Autor: José Luis Pérez López
Título Artículo: Una hipótesis sobre
el Don Quijote de Avellaneda: De
Liñán de Riaza a Lope de Vega
Fecha de envío: 15/03/2005
Resumen:
En el presente artículo –que es el avance de un libro en preparación– se defiende la hipótesis, a base de una serie de
indicios no tenidos en cuenta anteriormente por la crítica, de que el “aragonés” Pedro Liñán de Riaza (Riselo) fue el
autor, siempre de acuerdo y en colaboración con su íntimo amigo Lope de Vega
(Belardo), de una primera versión del que luego llegó a ser el llamado Don
Quijote apócrifo de Avellaneda, publicado en 1614, el cual Liñán empezaría
a escribir inmediatamente después de la publicación del Don Quijote
cervantino de 1605. Liñán de Riaza falleció en 1607 y dejó su Don Quijote
inacabado, pero trazado en sus principales líneas argumentales. En el tiempo
inmediato a su publicación la obra fue añadida, quizá enmendada, acabada y
publicada por el propio Lope de Vega, que pudo ser ayudado por el que en esa
época era su discípulo predilecto, Baltasar Elisio de Medinilla.
Abstract:
The following article –which
is an advance of a forthcoming book– supports the theory, based on evidence
which had not been taken into account by the critics before, that “the aragonés” Pedro Liñán de Riaza
(Riselo), together with his close friend Lope de Vega (Belardo), was the author
of a first work which later became known as the spurious Don Quixote by
Avellaneda, published in 1614. Liñán de Riaza is supposed to have written his work
immediately after Don Quixote by Cervantes was published. Liñán de Riaza
died in 1607 and his Don Quixote was
left incomplete; however, the narrative outline remained. Soon after its
publication, the work could have been comprised, corrected and published by
Lope de Vega himself, with the help from his favourite disciple, Baltasar
Elisio de Medinilla.
Una hipótesis
sobre el Don Quijote de Avellaneda:
De Liñán de Riaza a Lope de Vega
En un trabajo nuestro anterior, publicado en la revista Criticón en el año 2002 (Véase Pérez López, “Lope, Medinilla”), defendíamos la hipótesis de que Lope de Vega y sus “secuaces”[1] son los autores del Don Quijote de Avellaneda. De entonces acá hemos seguido investigando en el entorno de Lope y hemos llegado a una serie de conclusiones que expondremos más extensa y demoradamente en un próximo libro. Hasta que llegue ese momento, adelantamos algunos argumentos basados en datos e indicios obtenidos en nuestra investigación que nos llevan a proponer la hipótesis contenida en el título del presente artículo.
Nuestra hipótesis es que el “aragonés” Pedro Liñán de Riaza (Riselo)[2] fue el autor –siempre de acuerdo y en colaboración con su íntimo amigo Lope de Vega (Belardo)– de una primera versión de lo que luego llegó a ser el llamado Don Quijote apócrifo de Avellaneda, publicado en 1614, el cual Liñán empezaría a escribir en 1605 (o quizá ya en 1604), inmediatamente después de la publicación del Don Quijote cervantino.[3]
La obra se escribió en defensa de Lope y en venganza de las burlas, sátiras e impugnaciones de la obra del Fénix (no sólo como autor dramático, sino también como poeta heroico y como narrador) a que Cervantes le sometió en el Don Quijote de 1605, además de sátiras y burlas dirigidas contra el propio Liñán y contra otros escritores del entorno de Lope. También se escribió para corregir el modelo carnavalesco (Iffland, De fiestas), ideológicamente transgresor, del Don Quijote cervantino.
Con lo cual se resolvería
la cuestión del autor “aragonés” a la que se refirió Cervantes, ya que Liñán de
Riaza, nacido en la diócesis de Toledo,[4]
está vinculado con Aragón a lo largo de toda su vida y sobre todo con el
“lugar” de Villel (hoy Villel de Mesa, en la actual provincia de Guadalajara,
en la raya de Aragón), el pueblo natal de su padre, que Liñán menciona
reiteradamente en su testamento. Villel, a cinco leguas de Ateca, perteneció en
la época de Liñán y pertenece en la actualidad a la diócesis de Sigüenza (por
la que por primera vez fue enviado el joven Liñán a estudiar a Salamanca) y a
la comarca natural de Calatayud. En esta zona geográfica, entre Ateca y
Sigüenza, se desarrollan los episodios aragoneses del Don Quijote de
Avellaneda, exceptuada la ciudad de Zaragoza ya que ir a ella venía exigido por
el designio cervantino de llevar a don Quijote allí al final de su Primera
parte. Por otra parte, Liñán fue citado como aragonés por Cervantes ya en
Liñán de Riaza falleció en 1607 y dejó su Don Quijote inacabado, pero trazado en sus principales líneas estructurales. En el tiempo inmediato a su publicación en 1614 la obra fue añadida, quizá enmendada, y acabada por el propio Lope de Vega –sin duda espoleado por las burlas a que Cervantes le sometió de nuevo en el prólogo de las Novelas ejemplares de 1613– y sus “secuaces”.[6]
El Quijote de
Avellaneda no es la obra de oscuros escritores de segunda fila (Aliagas,
Lambertos o Passamontes), sino el producto de dos grandes escritores
dominadores de todos los recursos del oficio cómico y burlesco, Pedro Liñán de
Riaza y Lope de Vega.[7]
Ellos fueron los creadores indiscutibles del Romancero nuevo, de la comedia
seria y de la comedia burlesca;[8]
ambos escribieron también poesía seria y poesía burlesca.[9]
En todos estos géneros Liñán fue un maestro, reconocido por Lope, por Quevedo
en el Buscón, y por teóricos como Ximénez Patón. Y se encontraron con
que Cervantes –del que habían sido amigos desde al menos 1585, fecha de la
aparición de
Liñán de Riaza, “el poeta
que Dios perdone”
Hemos de contestar a una
pregunta previa: ¿Fue Liñán de Riaza enemigo de Cervantes? O, lo que es lo
mismo, ¿dejó Cervantes en algún lugar de sus obras alguna prueba de que Liñán
fuese su enemigo literario? La respuesta es afirmativa. Cervantes dio la
réplica en el Don Quijote de
Treinta años antes, en el
“Canto de Calíope” (Parte 6; p. 570, estr. 29) de
El
sacro Ibero[11], de dorado acanto,
de siempre verde hiedra y blanca oliva
su frente adorne, y en alegre canto
su gloria y fama para siempre viva,
pues su antiguo valor ensalza tanto,
que al fértil Nilo de
su nombre priva,
de Pedro de Liñan la sotil pluma,
de todo el bien de Apolo cifra y suma.
Pero las cañas se volvieron lanzas. Pudo elogiarle de nuevo en el Viaje del Parnaso de 1614 (como dijo Bonilla y San Martín), anterior al Don Quijote de Avellaneda, pero guarda un ominoso silencio acerca de este gran escritor cuando cita a escritores de muy segunda fila. La razón es que ya debieron de haberse distanciado antes de la muerte de Liñán en 1607. Pero en 1615, después de la aparición de la obra de Avellaneda, en la que Lope y sus “secuaces” incluyeron un “Prólogo” de última hora en el que se vierten directos y graves insultos contra Cervantes (no solapados, como los que él dirigía), reiterando los no menos graves incluidos en el cuerpo de la obra, atribuibles a Liñán, no pudo callar y reveló de donde le venía el ataque.
La alusión la viene preparando Cervantes desde el capítulo XVI: don Quijote se encuentra con don Diego de Miranda, el Caballero del Verde Gabán, con el que mantiene una sabrosa conversación sobre poesía, ya que este tiene un hijo poeta, don Lorenzo. Habla don Quijote:[12]
La poesía, señor hidalgo, a
mi parecer es como una doncella tierna y de poca edad y en todo estremo
hermosa, a quien tienen cuidado de enriquecer, pulir y adornar otras muchas
doncellas, que son todas las otras ciencias, y ella se ha de servir de todas, y
todas se han de autorizar con ella; pero esta tal doncella no quiere ser
manoseada, ni traída por las calles, ni publicada por las esquinas de las
plazas ni por los rincones de los palacios.[13]
Ella es hecha de una alquimia de tal virtud, que quien la sabe tratar la
volverá en oro purísimo de inestimable precio; hala de tener el que la tuviere
a raya, no dejándola correr en torpes sátiras ni en desalmados sonetos;
no ha de ser vendible en ninguna manera, si ya no fuere en poemas heroicos, en
lamentables tragedias o en comedias alegres y artificiosas; no se ha de dejar
tratar de los truhanes, ni del ignorante vulgo, incapaz de conocer ni estimar
los tesoros que en ella se encierran. [...] Riña vuesa merced a su hijo si hiciere
sátiras que perjudiquen las honras ajenas, y castíguele, y
rómpaselas; pero si hiciere sermones al modo de Horacio, donde reprehenda los
vicios en general, como tan elegantemente él lo hizo, alábele, porque lícito es
al poeta escribir contra la invidia, y decir en sus versos mal de los
invidiosos, y así de los otros vicios, con que no señale persona alguna; pero hay
poetas que, a trueco de decir una malicia, se pondrán a peligro que los
destierren a las islas de Ponto.
Cervantes, a
través de don Quijote, rechaza las “torpes sátiras” y los “desalmados sonetos”.
Es un rechazo del conocido soneto (que comentaremos más abajo) que sus enemigos
literarios le hicieron llegar en Valladolid, en el que se vertían graves
injurias contra el escritor. Es probable que Liñán sea el autor directo de este
soneto que se escribe en defensa de Lope de Vega y contra Cervantes. Liñán
estaba en Valladolid en 1605, en la misma época en que Cervantes recibió el
soneto infamante, y en él hay ecos (las especias del v. 13) de un poema
en tercetos que Lope dirigió precisamente a Liñán. El él se insiste ya en el
carácter intrascendente, baladí, de la magna obra cervantina
(Entrambasaguas, Una guerra, p. 20-1): “y ese tu Don Quijote baladí / de culo
en culo por el mundo va, / vendiendo especias y azafrán romí,/ y al fin
en muladares parará” (Véase más abajo).
El segundo fragmento en cursiva del anterior texto cervantino es un rechazo de las sátiras que perjudican las honras ajenas y una alusión –además de a Ovidio– al destierro que sufrió Lope precisamente por escribir sátiras contra la familia Velázquez.
En el capítulo XVIII ya han llegado a la casa de don Diego; allí don Quijote mantiene una conversación con el hijo, don Lorenzo, sobre justas literarias y glosas. Este le lee una glosa a unos versos que ha compuesto y don Quijote estalla en un hiperbólico elogio admirativo hacia el joven:
En acabando de decir su
glosa don Lorenzo, se levantó en pie don Quijote, y en voz levantada, que
parecía grito, asiendo con su mano la derecha de don Lorenzo, dijo:
—¡Viven los cielos donde más
altos están, mancebo generoso, que sois el mejor poeta del orbe, y que merecéis
estar laureado, no por Chipre ni por Gaeta, como dijo un poeta que Dios perdone,
sino por las academias de Atenas, si hoy vivieran, y por las que hoy viven de
París, Bolonia y Salamanca! Plega al cielo que los jueces que os quitaren el
premio primero, Febo los asaetee y las musas jamás atraviesen los umbrales de
sus casas.
El “poeta que Dios perdone” es Pedro Liñán de Riaza. La frase “laureado por Chipre y por Gaeta” pertenece a un conocido soneto de Liñán en que este satiriza, en términos muy duros, semejantes a los del soneto de Valladolid contra Cervantes (ambos tienen en común las referencias a Apolo y al Parnaso), como poetas repentistas, a dos poetas de su época, a Juan Bautista de Bivar (que había sido un antiguo amigo suyo. Vid. Madroñal) y a Juan Rufo (Randolph, p. 84).
AL JURADO DE CÓRDOBA
JUAN RUFO
Yo, Juan Bautista de Bivar, poeta
por la gracia de
Ascanio solamente,
saltabanco mayor de
todo oriente
laureado
por Chipre y por Gaeta,
a ti, el jurado hereje de esta seta
cuya vena de vana está
doliente
de cerro fría, de
canal caliente,
más lacia que bohemio
de bayeta,
salud y gracia en el señor de Delo:
sabrás cómo las musas
repentonas
te acusan del estupro
que les haces.
¡Maldito seas de Dios, Rufo mochuelo,
que enturbiaste las
aguas heliconas
y como bestia en el Parnaso paces!
La sátira de
Liñán contra Juan Rufo como vano poeta
“de repente” está puesta en boca de otro repentista, Juan Bautista de Bivar, al
que se califica de “saltabanco”, charlatán, y laureado por Ascanio Colona como
poeta en Alcalá, según una nota del manuscrito donde se ha conservado el poema.
El poema satiriza a los dos. Liñán no era tan sutil como Cervantes y caía en la
injuria directa: “Rufo mochuelo”, en
este poema; semejante a los insultos directos del soneto contra Cervantes:
“puerco [...] potrilla”. Cervantes le llamó también “puerco” a Avellaneda en el
capítulo LXII de
A continuación Cervantes dice: “como dijo un poeta que Dios perdone”. La expresión se refiere al autor del soneto, a Pedro Liñán, y supone un resquemor contra él. Liñán ha cometido un delito que sólo le puede perdonar Dios, porque Cervantes no está dispuesto a perdonarle. Creo que es una prueba de que este fue ofendido por Liñán muy gravemente y, a las alturas de 1615, un año después de la aparición del Don Quijote de Avellaneda, Cervantes descorre el velo. El hecho de que Liñán hubiera fallecido ocho años antes es buena muestra del resquemor y del odio que sentía Cervantes hacia él y de la gravedad de la falta que, a los ojos del escritor alcalaíno, aquel había cometido. Cervantes no vacila en execrar a un muerto que no puede ya defenderse.
La expresión la vuelve a repetir Cervantes en boca de Sancho en el capítulo LIX de su Segunda parte, ahora ya referida claramente a Avellaneda: “—Dios se lo perdone —dijo Sancho—. Dejárame en mi rincón, sin acordarse de mí, porque quien las sabe las tañe, y bien se está San Pedro en Roma”.
La dura expresión
cervantina contra Liñán —y contra Avellaneda por Sancho— fue contestada por su
amigo Lope de Vega con las mismas palabras de Cervantes en un contexto en que
se cita el Don Quijote cervantino. Creo que es una prueba más de que los
dos, Liñán y Lope, actuaban al unísono, que el ataque contra el uno era
respondido por el otro. Lo hizo como Lope solía hacerlo, mucho tiempo después y
perdida entre los versos de una de sus comedias, Amar sin saber a quién,
publicada en 1630 en
Sale LEONARDA y INÉS, criada.
INÉS Escoge,
así Dios te guarde.
LEONARDA No
me mandes escoger,
que es presto para querer.
INÉS Para
querer nunca es tarde.
LEONARDA Ya
sé que la voluntad
por amorosos engaños
nunca reparó en los daños,
ni en mucha ni en poca edad.
INÉS Si
te enternecen palabras,
aunque más lo disimules,
ponte a las rejas azules,
deja la manga que labras,
melancólica Jarifa,
verás al galán Audalla.[14]
LEONARDA ¿Estudias
romances?
INÉS Calla,
que ya la mora Jarifa
está diciendo a su hermana
que al moro bizarro vea,
que nuestra calle pasea
en una yegua alazana.
LEONARDA Después
que das en leer,
Inés, en el romancero,
lo que aquel pobre escudero
te podría suceder.
INÉS Don
Quijote de
perdone Dios a Cervantes,
fue de los estravagantes
que la corónica ensancha.
Yo leo en los romanceros,[15]
y se me pega esta seta
tanto que de ser discreta
no tengo malos aceros.
Por la parte del amor
he dado en imaginar
a quién podría yo amar.
“Don Quijote de
Hay
otro momento en
Es la amistad un empinado Atlante
en cuyos hombros se sustenta el cielo;
Nilo que, por regar su patrio suelo,
sale de madre repartido amante;
cristal que hace el rostro semejante,
voluntad que en dos almas vino a
pelo,
arnés a prueba, temple sin recelo,
iris divina de la fe triunfante.
Su madre es la igualdad, por ella vive;
del corazón ajeno se sustenta
y el ajeno del suyo hasta
acabarse.
Si mucho puede dar, mucho recibe;
si poco, con lo poco se contenta;
ni sabe hacer ofensas ni
quejarse.
Y
este el de Cervantes:
Santa amistad, que con
ligeras alas,
tu
apariencia[17] quedándose en el
suelo,
entre
benditas almas en el cielo,
subiste
alegre a las impíreas salas.
Desde allá, cuando quieres, nos señalas
la
justa paz cubierta con un velo,
por
quien a veces se trasluce el celo
de
buenas obras que, a la fin, son malas.
Deja el cielo, ¡oh amistad!, o no
permitas
que
el engaño se vista
tu librea,[18]
con
que destruye a la intención sincera;
que si tus apariencias no le quitas,[19]
presto
ha de verse el mundo en la pelea
de la discorde confusión primera.
Cervantes
está dando la réplica a Liñán, como se ve en las palabras que hemos puesto en
cursiva, tiene delante el soneto de su adversario al componer el suyo. En el
verso 1, la palabra amistad ocupa en ambos las sílabas 2, 3 y 4. Al
final del verso, la palabra alas de Cervantes puede estar sugerida por
el Atlante de Liñán (Se pronunciaba [alánte]). Los versos 2 y 3 tiene la
misma rima consonante y utilizan las mismas palabras invertidas: cielo, suelo.
Lo mismo sucede en cuanto a la rima consonante de los versos 6 y 7: pelo/velo
y recelo/celo. La elección de la misma rima consonante es una prueba de
que Cervantes le está dando la réplica.[20]
Los dos primeros versos de los tercetos de Cervantes son la respuesta directa a
los dos primeros versos de los cuartetos de Liñán. Si este ha dicho “Es la
amistad un empinado Atlante/ en cuyos hombros se sustenta el cielo”,
Cervantes le contesta “Deja el cielo, ¡oh amistad!, o no permitas que el engaño
se vista tu librea”. Es decir, hay una
coincidencia en las formas y en el tema. Cervantes nos estaría diciendo que
tras las palabras de Liñán, que invoca en su soneto a la sagrada amistad, se
escondería la hipocresía, el engaño. Cervantes, Lope y Liñán fueron amigos,
antes de la ruptura de hacia 1604. Cervantes, como hemos visto, elogió a Liñán
en
Dos momentos en la composición del Don Quijote
de Avellaneda: el soneto de Pero Fernández y Alisolán
En el fundamental prólogo a su
edición del Don Quijote de Avellaneda, Gómez Canseco (p. 51), citando a
Espín Rodrigo, señala: “el grueso de la novela se escribió antes de 1610 y sólo
en el último momento, al mismo tiempo que los preliminares se añadiría el
párrafo inicial con la mención del sabio Alisolán y la expulsión de los
moriscos”; y en la n. 118: “Espín Rodrigo también argumentó la ausencia de alusiones
a la pragmática de enero de 1611 que prohibía a las mujeres de ir tapadas por
la calle”. Creemos que existieron dos momentos en la composición de la novela:
un primer momento, desde
En uno de sus romances
moriscos, “De la naval con quien fueron” (Randolph, p. 286), Liñán adopta el
seudónimo de Aliatar. Lo cual nos debe hacer pensar en
otros seudónimos que tengan la sílaba li y terminen en a tónica,
como Solisdán y Alisolán,
estos últimos, además, terminados no sólo en a tónica, sino en án
(como Liñán), que aparecen en los paratextos de
El nombre de Solisdán aparece en los paratextos del Don Quijote de Cervantes en el único soneto escrito en fabla antigua, una de las especialidades de Liñán:[21]
De
Solisdán a don Quijote de
Soneto
Maguer,
señor Quijote, que sandeces[22]
vos tengan el
cerbelo derrumbado,
nunca seréis
de alguno reprochado
por home de
obras viles y soeces.
