Capítulo LXXVI: De la embaxada qu’el príncipe don Félix embió al rey de Francia y de lo que le respondió; y de la embaxada que así mismo embió a España.
Estando las cosas en el estado que la crónica nos ha contado, acordaron el príncipe don Félix y su suegro con los altos varones de su consejo de embiar una embaxada al rey de Francia y otra al de España. Y para la de España fue el almirante Litardo, para le pedir ciento y cinquenta naves de sus reynos para hazer la guerra al rey de Francia y sus aliados. Y así como lo pidía se la concedió el rey de España y le embió todas aquellas naves a punto de guerra, y bastecidas de muy escogida gente y armas. Y con su persona y estado se ofrescen entrar por Francia en el punto que supiesse qu’el príncipe don Félix passava en Francia.

Y al duque Laterio embió por embaxador al rey de Francia y al Dalfín; y después que /67-r/ fue acordado lo que les avía de dezir mandó llamar al duque Laterio en presencia de los altos hombres de aquel reyno y le dixo:

-Duque, primo: el rey, mi señor, y yo, con los de nuestro consejo, avemos acordado que vays en Francia y digáys al rey Ricardo que ya sabe cómo todo lo que él possee es de la corona y casa de Inglaterra y derechamente pertenesçe al rey, mi señor, y después de sus días a la princesa Dorendayna, mi muger. Y que hasta aquí su Alteza ha avido por bien de le dexar en ello por amor de la reyna Silona, su hermana, muger que fue del dicho Ricardo; y que agora quiere lo que es suyo y le pertenesçe.

>>Por ende que le conviene hazer una de tres cosas: o que cada un año le dé él un tercio de todo lo que rentaren los reynos y señoríos de Francia, juntamente con la obidiencia y reconoscimiento de la superioridad, y que todas las vezes que fuere llamado de paz o de guerra venga a le servir a él y a esta casa con su persona y poder, o embíe el Dalfín con su gente; o que dentro de cinquenta días venga a la corte de Londres y ponga su persona y lo demás en las manos y determinación del rey y se avrá con él como con deudo y amigo, y se moderarán las parias y el reconoscimiento para que la cantidad sea menor; o que en el mismo tiempo de los dichos cinquenta días dexe libre y desembargado el reyno. Donde no, que se apreciba a defenderse lo mejor qu’él pudiere, porque la guerra se le hará a fuego y a sangre, como lo verá muy presto.

>>E al Dalfín le dezid que bien sabe a lo que se obligó, y que dentro del mesmo tiempo cumpla lo que en Albania me prometió como prisionero. Donde no, que se tenga por dicho que en ningún tiempo hallará perdón de sus culpas. Y como ayáys dicho aquesto en presencia de los más que se ofrescieren, dezildes que dentro de terçero día os den por respondido, para no pedírsela más. Y partíos luego, y venid con lo que os dixeren o no, que Dios lo proveerá, y dará a cada uno el pago conforme a sus méritos.

El duque Laterio tomó por escripto todo lo que le era mandado que hiziesse y luego puso en obra su camino. Y fue en la corte de Francia y embió a dezir al rey cómo el rey de Inglaterra y el príncipe don Félix le embiavan a él con cierta embaxada, que viesse quándo la quería oýr. Y el rey respondió que luego. E assí fue el duque a se la dar.

Y estando allí el Dalfín y los más principales señores y grandes y perlados de Francia, el duque Laterio refirió con muy gentil semblante y como varón todo lo que le era mandado que dixesse al rey y a su hijo, el Dalfín. Y en la misma hora le dieron la respuesta, y el rey dixo:

-Si vuestro señor, el príncipe don Félix y heredero del imperio que se dize y llama sin haver causa para ello, conosciera mi poder, no se atreviera a embiarme a dezir ninguna cosa de las que avéys dicho. Mas yo le quitaré de trabajo de venir a buscarme: antes d’essos cinquenta días que él dize yo seré en Inglaterra de manera que le pese averme combidado a batalla. E esto le podéys dezir a él y a su suegro, y que el Dalfín yrá comigo y le responderá de guisa que le parezca otra cosa que torneos y justas. Y aprenderá a gastar en la guerra y verá que es de otra manera que hazer muchas bodas. Y yo las celebraré allá de forma que todos sus novios se espanten y vos con ellos, pues vos soys d’ellos.

