Autor: Enric Dolz i Ferrer
Título
Artículo: Juan Rodríguez del Padrón, Juan de Cervantes y
Gonzalo de Medina. Apuntes biográficos
Fecha de envío: 8/12/2004
Resumen:
En
este estudio describo y analizo los datos conocidos acerca de las biografías de
Juan Rodríguez del Padrón y el cardenal Juan de Cervantes, así como las casi
nulas noticias sobre Gonzalo de Medina, el juez de Mondoñedo al que Juan
Rodríguez del Padrón dedica su epístola ‘Siervo libre de amor’. En el estudio
llego a la conclusión de que la fecha de composición del ‘Siervo’ hubo de tener
lugar alrededor de 1440, como ya sugiriera en su día el padre Fidel Fita. Por
lo que se refiere especialmente a la vida de Juan Rodríguez del Padrón, el
trabajo se orienta a distinguir lo probado de lo meramente probable o puramente
legendario.
Abstract:
This paper deals with the
scarce remaining data on the biographies of Juan Rodríguez del Padrón and
Cardinal Juan de Cervantes, plus the almost nonexistent notice on the life of
the judge of Mondoñedo, Gonzalo de Medina, to whom Juan Rodríguez del Padrón
addresses his epistle, ‘Siervo libre de amor’. In this paper I reach the
conclusion that the date of composition of 'Siervo' must have taken place
around 1440, as first suggested by Father Fidel Fita. More specifically
concerning the life of Juan Rodríguez del Padrón, ‘this study focuses on those
data on the life of Juan Rodríguez del Padrón as have been thoroughly
ascertained, specially when they differ from those conjectures as have helped
to transform Rodríguez del Padrón´s life into a colourful legend’.
Juan Rodríguez del Padrón, Juan de Cervantes y Gonzalo de Medina. Apuntes biográficos
El correcto
establecimiento de la autoría de una obra literaria, sobre todo si se acompaña
de noticias fiables de la vida de su creador y de las circunstancias en las que
produjo sus composiciones es de importancia incuestionable para el conocimiento
ponderado de la obra en sí y de las expectativas y las sinergias que tal
producción genere en sus destinatarios. Siervo libre de amor, el texto
más popular en la actualidad de Juan Rodríguez del Padrón, puede iluminarse
mediante un mejor conocimiento de las condiciones de elaboración a las que se
enfrentó en su momento Juan Rodríguez: ¿se encontraba en
Pocos detalles nuevos
puedo aportar a lo ya conocido de la biografía de Juan Rodríguez del Padrón y
sólo indirectamente, a través de algunas informaciones sobre el destinatario de
su epístola, Gonzalo de Medina, he llegado a la conclusión de que es válida la
fecha que el Padre Fita estableció en 1880 como más probable para la redacción
del Siervo libre de amor siguiendo, eso sí, un camino diferente al que
tomó en su día el clérigo gallego. Si alguna virtud tuvieren estas páginas
podría ser la de establecer cuáles son los documentos fiables y fijar de
acuerdo con ellos un protocolo que permita avanzar en la investigación sobre la
figura y la obra de Juan Rodríguez del Padrón a partir de datos contrastados y
no, como sigue siendo usual, fiando la especulación a las hipótesis
tradicionales, ficticias en buena medida o insuficientemente contrastadas y
esto desde épocas muy tempranas, apenas unos años después de la presumible
muerte del poeta.
Sería necesario posiblemente investigar a fondo los Regesta en los archivos vaticanos. Quizá allí se escondan algunas claves que nos permitan conocer mejor la figura del escritor padronés.
Se acepta comúnmente que
Juan Rodríguez de
No más seguros podemos
estar de su rango, en el caso de que llegara a morar efectivamente en el
convento de Herbón, pues la nómina de los priores, o vicarios como se los
llama, por no hablar, claro está, de la de los frailes, es incompleta para el
siglo xv. Fray Alonso Carpenteiro
aparece en 1454 como ‘vicario mayor dos oratorios et conventos dos moesteiros
da Observançia de toda Galiza’,[3]
quizá un cargo similar al de provincial de
Los datos menos
problemáticos que nos han llegado de la vida de Juan Rodríguez del Padrón son
los contenidos en bulas papales y hacen referencia a la etapa de su vida en que
ya se había producido con certeza su entrada en la orden franciscana. Se trata
de documentos en los que se estipula la renuncia del poeta a diversos
beneficios eclesiásticos de que disfrutaba, dado que eran incompatibles con el
clericato regular. De esos documentos daré noticia más adelante, para detenerme
primero en los apuntes biográficos o pseudobiográficos que hasta la fecha han
gozado de más amplia circulación. Puede destacarse en primer lugar la espuria Vida
del trovador Juan Rodríguez del Padrón, exhumada por Pedro José Pidal en
1839, obra que resulta interesante por los detalles que ofrece acerca de la
visión que del poeta se pudieron hacer las generaciones posteriores, si bien no
hay nada en tal narración que pueda relacionarse de manera razonable con la
vida de Juan Rodríguez.[4]
Sin que tenga que ver directamente con tal Vida, hay que reseñar al
menos la novela Las palmas del convento, subtitulada ‘biografía novelada
de Rodríguez del Padrón’, que escribió su paisano Ramón Otero Pedrayo. Es un
libro ameno y erudito. Poggio Bracciolini y Eneas Silvio, el paso de los Alpes
desde Italia a Suiza, las epístolas ovidianas o Don Juan de Cervantes, todos
los motivos aparecen allí ordenados con facilidad. Si no es su biografía,
merecería serlo.
Dejada sin embargo a un
lado la ficcionalización del inventor de fábulas y antes de abordar las bulas
papales, bueno será detenerse en las informaciones que nos proporcionan desde
fecha relativamente temprana los historiadores y exégetas, principalmente los
pertenecientes a la orden franciscana, acerca del padronés. Y cabe decir que
Ramón Otero Pedrayo se aproxima a menudo bastante más que aquéllos a los que
podrían haber sido los avatares ciertos del poeta padronés.
La primera de que tengo
noticia es la contenida en
El cronista narra la
historia del convento de San Antonio de Herbón, en Padrón y cita como su
benefactor a un caballero llamado Juan Rodríguez de Herbón. Si bien en ningún
momento se hace constar en el texto, una mano posterior lo identificó con el
escritor, atraída sin duda por la similitud de los nombres. El caballero citado
es probablemente el mismo que aparece en los documentos notariales dados a
conocer por Carmen Manso Porto, que se examinan más adelante. Véase sin embargo
en primer lugar el fragmento de
Antiquísimo de los más que tiene nuestra
santa provincia es el convento de San Antonio de Herbón [en nota: ‘este
convento fue fundado el 26-xii-1396
en terrenos que la colegiata de Iria Flavia cedió a fr. Pedro de Nemancos’].