Serán
vuesas fazañas los joeces, 5
pues tuertos
desfaciendo habéis andado,
siendo
vegadas mil apaleado
por follones[23]
cautivos[24]
y raheces.[25]
Y si la
vuesa linda Dulcinea
desaguisado[26]
contra vos comete, 10
ni a vuesas
cuitas[27]
muestra buen talante,
en tal
desmán, vueso conorte[28]
sea
que Sancho
Panza fue mal alcagüete,
necio él,
dura ella, y vos no amante.
Sobre el nombre Solisdán,
Schevill y Bonilla dicen: “No parece probable que Cervantes haya escogido a
propósito un nombre tan obscuro y desconocido que, a pesar de las pesquisas de
varias generaciones de eruditos, nadie haya dado todavía con la historia en la
cual se esconde el misterioso Solisdán [...] Por tanto, no quedan más que dos
soluciones lógicas: la una, de Clemencín, que lo considera invención del propio
Cervantes; la otra, que es errata tipográfica”. Por su parte la nota de la
edición de Rico dice: “Se ignora si nos las habemos con un héroe caballeresco
no identificado, un nombre inventado, un anagrama o seudónimo o bien una mera
errata”. Nos quedamos con una de esas posibilidades: pensamos que podría ser un
anagrama de Liñán.
Los tercetos de este soneto
son auténticas injurias contra don Quijote: es obvio que si Sancho es un
alcahuete, Dulcinea es una ramera que comete contra don Quijote un desaguisado,
un agravio, un desmán, poniéndole los cuernos. Esto no sucede en el
libro de Cervantes, por tanto, como dijo Hartzenbusch comentando el episodio,[29]
estos deben de ser otros Quijotes, otros Sanchos y otras Dulcineas distintas de
los del libro. Son sinónimos voluntarios, seudónimos tras los que se esconden
personajes reales. De acuerdo con parte de la crítica, en estos textos
preliminares tras el seudónimo de don Quijote se esconde Lope de Vega.[30]
Ante esas injurias, en el
soneto siguiente, Pero Fernández (el propio Lope también, respondiéndole bajo
seudónimo) se siente menguado, o sea, afrentado, deshonrado. Por eso
mandó contra Cervantes el soneto de Valladolid en una carta con porte
devolviéndole el insulto de cornudo. Son dos maneras distintas de injuriar:
Lope lo hace de forma clara, mediante copias manuscritas, y garantiza que
Cervantes recibe la injuria mediante una carta con porte. Cervantes lo hace
solapadamente mediante sinónimos voluntarios, pero publica las injurias
imprimiéndolas al frente de su Don Quijote.
Avellaneda contestó a este
soneto de los paratextos iniciales del Don Quijote de 1605 en el único
soneto que incluyó en los de su Don Quijote (Véase en facsímil, fol. IVv, Figura I):
Figura
I. Soneto de Pero Fernández
De acuerdo con nuestra
hipótesis, el soneto de Avellaneda pertenece a la segunda redacción de Lope,
como todos los paratextos, por tanto lo redactó al final, antes de entregarlo a
la imprenta para su publicación en 1614. Lope utiliza un nombre corriente,
“Pero Fernández”, como el “Juan Martínez” con el que se disfrazó para atacar a
Torres Rámila (Vid. Entrambasaguas, Una guerra, y Pérez López,
“Lope, Medinilla”): “Yo Juan Martínez, oficial de Olmedo,/ por la gracia de
Dios poeta sastre,/ natural de
Hay una correspondencia perfecta con el soneto cervantino de Solisdán ya comentado. Pero Fernández repite las siguientes palabras:
Maguer que: maguer que.
Sandeces: segundas sandeces.
Home: homes.
Buen talante: buen talante.
Conorte: solaz (solaz es un sinónimo de conorte; según Covarrubias “vale consuelo y alivio de trabajos”; conorte, “consuelo”).
Transcribimos el soneto paleográficamente respetando sus grafías y su
puntuación:
De Perofernández.
Soneto.
Maguer
que las más altas fechorias,
Homes
requieren doctos, e sesudos,
E yo soy el
menguado entre los rudos;
De buen
talante escriuo a mas porfias:
Puesto que auia vna sin fín de
dias 5
Que la fama
escondía en libros mudos
Los fechos más
sin tino y cabezudos
Que se han
visto de Illescas hasta Olias.
Ya vos endono nobres leyenderos
Las segundas
sandeces sin medida 10
Del Manchego
fidalgo don Quijote:
Para que escarmenteys en sus
hazeros
Que el que correr
quisiere tan al trote,
Non puede
auer mejor solaz de vida.
El soneto de Pero Fernández no se ha explicado correctamente hasta el momento, ni siquiera desde el punto de vista gramatical, por lo que se hace necesario, en primer lugar, editarlo y puntuarlo correctamente a partir del facsímil. Esta es nuestra propuesta:
Maguer que[31]
las más altas fechorías
homes
requieren doctos e sesudos
e yo soy el
menguado entre los rudos,
de buen
talante escribo a más porfías.
Puesto
que[32]
había una sin fin de días[33] 5
que la fama[34]
escondía en libros mudos
los fechos
más sin tino y cabezudos
que se han
visto de Illescas hasta Olías,
ya vos
endono, [35]
nobres leyenderos,
las segundas
sandeces sin medida 10
del manchego
fidalgo don Quijote,
para que[36]
escarmentéis en sus aceros,
que[37]
el que correr quisiere tan al trote,
non puede
haber mejor solaz de vida.
De Riquer y Gómez Canseco ponen
punto y coma detrás de Olías (v. 8). Creemos que la puntuación de estos excelentes
editores no es aquí correcta, porque el punto y coma deja aislada de su oración
principal (“ya vos endono, nobres leyenderos, las segundas sandeces sin medida
del manchego fidalgo don Quijote”) la oración subordinada adverbial causal que
se inicia en puesto que, v. 5, y termina en Olías.[38]
Por otra parte, la palabra ya con que se inicia el primer terceto en el
v.
El poema se divide gramaticalmente en dos partes: el primer cuarteto, y el resto del poema. Cada parte está formada por una oración compleja.
La primera parte dice:
“Escribo de buen talante a más porfías maguer que (aunque) las más altas
fechorías requieren homes doctos y sesudos e [maguer que] yo soy el menguado
entre los rudos”. Gramaticalmente tenemos aquí una oración compleja que incluye
dos oraciones subordinadas adverbiales concesivas coordinadas copulativas entre
sí, desde maguer que hasta rudos. “Escribo de buen talante a más
porfías”, dice Pero Fernández en la oración principal; es decir, entro en la
batalla de buena voluntad continuando la pelea. En el primer verso, Pero
Fernández reconoce de manera cínica que lo que él va a hacer es una fechoría
(una “mala acción”, según el Diccionario académico) contra
Cervantes. Emplea a continuación el tópico de modestia de la rudeza, utilizado,
por ejemplo, por el Arcipreste de Hita: él es el más menguado de entre los
rudos. Según Covarrubias, “menguado de juicio es el loco o tonto”; pero
también, según Covarrubias, menguado significa “afrentado”:
“traslativamente se dice mengua la afrenta por ser menoscabo de la honra”. Por
tanto, hemos de tener en cuenta este significado, ellos (Lope y los suyos) se
sienten afrentados, deshonrados por Cervantes (y no es para menos según hemos
visto que era la ofensa contra Lope sólo en el soneto de Solisdán, sin tener en
cuenta otros poemas de los paratextos cervantinos). También según Covarrubias, porfía
es “una instancia y ahinco en defender alguno su opinión o constancia en
continuar alguna pretensión; y así dice un proverbio: Porfía mata la caça”. Por
tanto, lo que dice el primer cuarteto es que él entra de buen gusto en la pelea
como escritor, aunque quizá no debiera hacerlo porque sería necesario ser docto
y sesudo y él es el más rudo de los rudos, pero también el más afrentado, el
más deshonrado.
La segunda parte del poema
no ha sido bien interpretada, siendo como es este un poema clave para entender
la obra por la posición que ocupa, puesto en el frontispicio de la misma. Todo
este segundo apartado hasta el final del soneto es también una oración compleja
con una oración principal: “Ya vos endono (regalo), nobres leyenderos
(lectores), las segundas sandeces[40]
sin medida del manchego fidalgo don Quijote”. Recalcamos el complemento
circunstancial de tiempo ya (“ya vos endono las sandeces”). Ese ya
complemento circunstancial antepuesto a su verbo, en posición relevante al
comienzo nada menos que del primer terceto del soneto, ha pasado desapercibido
a la critica que en ocasiones lo ha confundido con yo, como es el caso
de Marín López (sin duda llevado por la homofonía ya/yo y por la
necesidad de establecer una concordancia (como sujeto) en número y persona con endono
que viene a continuación: “yo vos endono”). Ese ya del
presente exige una correlación con otro elemento (“había una sin fín de días”)
del pasado, que hallamos en la oración subordinada adverbial causal que se
antepone.
Antepuesta, pues, como
complemento oracional, está una oración subordinada adverbial causal, desde puesto
que hasta Olías. “Ya vos endono” estas segundas sandeces (oración
principal), por esta causa: “puesto que (porque, ya que) había una sin
fín de días (hacía muchísimos días) que la fama escondía en libros mudos los
hechos más sin tino y cabezudos que se han visto de Illescas hasta Olías”. Lo
fundamental está en la conjunción puesto que del verso 5, que la crítica
ha considerado también como concesiva.[41]
Sin embargo puesto que es aquí una conjunción causal,[42]
no es una conjunción concesiva (como sí lo es maguer que, en la primera
parte del soneto), no significa “aunque”. Este uso de puesto que como
causal, menos frecuente en verdad en el siglo XVII que su valor concesivo, se
da en textos contemporáneos, en el propio Quijote, I, 9:
Estando yo un día en el Alcaná de Toledo, llegó un
muchacho a vender vnos cartapacios y papeles viejos a un especiero[43],
y como yo soy aficionado a leer, aunque sean los papeles rotos de las calles,
llevado desta mi natural inclinacion, tomé un cartapacio de los que el muchacho
vendía, y vile con caracteres que conocí ser arávigos. Y puesto que, aunque los conocía, no los sabía
leer, anduve mirando si parecía por allí algún morisco aljamiado que los
leyesse.
Obviamente, aquí puesto
que equivale a porque: “puesto que (porque) no los sabía leer,
anduve mirando”, como en el soneto que venimos comentando. Prueba de ello es su
compatibilidad con la conjunción concesiva aunque, que sigue, que sí
introduce una oración concesiva (“aunque los conocía”) subordinada a la
causal (“puesto que, [aunque
los conocía], no los sabía leer”).
“Porque había[44]
una sin fin de días” (“porque hacía muchísimos días”) está relacionado en
cuanto a su significado con el “ya vos endono” de la oración principal.
Al poner De Riquer y Gómez Canseco punto y coma al final de esta oración
subordinada adverbial causal, y al considerarla, además, concesiva, la aíslan
de su oración principal (“ya vos endono”) y la dejan sin sentido. El sentido es
claro: hacía muchísimos días “que la fama escondía en libros mudos los fechos
más sin tino y cabezudos que se han visto de Illescas hasta Olías”, que la fama
escondía en libros mudos (en libros que no hablaban, inéditos) estos fechos de
don Quijote (que él, Pero Fernández, ya,
“ahora, por fín”, nos presenta). La referencia a “la fama” es réplica a la
despedida cervantina en el capítulo 52 de su Primera parte:
Pero el
autor desta historia, puesto que con curiosidad y diligencia ha buscado los
hechos que don Quijote hizo en su tercera salida, no ha podido hallar noticia
de ellas, a lo menos por escrituras auténticas; sólo la fama ha guardado, en las
memorias de
Está claro que está haciendo
referencia a que el libro que nos presenta de los segundos fechos de don Quijote
estaba escrito desde hacía muchísimos días (desde la muerte de Liñán en
1607, según nuestra hipótesis), pero oculto a la fama (el libro estaba mudo,
estaba ya escrito, pero inédito), por eso ya Pero Fernández (Lope) nos
lo “endona”, nos lo regala, lo publica. Creo que este es un argumento
fundamental a favor de nuestra hipótesis de los dos tiempos en la composición
del libro: Liñán de Riaza (siempre en colaboración con Lope) lo escribe entre
1604 y 1607, pero, al morir en ese último año, el libro queda mudo, inédito, no
publicado, pero famoso: se sabía quizá de su existencia. Ahora, “ya”, Lope lo
remata, lo añade, lo enmienda, escribe los paratextos: la dedicatoria a los
regidores del Argamesilla, el prólogo, y este soneto de Pero Fernández en el que
está presentando el libro. Y nos lo “endona”.
“Las segundas sandeces sin medida” (o sea, el contenido del libro que ya nos endona) son ahora calificadas mediante una frase sinónima como “los fechos más sin tino y cabezudos que se han visto de Illescas hasta Olías”. Los fechos de don Quijote son “sin tino”, desatinados, y cabezudos.[45]
La referencia a Illescas y a
Olías es absolutamente fundamental para conocer el ámbito geográfico de donde
procede este ataque de los paratextos de 1614: la ciudad de Toledo. De Riquer
señala que esta referencia es una “limitación humorística, pues entre Illescas
y Olías (ambas en la actual provincia de Toledo) hay unos veinte kilómetros”.[46]
Gómez Canseco señala que “frente a la geografía fantástica de los libros de
caballerías, se señala aquí el reducidísimo espacio que va desde Illescas a
Olías en la provincia de Toledo”. Pero lo esencial es el hecho de la mención de
esos topónimos y el hecho de que junto a la mención de los dos pueblos
toledanos del antiguo camino real de Toledo a Madrid, (en la comarca de
Que
Avellaneda residió en Toledo lo manifiesta al parecer el conocimiento minucioso
que muestra y la frecuente mención que hace de las cosas de aquella ciudad, del
castillo de San Cervantes, de las puertas del Cambrón y Visagra, de Zocodover y
del Alcaná, de la tarasca de la catedral y la descripción de la casa del
Nuncio. Resulta, pues, de las consideraciones precedentes, que el autor de la
segunda parte del contrahecho Quijote fue aragonés [...] y morador de
Toledo. Pellicer añade la conjetura de que era poeta cómico [...]” (Miguel de Cervantes Saavedra. El
ingenioso hidalgo, cap. LIX, n. 36, p. 1848).
La mención de Illescas y Olías es burlesca,
pero también literal, del propio contenido del libro, porque ese camino de
Illescas a Olías lo hace efectivamente don Quijote para ingresar en el Nuncio
de Toledo: Madrid, Getafe, Illescas, Olías, Toledo:
Tras esto y tras almorzar bien y despedirse del príncipe Perianeo y de
don Carlos, se salieron de la corte y caminaron para Toledo, ofreciéndoseles
por el camino graciosísimas ocasiones de reír, particularmente en
Getafe y Illescas. Llegados a la vista de Toledo, dijo don Quijote... (Capítulo
XXXVI y último).
Por el camino del Repertorio de
Villuga tuvieron lugar “los fechos más sin tino y cabezudos”. El camino de
Madrid a Toledo lo hacen en un día, madrugando (“tomando la mañana”). De hecho
llegan a la ciudad todavía con luz y ven a la gente entrando por las puertas de
Visagra, que dejan a la izquierda, para entrar por la puerta del Cambrón, que
les lleva más directamente al Nuncio.
Continuando con nuestro análisis sintáctico, viene ahora una oración
subordinada adverbial final (dependiente de la oración principal, “ya vos
endono”), de la que, a su vez, depende una oración subordinada adverbial
causal: “para
que
escarmentéis en sus aceros, que el que correr quisiere tan al trote, non
puede haber mejor solaz de vida”. Se dirige a nosotros, a los “nobres
leyenderos”, para que escarmentemos en los “aceros” de estas segundas sandeces,
para que escarmentemos en cabeza ajena, en la de don Quijote. El libro se
presenta, pues, como un enxiemplo medieval. Pero creo que también hay aquí un
mensaje al “leyendero” principal de la obra, al destinatario principal de la
misma, al propio Cervantes, para que escarmiente, porque (y ahora pasa
del plural de escarmentéis al singular de quisiere) “el que
correr quisiere tan al trote, non puede haber mejor solaz de vida”, el que
quiera ir al trote, atropellando a los demás (con injurias encubiertas: así
injuriaba Cervantes), no puede tener un buen solaz (consuelo) de vida”.
Hablemos ahora de Alisolán. ¿Se han terminado después del soneto de Pero Fernández los paratextos, escritos en 1614, de presentación del libro de Liñán, escrito antes de 1607? Todavía no. Falta rendir tributo al primer autor y hacerlo de manera encubierta (habían aprendido el procedimiento en Cervantes). Y lo hacen en el primer párrafo del libro:
[Capítulo I]
El sabio Alisolán,
historiador
no menos moderno que verdadero, dice que siendo expelidos los moros
agarenos de Aragón, de cuya nación él decendía, entre ciertos anales de
historias halló escrita en arábigo la tercera salida que hizo del lugar del
Argamesilla el invicto hidalgo don Quijote de
Después de haber sido llevado don Quijote por el
cura y el barbero y la hermosa Dorotea a su lugar en una jaula, con Sancho
Panza, su escudero, fue metido en un aposento con una muy gruesa y pesada
cadena al pie, adonde, no con pequeño regalo de pistos y cosas conservativas y
sustanciales, le volvieron poco a poco a su natural juicio [...]
