitándoles del todo
esta respiraçión; que [se rehuía]
corrigiéndole lo perjudiçial; que los lacedemonios,
después que admitieron las comedias, no las quitaron, sino que
atendieron a su reformaçión, poniendo pena a los que
dijesen o representasen algo con que se ofendiese a la honestidad, y
desterraron a Archíloco, poeta cómico, porque no
aprovechava tanto a los injenios como dañava a las costumbres,
de que se infiere que esperavan alguna enseñansa de las
comedias; que las leyes de Rómulo ponían pena de
[h]omiçidio al que en presencia de mugeres dijese o
representase torpeças. En las comedias castellanas no las hay,
antes su estilo se va desvaneciendo de manera que más por
remontado que por bajo se aparta de la propiedad, tan lejos
está de ser deshonesto ni grosero, si algunos
hypérboles se ponen en boca de los amantes nunca es con
ánimo de aprovarlos, ni de manera que por esto puedan tenerlos
por idólatras, aun quando más se desordenan.
Frenético Calixto con la passión amorosa y reprehendido
de Sempronio, dize: "¿qué se me da a mí?" y
replicándole: "pues tú no eres crhistiano", responde: "
Yo Melibea soy" y prosigue con desatinados encareçimientos(que
santa y piadosamente se mandaron borrar en el último
expurgatorio) inquiriendo fiar más tiempo a la
expeculación de los vulgares lo que muchos años se
hauía disimulado en consideración de la moralidad que
se enbolvía en aquellos [...], advirtiendo en ellos la
fuerça del affecto amoroso que, turbando el juiçio,
ocasiona semejantes delirios y locuras para que todos estén
prevenidos sin dejar portillo por donde pueda entrar enemigo tan
poderoso y, permitióse lo demás del libro, en que no
faltan tropieços por ser su intento mostrar los malos fines
que tienen quantos hacen amores deshonestos y sus solicitadores y
terçeras, que escarmentar en los males ajenos es
prudençia, tenerlos a la vista mediçina, ussar mal
d´ellos ignorancia o malicia, y si porque puede tomarse lo peor
de las comedias se han de quitar, lo mismo se havía de hazer
de las historias en que se refieren buenos y malos exemplos. Sin
comunicación quedaría el mundo si se quitase
d´él todo lo que tiene éste inconveniente. Las
medicinas matarían si se tomase d´ellas lo peor; ninguna
inportante [h]ay sin veneno, que se mezcla por [...]
para que lo saludable llegue más presto al
coraçón, que reunir a los representantes por ciudadanos
de Roma no sería entonçes a propósito, ni es del
caso tenerlos por descomulgados incapaçes de acusar; y ser
testigos sería dureça estando la posessión en
contrario con que se ven admitidos a los sacramentos y a los
juhiçios, y negárselo no sería sin algún
inconveniente, pues habiéndose revivido las comedias por
santos príncipes de la Iglesia, nuncios, cardenales,
arzobispos, consejos, perlados y comunidades de religiosos doctos y
otras personas gravíssimas, llevándolos a sus casas y
comunidades para celebrar fiestas; o se havia de dezir que todos
pecaron mortalmente consintiendo este cortejo yllíçito
y a sus ministros, pecadores públicos y descomulgados, o que
a[h]ora se sabe más y se alcança lo que
ignoraron tantos siglos personas de estas calidades y puestos; que el
santo que lloró en Alexandría por la muger de la
comedia pudiera mejor por otras muchas que, mejor representantas,
dilatando los términos del rostro, con el traje desenfadado,
cuydan de las espaldas como de las mexillas, quando pudiera
hahumentar tanto la fama de Virgilio con quemar Calígula su
estatua. El disfavor de los malos príncipes [no les
acredita], ni sus acciones deven imitarse. Emperador más
loable fue Augusto y favoreció las comedias y la
poesía; desterrarla del mundo fuera asonbrar el mayor lustre
dél y la excelencia más alta que se concedió a
los ingenios; baste para su alabança, que en ningún
siglo [h]a havido hombre de talento grande que no haya
escrito versos o intentádolo, que a los poetas es dado
çelebrar con números y cánticos los misterios
divinos, que en el nonbre de vates se equivocan con los profetas y en