Consta de su antigüedad, por lo que dice
Hasta aquí el relato del
anónimo franciscano. He preferido ofrecerlo in extenso, por los datos
que ofrece de los frailes que según el redactor ocuparon el convento en sus
principios. Como puede observarse, nada permite colegir seriamente la presencia
de Juan Rodríguez entre los individuos citados. En cuanto al nombrado caballero
Juan Rodríguez de Herbón, ha de ser necesariamente, al menos una generación
anterior a nuestro poeta, si el convento se fundó en 1396 gracias a su
donativo. No sería sin embargo extraño que se tratase de un antepasado próximo,
lo cual redundaría en beneficio de la muy plausible hipótesis de una relación
antigua y estrecha entre la familia del poeta y
La fuente más a menudo
citada en relación con Juan Rodríguez del Padrón, la que ha servido de base
para muchas otras reseñas, la brinda el franciscano Luke Wadding (1588-1657),
de origen irlandés, que se incorporó a la provincia de Santiago en 1614 y
residió durante un tiempo en el convento de San Francisco de Salamanca antes de
marchar definitivamente a Roma en 1618. El Padre Wadding, Wadingo o Waddingus,
pues de todas estas maneras se lo cita, es el autor de uno de los monumentos
literarios de la orden franciscana, los denominados Annales Minorum,
obra en la que se hace la historia de la orden y se reseña a aquellos
franciscanos que alcanzaron fama y notoriedad por sus dotes literarias, la
santidad de sus vidas o ambas cosas.[5]
La noticia sobre Juan Rodríguez del Padrón aparece en el tomo xii, dedicado a los años 1445-1456 y dice así:
Joannes etiam Rodriquez, vulgo dal Padror
[sic], Regni Galliciae in Hispania oppido non ignobili ortus, et Provinciae
sancti Jacobi alumnus, in Joannis Castellae Regis aula a juventute instructus,
ob insignem poeticae artis, et historicae peritiam Regis per quam carus, ejus
Poeta et Historicus renunciatus est: aulicis amoribus implexus, macie [Macías]
sui socii, inter procos pertinacissimi, insanis affectibus inter Hispanos
celeberrimi, misera morte perterritas, et artificiose a regia pedissequa delusus;
mundi pertaesus, in seque reversus, Minorum subiit institutum in patria, ubi
concessis facultatibus Coenobio construendo, vitam duxit relgiosissimam. Scripsit lingua vernacula de Nobilitate, de
Inferno, sive de intolerabili poena Amoris, opus metricum; carmina varia:
ejus vitam scripsist Argotes de Molina (lib.2, fol. 272) Agens de Nobilitate
Baetica (f. 74: 87).
La nota del Padre Wadding
ha constituido el punto de partida de múltiples semblanzas de la vida del que
no parece que haya sido infausto trovador. Sin embargo, la información de la
que parte no es excesivamente fiable. Más contribuye a ofrecernos una idea del
modelo que representaba entonces, o quizá había representado durante el siglo
anterior, Juan Rodríguez del Padrón como escritor cuya biografía tendía a
considerarse como mero trasunto de su obra, o incluso de determinada
interpretación de una parte de su obra. El autor, en fin, fagocitado por el
personaje. Los ‘amores áulicos’ que le atribuye, y con él numerosos
historiadores y críticos hasta la actualidad, no parecen tener fundamento
histórico, aunque no es el Padre Wadding el primero que atribuye tan peligrosos
devaneos a nuestro autor, ni hay noticias de ese ‘Infierno o intolerable pena
de amor’ que difícilmente puede ser el Siervo libre de amor, ya que lo
califica de obra en verso[6].
Puede imaginarse que el franciscano, al fin y al cabo irlandés y afincado
relativamente poco tiempo en Galicia, lo confundiera con el Marqués de
Santillana, o que se refiriera a los ‘Siete gozos de amor’ de Juan Rodríguez,
sin desechar la posibilidad de que en el origen de la presunta confusión se
encontrara la obra del mismo título de Garci Sánchez de Badajoz, poeta maldito
por excelencia.[7]
Un magnífico ejemplo de
cómo la breve entrada del erudito franciscano se convirtió en fuente
privilegiada para los biógrafos posteriores lo constituye el apartado que le
dedica el Padre Jacobo de Castro, asimismo franciscano, en el libro iii, capítulo vi, de
Fray Juan Rodríguez de el Padron, natural
del Reyno de Galicia, y villa de su apellido, Chronista de el Rey D. Juan el
Segundo, o con mucha probabilidad el Primero, de quien fue muy estimado, Poeta
laureado en su siglo, y de gran fama entre todos los de su tiempo en
Como puede observarse, no hace el
Padre Jacobo de Castro otra cosa que traducir, incorporando algún pequeño
aditamento de probabilidad frágil, como la de hacer al padronés cronista de
Juan i, las líneas que el
irlandés le dedica en sus monumentales Annales. Cita incluso la fuente
confesa de Luke Wadding,
En este año [1435] consta por los libros
del cabildo murieron en una entrada en tierra de moros, Pero Fernandez de
En hua torre de menagem
dous lobos queren trepar
en campo Cor de hun poumar
que sam armas de linhagen
muy dina de nomear.
Camara e seu apellido
en Portugal muy sabido
en a ilha de Madeyra
que sua fama premeyra
de enton a tem recebido.
El primero que usó deste apellido y armas
en aquel reyno fué Juan Gonzalez el Zarco, caballero principal dél que
descubrió y pobló la isla de
Parece evidente que
Gonzalo Argote de Molina no pensaba en el padronés al describir los hechos
gloriosos o los escudos de las diferentes familias de ese apellido. En su libro
no hay otras citas alusivas a Juan Rodríguez y en todo caso el folio
repetidamente citado corresponde en la paginación moderna al fragmento del
capítulo ccxxx reproducido más
arriba. El Padre Lucas Wadding se dejó llevar por la coincidencia de los
nombres sin entrar en consideraciones acerca de la oportunidad de incorporar a
su historia unos datos que poco parece que tuvieran que ver con la vida, la
familia o las armas del escritor gallego. Tampoco el franciscano irlandés ni su
homólogo español dieciochesco hacen uso, cómo hubieran podido, de tal
información. La cita es sólo un expediente para autorizar las aserciones
propias y sirve para indicar hasta qué punto carecían los reverendos Padres de
noticias ciertas con las que construir un bosquejo biográfico fundamentado de
su ilustre antecesor.