[Capítulo final]
[...] Dicho esto, se salió, y fue con los criados de
don Álvaro en la posada en que estaba, a quien dio cuenta de todo, como hizo al
Archipámpano, vuelto a la corte. Detúvose don Álvaro algunos días en Toledo, y
aun visitó y regaló a don Quijote y le procuró sosegar cuanto le fue posible, y
obligó con no pocas dádivas a que hiciesen lo mesmo a los sobrestantes de la
casa, y encomendó cuanto le fue posible a los amigos graves que tenía en Toledo el mirar por aquel enfermo,
pues en ello harían grandísimo servicio a Dios, y a él particularísima merced.
Tras lo cual dio la vuelta felizmente a su patria y casa.
Estas relaciones se han
podido sólo recoger, con no poco trabajo, de los archivos manchegos, acerca de
la tercera salida de don Quijote; tan verdades ellas, como las que recogió el
autor de las primeras partes[47]
que andan impresas.
El libro escrito por Liñán (y añadido y enmendado por Lope en su presentación final), el que ponemos en cursiva en nuestra cita, es presentado por Lope (nos lo “endona”) entre el párrafo introductorio del capítulo I y el párrafo resumen del capítulo final. Los dos párrafos tienen todo el aspecto de ser interpolaciones tardías que Lope y sus secuaces añadirían en el último momento al libro ya escrito por Liñán, el cual empezaría en el segundo parrafo (“Después de haber sido llevado don Quijote por el cura y el barbero y la hermosa Dorotea a su lugar”), justamente donde Cervantes lo había dejado en su Primera parte de 1605. Presentándolo en cursiva y sangrado, nos hemos limitado a destacar los relieves de las costuras, pero estos aparecen a simple vista, no en vano Cervantes llamó a Avellaneda “zapatero de viejo” en el Persiles.
El nombre Alisolán sólo aparece en esta ocasión en el libro. Y puede tratarse de un anagrama de Liñán, ya que contiene todas las letras de su apellido menos la ñ: “li-án”. La referencia a que descendía de Aragón es otro argumento a favor de esta identificación. La referencia del capítulo final a “los amigos graves que tenía en Toledo” don Álvaro Tarfe es un nuevo guiño a la procedencia toledana del ataque avellanediano.
“En un lugar de
El Don
Quijote de 1605 se abre con el verso 5 (“En un lugar de
Ensaladilla
Un
lencero[49]
portugués
recién
venido a Castilla,
más
valiente que Roldán
y
más galán que Macías,
en
un lugar de
que
no le saldrá[50]
en su vida,
se
enamoró muy despacio
de
una bella casadilla,
que,
vendiéndole ruán[51]
para
faldas de camisas, 10
una tarde le contó
sus
amorosas fatigas.
Escuchábaselas
ella,
ni
muy falsa ni muy fina,
que
es grande alcahuete un fardo 15
de
holanda[52]
y hilo de pita.[53]
Derritido
el portugués
al
sol de su hermosa vista,
a
cada vara que mide
un
palmo le daba encima.[54] 20
Alabábale
su tierra,
su
nación, su fidalguía,
su
música, sus regalos,
su
espada, en África limpia.
Prometiéndole
en efeto 25
las
especies[55]
de
los
olores de Lisboa
y
los barros de
Hicieron
los dos concierto
que
aquella noche misma, 30
si
el marido fuere al campo,
campo
franco le daría.
Quedose
en casa una pieza
de
ruán y holanda rica
en
rehenes de la junta 35
de
Portugal y Castilla.
Era
la villana astuta
y
el manchego de la vida,[56]
y,
en saliendo el portugués,
hablaron
en su desdicha. 40
Y,
visto bien el proceso,
condenáronle
en revista[57]
en
perdimiento de bienes
para
gastos de justicia
y
a dos docenas de palos 45
con
una tranca de encina,
guardándose
la cabeza
a
honor de su fantasía.
A
dos horas de la noche
se
escondió la bella Cintia, 50
cuando
el portugués y el cielo
de
bayeta[58]
se cubrían.
Tomó
su espada y guitarra,
y
entre una y otra requinta[59]
a
suspiros fue templando 55
desde
el bordón a la prima.
Puesto
en la calle mirando
a
la ventana de arriba,
a
su dama reconoce,
que
le cecea y le silba. 60
Y,
entonando la garganta,
suspiros
y voz caminan
al
aire y a quien también
le
escucha muerta de risa.
Afora,
fora, Rodrigo, 65
el
soberbo castejano.
Acordársete
deviera
de
aquel tempo ja pasado,
quando
te armé cavaleiro
no
el altar de Santiago; 70
miña
mai te deu las armas,
miño
pai te deu el cavalo.
Castejano malo,
el soberbio castejano.[60]
Apenas esto acabó 75
cuando a su mismo requiebro
por la calle abajo acuden
otros galanes del pueblo:
el uno era el sacristán,
que en otros pasados tiempos 80
de todo su pie de altar
le daba contino en medio.[61]
Renunciada la sotana
y echando al mundo el
gregüesco,
viene por la calle abajo 85
echando votos y retos.
Sus mismas pisadas siguen
el boticario y barbero
que entrambos cantan
romances
de Belardo y de Riselo. 90
Juntada, pues, la capilla,[62]
Quiso el bonete[63]
primero
en una ronca bandurria
cantar los siguientes versos
Si siempre crecen así 100
tu desdén y mi pasión,
bien pueden cantar por mí
kyrieleisón.[64]
El barbero y boticario
que al sacristán conocieron 105
en dos guitarras templadas
esparcen su voz al viento:
Zagaleja del ojo rasgado,
vente a mí que no soy toro
bravo.
Vente a mí, zagaleja, vente, 110
que adoro las damas y mato
la gente.
Zagaleja del ojo negro,
vente a mí que te adoro y
quiero;
dejaré que me tomes el
cuerno
y me lleves si quieres al
prado; 115
vente a mí que no soy toro
bravo.
Determinada la dama
al concierto del marido,
entre los cuatro llamados
fue el portugués admitido; 120
bajó a la puerta y llamole
por un pequeño resquicio,
y entonces el vitorioso,
cantando a los otros, dijo:
Pois que Madalena 125
remedió meu mal,
viva Portugal
e mora Castella.
Seja Amor testigo
de tamanho ben 130
na o chegue ninguen
a zombas conmigo,
que a espada y rodela
a forneira sal:
viva Portugal 135
e mora Castella.
Entrose dentro con esto,
y los tres que le miraban
a tres juntaron así
quejas, voces y guitarras: 140
Si
para sufrir agravios
al
Amor le pintan ciego,
¡fuego!
Si
para ver y callar
le
ponen aquella venda, 145
el
mismo fuego le encienda
con
que nos suele quemar;
que
sufrir cuernos y amor,
y,
viendo, fingirse ciego,
¡fuego! 150
Desampararon
la calle
cuando
ya el lencero estaba
desnudo
de sus vestidos
aunque
armado de esperanza; [65]
pero
apenas puso el pie 155
en
el lazo de la cama,
cuando
salió el cazador
detrás
de la puerta falsa;
y
a dos manos esgrimiendo
la
verde y nudosa tranca, 160
al
que vive de medir[66]
midió
muy bien las espaldas.
El
portugués daba voces:
“Aquí
de un rey, que me matan”.[67]
Pero
el rey, que no lo oía, 165
tampoco
le remediaba.
Echose
por la escalera,
y
quiso por la ventana,
y
hallando apenas la puerta,
se
fue en camisa a su casa. 170
En el verso 5
aparece la frase con que Cervantes dio comienzo a su Don Quijote: “En un
lugar de
Señor excmo.º,
este Corregidor es desvergonzado, y a Vex.ª le conviene copiar este papel sin
quitar ni añadir nada; que él va considerado y no peligroso; cierto que me dio
el berle tanta yra, que en mi vida me he visto más apasionado; porque las
libertades con los mayores son unos linajes de desvergüenza tan ynsufribles que
alcanzan desde los señores a los criados, y en todos pone igual pena. Van assi
mismo las epistolas del Hozes, y la de Pedro, cosida; admireme de saber los
sucesos de nuestra reputaçion, que, por modestamente que los quiso referir, da
bien a entender que corren por la vltima linea de la infamia y que tocan en los
principios de la perdiçion. Acuerdome de haber oydo cantar a Juan Blas en vn
romanze estos versos:
El portugues
daua vozes;
Aquí do
Rey, que me matan;
Pero el Rey,
que no lo ohia,
Tampoco lo remediaua.
Es obvio que el romance no puede ser una sátira contra Lope ya que este no lo citaría en esta ocasión de la carta a Sessa, ni su amigo Juan Blas de Castro le hubiera puesto los tonos. A la vista de los versos 89-90 (“que entrambos cantan romances/ de Belardo y de Riselo”), se abre camino lo contrario: sería una obra del propio Lope (Belardo) o de su amigo Liñán (Riselo), los dos citados en dichos versos, o quizá compuesto al alimón por los dos. La cita del seudónimo pastoril dentro de la composición es una forma que ambos emplean en sus romances para afianzar su autoría. Así, Liñán, en otro de sus romances, el titulado “Confesión”, reniega de su condición de poeta y dice: “Que ya Riselo y Azarque/ será razón que se mueran” (Randolph, p. 302); en este caso se cita a sí mismo con su seudónimo pastoril (Riselo) y con su seudónimo morisco (Azarque).
Liñán utiliza el género de la ensaladilla de romances con frecuencia, como su ensaladilla “Loor de fregonas” (Randolph, pp. 152-8). A favor de su autoría están algunos elementos intertextuales. La expresión “una bella casadilla” (v. 8) es una fórmula que emplea con frecuencia: “Una bella pastorcilla” (Randolph, p. 187). La idea de que las dádivas son alcahuetes (v. 15), es una idea recurrente de Liñán: “¡Ay dádivas mal seguras, / ay falsa correspondencia, /que siendo terceros mudos, / tenéis hechiceras lenguas!” (Randolph, p. 187). Los versos 83-6, que se aplican al sacristán impúdico (“Renunciada la sotana/ y echando al mundo el gregüesco,/ viene por la calle abajo/ echando votos y retos”), es una situación semejante a la que se da en el poema de Liñán “¿Qué te hice, vil Fortuna”, que comentaremos más abajo. La expresión “Aquí de un rey, que me matan” (v. 164) es también una fórmula muy empleada por Liñán: “¡Aquí de Dios, que me casan!” (Randolph, p. 297). El tono desvergonzado y obsceno de todo el poema, que hemos ido señalando en las notas, coincide con el de los poemas de Liñán (Vid. Madroñal), pero también es el tono de los poemas obscenos de Lope. Ese mismo tono es el que la crítica ha visto en algunos pasajes del Don Quijote de Avellaneda.
No creemos que a este romance se le pueda dar la interpretación de que es una sátira contra Lope (de Cervantes o de otro autor), sino que es un romance divertido en el que Liñán y Lope satirizan a un portugués, detrás del cual quizá ni siquiera esté un personaje real sino también una figura arquetípica de entremés, para hacer reír: el portugués “fidalgo” (como en el v. 22) y enamoradizo. Precisamente en una obra de Pinheiro da Veiga (que narra hechos ocurridos en Valladolid en 1605), Fastiginia, en un episodio en que Pinheiro cita a Liñán, encontramos una referencia a este carácter enamoradizo de los portugueses. Pinheiro y un amigo licenciado, vestidos ambos de bayeta, como el lencero del romance, encuentran “unos serafines”, unas damas, en una huerta. “En esto se llegó otra y dijo, viéndonos los hábitos: ‘Hermanas, a Dios gracias que se acuerdan de nosotras. Portugueses, muyto fidalgos, muyto namorados, muyta baeta, toda la huerta es nuestra’”.[69]
Los personajes ridiculizados en la obrita, además del portugués, son “el manchego de la vida” y su mujer. Sin duda se hace también sátira de un marido “de la vida”, comprensivo, que consiente, que no hace un papel muy airoso, obsérvese que en otra ocasión el sacristán había gozado de los favores de la casadilla, dándole “en medio” con su “pie de altar”. ¿Tras el marido consentido está reflejado un personaje real? No lo sabemos y no podemos precisar más en este juego de alusiones.[70]
Lo único que podemos
decir con certeza es que Cervantes se hizo eco del v. 5, “en un lugar de
¿Sedero o especiero?
Una cuestión de crítica textual
Y no será la única vez
que haga alusiones maliciosas a las obras de los dos. En el capítulo IX de
Estando yo un día en el
Alcaná de Toledo, llegó un muchacho a vender unos cartapacios y papeles viejos
a un sedero [léase especiero];
y como yo soy aficionado a leer aunque sean los papeles rotos de las calles,
llevado desta mi natural inclinación tomé un cartapacio de los que el muchacho
vendía y vile con carácteres que conocí ser arábigos. Y puesto que aunque los
conocía no los sabía leer, anduve mirando si parecía por allí algún morisco
aljamiado que los leyese, y no fue muy dificultoso hallar intérprete semejante,
pues aunque le buscara de otra mejor y más antigua lengua le hallara. En fin,
la suerte me deparó uno, que, diciéndole mi deseo y poniéndole el libro en las
manos, le abrió por medio, y, leyendo un poco en él, se comenzó a reír.
Preguntéle yo que de qué se
reía, y respondióme que de una cosa que tenía aquel libro escrita en el
margen por anotación. Díjele que me la dijese, y él, sin dejar la
risa, dijo:
—Está, como he dicho, aquí
en el margen escrito esto: “Esta Dulcinea del Toboso, tantas veces en esta
historia referida, dicen que tuvo la mejor mano para salar puercos que otra
mujer de toda
Cuando yo oí decir “Dulcinea
del Toboso”, quedé atónito y suspenso, porque luego se me representó que
aquellos cartapacios contenían la historia de don Quijote. Con esta
imaginación, le di priesa que leyese el principio, y haciéndolo ansí, volviendo
de improviso el arábigo en castellano, dijo que decía: Historia de don
Quijote de
El muchacho viene a vender “unos cartapacios y papeles viejos a un sedero”. Ya Clemencín nos explicó que sedero no era la lección de las primeras ediciones:
Las ediciones
primitivas y las siguientes pusieron escudero en vez de sedero:
la de Londres de 1738 fue la primera que corrigió este pasaje.
No hay razón
para que se vendan papeles viejos a un escudero (lleva razón Clemencín), pero
tampoco la hay para que un sedero esté interesado en comprar papeles de pequeño tamaño (el cartapacio y los
papeles podrían tener el tamaño de un folio actual) para envolver sus telas,
incluso aunque tuvieran el doble de tamaño tampoco servirían para envolver. La
sustitución de escudero por sedero es una conjetura de la edición
de Londres aceptada por
Se convirtió
en un tópico que un poeta desengañado de su oficio decidiera entregar sus
papeles a un especiero para hacer pequeños paquetitos de especias. Y
nunca a un sedero, por lo que de mantener la variante sedero en
el Quijote de 1605 sería la única vez en que tal situación se produce.
En un romance anónimo que aparece en
Yo no sé para qué escribo
tanta prosa y tanto verso,
si todo no importa un cuarto
y vale el papel el medio.
La tinta vale algo cara
y, aunque baratos los
cuernos,
estos nos suplen la falta
porque sirven de tinteros.
Un cañón vale un tesoro
y hanme dexado sin ellos
las ocasiones de Corte
que hazen al uso el cavello.
Y al cabo sirven mis coplas
de fundas al especiero
como si fueran, par Dios,
las coplas de don Gayferos
(...).
En unas cartas
en tercetos intercambiadas entre Lope de Vega (Belardo) y Liñán de Riaza
(Riselo), el primero le dice a su amigo que ha decidido cambiar de temas
amorosos (no servirá ya a damas sino a
fregonas) y de estilo, es decir, se “aliñanará”.[73]
Para ello va a juntar sus “papeles”, donde están sus obras, y a vendérselos a
un especiero como papel de envolver (Entrambasaguas, Cartas poéticas, p.
20; lo cotejo con el Ms. 973 de
Al fin vuelvo a decir que me
promete
de aquesta vez el desengaño
un modo
que de mi libertad será
alcahuete,
y deste vos seréis, Riselo,
el todo,
que en vos de mi afición
tengo el asilo,
pues hoy a vuestra escuela me
acomodo.
Quiero mudar de amores y de
estilo,
y huir de luz que alumbra y
no calienta,
pues como mariposa me
encandilo.
Ayer con mis
papeles hice cuenta,
y hallé, sin otras muchas
niñerías
cuyo perdido tiempo me
atormenta,
cien sonetos, seis pares de
elegías,
como zapatos viejos desechados,
vivos retratos de pasiones
mías.
Estos, señor Riselo, están
doblados,
que me
los ha pedido un especiero
que quiere dar pimienta en mis cuidados.
Ya me parece que un soneto
entero
en dos de clavos lleva
alguna moza
que me le canta al son de su
pandero.
Dexado todo, pues, al que lo
goza,
vendidos mis papeles y
pasiones,
de cuyo bien la risa me
retoza,
quiero seguir por plazas y
cantones
una moza gallega[74] que de un trueno
derribe dos banastas de
melones.
“Embolverán pimienta en
tus sonetos” (p. 29), le contesta Liñán. Cervantes recrea en tono burlesco en
el capítulo IX el paso siguiente que podría dar Lope (que vivió en Toledo
intermitentemente desde 1588, fecha de su destierro de Madrid, hasta 1610; en
los años anteriores a la publicación del Don Quijote de 1605, vivía
permanentemente en la ciudad; también vivía en Toledo y en Torrijos en esa
época Pedro Liñán): entregar al muchacho toledano que le sirve[75]
los papeles para que se los venda al especiero del Alcaná que se los había
pedido en su ficción. Y Cervantes, en su burla, sorprende en el Alcaná el
momento en que el muchacho lleva al especiero los papeles de Lope. Porque este
episodio es una sátira maliciosa de Cervantes contra Lope de Vega y contra
Pedro Liñán de Riaza, ya que está parodiando sus cartas. Otro indicio de que es una referencia a Lope
es que continúa la reiterada sátira de “las anotaciones en los márgenes” que
Cervantes había desarrollado con saña en el “Prólogo” y una sangrante nueva
burla de Dulcinea-Lucinda:
Preguntéle yo que de qué se
reía, y respondióme que de una cosa que tenía aquel libro escrita en el margen por
anotación. Díjele que me la dijese, y él, sin dejar la risa, dijo:
—Está, como he dicho, aquí
en el margen escrito esto: “Esta Dulcinea del Toboso, tantas
veces en esta historia referida, dicen que tuvo la mejor mano para salar
puercos que otra mujer de toda
Está sátira cervantina centrada en el Alcaná debió de escocerle especialmente a Avellaneda dado que en su Quijote menciona el barrio toledano en tres ocasiones:[76]
–Pues sepa vuesa merced
-replicó él- que aquel cura era grande hombre, porque había estudiado en el Alcaná toda la latrinería de pe
a pa.
