NOTAS

(1).- Dos advertencias preliminares. Mi deuda con los estudiosos de La Celestina es mucho mayor de lo que la bibliografía citada en las notas (que he procurado reducir al mínimo por razones de espacio) pueda dar a entender: quede aquí reconocida, si no siempre expresamente citada. Para comodidad del lector, sigo una edición solvente y muy asequible (Madrid, Espasa, col. Austral núm. 282, 1993, ed. de Pedro M. Piñero Ramírez), indicando, entre paréntesis, el acto en números romanos y la página en arábigos.

(2).- Marcelino MENÉNDEZ PELAYO, Orígenes de la novela, cito por la edición exenta del capítulo dedicado a La Celestina de col. Austral (Madrid, 1947), p. 155. Sin embargo, tras casi un siglo de debate, la crítica moderna parece haber renunciado a ofrecer alguna explicación. Otis H. Green la consideraba ya cuestión irrelevante o impertinente: "Preguntarse cómo es que Calisto no pide la mano de Melibea en matrimonio es sencillamente una ignoratio elenchi." (España y la tradición occidental, Madrid, Gredos, 1969, vol. I, p. 139) P. E. RUSSELL amplía tanto el relativismo crítico que casi postula una suerte de agnosticismo lectoral como petición de principio: "la crítica celestinesca debe resignarse a que, en el plano ideológico, no puede haber soluciones definitivas, sólo posibilidades." (F. de Rojas, La Celestina, ed. de Peter E. RUSSELL, Madrid, Castalia, 1991, p. 158). Es la resignada y evasiva, pero siempre insatisfactoria respuesta de un frustrante non possumus: "Una edad en que se puede asertar, con Roland Barthes, que la literatura es, por definición, ambigua, verá, desde luego, en la compleja ambigüedad de LC una explicación a lo menos parcial de su genialidad, no una señal de un fallo artístico ni una serie de enigmas que es deber del crítico resolver de modo definitivo." (Ibid.) Ahora bien, RUSSELL confunde, nos parece, ambigüedad con profundidad. Para nosotros, La Celestina, como cualquier obra maestra, es inagotable debido a su profundidad, no a su ambigüedad. Las sucesivas generaciones de lectores podrán descubrir nuevos sentidos, pero en la misma dirección, nunca sensu contrario.

(3).- Para la cuestión del título de la obra, cfr. Erna Ruth BERNDT-KELLLEY, "Peripecias de un título: en torno al nombre de la obra de Fernando de Rojas", en Celestinesca, IX, 2 (1985), pp. 3-45 y Jeremy LAWRANCE, "On the Title Tragicomedia de Calisto y Melibea", en Letters and Society in Fifteenth-Century Spain. Studies presented to P. E. Russell on his Eighteenth Brithday, Llangrannog, Wales, 1993, pp. 79-82.

(4).- María Rosa LIDA, La originalidad artística de La Celestina, Buenos Aires, EUDEBA, 1962, pp. 206-220. Como son estas las páginas en que la autora discute el problema que nos ocupa, no volveremos a citarlas, entendiéndose que a ellas nos referimos para cualquier referencia al libro y a su autora, salvo que explícitamente se indique lo contrario.

(5).- Alberto LISTA, Lecciones de literatura española, Madrid, 1836, t. I, p. 53.

(6).- Ibid.

(7).- Principalmente Emilio OROZCO, "La Celestina. Hipótesis para un interpretación", Ínsula, núm. 124 (1954), pp. 1 y 10; E. GARRIDO PALLARDO, Los problemas de Calixto y Melibea y el conflicto de su autor, Figueras, Canigó, 1957; Segundo SERRANO PONCELA, El secreto de Melibea y otros ensayos, Madrid, Taurus, 1959, pp. 7-36: para este crítico, La Celestina, "es la historia de los difíciles amores de un cristiano viejo [...] y una judía conversa"; más recientemente, en cambio, Julio RODRÍGUEZ-PUÉRTOLAS, "El linaje de Calisto", en De la Edad Media a la edad conflictiva, Madrid, Gredos, 1972, defiende el origen converso de Calisto.

