Autor: J. A Morrow (Park University)
Título Artículo:
El protestantismo de Juan de Luna
Fecha de envío:
(24/11/2001)

El protestantismo de Juan de Luna

Al leer La segunda parte de la vida de Lazarillo de Tormes de Juan de Luna, es inevitable darse cuenta del ataque contra la Iglesia e Inquisición que se encuentra a lo largo del texto. Se ha discutido mucho sobre las razones de dicho ataque. Menéndez Pelayo planteó la posibilidad de que el autor fuera protestante, judaizante, bígamo o hasta sodomita para explicar su hostilidad en contra de la Iglesia y particularmente en contra de la Inquisición (Piñero, 1988: 70). Sin embargo, creía que Juan de Luna era más bien uno de "los vagabundos españoles, intérpretes y maestros de la lengua patria, que con más o menos honestos y plausibles títulos, y no por causas políticas o religiosas, sino impulsados por la necesidad, sexto sentido del hombre, o por su natural inclinación a la vida suelta y buscona, pasaron los puertos y vivieron en Francia" (Valbuena Prat 135). Para Menéndez Pelayo, Luna era más bien un "aventurero de ingenio" (Francis 364) que un refugiado religioso. Joseph A. Laurenti tiene opiniones semejantes. Rechaza, también, la idea de que Juan de Luna fuera protestante (véase 1963 y 1971). Opina que era un iconoclasta y un cobarde que sólo deseaba falsear y corromper la nación, la nobleza, la religión y el matrimonio (Francis 364-65). Laurenti afirma que el Lazarillo de Luna no contiene ataques en contra de los altos cargos de la Iglesia o en contra de los dogmas (1963: 85, 92). Opina que un verdadero protestante tiene que criticar al Papa y a las creencias fundamentales de los católicos (1963: 85). Explica que los elementos "anti-españoles" y anticlericales son el producto de su estancia en tierra francesa (79, 84, 85) y que se deben en gran parte a la influencia de la familia Rohan (94). Sin embargo, al leer cuidadosamente La segunda parte de la vida de Lazarillo de Tormes y al manejar los datos históricos que tenemos a nuestra disposición podemos confirmar que Juan de Luna era protestante.

 

Datos históricos

Durante muchos años lo único que se sabía de Juan de Luna era que trabajaba en París como maestro de español y que un año antes de la publicación de La segunda parte de la vida de Lazarillo de Tormes en 1620 había publicado un manual de conversación español-francés titulado Diálogos familiares. Ni siquiera se sabía dónde había nacido en España. Tal escasez de datos permitió que se desarrollaran teorías carentes de apoyo histórico, las cuales pasaban por alto la evidencia textual que salta a la vista en el Lazarillo de Luna, rechazando, en muchos casos, el protestantismo del autor.

Fue Marcel Bataillon quien resucitó un artículo casi olvidado de E. Bochner, donde se explicita la doble profesión de gramático y de predicador protestante de Juan de Luna (Francis 365). Robert Rudder llegó a concluir que la originalidad del Lazarillo de Luna radica precisamente en este "punto de vista no católico, sino protestante" (365). A base de los datos del artículo de Bochner, Pedro Piñero afirma que se debe considerar a Luna como un español desarraigado por motivos religiosos (1977: 39).

En 1963, Laurenti publicó un estudio en el que afirmaba que Luna no era protestante. Para él, Luna se enamoró de la vida suelta y buscona olvidando su patria y religión, llegando a colaborar activamente en la difusión del fermento antirreligioso (1963: 84). Otra muestra de que Luna no era protestante, para Laurenti, es que Lázaro "no toma partido en contra los altos eclesiásticos ni contra el dogma católico en ningún punto" (86). Va hasta el punto de afirmar que Luna no satiriza los principios básicos del Tribunal del "Santo" Oficio de la Inquisición sino a las costumbres corruptas de los familiares del tribunal, y su ignorancia y bellaquería (94). Hasta afirma que Luna "no omite las alabanzas al sagrado tribunal" (92). Según Laurenti, Luna es un hombre irreligioso con un deseo vehemente de ensuciar la religión con las salpicaduras de la obscenidad (94) y que su obra carece de "objetividad" (94).

