Día era de los Reyes Este romance, recogido
en el llamado Cancionero de 1550, recrea el tema de
las quejas de doña Jimena, tema que aparece
tratado también en otros tres romances viejos:
Cada día que amanece (publicado en el Cancionero
de romances s.a. de Martín Nucio), En Burgos
está el buen rey (incluido por Timoneda en su
Rosa española) y Rey que non fase justiçia
(recogido en el Ms. II-1520 de la Biblioteca del Palacio
Real de Madrid, ms. de principios del siglo XVI que
contiene la llamada Celestina de Palacio). El tema
ha pervivido en la tradición oral moderna.
(Para las distintas versiones del mismo en la tradición
oral de Marruecos pueden verse Bénichou [1968b,
págs.32-34] y Armistead y Silverman [1977, págs.29-32].
Estos últimos incluyen un texto facticio elaborado
a partir de las distintas versiones modernas conocidas).
Día era de los reyes presenta la recreación
antigua del tema más acabada. Por esto, y porque
es el romance recogido en la mayoría de las
antologías recientes (Díaz Roig [1984,
págs. 136-137], Débax [1982, págs.195-198],
Di Stefano [1993, págs.344-347 -incluye también
Rey que non fase justiçia], Díaz-Mas
[1994, págs.94-96 y 422]), lo tomo aquí
como paradigma. Hay una edición sinóptica
de distintos romances sobre las quejas de Jimena en
Montaner Frutos [1992, págs.491-494]. y Cabalga
Diego Laínez Este romance tuvo un amplio y dilatado
(se siguó editando hasta bien entrado el siglo
XVIII) éxito editorial. Cito por la versión
del Cancionero de romances s.a., que es la ofrecida
por Débax [1982, págs.192-195], Di Stefano
[1993, págs.347-350] y Díaz-Mas [1994,
págs.97-99 y 422]. Algunos de sus versos han
pervivido en la tradición oral moderna, incluidos
en otros romances del Cid (sobre este particular pueden
verse Mariscal de Rhett [1989] y, sobre todo, Bénichou
[1968a]). son de los pocos romances cuyo origen épico
puede constatarse en un poema conservado. Aunque
no es probable que ninguno de los dos derive directamente
de las Mocedades de Rodrigo (MR) LLamo MR al poema
épico de la segunda mitad del siglo XIV tal
y como ha llegado hasta nosotros., lo cierto es que
el parentesco entre los tres textos parece indudable
A pesar de la opinión de Díaz-Mas [1994,
pág.94], para quien los dos romances derivan
directamente de las MR, la mayoría de estudiosos
consideran que éstos proceden bien de la perdida
*Gesta de las mocedades de Rodrigo (*Gesta), bien de
un "texto intermedio" entre ésta y
las MR. Así, por ejemplo, Menéndez Pidal
[1953, pág.220] afirma que "ambos romances
derivan (...) de una versión del Rodrigo distinta
de la conservada y distinta de la prosificada en la
Crónica de 1344 y en la Particular del Cid (...).
La versión conservada, aunque no es fuente
de los romances, sino colateral de ellos, pues anda
fuera de la línea directa de la tradición,
contiene (...) muchos versos tradicionales".
De parecida opinión es Deyermond [1969, pág.15],
para quien la fuente de los romances es "a lost
version of the epic, later than that prosified in the
CrC [Crónica de Castilla] and Cr1344 [Crónica
de 1344], but earlier than the extant MR". Sostienen
una postura similar Victorio [1982 -con matices, pues
considera que MR y los romances derivan directamente
de la *Gesta]; Carlos y Manuel Alvar [1991, págs
102-103 -Carlos Alvar opina que del/de los texto(s)
intermedio(s) derivarían también las
prosificaciones cronísticas]; y Montaner Frutos
[1988 y 1992]. Se aparta de esta postura Montgomery
[1984], que defiende: a)la poligénesis de MR
a partir de textos de índole diversa y de muy
distintas épocas (lo que explicaría la
heterogeneidad del poema épico en el estado
en que ha llegado hasta nosotros); b)la compleja y
diversa índole de la relación entre MR,
romances sobre la juventud del Cid y crónicas,
que imposibilita el establecimiento de una sola trayectoria
y de un único texto original en la transmisión
literaria de las mocedades de Rodrigo; y c)la dependencia
mutua entre romances y MR, en un constante ir y venir
de fragmentos desgajados de la gesta, reelaborados
y vueltos a insertar en ella o transmitidos de forma
independiente.
Resumiendo (generalizando y simplificando, pues) la
postura mayoritaria sobre el particular, la transmisión
literaria de las mocedades del Cid se podría
plasmar en el siguiente esquema:
1.*Gesta (formada ya en la última década
del siglo XIII o en la primera del siglo XIV, aunque
algunos autores (Armistead [1978, págs.318-319
y 324-325] y Victorio [1982, pág.XVII]) consideran
que el material recogido en la Primera Crónica
General implica la existencia de una versión
primitiva de la gesta que estaría ya en circulación
hacia 1250-1260), de la que derivarían por separado:
1.1. Crónica de Castilla y Crónica de
1344; y
1.2. Texto(s) intermedio(s) perdido(s), de los que surgirían
como ramas independientes:
1.2.1. MR (h.1360)
1.2.2. Romances; y
1.2.3. Las versiones de Lope García de Salazar
(Libro de bienandanzas y fortunas -h.1471) y de la
ampliación anónima del Compendio historial
de Diego Rodríguez de Almela (1504-1516)
Para una descripción más detallada y matizada
de la tradición literaria de la juventud del
Cid en la Edad Media puede verse Armistead [1978],
con una exhaustiva, aunque abierta y marcadamente neotradicionalista,
aproximación al tema, y Clavero [1994, págs.
135-140]. Armistead propone una transmisión
más sutil y detallada que la aquí expuesta.
Por otra parte, los romances épicos plantean
el mismo problema que aquellos que relatan un suceso
histórico. En nuestro caso, como se ve, los
poemas parecen proceder de un texto épico y
no de versiones cronísticas, a pesar de que,
según señala Clavero [1994, págs.357-364],
no sea fácil determinar si, en su conjunto,
los romances sobre las mocedades de Rodrigo se sirven
como base de un relato en verso o en prosa, y a pesar
de que tampoco sea posible desdeñar la importancia
de la tradición contenida en los manuscritos
cronísticos a la hora de estudiar los romances
épicos. El éxito y la razón de
ser a lo largo del tiempo de los romances cidianos
podrían deberse, de un lado, al atractivo que
ejercía la figura del Cid y, de otro, a la reelaboración
y adaptación que de ella se hace en los romances
"hasta producirse (...) el hecho (...) de que
un héroe medieval puede ser héroe visible
de todas las épocas" (Maldonado [1966,
pág.10]).. No quiero decir con esto que exista
una relación orgánica estrecha entre
la épica y el género romancístico
en su conjunto. Mi propósito sólo es
mostrar cómo, en este caso concreto, a partir
de un cierto material épico se originan, como
composiciones estructuralmente diferentes, dos romances.