Estonces el duque Laterio le dixo:

-Señor, vos no tenéys razón de alargaros en palabras, pues os combida para obras. Si allá fuére- /67-v/ -des, vos veréys qu’el rey y los novios os saldrán a recebir, y yo de los primeros. Y si no fuéredes, veniros han a buscar, qu’esto es lo que se os certifica y yo os asseguro de su parte. Y cessen las razones hasta el tiempo en que bien parezcan.

Y dicho esto, se salió de la sala sin más hablar ni hazer otra cortesía ni demostración d’ella, y en la misma ora cavalgó y se partió para la corte de Inglaterra.
 

Capítulo LXXVII: De cómo el duque Laterio tornó en Inglaterra y dio la re[s]puesta de su embaxada, y lo que suçedió d’ella.

El duque Laterio no tardó en el camino muchos días porque, como traýa ya en su ánimo parte de la enemistad con franceses, anduvo todo lo que pudo. Y llegado en Londres refirió al príncipe don Félix y al rey de Inglaterra la re[s]puesta que les embiava el rey de Francia y el Dalfín.

Y luego otro día siguiente se pregonó la guerra a fuego y a sangre, y en menos de veynte días tuvo allegados lxxx. mill combatientes, la más luzida gente que hombres vieron en campo. Y en este tiempo llegaron quinze mill hombres del rey de Escocia, su cuñado, y otros diez mill del Cavallero Bravo de Yrlanda. Y en esse punto se dio muy gran diligencia a embarcar toda esta gente en muchos navíos que tenían prestos.

Y aún no eran casi embarcados quando llegaron las naos y armada de España, en que avía ciento y ochenta velas, y venían en ella treynta mill hombres de hecho, de la qual venía por capitán general el infante Godofredo, hermano del rey de España; el qual descendió en Antona y luego fue por tierra hasta Londres, donde el rey de Inglaterra y el príncipe don Félix y el rey de Escocia estavan. Y les ofresció aquella armada, y junto con esto los certificó que ya el rey, su hermano, con ciento y veynte mill hombres de pie y de cavallo entrava por Francia; y que ordenassen lo que quisiessen qu’el infante hiziesse con su gente y armada, la qual traýa pagada por un año.

El príncipe don Félix y los reyes rescibieron al infante Godofredo como a tan gran persona se requería, y holgaron mucho con su venida. Y acordaron luego que toda la gente y estos príncipes se fuessen a embarcar, y que los lxxx. mill hombres ingleses y veynte mill de los que traýan el rey de Escocia y el Cavallero Bravo saliessen en tierra con estos reyes y príncipe don Félix; y que todo el restante de la gente fuessen con el infante Godofredo y con el almirante de Constantinopla y el duque Laterio. Y que saltassen en Bretaña .xxv. mill o treynta mill hombres, y con ellos el infante y el duque Laterio; y que en la mar quedasse con el armada y restante de gente el almirante, y quemasse y destruyesse todo lo que por la mar y costas de Bretaña hallasse.

E acordado esto, luego se puso por obra. Y antes que fuessen passados quarenta y cinco días todo este exército ordenado como [es] dicho estava puesto en tierra de Francia, y los reyes y el príncipe y toda la gente ovieron tan próspero passaje que sin ningún riesgo ni contradición de la mar ni de la tierra ni de tiempo descendieron debaxo de Calés, que a la sazón era de franceses y no tan fuerte ni importante cosa como es al presente. E assentaron real en los llanos de Gravelingas, que es del condado de Flandes y está a dos leguas de Calés, la qual aquel mismo día se rindió. Y allí ordenaron estos príncipes lo que entendían hazer en su conquista, como se dirá adelante.

