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LA COMEDIA DE LOS MENENNOS

 

Traduzida por Juan Timoneda
y puesta en gracioso estilo y elegantes sentencias.

 

[Escudo con la siguiente inscripción:

La moneda es un metal,

que haze bien y mucho mal.]

 

Son interlocutores las personas siguientes:

 

CASANDRO, padre de Audacia
AUDACIA, su hija
MENENNO, casado con Audacia
TALEGA, simple de Casandro
DOROTEA, ramera
AVERROIZ, médico
LAZARILLO, su criado
MENENNO, mancebo
TRONCHON, esclavo de Menenno

 

Año MDLIX

 

/fol. aj v/

ntroito y argumento

 

de tres pastores y el Dios Cupido, los cuales
salen cantando esta canción

 

CUPIDO, Dios de amor
GINEBRO, pastor
CLIMACO, pastor
CLAUDINO, pastor

 

Oye, Cupido, señor,
no te quexes de pastores,
qu'el remedio de amador
es dezir mal de amor
y a la fin morir de amores.

Cupido

Atrevidos y enamorados pastores ¿de dónde os vino tanta osadía que recostados en vuestras cabañas y con gran descuido osássedes ultrajar mi divinidad? Y pues con mi potencia os he traído a este lugar, cada uno dé razón de sus quexas para que se haga justicia.

Ginebro

Dios y señor Cupido, a mí ningún perjuizio me tienes hecho, antes bivo con gran contentamiento.

Claudino

Yo con gran descontentamiento.

Clímaco

Yo con mucho más.

Cupido

Sepamos la causa.

Claudino

Yo te la contaré, muy alto Cupido. Ha de saber tu magestad que, viéndonos heridos de tu mano Ginebro, Clímaco y yo, /fol. aij r/ de amores de la muy hermosa zagala Temisa, acordamos, por quitarnos de renzillas y cordojos, de presentarnos delante su agraciado conspecto para que dixesse ella misma a cuál de nosotros escogía por su requebrado.

Clímaco

Y porque, encumbrado Cupido, mejor lo comprehendas, has de saber que primero cada cual de nos contó en su presencia las gracias de que era dotado.

Cupido

Sepa yo qué gracias le proposastes.

Claudino

Yo le dixe: Amantíssima zagala, sábete que soy tan esforcegudo que por mis fuerças soy temido en toda Estremadura de los más valientes zagales, por lo cual pretiendo que me has de escoger por tu servidor.

Clímaco

Yo le dixe: Oye, zagala de bel parescer, tú sabrás qu'en toda la mesta no se hallará zagal tan franco y liberal como yo. Y porque nasce esta virtud de ánimo generoso y grande, creo que me rescibirás por tu zagal, dexando a cualquier d'essotros.

Ginebro

Yo le dixe: Requebrada pastora, sabrá tu hermosura que la cosa de que yo más me precio es de ser prudente y sabio, en tanta manera que primero que hable ni ponga por obra ninguna cosa, tengo gran cuenta con el fin d'ello, y porque a quien esto tiene /fol. aij v/ no le puede ser dañosa la próspera ni adversa fortuna, deves rescebirme por tu requebrado.

Cupido

En fin, ¿a quién escogió?

Clímaco

A Ginebro, por mi mala suerte.

Ginebro

A mí, porque assí convenía.

Claudino

A ti, que nunca deviera.

Cupido

Antes sabiamente escogió la zagala.

Clímaco

¿Por qué?

Cupido

Yo te lo diré. Para que la muger discreta quiera bien, has de saber que no son bastantes las fuerças de Hérçules ni las liberalidades del magno Alexandre.

Claudino

¿Sino, qué, señor Cupido?

Cupido

Saber virtuoso, honesta conversación, continua criança, amor luengo, zelar la honra. Todas estas cosas bien alcançadas sólo el verdadero saber las alcança.

Clímaco

Ahí te aguardava, Cupido. Si los amores son luengos passa peligro que se descubran, y si son descubiertos síguense grandes peligros.