En este sentido, se observa, en primer lugar, que Día
era... y Cabalga... mantienen la misma rima que los
fragmentos de MR emparentados con ellos (vv.363-408
y 409-432 De la ed. de Carlos Alvar y Manuel Alvar
[1991]. Cito siempre por esta edición., respectivamente).
Día era... comienza con asonancia en "a-o",
que cambia a "a-e" a partir del v.5 (del
v.7 en adelante debe haber "-e" paragógica,
aunque ésta se represente gráficamente
sólo a partir del v.31). Tanto el cambio de
asonancia como la "-e" paragógica
vienen propiciados por el modelo épico, de la
misma forma que la rima en "a-o" de Cabalga...
Además, hay en el poema épico y en los
romances palabras coincidentes en posición de
rima: "madre" (Día era..., v.5/MR,
v.368); "padre" (Día era..., v.6/MR,
v.370); "mano" (Cabalga..., v.1/MR, vv.425,
426 y 427); "lozano" (Cabalga..., v.15/MR,
v.422).
En segundo lugar, se aprecian también coincidencias
verbales significativas entre MR y, fundamentalmente,
Cabalga... Hay también un parecido notable entre
MR, v.379 ("datme a Rodrigo por marido, aquel
que mató a mi padre") y la verbalización
de la petición de Jimena en Rey que non fase
justiçia (v.11): "Diésesmelo por
marido, aquel que mató a mi padre". La
versión de Día era... se aparta más
del modelo épico: "al Cid que mató
a mi padre dámelo tú por igual"
(v.24). Esto podría hacernos pensar bien que
Cabalga... y Día era... proceden de ramas distintas
de una misma tradición, bien que ambos derivan
de una misma rama que mantendría, en el plano
formal, más puntos de contacto con MR en el
relato del encuentro entre Rodrigo y el rey que en
el de las quejas de Jimena. :
Las coincidencias entre los romances citados y las MR son lo suficientemente amplias como para pensar que los tres textos derivan de fuentes idénticas o muy similares. Éstas tuvieron que ser uno o varios textos perdidos, seguramente posteriores a las versiones cronísticas incluidas en CrC y Cr1344, ya que en éstas faltan los puntos 3, 5, 7, 8, 9, 10, 11, 12 y 13 del esquema anterior, y 2 y 14 aparecen modificados Pueden verse Menéndez Pidal [1953, págs.219-220]; Victorio [1982, págs. XXXIII-XXXIX]; Montaner Frutos [1992, esp. pág.490, en la que edita el fragmento de la CrC correspondiente a las quejas de Jimena] y Clavero [1994, págs.185-186].. Por otro lado, las coincidencias verbales y de rima apuntadas hacen pensar que la base inmediata de Día era... y de Cabalga..., tal y como han llegado hasta nosotros, sería una obra en verso (difundida oralmente o por escrito), o bien (hipótesis más improbable) un texto en prosa perdido, del que no se han conservado noticias, que habría mantenido muchas de las características formales del poema épico que prosificaba (rimas, ciertas expresiones "popularizadas" por la tradición, versos enteros del original, etc.).
No obstante también hay entre MR y los dos romances algunas diferencias de detalle, y otras motivadas por las características propias y distintivas de las formas literarias a las que pertenecen y por los diferentes contextos históricos en los que surgen. Entre estas diferencias destacan las siguientes:
1. Día era... y Cabalga... forman una secuencia
narrativa, como ya indicó Menéndez Pidal
[1953, pág.220]. La carta del rey y el recelo
que ésta provoca en Rodrigo y en su padre (Día
era..., vv.31-39) hacen comprender mejor tanto el desplazamiento
del héroe acompañado de sus huestes,
como su actitud hostil al inicio de Cabalga... (vv.1-10).
De hecho, Día era..., vv.32-39, podría
muy bien ser el inicio y haber formado parte de este
último poema en algún momento de su transmisión.
Ahora bien, esta secuencia narrativa comienza "in
medias res" y acaba de forma abrupta Menéndez
Pidal [1953, pág.220] cree que la separación
de ambos romances se debe al "gusto fragmentarista
del siglo XVI". A las razones estilísticas
y de transmisión de los textos, algunos han
añadido otras de índole histórico-social
para explicar el carácter fragmentario del género
romancístico. Así, según Rodríguez
Puértolas [1992, pág.56], "la forma
truncada de tantos romances, su fragmentación
(...) corresponde a una cosmovisión":
la procedente de la descomposición del feudalismo
y de la crisis de valores religiosos, políticos
y sociales que acarreó. El individuo, según
esta teoría, habría dejado de sentirse
seguro como parte integrante de un orden social y cósmico,
y ello habría dado paso al surgimiento de un
sentimiento de inseguridad, soledad e incomunicación
que tendría su correlato en el plano formal
de la creación literaria. El romancero se convierte
así en "la historia de una frustración.
La del ser humano en un momento de crisis religiosa,
política y social, histórica" (ibidem,
pág.61). .
En cuanto a la "pre-historia" de los romances,
MR relata las causas que producen el enfrentamiento
entre los bandos de los Gormaz y de los Laínez
y la muerte del padre de Jimena, que da pie a la reclamación
de ésta. Nada hay, pues, en el poema épico
que contradiga el comienzo de Día era...
Por el contrario, el final de Cabalga... parece, a primera
vista, incompatible con el desarrollo de la historia
que presenta MR. En esta obra, el rey, tras ser insultado
y amenazado públicamente por Rodrigo, le propone,
de forma bastante inconsecuente, el matrimonio con
Jimena. El joven héroe no rechaza abiertamente
la propuesta, pero, a diferencia de las versiones cronísticas,
en las que la acepta de buena gana, la condiciona a
una hipotética victoria en cinco lides campales.
En Cabalga..., el final trunco, en el que Rodrigo
sale airadamente de la corte con sus huestes, transformadas,
como por arte de magia, de un acompañamiento
festivo en un auténtico escuadrón de
combate, parece negar la posibilidad de matrimonio.
Ya Menéndez Pidal [1953, pág.221] señaló
la superioridad del "enigmático final"
de Cabalga... sobre el legendario, transmitido por
MR, pero sin explicar las causas de la transformación
ni sus implicaciones. Para Di Stefano [1986, págs.557-559]
este desenlace sería la consecuencia del deseo
de autorrealización característico de
la juventud literaria y legendaria del héroe,
plasmado en una insumisión social y familiar
que provoca el desenlace frustrado de la (auto)marginación
del protagonista (similar, por ejemplo, al de En Santa
Gadea de Burgos, vv.28-40). En esta línea,
y siguiendo los pasos de Rodríguez Puértolas
(ver [1992] y n.8), Montaner Frutos [1992, págs.487-488]
sugiere que el final de Cabalga... reflejaría
la nueva concepción individualista del hombre
(ausente en la *Gesta y en las crónicas, subyacente
en MR y llevada a sus últimas consecuencias
en los romances).
En mi opinión, este tipo de explicaciones podría
completarse con otra más inmediata: en el momento
en que el episodio relatado en el romance se separa
de la obra épica y a medida que la nueva composición
va adquiriendo forma y cobrando vida independiente,
surge la posibilidad de nuevos desenlaces que, dadas
las características de los romances, habrán
de ser breves, y no tendrán por qué coincidir
exactamente con el de un referente cada vez más
lejano.