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Capítulo LXXVIII: Cómo el príncipe don Félix y el rey de Inglaterra, su suegro, y el de Escocia, ordenaron con entera determinación el camino y forma que se devía seguir en aquella guerra.

Tomada aquella plaça de Gravelindas, qu’es del condado de Flandes, el qual conde a la sazón era con Francia, no acordaron de sse ocupar en tomar aquel condado, sino de seguir su camino para París. Mas pareçióles que era razón que Calés se tomasse y que no tardase en cercarla una parte d’este gran exército, quedando allí en persona el rey de Inglaterra con diez mill hombres, que bastavan, y con el artillería que conviniesse para esto; y que el príncipe don Félix y el rey de Escocia fuessen adelante con toda la otra gente. Y así se hizo, porque aquel passo era muy nescessaria cosa que se asegurase. Y como a la sazón no era Calés tan fuerte cosa como es agora, dentro de seys días la tomó.

Y así yva el príncipe don Félix tomando quanto topava, y lo más d’ello o todo sin dar lançada. Y tomó a Boloña y Guinez, y Hamez y otras villas, y a Tornay, donde acordó de esperar al rey, su suegro. Y allí les vino nueva cómo el rey de Francia y el duque de Borgoña y el conde de Flandes y el duque de Bretaña y el duque de Saboya y el duque de Millán estavan ya cerca de Ras y venían con más de setenta mil hombres de pie y de cavallo. Y que el Dalfín era ydo a la parte de Bretaña, y con él su hijo mayor del duque de Bretaña con otros veynte mill hombres a resistir el armada y gente que con el infante de España yva por aquella parte. Y que el duque de Urliens era ydo con quarenta mill hombres a la frontera de España, por donde los españoles entravan con su rey en Francia.

Pero todas estas nuevas no dieron turbación al príncipe don Félix ni enflaquescieron su ánimo, porque todo lo que passava lo sabía por sus anillos y espejo; y d’estas joyas y propiedad d’ellas no dava parte ni comunicava con persona ninguna, sino ayudávase d’ellas secretamente, y proveýa lo que convinía como prudente.

Y antes que de Tornay partiessen, que fue desde a cinco días, les vino nueva que el infante y Laterio avían desbaratado en la costa de Bretaña, dentro en tierra ocho leguas, al Dalfín, y que con gran daño de los franceses y bretones se avía el Dalfín retraýdo una jornada atrás; lo qual puso mucho ánimo y coraje a los ingleses.
 

Capítulo LXXIX: Cómo el príncipe don Félix y el rey de Inglaterra y el d’Escocia partieron de Tornay y de cómo dieron la batalla al rey de Francia, el qual fue preso en ella y desbaratado.

Luego que aquesta nueva llegó de la victoria del infante d’España y del duque Laterio, partieron el rey de Inglaterra y el príncipe don Félix y el rey de Escocia la vía de donde el rey de Francia venía, muy poderoso, contra ellos. Y desde allí de Tornay llevavan aquesta orden, que el rey de Escocia yva en la avanguarda, y el príncipe don Félix yva tras él con el mayor número de la gente; y en la retroguarda yva el rey de Inglaterra.

Y topáronse estos dos exércitos en un muy hermoso campo y de /68-v/ buena dispusición para darse la batalla. Y al tiempo que se vieron, que fue en esclaresciendo el día, en esse punto los unos y los otros començaron a gran priessa de ordenar sus gentes. Y la gente inglesa se puso en cinco batallas, y en cada una d’ellas avía doze mill combatientes o más. Y los franceses se pusieron en otras cinco, y en cada una d’ellas avía catorze o quinze mill hombres, porque eran más gente. Pero como eran de diversas lenguas, no eran tales como sus contrarios.