–Alcalá dirás -dijo don
Quijote-; que en el Alcaná de Toledo no se aprenden letras, sino cómo se han de
hacer compras y ventas de sedas y otras mercancías. (cap.
XIIII).
En este fragmento
Avellaneda cita sólo las sedas que se venden en el Alcaná; parece como
si quisiera refrendar el error de los impresores, que él ya conocía, y
consolidar la alternativa sedero, poco conflictiva para él. Se olvida
intencionadamente de las especias, ocultas bajo el sintagma genérico
“otras mercancias”.
La crítica está mayoritariamente
de acuerdo en que en el Don Quijote cervantino de 1605 se ridiculizaba y
satirizaba a Lope de Vega, lo cual se demuestra fácilmente por la inmediata y
airada reacción de Lope en la conocida
carta de 1604: “De poetas, no digo: buen siglo es este. Muchos están [en]
cierne para el año que viene, pero ninguno es tan malo como Cervantes ni tan
necio que alabe a Don Quijote” (Lope de Vega, Cartas, p.
68).
La
sátira contra Lope y la crítica de sus obras, estaba en el cuerpo del relato,
como en este caso, y en los “paratextos” del principio y del final. Por eso los
insultos a Cervantes por parte de Lope y de los suyos no se harían esperar,
como ocurrió en el soneto que le hicieron llegar a Valladolid en una carta con
porte, antes de 1606 (en que volvió
¡Honra a Lope, potrilla, o guay de ti!
Que es
sol y, si se enoja, lloverá;
y ese tu ‘Don Quijote’ baladí
de culo en culo por el mundo va,
vendiendo
especias y azafrán romí,
y al
fin en muladares parará.
Vemos que, en el verso 13 del soneto, el autor continúa el motivo literario de las “especias”: el Don Quijote cervantino, como obra baladí, “intrascendente”, sólo sirve para envolver especias y azafrán romí (ya no los “papeles” de Lope) y para los otros menesteres tan necesarios como escatológicos. Es obvio que ese verso es una respuesta a las burlas de Cervantes a costa del especiero anterior. Con lo cual se imponen dos conclusiones claras: la necesidad de enmendar el texto cervantino sustituyendo sedero por especiero, que es lo que escribió Cervantes en su sátira contra sus adversarios;[77] y en segundo lugar, considerar al episodio como lo que es, una sátira burlesca contra Lope de Vega y Liñán de Riaza.
Creemos que, además de los anteriores, podemos aportar varios indicios que podrían refrendar la hipótesis de que Liñán de Riaza es el autor –junto con Lope– del Quijote de Avellaneda. El primero es de carácter geográfico: el ámbito espacial en el que se desarrolla el Quijote de Avellaneda cuando se interna en tierras de Aragón es la zona comprendida entre Ateca y Sigüenza, a la que pertenecía y pertenece el pueblo de la familia de Liñán: Villel (hoy Villel de Mesa, en la provincia de Guadalajara, en la raya de Aragón).
En el
itinerario de ida desde
Al llegar a tierras de Aragón, tanto a la ida como a la vuelta, el autor localiza la acción de su novela sólo en esta zona cercana a Ateca (Exceptuamos la ciudad de Zaragoza, ya que ir a ella venía exigido por el designio cervantino de llevar a don Quijote allí a participar en las justas, plan que Avellaneda asume). Todos los episodios aragoneses suceden entre Ateca (Aragón) y Sigüenza (Castilla), en la raya de Aragón.
Figura
II. Itinerario de vuelta de don Quijote desde Ateca a Sigüenza.
La
línea discontinua indica los límites actuales de las provincias de Zaragoza
(Ateca)
y
Guadalajara (Villel y Sigüenza).
El
itinerario de ida pasaba de Ariza a Ateca.
Ilustración
de Fausto Pérez Málaga.
A la vuelta, pues,
salen de Zaragoza (Capítulo XIII) e inmediatamente la acción les lleva de nuevo
a Ateca (saltándose los 109 kms. de distancia y sin mencionar a ninguno de los
lugares intermedios que aparecen en el itinerario de Villuga en el camino de
Zaragoza a Toledo (“Hay de Zaragoza a Toledo 63 leguas y media”.[80]
De Zaragoza “a
Despedidos todos primero con
mucho comedimiento del honrado clérigo [mosén Valentín] y de su ama, pusiéronse
camino de Madrid; pero, apenas hubieron andado tres leguas, cuando comenzó a
herir el sol, que entonces estaba en toda su fuerza, de manera que les dijo el
ermitaño, como más cansado y más anciano:
—Señores, pues el calor, como vuesas mercedes ven, es excesivo y no nos faltan para hacer la concertada jornada más de dos pequeñas leguas, paréceme que lo que podríamos, y aun debríamos hacer, es irnos a sestear hasta las tres o cuatro de la tarde allí donde se ven apartados del camino aquellos frescos sauces, que hay una hermosa fuente al pie dellos, si bien me acuerdo; que después, caído el sol, proseguiremos nuestro camino.
Hacen un alto,
pues, en la fresca sauceda[84]
donde se encuentran con otros tres viajeros; estos son dos canónigos del
Sepulcro de Calatayud y un jurado de la misma villa que obviamente vienen a su
pueblo en dirección contraria a la de nuestros personajes y coinciden bajo los
sauces. El soldado y el ermitaño, para distraer las horas de la siesta, cuentan
a los otros viajeros las dos “novellas” intercaladas: “El rico desesperado” y
“Los dos felices amantes”. La parada en la sauceda está motivada por la
necesidad del autor de insertar estas dos novelas, material pegadizo que podría
insertarse en cualquier otro momento del libro.
Reanudan su jornada después de despedirse de los tres bilbilitanos y se dirigen de nuevo al “lugar”, final de la misma (recordemos que les faltan por andar dos leguas). A un cuarto de legua del ahora “pueblo” llegan a un pinar donde encontrarán, atada a un pino y semidesnuda, a Bárbara (Cap. XXII):
Yendo nuestro
buen hidalgo caminando con toda su compañía y platicando de lo dicho, ya que
llegaban un cuarto de legua del pueblo do habían de hacer noche,
oyeron en un pinar, a la mano derecha, una voz como de mujer afligida; y
parándose todos, volvieron a escuchar lo que sería. Sintieron la misma voz
lamentable, que decía:
—¡Ay de mí, la más
desdichada mujer de cuantas hasta agora han nacido!
Después de incorporar a Bárbara a la comitiva reanudan la marcha. En el epígrafe del capítulo XXIII se vuelve a mencionar “el lugar” (“En que Bárbara da cuenta de su vida a don Quijote y sus compañeros hasta el lugar, y de lo que les sucedió desde que entraron hasta que salieron dél”). Por fin llegan al final de su jornada, ahora al “lugarcillo”. Aunque es un lugar pequeño, tiene mesón, dos alcaldes[85] y una iglesia con varios retablos. Uno de ellos se llama el retablo del Rosario.
Llegaron en
esto al lugarcillo, lo cual atajó las razones de Sancho; y,
llegados a su mesón, se apearon en él todos por mandado de don Quijote, el cual
se quedó en la puerta hablando con la gente que se había juntado a ver su
figura. Entre los que allí a esto habían acudido, no habían sido de los
postreros los dos alcaldes del lugar; el uno de los cuales, que parecía más despierto,
con la autoridad que la vara y el concepto que él de sí tenía le daban,
le preguntó, mirándole:
—Díganos vuesa
merced, señor armado, para dónde es su camino y cómo va por éste con ese sayo
de hierro y adarga tan grande; que le juro en mi conciencia que ha años que no
he visto a otro hombre con tal librea cual la que vuesa merced trae. Sólo en el retablo del Rosario
hay un tablón de
Hemos de preguntarnos por qué
el autor no menciona este “lugar”, “pueblo” o “lugarcillo”, en el que hacen un
alto, por su nombre y sin embargo lo singulariza situando los acontecimientos
más importantes que ocurren, a la vuelta de Zaragoza, en tierras de Aragón en
esta zona conocida: el importantísimo encuentro con Bárbara en un pinar a un
cuarto de legua del “lugar”; a la sombra de la sauceda con su fuente, a dos
leguas del “lugar”, se van a contar las dos “novellas” intercaladas. Y después
también singulariza al “lugarcillo” mediante la mención al retablo del Rosario
(que hay en el interior de su iglesia, claro está) y mediante la referencia a
un tablón (cuadro) de
Esto no lo hace en el resto del libro, en que el autor va indicando siempre el nombre de los pueblos y ciudades por los que va pasando.[86] Así, con esta única excepción, siempre que en el libro aparece el término genérico “lugar”, previamente ha sido identificado por su nombre. Así ocurre en el capítulo VI:
Caminaron la vía de Zaragoza
el buen hidalgo don Quijote y Sancho Panza, su escudero, y anduvieron seis días
sin que les sucediese en ellos cosa de notable consideración; sólo que por
todos los lugares que pasaban eran en estremo notados, y en
cualquiera parte daban harto que reír las simplicidades de Sancho Panza y las
quimeras de don Quijote, porque se ofreció en Ariza hacer él
proprio un cartel y fijarle en un poste de la plaza [...]
Tras éste, pasaron otros tan apacibles y más estraños cuentos en los demás lugares del camino, hasta que sucedió que, llegando él y Sancho cerca de Calatayud, en un lugar que llaman Ateca, a tiro de mosquete de la tierra.
En las cercanías de Ateca tienen el encuentro con el melonero morisco. Resultan apaleados y les roban las monturas, con lo que, en el capítulo VII, se dirigen a pie a Ateca, que ya ha sido nombrada en el texto. Ahora ya se puede emplear el término genérico:
Comenzaron a caminar don
Quijote con su adarga y Sancho con su albarda, que le venía como anillo en
dedo, y, en entrando por la primera calle del lugar, se les comenzó a juntar
una grande multitud de muchachos, hasta que llegaron a la plaza.
En otro momento de la
obra, cuando acaban de llegar a Zaragoza, se menciona otro “lugar”. En este
caso sí esta nombrado: se trata de
Mientras él
[Don Quijote] andaba haciendo dar saltos a Rocinante, que quisiera más medio
celemín de cebada, dijo Sancho a todos los que estaban hablando de su amo:
—Señores, no
tienen qué decir de mi señor, porque es uno de los mejores caballeros que se
halle en todo mi lugar, y le he visto con estos ojos hacer tantas
guerreaciones en
Comenzaron
todos con esto a reír, y uno dellos le preguntó que de adónde era, a lo cual
respondió Sancho:
—Yo, señores,
hablando con debido acatamiento de las barbas honradas, soy natural de mi
lugar, que, con perdón, se llama
—Por Dios —dijo
otro—, que entendía que vuestro lugar se llamaba otra cosa, según hablastes de
cortésmente al nombralle. Pero ¿qué lugar es
—¡Oh cuerpo de quien me comadreó al nacer! —dijo Sancho—. Un lugar es harto mejor que esta Zaragoza. Ello es verdad que no tiene tantas torres como ésta, que no hay en mi lugar más de una sola; ni tiene esta tapia grande de tierra que la cerca al derredor; pero tiene las casas, ya que no son muchas, con lindísimos corrales, que caben en cada uno dos mil cabezas de ganado. Tenemos un lindísimo herrero que aguza las rejas que es para dar mil gracias a Dios. Ahora, cuando salimos dél, trataban los alcaldes de enviarlo al Toboso, que no lo hay. En mi lugar tenemos también una iglesia que, aunque es chica,[88] tiene muy lindo altar mayor y otro de Nuestra Señora del Rosario, con una Madre de Dios que tiene dos varas en alto,[89] con un gran rosario alrededor, con los Padres Nuestros de oro, tan gordos como este puño. Ello es verdad que no tenemos reloj; pero a fe que ha jurado el cura que el primer año santo que venga, tenemos de her unos riquísimos órganos.
Recapitulemos los datos
que el autor va acumulando acerca de este “lugar” innominado y de su iglesia
“chica”: está a cinco leguas de Ateca; se puede pasar por él para ir a
Sigüenza, aunque no está en el itinerario de Villuga; es un pequeño lugar, un
“lugarcillo” (no olvidemos tampoco el valor afectivo que tiene a veces un
diminutivo), tiene una iglesia “chica”, en la que hay al menos dos retablos en
sus altares, uno de ellos –que no es el altar mayor– dedicado a Nuestra Señora
del Rosario. Cuando se habla del retablo del Rosario de
Todos estos datos convienen al pueblo y a la iglesia actual de Villel de Mesa (en la actual provincia de Guadalajara, en la raya de Aragón), pueblo entonces y hoy perteneciente a la diócesis de Sigüenza, en la comarca “aragonesa” de Molina de Aragón, territorio que a veces perteneció efectivamente al reino de Aragón.
Figura III.
Villel de Mesa en la actualidad (Guadalajara, diócesis de Sigüenza, comarca de Calatayud),
la patria aragonesa de Liñán. En el centro de la fotografía está la iglesia
“chica”.
Fotografía de
Miguel López Gordo.
Villel es el pueblo natal
del padre de Pedro Liñán de Riaza y este mantiene durante toda su vida relación
con este lugar, del que es originaria su familia. En este pueblo hay una
iglesia “chica” en la que siguen existiendo los dos retablos que se describen
en el Don Quijote de 1614: el retablo del altar mayor y el retablo del
Rosario, en el que hay una imagen de
Así se describe Villel de Mesa en un libro del siglo XIX (El obispado de Sigüenza. En la voz Villel):
Es una villa de 80 vecinos,
situada en un ameno valle, con clima templado junto al río que le da nombre, a
veinte leguas de Guadalajara, su provincia; a tres de Molina, su partido
judicial; a nueve de Sigüenza, su nueva audiencia de inscripción; y a treinta y
una de Madrid, su capitanía general y audiencia territorial antigua. Tiene un
antiguo castillo con un palacio arruinado, propiedad del marqués que lleva el
mismo título de la villa, y una iglesia parroquial de primer ascenso, con
órgano,[90]
dedicada a Ntra. Sra. de
De Ateca a Villel hay cinco leguas aproximadamente, las mismas que aparecen en el Quijote de Avellaneda. La distancia es prácticamente la misma que a Ariza, pero en dirección sur. También por ese camino se podía llegar a Sigüenza, la siguiente etapa en el libro. Creemos que ese es el itinerario que se describe en el Quijote de 1614. En Ateca toman ese camino alternativo y llegan a Villel, el “lugarcillo”, donde hacen noche; y desde allí, retomando de nuevo el camino de Villuga en Cetina, llegan a Sigüenza. Si fuera así, Avellaneda estaría singularizando esa zona conocida por él. Y quien la conocía de verdad de entre los amigos de Lope era Pedro Liñán de Riaza, porque se trataba nada menos que de su “tierra”, de su patria “aragonesa”. Recordemos que Gracián hizo a Liñán natural de Calatayud, la capital de la comarca natural a la que pertenecían y pertenecen Ateca y Villel.
Hemos ido a Villel de
Mesa y visitado su iglesia “chica”, dedicada hoy a Nuestra Señora de
Es obra arquitectónica del siglo
XVI, y en ella se mezclan los estilos gótico y renacentista, con
hermosa portada al mediodía, ventanales elegantes, y un interior majestuoso
cubierto de bóvedas de crucería. En sus muros destacan algunos buenos retablos de
pintura y escultura, de los siglos XVI al XVIII. El retablo mayor es
barroco, y sobre él aparecen talladas imágenes de
Uno de los retablos de
los muros laterales, el del lado de
Figura IV.
Véase el grueso rosario que cuelga del cuello de
A sus pies fue enterrado el padre de Liñán. (Fotografía del autor)
Pero es que se nos han conservado datos que vinculan este retablo del Rosario o de San Blas con la familia de Liñán de Riaza, ya que a sus pies está enterrado su padre, Roque de Liñán. Así, en la partida de defunción de este se dice: “Enterrose su cuerpo en la capilla de San Blas en la tanda que está conjunta a la capilla mayor de esta iglesia” (Fechada en Villel a 19 de febrero de 1575. Liñán de Riaza. Poesías, 345). Lo cual se refrenda por dos veces en el testamento de su hijo: “Mando que en el altar de señor San Blas de la villa de Villel, donde está enterrado el señor Roque de Liñán, mi padre (criado que fue del ilustrísimo señor Arzobispo de Toledo, don Juan Martínez Silíceo), se digan cada lunes y viernes una misa”. Y al final: “Y que estas [las misas] se digan en la iglesia de Santa María en la villa de Villel en el altar de San Blas, donde está enterrado mi padre” (“Testamento del licenciado Pedro Liñán de Riaza”, Torrijos, 19 de abril de 1607. Ibidem, p. 352-59).
A la vista de estos datos, el “lugar de Aragón” que se describe en el Quijote de Avellaneda podría ser Villel, la “patria” de Pedro Liñán de Riaza. Su lugar de nacimiento exacto se sitúa en la diócesis de Toledo, quizá la propia ciudad de donde era su madre; pero Villel es el pueblo de su padre, con el que el propio poeta mantiene permanentes relaciones durante toda su vida y al que menciona reiteradamente en su testamento, en el que deja importantes mandas a criados y eclesiásticos de los pueblos de la comarca (V. Randolph). Si Liñán fuera el primitivo autor del Don Quijote de Avellaneda, estaría justificada la localización de los episodios aragoneses del libro precisamente en esta comarca de la raya de Aragón (entre Ateca y Sigüenza) en la que se sitúa el pueblo natal de su padre.
Una digresión sobre
Gerónimo de Passamonte con motivo de la aparición de su pueblo, Ibdes
Gerónimo de Passamonte ha
sido considerado autor del Don Quijote de Avellaneda por Martín de
Riquer, al que han seguido Eisenberg y Martín Jiménez, entre otros. Passamonte
era de la misma comarca de Liñán. Su pueblo, Ibdes, está muy cerca de Villel y
de Ateca (Véase Figura II). Passamonte escribió su propia biografía, la cual
dejó inédita,
La hipótesis de Martín de Riquer sigue siendo una hipótesis indemostrada (Canavaggio dice: “De origen aragonés, Jerónimo de Pasamonte habría puesto su pluma al servicio de Lope de Vega para cortar el camino a Cervantes. Con todo, como ha mostrado el llorado Edward C. Riley, esta hipótesis carece de argumentos realmente probatorios”). Por nuestra parte creemos que hay un argumento fundamental contra ella, ya apuntado por la crítica: Passamonte fue ridiculizado también en el Don Quijote de Avellaneda. Este lo cita en las siguientes tres ocasiones:
–¿Qué
libro es ese –dijo Sancho– en que lee su mercé? ¿Es de algunas caballerías como
aquellas que nosotros anduvimos tan neciamente el otro año? Lea un poco, por su
vida, a ver si hay algún escudero que medrase mejor que yo; que por vida de mi
sayo, que me costó la burla de la caballería más de veinte y seis reales, mi
buen rucio, que me hurtó Ginesillo el buena boya, y yo me
quedo tras todo eso sin ser rey ni roque, si ya estas carnestoliendas no me
hacen los muchachos rey de los gallos. (Capítulo primero).