(8).- La teoría del como si estaba ya, en realidad, en Menéndez Pelayo: "la tempestuosa enamorada castellana [en contraste con Julieta, que actúa conforme a la ley moral y canónica] procede como si ignorase tales leyes o se hubiese olvidado de su existencia." (p. 150. Las cursivas son nuestras).

(9).- La "difícil universalidad" de La Celestina es notada, por ejemplo, y sentenciada, por Francisco MÁRQUEZ VILLANUEVA: "Por contraste con el continuo desafío inspirador de Cervantes [Don Quijote] y Tirso [Don Juan], La Celestina de Rojas es sólo conocida hoy de un público internacional de eruditos y críticos literarios." (Orígenes y sociología del tema celestinesco, Barcelona, Anthropos, 1993, p. 16).

(10).- Juan VALERA, "Nueva edición de La Celestina" (1900), en Obras completas, Madrid, Aguilar, 1961, t. II, p. 1027.

(11).- Alan D. DEYERMOND cree probable que "el encuentro de Calisto a principios del auto I no sea el primero sino el último de un cortejo sin éxito." ("Divisiones socio-económicas, nexos sexuales: la sociedad de Celestina", en Celestinesca, VIII, 2 (1984), pp. 3-10).

(12).- Para la transparencia del significado aquí de "galardón", recuérdense las palabras de Melibea en el acto IV: "¿Dejar a mí triste por alegrar a él y llevar tú el provecho de mi perdición, el galardón de mi yerro?" Se diría que "galardón" equivale a ‘trofeo de caza’.

(13).- ‘torpe’, además de inhábil, lento o rudo, significa, y creo que es la acepción que aquí precisamente conviene, "deshonesto, impúdico, lascivo", así como "ignominioso, indecoroso, e infame" (cfr. Dicc. Aut.). Es, además, el sentido etimológico: turpis. La caracterización de Calisto como ‘torpe’ me parece esencial para la comprensión de la obra.

(14).- F. MÁRQUEZ VILLANUEVA, "La quinta langosta de La pícara Justina", Boletín de la Real Academia Española, LXXIX (1999), pp. 355-376, sugiere entender "hombre" como metonimia de ‘miembro viril’.

(15).- Cfr. John ENGLAND, "Testigos de mi gloria: Calisto’s bestial behaviour", en La Corónica, XXVIII, 2 (2000), pp. 81-90.

(16).- P. E. RUSSELL sugiere que "como resultado de la influencia erótica de las bellas canciones amorosas con que entretiene a Melibea mientras ella espera la llegada de su amado, y como consecuencia de haber presenciado en el huerto varias veces los acoplamientos nocturnos de Calisto y Melibea, resulta que Lucrecia, ella también, se ha enamorado secretamente del joven y hermoso caballero." Pero no vemos nosotros tal amor secreto, y mucho menos que tenga parangón posible con el de Melibea: el de Lucrecia es puro y simple deseo carnal, despertado y propiciado, eso sí, por los reiterados "acoplamientos nocturnos" de que la muchacha es testigo. Sobre la función literaria de este breve episodio, RUSSELL señala que "es una de las interpolaciones cómicas pasajeras de índole crudamente sexual que Rojas introduce esporádicamente en estas escenas de amor romántico entre Calisto y Melibea. El motivo no sólo debe ser el de recordar al lector que las raíces de LC se encuentran en la comedia latina; es un modo de impedir que él (y, podemos sospechar, el mismo Fernando de Rojas), se dejen totalmente arrebatar por el seductor sueño romántico-sexual de los amantes." Para nosotros, en cambio, esta breve pincelada, ofrece un valioso espejo que refleja la personalidad, conducta e intención de Calisto, al mismo tiempo que la naturaleza de su relación con Melibea. Lo que Lucrecia veía no eran escenas de amor romántico (el romanticismo sólo lo ponía Melibea). Más que una interpolación cómica pasajera, podemos considerarla una ironía trágica: Melibea está ciega incluso ante lo que ve con sus propios ojos, que Calisto se deja abrazar por cualquiera.