ellos se hallan cosas adevinadas que suceden muchos años
después. Sin versos quedará desierta la
galantería y con ella todos los medios cortesanos que se
dirijen a fines honestos. Acovardárase el aliento que causa el
valor, el alivio, la curiosidad, la bizarría y la fineza,
introduciendo la flojedad, el descuydo, la grosería y la
desconfiança. Sin amor no se puede obrar cosa loable, el
conservar la correspondençia del universo es autor de la
cortesía, maestro de las gracias, sin igual
señorío en todas las criaturas; por él se mueven
las virtudes, nada es tan propio del hombre; el alma que no ama
está en tinieblas; sus principales ministros son los poetas;
qué inporta que llamen deydades a las damas y a sus prendas
çelestiales y divinas, si husando d´estos términos
políticos crehen como cathólicos y nayde los lee que
los tenga por idólatras; déjese con su infidelidad, no
es necesario desterrarles como Platón, baste no premiarlos
como todos. Estas y otras razones semejantes se alegan en esta
questión, más o menos dilatadas según lo
concisso o prolijo de los escritos, sin que algunos [h]aya
visto lo que la duda en mi estimaçión más
inportante, esto es, siendo que fuese mejor no haver comedias es
hazer lo mejor, lo más conveniente al govierno o, por dezirlo
más bien si no hazer lo mejor en el govierno,
contentándose con lo bueno es lo mejor, que lo mejor sea lo
más dificultoso y así lo menos pra[c]ticable no
recibe duda; ymaginar república fantástica no es lo
mismo que governar la verdadera y real; la una puede fingirse sin
inperfección, la otra no puede mantenerse sin
defe[c]tos. Dios todopoderoso, principio de la
sabiduría y la prudencia, no quiso dar (según autores
graves) las más estrechas leyes a su pueblo, sino las
más convenientes a la flaqueza de su naturaleza y las que
pudiesen revivirse y guardarse con menos dificultad, y así les
dio las mejores. Con infinitos exemplos naturales muestra que dijo la
suma perfección para el trihunfo de la patria, que si la
quisiera en la ministra nuestra no tuviera la madera nudos ni la
fruta guesos, y dispuso que ninguna cosa d´este mundo estuviese
sin algún defe[c]to, siendo todas y cada una de las
criadas en su género y especie perfe[c]tas,
mostrándose en esto, como en todo, inconprehensible la
providençia. Las flores de mayor estimación y
[h]ermosura carecen de olor; las que lo tienen más
bivo son menores y menos vistosas; la rosa, que junta la
fragançia y la belleza, es la que dura menos y está
cercada de espinas; el ciprés, que se levanta sobre todos los
árboles con maravillosa compostura, es infructuoso; las yervas
más saludables son amargas; y la junta d´estos
defe[c]tos haze la mayor armonía y más suave
consonançia que resulta de ser todas las cosas
perfe[c]tas y ninguna con todas las perfecçiones; como
la podrá tener una república o quien
presumi[e]ra formarla con ellas; no quita la medicina los
venenos en la triaca, corrígelos y, mezclados con mayor parte
de ingredientes cordiales, ninguno obra como particular y de la
unión de todas resulta una tercera calidad que es la esencia
de aquella saludable medicina. En la más importante materia de
que somos formados quiso Dios que se incluyese el mayor motivo de su
misericordia para que se la esté pidiendo por sí mima
la fragilidad de nuetra fábrica unos elementos contrarios,
unas calidades mezcladas donde las mesmas que inclinan a la virtud
están cercanas tanto a los términos del viçio
que con dificultad pueden contenerse sin llegar a ellos por el
peligro y poca distançia que [h]ay entre lo alabado y
lo culpable. Apenas se hallara liberal que no sea anbiçiosso,
recatado que no sea inútil, çençillo que no sea
ignorante, ingenioso que sea cuerdo, continente que no sea cruel,
apacible que sea caro. El hymno de la Iglessia providamente que nos
hiziese blandos, añadió, y castos por el peligro.
Governar honbres d´esta conpostura no puede ser con la pureza de
ángeles ni con la servidunbre de brutos; forzoso es dejar algo
a su arbitrio, que en mayor juhicio tiene reservado premio y castigo.