–Mira, Sancho
–dijo don Quijote–, que yo no quiero que vayas como la otra vez; antes, quiero
comprarte un asno en que vayas como un patriarca, mucho mejor que el otro que te
hurtó Ginesillo; y, en fin, iremos ambos con mejor orden, y
llevaremos dineros y provisiones y una maleta con nuestra ropa; que ya he
echado de ver que es muy necesario, porque no nos suceda lo que en aquellos
malditos castillos encantados nos sucedió. (Capítulo II).
Y si
tienes por ahí a mano o en la faltriquera, alguna gruesa cadena de hierro, póntela
al cuello para que parezcas a Ginesillo de Pasamonte y a los demás
galeotes que envió mi señor Desamorado cuando Dios quiso fuese el de
En las
tres ocasiones Avellaneda le llama, como Cervantes, Ginesillo, un diminutivo
que aplicado al nombre de una persona tiene en español un carácter despectivo,
ridiculizador, propio de un ninguneo. Bien lo sabía Cervantes que llamó
“hombrecito” al grave eclesiástico capellán de los duques (para nosotros el
propio Liñán. Véase más abajo). Bien lo sabía también Valle-Inclán que llamó
“Pitito, capitán de los équites municipales” a un capitán de la policía, y
“Dieguito” a “don Diego del Corral”, el secretario del “ministro de
A mí se
me hace muy cuesta arriba pensar que este pobre hombre, que en 1605 está en
Nápoles con auténticos síntomas de desarreglos mentales (no extraños en una
persona que se ha pasado dieciocho años de su vida remando en galeras y en
campos de concentración), que es acusado, según él mismo dice, antes de 1605
por sus suegros de “meacamas” con el objeto de divorciarle de su mujer y
quedarse con la mitad de su paga de soldado, y que plantea ante el conde de
Lemos un absurdo litigio sobre el virgo de su cuñada Mariana, pueda ser el
mismo que organice en 1614 (no sabemos ni siquiera si todavía vivía) un ataque
en toda regla contra Cervantes. ¿Cómo iba a colaborar con un individuo así Lope
de Vega en una cuestión tan importante para él? En el entorno de Lope no hay
nunca una persona de esas características: pensemos en don Luis de Vargas (un
titular), Liñán, Medinilla, Gaspar de Barrionuevo, el regidor toledano Gregorio
de Angulo, el propio Quevedo desde El Peregrino, Juan de Piña, López de
Aguilar, Frey Miguel Cejudo, el gramático de Villanueva de los Infantes Ximénez
Patón, Montalbán... Pensemos en la minuciosidad con la que preparó Lope tres
años después, en 1617, su ataque similar contra el aristotélico Torres Rámila,
en
En un lugar
de Castilla: dos cuadros de
En el texto que hemos
citado del Quijote de Avellaneda, en boca de uno de los dos alcaldes del
“lugarcillo”, se habla también de un tablón de
—Díganos vuesa
merced, señor armado, para dónde es su camino y cómo va por éste con ese sayo
de hierro y adarga tan grande; que le juro en mi conciencia que ha años que no
he visto a otro hombre con tal librea cual la que vuesa merced trae. Sólo
en el retablo del Rosario hay un tablón de
El tema de
Hemos encontrado ese tablón en el retablo mayor de la iglesia del Santísimo Sacramento (hoy “Colegiata”) de Torrijos (Toledo) de la que Pedro Liñán de Riaza fue capellán mayor desde 1604 hasta su muerte en 1607, la época en la que está escribiendo, según nuestra hipótesis, su Quijote. A ese cargo llegó por concesión del duque de Maqueda, y lo compatibilizó con el cargo de secretario del duque.[96] Comparemos la descripción de Avellaneda con el cuadro de la Figura V:[97]
Figura V: Juan Correa de Vivar:
Retablo mayor de
Fotografía de Fernando Alcántara García
Al alcalde del “lugarcillo” le llama la atención el sayo de hierro (la armadura del talle) y el tamaño de la adarga de cuero y de la lanza de don Quijote. Y se le vienen a las mientes otras armaduras, y otros escudos y lanzas no tan grandes, que él ha visto en un cuadro. Efectivamente, si nos fijamos en el detalle del soldado a la izquierda de Cristo, este lleva una fuerte armadura que le proteje el talle, pero su escudo no es una gran adarga de piel, sino una rodela de hierro de menor tamaño. Igualmente, no lleva una lanza larga, sino una corta alabarda; el soldado de la derecha lleva también una lanza corta. El sintagma judiazos despavoridos se explica también mediante la visión del cuadro. Judiazos es término genérico para designar a los que participaron en la muerte de Cristo; y despavoridos se explica en la actitud de asombro y de temor de los soldados, sobre todo del soldado de la izquierda de Cristo, pintado en actitud de huida y lleno de pavor y de espanto.
Avellaneda,
al crear a su personaje del alcalde, tiene en su mente un cuadro concreto que él
conoce perfectamente en sus detalles, precisamente un tablón del retablo
del altar mayor de la iglesia de Torrijos, ya que no es una pintura sobre
lienzo, sino precisamente sobre tabla. La singularidad de este cuadro estriba
en el tratamiento que su autor, el pintor toledano Juan Correa de Vivar, da a
las armaduras de los soldados que custodian el sepulcro de Cristo, unas
armaduras perfectamente definidas en las que aparecen unos mascarones barbados
cubriendo los hombros. Creemos que Avellaneda pudo tener presente este tablón
de
Figura VI. El Greco.
Museo del Prado de Madrid.
Es obvio que Avellaneda no podría haberse inspirado en un cuadro como este de El Greco (que quizá pudo conocer) u otro semejante, pero sí en otro parecido al de la iglesia de Torrijos. Este cuadro del retablo del altar mayor lo tiene permanentemente ante sus ojos el capellán mayor de la iglesia de Torrijos cuando dice la misa, y a él –de ser Avellaneda Liñán– acude cuando tiene que crear una situación novelística en su obra. Creo que es un testimonio concluyente, que se suma a los anteriores, de que Avellaneda es Pedro Liñán de Riaza.
Pero el gusto de Avellaneda por los retablos, como sacerdote
postridentino que es, no termina en este tablón de
–Traza se
me ofrece a mí luego –dijo el secretario– para hacer se haga todo muy a nuestro
gusto, y más ahora que él está con la quimera de que Bramidán se le ha escapado
de miedo por los pies. Y, para efetuarla, déjeme vuesa merced disfrazar y poner
en
traje de negro, que con él entraré delante de todos los de casa a
darle un recado como criado del mismo Bramidán, desafiándole con él, de su
parte, para que dentro de cuarenta días, so pena de cobarde, se presente en
Pareció
tan aguda la invención a don Álvaro, que, alabando por ella al secretario, le
rogó se entrase luego en su aposento para hacer el disfraz de la suerte que
mejor le pareciese. Hízolo así en un instante, porque halló muy a mano en él
cuanto podía desear para el efeto. [...]. Y subido él y puesto al lado dellos,
que, no sabiendo el misterio, estaban pasmados de ver aquel hombre vestido con
una ropa de terciopelo negro y, debajo della, una calza de color de obra, con
bonete muy aderezado de camafeos y plumas, cargado el cuello de cadenas y
joyas, con dorados tiros y espada, grande cuello y el rostro tiznado todo, y lo
mesmo las manos, llenos sus dedos de sortijas y anillos, y estaba en fin tal,
que parecía un rey negro de los que pintan en los retablos de
Gómez Canseco (en Fernández de Avellaneda, XIII, n. 16) comenta que “los retablos de
Figura VII. Anónimo,
Iglesia del Santísimo Sacramento de Torrijos.
Fotografía de Fernando Alcántara García
Liñán de Riaza, el
secretario de un titular, el duque de Maqueda, el grave eclesiástico capellán
mayor de la iglesia del Santísimo Sacramento de Torrijos, pero también el
estupendo poeta erótico y obsceno, creador del Romancero nuevo, recoge en su
libro los objetos de arte religioso que constituyen su vida cotidiana hacia
1604-1607:
Iffland (De fiestas,
p. 580) considera respecto al Don Quijote de 1614 que “la ideología
postridentina sirve como apoyo a la orientación monárquico-señorial de la obra”
y ha vinculado la ideología de Avellaneda (frente a la cervantina, que sitúa en
un “sector social disidente que empleaba el lenguaje carnavalesco para abrir
brechas en la hegemonía aristocrática” (p. 581) con los “intelectuales
vinculados con la perspectiva ideológica de la aristocracia tradicional” (p.
582). Este autor ha trazado el perfil ideológico de Avellaneda dentro de un determinado
estrato social:
Futuros
investigadores tendrán que concentrarse, creo yo, en ese estrato amplio de
escritores e intelectuales que servían en puestos subalternos en las casas
nobles, como secretarios, como mayordomos o criados de cierto rango. Se trata,
justamente, del grupo al cual quiso acceder Cervantes sin conseguirlo. Es muy
factible que haya pertenecido a la aristocracia baja: un hidalgo, un caballero
más bien modesto. Obviamente tiene ganas de medrar en el medio cortesano, en
parte por la producción de obras literarias comme il faut, ejemplo de
las cuales sería el mismo Segundo tomo (p. 582).
Este es el
perfil de Pedro Liñán de Riaza, un grave eclesiástico postridentino, capellán
mayor de
Nació en
Toledo con toda probabilidad. Su madre era la toledana Águeda de Riaza y su
padre, Roque de Liñán, era de Villel, en la diócesis de Sigüenza (pueblo que estuvo
y está hoy en el área de influencia de la aragonesa Calatayud, de donde quizá
procediera la familia). Pero su familia vivía en Toledo donde el padre era
criado del arzobispo Juan Martínez Silíceo (1545-1557). Por este motivo, la
vida de Liñán osciló entre el reino de Castilla (Toledo, Madrid y Torrijos) y
el reino de Aragón (su pueblo familiar, Villel, en la comarca de Calatayud, y
Zaragoza, donde Liñán tenía un censo). Liñán obtuvo el grado de bachiller en
cánones por Salamanca en 1583. Sabemos que también se licenció, pero no por
Salamanca.[99]
Quizá por Sigüenza o por Alcalá. El protagonista de la comedia La
escolástica celosa (una obra atribuida a Lope pero que con toda
probabilidad es de su amigo Liñán, como explicaremos en otro lugar), el
toledano Cardenio (tiene el mismo nombre que el loco Cardenio de la primera
parte del Quijote cervantino; recordemos que el poema comentado sobre la
amistad pertenece a este episodio) posee ya un título universitario y va a
estudiar a Alcalá. El ámbito geográfico en el que vivió Liñán es el de los
lugares en que se desenvuelve el Don Quijote de Avellaneda: Ariza,
Ateca, Zaragoza, otra vez Ateca, “el lugarcillo” (Villel, en nuestra
hipótesis), Sigüenza, Hita, Alcalá, Madrid y Toledo. En el soneto de “Pero
Fernández” de los preliminares se menciona a Illescas y a Olías en la provincia
de Toledo, en
En 1588 parece
que Liñán se alistó como soldado y participó en
En 1589 es nombrado
gobernador del condado de Galve (Guadalajara), cargo que ejerce desde Madrid,
aprovechando sin duda la relación de criada que su madre, la toledana Águeda de
Riaza, tenía con Ana de
En 1598 es nombrado secretario del también aragonés don Francisco de los Cobos y Luna, marqués de Camarasa (Reino de Aragón, en la actual provincia de Lleida). El marqués le nombra también secretario de las Guardias Españolas del Rey, de las que el noble detentaba la capitanía.
En 1600 se ordena sacerdote por la diócesis de Toledo de la que entonces era arzobispo don Bernardo de Rojas y Sandoval, el futuro mecenas de Cervantes.
En 1603 es cesado fulminantemente por el marqués de Camarasa como secretario suyo y de las Guardias Reales. Liñán inicia un pleito con el marqués sobre esta cuestión.
En 1604 es nombrado
secretario del cuarto duque de Maqueda (Toledo) y marqués de Elche, don Jorge
de Cárdenas Manrique de Lara. El duque le nombra también capellán mayor de la
iglesia colegiata del Santísimo Sacramento de Torrijos (Toledo), fundada por su
tatarabuela doña Teresa Enríquez, la “Loca del Sacramento”, en 1518, ya que el
duque de Maqueda conservaba el patronazgo de esa iglesia. Estos dos cargos los
conservó Liñán, “en la cumbre de toda fortuna”, hasta su muerte en 1607. Vivía,
además de en Madrid, en Torrijos y en Toledo, como lo atestiguan las relaciones
que mantiene con los toledanos Margarita Cernúsculo y el jesuita Juan Luis de
El grave
eclesiástico del palacio de los duques, las armas y las letras, y un romance poco
conocido de Liñán de Riaza
El romance de Liñán que
presentamos a continuación sólo ha sido publicado por Goldberg según una versión del Ms. 17556 de
¿Qué te hize, vil Fortuna,
en çeñirme aquesta espada
y en dexar la hipochresía
del manteo y la sotana?
¿Qué te hice en acortar 5
mi trage y mis esperanças,
si él, quando es largo,
fatiga,
y ellas a lo largo matan?
¿Tanto te pagas, Fortuna,
de los que por tierra
arrastran 10
las colas, honor del mundo,
que en algunos son
gualdrapas?
¿Qué te importa que las
letras
lleven a cuestas las armas,
pues armas y letras biven 15
quexosas y mal premiadas?
Canseme de pretender,
porque pretende sin causa
quien con favor no recuerda
a la dormida privança. 20
Dexé leyes que aprendí,
porque ningunas se guardan
y porque la piedra injusta
rendidas tuvo mis alas.
Al fin de mí me olvidé 25
y escapé de esta borrasca
con sólo el caxco del
cuerpo,
porque a la mar eché el
alma.
Dexando aparte las veras,
que ya son pueblos en
Francia, 30
¿qué te hize, amor cruel,
en señirme aquesta espada?
Antes, por lo reverendo,
las dueñas me visitavan,
las donzellas me valían, 35
queríanme las casadas;
agora, como me ven
con la máxcara quitada,
seda abaxo y seda arriba,
cada qual de mí se guarda. 40
Piensan que soy Floramberto
o don Rasel de
Tablante de Ricamonte,
soldán de la vida ayrada;
que de los lechuguillosos 45
sigo la secta enrramada;
que me precio de muñecas,
largo pelo y cortas mangas;
que llevo sobre los ojos
del boleado la falda, 50
por mirar a lo señor
y ser discreto de cara;
que me pongo los domingos,
en la rueda de navajas
que se haze en las iglesias, 55
contra las corteses damas
y contra sus gastadores
que se empeñan por dorallas,
haziendo al amor platero
y joyero a la esperanza. 60
El otro día me dixo
una mi amiga vellaca:
“Buélvasse a poner su funda
y podrá entrar en mi casa;
dará leçión a Ynesica, 65
que ya las partes juntava,
y a mí me dará materia
para que le escriva cartas”.
La noche de San Martín,
no sé qué dixe a una estampa 70
de las de estrado y baxilla,
sardesco, dueña y mulata,
y respondiome: “Señor,
yo haré lo que me manda
con tal que, pues no es de
iglesia, 75
de esposo me dé palabra;
tendrá casa a la malicia,
abundante mesa y cama,
comissiones que una a otra
se alcançen como tercianas”. 80
Mal me conosçió la hembra,
peor el tiempo me tracta;
mis faldas y las agenas
todas me han echado en
falta.
Estudiantes que tenéys 85
embidia de nuestras galas,
no dexéys lo clerical,
mirad ques buena añagaza;
no se os dé dos cabrahigos
por las marquesotas anchas, 90
ni por deshilados nuevos
y de pita puntas largas.
Los ganduxados entorches
que miráys en nuestras
calças
son cuchilladas que dimos 95
al dinero que nos manca.
Mejor se negoçia ya
con una aparençia casta,
a lo humilde la cabeça
y a lo doliente la habla, 100
a lo socarrón la vista
y a lo pródigo la estafa,
las promessas a lo çierto
y a lo mudo las hazañas.
Ya no miran al vestido; 105
aunque vays llenos de
manchas
y aunque las echéys algunas,
no se les dará dos tarjas.
Desguarnesçidos os quieren,
porque vuestras manos
francas 110
allá guarnesçen las ropas
que acá grangean las sayas.
Al fin, vuestro paño a
cuestas,
dizen que andan más
holgadas,
porque nuestros atavíos 115
pesan mucho y poco pagan.
A la vista de
los datos biográficos de Liñán que hemos señalado, podemos fechar sin
equivocarnos el poema en
En el poema se muestra Liñán “impaciente y colérico” (como Avellaneda dice de Cervantes en su “Prólogo”), frustrado en sus aspiraciones de ascenso social. El poema tiene tres partes muy marcadas. En la primera, hasta el verso 28 el escritor escribe “de veras”. A partir de aquí se asusta de lo que está diciendo –sobre todo por el tono que emplea– y se refugia en las conocidas “burlas” liñanescas antifemeninas. A partir del verso 85 vuelve a las “veras”, pero el poema se disuelve de nuevo con “burlas” misóginas, propias de sus poemas satíricos y burlescos. No es capaz Liñán, o no se atreve, a sostener el tono serio de su poema a lo largo de toda la composición.
Pero lo que dice en la
primera parte es bastante atrevido para su época. Se queja de
¿Qué te importa que las
letras
lleven a cuestas las
armas,
pues armas y letras biven
quexosas y mal premiadas?
El premio es, pues, lo que le ha faltado. En España no se retribuye el mérito de un joven letrado carente de favor. La milicia, para un pobre soldado, bajo en el escalafón, es igualmente frustrante, tal como lo experimentó Cervantes en sus propias carnes.
Pero a partir de aquí Liñán liñanea.[100] Se nos escapa por la sátira antifemenina, costumbrista y burlesca. Su vestido de soldado hace que las mujeres le eviten. Saben que carece de dinero y lo más que ha conseguido es el ofrecimiento de una buscona de un “matrimonio a la malicia”, como el que le avino al alférez Campuzano de El casamiento engañoso cervantino. ¡Qué diferente de cuando vestía la sotana clerical y estudiantil! Entraba en las casas a dar lecciones a las niñas y motivos para que le escriban a las madres. Todas le acogían. En fin, este apartado del poema es decepcionante porque Liñán abandona, no se atreve a seguir, la vía satírica seria que había iniciado. Aunque todo el poema es brillante y divertido, como suyo que es.