(17).- Cfr. Alan D. DEYERMOND, ""El que quiere comer el ave": Melibea como artículo de consumo", en Estudios románicos dedicados al Profesor Andrés Soria Ortega en el XXV aniversario de la Cátedra de Literaturas Románicas, Granada, Universidad de Granada, 1985, vol. I, pp. 291-300.

(18).- Es curioso que Celestina, en el acto IV, compare a Melibea con un ave, incitándola a comportarse como tal: "Pues tal conocimiento dio la natura a los animales y aves, ¿por qué los hombres habemos de ser más crueles?"

(19).- José Luis CANET, "La Celestina y el mundo intelectual de su época", en Rafael BELTRÁN y J. L. CANET (eds.), Cinco siglos de Celestina: Aportaciones interpretativas, Valencia, Universitat de València, 1997, p. 54.

(20).- Otis H. GREEN, "La furia de Melibea", en Clavileño, IV, núm. 20 (1953), pp. 1-3. Véanse además, sobre este asunto, George Douglas TROTTER, "Sobre "la furia de Melibea" de Otis H. Green", en Clavileño, V (1954), pp. 55-56; Louise Fothergill-Payne, Séneca and "Celestina", Cambridge, Cambridge University Press, 1988 y "Afecto, afección y afectación en La Celestina, en Revista Canadiense de Estudios Hispánicos, XV (1991), pp. 4012-410; Charles Fraker, "The four humour in Celestina", en Ivy CORFIS y Joseph T. SNOW (eds.), Approaching the Fith Centenary, Madison, 1993, pp. 128-54; y, sobre todo, la reconsideración de María Eugenia Lacarra, "La ira de Melibea a la luz de la filosofía moral", en Rafael BELTRÁN y J. L. CANET (eds.), Cinco siglos de Celestina: Aportaciones interpretativas, cit., pp. 107-119.

(21).- De la eficacia de los poderes de la magia duda hasta la mismísima Celestina. Cuando se encamina a casa de Alisa y Pleberio, su miedo a fracasar es tal que está a punto de darse la vuelta y renunciar a su embajada. Si se anima a seguir es por un prurito de honrilla "profesional": "Ir quiero, que mayor es la vergüenza de quedar por cobarde que la pena cumpliendo como osada lo que prometí."

(22).- Los editores de la obra en la colección "Biblioteca clásica" de la editorial Crítica (La Celestina, edición y estudio de Francisco J. LOBERA y Guillermo SERÉS, Paloma DÍAZ-MAS, Carlos MOTA e Íñigo RUIZ ARZÁLLUZ, y Francisco RICO [sic], Barcelona, Crítica, 2000) interpretan mal proveída como ‘poco previsora, poco avisada’. Pero el verbo proveer (del lat. providere) no debe confundirse con el casi sinónimo prever (del lat. praevidere). Proveer tiene un significado material, relacionado con las provisiones y alimentos (no es sólo ‘ver con anticipación’ o ‘disponer o preparar medios contra futuras contingencias’); proveer es prevenir para un fin muy concreto: "Prevenir, juntar y tener prontos los mantenimientos u otras cosas necesarias, para algún fin", dice Autoridades. Como proveída es participio pasivo, tiene que haber un tácito complemento agente, aquí, naturalmente, indeterminado. Mal proveída doncella no significa ‘poco previsora, poco avisada’, sino ‘mal abastecida, mal provista [que diríamos hoy], mal mantenida’, lo que viene a sumarse, reforzándolo, al sentido del lastimada inmediatamente anterior e insinúa la insatisfacción y la soledad de Melibea.