Lo dicho hasta ahora puede explicar, creo, el distinto
final de Cabalga... y de su episodio gemelo en MR sin
poner en entredicho el parentesco entre los dos textos.
Lo que, sin embargo, sigue resultando enigmático
es la contradicción (ahora en el plano del romance
considerado como texto en sí mismo y no en el
de las relaciones intertextuales) entre los versos
iniciales y finales de Cabalga... Los trescientos
engalanados acompañantes de Diego Laínez
se convierten en hombres armados al mando de Rodrigo,
que "si bien vinieron vestidos volvieron mejor
armados/y si vinieron en mulas todos vuelven en caballos"(vv.42-43).
Díaz-Mas [1994, pág.99, n.] hace notar
que el cambio de señor implica un cambio de
actitud hacia el rey: sumisión (Diego Laínez)/rebelión
(Rodrigo). En cuanto a la transformación de
las cabalgaduras, Montgomery [1984, pág. 124]
la explica como una reminiscencia del trasfondo mítico
(un rito de iniciación guerrera) de los episodios
que nos ocupan9. Montgomery [1984] opina que los episodios
que nos ocupan tienen un muy remoto origen mítico
en un rito de iniciación para el joven guerrero
practicado en las primitivas sociedades indoeuropeas.
Tal rito aparecería ya en un relato legendario
sobre el dios Indra en las Vedas hindúes, y
posteriormente sería recogido por Tito Livio
en la leyenda de los tres Horacios y en un fragmento
de una saga medieval irlandesa sobre las mocedades
de Cú Chulainn. Este origen mítico,
apenas perceptible en los romances en casos como el
que acabamos de citar, sí que sería aún
bastante evidente, según Montgomery, en MR..
Por su parte, Di Stefano [1993, págs.349-350,
n.] cree que Cabalga..., de forma alusiva y elíptica,
insinúa el botín de una hipotética
victoria militar de Rodrigo sobre el rey. La transformación
de los acompañantes y de sus cabalgaduras sería,
pues, una imagen que, además de otorgar una
estructura circular a la composición, actuaría
anafóricamente, sugiriendo y anticipando al
receptor el resultado de un previsible enfrentamiento
posterior a lo narrado en el romance. La sugerente
lectura de Di Stefano incluso podría poner en
contacto este poema con aquellos romances novelescos
en los que aparecen transformaciones (mucho más
elaboradas) con valor simbólico.
2. Por otra parte, la explicación de Díaz-Mas
sobre el significado metafórico del cambio de
señor encaja muy bien con los cambios en el
carácter del personaje de Rodrigo en su paso
de la *Gesta a los romances.
El joven héroe de Día era... y de Cabalga...
se caracteriza por su aparente comportamiento antisocial
en tres ámbitos:
a)familiar: falta de respeto hacia su padre e insolidaridad
con los suyos;
b)político-social: insumisión a la autoridad
real; y c)sexual: quizá, acoso y vejaciones
sexuales.
Ninguno de estos tres rasgos de la etopeya de Rodrigo
(tan distinto del protagonista del Poema de mio Cid)
aparece en CrC o en Cr1344. MR incorpora ya la figura
de un héroe caracterizado, al menos en un primer
momento, por su rebeldía, su desmesura y su
insolencia10. Estos rasgos extremos tradicionalmente
atribuidos al héroe de las MR han sido matizados
por diversos autores, como Victorio [1982, págs.
XIV-XV] o, más recientemente, Serrano Asenjo
[1996]. Este último rechaza convincentemente
la imagen de un Rodrigo insensato, insolente y diametralmente
opuesto al Cid maduro, a la luz de la transformación
experimentada por el personaje a lo largo de las MR,
que le llevará de negarse a rendir vasallaje
a Fernando I a convertirse de hecho en su mejor vasallo.
Estamos de acuerdo con la opinión de Serrano
Asenjo. Sin embargo, los textos épicos y romancísticos
que nos ocupan aquí corresponden a una primera
etapa en la evolución del personaje, caracterizada
sin duda por una radical insumisión a la autoridad
real., mostrando así una tendencia a la exageración
que, al parecer, se acentúa conforme avanzamos
en la tradición literaria de la juventud del
Cid en la Edad Media Algunos estudiosos explican estos
rasgos del héroe por el carácter de épica
decadente de MR (así Deyermond [1969, págs.21-22
y passim], quien, sin embargo, añade los gustos
personales del autor, el hecho de que Rodrigo sea joven
y la necesidad de sorprender al receptor como otros
factores que contribuyen a producir el cambio en el
comportamiento literario de Rodrigo, sin desetimar
tampoco la influencia del contexto histórico
en esta transformación). Otros (Montaner Frutos
[1992], por ejemplo) prefieren acudir a explicaciones
de tipo histórico-social, y niegan que MR sea
una muestra de la decadencia de la épica..
Sin embargo, sólo la insumisión a la
autoridad del rey está presente en el pasaje
de MR que se corresponde con lo narrado en Día
era... y Cabalga... No obstante, MR también
presenta a un Rodrigo con un comportamiento desmesurado
en el plano sexual, por ejemplo cuando, en el v.992,
propone al rey que afrente a Francia deshonrando a
la hija del conde de Saboya. Y aun esta conducta aparece
en el poema épico compartida por Diego Laínez
y Rodrigo. En MR el héroe se niega (como en
Cabalga...) a besar la mano del rey. También
aparece aquí el incidente relacionado con la
espada de Rodrigo que "espanta" al monarca,
aunque en la gesta (vv.425-432) el rey parece asustarse
sólo por el tamaño de la espada y no
(como ocurre en Cabalga...) porque Rodrigo le amenace
con ella. Pero la actitud de Diego Laínez en
el poema épico dista mucho de ser la del vasallo
sumiso y subordinado al joven héroe del romance.
De hecho, es el padre de Rodrigo el que, tras recibir
la carta del rey y sospechar una traición (motivo
que en Cabalga... apenas si se puede intuir) aconseja
a su hijo:
al rey que vos servides, servillo muy sin arte,
assí vos aguardat dél commo de enemigo
mortal (MR, vv.394-398)
Con estos consejos no es de extrañar que las
huestes que acompañan a Rodrigo en el poema
épico, a diferencia de lo que ocurre en el romance,
marchen bien armadas (MR, vv.409-412) y con las instrucciones
(MR, vv.413-420) de responder violentamente a cualquier
agresión del rey. Además, las recomendaciones
de Diego Laínez nos hacen sospechar que su gesto
de besar la mano del rey en MR esconde una actitud
que no es en absoluto sumisa.
Por contra, en el romance no podemos dudar de la sincera
sumisión del padre de Rodrigo. Su figura queda
empequeñecida ante la del hijo (Clavero [1994,
págs. 151-168]). Así, en Cabalga...,
vv.4-10, mediante una (según definición
de de Chasca [1972, pág.21]) "enumeración
de elementos alternantes contrapuestos", muy similar
a la de Castellanos y leoneses, vv.26-32, se contrasta
la singular e insolidaria figura de Rodrigo con una
masa indiferenciada entre la que se encuentra su padre
Clavero [1994, pág.153]; ver también
de Chasca [1972, págs.22-23] y Martin [1978].