Y luego començaron a mover las unas batallas contra las otras y se travó la más cruda y ensangrentada jornada que jamás pudo acaescer. Y perdiendo los unos, ganando los otros y así peleando sin momento de descanso duró esta batalla casi hasta ser bísperas, sin que pensasse ninguno d’estos exércitos ser vencedor ni perder la vitoria. Y desde aquesta ora en adelante se conoçió mucha mejoría en los ingleses y començaron a retraerse los franceses; pero el príncipe don Félix les dio tanta priessa, así en saber usar de su gente como con las grandes cosas que su persona hazía, que los puso en huýda. Y duró el alcançe quatro leguas, el qual siguieron el príncipe don Félix y el rey de Escocia. Y quedó en el campo firme el rey de Inglaterra autorizando la vitoria y recogiendo los que podían ser de los suyos, y prendiendo y matando todavía de los franceses.

Y, según el coronista Listario afirma, murieron más de xl. mill hombres de los franceses y fueron presos más de veynte mil, y pocos más de quinze mill se salvaron; y no murieron quatro mill de los ingleses. Fueron presos el mismo rey de Francia, el qual prendió el Cavallero Bravo de Yrlanda, y si no se diera a conoscer le matara; y assí mismo fue preso el conde de Flandes y el duque de Millán. Y murieron en la batalla el duque de Saboya y el de Bretaña, y el de Borgoña.

Y essa misma noche los vencedores se recogieron y estovieron en el campo, assegurando su vencimiento y gozando de su vitoria los ingleses con su rey y príncipe. Y solamente fue conoçido essa noche el rey de Francia, y no lo quiso ver el príncipe don Félix ni el rey de Inglaterra. Y el rey de Escocia lo tuvo consigo essa noche y le hizo curar y bien tratar.

Y otro día de mañana, recogiendo el campo y reconosciendo los prisioneros, se hallaron presos el conde de Flandes y el duque de Millán, y otros cavalleros muy principales franceses. Y luego mandaron el rey de Inglaterra y el príncipe don Félix que con suficiente guarda de gente de armas los passassen en Inglaterra. Y así se hizo, y los pusieron en el castillo de Dobra por entonces. Y los reyes siguieron su camino derecho para la ciudad de París.

Y como el Dalfín supo que su padre avía seýdo desbaratado y vencido y preso, acordó de venirse a poner en las manos del rey de Inglaterra y del príncipe don Félix. Y para esto el infante le dio seguridad y le prometió que, si se yva derecho a los dichos rey y príncipe, qu’él cessaría y no yríe adelante con la gente que tenía.

Y así se fue luego el Dalfín y alcançó al rey de Inglaterra a una jornada de París. Y derechamente se fue a él y se puso en su merced y en la del príncipe don Félix, los quales lo reçibieron bien, aunque no avía causa para ello. Pero como el príncipe don Félix siempre fue misericordioso, ovo por bien que lo rescibiessen. Y embiaron a dezir al infante que hiziesse embarcar la gente de los españoles y que en buena ora se bolviessen en España, y que el almirante y el duque Laterio se viniessen a París, y así lo hizieron. La qual ciudad de sí misma ya havía embiado a dezir al rey de Inglaterra y al príncipe que entrassen en ella y la rescibiessen, y que les daría la obidiencia.

Y assí entraron en París con la gente que les paresçió, triunfando de su victoria. Y toda la /69-r/ otra gente de pie y de cavallo de su exército se apossentó alrededor de la ciudad por los villajes. Y desde a dos días que estovieron en París estos príncipes, con mucho triunfo y gloria el rey de Inglaterra se coronó por rey de Francia.

Y desde allí embió a rogar al rey de España que se tornase en sus reynos. El qual avía ya ganado más de veynte leguas de tierra dentro en Francia y avía quemado a Narbona y metido a espada a otros pueblos, y avía desbaratado a los franceses que yvan contra él con el duque de Urliens. Y el rey de España se tornó en sus reynos con su gente. Y desde París se tornó el infante con muchas joyas y presentes que le dieron el rey de Inglaterra y el príncipe don Félix, y quedó muy asentada y confederada perpetua amistad con España.

