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Autor:
Song I. No (Purdue University)
Título Artículo: Los Sueños de Francisco de
Quevedo: Pesadillas entre las perversas y las renegadas
Fecha de envío: 11/05/2005
Resumen:
El presente trabajo analiza los personajes femeninos en los Sueños de Francisco de Quevedo. Por un
lado, estas obras quevedescas parecen ser un mero conjunto de diversos sucesos
y tramas, careciendo de unidad temática. Por otro, al indagar los repetidos
tipos de pecadores, en particular de las pecadoras, se revela una coherencia temática:
la ideología misógina. A través de su crítica antifeminista, Quevedo ofrece una
exhortación patriótica que reprocha los redundantes gastos en el lujo femenino
y el anémico estado de energía masculina de la sociedad barroca.
Summary:
The
current paper will analyze female characters in Francisco de Quevedo’s Sueños. On one hand, this work seems to
be a mere collection of diverse stories and plots, lacking a thematic unity. On
the other, scrutinizing the repetitive types of sinners, in particular female
sinners, one realizes that there is thematic coherence: the misogynist
ideology. Through his anti-feminine criticism, Quevedo offers a patriotic
exhortation that reproaches the excessive spending of feminine luxury and the
anemic state of masculine energy in the Spanish baroque society.
Los Sueños de Francisco de Quevedo:
Pesadillas entre las perversas y las
renegadas
Francisco
de Quevedo compone cinco partes de los Sueños
entre 1606 y 1621: Sueño del juicio final
(1606), El alguacil endemoniado (1607), Sueño del infierno (1609), El mundo por de dentro (1612) y Sueño de la muerte (1621). Más tarde se
publica la obra en conjunto por primera vez en 1627.TP[1]PT
Dicha obra representa primordialmente elaboraciones de viajes sómnicos al
infierno, donde se encuentra y conversa con un gran número de pecadores.TP[2]PT Parece
una colección de diversos sucesos y tramas que obstaculizan la unidad temática.
No obstante, al cotejar los repetidos modelos de pecadores, uno puede darse
cuenta de que ellos pertenecen a determinados grupos sociales cuyas profesiones
o labores están asociadas al grado de intensidad de su hipocresía, abuso, vicio
y engaño. Las redundadas referencias se dirigen a los alguaciles, jueces,
procuradores, escribanos, mercaderes, sastres, taberneros, y, en particular, a
las mujeres —entre ellas, dueñas, prostitutas, alcahuetas, las viejas, las feas
y las hermosas. Dichas repeticiones aluden a la posibilidad de una coherencia
temática. El trabajo actual propone primero reconsiderar las interpretaciones
bifurcadas de la obra quevedesca: si existe una unidad temática o es una mera
narrativa lúdica. Luego se indagará el análisis de los personajes femeninos que
desenmascara la ideología quevedesca.
En
los Sueños germinan dos aptitudes
dispares representadas entre la narración humorística y la crítica social. Al
leer dicho texto, no se pueden ignorar las ironías y los humores extravagantes.
Según Fernando Lázaro Carreter, la obra quevedesca representa meramente «libros
de ingenio», en los que «todas las lacras son sólo objetos para ser
contemplados y mutados en sustancia cómica».TP[3]PT
Desde la primera publicación de los Sueños,
se la ha clasificado dentro de las sátiras quevedescasTP[4]PT de
temática moral. Baltasar Garcián aprecia los Sueños como una composición ingeniosa y recreativa sin ningún
provecho didáctico, ya que «Las hojas de Quevedo son como las del tabaco, de
más vicio que provecho, más para reír que aprovechar».TP[5]PT
Siendo una obra que intercala el folklore popular, la cultura grecolatina y la
erudición, probablemente gran cantidad del público coetáneo asimilaba los Sueños como un relato de pura diversión.
Al mismo tiempo el tema argumental planteado por Quevedo se disfraza por su
ambivalencia. El argumento del «juicio final» es el más popularizado por
Franz-Walter
Müller nos recuerda que el título original que llevó la primera edición de
Barcelona fue (1627): Sueños y discursos de verdades descubridoras de
abusos, vicios y engaños de todos los oficios y estados del mundo.