. La desaparición de la autoridad paterna
se hace más evidente si tomamos en cuenta la
recriminación de Rodrigo a Diego Laínez
en Día era..., v.34: "Malas mañas
habéis, conde, no vos las puedo quitare".
La respuesta del joven héroe al ofrecimiento
de su padre de acudir ante el rey en su lugar adquiere
así un sentido irónico: "Nunca
Dios atal quisiese ni Santa María lo mande,/sino
que adonde vos fuéredes que vaya yo delante"
(Día era..., vv.38-39 -el subrayado es mío).
Es, pues, evidente el carácter insumiso del Rodrigo
de los romances tanto hacia el rey (igual que en en
el pasaje correspondiente de MR) como hacia su padre
(a diferencia de lo que ocurría en el poema
épico). La figura de Diego Laínez casi
desaparece (cosa que no ocurría en la gesta)
ante la poderosa individualidad del joven héroe,
que viene a asumir las funciones de aquel. Este comportamiento
antisocial en los ámbitos familiar y político-social
puede corroborarse también por la lectura divergente
que del romance hacen los dramaturgos de los Siglos
de Oro, por un lado, y la tradición oral moderna,
por otro. Así, los vv.38-39 de Cabalga... ("Por
besar mano de rey no me tengo por honrado,/ porque
la besó mi padre me tengo por afrentado"),
ya presentes en MR, se encuentran aún hoy en
algunas versiones del Destierro del Cid entre los judíos
sefardíes de Marruecos como expresión
fosilizada y descontextualizada de esa doble insumisión
Ver Bénichou [1968a] y Mariscal de Rhett [1989].
Bénichou, que rastrea en el romancero viejo
las diversas fuentes del romance de la tradición
oral moderna, pone de relieve cómo esos versos
se encuentran también en En Santa Gadea de Burgos
(vv.26-27). Para él, aunque no se puede saber
de dónde los ha tomado la tradición oral
moderna, "que esos dos versos pertenezcan primitivamente
a Cabalga Diego Laínez lo demuestra tanto su
presencia en la Crónica Rimada como su relación
lógica con todo el pasaje, cuyo tema es precisamente
la repugnancia de Rodrigo a besar la mano del rey como
acaba de hacerlo su padre. En cambio, en el romance
de la Jura (...) la presencia de esos versos se justifica
mediocremente (...). En el Destiero del Cid marroquí
aparece [el dístico] todavía menos necesario
que en la Jura (...). Desligados de toda conexión
textual, esos dos versos no tienen lugar fijo en el
romance (...). De las seis versiones que conozco,
cuatro los tienen [los versos], pero cada una en un
sitio" (Bénichou [1968a, págs.25-27]).
Por su parte, Mariscal de Rhett [1989] considera que
la supervivencia en la tradición oral moderna
de romances como el Destierro del Cid sólo se
explica porque la exaltación del individualismo
de Rodrigo permite que la composición se acomode
a un nuevo sistema de valores que hace hincapié
en el esfuerzo personal del hombre que se vale por
sí mismo como camino para alcanzar una posición
de superioridad frente a los que detentan el poder
y la riqueza heredada.. Pero ésta desaparece
por completo en Las mocedades del Cid, de Guillén
de Castro (y también en El Cid de Corneille)
Castro (García Lorenzo [1984, págs.24-26])
construye su obra sobre más de una docena de
romances del ciclo cidiano, incluso incluye algunos
en su "comedia", como veremos en el caso
de Día era... Sin embargo, no toma en absoluto
en consideración Cabalga... El héroe
rebelde de este romance (y también de las MR)
es sustituido por otro que acata por encima de todo
las voluntades de su padre y del rey. Así,
por ejemplo, deja que Diego Laínez le muerda
un dedo (para probar su valentía) sin apenas
rechistar (vv.462-471). Y no sólo no se niega
a besarle la mano al rey, sino que lo hace repetidas
veces en la obra y no se cansa de decir, en público
y en privado, cosas como "!Besaré lo que
ha pisado/quien tanta meced me ha hecho [el rey]"(vv.30-31);
"En mi tendrá vuestra Alteza/para todo
un fiel vasallo" (vv.120-121); o "Tu mano
[del Rey]/honre al que a tus pies se humilla"(vv.2461-2462).
Para Rodiek [1995, págs. 130 y ss.] es evidente
que esta transformación en el carácter
del héroe viene determinada por los cambios
históricos. La monarquía autoritaria
del siglo XVII no habría permitido que se paseara
sobre las tablas un vasallo como el Rodrigo del romancero.
Lo mismo se puede decir en el caso de la obra de Corneille
(pueden verse Rodiek [1995, págs. 183 y ss.]
y Seguela [1986]).. Si la tradición oral moderna
retoma la rebeldía social del Cid y la transforma
en una exaltación del esfuerzo individual como
único camino para ascender socialmente y llegar
a imponerse a los representantes del poder heredado,
la ideología dominante del siglo XVII borra
del carácter del héroe nacional castellano
todo atisbo de rebeldía contra la autoridad
real.
Además, el receptor no puede dudar del carácter
antisocial de Rodrigo en los dos ámbitos señalados,
ya que éste viene apuntado por el narrador general
en tercera persona del romance y corroborado por las
acciones y las propias palabras de Rodrigo. No ocurre
lo mismo, sin embargo, con las alusiones a la conducta
sexual agresiva del héroe. Nada nos dice el
narrador principal sobre tal actitud y la conducta
y las palabras del héroe no la corroboran.
El receptor recibe toda la información a través
de Jimena (Día era..., vv.5-14). Y su testimonio
no es nada fiable, ya que, en primer lugar, aparece
como oponente de Rodrigo y, además, la retahíla
de agravios que enumera viene condicionada por la situación
particular en que se encuentra: cuanto más
graves sean las afrentas que diga haber sufrido de
Rodrigo, más obligado estará el rey a
impartir justicia.
En Día era..., pues, se amplía la gama
de agravios atribuidos al Cid (en MR sólo se
dice -y se relata previamente- que ha matado a don
Gómez de Gormaz y que ha hecho prisioneros a
los hermanos de Jimena) con varios de índole
sexual. Pero, en realidad, no sabemos si los ha cometido.
Probablemente, al desgajarse el romance del referente
épico y a medida que éste dejaba de tener
peso en la mente de los autores/receptores, se posibilitó
la "amplificatio" de los agravios. De hecho,
éstos (nuevo motivo para dudar de su veracidad)
parecen proceder de una contaminación con las
quejas de doña Lambra en Yo me estaba en Barbadillo
(vv.3-7). Y, aunque al insertarse en una nueva composición
(en la que, por lo demás, encajan muy bien Menéndez
Pidal [1953, II, pág.74] califica esta contaminación
de "muy impertinente", aunque "muy propia
de la tradición oral". No parece, sin
embargo, tan impertinente.) pueden adquirir un sentido
distinto, lo cierto es que en el romance del ciclo
de los Infantes de Lara las acusaciones eran falsas.