En su estudio de 1971, Laurenti cambió un poco de postura. Atacó menos a Luna y a su obra y mucho menos insistió en las afirmaciones de que Luna era protestante. En aquel estudio, Laurenti se vio obligado a presentar varios datos que podían ser interpretados como indicios del protestantismo de su autor. Sin embargo, seguía convencido de que Luna no era protestante. Ni siquiera los elementos anticlericales demostraban que era protestante (1971: 185). En el prólogo a su edición del Lazarillo de Luna de 1979, Laurenti tuvo que agregar varios datos nuevos que negaban su teoría, datos que mencionan claramente su protestantismo. Obviamente, se vio en la obligación de cambiar su postura. En dicho estudio, Laurenti acumula todos los datos conocidos acerca de Juan de Luna. Reconoce que Luna huyó de España debido a la Inquisición, pero insiste que se desconoce el por qué "a pesar de las conjeturas" (1979 : VII). Reconoce que salió de España en 1612 y que se fue a Montauban, "lugar de reformados famosos donde frecuentó la facultad de teología luterana y calvinista hasta los años 1614-1615" (VIII). Hace referencia a los lazos que tenía con poderosas familias protestantes francesas de la ciudad de París (IX), de su partida de Francia hacia Inglaterra en 1621, como muchos de los reformados franceses (IX), y que en 1622 vivía en Cheapside, suburbio londinense, "donde todos los domingos oficiaba en calidad de predicador protestante en la capilla de la Merced para los reformados españoles que entonces residían en Londres" (X). Además, reconoce que en la dedicatoria de su última obra impresa, Arte breve y compendiosa para aprender a leer, pronunciar y hablar la lengua española (Londres, 1623), alude a su ausencia de España por razón de "una justa y legítima causa" (X). Aunque utiliza muchos de los argumentos que trató en su estudio de 1971, la perspectiva de Laurenti ha cambiado bastante, puesto que ahora habla de "la pluma protestante de Luna" reconociendo su nueva fe (XVIII, XXXIII) que le había seducido (XXV). Queda claro que desde un punto de vista histórico se puede afirmar que Juan de Luna era protestante. Ahora nos toca presentar la evidencia textual que demuestra que Luna era protestante, evidencia que en sí mismo es convincente por su fuerza y su claridad.

Evidencia textual

El primer indicio del protestantismo del autor salta a la vista desde la primera página del texto. Se trata del lugar mismo donde fue publicado el libro -- París -- y debajo la dirección de la princesa Henriette de Rohan, de familia protestante poderosa. Como hemos visto anteriormente, tales afirmaciones se ven fundamentadas hoy en día por numerosos documentos históricos. En la "Carta dedicatoria" a la princesa hay alusiones obvias a la Inquisición. El autor menciona que le dedicaba la obra para impedir que no fuera "despedazada y maltratada de las mordaces y murmuradoras lenguas, que con su rabia infernal procuran herir y manchar las más sinceras voluntades" [Segunda parte de la vida de Lazarillo de Tormes (LTL) Laurenti, ed., 1979: 3]. Otro elemento interesante se encuentra en el prólogo a los lectores en el que Luna nos cuenta algo que le sucedió a un labrador de su tierra (6-7). Sucede que un inquisidor le pidió unas peras, pero que no entendió lo que quería. Por vía de un amigo suyo llegó a entender lo que quería el inquisidor, y lo que hizo fue arrancar el árbol por completo y dárselo. El episodio demuestra el terror que tenían los españoles de la Inquisición. Aun antes de empezar la narración de Lázaro, nos damos cuenta de la perspectiva anticatólica del autor y de su odio hacia los instrumentos de represión de la Inquisición.