Y desde a muy pocos días después qu’esto passó acordaron de llegar en Ytalia, donde ya el gran sacerdote o Sumo Pontífice avía embiado comissión a su delegado para coronar al príncipe don Félix por emperador de Constantinopla a causa que poco antes vino nueva que Ponorio, su padre, era fallescido; al qual tenía pensamiento don Félix de hazer emperador en sus días. Y de allí de París partieron, y con estos señores el gran sacerdote de Inglaterra, el qual vino allí después que París se tomó. Y juntos se partieron para Ytalia después que dexaron las cosas de Francia asentadas y los castillos y fuerças y justicia y gente de armas en poder de personas quales para esto convenían. Y quedó por governador de Francia el duque Laterio.

Y así como se movieron para yr este camino, luego se les dio el estado de Saboya y el de Millán; y ellos se los dieron a los hijos de los duques que se avían hallado en la batalla campal donde murieron, y los reçibieron con toda benignidad. Y así mismo se les dio todo lo restante de Ytalia sin romper lança. Y creciendo siempre su triunfo llegaron en Setorma, donde a la sazón era pontífice Jurán; el qual recibió a estos reyes como a hijos y personas tan grandes.

Y luego el quinto día se coronó por emperador don Félix y determinó de hazer su asiento por algún tiempo en aquella ciudad. Y a cabo de tres meses que allí estavan el emperador y su suegro murió el pontífice Jurán, y fue elegido por voto y consentimiento de todos los sacerdotes por Summo Pontífice el gran sacerdote de Inglaterra.

Y desde a pocos días el rey de Francia, alias de Inglaterra, se tornó para sus reynos, y el emperador, su yerno, pasó al imperio. Mas antes qu’el uno del otro se despidiesen, el emperador don Félix rogó al rey de Francia, su suegro, que se oviesse piadosamente con los presos y con el Dalfín; y él se lo prometió, pero que avía de ser en su presencia, y en tornándole Dios del imperio.

Y el rey se tornó derechamente a París, a donde hizo venir su muger y a la emperatriz Dorendayna, su hija, y a la duquesa Fulgencia, y el emperador y el almirante, su marido. Y assí lo hizieron. Y lo alcançaron en Nápoles, donde estovieron cerca de tres meses aderesçando de sse embarcar. Pero después, mudado de consejo, se fue a Brundusio.
 

Capítulo LXXX: Cómo el emperador de Constantinopla passó en Albania a hazer las obsequias de Ponorio, su padre, y dende passó al imperio; y de lo que en él hizo.

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En Brundusio se embarcó el emperador y passó en pocos días en Albania, donde el rey, su tío, lo salió a rescebir dos jornadas, y con el príncipe Alberín y todos los otros grandes y señores de aquellos reynos. Y aunque avía poco tiempo que su padre del emperador era fallescido, mucho consuelo puso a todos su venida, en especial a la duquesa, su madre; la qual, como avía mucho tiempo que no lo havía visto hasta aquella ora, y lo veýa venir el mayor señor del mundo, mucho gozo sintió su ánima con su hijo, el emperador don Félix, y así mismo todos aquellos reynos; porque quando venció los torneos, solamente una ora o dos estuvo con ella y su padre, según queda ya dicho en el capítulo .xxxxvi. Luego se renovaron las obsequias y sacrificios de Ponorio y se solemnizaron muy sumptuosa y largamente.

Y allí estuvo en esto quatro meses y más, por dar plazer a su madre y a la princesa, su hermana, y a sus tíos y primos. Y dexó muy ordenada y honrrada la casa de la duquesa, su madre, la qual quiso retraerse luego en un monesterio de religiosas, porque ya era muger de edad. Mas por esso no quiso el emperador que sus criados la dexassen de servir, y él tomó cuydado de todos ellos y los mandó gratificar muy bien a todos los que a Ponorio y a la duquesa avían servido. Y así mismo fizo crecidas merçedes a Rodoal, su mayordomo mayor, y a todos los otros criados que este emperador don Félix dexó en aquella corte quando se partió d’ella con Laterio solamente.