En
Fundado ya el Convento […] ayudó mucho a la capacidad del sitio, otra donación al Convento de Dos casas, y de dos tierras, que en estos terminos tenía Don Francisco Bermúdez de Castro, y juntamente las limosnas de Don Juan Rodríguez del Padrón, quien fue religioso, como diré […] No se conserva la noticia de sus hijos [del convento], solo la ay de el Padre Fr. Juan Rodríguez del Padron, de cuya vocacion ala Orden, y de sus obras, dixe brevemente en la serie de los Escritores; su cuerpo yaze en este Convento (1976: 256).
Pese a la categórica afirmación final, no existen, por lo que conozco, pruebas que la corroboren, y sospecho que el fraile franciscano, como otros antes y después de él, se limitó a dar por buena una tradición largamente sentida. En cuanto a la primera aserción, también ha corrido hasta ahora mismo, sin percatarse aparentemente los historiadores y críticos que la han dado por buena, de la incongruencia cronológica que supone.
En
315. Juan
Rodríguez del Padrón […] pasó su vida en la corte de Juan ii, donde gran parte de ella se dedicó
a la poesía amatoria por su gran habilidad en versificar, y vivir él mismo
estos vanos amoríos humanos. Aterrado por la muerte violenta de Macías, gran
amigo suyo, ocasionada por un ardiente amor que le enajenaba (Martín Jimena
refiere en la de sus Anales de
De la entrada dedicada
por Nicolás Antonio a Juan Rodríguez del Padrón vale la pena comentar en primer
lugar que para nada cita, coincidiendo en este punto con los historiadores que
le preceden, el Siervo libre de amor, salvo que el tan repetido Infierno
de amor correspondiera a nuestra obra. Ciertamente declara que está en
verso, pero son noticias tomadas de anteriores biógrafos. En todo caso no
existe conciencia de ninguna aportación suya a la narrativa castellana. Tampoco
se dice nada del Bursario si bien, tratándose de una traducción, aunque
contenga valiosos elementos originales, no me parece tan extraño. Lo reseñable
es que son su imagen de amador apasionado y arrepentido y su fama de poeta las
que mantienen su nombre en la historia de la literatura.
Puede observarse que
mientras algunas de las poesías citadas se encuentran entre las que le son
comúnmente atribuidas, de otras y me refiero específicamente a las religiosas
que se citan al principio de la nota, no existe constancia. Tampoco del tratado
nobiliario, cuya autoría el mismo Nicolás Antonio pone en duda.
Aprovecho la cita
anterior de Gonzalo Argote de Molina para incorporar a esta reseña varios
ejemplos interesantes por mostrarnos, de manera similar a lo que sucede con
La versión francesa del Triunfo
de las donas, que con el título de Le Triumphe des dames, fue
redactada por el español Fernando de Lucena a instancias del noble portugués
Vasco Queimado de Villa Lobos, según consta en el encabezamiento del manuscrito
2027 de
Pour la cauerne du Basilique entent lacteur la chambre de la roine despaigne, a quy drece son oeuure, pource que leans demourroit celle quy a maniere de basilique lauoit feru de son seul regard. Et laditte roine, sereur au roy Alphonse daragon, derrenierement trespasse, et au roy de Nauarre son frere, et pour ceste heure son successeur oudit roiaulme, et a la roine Lienor, femme a feu Edouard, de bonne memoire, roy de Portingal. Et ainsi que les fortunes dangereuses aduiennent a ceulx qui sieuent la voie amoureuse, l´entree lui fu par aucun temps deffendue, selon que par ses mos len peult comprendre […] Cy fine le prologue de lacteur et du translateur de cestuy present traitie, nomme Le Triumphe des dames (Paz y Melia 1884: 325-28).
Alfonso V murió en 1458. Se me escapa en todo
caso dónde pudo haber encontrado Lucena la información para descodificar las
alegorías de Juan Rodríguez de manera tan categórica. Aventuras eróticas de tan
alto rango, de haber sido ciertas, sin duda le habrían proporcionado al fraile,
además de fama duradera, un final abrupto, probablemente antes de poderse poner
a redactar su Siervo libre de amor. Otra cosa es que la historia
resultase con esos aditamentos mucho más jugosa para los destinatarios de la
traducción, los caballeros y sobre todo las damas de
Los nombres de Macías, Juan de Mena y Juan Rodríguez del Padrón aparecen a menudo citados y en ocasiones sus composiciones parafraseadas o glosadas por los rimadores portugueses. No son desde luego los únicos castellanos a los que se menciona. También el desgraciado Garci Sánchez de Badajoz, Jorge Manrique, el Marqués de Santillana, Stúñiga, Aguilar y Antón de Montoro. Los tres primeros lo hacen sin embargo con más insistencia y de manera diferenciada porque a ellos les atribuyen los poetas lusos el superior conocimiento de las complejidades de la cortesía amorosa, a través de sus textos y de sus vidas ejemplares, en el largo debate poético del Cancioneiro llamado ‘O cuydar, & sospirar’. Firma dicho debate Nuno Gonçalvez, alcaide mayor de la fortaleza de Alcobaça, pero las composiciones que allí se recogen se atribuyen directamente a los tres poetas citados.
Además de la pretendida
intervención directa del padronés, se encuentra la mención a Ardanlier y Liesa
por Duarte de Brito en su Inferno de amor (Crabbé Rocha 1973: i, 363-68). Aida Fernanda Dias,
editora más reciente del Cancioneiro Geral, sugiere la posible
influencia de Juan Rodríguez del Padrón sobre Álvaro Barreto, cuando éste
escribe:
Alego este autor,
com otros que ja passaram,
que por copras nos leyxaram
ser viuo fogo d’amor (Crabbé Rocha 1973: 1, 93).
La crítica portuguesa apunta la
posibilidad de que el poeta lusitano se haya inspirado en los Siete gozos de
amor:
Fue por no ser entendido
qu’en bivo fuego d’amores
yo ardía
O en esta otra canción:
Yo ardo, sin ser quemado,
en biuas llamas d’amores
El tercer ejemplo es
quizá el más curioso. En primer lugar, porque se sitúa a una distancia ya
considerable del momento de produción de la obra del padronés: cerca de un
siglo más tarde. En segundo lugar, porque Juan Rodríguez del Padrón se
convierte en un personaje incorporado a la ficción, en una operación similar a
la que él ejecutara con Macías en la ‘Estoria de dos amadores’. Feliciano de
Silva, autor de obras muy populares durante el siglo xvi como el Amadís de Grecia que es la narración que
ahora me interesa y
Dentro del ‘Sueño’ desempeña un papel cenral el catálogo que expone la doctrina amorosa obligada para cualquier leal amador. Sta sección remite a un texto paralelo de uno de los autores fundadores de la tradición sentimental que aparece como personaje de referncia dentro de la alegoría: los Diez Mandamientos de amor de Juan Rodríguez del Padrón, composición en la que el poeta se encuentra también en un sueño alegórico con el dios Amor que le revela las diez leyes (Brandenberger 2003: 63).