(23).- Peter E. RUSSELL anota en su edición (La Celestina, Madrid, Castalia, 1991, p. 426, n. 3): "Melibea ahora cree que su pasión amorosa empezó como golpe de relámpago al ver ella a Calisto en el huerto." Pero "cuya vista me cautivó" no tiene determinación temporal ni locativa precisa en las palabras de Melibea. Por otro lado, la alusión al huerto pediría más bien un ‘cuya habla’ o algo parecido. Un indicio más de que el "flechazo" entre Calisto y Melibea fue anterior al encuentro en la huerta, y de que éste estuvo precedido de un "cortejo visual".

(24).- Ni la desigualdad social, ni la económica, ni la racial ni la religiosa eran los obstáculos que se oponían al deseo de Calisto, sino esta "esquividad de género", pues era propio y obligado en las mujeres mostrarse esquivas, inaccesibles.

(25).- La retórica de Calisto estaba ya presente desde el primer acto, cuando en su diálogo con Sempronio le espetaba a éste: "Por Dios la creo, por Dios la confieso, y no creo que hay otro soberano en el cielo aunque en nosotros mora." Los editores de Crítica. Biblioteca clásica anotan: ""... Calisto representa el punto de vista del amor cortés (la tradición provenzal, la del dolce stil nuovo y la de la ficción sentimental) y Sempronio el de la ortodoxia misógina (la tradición bíblica y la tradición medieval de ascendencia aristotélica." No creemos que las cosas sean tan simples. Calisto utiliza una retórica proveniente quizás de la tradición del amor cortés -pero ya muy diluida a la altura de los finales del XV en la corriente general de los tópicos comunes a disposición de cualquiera, sin necesidad de compartir la ideología ni el tipo de sentimentalidad propio del fin’amors: "Yo te quiero más que a Dios,/ Jesús, qué palabra he dicho,/ meresco la Inquisisión." es copla que traen Francisco Rodríguez Marín y Antonio Machado y Álvarez (vid. de éste sus Cantes flamencos y cantares, edición de E. BALTANÁS, Madrid, Espasa, 1998, col. Austral, núm. 452, p. 149). Esta utilización por parte de Calisto de la calderilla retórica del amor cortés no lo reputa como representativo portavoz del mismo, sino sólo como usuario de ciertos símbolos, metáforas y expresiones ya lexicalizados, de dominio común. Estimamos de aplicación también aquí la observación de P. E. RUSSELL (ed. cit., p. 503, n. 22) sobre "la inutilidad de querer atribuir a la lectura de una fuente literaria determinada una metáfora que en realidad pertenecía obviamente al caudal metafórico general de la literatura amorosa." La tiranía de las fuentes ha llevado a algún crítico hasta extremos grotescos. Por lo visto, para que Melibea tuviese los ojos verdes era necesario que Rojas conociese no sé qué tradición francesa; evidentemente, ninguna muchacha toledana, salmantina o sevillana podía tenerlos sin la autorización de la correspondiente fuente literaria. Francesa, para más inri.

(26).- Naturalmente, esto no se dice en el texto, pero el lector lo deduce sin dificultad. "Calisto, sin más preámbulo -anotan los editores de Crítica. Biblioteca clásica-, ha abrazado a Melibea." Nos parece a nosotros que "abrazar" describe de modo algo pacato y desteñido lo que está haciendo Calisto. Por otro lado, el contraste entre lo que los personajes dicen y lo que hacen comporta un elemento de teatralidad más en una obra que, para nosotros, es efectivamente drama y no novela.

(27).- "Ya quiere amanecer", dice él, pero Melibea le desmiente enseguida, dejándole en evidencia: "... que hace muy oscuro..., que aún no amanece."

(28).- María Rosa Lida, op. cit., p. 426. Allí mismo (vid. n. 9) expresa la ilustre estudiosa su extrañeza de que "el enamorado se reduzca a señalar lo avanzado del tiempo en prosaicas horas de reloj, y se vaya sin despedirse, sin responder siquiera a los rendidos ofrecimientos de la amada."