Y fecho esto se partió para el imperio, y como yva por todas las villas y ciudades principales visitándolas y en todas ellas jurándole por emperador, en especial en las que eran cabeça de provincias, algunos días tardó hasta llegar en Constantinopla. Y allí hizo cortes, y tardaron en llegarse a ellas tres meses; a las quales vinieron todos los reyes y altos hombres que eran sujebtos al imperio, y todas las comunidades embiaron sus procuradores.

Y en estas cortes hizo marqués a Risponte, el qual avía dexado por capitán general; y al rey de Egipto, que avía dexado por presidente, le hizo muchas merçedes y le dio una gran provincia muy buena, que se añadió entonces en la corona egipcia. E porque avía días qu’el rey de Egipto no avía ydo a su reyno, le dio licencia para que fuesse a ver su estado, y le dio muchas joyas y dozientas mill monedas de oro para casar una de sus hijas. Y en aquellas cortes hizo hazer mucha justicia y guardar derecho a muchos.

Y estuvo en el imperio tiempo de dos años sin tener guerra con ninguna naçión comarcana ni estraña. Y en este tiempo fue tan molestado y rogado de la emperatriz, su muger, y del rey de Francia y Inglaterra, su suegro, con sus cartas, para que los viesse, que él determinó de tornar en Inglaterra y estar allá algún tiempo, y traer consigo a la emperatriz, su muger, para residir y estar en su imperio y señorías.

Pero antes que se partiesse dexó por governador del imperio al duque Laterio, que ya era tornado de Francia; y dexó por capitán general del imperio al almirante Litardo; y hizo presidente al marqués Risponte. Y desque ovo dexado assí ordenadas todas las cosas del imperio, se despidió de todos los altos hombres y les dixo qu’él se yva en Inglaterra para traer a la emperatriz y venirse de asiento con ella a residir en su imperio y señorío.
 

Capítulo LXXXI: Cómo le vino nueva al emperador que en la grandíssima ciudad de Setorma tenía mucha contención el Summo Pontífice con algunos sacerdotes poderosos; y de lo que en esto suçedió y se hizo a causa del emperador.

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Estando para se partir el emperador, llegó un correo por el qual supo cómo en la grandíssima ciudad de Setorma avía muchas differencias y división entre el Summo Pontífice y los otros perlados, a causa qu’el Summo Pontífice que abitava en la parte oriental de Europa era muerto, y por su fin fue elegido el gran sacerdote de Apolo. Y los otros sacerdotes, a quien no plazía la tal elección, dezían que avía seýdo elegido favorablemente y por causa de complazer al emperador, y no de voluntad y voto del común sacerdocio ni con pareçer del colegio principal de los sacerdotes y perlados que en su assumpción devían concurrir.

E sobre aquesta cisma vinieron las cosas divinas a término que, olvidando la oración y santimonía, toda la religiosa gente se convirtió en armas y exércitos populares. E d’esto no pudiera salir ningún buen fruto, sino muchas muertes de hombres por el grande escándalo que d’esta causa avía.

Mas el auctoridad y persona del emperador fue acatada, y de su temor no llegaron las voluntades dañadas a total rompimiento, puesto que muy aparejado estoviesse. E en la ora qu’el emperador supo esta discordia embió sus mensageros a Setorma; por los quales y por sus letras certificó a aquella ciudad y los prinçipales d’estos movimientos que, si el Summo Pontífice no era justamente elegido, qu’él sería en le privar de tal dignidad y sería en favorescer a los que le contradezían. E que, si dignamente fuesse puesto en tal estado, qu’él le conservaría en él. E que, porque él estava de partida para venir en Ytalia, que rogava y mandava a aquella ciudad generalmente y a todos los otros señores y perlados en particular, assí a los mayores sacerdotes como a los del grado inferior, que ninguna mudança ni novedad entre ellos oviesse en tanto que él llegava, con protestación y firme promessa que los que diessen causa a otra cosa no serían sus amigos y, demás de perder su gracia, no les faltaría castigo.