No sólo es la existencia
de un dodecálogo similar lo que llama la atención; también el hecho de que el
epígrafe sentimental de la novela de Feliciano de Silva, ‘Lamentación y sueño’
tenga una similitud manifiesta con el título de la ‘Segunda parte’ del Siervo
libre de amor, la ‘Solitaria e dolorosa contemplaçión’.
La evidencia de la aparición reiterada del personaje del trovador gallego confirma lo consignado por muchos críticos: que la obra poética de Juan Rodríguez del Padrón sobrevivió a la narrativa y tratadística y que su figura, como paradigma de amadores desgraciados, fue conocida y apreciada por el público durante un periodo de tiempo considerable. Escribe más adelante en su artículo Tobias Brandenberger:
El dodecálogo amoroso y el recurso a un autor real como figura de la alegoría apuntan inequívocamente hacia la tradición genérica sentimental que en aquel entonces resultaría familiar a los lectores: habrá que considerar a Juan Rodríguez del Padrón como una figura intertextual que funciona como indicio de una conciencia genérica (2003: 64).
Quien realmente aportó
datos fiables para reconstruir al menos los momentos cruciales de la vida del
padronés que tienen que ver con su ingreso en la orden franciscana fue el Padre
Atanasio López, OFM, en Nuevos estudios crítico-históricos acerca de Galicia,
libro que recoge un trabajo suyo anterior publicado en 1918 con el título La
literatura crítico-histórica y el trovador Juan Rodríguez de
Considero oportuno copiar
exactamente los resultados que ofreció el erudito franciscano bajo el epígrafe
‘Juan Rodríguez del Padrón. Rectificaciones históricas’ en el capítulo 4 de su
libro, así como acompañar los resúmenes que efectúa de los originales latinos
del Bullarium Franciscanum de Ulrich Hüntemann:
El primer documento es un
Breve de Eugenio IV fechado al 8 de noviembre de 1441. En él se expresa que
Juan Rodríguez del Padrón, clérigo y familiar de Juan de Cervantes, cardenal
con el título de San Pedro ad Vincula, había sido agraciado con un canonicato o
prebendas en
(Reg. Lat. t.
El segundo documento es
otro Breve del mismo Papa, fechado el 16 de mayo de 1444. En él se consigna que
Juan Rodríguez de
(Reg. Lat.
El tercer documento está
fechado en el día primero de agosto de 1444. En él se hace constar que Juan
Rodríguez de
(Reg. lat. t.
El cuarto, del 11 del
mismo mes y año, expresa que Juan Rodríguez de
(Reg. Lat. t.
El quinto está fechado en
9 de marzo de 1445 y en él manda Eugenio IV a Juan Bautista, obispo
concordiense electo, que dé posesión de dos beneficios simples en las
parroquias de San Miguel de Oya y San Andrés de Comesaña, diócesis de Tuy, los
cuáles estaban vacantes por haber profesado en
Con la misma fecha manda
el papa Eugenio iv conferir a
Juan Fernández de Jerez, chantre de la catedral de Tuy, los beneficios simples
de Santa María de Herbón y San Pedor de Cesantes, en la diócesis tudense, los
cuáles había disfrutado Juan Rodríguez de
(Reg. lat. t.
El último documento es un
Breve de Nicolás v, fechado el 6
de junio de 1450, en el cual manda el Sumo Pontífice al maestro Juan Díaz de
Coca, capellán pontificio, que confiera a Alfonso Pérez de Vivero, clérigo de
la diócesis de Mondoñedo, un beneficio simple en la iglesia parroquial de Santa
María de Gualdo, de la misma diócesis, el cual estaba vacante por haber
profesado en
(Reg. lat. t.
xxi Quod duodecimum capitulum, ‘de euntibus inter sarracenos’: statuimus, quod servetur Regula in praesenti Capitulo; et quibuscumque aliis Capitulis generalibus, quantum possibile est provideatur et disponatur de bono regimine locorum Terrae Sanctae tam quod Guardianum, quam quoad alios Fratres; ita quod semper pro gubernationis illorum locorum eligantur in Capitulis generalibus de melioribus et devotioribus Fratribus Ordinis, qui vita, moribus et doctrina probati, lucis exemplum praebeant et aedificationem pariter infidelibus, cum quibus contigerit conversi. Item statuimus et ordinamus quod Procuratores Ordinis in Curia Romana nihil exigant vel extorquere praesumant a Fratribus advenientibus undecumque: quod si secus fecerint ipso facto suo officio sint privati. fol. 159 (Hüntemann 1932: 186).
Comentaba al principio de
este artículo que resulta difícil dar por buenas algunas de las fechas de la
biografía de Juan Rodríguez que ciertos estudiosos han propuesto en los últimos
años, porque no resisten la confrontación con las pocas de las que podemos
estar razonablemente seguros y de las que hablaré más adelante, como las que se
refieren a su entrada en el instituto franciscano. Los estudiosos a los que me
refiero son el Padre José García Oro y Carmen Manso Porto.
El primero de ellos escribe acerca de la vida en Padrón entre los siglos xiv y xv:
La vida padronesa continuó dominada por un
reducido cupo de familias, mercaderes de profesión, ya ennoblecidos […] Dos de
ellas, emparentadas entre sí suenan con fuerza en la documentación: los Sarasa
y los Cámara […] De los Cámara, la familia del fraile poeta Juan Rodríguez de
El Padre José García Oro
recoge esas informaciones de unos documentos notariales de la época, estudiados
y transcritos no mucho antes por Carmen Manso Porto y publicados en la revista Archivo
Dominicano en varias entregas. Tales documentos son de un interés
incuestionable y nos proporcionan cumplida información sobre la que ha de ser
necesariamente la familia de Juan Rodríguez del Padrón. Lo que sin embargo
resulta mucho más difícil de probar es que involucren precisamente al escritor.
He copiado los párrafos más relevantes del primer documento:
Era 1412 (año 1374), 2 de abril. Manda testamentaria de Francisco Yáñez [Eanes] ‘Eu Françisco Eanes, mercador et morador en na villa de Padron, faço mia manda e ordeno de mias cousas commo a pos mia morte fiquem ordenadas […] e mando mio corpo seer soterrado na iglesia de Santiago de Padron […] Item man- a Iohan Rodrigues da camara, meu tyo, o meu casal do Porto, con todas llas herdades, et chantados, et casas et outras suas dereituras que perteeçen ao dito casal para senpre […] Testemoyas: Iohan de Rianjo, escudeiro, Iohan Rodrígues da Camara, Gomes Perez, moradores en Padron. Eu Iohan Dominges, notario iurado da villa de Padron, a esto presente foy’ (1982: 155-62).