(29).- El propio Calisto era sabedor de "la traición que hice en me despartir de aquella señora, que tanto amo, hasta que más fuera de día".

(30).- el gran peligro que esperaba: ‘el gran peligro que acechaba’. Nótese la aliteración de la frase.

(31).- Hasta tal punto depende del albedrío de Calisto, que llegará a considerar un mérito atribuíble al mancebo el "muchas [noches] aver venido en balde, y por esso no me mostrar más pena ni trabajo." (XVI, 538)

(32).- Merece la pena detenerse en el sentido, aquí, de dueña: ¿"señora anciana biuda", como dice Covarrubias? Más bien cuadra aquí, a nuestro ver, lo que trae Autoridades, "Lo mismo que Señora: y en lo antiguo significó Muger principal, puesta en estado de Matrimonio", pero sin descuidar tampoco la acepción de "muger no doncella" o foemina corrupta. En La devoción de la Cruz, de Calderón, y es ejemplo que trae Autoridades, se dice de Silvia "que doncella al monte entró,/ y dueña salió del monte."

(33).- ya no puede negar mi amor, ‘ya no puedes decir que te niego mi amor’.

(34).- Observa muy agudamente Juan Luis ALBORG que "lo que sucede, simplemente, es que Calisto, rico y ocioso gozador, no se propone en absoluto la coyunda matrimonial, no busca ligaduras sino el placer tan sólo; si hubiera pretendido la posesión legítima de su amada, hubiera pedido su mano en la forma usual [...]; pero Calisto no desea obligaciones [...] no quiere casarse sino gozar a Melibea; cuando se hastíe, se dedicará a cazar, que para eso tiene halcones y caballos." (Historia de la literatura española. Edad Media y Renacimiento, Madrid, Gredos, 1970, 2ª edición ampliada, pp. 585-586).

(35).- conversación de, ‘contacto con’ (P. E. RUSSELL, ed. cit.). No es el único término de connotación sexual, en una frase fuertemente teñida de ella: repárese en gloria, sentido, miembros.

(36).- Con razón señaló Salvador de MADARIAGA que "Melibea se justifica a posteriori. Si su amor no era absoluto no tenía derecho a romper la ley moral y social. Pero apenas muerto Calisto, ella se da por muerta y recobra así casi toda su integridad." (Mujeres españolas, Madrid, Espasa-Calpe, 1972. col. Austral núm. 1500, p. 89).

(37).- Ya notó S. de MADARIAGA que "Melibea tiene la imaginación bien bañada en lo carnal." (op. cit., p. 79).

(38).- Tanto en la Fiammetta de Boccaccio como en la Historia de duobus amantibus de Eneas Silvio Piccolomini (y otros numerosos relatos del mimo corte) se trata de amores extra-matrimoniales y adulterinos, no pre-matrimoniales. En la literatura popular, el "más vale ser buena amiga que mala casada", o el rechazo al matrimonio, se invoca cuando el partido propuesto es insatisfactorio para la joven. Vid. sobre esto Margit FRENK, "Fija, ¿quiéreste casar?", en Ana MENÉNDEZ COLLERA y Victoriano RONCERO LÓPEZ (eds.), Nunca fue pena mayor (Estudios de Literatura Española en homenaje a Brian Dutton), Cuenca, Universidad de Castilla-La Mancha, 1996, pp. 259-273. Pero lo normal en la lírica tradicional y en el romancero es que la muchacha ansíe el casamiento y, en el caso de este último, que la transgresión sexual pre-matrimonial se solucione con la boda. Vid. a este respecto, por lo que toca al romancero, mis artículos "Una heroína anónima del Romancero: la princesa de Gerineldo", en Revista de Folklore, núm. 187 (1996), pp. 14-20 y "La boda de penalty: el romance de Los primos romeros o la resolución poética de un conflicto vulgar", en Revista de Dialectología y Tradiciones Populares. Madrid, CSIC, t. LII, 1 (1997), pp. 47-63.