3. De hecho, el tratamiento del tema de las quejas de
Jimena y su petición de justicia mediante la
propuesta de matrimonio con Rodrigo en Día era...
ha sido una cuestión muy debatida por la crítica
Para MR y Día era... pueden verse Paludan [1926],
Bénichou [1953], McMullan [1979], Montgomery
[1984], Montaner [1992], Clavero [1994] y Rodiek [1995,
págs.79-94 -sólo para MR]. Para el tratamiento
de este tema en la tradición oral moderna, Bénichou
[1968b] y Armistead y Silverman [1977]. Para la revisión
que del tema hacen Guillén de Castro y Corneille,
Bénichou [1953], García Lorenzo [1984],
Seguela [1986] y Rodiek [1995]. .
En CrC y Cr1344 (también, probablemente, en la
*Gesta que prosifican), Jimena, como observa Montaner
[1992, págs.475-478], acude ante el rey a pedir
"merced" (no justicia) por la situación
de desamparo en que ha quedado después de que
Rodrigo matara a su padre (la acción de aquel
no parece, pues, considerarse un delito). Su petición
consiste en el matrimonio con el joven héroe,
matrimonio con el que se tendría "por mucho
honrada", ya que "su fazienda [de Rodrigo]
ha de ser en el mayor estado que de ningún hombre
de vuestro señorío Cito por la edición
de la CrC incluida en Montaner [1992, pág.490].".
Todo esto hace pensar que el motivo del casamiento
con el asesino del padre Los antecedentes y consecuentes
literarios de este motivo, así como su posible
relación con la realidad histórica, han
sido estudiados por diversos críticos. Paludan
[1926] cita una canción popular danesa en la
que aparece el motivo (La hija de Torben) y, aunque
no encuentra un fundamento jurídico que explique
el caso de Jimena en las antiguas leyes españolas,
sí señala un uso judiciario del derecho
consuetudinario de distintos países según
el cual un condenado a muerte podía conseguir
su libertad a petición de una joven que aceptara
tomarlo por marido (Jimena hará su propuesta
cuando el rey está a punto de (verse obligado
a) impartir justicia). Los dos temas (casamiento con
el asesino del padre y salvación del condenado
a muerte mediante la petición de matrimonio)
aparecen en la canción popular piamontesa La
Brunetta. Por otro lado, Paludan señala situaciones
análogas a la de las MR y Día era...
en obras posteriores (Afectos de odio y amor, de Calderón;
Ricardo III, de Shakespeare) y también en Le
chevalier au lion, de Chrétien de Troyes. Bénichou
[1953, págs.322 y ss.], que niega cualquier
relación del motivo del casamiento con el asesino
del padre con ninguna costumbre o norma jurídica
real, señala el parecido entre el episodio que
nos ocupa y el de la liberación de Fernán
González por doña Sancha en la leyenda
del conde castellano. Montaner [1992] ve también
paralelismos con Li contes del Graal y el Yvain, de
Chrétien de Troyes y con el Tractado de amores
de Arnalte y Lucenda, de Diego de San Pedro. Dolores
Clavero [1994, págs.166-167], tras señalar
concomitancias (ya apuntadas por Paludan) con la leyenda
de Judas o la "chanson" Depart des enfants
Aimeri, aporta una nueva referencia literaria: la
leyenda del nacimiento de Hércules, que, para
esta autora, influye en la creación de Día
era..., lo que supondría una ingerencia cronística
culta en la reelaboración del material épico
en este romance (ibidem, págs.360-362). Por
supuesto, el motivo se mantuvo, aunque en continuo
proceso de modificación, en obras posteriores
sobre el Cid (Rodiek [1995]). Entre ellas, Las mocedades
del Cid, de Guillén de Castro, que depende directamente
de los romances, y El Cid, de Corneille, que desciende
indirectamente de ellos a través de la "comedia"
del dramaturgo valenciano., tal y como aparece en CrC
y Cr1344 (y probablemente también en la *Gesta)
consiste simplemente en la petición (sin el
menor atisbo de venganza) por parte de Jimena de un
matrimonio compensatorio, método habitual de
justicia poética en los textos medievales.
Esta petición no resulta nada conflictiva,
como se demuestra por la asunción sin violencia
de su papel por parte de cada uno de los personajes
(el rey concede sin extrañeza a Jimena lo que
pide y Rodrigo acepta de buena gana -Montaner [1992,
págs.475-478 y 488-489]).
En MR Jimena se dirige al rey: "A vos que sodes
rey véngome a querellar;/señor, por merçed,
derecho me mandat dar" (vv.371-372). Se habla,
pues, ya de "querella" y se pide, aunque
de forma tímida, "derecho", lo que
implica, según Montaner [1992, pág.480],
que la muerte del conde, junto con el apresamiento
de sus hijos varones, se ve ya como un delito. En
este contexto, la petición de justicia de Jimena
pone al rey en un compromiso, ya que teme que los castellanos
se subleven si castiga a Rodrigo. La propuesta de
matrimonio (vista como un tanto sorprendente, aunque
muy oportuna, por Osorio, ayo del rey) no es una mera
compensación, sino también una venganza
(Jimena no la justifica porque así mejoraría
socialmente, sino como una forma de "assosegar
Castilla" -v.378). El hecho de que Rodrigo no
acepte la propuesta de buena gana vendría a
corroborar esta hipótesis. Parece, pues, que
la situación ha cambiado respecto de la que
mostraban CrC y Cr1344. Para Montaner [1992, págs.488-489],
"perdidos los valores que hacían posible
la asunción del matrimonio reparador, estas
reacciones [de los personajes] dan lugar a una dialéctica
cada vez más tensa, en la que el argumento preestablecido
contrasta (...) con las convicciones de la nueva época".
En Día era... los desajustes se hacen, según
Montaner [1992, págs.481-489], aún más
evidentes. En principio, Jimena pide claramente justicia
y la lista de agravios cometidos por Rodrigo se amplía
notablemente (vv.5-18). El conflicto que se le plantea
al rey por esta petición no es sólo político
(como en MR), sino también moral (vv.19-22).
Por otro lado, Jimena sigue justificando su solicitud
de matrimonio (vv.23-25) por razones de estado (como
en MR) y la reacción del rey ante esta petición
(Osorio no aparece en el romance) es claramente de
sorpresa (vv.26-31). El desenlace de la historia en
los romances (en este caso hay que buscarlo en Cabalga...)
no nos permite saber cómo habría aceptado
Rodrigo la propuesta.
Estas modificaciones del argumento preestablecido para
adaptarlo al nuevo contexto social y literario supondrían,
según Montaner [1992], la formación y
el desarrollo paralelos de los mitemas (ausentes en
las crónicas y la *Gesta, en embrión
en MR y presentes ya en Día era...) del héroe
turbulento (en todos los ámbitos, pero especialmente
en el sexual) y de la mujer impúdica que ayuda
a calmar al héroe (dada la extendida creencia
del debilitamiento del hombre producido por la vida
conyugal o, en general, por las relaciones sexuales).