Dios, que lo es de todo, dejó a los raçionales el
alvedrío libre para que se hallen con esto que ofrecerle, sin
que no tuviera mérito su sacrifiçio estrechara los que
su criador permitió tanto, sin consentirles divertimientos en
que la voluntad pueda ussar con indiferençia, si no fuese
oprimirles mucho sería concederles nada, pues quando el usso
de las comedias tuviera algún inconveniente, en el sumo rrigor
de justiçia pesan mucho las razones que [h]ay para
conceder alguna gracia a la humanidad, en cuya lisonja se permiten
cosas que sin esta consideraçión se escusaran, el
concurso de honbres en que forzosamente [h]a de haver
penalidades particulares y comunes, que ordinariamente traen consigo
los estados y los tienpos en monarchía grande, donde pocas
veçes faltan sucçessos que congojen, necessita
d´estos entretenimientos públicos que, en todas las
edades, reynos y repúblicas, se [h]an permitido y
procurado para tener al pueblo grato y obediente. Nada
difíciles tanto las conveniencias de estado como
contradecirlas, la buena intención que recomendada por
símesma embaraça quando no vençe y para oponerse
a su autoridad es menester mucha razón. Reynar en los
coraçones es el más poderoso y felix imperio, y en esto
enplean los príncipes prudentes todo el caudal de su cuydado,
sin despreciar ningún medio para este fin, ponderando la
diferencia de tener amantes o sirvientes y la ventaja que hay en ser
promptas y oportunas las obras de la voluntad o las de la
obligaçión. Mantenimientos y fiestas dizen grandes
políticos que aseguran el dominio, que en el vulgo toda edad
es infançia y sólo se diferencia de los niños en
jugar con cosas mayores. Los varones má cuerdos desean no
estar de veras alguna vez. Escipión salía al campo con
Lelio a reverdecer la edad, y Cicerón dezía que no
juzga por hombre libre al que no tuviese algún rato en que
nada hiziesse de importançia. Quando unos vasallos se hallan
obligados a limitarse mucho los alimentos para socorrer el aprieto de
su rey, y nada tiene de leal el que no se estrecha más de lo
posible para esto; bien es permitirles, como a los gusanos en las
tempestades, algún instrumento con que el ingenio haga ruido a
los sentidos para que les molesten menos los golpes de la
ymaginaçión y no se junten la necessidad y la
trizteça a producir el despecho y la covardía, padres
de la invalidad. A Ponpeyo dieron el nonbre de grande porque
fabricó un theatro magnífico para las representaciones
(así lo dizen autores antiguos) y lo confessó un grande
acusador de las comedias, de autoridad, letras y religión,
todo venerable, y dándose a partido dice que se
desengañe el vulgo, de que no se apruevan las comedias si no
se conceden a la diversión y ruegos oportunos del pueblo, y
esto es lo que se pretende, y haremos fuerza [por] ser el
boto de la parte contraria. Si no son todas las representantas muy
honestas, las menos, mal es que cayga en ellas el daño, que no
se siguen al offiçio, pues ha havido muchas d´ellas en
él. Sin esta nota mejor sería que ninguna muger la
tuviese, pero esto, si no es inposible, es muy dificultoso. el fuego
de la sensualidad más altivo que todos conviene aplicar la
materia menos inportante de otra manera enprenderá su grandeza
la más preciosa, llenarán la ciudad de deshonestidades
enquiriendo linpiarla de todas. De la prudencia es ajustar la
posibilidad del govierno humano con las leyes divinas, ni relaxando
ni oprimiendo demasiadamente las costumbres; si se permite la usura
se offende el derecho divino, si se prohíbe sin dexar medio
pereçen los necessitados, y es forzoso tomar alguno con que
sin ser usura se hagan socorros con interés. Como san
Gerónimo no tenía culpas graves que le inquietasen la
conciencia, se soñaba con aquellos defectos. La turba popular
no tropieza en tan menudos escrúpulos, y es
proposiçión bien cierta que la vista de comedias y
lecçión de libros poéticos sin deshonestidades
no distraen a los muy devotos de la virtud y divierte a los pecadores
de los viçios, véase que les son los más y
sacárase la consequencia de si convendrá o no desterrar
semejantes entretenimientos d´este valle de lágrimas.