En el primer capítulo tenemos varios datos que pueden dar indicios sobre el protestantismo de Luna. En primer lugar, está el caso en que Lazarillo dice que fue a luchar porque quería gritar y animar llamando a Santiago y cierra España. Es particularmente irónico puesto que Lázaro es de ascendencia conversa. Luna utiliza mucho la ironía, la sátira y el sarcasmo para atacar aspectos de la vida española y de la religión católica que no le gusta. Es muy obvio que está criticando la discriminación y la opresión dirigida contra los conversos y los no católicos. Un poco más adelante está el episodio en que Lázaro despide a su mujer con el arcipreste, asegurándole que "haría con ellas como si fueran propias suyas" (LTL: 13) que tiene el doble sentido que copulara con ellas como si fueran las suyas. Este es el primer ataque, entre muchos, en contra de la lujuria, la inmoralidad y la perversión sexual que prevalecía entre tantos curas de la época.

Los ataques en contra de los curas continúan en el segundo capítulo, donde se narra el episodio de la Armada que se hundió. Sucede que los primeros y únicos en salvarse en el esquife fueron los capitanes, gente de consideración y dos clérigos (20). Esos personajes representan las clases poderosas de España: el ejército, la nobleza y la Iglesia. El buque representa a España que se está hundiendo por razones socioeconómicas. En el tercer capítulo hay otro acontecimiento cuyo valor simbólico es igualmente fuerte. Se trata de la ocasión en que el protagonista nos dice que una vez su mujer le hizo beber los meados del señor arcipreste (25), diciéndole que era vino de Ocaña. Luna está criticando a la Iglesia en todos los sentidos, atacando los dogmas que imponen a la gente como si fueran algo de gran valor cuando de verdad la Iglesia está engañando al pueblo y dándole deshechos. Es una alegoría grotesca que demuestra que Luna creía que la Iglesia Católica había corrompido las enseñanzas verdaderas de Jesús.

La crítica contra los eclesiásticos satura la obra entera. En otra ocasión Lázaro nos cuenta el caso de una hija de casa "la cual movida de caridad había acogido en ella a un clérigo que por su contemplación había venido a aposentarse allí aquella noche" (LTL: 36). La referencia a la fornicación por parte del cura es obvia y es en tal contexto en el que debemos de entender las referencias de Lázaro cuando afirma que el clérigo era "devoto" (36): o sea, era devoto en el acto de copular. En el sexto capítulo volvemos a la situación difícil de Lázaro, cuya mujer es la manceba de un arcipreste. Cuando los verdugos lo llevaron a la casa de su esposa miró a su mujer con la "tripa" -- o sea, el pene -- del cura en la boca (38) y se acuerda de que prometió hacer con ella como si fuera la suya (38). Aprende también que su mujer está preñada (38-39) y más adelante que su hija no es la suya, sino el producto ilegítimo del arcipreste (46). Lázaro reconoce muy bien que su caso no es excepcional y que muchos clérigos tienen amantes que en Toledo llaman "mulas del diablo" (49) y advierte a sus lectores que muchos de ellos pueden estar sustentando los hijos de algún reverendo (50).