El siguiente documento
está fechado doce días más tarde. Por él Sancha Vázquez, viuda de Francisco
Yáñez [Eanes], dona al convento la mitad del coto de Figueirido siguiendo las
disposiciones testamentarias de su esposo. Al final del documento se lee:
‘testemoyas: Iohan Rodrigues da Camara, Rodrigo Eanes Erigo et Iohan Esteuez,
moradores en Padron’ (1982: 162-64). Al día siguiente, 15 de abril de 1374, la
misma Sancha Vázquez dona al convento la otra mitad del coto de Figueirido y
actúa de nuevo como testigo Juan Rodríguez de
Es evidente que el tan repetido
testigo no puede ser nuestro poeta. Si su sobrino muere, ya casado y dadas las
muchas propiedades que se consignan en su testamento, establecido como mercader
enriquecido, en 1374, el tío, el escritor según Carmen Manso y el Padre García
Oro, habría de haber nacido antes de 1340, aun proponiendo una datación
conservadora y estrecha, y habría ya cumplido sobradamente el siglo en el
momento de ingresar en la orden. Lo que resulta sin embargo muy probable es que
se tratara de un miembro de la familia, quizá su padre o más plausiblemente su
abuelo y que los Cámara gozaran por tanto desde antes del nacimiento de nuestro
escritor de una sólida posición económica y una firme reputación social. Y
también sabemos que al menos algunos miembros de la familia Cámara estaban
desde hacía tiempo próximos a los franciscanos reformados. Lo cual, dada la
escasez de datos contrastables, no es poca cosa.
El Padre Vicente Beltrán de Heredia aporta otras noticias sobre Juan Rodríguez del Padrón, pero tampoco excesivamente precisas:
Aunque de oriundez gallega, debió de estudiar en Salamanca, donde tuvo algunos beneficios que se los disputaba Juan Gómez (¿el hijo de Anaya?), salmantino. En prosecución de la causa recurrió a Roma donde aparece en los primeros años del pontificado de Eugenio iv [En nota: Reg. Suppl. 397, fol. 118] (1970: 542).
Sin embargo, en su
edición del Bulario de
999. (Reg. Suppl. 376, fol.
159v-160) Beatissime pater: Nuper s. v. de cantoria ecclesiae Tuden. cum suis
annexis, et nonnullis praestimoniis, praestimon. portion. et simplicibus benef.
in Tuden., Mindonien., Salamantin., et Compostellan. civitatibus et dio.
consistentibus, ac quibusdam in dicta Tuden. et aliis canonicatibus et praeb.
in saeculari collegiata ecclesiis del Padron, dictae Compostellan. dio., vacan.
per ingressum religionis et professionem factam vel fiendam in ordine minorum
per quemdam Joannem Roderici del Padron, alias familiarem dom. card. S. Petri
ad Vincula, dev. vestro Petro de Pace, cler. Hispalensi gratiose providit et concessit. Datum
Florentiae sexto kal. octobris anno undecimo (1966: 486).
Sabemos por esta información que las canonjías, prebendas y beneficios de
que gozaba Juan Rodríguez del Padrón en las diócesis de Compostela, Tuy,
Mondoñedo y Salamanca eran bastante numerosas. También que en la fecha indicada
no sabe el redactor si ha profesado ya en
Las noticias acerca del cardenal Juan
de Cervantes no son tampoco tan numerosas como sería deseable, por lo menos
para ciertos momentos de su vida, o fuera mejor decir que no han sido aun
debidamente organizadas en una biografía. Hay dudas acerca de su lugar de
nacimiento. Aunque a menudo se lo tiene por nativo de Lora, en Sevilla, otros
lo hacen gallego y hay quien sitúa sus orígenes en Talavera. Según información
de Carlos Sáez, de
Como en el caso de Juan Rodríguez del Padrón y en el de Gonzalo de Medina, los documentos pontificios son la fuente más segura con la que he topado para reconstruir su biografía, aunque en el caso del cardenal disponemos asimismo de testigos de excepción, como Eneas Silvio Piccolomini, Pero Tafur, quien tuvo ocasión de visitarlo con frecuencia en el curso de sus viajes y Juan de Mena. Éste último lo incluye en la nómina extremadamente reducida, 14 apellidos en total, de sus Memorias de algunos linages, opúsculo dedicado a Juan ii en 1448:
Cervatos e Cervantes. Los deste linage de Cervatos e Cervantes son de alta sangre: que vienen de ricos homes de León e Castilla que se llamavan Munios e Aldefonsos que están enterrados en Sagún e en Celanova. Eran gallegos de nación […] Es buena casta e ubo dellos unos conquistadores de Sevilla e de Baeza e otros grandes ombres. Ahora vive el muy ilustre señor don Juan de Cervantes, que fue Obispo e agora es Arzobispo de Sevilla e Cardenal de Roma, grande señor mío; e en su poder e visto muchos papeles deste linage de luengo tiempo, e privilegios e alvalás de muchos reyes, concedidos por sus altos fechos; e conocí a sus hermanos, e a su padre, Gonzalo e Cervantes, e a su madre, Bocanegra, fija del Almirante Mayor de Castilla, Bocanegra, que yacen enterrados en Todos Santos, eglesia de Sevilla, por fundar allí una capilla. Sus armas son […] como las usa el Cardenal: un escudo verde con dos ciervas de oro, paciendo la una. Deste linage escrivió cumplidamente el canónigo Juárez en la epístola de su libro al Cardenal Cervantes intitulado Batallas e grandes fechos de los christianos contra los árabes de España (1994: 604-5).
Piccolomini, por su parte, habla de
él con afecto en
En este reino de Castilla, de donde era oriundo, Juan cardenal de Ostia, hombre de gran entereza y jurisperito eminente a cuyo servicio en mi juventud estuve como redactor de cartas, enfermo y muy viejo ya, devolvió su alma a Dios (1998: 185).
No existen dudas acerca
de su prestigio como jurisperito; y el aprecio en que lo tenía el futuro Pío ii, él mismo experto en leyes, puede
comprenderse mejor si atendemos a ese dato. Resulta en cambio curioso que
Piccolomini no cite a Cervantes en sus extensos Comentarii más que una
sola vez, en el primero de los doce libros de su magna autobiografía
apologética. La solitaria alusión al menos, si bien de poca importancia, parece
confirmar la existencia de un conocimiento más o menos prolongado e íntimo con
anterioridad a 1436, fecha del suceso que allí se narra:
Eo usque cum Aeneas secutus Cardinalem [Piccolomini era a la sazón secretario de Niccolò Albergati, Cardenal de Santa Cruz] esset intellexissetque Boboniae nullum Eugenium [el Papa Eugenio iv] gratum esse qui rebus Basiliensibus favisset, memoriamque sibi Novariensis episcopi posse nocere, ne frustra tempus tereret in Romana Curia, permissu Cardinalis Basileam rediit atque apud gravem et sanctum patrem Iohannem Sancti Petri ad Vincula cardinalem natione hispanum, qui postea Ostiensis creatus est, sese recepit (2004: 32).