Considerando esta rúbrica y los prólogos, Müller subraya cierta «unidad de
intención satírico-política» en todos los Sueños,TP[7]PT que,
en mi opinión, se refleja más evidentemente en la reiterada enumeración de las
profesiones de las mujeres. No cabe duda de la posición misantrópica del autor
cuyo odio se dirige a toda clase de individuo, sea hombre o mujer, pero
substancialmente se enfoca con una mayor intensidad en el género femenino. Para
resaltar el respeto al antiguo sistema patriarcal, las mujeres «profesionales»
sirven de blanco en la crítica quevedesca. Müller sustenta que los Sueños figuran como «el más afilado
ataque contra todo el sistema político-social que jamás se escribiera en el
período de declinación de la monarquía española».TP[8]PT
Aunque parezcan obvias las invectivas de Quevedo contra el sexo femenino,
varios críticos contemporáneos se oponen a politizar las obras quevedescas,TP[9]PT y
entre éstos, se destaca William Clamurro. Su estudio insiste en que los Sueños
siguen otra tradición literaria pese a que Quevedo compusiera determinados tratados
políticos, por ejemplo, Grandes anales de quince días y Política de
Dios:
They [los Sueños] reflect a
deliberate and self-conscious sense, first, of forming a coherent group and,
second, of belonging to an emphatically satiric genre, one with certain
capabilities and certain exclusions. For this reason, even in the fifth sueño
[...], we do not find the
direct and extensive incorporation of political and other extra-literary
discourses that is already taking place in other Quevedian texts. (90)
Sería un reto intelectual rastrear la
coherencia temática dispersa en los textos quevedescos, pero resultaría más
eficaz estudiar independientemente cada parte sin indagar la ideología
implícita que recala en todos los Sueños.
Por tanto, Clamurro rechaza profundizar la dimensión ideológica de los Sueños
y descalifica la crítica misógina:
Quevedo’s frequent satire of women is not an attack on women per se [...]. Nor is it exclusively an attack on some sector of womankind—i.e., those women totally absorbed in a world of cosmetic vanity. Rather the satire of women is principally concerned, first, with the root problem of vanity itself, something which drives men as well as women, to foolish extremes, and second, the deception (engaño), a deliberate product of the triumphs of cosmetic artifice. (92)
La explicación de Clamurro exhibe una perspectiva parcial y superficial del discurso quevedesco, ya que su interpretación se genera desde una tendencia recalcitrante, en la que se cree que la literatura no necesariamente refleja el contexto histórico o político de una época dada. Jameson ostenta que un texto expresa «the ideology of form», lo cual significa que existe determinadas contradicciones en el específico mensaje emitido por ciertos sistemas de signos que coexisten en una época artística dada.TP[10]PT Asimismo, se elabora el concepto de «forma» que se constituye a base de una ideología inmanente e intrínseca al sujeto inmerso en su contexto social cuya ideología funcionalmente debe reapropiarse en una nueva forma, «When such forms are reappropriated and refashioned in quite different social and cultural contexts, this message persists and must be functionally reckoned into the new form».TP[11]PT Conforme a la elucidación de Jameson, se puede deducir que un texto —literario, artístico o cualquier otro— contiene cierto paradigma ideológico. Por tanto, pasar por alto la dimensión política de los Sueños ocasionaría un análisis improcedente y, la complacida tolerancia de la visión misógina quevedesca, permitiría la perduración de la lectura antifeminista, así lo señala Paul Julian Smith:
Quevedo,
arrant misogynist, is acclaimed by twentieth-century liberals for the sincerity
of his love; Quevedo, the poetic craftsman, is promoted as a model of
unmediated self-revelation; Quevedo, the unrepentant conservative (in poetics
as in politics), is hailed as a revolutionary innovator. Persona transcends
poet, and each age finds the Quevedo it seeks. (177)
Es substancial cuestionar la proeza
literaria o la contribución de Quevedo en la trayectoria de la literatura
española, latinoamericana y europea; también es sugestivo exagerar su grandeza
y forjar un Quevedo admirable que disimula cualquier falta e incorrección de
este genio de las letras. No obstante, al indagar y comprender su conservadurismo
y misoginia, se enriquecerá aún más nuestra lectura de las obras quevedescas
como también su trasfondo histórico. Por ende, se desarrollará la lista de las
mujeres representadas en los Sueños que esclarecerá el rasgo político de su ideología misógina.