Con estas letras del emperador mucho sossiego y quietud ovo en las cosas y, puesto que estavan encaminadas a gran incendio y guerra, luego cessaron las murmuraciones y los otros aparejos que suelen ser medianeros de la discordia.

Pero porqu’el emperador avía prometido a la duquesa, su madre, de se yr por Albania, assí lo hizo, y estuvo en esta visitación más de treynta días, y en fin d’este tiempo se partió. Por tierra fue hasta Venecia, la qual no en el agua, como agora está, mas junto a la costa de la mar era fundada, y no menos poderosa y de grande pueblo que agora tiene. Pero con otro nombre estava, y dezíasse /70-v/ Lapola. Y estuvo en aquella ciudad diez días, muy festejado de aquella comunidad y recibiendo d’ella muchos servicios y presentes.

Y de allí fue a Setorma y halló al reverendíssimo Pontífice muy al cabo de la vida, assí del cansancio de la misma antigua hedad suya como de otros enojos que le avían recrecido de las pasiones susodichas, y aún alguna sospecha pudo poner su muerte, porque desde a siete días qu’el emperador llegó, passó d’esta vida. E el emperador creyó que le avían seýdo dadas yervas, y d’este enojo no quiso admitir a otro ninguno en tal dignidad. Las obsequias fueron muy solepnizadas y grandes, según la generosidad y grande officio d’este perlado y porque, como es dicho, era tío de la emperatriz Dorendayna. Y en quarenta días continuos no cessaron los incensarios y sacrificios.

Pero aquesto passado, no consintió el emperador que ninguno sucediesse en el pontificado, sino él mismo, y quiso comprender en sí los onores spirituales, y fue el primero que los mezcló en una persona con los temporales entre los gentiles. E de consenso de todo el sacerdocio y gente militar y de todos los estados, fue elegido el mismo emperador por pontífice, así que se puede colegir de aquí que no hizo cosa nueva Julio César quando fue pontífice y recogió en su persona todos los magistrados y dignidades de Roma, assí espirituales como temporales. El qual dicho César, y Otaviano y Tiberio y otros emperadores que después d’éstos vinieron assí se intitularon, y juntamente se llamavan Pontífices Máximos y Emperadores. Quanto más que, según lo que se ha podido comprehender d’esta historia, lo que en ella se contiene fue en tiempo de Laumedonte, rey de Troya, y algunos quieren dezir que antes, assí que es cosa muy antigua, porque la destruyción última de Troya en tiempo de Príamo fue quatrozientos y quatorze años antes que Roma fuesse fundada. Y de la edificación de Roma a la natividad de Christo, nuestro Redemptor, ovo siete cientos cinquenta y dos años, según afirma Christóforo Landino.

Pero dexando aparte estas cosas que, aunque son antiguas en respecto de la presente historia del Cavallero de la Fortuna son modernas, dize Listario que, después que tuvo el emperador don Félix ocupados y aceptados en sí todos los onores divinos y temporales, estuvo en Setorma casi tres meses, con muchas embaxadas y visitaciones de príncipes y altos varones. Y a cabo d’este tiempo se partió de allí y fue a Milán, la qual en aquel tiempo se llamava la Población de Júpiter, en la qual le fue fecho mucho servicio y grande reçebimiento. Y de allí fue a París, donde halló al rey, su suegro, que avía dos meses que le estava ende esperando. Y juntas entr’am[b]as cortes, ovo muchos torneos y justas y otras demostraciones de mucho plazer con la venida d’este poderoso emperador, que sería muy largo de escrevir.
 

Capítulo LXXXII: Cómo el emperador pidió al rey de Francia, su suegro, que restituyesse los reynos de Francia al Dalfín, su sobrino, con ciertas parias; y lo hizo.