Eneas, que había acompañado al cardenal y
que había comprendido en Bolonia que Eugenio no veía con buenos ojos a los que
se mostraban favorables al Concilio de Basilea, pensando también que el
recuerdo del obispo de Novara le podía perjudicar, para no perder tiempo en
Cabe escribir que no he
podido confirmar la afirmación de mi admirada Carmen Parrilla, que hace a
Piccolomini criado de nuestro cardenal a partir de 1436.[10]
Sea como fuere, Juan de Cervantes obtuvo en Sevilla, en su juventud, el grado
de doctor en ambos derechos, ‘la fama de docto y la dignidad de arcediano de
Reina’, como cuenta Pero Tafur en sus Andanças e viajes de un hidalgo
español (1995: 326).
De acuerdo con el Bulario
de
En 1423, siendo Papa
Martín v, se convocó un concilio
en Pavía, trasladado a Siena al cabo de dos meses, en el que el diferendo más
importante, concerniente a las relaciones entre el Papado y la asamblea de cardenales,
no llegó a resolverse de manera satisfactoria en los dos años que duraron las
reuniones. Castilla envió una delegación, tan poco nutrida que hasta no hace
mucho no se tenía conocimiento de su existencia, al frente de la cual se
encontraba el arzobispo de Toledo, Juan Martínez de Contreras. Juan de
Cervantes, entonces arcediano de Sevilla, asistió. Los castellanos se
mostraron, al contrario de los aragoneses, que también acudieron, partidarios
del Papa. El 21 de febrero de 1424 tuvo ocasión Juan de Cervantes de hacer oír
su voz en el cónclave a favor de los derechos del papado frente al concilio. El
único resultado práctico de las sesiones fue la convocatoria de un nuevo
cónclave, a celebrar en Basilea (García Villoslada 1980: iii, 1º, 71-4). No debió de pasar
inadvertida la defensa del arcediano a Martín
v pues dos años más tarde, en 1426, lo nombró cardenal de San Pietro in
Vincoli.[11]
Debió de ser a partir de
entonces cuando comenzó a desarrollarse aquella especie de corte que lo rodeó
durante muchos años, los familiares y comensales. El Padre Lino Gómez Canedo
(1947: 8-15), enumera a unos pocos de aquéllos: Juan Rodríguez de
Juan Gonzalo (o Gonzalvo)
de Piñera aparece en un breve curioso de 1443 (1027. Reg. Suppl. 388,
fol. 81). Curioso porque en él el cardenal Juan de Cervantes demanda
explícitamente al Santo Padre, y le es otorgado, que Juan de Segovia deje de
ser considerado su familiar, con pérdida de las prebendas y beneficios que tal
cargo supone, por cismático, es decir, por conciliarista. Los beneficios pasan
al citado Piñera, quien aparece ya en el documento como su secretario (1966:
507).
La nómina se amplía en la
edición que Marcos Jiménez de
Volvamos a la
fragmentaria y dinámica biografía de Juan de Cervantes. Ya cardenal y contando
con la amistad dilecta de Martín v,
le encargó éste en 1430 la difícil misión de dirigir y supervisar el Capítulo
general franciscano a celebrar en Asís. Se trataba de una ardua empresa, pues
las relaciones entre las distintas familias del orden estaban desde hacía
tiempo envenenadas y, como pareja mal avenida, conventuales y observantes
celebraban sus capítulos de manera independiente
De las 19 disposiciones
que he encontrado sobre el cardenal Cervantes en el Bullarium Franciscanum,
la primera bula, con el número 4, está fechada a 15 de marzo de
Pocos meses más tarde, en otra bula, aparece su nombramiento como mediador y árbitro, delegado por el papa Martín v con plenos poderes. Se repiten los títulos de la anterior:
Joannes miseratione divina tituli sancti Petri ad Vincula, sacrosanctae Roamanae Ecclessiae Presbyter Cardinalis, Reformator Ordinis Fratrum Minorum a Sede Apostolica specialiter deputatus, venerabilibus et religiosis viris Dominis Fratribus, Generali, Provincialibusque Ministris ac universis et singulis Fratribus Ordinis Minorum, praedicti, salutem et sinceram dilectionem in Domino Jesu Christo. Cum generale Capitulum Fratrum Minorum in civitate nostra Assisinaten, sit de proximo celebrandum, nos qui eorum Ordinem inter ceteros, etc. Datum Romae apud Sanctos Apostolos viii Idus junii, Pontificatus nostri anno xiii. (Fonseca 1932: x, 176-77).
Las gestiones que emprendió y culminó
con éxito tienen que ver, naturalmente, con la crisis abierta por las
disensiones entre las diversas corrientes franciscanas. Juan de Cervantes
estaba, como por otro lado la monarquía Trastámara, a favor de los observantes
frente a los conventuales, pero por lo que sabemos supo ejercer su autoridad
con imparcialidad, de modo que consiguió que las diferentes tendencias
aceptaran unos estatutos comunes, que fueron respetados.
Su vida en la década de
Juan de Cervantes, maestro
en teología y con fama de partisano del papa desde su intervención en Siena,
adoptó al principio del nuevo concilio una actitud vacilante entre el
conciliarismo y la sumisión al pontífice. En 1432, cuando se abrieron las
sesiones, se hallaba en Roma. Escapó de allí con el pretexto de tomar los baños
y el 21 de noviembre se encontraba ya en Basilea (García Villoslada 1980: iii, 1º, 80), mucho antes de que se
constituyese la primera embajada castellana, que fue recibida por el concilio
el 2 de septiembre de 1434 (1980: 81).
A los basilenses, su
animosidad hacia Eugenio iv les
hizo pensar que se encontraban ante un fervoroso conciliarista y lo nombraron
juez de la fe, cargo de extrema importancia. Sin embargo, cuando lo enviaron en
misión a Florencia abrazó la causa del Papa.