En la
primera parte del Sueño del Juicio Final el narrador
se topa con «muchas mujeres hermosas»TP[12]PT y
más adelante ve a «unas damas alcorzadas», es decir, unas cortesanas.TP[13]PT El
alguacil endemoniado contiene comentarios de mujeres infernales: las
mujeres del grupo de «los enamorados»,TP[14]PT
Dicha lista cubre una considerable
gama de mujeres, y a primera vista, prevalece la repetida referencia a las
casadas. Asimismo, las frecuentes menciones a los cornudos que implícitamente
carecen de potencia sexual pero que son deseados tanto por las mujeres como por
los hombres. Estas interrelaciones las explicaremos más adelante en el análisis
de la repugnancia quevedesca a las viejas y a las feas. Se sobreentiende la
enumeración de las herejes (Prisilla, Maximillia, etc.) en el contexto de la
sociedad española católica. Puesto que la lista es numerosa, para una detallada
exposición de la meta quevedesca nos enfocaremos en tres categorías: i) las hermosas;
ii) las feas y las viejas; iii) las «profesionales», tales como dueñas,
alcahuetas y prostitutas. Dado al espacio social limitado para la mujer, no se
pueden esperar profesiones femeninas del mismo nivel y cualidad que las
profesiones masculinas.
Las hermosas
constantemente aparecen en las escenas de los Sueños y Quevedo advierte
su amenaza con un carácter dual: causarle un gran sufrimiento al sexo masculino
por sus engañosas bellezas y debilitar la nación por encauzar su interés al
mantenimiento de la feminidad; en otras palabras, a causa de las tramposas
mujeres, los hombres persisten en la perdición y, por ende, los dos son
desterrados al infierno. En el comienzo del Sueño del Juicio Final se
exhibe una muchedumbre de las lindas frecuentemente acompañadas por los
hombres. Por ejemplo, las bellas están condenadas junto a los malos confesores
y muchos letrados: «las damas», engañaron a otros «con sus caras y con sus
mentirosas hermosuras y buenos pareceres, los confesores con vendidas
absoluciones y los letrados, con buenas caras y malos pareceres».TP[37]PT
Luego, ellas acompañan a los poetas que alabaron la beldad femenina. En El
mundo por de dentro se deconstruye completamente la belleza femenina, estableciendo
la «hermosura» como un término vacío.TP[38]PT A
diferencia de los tipos de hipocresía denunciados en esta parte de los Sueños,
la hermosura no es una acción hipócrita como el falso luto del viudo y de la
viuda o la riqueza simulada del hombre rico. Son incomprensibles las causas por
las cuales el narrador ve irresistible a la mujer hermosa de El mundo por de
dentro. Sin embargo, se advierte que la hermosura de una mujer no constituye
una auto-identidad sino que su concepto se define por los que consideran bella
a una mujer al verla. Gonzalo Díaz-Migoyo descifra su problemática:
No es ya una hipocresía como las
anteriores que hace víctima al observador sólo, o que depende de cierta
connivencia entre engañador y engañado; ni siquiera es una hipocresía que
comience por tener engañado al engañador: es la hipocresía totalmente
independiente del individuo; es la virtud misma en lo que tiene de virtuoso y
atractivo, independientemente de la intención oculta o descubierta de la
persona. En última instancia, el poder de esta hipocresía no depende más que de
quien se deje engañar por ella. (131)
En este caso, la engañadora no hace nada por su voluntad sino que el engañado, es decir, el hombre, anhela ser engañado. El sexo masculino se siente víctima de la lindeza femenina pero en realidad radica en su pura invención y engaño. El «viejo venerable» alecciona esta circunstancia al pronunciar, «Dame a entender de qué modo es buena, y considera ahora este animal soberbio [la mujer hermosa] con nuestra flaqueza, a quien hacen poderoso nuestras necesidades, más provechosas sufridas o castigadas, que satisfechas, y verás tus disparates claro».TP[39]PT Si se interpreta de esa manera, se insinúa que la misoginia quevedesca es producto de auto-lamentación o auto-odio o camuflaje de su debilidad masculina por no ser capaz de resistir la belleza femenina: o sea, su propio engaño. Ante esta cuestión, José Antonio Maravall nos ofrecería una respuesta poética:
El hombre, según
se piensa en el XVII, es un individuo en lucha [...]. En primer lugar, se
encuentra el individuo en combate interno consigo mismo, de donde nacen tantas
inquietudes, cuidados y hasta violencias que, desde su interior, irrumpen fuera
y se proyectan en sus relaciones con el mundo y con los demás hombres. El
hombre es un ser agónico, en lucha dentro de sí, como nos revelan tantos
soliloquios de tragedias de Shakespeare, de Racine, de Calderón. «La vida del
hombre es guerra consigo mismo», dirá Quevedo. (328)
Al imaginar el amor como una batalla tenaz, se
concibe que la hermosura femenina estimula la desesperación de los hombres.