Pero a partir del verso 85, el poema cambia de tono de nuevo y el poeta, adoptando una actitud cínica, decide poner fin a sus penalidades: volverá a vestir sus hábitos clericales y a ponerse la máscara del hipócrita. Así será recibido. No se refiere ya a su relación con las mujeres, sino a su relación con la vida, a su medro en la sociedad, a su relación con el poder:
Mejor se negoçia ya
con una aparençia casta,
a lo humilde la cabeça
y a lo doliente la habla,
a lo socarrón la vista
y a lo pródigo la estafa,
las promessas a lo çierto
y a lo mudo las hazañas.
Es todo un programa de vida. Sólo se puede sobrevivir en el mar proceloso de la sociedad aristocrática-señorial adoptando el disfraz de la hipocresía. Nunca más volverá a padecer la situación abatida en que se encuentra. Aunque, al final, este nuevo Arcipreste de Hita redivivo se nos vuelve a escapar por la sátira antifemenina, fingiendo que su mensaje va dirigido sólo a conseguir el favor de las dueñas.
El buen camino
lo va a encontrar Liñán inmediatamente, el gobierno del condado de Galve, que
sin duda va a conseguir por “el favor”, por la cercanía de su madre, Águeda
de Riaza, a la condesa de Galve, doña
Ana de
El poema es un
testimonio de la situación, del dilema que a estos intelectuales, letrados pero
carentes de sangre noble, se les planteaba para medrar en la sociedad
aristocrática señorial de su época. Problema que era incluso más acuciante para
escritores que, como Cervantes y el propio Lope, carecían de títulos
universitarios –a pesar de las pretensiones del segundo en sentido contrario–.
Sólo
También Cervantes trató en su obra este tema conflictivo de las armas y las letras con soluciones distintas a las que llega Liñán. Es probable que al tratar esta cuestión tenga presente este poema de su enemigo literario, al que satiriza.
En el capítulo
37 de
Después se ocupa de los trabajos del cuerpo del letrado y de los del “profesor de las armas”, y se pregunta cuáles son mayores. Muestra su desprecio don Quijote por los estudiantes pobres, capigorrones y sopistas, en un fragmento verdaderamente antológico.
—Digo, pues,
que los trabajos del estudiante son estos: principalmente pobreza, no porque
todos sean pobres, sino por poner este caso en todo el estremo que pueda ser; y
en haber dicho que padece pobreza me parece que no había que decir más de su
mala ventura, porque quien es pobre no tiene cosa buena. Esta pobreza la padece
por sus partes, ya en hambre, ya en frío, ya en desnudez, ya en todo junto;
pero, con todo eso, no es tanta, que no coma, aunque sea un poco más tarde de
lo que se usa, aunque sea de las sobras de los ricos, que es la mayor miseria
del estudiante este que entre ellos llaman “andar a la sopa”; y no les falta
algún ajeno brasero o chimenea, que, si no calienta, a lo menos entibie su
frío, y, en fin, la noche duermen debajo de cubierta. No quiero llegar a otras
menudencias, conviene a saber, de la falta de camisas y no sobra de zapatos, la
raridad y poco pelo del vestido, ni aquel ahitarse con tanto gusto cuando la
buena suerte les depara algún banquete.
Estos
trabajos del estudiante, comparados con los del “mílite guerrero”, se quedan
muy atrás en todo, sobre todo en el caso del soldado que participa en la peor
de las batallas, la batalla naval. Aquí se refleja la experiencia biográfica de
Cervantes. También Liñán pudo sentir una experiencia decepcionante semejante en
Y si este
parece pequeño peligro, veamos si le iguala o hace ventaja el de embestirse dos
galeras por las proas en mitad del mar espacioso, las cuales enclavijadas y
trabadas no le queda al soldado más espacio del que concede dos pies de tabla
del espolón; y con todo esto, viendo que tiene delante de sí tantos ministros
de la muerte que le amenazan cuantos cañones de artillería se asestan de la
parte contraria, que no distan de su cuerpo una lanza, y viendo que al primer
descuido de los pies iría a visitar los profundos senos de Neptuno, y con todo esto, con intrépido corazón, llevado de
la honra que le incita, se pone a ser blanco de tanta arcabucería y procura
pasar por tan estrecho paso al bajel contrario. Y lo que más es de admirar: que
apenas uno ha caído donde no se podrá levantar hasta la fin del mundo, cuando
otro ocupa su mesmo lugar; y si este también cae en el mar, que como a enemigo
le aguarda, otro y otro le sucede, sin dar tiempo al tiempo de sus muertes:
valentía y atrevimiento el mayor que se puede hallar en todos los trances de la
guerra.
Los estudiantes, una vez que se gradúan, a veces ascienden a importantes empleos en la sociedad. El premio del soldado, sin embargo, es mucho menor, porque a la hora
de recebir el
grado de su ejercicio [...] le pondrán la borla en la cabeza, hecha de hilas,
para curarle algún balazo que quizá le habrá pasado las sienes o le dejará
estropeado de brazo o pierna. [...] Alcanzar alguno a ser eminente en letras le
cuesta tiempo, vigilias, hambre, desnudez, váguidos de cabeza, indigestiones de
estómago y otras cosas a éstas adherentes, que en parte ya las tengo referidas;
mas llegar uno por sus términos a ser buen soldado le cuesta todo lo que a el
estudiante, en tanto mayor grado, que no tiene comparación, porque a cada paso
está a pique de perder la vida.
Vemos que Cervantes trata el tema de las armas y las letras de manera conflictiva. Se centra sólo en el soldado pobre y en el estudiante pobre, olvidándose de los estudiantes nobles y ricos (que llenaban los colegios mayores y ocupaban, después de graduados, los puestos más eminentes de los gobiernos) y de los nobles que ejercían la los más altos grados de la milicia. Defiende su trayectoria como soldado en la batalla naval y la honra que alcanzó en ella. Y al mismo tiempo muestra su desprecio por los estudiantes capigorrones y sopistas que, habiéndose criado algunos en la estrecheza de algún pupilaje, a veces alcanzan también altos cargos en el Estado o al servicio de las casas nobles. Los estudiantes
por este camino que he
pintado, áspero y dificultoso, tropezando aquí, cayendo allí, levantándose
acullá, tornando a caer acá, llegan al grado que desean; el cual alcanzado, a
muchos hemos visto que, habiendo pasado por estas Sirtes y por estas Scilas y
Caribdis, como llevados en vuelo de la favorable fortuna, digo que los hemos
visto mandar y gobernar el mundo desde una silla, trocada su hambre en hartura,
su frío en refrigerio, su desnudez en galas y su dormir en una estera en
reposar en holandas y damascos, premio justamente merecido de su virtud.[101]
Liñán pertenecía también a este grupo de estudiantes pobres. De las dificultades de sus estudios en Salamanca son buena prueba que tardara en conseguir su grado de bachiller en cánones por esa Universidad nueve años, frente a los cinco en que se obtenía normalmente (Vid. Randolph).
Liñán de Riaza, el estudiante pobretón y capigorrista que daba clases particulares “a las niñas” y motivos para que le escriban “a las madres”, había conseguido, después de sus vacilaciones entre las armas y las letras de que es buena prueba el romance que hemos comentado, después de pasar sus Scilas y Caribdis, ser gobernador del condado de Galve en 1589; en 1598 llega a ser secretario del marqués de Camarasa y de las Guardias Reales, y en 1604 se convierte en secretario del duque de Maqueda y en un “grave eclesiástico” que, por intercesión del propio duque, había sido nombrado capellán mayor de la iglesia colegiata del Santísimo Sacramento de Torrijos, un pingüe y sustancioso beneficio eclesiástico. El cínico programa de vida, que se había planteado al final del romance comentado, por fin le había dado fruto.
No habría que descartar que
Cervantes tuviera en mente ya a Liñán al redactar este episodio de
Sin duda creemos que
Cervantes está satirizando a Liñán en
La
duquesa y el duque salieron a la puerta de la sala a recebirle [a don Quijote],
y con ellos un grave eclesiástico destos
que gobiernan las casas de los príncipes: destos que, como no nacen príncipes, no aciertan a
enseñar cómo lo han de ser los que lo son; destos que quieren que la grandeza de los grandes se
mida con la estrecheza de sus ánimos; destos que,
queriendo mostrar a los que ellos gobiernan a ser limitados, les hacen ser
miserables. Destos tales
digo que debía de ser el grave religioso que con los duques salió a recebir a
don Quijote.
La reiteración de tantos destos
es buena prueba de la animadversión no contenida de Cervantes contra el
personaje. Le rebosa la ira. El eclesiástico todavía no ha actuado y suscitado
la indignación de don Quijote y de Sancho y –lo que es más importante, perverso
y sutil por parte de Cervantes– la irrisión de sus amos, los duques. Los
anteriores comentarios no lo son de los personajes, sino del propio narrador,
Cervantes. El comentario malhumorado y lleno de rencor del escritor presenta
indiscutiblemente al grave eclesiástico como antiguo estudiante pobretón.
Y comienza la sátira. El eclesiástico, además de llamar a don Quijote tonto y mentecato, le hace las mismas acusaciones y reproches que hace Avellaneda al libro de Cervantes: un disparate lleno de sandeces y vaciedades. Y le dice a don Quijote que se “reterritorialice” (Iffland, De fiestas) y vuelva a su aldea.
El eclesiástico, que oyó
decir de gigantes, de follones y de encantos, cayó en la cuenta de que aquel
debía de ser don Quijote de
—Vuestra Excelencia, señor
mío, tiene que dar cuenta a Nuestro Señor de lo que hace este buen hombre. Este
don Quijote, o don Tonto, o como se llama, imagino yo que no debe de ser tan
mentecato como Vuestra Excelencia quiere que sea dándole ocasiones a la mano
para que lleve adelante sus sandeces y vaciedades.
Y volviendo la plática a don
Quijote le dijo:
—Y a vos, alma de cántaro,
¿quién os ha encajado en el celebro que sois caballero andante y que vencéis
gigantes y prendéis malandrines? Andad enhorabuena, y en tal se os diga:
“Volveos a vuestra casa y criad vuestros hijos, si los tenéis, y curad de
vuestra hacienda, y dejad de andar vagando por el mundo, papando viento y dando
que reír a cuantos os conocen y no conocen”. ¿En dónde nora tal habéis vos
hallado que hubo ni hay ahora caballeros andantes? ¿Dónde hay gigantes en
España, o malandrines en
A pesar de su carácter carnavalesco, transgresor del modelo aristocrático-señorial (Iffland, De fiestas), el Don Quijote cervantino fue leído con gusto por nobles como el conde de Lemos, el arzobispo Sandoval y el propio rey Felipe III. El ataque de Avellaneda procede no de los nobles, sino de estos dos servidores de los titulares, Lope y Liñán, advenedizos y snobs, que pensaban obsequiosamente que así podrían conseguir el favor de sus amos. El grave eclesiástico es más papista que los verdaderos nobles, los duques, que debieron de reír con gusto las gracias del libro. Este es el mensaje que Cervantes les está transmitiendo a sus “reprehensores” en este episodio. La poca fortuna del Don Quijote de Avellaneda, que no se vuelve a publicar hasta el siglo XVIII, es buena prueba de que Cervantes llevaba razón y que la mayoría de la clase señorial dominante no vio con inquietud el carnavalesco Quijote cervantino. No así algunos dómines enfadados, entre los cuales habría que contar al propio Avellaneda (más bien por motivos personales a causa de las sátiras de Cervantes) y al inquisidor, censor postridentino de la obra de Erasmo, de que dio cuenta Bataillon, que tachando con furia el rostro del holandés y convirtiendo su cara en una calavera, en una nota al margen, denunciaba el Quijote cervantino como obra erasmista, transgresora (“Erasmo... Sancho Panza... y su amigo don Quijote”. Bataillon, Lámina XXX).
En el siguiente capítulo
32, Cervantes, a través de don Quijote y de Sancho contesta al eclesiástico.
Primero don Quijote rechaza sus “infames vituperios” y le dice:
Las reprehensiones santas y
bienintencionadas otras circunstancias requieren y otros puntos
piden: a lo menos, el haberme reprehendido en público y tan ásperamente ha
pasado todos los límites de la buena reprehensión, pues las
primeras mejor asientan sobre la
blandura que sobre la aspereza, y no es bien que sin
tener conocimiento del pecado que se reprehende llamar al pecador, sin más ni
más, mentecato y tonto.
Compárense las palabras en
cursiva con las palabras de la “Aprobación” del licenciado Francisco Márquez
Torres de
Por comisión del señor Doctor Gutierre de Cetina, vicario general
desta villa de Madrid, corte de Su Majestad, he visto este libro de
Don Quijote rechaza la
“aspereza” de la reprehensión del eclesiástico, lo mismo que Márquez Torres
rechaza la “áspera reprehensión”, la dureza, “el rigor del hierro” de la
reprehensión de ese que no ha sabido imitar a Diógenes aunque presuma de serlo
(o sea, Lope de Vega. Vid. Pérez López, “Lope, Medinilla”). Don Quijote habla
de “las reprehensiones santas y bienintencionadas”, de “la buena reprehensión”,
lo mismo que en la “Aprobación” se habla de la “reprehensión cristiana”,
la cual requiere “blandura”, según don Quijote, y “blandas y suaves medicinas”,
según Márquez Torres. Creo que no cabe dudar de la intertextualidad entre los
dos fragmentos, por lo que, si la “Aprobación” de Márquez es una diatriba
contra Avellaneda (lo cual parece indudable), hemos de concluir que tras el
grave eclesiástico de los duques Cervantes también reflejó al autor del
apócrifo.
Inmediatamente lanza don
Quijote un ataque ad hominem contra el clérigo insistiendo en su
condición de capigorrón antiguo, en el que Cervantes retoma argumentos
utilizados ya en el discurso de las armas y las letras de
¿No hay más sino a
trochemoche entrarse por las casas ajenas a gobernar sus dueños, y habiéndose
criado algunos en la estrecheza de algún pupilaje, sin haber visto más mundo
que el que puede contenerse en veinte o treinta leguas de distrito, meterse de
rondón a dar leyes a la caballería y a juzgar de los caballeros andantes? ¿Por
ventura es asumpto vano o es tiempo mal gastado el que se gasta en vagar por el
mundo, no buscando los regalos dél, sino las asperezas por donde los buenos
suben al asiento de la inmortalidad? Si me tuvieran por tonto los caballeros,
los magníficos, los generosos, los altamente nacidos, tuviéralo por afrenta
inreparable; pero de que me tengan por sandio los estudiantes, que nunca
entraron ni pisaron las sendas de la caballería, no se me da un ardite.
Le acusa después también don Quijote de pertenecer al grupo de los hipócritas santurrones que utilizan sus hábitos religiosos para medrar en la sociedad y pone como árbitros del litigio a los grandes, a los duques, a los que el eclesiástico –y Liñán– servían.
Unos van por el ancho campo
de la ambición soberbia, otros por el de la adulación servil y baja, otros
por el de la hipocresía engañosa, y algunos por el de la verdadera
religión; pero yo, inclinado de mi estrella, voy por la angosta senda de la
caballería andante, por cuyo ejercicio desprecio la hacienda, pero no la honra.
[...] Mis intenciones siempre las enderezo a buenos fines, que son de hacer
bien a todos y mal a ninguno: si el que esto entiende, si el que esto obra, si
el que desto trata merece ser llamado bobo, díganlo vuestras grandezas, duque y
duquesa excelentes.
Son palabras que, aunque las dice el personaje don Quijote, podrían ser atribuidas a su autor. Los dos fragmentos señalados en cursiva merecen un comentario especial. El primero es el tema de “la adulación servil y baja” de los poderosos. El asunto se trata –además de en el romance de Liñán que hemos comentado– en dos sonetos intercambiados entre Lope y Liñán, que pertenecen a la última década del siglo XVI. El de Lope de Vega se publicó por primera vez en su edición de las Rimas de 1602 (Véanse los dos sonetos en Lope de Vega, Rimas. I, p. 266-7). En ellos se ve que ambos son pobres y “sin favor”:
Liñán, el pecho noble sólo estima
bienes que el alma tiene por
nobleça,
que, como vos deçís,[104]
torpe riqueça
esté muy lejos de comprar su
estima.
¿A cuál cobarde ingenio desanima
segura, honesta y liberal
pobreça,
ni cuál por ser pintada la
corteça,
quiere que otro señor su
cuello oprima?
No ha menester fortuna el virtuoso.
La virtud ni se da ni se
recibe,
ni en naufragio se pierde,
ni es impropia.
Mal haya quien adula al poderoso
aunque fortuna humilde le
derribe,
pues la virtud es premio de
sí propia.
Liñán le contestó con otro soneto con los mismos consonantes. La colaboración entre los dos, y su afinidad personal, es total:
Señor Lope de Vega, a vos estima
por tesoro del alma mi nobleça,
vuestro saber deçir es su riqueça
y en vos contempla su inmortal estima.
Un lisonjero vil me disanima.
Dejemos el rigor de mi pobreça.
Séquese el coraçón o la corteça,
oprímame fortuna o no me oprima.
Yo soy imitación de un virtuoso
cual
vos, de
quien la fama da y recibe
una verdad çertísima y no impropia.
Y si adulare, el cielo poderoso
los homenajes de mi fe derribe
con risa ajena y con vergüenza propia.
Estas palabras llenas de
“estoicismo” de Lope –y de Liñán, que no le contradice– podrían hacer sonreír a
cualquiera que conociera su evolución posterior a partir de 1598 con la
publicación de
Liñán se mostró más hábil
y madrugador que su amigo para conseguir el anhelado premio. Le hemos visto
renegar en su romance de su vistoso vestido de soldado y desear volver a la
hipocresía del manteo y la sotana clerical. La sociedad de la época, al hijo de
un bordador (Lope), al hijo del criado de un arzobispo (Liñán), al hijo de un
médico “zurujano” (Cervantes), carentes todos ellos de nobleza (a pesar de las
diecinueve torres de viento del escudo de los Carpio de Lope), les negaba el
premio en el terreno de la milicia, en el del servicio del Estado, incluso en
la ida a América. Pero había un portillo abierto para ellos que era
Señor Liñán, quien sirve sin
estrella
en
átomos del sol quimeras hace,
pues
quanto más el duro yugo abrace,[106]
tanto
más su fortuna le atropella.
De mí estoy cierto que nací sin ella,[107]
¿pues
qué porfía el que sin ella nace?
La
forma sin materia se deshace:
cantar no puedo en Babylonia bella.[108]
Sin
premio cosa injusta me parece
perder el tiempo, encanecer temprano.
Ídolos de dosel,[109]
confuso abismo.