En este nuevo contexto, la respuesta irónica
del rey a la propuesta de matrimonio de Jimena (Día
era..., vv.27-28) entroncaría con la línea
ideológica de los escritores misóginos
del siglo XV (Montaner [1992, pág.487]).
Para determinar si esto es así habría,
en primer lugar, que precisar el significado y alcance
de las nuevas quejas de Jimena y de su petición
de justicia y de matrimonio en Día era...
En cuanto a las primeras, McMullan [1979] ya señaló
el simbolismo sexual de las imágenes, para él
oníricas, del gavilán/halcón (=macho
agresor), de la paloma (=fidelidad y castidad femeninas)
y de la sangre salpicando la falda de Jimena (=pérdida
-querida o no- de la virginidad). También están
provistas de significado erótico las supuestas
amenazas de Rodrigo de "cortar mis haldas"
(v.12) y de "matar un pajecico so haldas de mi
brial" (v.14).
Según Montaner [1992, pág.484], las quejas
de Jimena aluden a una actuación presente de
Rodrigo que se queda en la provocación erótica
y a una hipotética acción futura que
implicaría ya la agresión sexual. No
estoy del todo de acuerdo con esta interpretación.
Para mí es significativo en este pasaje el
juego con los tiempos verbales. Jimena se queja (vv.5-14)
a)por lo que hizo Rodrigo (vv.5-6 --pretérito
indefinido);
b)por lo que hizo y continúa haciendo (vv.7-10
--pretérito indefinido y presente de indicativo,
respectivamente);
c)por lo que amenaza con hacer (vv.11-14 --pretérito
imperfecto de subjuntivo).
a) sería la queja que ya aparece en las crónicas
y MR: la muerte del padre (no se dice nada en el romance
del encarcelamiento de los hermanos) y c) alude a posibles
agresiones sexuales futuras. Sin embargo, b) no se
queda sólo en la provocación erótica,
sino que implica, creo, una agresión sexual
evidente. En este sentido, es significativo el contraste
del presente de indicativo (que Jimena utiliza para
referir aquellas acciones habituales de Rodrigo en
el momento actual: cazar con un gavilán/halcón
en su palomar) con el indefinido (que Jimena utiliza
en una ocasión para designar una acción
pasada de Rodrigo no habitual: "con sangre de
mis palomas ensangrentó mi brial" -v.10).
Se está aludiendo aquí a un acto que
ocurrió (sólo pudo ocurrir) una vez.
Si la interpretación de McMullan expuesta anteriormente
es correcta (y creo que sí lo es), se habrá
de concluir que Jimena está acusando a Rodrigo
de haber cometido y de seguir cometiendo no sólo
una provocación, sino una agresión sexual.
(En este sentido, es de notar el uso "anticortés"
que el romance hace del tópico de la caza de
amor (Montaner [1992, pág.485] y Devoto [1974]).)
Ahora bien, si parece claro que Jimena acusa a Rodrigo
de un delito de violación, lo que ya no lo es
tanto es si Rodrigo lo ha cometido en realidad o no.
Como hemos visto, Día era... y Cabalga... dejan
bien patente el comportamiento antisocial del héroe
en los ámbitos familiar y político-social,
ya que es el narrador principal del romance el que
lo declara y Rodrigo el que, mediante sus acciones
y sus palabras, lo corrobora. Sin embargo, sus supuestas
agresiones sexuales sólo aparecen puestas en
boca de un personaje, que además, en este momento
concreto, tiene interés en presentar al joven
héroe de una forma negativa ante el rey para
forzar a éste a "impartir justicia".
Nada dice el narrador general del romance sobre el
particular y nada hace Rodrigo (ni en los romances
ni en el material épico anterior) para corroborar
las palabras de Jimena, que se nos presenta, pues,
como una voz narrativa nada fiable. Si a esto unimos
la lectura que Guillén de Castro parece hacer
del romance (atribuyendo un valor onírico a
las palabras de Jimena Ed. de García Lorenzo
[1984], vv.1973-2012. Guillén de Castro (y,
tras él, Corneille) introduce en su comedia
los temas típicos del teatro barroco del amor
y de la honra, lo que le permite escenificar el conflicto
entre deber/ámbito de lo público y deseo/ámbito
de lo privado: Jimena y Rodrigo están enamorados
antes de que éste se vea obligado a matar al
Conde Lozano para lavar con sangre una afrenta a la
honra. A partir de aquí es Jimena la que se
debatirá entre el deber (vengar la muerte de
su padre) y deseo (amor por Rodrigo). Bénichou
[1953, págs.329 y ss. y 335] hace ver cómo
esta solución típicamente barroca respeta
lo esencial de la tradición, que es a la vez
lo más irracional y lo que la hace más
atractiva (el matrimonio con el asesino del padre),
a la vez que supone un desarrollo lógico de
la leyenda, sólo en embrión en los romances,
que, si bien alivia la conciencia (el amor justifica
que Jimena se case con el asesino de su padre), en
el fondo degrada moralmente al personaje femenino,
pues éste quebrantará la ley moral no
ya por su situación de desamparo o por razones
políticas (como, según se ha visto, ocurre
en crónicas, romances y MR), sino para satisfacer
su pasión amorosa.
El dramaturgo valenciano pone en boca de su protagonista
femenina, glosándola (los vv.1977-1984 son una
clara reelaboración barroca culta), la parte
de Día era... que recoge las quejas de Jimena
y su petición de justicia:
Cada día que amanece,
veo quien mató a mi padre,
cavallero en un cavallo,
y en su mano un gavilán.
A mi casa de plazer,
donde alivio mi pesar,
curioso, libre y ligero,
mira, escucha, viene y va,
y por hazerme despecho
dispara a mi palomar
flechas, que a los vientos tira,
y en el corazón me dan;
mátame mis palomicas,
criadas y por criar;
la sangre que sale de ellas
me ha salpicado el brial.
Embiéselo a dezir,
embióme a amenazar
con que ha de dexar sin vida
cuerpo que sin alma está.
Rey que no haze justicia
no devría de reynar,
ni pasear en cavallo,
ni con la Reyna folgar. (Mocedades del Cid, vv.1973-1996)
Esta inclusión del romance (un tanto "acortesado")
en la obra provoca serios desajustes, si se ha de interpretar
literalmente. En primer lugar, Rodrigo no puede entrar
cada día en casa de Jimena porque está
desterrado (vv.1785-1790). En segundo lugar, la advertencia
al rey de que no debería "con la Reyna
folgar" si no imparte justicia no se sostiene
literalmente, puesto que la reina ha muerto (vv.1827-1829).
De ahí que Diego Laínez explique estas
palabras de Jimena como un sueño: "que
lo que agora dixiste/sospecho que lo soñáys
(...)./Lo havréis soñado esta noche/y
se os figura verdad"(vv.2001-2002 y 2005-2006).