Esta suposición enmascara una gran ironía, en la que dicha pena masculina es
auto-infligida; son idénticamente culpables el causante y el atormentado del
dolor. La aflicción amorosa no se origina de la lindeza femenina sino del deseo
sexual del hombre mismo. En este esquema de pasión masculina, la beldad se
convierte en un mero subterfugio que ayuda a imaginarse al hombre en el
sufrimiento.
Además
de esta reflexión psicológica, Quevedo intensifica su aborrecimiento de las
hermosas al repudiar la belleza por ser culpable de la declinación económica
española. En El mundo por de dentro, hay una comparación sugestiva entre
un hombre rico y una mujer hermosa. Como ya se ha mencionado, la organización
esquemática de esta cuarta parte de los Sueños incluye varios cotejos de
hipocresía del sexo femenino y masculino. Dicha persona opulenta, en realidad
vive de préstamos y de vanidad, y el «viejo venerable» le enseña al narrador
que «el rico se ríe con el bufón, y el bufón se ríe del rico, porque hace caso
de lo que lisonjea».TP[40]PT
Justo después de este comentario, el narrador ve a una bella y permanece absorto
ante ella. De nuevo, el viejo ascético reclama que la belleza femenina personifica
la propia hipocresía:
[S]abeté que las mujeres lo primero que se visten, en despertándose, es una cara, una garganta y unas manos, y luego las sayas. [...] Las cejas tienen más de ahumadas que de negras; y si como se hacen cejas se hicieran las narices, no las tuvieran. Los dientes que ves y la boca era, de puro negra, un tintero, y a puros polvos se ha hecho salvadera. [...] ¿Qué cosa es ver una mujer, que ha de salir otro día a que la vean, echarse la noche antes en adobo, y verlas acostar las caras hechas cofines de pasas, y a la mañana irse pintado sobre lo vivo como quieren? (179-80)
Sobresale
la auscultación de la cosmética, la que resulta de una observación grotesca
microscópica. Esta advertencia antifeminista no nace de un mero reproche de las
mujeres vanidosas, sino de una misoginia profundamente arraigada. En otra obra
política y patriótica, España defendida y los tiempos de ahora (1609)TP[41]PT —compuesta entre 1605-1622, durante el mismo período que los
Sueños—, Quevedo lamenta tanto el gasto enorme de las mujeres que afecta a la
economía nacional como la feminización de los hombres:TP[42]PT
Las mujeres inventaron excesivo gasto
a su adorno, y así, la hacienda de la república sirve a su vanidad. Y su
hermosura es tan costosa y de tanto daño a España, que sus galas nos han puesto
necesidad de naciones extranjeras, para comprar, a precio de oro y plata, galas
y bujería, a quien sola su locura y devaneo pone precio; de suerte que nos
dejan los extranjeros el reino lleno de sartas y invenciones y cambrary y hilos
y dijes, y se llevan el dinero todo, que es el nervio (sic) y sustancia del
reino. Y lo que más es de sentir es de la manera que los hombres las imitan en
las galas y lo afeminado, pues es de suerte, que no es un hombre ahora más
apetecible a una mujer que una mujer a otra. Y esto de suerte, que las galas en
algunos parecen arrepentimiento de haber nacido hombres, y otros pretenden
enseñar a
En este fragmento, hiperbólicamente
se pretende echarles la culpa del fracaso económico español, en parte, a las
mujeres y a los afeminados, y sugiere que es justo y patriótico despreciar a
las que quieren ser hermosas y a los hombres que imitan a estas mujeres.TP[43]PT Su preocupación por la riqueza nacional sirve como una
justificación práctica de la misoginia y de la homofobia insinuada.