Entre los otros ataques en contra de los curas es de destacar el de la de la jovencita que reconoce que el primero que le dio canilla -- o sea, que tuvo relaciones ítimas con ella -- fue el padre rector de Sevilla y que lo hizo con tanta devoción que desde aquel día era muy devota, o sea, puta (56). Afirma que aquel buen padre le trataba como a hija y que le amaba como si fuera hermana (56). De esa manera Luna está dando a entender que los curas son unos incestuosos. Cuando habla de eclesiásticos el autor tiene que juntarlos con gente de la mala vida. En una ocasión bajaron de un carro los que estaban en su interior y todos eran putas, estudiantes y frailes (56). Con dicho episodio Luna desea demostrar que los curas son explotadores, haciendo que Lázaro cuente cómo un fraile de la orden de San Francisco le hizo trabajar sin pagarle y que cuando insistió los frailes le pagaron con golpes, casi dejándole muerto (LTL: 56-58). Los acusa de "comer las limosnas de los pobres" (58) y repite la declaración de Carlos V que los frailes eran "más hábiles para comer que para trabajar" (58). No hay que olvidar los ataques en contra de la Inquisición y de su injusticia que encontramos en el capítulo doce. El gran pecado de los acusados fue de haber dicho algunas palabras contra los oficiales de la Inquisición: "crimen irremisible" (80). Al contrario de lo que afirma Laurenti, hay ataques bastante claros en contra de los altos cargos eclesiásticos de la Iglesia. Por ejemplo, cuando el autor se burla de ellos diciendo que son "gente tan santa y perfecta como la justicia que administran" (81). Es una sátira hacia los inquisidores, no una alabanza como quiere hacernos creer Laurenti (1963: 92).

En cuanto a los gitanos, Lázaro nos dice que todos eran "clérigos, frailes, monjas o ladrones, que habían escapado de las cárceles o de sus conventos; pero que entre todos los mayores bellacos eran los que habían salido de los monasterios, mudando la vida especulativa en activa" (LTL: 74). Afirma que los gitanos son "un asilo y añagaza de bellacos, iglesia de apostatas y escuela de maldades" (75). Puesto que los gitanos, según Lázaro, eran puros religiosos, el denominarlos como bellacos y apostatas tiene implicaciones ideológicas que indican que Luna creía que el protestantismo era la verdadera religión y que los católicos eran falsos creyentes. Nos habla, también, de un fraile y de una monja que vinieron a la congregación de gitanos con deseo de profesar la austera vida (76), diciéndonos algo sobre la vida que llevaban dentro de los monasterios.

Entre los otros ataques de índole sexual que hace Luna en contra de los religiosos encontramos muchos en el último capítulo. En aquel episodio en que Lázaro se hace ermitaño se menciona que cada ermitaño tenía amantes "con quien pudiese pasar los ratos que le quedaban desocupados de su contemplación, en ejercicios activos, imitando a veces a Marta y otras a María" (LTL: 107). Se menciona también que los ermitaños siempre "tenían una o dos mujeres que sustentaban, aunque fuese de limosna" (108). La madre de una de las hijas que era amante de Anselmo dice que sus tres hijas son de tres padres diferentes, que según la más cierta conjetura, "fueron un monje, un abad y un cura" (108) porque era siempre muy devota de la Iglesia (108) y que por eso la llamaban la "viuda eclesiástica" (108). Decidió hacer un arreglo con el ermitaño para que se ocupara de sus hijas porque los curas que venían a acometerla a ella no se contentaban de ella y acometían a las tiernas corderillas, o sea, a sus hijitas (108). Hace referencias explícitas a sus relaciones con los curas por medio de doble sentidos. Dice que: "a nenguno me incliné tanto como a los eclesiásticos" (109). Lázaro, como falso santo, se siente muy atraído por la jovencita (111) y quiere seguir el mismo camino de Anselmo. No puede haber evidencia más clara del protestantismo de Luna que su anticlericalismo.