Jimena mantiene en público la veracidad de
sus quejas, pero en un aparte (v.2014) confiesa al
espectador que todo es simulado. ) y el hecho ya señalado
del carácter de "contaminación"
de las quejas, se podría concluir que las acusaciones
de la futura esposa de Rodrigo no tienen por qué
ser realesNo sería la primera vez en la tradición
literaia de las mocedades del Cid que el personaje
de Jimena no dice (toda) la verdad. Como hace notar
Serrano Asenjo [1996, pág.166], en MR las acusaciones
de Jimena ante el rey son sólo verdades a medias:
es cierto que Rodrigo mató a don Gómez
de Gormaz, pero fue en justa lid; y es cierto que
el joven héroe ordenó encarcelar a los
hermanos de Jimena, pero también lo es que posteriormente
pidió a Diego Laínez que los liberara.
. Para mí son, más bien, una invención
con la que provocar las dudas del rey y conseguir un
objetivo preestablecido: el matrimonio con Rodrigo.
Esta opinión vendría corroborada, creo,
por el carácter mucho más imperativo
que en MR (vv.371-372) de la imprecación de
Jimena al rey. La enumeración paralelística
de acciones que un rey no debe llevar a cabo si no
hace justicia (vv.15-18) tiene una larga tradición
literaria, además de ser eco de ciertas formas
de execración que aparecen en los documentos
medievales y de una costumbre de juramentos que se
daba en la realidad (Montaner [1992, págs.485-486],
Díaz-Mas [1994, pág.95, n.] y Débax
[1982, pág.198, n.]). En el contexto del romance
parece una letanía que Jimena llevaba preparada
de antemano con el fin de suscitar dudas, de carácter
político y moral, en el rey, y de poderle sugerir
así una solución que también parecía
tener pensada antes de entrevistarse con el monarca:
el matrimonio con Rodrigo.
En Día era... esta solución pone sobre
el tapete el motivo del matrimonio con el asesino del
padre, como ya ocurría en las crónicas
y en MR, con la novedad, respecto de los antecedentes,
de que aquí el enemigo aparece también
acusado de delitos sexuales. Pero si, como hemos visto,
esta acusación es falsa, ?a qué responde?
Para Montaner [1992, pág.484] y Di Stefano
[1993, págs.347-348, n.] la vinculación
en el romance entre la denuncia de (supuesta) agresión
sexual y la petición de matrimonio presenta
a una Jimena que "pide, en cierto modo, participar
del ardor del héroe en razón del mutuo
aplacamiento de sus ansias". Sin embargo, me
parece que los críticos han pasado por alto
el hecho de que conocemos lo que Jimena nos cuenta
sólo a través de un narrador no fiable
y que, por tanto, ese supuesto ardor sexual no tiene
por qué ser "real". Nadie puede negar
a la protagonista femenina un carácter activo,
emprendedor, inteligente, que ya poseía en las
crónicas y en MR, pero que se acentúa
en Día era... Como apunta Ratcliffe, refiriéndose
a MR, esta Jimena [1992, pág.974] es "lista
e impávida frente a la autoridad (...), una
mujer completa". Pero yo no la veo vinculada
al tipo de mujer lasciva, incapaz de resistir, por
la "debilidad consustancial" atribuida a
la mujer, a la provocación erótica de
Rodrigo y a sus propios impulsos libidinosos, con el
que la asocia Montaner [1992, pág.489]. Me
parece que Jimena está más en la tradición
de la mujer fuerte, brava, inteligente y activa (también,
pero no sólo, en el plano sexual), que en la
de las mujeres lujuriosas y culpables presentadas por
los moralistas del siglo XV. Estos cambios en el carácter
de Jimena, personaje menos central que Rodrigo y cuya
evolución es, por tanto, más fácilmente
asumible que la de éste (Ratcliffe [1992]),
cuadrarían muy bien con el individualismo de
la nueva situación histórica y con la
posible existencia de un público femenino deseoso
de personajes de mujeres con rasgos fuertes y activos.
En este contexto, el comentario irónico del
rey ("siempre lo oí decir y agora veo que
es verdad:/que el seso de las mujeres que no era natural"
-Día era..., vv.28-29), con el que salva la
extrañeza que le produce la petición
de matrimonio y trata de hacer aceptable el desenlace
(Bénichou [1953, pág.327]), me parece
más próximo a la exclamación machista
popular que a la crítica culta del moralista
misógino medieval. Jimena, pues, parece tener
desde el principio muy claro qué persigue y
cómo ha de conseguirlo. La explicación
a su propuesta de matrimonio habría que buscarla
no sólo en la lógica interna del romance
en sí (compensación por la pérdida
del padre, resolución de un conflicto político,
satisfacción de un presunto impulso incontrolado,
etc.), sino también a la luz de la propia tradición
literaria, que impone un desenlace (el matrimonio)
y presenta a un héroe que, si bien en el contexto
aislado del romance no parece muy atractivo, en el
conjunto de la tradición es difícilmente
resistible. En este sentido, Jimena y el receptor
conocen más datos de los que nos proporciona
el romance y su "pre-historia". Conocen
la "post-historia" del Cid. Y saben que
nadie podrá "cazar" (no es casual
que Jimena utilice el tópico de la caza de amor
en sus acusaciones) un mejor "partido" que
aquel que se convertirá en el héroe nacional
castellano por excelencia. Teniendo, pues, en cuenta
el contexto global de la tradición literaria
cidiana en el momento en que circulaba el romance,
no parece tan ilógico que Jimena Gómez
pida a Ruy Díaz en matrimonio, aunque éste
haya matado a su padre y aunque tal solicitud pueda
resultar inmoral a un lector actual. 4. Día
era... y Cabalga... presentan, además de las
señaladas, otras diferencias de detalle respecto
de sus episodios gemelos en MR. Así, por ejemplo:
a)Día era... comienza (vv.1-4) con una localización
temporal que falta en MR y que parece un inicio típico
de romance.
b)La acción se sitúa en los romances en
la corte del rey en Burgos (Cabalga, v.12). MR la
sitúa en Zamora (v.365). Para Clavero [1994,
pág.153] este cambio podría explicarse
como un ejemplo más de la tendencia del romancero
a la castellanización de los temas épicos.
Por otro lado, tampoco es de extrañar que la
figura del Cid se asocie a la región burgalesa.
Sin embargo, en el Libro de bienandanzas y fortunas
(LBF) la acción transcurre también en
Burgos. Sería asimismo posible, pues, que Cabalga...
dependiera de un texto que utilizara material semejante
al reflejado en LBF (Clavero [1994, pág.153]).
c)Por último, el padre de Jimena se llama Gómez
de Gormaz en CrC, Cr1344 y MR. En Día era...
Jimena se apellida Gómez, pero a su padre se
le llama "Lozano" (v.3), en una conversión
de un epíteto épico (ver MR, v.422, por
ejemplo) en un nombre propio que hará fortuna
(Guillén de Castro llama también "Lozano"
al personaje del padre de Jimena en las Mocedades del
Cid).
En suma, las coincidencias formales y de contenido entre Día era...-Cabalga... y MR muestran que los romances se originan a partir de un material épico muy similar al utilizado por el autor del poema extenso. Las diferencias apuntadas (comienzo "in medias res" y final abrupto; cambios en el carácter de Rodrigo y de Jimena; abreviación de diversos pasajes y ampliación de otros; modificaciones de detalle; etc.) no contradicen esta opinión. Al desgajarse los romances del material épico original y conformarse como textos con vida independiente, pero sometidos a las líneas maestras de un esquema argumental prefijado, se producen ciertos desajustes que se habrán de explicar e interpretar teniendo en cuenta tanto la especificidad de los poemas del nuevo género, como el distinto contexto histórico del que surgen y la tradición literaria (anterior, contemporánea y posterior) en la que se insertan.