De
manera muy similar, la segunda categoría de las mujeres quevedescas nos llama
la atención por la fealdad y por la vejez. En los Sueños, el autor lanza
ataques crueles y virulentos a las repugnantes y a las ancianas, y la
innecesaria repetición manifiesta de que su odio no se basa en su gusto
particular estético sino que se origina de una causa más recóndita o quizá de
una fobia o síntoma aún inexplorado. Al final de El alguacil endemoniado,
el narrador hace una pregunta al diablo, si hay más pecadoras feas o bellas en
el infierno. «Feas», responde el demonio sin vacilación, «seis veces más»TP[44]PT y
ofrece la razón:
[P]orque como
los pecados, para conocerlos y aborrecerlos, no es menester mas
de hacerlos; y las hermosas [...] hallan tantos que las satisfagan el apetito
carnal, hártanse y arrepiéntense; pero las feas, como no hallan nadie, allá se
nos van en ayunas y con la misma hambre rogando a los hombres; y después que se
usan ojinegras y cariaguileñas, hierve el infierno en blancas y rubias y en
viejas más que en todo, que de envidia de las mozas, obstinadas, expiran
gruñendo. (101)
Las feas no están condenadas por su
deficiencia estética sino por su deseo insatisfecho por «ayunas» y por «hambre»
y, de semejante modo, las viejas sufren la misma suerte. Este comentario
implica que las mujeres feas y viejas mantienen su apetito sexual inclusive en
el infierno y sus deseos carnales parecen un peligro amenazador a los
habitantes infernales. En el Sueño del infierno, surge una directa burla
a las viejas, en la que el autor curiosamente agrupa en una parte del infierno
a los cornudos, los putos y las viejas:
En todo el
infierno [los cornudos, los putos y las viejas] están, que esa es gente que en
vida son diablos [...]. De los putos y viejas, no sólo no sabemos de
ellos, pero ni querríamos saber que supiesen de nosotros. Que en ellos peligran
nuestras asentaderas; y los diablos por eso traemos colas, porque, como
aquéllos están acá, habemos menester mosqueador de los rabos. De las viejas,
porque aun acá nos enfadan y atormentan, y, no hartas de vida, hay algunas que
nos enamoran; muchas han venido acá muy arrugadas y canas y sin diente ni
muela, y ninguna ha venido cansada de vivir. (129)
El autor se percata que el demonio no
difama a los cornudos, pero existe una razón intrínseca por la cual se los ha incluido
en esta sección. El planteamiento de la voz narrativa revela su particular
preocupación por la perpetua insatisfacción carnal. Es un infierno de
frustración sexual. Los cornudos representarían a los que carecen del apetito
erótico por su impotencia, por lo que sus mujeres buscan substituto para saciar
su deseo; los homosexuales y las viejas tienen ansias libidinosas pero entre
ellos no se pueden consumar por la diferencia de orientación sexual. Desde este
punto de vista, los tres grupos de individuos nunca lograrían ni la paz ni la
satisfacción deseada. Asimismo, en la previa cita se manifiesta que la
apetencia lasciva amenaza e intima no sólo a los seres humanos sino también a
los diablos. La incontrolable pretensión homosexual peligraría las «asentaderas»
de los demonios, así que ellos llevan colas y «mosqueador[es] de los rabos» para
protegerse. En una lectura subversiva, se podría sugerir que la misoginia
quevedesca no se arraiga en su estricta preferencia estética sino que se
convierte en una cierta inseguridad u homofobia ante el poder sexual desmedido.