Volvió a Basilea como
legado a latere; tomó parte en los trabajos del concilio y aunque en
1441 se había enemistado con Eugenio cuando éste lo despojó del obispado de
Ávila, diócesis que ocupaba desde 1437, defendió valientemente la postura
papal, minoritaria frente a la conciliarista. Se negó sin embargo a abandonar
Basilea definitivamente cuando lo hizo el cardenal Cesarini. Mostró por tanto
durante todo el concilio una independencia de criterio notable y la reflexiva
imparcialidad en sus decisiones fue alabada por Eneas Silvio Piccolomini.
He escrito más arriba que
la presencia de Juan de Cervantes en Basilea es anterior a la constitución de
la embajada castellana. Así y todo, era precisamente Cervantes quien se
encontraba al frente de la delegación en 1436 cuando se debatió en el concilio
la importante cuestión de la unión de las iglesias romana y bizantina. Los
castellanos defendieron entonces el punto de vista pontificio, que pretendía
trasladar las reuniones a una ciudad más cercana a la sede papal y a los
orientales, como Florencia, mientras los conciliaristas preferían Basilea o
Aviñón. Cervantes, buen negociador y hábil jurista, propuso, ya que las
votaciones celebradas no habían servido más que para exacerbar los ánimos de
los partidos enfrentados, que la minoría tuviera derecho a imponer su criterio
en una comunidad cuando la mayoría no cumpliese su deber. En una sesión
tumultuosa, el 7 de mayo de 1437, se debatió la propuesta cervantina. La
mayoría obtuvo 375 votos; la minoría 55. No se llegó a un acuerdo, a despecho
de los desesperados intentos de Cervantes por alcanzar una solución, de modo
que el concilio continuó en Basilea, pese a que Eugenio iv lo trasladó unilateralmente a Ferrara.
Cuando se produjo la
ruptura entre el concilio y el Papa, sólo un castellano apoyó a la mayoría:
Juan de Segovia. Ya se explican en este apartado las consecuencias que, como
familiar del cardenal, tuvo su decisión.
Las ya citadas Andanças
e viajes de un hidalgo español constituyen un excelente documento para
informarse de algunos de los desplazamientos por Europa de Juan de Cervantes en
los últimos años de la década de 1430. En agosto de 1438 se encuentran el
cardenal y el hidalgo en el monasterio cisterciense de Maristella, en
Wettingen, cerca de Baden (1995: 126 & 472). En octubre de 1438 vuelve a
coincidir con él, cuenta Pero Tafur, en la ciudad de Constanza cuya catedral
‘está toda […] pintada de las armas de la corona real de Aragón’ (1995: 141), a
causa del fallecimiento de Fernando de Antequera. Al mes siguiente se encuentra
en Nüremberg, donde tenía lugar entonces una dieta del concilio de Basilea, con
el todavía familiar del cardenal, Juan de Segovia, que estaba con Fray Juan de
Torquemada, dominico y más tarde también cardenal. Según cuenta el editor de
las Andanças de Pero Tafur, Marcos Jiménez de
El cardenal de San Pedro asistió en
Añadiré a las noticias de
Jiménez de
Así que (si mal no pienso), el libro […] se hubo de componer hacia el tiempo en que, habiendo regresado a España el Cardenal Cervantes desde el Congreso de Maguncia (1439), desposó en Valladolid a Enrique iv con Blanca de Navarra (15 de septiembre 1440) (1993: 37).
En 1449 Juan de Cervantes fue
nombrado administrador apostólico de la diócesis de Sevilla, no arzobispo como
corrientemente se escribe, manteniendo el título de cardenal obispo de Ostia y
Velletri (anteriormente había ostentado, como es bien sabido, el de San Pedro
ad Vincula). También allí, en uno de los más ricos obispados de la península,
ejerció de gran señor. Fundó un hospital, impulsó las obras de la catedral y
allí dispuso ser enterrado, en la capilla de San Hermenegildo que él había
erigido.
La última bula o breve
papal referida al cardenal Cervantes, con el número 1644, es del 15 de marzo de
1453. En ella, como en otra anterior de 6 de junio de 1450, ostenta el título
de cardenal Ostiense (que, por cierto, pasó a su muerte al Nicolás de Cusa). Los franciscanos debían de
estarle causando problemas, o quizá quería reforzar su autoridad, porque se
ordena en la bula que los frailes menores no prediquen ni se establezcan en la
diócesis de Sevilla sin la autorización del obispo de Ostia: ‘Statuit quod
fratres O.F.M. de Observ. non possuint praedicare vel loca recipere in civitate
et diocesi Hispalen., nisi de licentia’.
Se conoce con certeza la
fecha de su muerte, el 25 de noviembre de aquel mismo año, en Sevilla. Sus
restos reposan en un magnífico sepulcro de alabastro que Lorenzo Mercador o
Mercadante, de Bretaña, comenzó a esculpir poco después (está registrada su
presencia el 23 de marzo de 1454) y acabó cuatro años más tarde. En los frentes
del sarcófago figuran unos ángeles que sostienen el escudo de armas del
cardenal, mientras que en la parte superior aparece su figura yacente, labrada
de manera realista en lo referente a las facciones y al ropaje. La base la
componen, en lugar de las sólitas figuras plañideras, ángeles que sostienen las
armas del cardenal.
Juan de Cervantes, que había atesorado una magnífica biblioteca, legó al cabildo sevillano la estupenda cantidad de trescientos seis volúmenes.[12]
Gonzalo de
Medina
De Gonzalo de Medina confieso saber
muy poco, y sobre todo confusamente. Las interesantes noticias que de él da el
Padre Vicente Beltrán de Heredia y que Pedro Cátedra recoge sucintamente en Amor
y pedagogía (1989: 16), las atribuye el ilustre dominico a Gonzalo Martínez
de Medina, poeta que aparece bien representado en el Cancionero de Baena
y que, según noticia de Juan Fradejas Lebrero, citado por César Hernández
Alonso (1982:11), fue ajusticiado en 1434. Ahora bien, las pocas noticias de
Gonzalo de Medina que he podido cotejar no basándome en la autoridad del Padre
Beltrán de Heredia coinciden con lo que éste señala para Gonzalo Martínez de
Medina. Por otro lado, el erudito salmanticense rastrea documentos, relativos a
uno u otro, hasta 1450, dieciséis años después del ajusticiamiento del poeta.
Es posible que el error se encuentre en la atribución del nombre del trovador
al clérigo, y no en la personalidad de éste, y también que se confundan datos
de ambos Medina.
Según el docto dominico, Gonzalo
[¿Martínez?] de Medina era de origen sevillano, estudió leyes en Salamanca y
fue amigo íntimo del poeta gallego (1970: 542-43). Acerca del dato de que fuera
como nuestro escritor familiar del cardenal Juan de Cervantes, no he encontrado
documentos que lo corroboren. En los documentos pontificios que mencionan a
Juan Rodríguez del Padrón se repite constantemente que éste era comensal
perpetuo del cardenal. No ocurre lo mismo cuando se cita a Gonzalo de Medina.