(39).- Las palabras de Melibea, si coinciden con las de Andrés el Capellán, "amor nil posset amori denegare", tienen aquí ciertamente muy otro sentido.

(40).- Reducir, sin embargo, a Calisto a un caso clínico (como parece ser el propósito de Eukene Lacarra Lanz, "Calisto y el amor hereos", Ínsula, núm. 633 (1999), pp. 20-22) nos parece una interpretación naturalista (anacrónicamente zolesca, diríamos) que allana la complejidad literaria del personaje. Muchos personajes literarios son auténticos neuróticos, pero son algo más que neuróticos, y no cualquier neurótico de la vida real queda elevado por esa sola patología a la condición de personaje literario.

(41).- Cfr. Ágnes HELLER, El hombre del Renacimiento, Barcelona, Península, 1980, pp. 270-286.

(42).- M. MENÉNDEZ PELAYO, op. cit., pp. 133-134.

(43).- María Rosa LIDA, op. cit., p. 233.

(44).- Esta respuesta, sugerida por María Rosa Lida ha gozado de persistente fortuna. Todavía los editores de Crítica. Biblioteca Clásica anotan: "[el conocimiento de Calisto y su familia por parte de Pleberio] hace menos comprensible la extrema clandestinidad de los amores entre el muerto y Melibea. Naturalmente, sólo si la cuestión se plantea en términos realistas, no si se tiene en cuenta la tradición literaria del amor cortés, que exigía el secreto en las relaciones." (p. 333, n. 36).

(45).- Vid. especialmente el cap. IV "Calisto l’insensé" de "La Célestine" selon Fernando de Rojas, Paris, 1961, pp. 108-134. No se puede estar más de acuerdo con don Marcelo que cuando afirma: "Toute compréhension correcte de La Celéstine dépend de l’interprétation juste du personnage de Calisto selon l’esprit de Rojas et de son devancier." Pero una matización: no según el espíritu de Rojas -al cual jamás de los jamases tendremos por desgracia franco acceso-, sino según lo que en el texto se encuentra. Claro que lo que en el texto mismo se encuentra puede ser obscurecido o confundido si se parte de una tesis inadecuada que haya que demostrar al precio que sea. Refiriéndose al pasaje (VIII, 2220-222) en que Pármeno se burla de la obscura retórica de Calisto ("Dexa, señor, essos rodeos, dexa essas poesías, que no es fabla conveniente la que a todos no es común, la que todos no participan, la que pocos no entienden. Di: aunque se ponga el sol, y sabrán todos lo que dizes.") Bataillon sugiere que "Rojas se moque lui aussi du maître par la bouche du valet" (p. 112); pero, ¿cómo ha podido penetrar el crítico en la mente del escritor? ¿No es más sencillo ver lo que hay, es decir la reacción de un criado, hombre del pueblo, frente a las florituras retóricas del señorito?

(46).- El empleo por parte de Calisto de esta retórica cortés no es muy diferente de la del español de hoy cuando, para referirse a su esposa, la llama "mi señora", sin ser consciente de la larga tradición ni de la original motivación de dicha fómula de tratamiento. Por otro lado, para nosotros, Calisto no es una parodia del amante cortés del mismo modo en que se dice, y con razón en ese caso, que Don Quijote es parodia del caballero andante. La diferencia es sustancial: Don Quijote se propone en serio ser un caballero andante y resucitar sus ideales; Calisto, en cambio, en ningún momento aspira a realizar el paradigma del amor cortés: sólo utiliza, a lo sumo, y sólo en determinadas ocasiones, su utillaje retórico.

(47).- Sabemos, por ejemplo, que la vida amorosa "real" de Petrarca nada tenía que ver con Laura.