El
último grupo de las mujeres quevedescas se distingue por sus oficios lucrativos
y el autor degrada a estas profesionales como pecadoras por sus intereses
pecuniarios. Mientras que muchos hombres están condenados por su gusto
monetario, numerosas pecadoras femeninas están castigadas por su avaricia
materialista: las mujeres que se casan por dinero, las madres que se aprovechan
de las hijas por ganancia financiera, las mujeres que cobran a los hombres por
su servicio sexual y otras más. En el nivel superficial, la enumeración y la
repetición de los pecados por codicia indudablemente afirma el desprecio
quevedesco por el dinero y en el Sueño de la muerte se destaca su
denuncia vehemente en boca de la propia Muerte: «el dinero es diablo».TP[45]PT
No obstante hay una
dimensión más compleja. En uno de sus inventarios vertiginosos sobre las
profesiones pecaminosas, el autor emplea al personaje del «viejo venerable»
para enseñar que las cosas difieren de lo que parecen o disimulan:
El mozo de mulas, gentilhombre de camino. [...] El fullero, diestro; el ventero, huésped; [...] la putería, casa; las putas, damas; las alcahuetas, dueñas; los cornudos, honrados. Amistad llaman al amancebamiento, [...] burla a la estafa, [...] cortesano al vagamundo, al negro, moreno; [...] señor doctor al platicante. [...] A toda pícara, señora hermosa; a todo hábito largo, señor licenciado; a todo gallofero, señor soldado; a todo bien vestido, señor hidalgo; [...] a todo escribano, secretario. (166-7)
Müller
ejemplifica que Quevedo no edifica un sistema de castigos de la justicia divina
como Dante sino que la previa lista exterioriza, «el afán del dinero y de la
riqueza que periódicamente llegan a la metrópoli, procedentes de las colonias,
en cargamentos de plata», por lo que «[e]s el dinero el poder diabólico que
conmueve el antiguo orden estamental de España, destruye el sistema feudal
agrario y disuelve las leyes, la moralidad y la familia».TP[46]PT
Esta enumeración curiosamente omite la murmuración contra los nobles de la
sociedad española, puesto que todos los referidos anteriormente pertenecen a la
clase media o baja. John H. Elliott explica la discrepancia financiera entre la
aristocracia y el resto de la sociedad:
It is precisely this absence of
‘people of the middling sort’ [...] which tended to differentiate the Spain of
Philip III from other contemporary societies in western Europe [...]. In
En
vez de reconocer el fracaso económico y la miseria nacional de su época, Quevedo
dirige su agudo reproche a la clase burguesa decepcionada y desesperada, y
recalca su conservadurismo reaccionario, como un intento vano de volver a un
feudalismo mesurado y religioso.TP[47]PT
Arraigado al conservadurismo, nuestro autor reprueba su época contemporánea
desde la morriña del pasado —cuando el parecer y el ser concordaban y cuando la
estirpe demarcaba rotundamente la condición y la función social de cada
individuo. Con una aguda crítica social, se escudriñan las transformaciones
sociales y la merma de los signos de la vestimenta estamental, mediante las
cuales el engaño y la hipocresía podrían convertirse en dispositivos para
ocultar la verdadera identidad de cada ser. De esta forma, Quevedo quiere volver
al tiempo pasado, reivindicar la jerarquía feudal y restablecer el orden social
perdido.
A
través de su creación literaria, desde una escritura satírica y burlesca en sus
obras políticas, el autor personifica «don Dinero» como una fuerza superior que
conquista el mundo.TP[48]PT
Quevedo desafía a la sociedad rendida a sus principios y acoplada a sus
ganancias materiales. Su frustración se exhibe por el pasado añorado que no se
ha restaurado ni en la realidad ni en las ficciones quevedescas. En su lucha
contra el olvido y el paso del tiempo, Quevedo recuerda a su lector la
«normalidad» tradicional basada en la jerarquía antigua, mientras vehemente
denuncia los malos modelos de su sociedad coetánea, en particular las
perversidades causadas por las mujeres. Esta colección de los cinco Sueños contiene materiales heterogéneos
y ostenta la proeza literaria del autor. Es difícil descifrar un tema
manifiestamente unificador, pero los ataques lanzados a ciertos grupos
sociales, en especial, las constantes burlas y críticas a las mujeres,
implícitamente revelan el principal objetivo del autor. Quevedo conscientemente
busca incluir en su sátira ciertos problemas filosóficos y teológicos, como él
mismo indica en la introducción del Sueño
de la muerte: «Ni entre la risa me he olvidado de la doctrina».TP[49]PT Su
antifeminismo radica no en el mero resentimiento al sexo femenino sino en la
exhortación patriótica que recrimina los innecesarios gastos de lujo de las
mujeres y el anémico estado de energía masculina en la sociedad española. El
mejor exponente de la ideología quevedesca lo representa la propia figura de la
muerte:
En
esto entró una que parecía mujer, muy galana y llena de coronas, cetros, hoces,
abarcas, chapines, tiaras, caperuzas, mitras, monteras, brocados, pellejos,
seda, oro, garrotes, diamantes, serones, perlas y guijarros. Un ojo abierto y
otro cerrado, vestida y desnuda de todas colores; por un lado era moza y por el
otro era vieja. (Sueño de la muerte, 222)
En la
figura femenina de la muerte se sintetiza la filosofía del autor que muestra su
frustración e inquietud frente a su sociedad decadente, fundada en el placer y
en el lujo. La misoginia quevedesca no surge de una caprichosa «doble-personalidad»
que puede mantener dos rasgos contradictorios tales como componer sonetos de
amor cortésTP[50]PT y
escribir poemas satíricos o burlescos contra las mujeres. Quevedo es un
misógino arraigado a su ideología conservadora, por lo que insiste a las
mujeres a volver atrás, al pasado perdido, donde los valores morales eran los
principios de la añorada patria.