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Nunca después qu’el Dalfín vino a poder del emperador y del rey se partió de su sevicio. Y desde a ocho días qu’el emperador estava en París, secretamente le dixo al rey cómo todos los sacerdotes y personas de religión con quien havía hablado algunas vezes en las cosas de la guerra passada de Francia le avían estimulado y rogado que, para descargo de su consciencia, con alguna moderada forma tuviesse manera que aquel estado se restituyesse. Y conforme a esto, el emperador dixo a su suegro que, pues él era sin aquello tan rico y poderoso, que muy bien parescería que de su mano y mostrando una muy amplíssima liberalidad se lo tornasse a su sobrino, el Dalfín, y avría lugar aquel proverbio que dize que no es menos gloria hazer reyes que vencerlos. E que el rey, padre del dicho Dalfín, se estoviesse preso pero bien tratado, a lo menos por estonces.

Todo lo concedió el rey y lo quiso assí poner por obra, a causa de conoçer en el emperador, su yerno, que de aquello holgaría, y porque de su misma condición el rey era liberalíssimo. Y assentóse luego qu’el reyno se diesse al Dalfín, el qual en cada un año diesse y pagasse en parias y por reconoscimiento de soberanidad dozientas mill coronas, y que Calés quedasse con Inglaterra, y que todas las vezes qu’el rey de Inglaterra embiasse a llamar al de Francia le fuesse a servir de paz o de guerra como fuesse requerido. E assí fue capitulado y jurado.

Pero no se ha de entender que Calés quedó desde entonces hasta agora en el señorío de la Gran Bretaña, qu’es Inglaterra, mas fue la primera vez que Inglaterra ovo aquella villa; el qual nombre ni otro alguno de quantos modernos se han nombrado en esta crónica no eran a la sazón los mismos que agora. Pero porque los letores mejor entiendan el discurso de la hystoria, se han puesto los nombres que agora tienen los reynos y pueblos de quien se ha hecho mención.

E tornando a nuestro propósito y a dar fin d’esta primera parte de la crónica del Cavallero de la Fortuna, escrívesse en el original d’ella que luego, en presencia del emperador y del rey, hizieron coronar por rey de Francia al dicho Dalfín y le hizieron entregar todas las fuerças y castillos de sus estados, salvo el condado de Flandes, que desde entonces quedó por muchos tiempos separado de la corona de Francia y fue dado a un cavallero, muy cercano deudo del emperador, llamado Glodone, porque ésta fue una de las principales condiciones que ovo en esta negociación, y quitósse a los señores que antes tenían aquel estado, los quales por su origen eran naturales de Yslanda.

E fecho esto, el emperador y su suegro /71-v/ se passaron en la Gran Bretaña o Inglaterra, donde fueron rescebidos con muchas fiestas, porque avía ya más de tres años qu’el emperador avía ydo de aquella tierra y era muy desseado en ella, no solamente de la emperatriz, pero de todo aquel reyno universalmente. Y halló a su hijo Liporento de tan bonica dispusición, según la tierna edad qu’él tenía, que ya desde aquella él mostrava que avía de ser gran persona en el mundo, como lo fue y se dirá en su lugar.

Y con aquesto haze fin el primero libro o parte de la historia y crónica del emperador don Félix.

 
 
Deo gracias
Mosén Jeroni Artés a los letores:

    Al autor mucho devemos, 
    pues que truxo a tal sazón 
    este libro que podemos 
    alcançar los que leemos  
    cosas que tan dignas son. 
    Dechado muy singular 
    se pudiera bien dezir, 
    pues se pueden d’él sacar  
    dichos que son de notar  
    para hablar y escrevir. 
    Y si fue breve y no dino 
    mi dezir de sus loores, 
    no lo hize de malino, 
    mas por me hallar indino 
    de loar tantos primores. 
    Es obra gentil y nueva 
    mas, ¿quién tan bien la descrive, 
    o qué galerdón se lieva?  
    Pues que parece por prueva 
    qu’en lo escrito siempre bive.
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