Dichoso
vos, a quien el cielo ofrece
tabla en el mar, y en el profundo mano,
sirviendo a dueño que se da a sí mismo.[110]
No hay ninguna espiritualidad en esa decisión de ambos de hacerse presbíteros, sólo hay necesidad material y de medro en la sociedad. Otro de los amigos de Lope, el también toledano Gaspar de Barrionuevo (Otro buen escritor burlesco del que también hablaremos en nuestro libro relacionándolo con el Don Quijote de Avellaneda) intentó también ordenarse sacerdote y no sabemos si lo consiguió porque en uno de sus poemas él habla de “una coz que le dio una acémila del Papa el día que entró en Roma” (Madroñal Durán, “Pedro Liñán”, p. 125). Lope se interesa por su amigo y, en una carta fechada a finales de febrero de 1612, cuando Lope aún no ha enviudado, le pide una recomendación al Duque de Sessa para que lo consiga, y en ella dice: “...se me ofreció enviar las cartas que tengo duplicadas en favor del Contador Barrionuevo, tan servidor de V. E. y tan grande amigo mío, que va a Roma a algunas pretensiones de un nuevo estado que a mí me da mucha envidia” (Lope de Vega. Cartas, p. 106-7).
Cervantes sabe todo esto porque los conoce y ha leído sus escritos. Y en el texto que venimos comentando, a través de don Quijote, denuncia “la adulación servil y baja”[111] y “la hipocresía engañosa” de sus adversarios, personificándolo en el eclesiástico de los duques. El término hipocresía se refiere a la hipocresía religiosa de algunos, que les sirve para medrar. Este sentido se desprende de la referencia inmediata a los que siguen la senda “de la verdadera religión”. No es el caso de los hipócritas que abrazan los hábitos eclesiásticos para obtener beneficios, como se demuestra en la utilización por Cervantes del mismo término del que hace uso Liñán en su romance: “¿Qué te hize, vil Fortuna, / en çeñirme aquesta espada / y en dexar la hipochresía / del manteo y la sotana?”.
Pero ahí no termina el rapapolvo cervantino al “grave eclesiástico”, porque también Sancho, el labrador, el villano pobre, sale en defensa de don Quijote. También el escudero se atreve a contradecir al cura: ha habido y hay caballeros andantes –le dice; don Quijote es uno de ellos y a él le tiene prometida una ínsula; él va a ser conde o gobernador, mal que le pese. El eclesiástico lo cuestiona, pero la respuesta de Sancho es toda una afirmación de permeabilidad social: él, villano pobre, se atreve a llegar a ser conde u obispo, todos los cargos reservados a las clases privilegiadas de la sociedad aristocrática señorial: el clero y la nobleza:
—¿Por ventura —dijo el
eclesiástico— sois vos, hermano, aquel Sancho Panza que dicen, a quien vuestro
amo tiene prometida una ínsula?
—Sí soy —respondió Sancho—,
y soy quien la merece tan bien como otro cualquiera; soy quien “júntate a los
buenos, y serás uno de ellos”, y soy yo de aquellos “no con quien naces, sino
con quien paces”, y de los “quien a buen árbol se arrima, buena sombra le
cobija”. Yo me he arrimado a buen señor, y ha muchos meses que ando en su
compañía, y he de ser otro como él, Dios queriendo; y viva él y viva yo, que ni
a él le faltarán imperios que mandar, ni a mí ínsulas que gobernar.
Aunque Cervantes lo formula en tono de burla, el mensaje es completamente disolvente, subversivo, carnavalesco. El que queda en ridículo es el propio eclesiástico, porque este es el momento en que el duque le entrega a Sancho el gobierno de una ínsula “que tengo de nones, de no pequeña calidad”. La reacción del clérigo es levantarse despechado de la mesa y abandonar la reunión en medio de la irrisión de los duques.
Si tras la figura del eclesiástico Cervantes reflejó a Liñán (o a Lope, o a los dos), o sea, a Avellaneda, les está diciendo que reprehendiendo su Don Quijote se muestran más papistas que los propios caballeros nobles, esos “ídolos de dosel” del último soneto de Lope, cuyo nivel de tolerancia del carnavalesco (Iffland, De fiestas) Don Quijote cervantino de 1605 es superior al de sus criados, esos que, siguiendo el camino “de la adulación servil y baja”, sólo buscan su medro personal. No olvidemos que Cervantes contó con el mecenazgo del conde de Lemos y con el del propio arzobispo de Toledo, Bernardo de Sandoval y Rojas, que (si los satirizados fueran Liñán o Lope) reiría las burlas cervantinas contra estos eclesiásticos de su archidiócesis.
El desprecio de Cervantes contra estos clérigos que se hacen presbíteros –tanto Liñán como Lope– a edad muy avanzada en busca de prebendas y beneficios eclesiásticos es notable, porque es precisamente un noble, el propio duque, el que compara a los eclesiásticos con las mujeres (para su época probablemente la comparación más ofensiva, porque cuestiona la hombría de estos clérigos; después don Quijote también los comparará con los niños):
—Vuesa merced, señor
Caballero de los Leones, ha respondido por sí tan altamente, que no le queda cosa
por satisfacer deste que aunque parece agravio, no lo es en ninguna manera,
porque así como no agravian las mujeres, no agravian los eclesiásticos, como
vuesa merced mejor sabe.
Una vez puestas estas palabras en boca del caballero, del titular, Cervantes se lanza a campo abierto contra los eclesiásticos cobardes que le han atacado sin dar la cara. Los eclesiásticos pueden agraviar, pero no afrentar:
—Así es —respondió don
Quijote—, y la causa es que el que no puede ser agraviado no puede agraviar a nadie.
Las
mujeres, los niños y los eclesiásticos, como no pueden defenderse aunque sean
ofendidos, no pueden ser afrentados. Porque entre el agravio y la
afrenta hay esta diferencia, como mejor Vuestra Excelencia sabe: la afrenta
viene de parte de quien la puede hacer, y la hace, y la sustenta; el agravio
puede venir de cualquier parte, sin que afrente. Sea ejemplo: está uno en la
calle descuidado; llegan diez con mano armada, y, dándole de palos, pone mano a
la espada y hace su deber, pero la muchedumbre de los contrarios se le opone, y
no le deja salir con su intención, que es de vengarse; este tal queda
agraviado, pero no afrentado. Y lo mesmo confirmará otro ejemplo: está uno
vuelto de espaldas; llega otro y dale de palos, y, en dándoselos, huye y no espera,
y el otro le sigue y no alcanza; este que recibió los palos recibió agravio,
mas no afrenta, porque la afrenta ha de ser sustentada. Si el que le dio los
palos, aunque se los dio a hurtacordel, pusiera mano a su espada y se estuviera
quedo, haciendo rostro a su enemigo, quedara el apaleado agraviado y afrentado
juntamente: agraviado, porque le dieron a traición; afrentado, porque el que le
dio sustentó lo que había hecho, sin volver las espaldas y a pie quedo. Y, así,
según las leyes del maldito duelo, yo puedo estar agraviado, mas no afrentado,
porque los niños no sienten, ni las mujeres, ni pueden huir, ni tienen para qué
esperar, y lo mesmo los constituidos en la sacra religión, porque estos tres
géneros de gente carecen de armas ofensivas y defensivas; y, así, aunque
naturalmente estén obligados a defenderse, no lo están para ofender a nadie. Y
aunque poco ha dije que yo podía estar agraviado, agora digo que no, en ninguna
manera, porque quien no puede recebir afrenta, menos la puede dar.
Por las cuales razones yo no debo sentir ni siento las que aquel buen hombre[112]
me ha dicho.
Cervantes ha sido agraviado por los autores del Quijote de Avellaneda, pero no está afrentado, porque el ataque ha sido hecho cobardemente y por eclesiásticos. Por eso el ensañamiento de Cervantes contra sus adversarios es cada vez mayor; ahora, un envalentonado Sancho toma el relevo de su amo. Están todos de acuerdo: el caballero (el duque), el hidalgo de aldea (don Quijote) y el villano (Sancho) en contra de los eclesiásticos snobs y advenedizos: Liñán y Lope.
—Eso juro yo bien —dijo
Sancho—: cuchillada le hubieran dado, que le abrieran de arriba abajo como una
granada o como a un melón muy maduro. ¡Bonitos eran ellos [los caballeros
andantes] para sufrir semejantes cosquillas! Para mi santiguada que tengo por
cierto que si Reinaldos de Montalbán hubiera oído estas razones al
hombrecito,[113]
tapaboca le hubiera dado, que no hablara más en tres años. ¡No, sino tomárase
con ellos, y viera cómo escapaba de sus manos!
Perecía de risa la duquesa en oyendo hablar a Sancho, y en su opinión le tenía por más gracioso y por más loco que a su amo, y muchos hubo en aquel tiempo que fueron deste mismo parecer. Finalmente, don Quijote se sosegó, y la comida se acabó.
Cervantes subraya la risa que producen las palabras carnavalescas de Sancho en los duques. Se ríen los nobles, pero las víctimas de la risa no son los bufones don Quijote y Sancho, como en el Quijote de Avellaneda, sino el grave eclesiástico que ha tenido que ausentarse desairado (Iffland, De fiestas): el propio Avellaneda, Lope y Liñán. Esta es la manera propia de atacar de Cervantes, la manera de la sátira cervantina.
Más sobre la “hipocresía
engañosa”: Lope de Vega, el “viejo avellanado”
Alonso Fernández de Avellaneda es un nombre inventado, un seudónimo. Pero, ¿por qué el autor escogió precisamente ese nombre de Avellaneda? ¿Por qué escoger ese seudónimo? Es obvio que la creación del seudónimo sería uno de los últimos actos del autor o autores, junto con la escritura del “Prólogo”, antes de publicar el libro, por lo que, consecuentemente con nuestra hipótesis, no sería atribuible al primer autor (Liñán) sino al segundo (Lope).
Es probable que el nombre le fuera sugerido al “autor fingido y tordesillesco” por la paronomasia con el término avellanado, que aparece en el primer párrafo del “Prólogo” del Don Quijote de 1605.
Desocupado lector: sin
juramento me podrás creer que quisiera que este libro, como hijo del
entendimiento, fuera el más hermoso, el más gallardo y más discreto que pudiera
imaginarse. Pero no he podido yo contravenir al orden de naturaleza; que en
ella cada cosa engendra su semejante. Y así, ¿qué podrá engendrar el estéril y
mal cultivado ingenio mío, sino la historia de un hijo seco, avellanado,
antojadizo y lleno de pensamientos varios y nunca imaginados de otro alguno,
bien como quien se engendró en una cárcel, donde toda incomodidad tiene su
asiento y donde todo triste ruido hace su habitación?
Se refiere Cervantes con el término avellanado no a su libro (como pudiera hacer pensar el arranque del párrafo), sino a su personaje de don Quijote, un hijo de su ingenio, cuya historia nos va a contar (no nos va a contar la historia del libro, sino la de don Quijote). Según el Tesoro de la lengua castellana de Covarrubias, avellanado “se dice del hombre viejo, seco, enjuto de carnes, sólido y firme, como la madera del avellano”. El Tesoro es posterior a mayo de 1610, por lo que quizá parece gravitar en la definición de su autor el párrafo cervantino anterior y el comienzo del capítulo I del Don Quijote de 1605: “Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años [edad que se consideraba de un viejo]. Era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la caza.”
Más adelante, en el
capítulo 14 de
–¿Cómo no?
–replicó el del Bosque–. Por el cielo que nos cubre, que peleé con don Quijote,
y le vencí y rendí; y es un hombre alto de cuerpo, seco de rostro, estirado y avellanado
de miembros, entrecano, la nariz aguileña y algo corva, de bigotes grandes,
negros y caídos.
El término lo emplea Cervantes siempre para referirse a don Quijote (sólo aparece en estas dos ocasiones en los dos Quijotes cervantinos, según la concordancia de Sevilla Arroyo). Don Quijote es, pues, un “viejo avellanado”.
Varios autores (Millé y Giménez, García Soriano, López Navío, entre otros) han defendido que, tras la figura de don Quijote, Cervantes reflejó a Lope de Vega, lo cual nosotros damos por bueno, convencidos de ello, aunque creemos que esto es así solo en el llamado Ur-Quijote, los primeros capítulos y en los paratextos. Es probable que Lope, a la hora de escoger un seudónimo que garantizara el anonimato de la obra, se dejara llevar por la adjetivación cervantina y asumiera de buena gana la paronomasia avellanado/ Avellaneda implícita en el apelativo para darle un escarmiento a Cervantes, sobre todo, si en su mente gravitaba el siguiente proverbio (que Lope y sus “secuaces” debían de conocer, porque lo recoge también Covarrubias, el cual, como sabemos, pertenecía al mismo ámbito toledano que ellos): “Al villano, con la vara de avellano”. Avellaneda – dice también Covarrubias– es “el lugar donde se crían los avellanos”. Con las varas de todos ellos querrían darle al villano de Cervantes.
Se nos ha conservado un
testimonio en el que un enemigo literario de Lope, Juan Ruiz de Alarcón, en su
obra Los pechos privilegiados (Acto III, escena 3ª, vv. 2155-95), cansado
de las burlas del Fénix contra él, le llamó precisamente “viejo avellanado”
(además de viejo verde, hipócrita santurrón, ruin pícaro halagador de los
poderosos, y envidioso):
Ramiro. ¿Cómo, siendo tan cobarde,
has tenido
atrevimiento
para ponerte a mis
ojos?
Cuaresma. ¿Engañete yo? ¿Qué es esto?
¿Díjete que era
valiente?
¿Derramé huncia y
poleo?
¿Dos mil veces no te
he dicho
que al lado ciño el
acero
sólo por bien parecer?
¡Aquí de Dios! ¿En qué
engaña
quien desengaña con tiempo?
Culpa a un bravo bigotudo,
rostriamargo, hombrituerto,
que en sacando la de Juanes
toma las de Villadiego.[114]
Culpa a un viejo avellanado
tan verde, que al mismo
tiempo
que está aforrado de martas
anda haciendo Madalenos;[115]
culpa al que de sus vecinos
se querella, no advirtiendo
que nunca los tiene malos
el que los merece buenos;
culpa a un ruin con oficio,
que con el poder soberbio,
es un gigantón del Corpus,
que lleva un pícaro dentro;
culpa al que siempre se
queja
de que es envidiado, siendo
envidioso universal
de los aplausos ajenos;
[...]
culpa aquel que, de su alma
olvidando los defetos,
graceja con apodar
los que otro tiene en el
cuerpo;
culpa, al fin, cuantos
engañan;
y no a mí, que ni te miento
ni te engaño, pues conformo
con las palabras los hechos.
Pero avellanado
no designa una cualidad negativa para nadie, sino un término neutro que, como
hemos visto en Covarrubias, se refiere a la complexión física de una persona,
lo cual no es ni positivo ni negativo, como tampoco lo es cuando Cervantes lo
emplea aplicado a don Quijote, es una característica corporal. Pero en Alarcón
el término está en el mismo nivel de otros que sí son insultos (ruin, hipócrita
santurrón, viejo verde, pícaro halagador del poder, envidioso), referentes a
monstruosidades morales, “defectos del alma”, los llama el mejicano. El propio
Alarcón rechaza y se queja de los que reprochan “defectos del cuerpo”, gracejan
“con apodar los [defectos] que otro tiene en el cuerpo”. Por tanto, el término
neutro avellanado no se refiere en el texto de Alarcón a una cualidad
física del personaje, no es un término neutro sino una insidia contra Lope
paralela a los otros insultos directos de carácter moral. Alarcón haría el
camino de vuelta de Lope con respecto al término avellanado y nos estaría
diciendo con la paronomasia avellanado/Avellaneda que el cobarde de Lope
esta detrás del Quijote de 1614. La aparición de esta obra fue, en
palabras de Cervantes en su Prólogo al lector de
Todo lo cual podría refrendarse con la alusión inmediata en el texto de Alarcón a los gigantones del Corpus. Estos precisamente son los que Avellaneda hace comparecer en su libro en dos ocasiones: el gigante Bramidán de Tajayunque en Zaragoza, y el gigantón del Corpus de Madrid, bajo el que se escondía el pícaro del secretario. Lope de Vega, según Alarcón, sería un pícaro que con sus gigantones se convierte en un adulador del “poder soberbio”. Y eso es precisamente lo que ideológicamente representa el Don Quijote de Avellaneda –corrector del modelo transgresor cervantino y puesto al servicio de la clase aristocrática señorial dominante–, como ha expresado reiteradamente la crítica más reciente (Marín, Iffland, Gómez Canseco, entre otros) y como en este artículo hemos sustentado.
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[1] Sus secuaces, “sus
seguidores”, según un conocido soneto de Góngora: “‘Aquí
del Conde Claros’, dijo, y luego/ se agregaron a Lope sus secuaces”.
[2] Vid. para su vida y su obra Randolph, ed., Pedro Liñán de Riaza, Poesía (en lo sucesivo Randolph); Randolph, “Obras mal atribuidas”; Goldberg; Labrador Herraiz, “Poesías inéditas”; Labrador Herraiz, “El manuscrito Fuentelsol”; y Madroñal Durán, “Pedro Liñán”.
[4] Así lo dice él mismo en la “Información hecha a pedimento de Liñán para ordenarse de clérigo presbítero. Madrid, 30 de noviembre de 1600-16 de febrero de 1601”: “atento a que soy natural de esta diócesis y a que vivo en ella de doce años a esta parte” (Randolph, p. 348).
[5] En su divertido romance “¡Aquí de Dios que me casan!” (Randolph, p. 297-9), dice Liñán: “Al fin, mi razón me valga/ en Aragón o en Castilla,/ mi cama en cualquier alcoba,/ como suele, me reciba”. Nos dice claramente que su vida se desarrolla entre los dos reinos.
[6] En nuestro artículo de 2002
señalábamos que el discípulo de Lope, el toledano Baltasar Elisio de Medinilla,
participó en la redacción del Prólogo (Vid. Pérez López).
[7] Antes de colaborar en su Don Quijote, Liñán y Lope escribieron conjuntamente los romances moriscos del ciclo de Azarque, de Audalla y de Bravonel de Zaragoza, y también los romances jocoso-burlescos del ciclo de Simocho. Se intercambiaron epístolas en verso y sonetos entre ellos donde su afinidad es total, como algunos que veremos en este artículo. Y se atribuyeron a Lope –con el permiso de Liñán, claro está– algunas comedias escritas, en parte o en su totalidad, por Liñán. Se elogiaron mutuamente y se defendieron como amigos a lo largo de toda su vida. Ambos se llamaron a sí mismos los discretos. Todo esto lo desarrollamos con toda amplitud en nuestro libro en preparación.
[8] El “Entremés de Melisendra”, atribuible a Lope –o a Liñán, como discutiremos en otro momento– es ya una comedia burlesca (Vid. Gómez).