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TP[2]PT Al nivel
superficial los Sueños y
TP[4]PT Aquí adopto
la distinción de lo satírico y lo burlesco de Jammes, quien aclara: «La
différence fondamentale entre satire et burlesque apparaît à partir du moment
où l’on considère l’attitude critique de l’écrivain en relation, non avec la
réalité sociale en elle-même, mais avec le système de valeurs qu’elle constitue
[…]. L’auteur satirique se situe à l’intérieur de ce système de valeurs […] et
se borne à attaquer ce qui, dans l’univers social qui l’entoure est en
contradiction avec ce système, c’est-à-dire, avec l’idéologie de la classe
dominante […]. Au contraire, l’auteur burlesque se situe à l’extérieur de ce
système […] il oppose des valeurs de sens inverse que l’on peut appeler […] des
antivaleurs» (Jammes, 1967, pp. 42-43).
TP[9]PT Müller
declara que Emilio Carilla, Francisco Lázaro Carreter, y Segundo Serrano
Poncela tratan de «excluir las sátiras de Quevedo de la conjunta intención
político–moral de su obra y explicarlas como complacencia puramente estética en
el juego creativo de la fantasía» (Müller, 1984, p. 221).
TP[32]PT Quevedo, Sueños y discursos, p. 224. Cada
personaje tiene una larga tradición y su respectivo significado. Doña
Quintañona es un personaje creado en un romancero castellano que aparece como
medianera entre Lanzarote y Ginebra. Según el Diccionario de María Moliner «quintañona» quiere decir centenario o
muy viejo. Ese nombre significaría una anciana centenaria.
TP[33]PT Quevedo, Sueños y discursos, p. 229. De acuerdo a
la lectura sobre estas mujeres, se revela que este trío representa la
charlatana, la desaliñada y la ruin.
TP[34]PT Quevedo, Sueños y discursos, p. 232. Maldonado
señala que según los estudios de Correas, se refiere al refrán, «Muera Marta, y
muera harta».
TP[35]PT Quevedo, Sueños y discursos, p. 238. Maldonado
cita a Correas para explicar que es una figura que sale con frecuencia en los
cuentos de niños.
TP[36]PT Quevedo, Sueños y discursos, p. 242. La lectura
más adelante señala que Diego Moreno es el título y el protagonista del
entremés compuesto por Quevedo.
TP[39]P Quevedo, Sueños y discursos, p. 180. D. Gareth
Walters señala una semejante crítica misógina en la poesía de amor de Quevedo,
donde se representa a una mujer como la causa del sufrimiento extremo, como un
agente de la muerte (Walters, 1985, p. 78).
TP[41]PT Según Doris
Baum, es una obra fundamental para comprender el conservadurismo patriótico de
Quevedo (Baum, 1970, pp. 144-45).
TP[42]PT Quevedo toma
este asunto con profunda seriedad en
TP[46]PT Quevedo, Sueños y discursos, p. 234. Alina Sokol distingue la influencia
TP[47]PT Ruiz de
TP[50]PT El amor
cortés también se funda de la distinción entre la inferioridad de la mujer y la
superioridad del hombre. Pero, como
ya Artal nos aclaró, puede ser la otra cara de la misoginia donde se alaban los
valores positivos del género femenino, a pesar de que se mantenga su apoyo
basado al sistema jerárquico patriarcal (Artal, 1990, p. 755). En esencia,
Quevedo conserva su filosofía antifeminista en los sonetos de amor cortés y los
satíricos o burlescos, así que no parece contradictorio. Lo paradójico del
autor se halla en las actitudes discordantes: la alabanza de las mujeres en la
poesía de amor cortés vs. la evidente misoginia en sus otras obras.