Claudino

Dize la verdad.

Clímaco

Di, para ello, ¿qué remedio dará el sabio?

Claudino

Por cierto ninguno. Antes el esforçado y liberal terná ganados amigos que le favorezcan en semejantes peligros.

Cupido

Bien paresce que sois pastores. Havéis de saber que al verdaderamente sabio nin-/fol. aiij r/ -guna cosa d'éssas le falta: él es esforçado en refrenar sus ojos, mandándoles que no miren a quien bien aman, si por mirar se ha de seguir escándalo; es más que liberal en no dar parte de sus secretos cuando vee que no conviene. Y havéis de saber que los amigos adquiridos por esfuerço y liberalidad suelen faltar muchas vezes a sus amigos en las necessidades, porque faltando el interesse y esfuerço con que fueron ganados faltan ellos también.

Clímaco

Tienes razón. Vencido nos has, ¡oh, alto Cupido! y damos por buena la eleción que hizo la sabia pastora Temisa.

Claudino

Lo que te suplicamos agora es que nos buelvas a nuestras acostumbradas cabañas y prazenteros sombríos.

Cupido

Soy contento, mas primero quiero que narréis lo que os encomendó el autor al entrar de la puerta.

Ginebro

Que somos contentos.

Clímaco

Sapientíssimos auditores, nuestro Autor os dessea paz y salud tan larga como la vida de Matusalén, y os haze saber cómo quiere, por daros plazer y regozijo, representar una comedia de Plauto llamada de los Menennos. Pídeos por merced qu'estéis atentos, qu'en breves palabras se os dirá el argumento.

/fol. aiij v/

Claudino

Quítate allá; déxamelo començar a mí.

Clímaco

Comiença ya.

Claudino

Sabrán vuestras reverencias que en la ciudad de Sevilla hovo un rico mercader llamado Menenno, el cual tenía dos hijos nascidos de un parto. Eran tan semejantes en la forma y gesto que muchas vezes la misma madre que los havía parido tomava el uno por el otro.

Ginebro

Vino a caso que, siendo estos dos hermanos de edad de quinze años, cargó el padre una nave de muchas mercadurías para Levante, y, llevando consigo uno de sus hijos, llamado Menenno, se partió, dexando el otro con su madre Claudia.

Clímaco

Siendo embarcado, fuele la fortuna tan contraria que tres días y tres noches corrió por la tempestuosa mar sin saber a dónde ivan, y a la fin vino a dar en una peña de la isla Conejera, a donde todos perescieron, ecepto el hijo Menenno, el cual, abraçado con una tabla, vino a tomar tierra en el cabo de Cullera.

Claudino

El desdichado mancebo vínosse a Valencia, a donde assentó por criado de Casandro, mercader de mucho trato y biudo, el cual, teniendo no más de una hija, a cabo de tiempo la casó con él en pago de sus buenos servicios.

/fol. aiiij r/

Ginebro

La desventurada madre, sabiendo en Sevilla las tristes nuevas, y creyendo ser todo perescido, puso nombre Menenno al hijo que le quedava, por el amor que tenía al hijo y marido ya defuntos.

Clímaco

De manera, señores, que ambos a dos hermanos, porque mejor lo entendáis, se llamavan Menennos.

Ginebro

Muerta la madre, el Menenno sevillano, certificado por un adevino que su hermano era bivo y qu'estava en España, determinó de ir a buscallo con un esclavo suyo, y a cabo de tiempo aportó en Valencia, a donde por sus medios se vernán a conoscer, como aquí claramente verán los que atender quisieren.

Claudino

Nosotros no podemos atender.

Cupido

Ni quiero que atendáis, sino que nos vamos cantando.

Clímaco

Vamos.

 

Canción

 

Quien falsario y ciego me llama,
bien es el pecho que yo le abra.

Quien ama sin ser amado
meresce ser desamado,
y ésse tal enamorado
con éste que descalabra,
bien es el pecho que yo le abra.

 

Escena primera