Uno de los episodios más poderoso (y más comentado) del texto es el del pez-hombre. Al caerse al mar, Lázaro no se ahogó debido al hecho de que estaba tan lleno de comida y de vino. Fue recogido por las redes de unos pescadores que en lugar de ayudarle, planean cómo explotarle mejor(27). Pidieron y recibieron licencia del obispo y de los inquisidores (27, 28) para mostrar a toda España un pez que tenía la cara de hombre (28) como portento y monstruo de naturaleza (LTL: 30). Es un episodio de suma deshumanización. Es una alegoría, exagerada sin duda, pero que demuestra la falta de razón en que permanecía el ambiente inquisitorial. Lázaro compara a los inquisidores a los verdugos que crucificaron a Cristo (29) porque, sin duda, tales fanáticos hubieron sido los primeros en matar al Mesías si hubieron topado con él. Aquellos extremistas religiosos eran sordos y tanto peores cuanto menos querían entender (30). Con justa razón los maldice el protagonista (30), pero nunca pierde de su vista las razones fundamentales de ese fanatismo: el provecho (30, 31). Los verdugos lloraron la pérdida de su pez-hombre (40) porque perdieron el beneficio monetario que les daba. La razón fundamental por desterrar a los judíos y a los moros fue por empararse de sus tierras y de sus bienes. La Inquisición, por su parte, era la afirmación de poder de una institución que se sentía amenazada. No hay que olvidar la fuerte crítica en contra de la mentalidad de hidalgos que tenían los españoles. Los verdugos de Lázaro decían claramente que lo que querían era "comer sin trabajo" (32). Tal enfermedad contaminaba hasta el protagonista. Lázaro nos dice que siempre quiso más comer berza y ajos sin trabajar, que capones y gallinas trabajando (85). Quizás no tenemos todavía una ética del trabajo protestante, pero tampoco estamos lejos de su formación. Lo que tenemos en Luna son las raíces.

La escena del pez-hombre contiene varios otros elementos dignos de mencionar. Entre ellos destaca el episodio de los dos estudiantes que vinieron a ver a Lázaro. Al examinar su fisonomía, afirmaron entre ellos que el protagonista no era un pez, sino un hombre, y que si ellos fueran ministros de justicia, sacarían la verdad en limpio (LTL: 34). Las implicaciones de tales afirmaciones, aunque disimuladas, son sumamente poderosas. El autor está criticando la política reaccionaria anticientífica de la Iglesia católica poniendo su fe en los pensadores, intelectuales y científicos y posiblemente pronosticando la separación de la Iglesia del Estado y la formación de un estado secular.

Después del episodio del pez-hombre, el relato quizás más importante es aquel en el que Lázaro se hace ermitaño. Es en este episodio donde encontramos quizás la mayor concentración de crítica en contra de los dogmas católicos. En primer lugar, lo que tenemos es una burla de la vida mística. Un ejemplo, que se ha citado mucho para demostrarlo, es el del soliloquio del viejo ermitaño (98). Después de la muerte del ermitaño, descubrimos, aun más explícitamente, todo lo referente a su vida. Resulta que el ermitaño tenía varias mujeres y varios hijos y que vivía muy bien y tenía mucho dinero. El dinero que escondió lo encontró Lázaro dentro del altar (101). Aquella descripción es simbólica de la riqueza de la Iglesia católica, que ha llegado a mezclar lo material con lo religioso, dando como resultado la muerte de los espiritual.

Entre las prácticas católicas que critica Luna estaría la obligación de tener barba para llegar a los altos puestos de la jerarquía eclesiástica (101-102) "como si el buen gobierno dependiera de los pelos y no del entendimiento capaz y maduro" (102). La burla de la vida mística culmina con Lázaro asumiendo el papel del ermitaño, fingiendo que era un santo (102). El autor critica las supersticiones de los católicos. Apenas acaba de morir el falso santo que las señoras del pueblo comienzan a alabarlo y discutir cuando será canonizado (103). Creen que la tumba y las reliquias del "santo" pueden darles bendiciones (LTL: 103). Llegan al extremo de cortar partes del vestido de Anselmo, que Lázaro llevaba puesto (103). Lázaro menciona que jamás pudo entender el modo de pedir limosna para alumbrar a los santos (103). Aquí tenemos varios ejemplos de crítica a los dogmas católicos, a pesar de las afirmaciones de Laurenti al contrario.

La obra de Luna termina con el episodio en que Lázaro se ve engañado por las ex-mujeres de Anselmo. Humillan, degradan y deshumanizan completamente al protagonista. Lo obligan a besar el "ojo trasero" (112), metáfora obvia por "ano." Lo asieron en cuatro y quedó como un San Andrés aspado. Tiraron agua caliente en su cabeza, le dieron azotes y le pelaron las barbas, cejas, cabellos y pestañas. El último terror fue de casi ser castrado por aquellas mujeres.