[9] Estudiaremos en nuestro libro la trascendencia que los romances nuevos de Liñán y de Lope tienen en la génesis del Quijote (Vid. Alonso Asenjo) y su repercusión en el “Entremés de los romances” y en el “Entremés de Melisendra”.
[10] Quizá no fuera la ideología
de Liñán y de Lope muy distinta de la de Cervantes, como se vio después en los
desahogos desengañados de la vejez de Lope cuando había perdido toda esperanza
de medro personal con la aristocracia y el rey, y en otros semejantes de Liñán,
como el romance que comentamos en este trabajo, pero en el Don Quijote
de Avellaneda se ponen al servicio de la ideología de la clase aristocrática y
señorial dominante, a la que servían (Liñán) o aspiraban a servir (Lope). (Vid. Iffland, De fiestas).
[11] Cervantes señala ya en 1585 la procedencia aragonesa de Liñán mediante la cita del Ebro. Señalamos en cursiva aquellos fragmentos de los textos citados que queremos realzar de manera especial en el comentario.
[12] Citamos siempre el Don Quijote cervantino y el de Avellaneda por las ediciones electrónicas de Sevilla Arroyo y usamos también sus Concordancias.
[13] Una alusión a los poetas del Romancero nuevo, como Liñán y Lope y el propio Cervantes (“Yo he compuesto romances infinitos”, dice en el Viaje del Parnaso), con lo que sería una especie de palinodia.
[14] El personaje Audalla aparece en romances de Lope y de Liñán como estudiaremos en otro lugar.
[15] Este verso es fundamental para entender la dependencia del Don Quijote cervantino del Romancero nuevo, como estudiaremos en nuestro próximo libro, más que de los libros de caballerías (Vid. Alonso Asenjo).
[16] Es
probable que Cardenio sea uno de los “sinónomos voluntarios” que Avellaneda
reprocha a Cervantes. Cardenio es también el nombre del protagonista de La
escolástica celosa, obra atribuida a Lope, pero que sin duda es de Liñán,
como demostraremos en otra parte. En esta obra, el toledano (como Liñán)
Cardenio, que ya está graduado en otra Universidad (como Liñán, bachiller por
Salamanca), va a licenciarse a
[17]
Según Covarrubias, apariencia es “lo que a la vista tiene un buen
parecer y puede engañar a lo intrínseco y sustancial”.
[18]
El engaño se disfraza de amistad, hipócritamente.
[19]
Si no le quitas al engaño el disfraz de amistad.
[20]
La imitación de los mismos consonantes era un requisito necesario cuando un
poeta trataba de emular a otro, como vemos en los sonetos que se intercambian
entre Lope y Liñán más abajo.
[21] En fabla antigua escribió Liñan una comedia sobre el Cid y el romance burlesco de don Bueso, como explicaremos en nuestro próximo libro.
[22] Según Covarrubias, sandio “vale tanto como loco y hombre fuera de su juyzio. Ensandecer vale enloquecer.”
[23] Según Covarrubias, follón es “el holgazán que está papando viento como el fuelle floxo, que cada quarto se le cae por su parte”.
[24] Según Covarrubias, “ el toscano llama captivo al ruin y al malo”.
[25] raheces: viles.
[26] Según Covarrubias, desaguisado “vale descompostura, agravio”. Desmán, como más abajo.
[27] Según Covarrubias, cuita es “aflicción y trabajo, necesidad estrema con lamento y ansia”.
[28] Según Covarrubias, conortar es “animar a uno amonestándole y dándole consejos sanos y buenos. Conortarse, consolarse un hombre a sí mesmo, buscando razones para no tener por tan pesado su trabajo. Estar conortado, estar consolado”. Conorte: consuelo.
[29] Juan Eugenio de Hartzenbusch, Las 1633 notas puestas por...
[30] Véanse Millé y Giménez, García Soriano y López Navío, entre otros.
[31] Maguer que: Conjunción concesiva: “aunque”.
[32] Puesto que: Conjunción causal: “pues, porque, ya que”.
[33] había una sin fin de días: hacía infinidad, sinnúmero de días, hacía muchísimos días.
[34]
Quizá habría que escribir
[35] Endonar quiere decir “regalar”, dar graciosamente sin esperar contrapartida.
[36] Para que: conjunción final.
[37] Que: Conjunción causal: “Porque”.
[38] No así Sevilla Arroyo que
coincide con nuestra propuesta en este punto: Alonso Fernández de Avellaneda, Segundo
tomo. Sevilla Arroyo no pone coma, que ponemos nosotros, detrás de nobres
leyenderos (un vocativo), v. 9, indudablemente por descuido o errata.
Igualmente, consideramos más adecuado poner coma en lugar de punto y coma tras aceros,
v. 12.
[39] “Yo vos endono” (Nicolás Marín López, “La piedra y la mano”, p. 288, n. 20). Este hecho no disminuye la importancia de este artículo fundamental de Nicolás Marín.
[40] Las primeras sandeces serían las ya publicadas por Cervantes en el Don Quijote de 1605; las segundas son las que nos endona en el libro que este soneto está presentando.
[41] En esto coinciden también de Riquer y Gómez Canseco; véanse sus respectivas notas.
[42] De acuerdo con el Diccionario academico actual, puesto que es una “locución conjuntiva causal”, equivalente a pues.
[43] Cambiamos el sedero que traen todos los editores con el especiero de nuestra edición de acuerdo con los argumentos que se defienden en este trabajo.
[44] El
verbo haber, usado en este sentido impersonal de hacer, lo emplea
Cervantes en ocasión memorable: “En un lugar de
[45] Según Covarrubias cabeçudo es “el que es porfiado y tenaz en su opinión.”
[46] Son
[47] Cervantes.
[48] Lo tomamos de García Soriano, p. 67-71.
[49] Mercader de lienzos; el que trata en ellos o los vende (Diccionario de Autoridades, DA).
[50] No le saldrá, no se le borrará “la mancha” en su vida. Puede tratarse de una acusación de judío o de converso dirigida al portugués.
[51] Tela de algodón estampada en colores que se fabrica en Ruán, ciudad de Francia (DA).
[52] Lienzo muy fino de que se hacen camisas, sábanas y otras cosas (DA).
[53] Es el hilo que se saca de esta planta (DA).
[54] encima: “además”. Cuando le medía el lienzo le daba un palmo de más, pero además él se iba “empalmando”, excitándose sexualmente. Vara tiene un sentido obsceno, de órgano sexual. Es el tono de los poemas obscenos de Liñán (y también el de los de Lope), no el de Cervantes.
[55] Especias.
[56] Se refiere al marido manchego. De la vida: marido consentido por interés.
[57] en revista: “en segunda instancia”; el tribunal de la casadilla y el manchego le condena. La primera instancia era sólo la casadilla.
[58] de bayeta: significa “andar en pretensiones”, que es lo está haciendo el portugués. De bayeta era el hábito oscuro escolar, significa que era de noche.
[59] Rasgueo de las cuerdas de la guitarra, que debía de ser un requinto, un guitarrillo. Quizá bordón y prima tienen un sentido obsceno.
[60] Es un romance viejo castellano del ciclo del Cid y Urraca, en portugués macarrónico.
[61] Pie de altar son los “emolumentos que se dan a los curas y a otros ministros eclesiásticos por las funciones que ejercen, además de la congrua o renta que tienen por sus prebendas o beneficios.” (DA). El sacristán en otros tiempos le daba “en medio” continuamente a la casadilla con su “pie de altar” (dádivas y pene).
[62] En los sentidos del DA: “cuerpo o comunidad de capellanes, ministros y dependientes de ella”, “cuerpo de músicos asalariados de alguna iglesia”, “en los colegios, junta o cabildo que hacen los colegiales para tratar de los negocios de su comunidad”.
[63] bonete: clérigo secular. El bonete primero sería el “capellán mayor”, como lo fue después Liñán, desde 1604, de la iglesia del Santisimo Sacramento de Torrijos (Toledo).
[64] Cantar el kirieleisón es “pedir misericordia” a la casadilla.
[65] armado: con el pene en erección, “empalmado”, como más arriba. De esperanza de gozar a la casadilla.
[66] Medir el lienzo y “medir” con su vara a las casadillas.
[67] Es una fórmula muy empleada por Liñán: “¡Aquí de Dios, que me casan!”, Randolph, p. 297.
[68] Agustín González de Amezúa, Epistolario de Lope de Vega Carpio, t. III, n.º 290, p. 283.
[69] Tomé Pinheiro da Veiga, Fastiginia.
Vida cotidiana en la corte de Valladolid, p. 270.
[70] Avellaneda llamó cornudo a Cervantes en el capítulo IV de su Don Quijote, utilizando para ello una alusión al toledano castillo de San Cervantes. También le llamaron cornudo en el conocido soneto de Valladolid del que vamos a hablar en el siguiente epígrafe.
[71] Lo cual debería deducirse de la propia anotación de Rico, que sin embargo mantiene la lección de sedero, en sus notas correspondientes a la voz sedero: “Era costumbre vender especias en papel de muy mala calidad: ‘Escribieron comedias tan poco artificiosas, que en pocos años las más servirán de envolver especias’ (Cotarelo 1904:486b); y también: ‘Y ese tu don Quijote baladí / de culo en culo por el mundo va / vendiendo especias y azafrán romí, / y al fin en muladares parará’ (apud Moner 1989a:25). Cf. también los Sueños de Quevedo, pp. 275 y 355nn”.
[72]
Recopilados por Miguel de Madrigal... En Valladolid, por Luis Sánchez: véndese
en casa de Antonio García ...,
[73] El término fue puesto en circulación por el maestro Ximénez Patón.
[74] Las crudezas escatológicas
de la moza gallega del fragmento son parecidas a las que aparecen en el Don
Quijote de Avellaneda. La moza de mesón de Cervantes, Maritornes, era una
“moza asturiana”; la de Avellaneda, la de Lope aquí y de Liñán siempre es una
“moza gallega”. Las crudezas sexuales están también a la orden del día. Dice
Lope en su respuesta a Liñán (35):
¿Tengo de andarme yo
bebiendo el viento
por ver cuándo madura el
señor virgo
rogado, y aun regado, de
otros ciento.
Y que, cuando pensara que
desvirgo,
como si fuese moro me retaje
de la hebra sutil del blanco sirgo?
[75] Se nos ha conservado precisamente un testimonio documental en el que Lope de Vega contrata en Toledo los servicios de un muchacho llamado Francisco “para que le sirba en todo lo que le mandare por tiempo de seis años cumplidos”. El documento es de 1 de agosto de 1590. El niño, le serviría pues hasta 1596 (San Román, p. 7).
[76] “-¡Oh, cuerpo de
Aristóteles! -dijo Sancho-, júrole por el orden de escudero andante que recebí
el día que mantearon mis güesos a vista de todo el cielo y de la honestísima
Mari Tormes, que si vuesa merced me dice cada día dos o tres docenas de
liciones en ayunas, que está el ingenio más quillotrado de lo que tengo de her,
que me obligase dentro de veinte años a salir tan buen caballero andante como
le haya de Zocodover al Alcaná de la imperial
ciudad de Toledo” (cap. XXI).
[77] Así lo hacemos ya en nuestra edición de Don Quijote (Pérez Lopez, ed., 2005)
[78] En las cercanías de Alcalá. El ventero le dice a la moza gallega: “Yo os voto a tal, doña puta desvergonzada, que os tengo de hacer que se os acuerde el concierto que con este loco habéis hecho; que ya yo os entiendo. ¿Así me agradecéis el haberos sacado de la putería de Alcalá y haberos traído aquí a mi casa, donde estáis honrada” (Capítulo V). Este tono crudo y realista, zafio y prostibulario, se corresponde con el de las obras burlescas de Liñán y de Lope, como estamos viendo.
[79] Coincide el itinerario a partir de este lugar con el Repertorio de caminos de Villuga: Reportorio de todos los caminos de España, hasta ahora nunca visto, en el que hallará cualquier viaje que quiera andar muy provechoso para todos los caminantes. Compuesto por Pedro Juan Villuga, valenciano. Año de MDXLVI. Lo tomamos de http://traianus.rediris.es/villuga/, modernizando el texto en las citas.
[80]
Según Cobarruvias, una legua es un “espacio de camino que contiene en sí
tres millas”. El Diccionario Académico dice “medida itineraria que en España es
de
[81] El
texto está deturpado. De Calatayud a Terrer hay
[82]
También el texto está deturpado en este punto y no aparecen las leguas. De
Cetina a Ariza hay también
[83] A
cinco leguas de Ateca, siguiendo el camino de Villuga, estaríamos de nuevo en
Ariza, a
[84] Esta sauceda, este sitio poblado de sauces, precisamente de estos árboles, en el que hay una fuente, da la impresión de ser un lugar familiar al autor.
[85] Incluso puede que el autor lance una malicia contra uno de ellos: “dos alcaldes del lugar; el uno de los cuales, que parecía más despierto, con la autoridad que la vara y el concepto que él de sí tenía le daban”. Parece un alcalde conocido por el autor. ¿Cómo sabe, si no, que el alcalde tiene un alto concepto de sí, que es fatuo o engreído?
[86] Ha
nombrado a Ariza y a Ateca en el viaje de ida; nombra a Ateca y nombrará a
Sigüenza y a Hita en el de vuelta; sin acordarnos de
[87] Un lugar y un nombre inventados por Avellaneda que no coincide con ninguna de las dos Argamasillas de la actual provincia de Ciudad Real (la de Alba y la de Calatrava, la deformación de Argamasilla en Argamesilla es otro detalle de irrealización), obligado por los poemas satíricos de Cervantes al final de su Primera parte.
[88]
Argamasilla de Alba, el pueblo al que todo el mundo, desde Clemencín y
Hartzenbusch, identifica con “el lugar de
[89] Lo
del tamaño de dos varas de la imagen y los padrenuestros como puños, así como
las dos mil cabezas de ganado que caben en cada uno de los corrales de
[90] En el texto en que hablaba Sancho Panza en Zaragoza se decía que el cura había jurado “que el primer año santo que venga, tenemos de her unos riquísimos órganos”. Resulta curioso constatar que la actual iglesia de Villel de Mesa conserva un órgano de 1630, el cual, según un historiador local, fue el primero que se instaló en el valle del Mesa (López Gordo, p. 54).
[91] Es el nombre de un pícaro que aparece en la obra “Vida del pícaro” de Liñán.
[92] En nuestro libro en preparación estudiaremos la trascendencia de este dato, el apellido Funes de los señores de Villel, para la asignación de una obra teatral (Comedia de Las hazañas del Cid y su muerte con la tomada de Valencia) atribuida a Lope, a Liñán.
[93] Página sobre Villel de Mesa hecha por Miguel López Gordo: http://www.pagina.de/villeldemesa.
[94] La
cuestión del tamaño de la imagen hay que atribuirla a la exageración de Sancho
(también dice para épater a los zaragozanos que en los corrales de
[95] Es obvio que Avellaneda ha de ser un eclesiástico, que tiene delante permanentemente todos estos cuadros e imágenes que viene citando.
[96] Un clérigo y el secretario de un titular, de un grande de España. Esas condiciones se deben dar, según la crítica más solvente, en Avellaneda y se dan en Liñán.
[97] Así
se describe el cuadro (Longobardo Carrillo y otros, p. 96): “Cristo triunfa sobre
la muerte y ocupa el eje central de la composición. Aparece de pie, desnudo,
con el paño de pudor, rodeado de aura, sujeta la túnica roja sobre el brazo
izquierdo y porta un báculo coronado por una cruz en la mano del mismo lado,
mientras levanta la derecha en actitud bendiciente. El sepulcro es paralelo al
marco y se halla rodeado por un grupo de soldados. Los dos soldados de la
derecha y el que aparece detrás del sepulcro miran al resucitado con rostros
asombrados, los otros dos compañeros duermen a los pies de la tumba. La
composición evoca claramente modelos de Andrea Mantegna por su disposición un
tanto estatuaria”.
[98] Vid.
Figura VII. Así se nos describe (Longobardo Carrillo y otros, p. 192-3): “
[99] En
un documento inédito que hemos encontrado en el Archivo de
[100] El término pertenece al maestro Ximénez Patón y lo explicaremos en nuestro libro.
[101] El caso más emblemático reciente y famoso era el del arzobispo de Toledo, Juan Martínez Silíceo (latinización de su apellido de villano, Guijarro), que pasó de estudiante pobre en Salamanca a preceptor del principe Felipe II y a arzobispo de Toledo. De este príncipe de la iglesia fue criado, como hemos dicho, Roque de Liñán, el padre de Pedro Liñán de Riaza.
[102] Liñán obtuvo el grado de bachiller por Salamenca, pero en multiples documentos se llama y es llamado licenciado, como el de Torrijos que hemos citado. ¿Se licenció por la“silvestre” Universidad de Sigüenza como el cura Pero Pérez? O quizá por Alcalá, como he dicho más arriba. ¿Podría ser la pareja don Quijote y el cura Pero Pérez un trasunto burlesco de Lope de Vega y Pedro Líñán? Parte de la crítica está de acuerdo en afirmarlo respecto al primero.
[103] Riley, p. 115, dice: “[Márquez Torres] se halla en tal sintonía con Cervantes que hay razón para sospechar que este tuviera algo que ver con la composición de dicha aprobación.”
[104] Lope permanentemente cita a Liñán, se autoriza con las palabras de su amigo y maestro.
[105] Vid.
Madroñal. Véanse los poemas de Liñán “Sátira contra
[106] “Cuanto más trabaje”.
[107] Nació sin fortuna, como Liñán en su poema.
[108] No puede seguir escribiendo (forma) sin dinero (materia), curiosa teoría hilemórfica. Babilonia es aquí España, como en otros escritos suyos Madrid.
[109] Se refiere a los nobles que le niegan su protección, “ídolos de dosel”, por el dosel bajo el que recibían. Lope acaba de fracasar en su intento de conseguir el favor del marqués de Sarria, el futuro conde de Lemos, a cuya familia dirigió las Fiestas de Denia.
[110] Se
refiere al servicio de Dios en
[111] Aunque también Cervantes aduló a los nobles contenidamente. ¿Qué otra cosa podría hacer? ¿Qué iban a hacer los propios Lope y Liñán si querían sobrevivir?
[112] Calificación absolutamente despectiva referida al eclesiástico, a Avellaneda.
[113] Un diminutivo más despectivo todavía, puesto en boca del villano.
[114] El “bravo bigotudo”, según Millares Carlo, se refiere a Quevedo. A partir de este punto Alarcón se refiere a Lope.
[115] Según Millares anda haciendo Madalenos es “anda fingiéndose arrepentido”, amartelado con Marta de Nevares y siendo cura. Un hipócrita santurrón.