Importante fuera nombrar censor de autoridad y suficiençia que
antes de representar las comedias las examinase borrando los
escrúpulos con más serenidad que hasta a[h]ora
se ha hecho, con que no pasase a quererlas todas divinas como algunos
[h]an propuesto con piedad indiscreta siendo esto lo
más indecente. Conviniera también que los delictos de
representantes se castigaran sin remisió ni para estorvarlo
les valiera el amparo de personas poderosas y que sus visitas no se
consintieran a las mugeres de la comedia en las posadas. Decir que no
es posible executar esto es agraviar mucho a la justiçia y
obligarla a que descubra flaqueça usando de extremos con los
sujetos débiles que, porque no pueden andar, corren. En las
galas y atavíos de las representantas poco [h]ay que
enmendar (fuera del excesso costoso) porque ellas ymitan siempre para
vestirse a la mayor primor del uso y donde quiera se enquentran
infinitas mujeres con el mismo traje y de mejor pareçer; dezir
que en las tablas tienen un no sé qué, mas es todo lo
que se puede adelgazar el peligro para vencer una costumbre
generalmente revivida y autorizada con la permisión de
personas graves. Necesitan las leyes de armarse de
conveniençias grandes y evidentes y, aun entonçes,
inporta disponer con arte la reformación sin executar de una
vez la novedad, después de haberse encareçido con
palabras muy significativas en un capítulo del decreto, los
exçesos que se hazían los domingos de quaresma (quando
en ellos se permitía la carne) en que, si no llegaba el
desorden o la enbriaguez hasta la medianoche, nos les parecían
que podían llevarse los ayunos de la semana, concluye que
conviene dejar [a] los hombres con arbitrio porque no se
hagan peores, y permaneció aquel desorden hasta que se
corrigió con el tienpo. El primer consejo para
estableçer leyes y premáticas con seguridad y durables
es hacer la quenta con lo que podrá sufrir el pueblo, y si
esta regla no conprehende a los reyes de España es porque los
castellanos sufrirán todo lo que sus príncipes
quisieren. Por esto mismo les [h]an tratado Sus Majestades
siempre como a hijos, sin usar con ellos de todo su poder, antes
dejando unidos desperdiçios de la soberanía en que se
çeve el amor y lealtad inconparable d´esta
fidelíssima naçión y, viéndola
a[h]ora tan inclinada a ese género de festejos que
[h]an tolerado tantos príncipes prudentes y santos no
contentándose con e[n]mendar el exçeso y
quitarle del todo sería negar un favor que pide la
ocasión de tan justa alegría. Suplican las ciudades,
rruegan los enfermos pobres y desean todos si algunos varones
virtuosos lo contradiçen y regulando por sus conciencias las
ajenas todo lo quisieran muy perfecto y religioso no pueden negarse
que fuera esto lo mejor, que toda nuestra vida es vanidad y tiempo
malgastado quanto no se enpleó la brevedad d´ella, la
incertidumbre de la muerte, la estrecheza de la quenta, la
inportançia de la sentencias, y que son ciegos y sordos
quantos no vendan las propiedades para dar limosna y seguir la voz
que clama en el desierto, pero esto sería cortar la
cabeça al engaño sobre que está fundado el globo
de la tierra y acabar de una vez con el mundo. Diferente [h]a
de ser el inperio del rey con sus vasallos del que se profesa entre
religiosos. El instituto real no es despoblar el reyno, sino
conservarlo y ahumentarlo, manteniéndole en quanto fuere
posible sin novedad, con leyes justas y executadas con
clemençia, atributo el más resplandeciente en las
coronas, y que más aplausos y aclamaciones consigue
un[o] solo en las provinçias sujetas sino en las
más remotas y distantes, que no es nuevo que la fama de reyes
afables y clementes soliçite el deseo de venir a sus cortes en
grandes inperios con gentes peregrinas de costunbres y religiones
diferentes, como le suçedió a Salomón,
príncipe clementíssimo. De cuncti orbis regionibus
veniebant ad Salomonem et tanquam ad clarum ut beneficum sidus
urba[na]tim a duo la[uda]ant.3 Regum 4.