Según el breve papal que a continuación reproduzco, sabemos que en 1444 Gundisalvus de Medina, archidiaconus, que debe de ser el destinatario de la epístola de Juan Rodríguez del Padrón, era arcediano de Olmedo, en la diócesis de Ávila. El documento alude a ciertos beneficios en las parroquias de San Miguel de Oya y San Andrés de Comesaña, en la diócesis de Tuy, que deben pasar de aquél a éste, por ingreso del escritor en la orden franciscana. Imagino, dada la fecha tardía, que debió de originarse un largo pleito para desposeer a un clérigo, llamado Vasco Esteban, de la ocupación indebida que hacía de ellos:
(Reg. lat. t.
La pregunta que podemos formularnos,
entre otras razones por su importancia para la datación del Siervo libre de
amor es: ¿cuándo fue Gonzalo de Medina juez de Mondoñedo? El Padre Fidel
Fita escribe al respecto: ‘Éralo seguramente en 1430; y actuaba en Tuy a 16 de
Noviembre de aquel año, siendo allí reconocido como Procurador y Vicario
general del Cardenal Cervantes’ (1993: 35-6). La fuente que cita es
Gonzalo de
Medina y la datación del ‘Siervo libre de amor’.
La datación de la fecha
de composición del Siervo libre de amor tiene un término a quo:
1438, año del acceso al poder imperial de Alberto de Habsburgo (si bien
forzosamente, dado que los episodios de la ‘Estoria de dos amadores’ que se
pueden ligar con la política europea tienen lugar al final de ese año, el
término ha de fijarse en 1439) y un término ad quem: 1445, fecha de la
primera redacción de
Teniendo en cuenta que, como se indica en su reseña biográfica, Juan de Cervantes fue obispo de Ávila, diócesis a la que pertenece el arcedianato de Olmedo, entre 1437 y 1441, nada tiene de extraño que el nombramiento de Gonzalo de Medina como arcediano tuviera lugar durante su ejercicio, lo cual situaría la fecha de composición del Siervo entre 1439 y 1441, es decir, antes de la primera fecha fehaciente de que disponemos para establecer su ingreso en la orden, si bien debía de ser ya novicio, y seguramente, salvo que el nombramiento de Gonzalo de Medina como arcediano tuviera lugar coincidiendo con el fin del mandato de Juan de Cervantes, en una fecha algo anterior, quizá hacia 1439, cuando era todavía juez de Mondoñedo. Si bien la datación continúa basándose en hipótesis, son éstas suficientemente sólidas a mi entender para asegurar la que está ya tan establecida en la tradición crítica a partir de los cálculos del Padre Fidel Fita que se citan en este mismo artículo.
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Whinnom, Keith 1984.
‘The Marquis of Pidal vindicated: The Fictional Biography of Juan Rodríguez del
Padrón’,
[1] Escribe Carmen Parrilla: ‘Si Cámara fue su gentilicio, Juan
Rodríguez procedía de un linaje de origen portugués o gallego, el linaje de los
Cámara, con ramas de esta familia en Castilla y Portugal. En su obra Nobiliario
de los reinos y señoríos de España (1857) Piferrer traza el origen de esta
línea con la fundación del solar al tiempo del dscubrimiento y población de la
isla de Madeira, cuando Juan González el Zarco bautiza el lugar, al pie
de una montaña, con el nombre de ‘Cámara de Lobos’. En la ciudad de Padrón se
documenta entre los siglos xiv y xv la presencia de la familia de los
Cámara como mercaderes ennoblecidos. Procediendo así a trazar un bosquejo
biográfico con los escasos datos que se poseen, por medio de la testamentaría
de miembros de la familia Cámara, se deduce que Juan Rodríguez tuvo propiedades
en la comarca iriense: un casal en Porto y una heredad en el lugar de Rebordelos,
según datos procedentes del padre Fita, López Ferreriro y García Oro’ (2000: xxxv, 412). Más adelante me hago eco de
las especulaciones en torno al linaje de Juan Rodríguez, así como de los datos
que existen sobre la que parece haber sido la familia del poeta. Por su parte,
don Antonio Paz y Melia recoge en la introducción a su edición ciertas noticias
dadas a conocer por los eruditos gallegos López Ferreiro y el Padre Fita: ‘Del
apellido Cámara hállase mención en el Catastro de la iglesia de Iria, copiado
en el folio 33 del Tumbo iriense que describen los Sres. López Ferreiro
y P. Fita en su estudio sobre los Monumentos antiguos de la iglesia
compostelana (página 6). Allí se dice que en 1440 Johan Rodríguez de
[2] El colegio de misionero de Herbón 1925: 187. En García Oro 1987: I, 202.
[3] El colegio de misioneros de Herbón 1925: 187. En García Oro 1987: I, 202-204.
[4] Pueden consultarse, entre otros, García 1989 y Whinnom 1984.
[5] La primera edición se publicó en Lyon, en 8 volúmenes, entre 1625 y 1654. La obra abarca desde el nacimiento de San Francisco hasta 1540. En posteriores ediciones el periodo estudiado se amplió hasta 1680.
[6] Anteriores a la redacción de Wadding son, al menos,
[7] Como muy bien señala Fernando Gómez Redondo,
[8] Aparece en el Cancioneiro Geral de García de Resende, en una larga composición en la que se glosan los escudos de algunas familias portuguesas. Aparece encabezada por este epígrafe: ‘De Joam rroĩz de saa decrarando alguũs escudos darmas dalũas lynhajeês de Portuguall, que sabya donde vynha’ (Crabbé Rocha 1973: iii, 195-214). Más adelante comento la posteridad de Juan Rodríguez del Padrón en el Cancioneiro.
[9] Se llamó así porque, de modo excepcional, el Papa conminó a observantes y conventuales a reunirse bajo la férrea batuta del cardenal de San Pietro ad Vincula y a redactar unos nuevos estatutos. Normalmente, unos y otros celebraban por separado y cada tres años sus propios capítulos. Puede leerse más sobre Juan de Cervantes en la sección que más adelante le dedico en este artículo.
[10] ‘En lo que respecta a una posible influencia sobre Rodríguez del
Padrón, el humanista sienés, Eneas Silvio Piccolomini, más adelante papa Pío ii, entró a formar parte de la casa de
Cervantes en
[11] ‘Ad Vincula’ es el nombre latino; ‘in Vincoli’, el italiano: ambas formas aparecen en los documentos.
[12] Para hacernos una idea de su importancia convendrá tener en
cuenta que Benedicto xiii había
atesorado, al llegar al papado, 196 volúmenes; la biblioteca de