Pablo Ancos García
NOTAS
BIBLIOGRAFÍA
This page was created using TextToHTML. TextToHTML is a free software for Macintosh and is (c) 1995,1996 by Kris Coppieters
Alvar, Carlos y Alvar, Manuel, Épica medieval
española, Madrid, Cátedra, 1991.
Armistead, Samuel G., "The Mocedades de Rodrigo
and Neo-Individualist Theory", Hispanic Review,
XLVI (1978), págs.313-327.
Armistead, Samuel G. y Silverman, Joseph A., Romances
judeo-españoles de Tánger (recogidos
por Zarita Nahón),Madrid, Cátedra-Seminario
Menéndez Pidal, 1977, págs.29-32.
_____, Judeo-Spanish Ballads from Oral Tradition, I.
Epic Ballads, Berkeley-Los Ángeles-Londres,
University of California Press, 1986.
Bénichou, Paul, "El casamiento del Cid",
Nueva Revista de Filología Hispánica,
VII (1953), págs.316-336.
_____, Creación poética en el romancero
tradicional, Madrid, Gredos, 1968 (esp. el cap.I, "El
destierro del Cid", págs.13-31).
_____, Romancero judeo-español de Marruecos,
Madrid, Castalia, 1968, págs.32-34.
Castro, Guillén de, Las mocedades del Cid, ed.
de Luciano García Lorenzo, Madrid, Cátedra,
1984.
Chasca, Edmund de, "Pluralidades anafóricas
en la estructura de Cabalga Diego Laínez y resumen
de las técnicas enumerativas en el romancero
del Cid", Revista de Estudios Hispánicos
(Puerto Rico), 1-4 (1972), págs.21-32.
Clavero, Dolores, Romances viejos de temas épicos
nacionales. Relaciones con gestas y crónicas,
Madrid, Ediciones del Orto, 1994 (esp. págs.
1-14, 135-140, 151-168, 183-190 y 357-363).
Corneille, Pierre, El Cid, ed. de Ana Seguela y trad.
de Carlos R. de Dampierre, Madrid, Cátedra,
1986.
Débax, Michelle(ed.), Romancero, Madrid, Alhambra,
1982.
Devoto, Daniel, "El halcón castigado",
en Texto y contextos. Estudios sobre la tradición,
Madrid, Gredos, 1974, págs.138-149.
Deyermond, Alan D., Epic Poetry and the Clergy: Studies
on the <<Mocedades de Rodrigo>>, Londres,
Tamesis Books, 1969.
Díaz-Mas, Paloma (ed.), Romancero, Barcelona,
Crítica, 1994.
Díaz Roig, Mercedes, El romancero y la lírica
popular moderna, México, El Colegio de México,
1976 (esp. pág.177).
_____ (ed.), El romancero viejo, Madrid, Cátedra,
1984.
Di Stefano, Giuseppe, "Siluetas cidianas en los
<<romances viejos>>. (Unas notas)",
en Philologica Hispaniensia in honorem M. Alvar, Madrid,
Gredos, 1986, vol.III, págs.553-562.
_____ (ed.), Romancero, Madrid, Taurus, 1993.
Lapesa, Rafael, "La lengua de la poesía
épica en los cantares de gesta y en el romancero
viejo", en De la Edad Media a nuestros días,
Madrid, Gredos, 1971, págs.9-28.
Maldonado, Felipe C.R. (ed.), Romancero del Cid, Madrid,
Taurus, 1966.
Mariscal de Rhett, Beatriz, "De reyes y vasallos:
el Cid en el romancero oral moderno", en El Romancero.
Tradición y pervivencia a finales del siglo
XX (Actas del IV Coloquio Internacional del Romancero),
Cádiz, Fundación Machado-Universidad
de Cádiz, 1989, págs.101-110.
Martin, George, "Idéologique chevauchée.
Approche intertextuelle de la structure idéologique
d'un romance historique traditionnel", en L'idéologique
dans le texte (Textes hispaniques). Actes du 2ème
Colloque du Séminaire d'Études Littéraires
de l'Université de Toulouse-Le Mirail (1978),
Toulouse-Le Mirail, Université, 1978, págs.165-195.
McMullan, S.J., "Epic, Ballad, Drama: The <<Mocedades
del Cid>>", en Belfast Spanish and Portuguese
Papers, Belfast, The Queen's University of Belfast,
1979.
Menéndez Pidal, Ramón, Romancero Hispánico
(Hispano-portugués, americano y sefardí),
Madrid, Espasa-Calpe, 1953, 2 vols. (esp. v.I, págs.219-221
y vol.II, págs.74-75).
Montaner Frutos, Alberto, "La *Gesta de las mocedades
de Rodrigo y la Crónica particular del Cid",
en V. Beltrán (ed.), Actas del I Congreso de
la Asociación Hispánica de Literatura
Medieval. Santiago, 1985, Barcelona, PPU, 1988, págs.431-444.
_____, "Las quejas de doña Jimena: formación
y desarrollo de un tema en la épica y en el
romancero", en Actas del II Congreso Internacional
de la Asociación Hispánica de Literatura
Medieval, Alcalá de Henares, Universidad de
Alcalá de Henares, 1992, vol. II, págs.475-507.
Montgomery, Thomas, "Las Mocedades de Rodrigo y
los romances", en Josep Maria Solà-Solé:
Homage, Homenaje, Homenatge, Barcelona, Puvill, 1984,
Vol.III, págs.119-133.
Paludan, H.A., "La fille épouse le meurtrier
de son père. Remarques sur quelques <<romances>>
danois et espagnols", Revista de Filología
Española, XIII (1926), págs.262-278.
Ratcliffe, Marjorie, "Jimena: historia y ficción",
en Actas del II Congreso Internacional de la Asociación
Hispánica de Literatura Medieval, Alcalá
de Henares, Universidad de Alcalá de Henares,
1992, vol. II, págs.673-682.
Rodiek, Christoph, La recepción internacional
del Cid. Argumento recurrente-contexto-género),
Madrid, Gredos, 1995 (esp. págs.54-56, 79-94,
118-119, 130-143 y 180-212).
Rodríguez Puértolas, Julio (ed.), Romancero,
Madrid, Akal, 1992. Serrano Asenjo, J. Enrique, "Aspectos
de la organización interna de las Mocedades
de Rodrigo", Bulletin of Hispanic Studies, LXXIII
(1996), págs. 159-170.
Vaquero, Mercedes, "El cantar de la Jura de Santa
Gadea y la tradición del Cid como vasallo rebelde",
Olifant, XV, n(o)1 (1990), págs. 47-84.
Victorio, Juan (ed.), Mocedades de Rodrigo, Madrid,
Espasa-Calpe, 1982.
Original file name: ROM.DOC (convertido) - converted on Friday, 13 June 1997, 12:25