 

Conclusiones

Como hemos visto, la evidencia histórica tanto como la evidencia textual que encontramos en La segunda parte de la vida de Lazarillo de Tormes demuestra claramente que Juan de Luna era protestante. Entre los elementos textuales que indican el protestantismo del autor se destacan los ataques en contra de los eclesiásticos, de su inmoralidad sexual, y algunos aspectos en contra de los dogmas católicos. Lo lamentable, sin embargo, es que la mayoría de los críticos no hayan visto más allá del anticatolicismo de Luna, presentando estudios muchas veces reaccionarios. Ofendidos por la crítica socioreligiosa de Luna, parece que aquellos estudiosos de la literatura sólo pensaron en atacar al autor y a su obra, rechazando el valor literario de ella. Para Riquer la obra de Luna fue un "fracaso" y para Laurenti es pura "patología literaria" (Francis: 365). En el bando menos adverso a Luna se encuentran a Bataillon, Alberto del Montes y Cossío, quienes, aunque lejos de tener entusiasmo por la obra, han expresado algunos comentarios positivos (365). Sólo ha sido recientemente, cuando algunos críticos, caso de Allan Francis y Judith A. Whitenack, han tomado la obra más en serio, superando los análisis despreciativos anteriores, que no asumían la posibilidad de que se criticaran los "elevados conceptos del hidalgo y de los clérigos" (Laurenti, 1971: 154; véase también, 1963, 86). Anteriormente, el único dato positivo que se decía acerca del Lazarillo de Luna era que tenía un lenguaje muy rico, matizado con giros vigorosos y expresivos, que el autor escribía con gran vitalidad utilizando un vocabulario de notable fuerza retórica e intencional y que los modismos y los vulgarismos que aparecen en su prosa tienen un sabor castizo pocas veces igualado en la historia de la picaresca española (1963: 94). Pero La segunda parte de la vida de Lazarillo de Tormes de Juan de Luna tiene mucho más que ofrecer que su lenguaje, y está muy lejos de ser una simple "corrupción" de un clásico. Es un precioso documento histórico y literario que nos presenta los sentimientos de un marginado protestante del Siglo XVII, y nos ofrece muchos aspectos valiosos y dignos de ser estudiados, como puede ser el papel de la mujer en la sociedad de su época, la sexualidad imperante, el sarcasmo, la sátira, la ironía y el humor y la interpretación que hizo Luna del primer Lazarillo. Estamos realmente encantados que en los últimos años hayan aparecido críticos más abiertos y objetivos, los cuales han empezado a tomar la obra en serio y esperamos que aparezcan otros que le den el mérito que merece al Lazarillo de Luna.

 

 


Bibliografía

Anónimo y Juan de Luna. Lazarillo de Tormes y Segunda parte de la vida de Lazarillo de Tormes

por Juan de Luna. Ed. Pedro M. Piñero. Madrid: Nacional, 1977.

Anónimo y Juan de Luna. Segunda parte del Lazarillo. Ed. Pedro M. Piñero. Madrid: Cátedra, 1988.

Francis, Alan. "La estrategia satírica en el Lazarillo de Luna". Nueva Revista de Filología Hispánica.

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Laurenti, Joseph. L. "El nuevo tono religioso del Lazarillo de Juan de Luna". [Anuario de Letras Año

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Luna, Juan de. Segunda parte de la vida de Lazarillo de Tormes. Ed. Joseph L. Laurenti. Madrid:

Espasa-Calpe, 1979.

Valbuena Prat, Angel. La novela picaresca española. 1943. Madrid: Aguilar, 1974.

Whitenack, Judith A. "Juan de Luna's Lazarillo: Continuation or Subversion?" Philological Quarterly

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