Autor: Vicente Adelantado Soriano (Universitat de València)
Título
Artículo: Una Consueta del siglo XV
Fecha de envío: 9/06/2004
Resumen:
En
el presente artículo, “Una consueta del siglo XV”, se estudian las entradas
reales en Valencia, desde la primera, de Alfonso X el Sabio, en el siglo XIII,
hasta la de Alfonso el Magnánimo, en el XV. A través de los textos puede verse
la evolución de este evento tan cargado de significados religiosos y políticos.
Y que puede ser visto, al mismo tiempo, como una puesta en escena del poder,
tanto de la monarquía como de la misma ciudad. Puestas en escena que se cuidaba
al máximo, respetando tanto las jerarquías como los colores que tenían que
lucir los gremios, y que se traduce, en la entrada que finaliza el estudio, en
una consueta, en un ritual totalmente codificado y reglamentado. Así lo
demuestra la consueta: el manual que llevaba alguien encima a fin de saber en
cada momento qué debía hacerse para que el ritual de la entrada se realizara
sin dejar nada al azar, como una obra de teatro perfectamente estructurada.
Abstract:
In this article “Una consueta del siglo XV” we have studied royal
entries in Valencia, from the first one, carried out by Alfonso X el Sabio in
the 13th century, to Alfonso el Magnánimo’s royal entry, which took place in
the 15th century. Through the texts we can study the evolution of these events
full of religious as well as political meaning. As we can see in the texts,
royal entries can also be regarded as a display of the power of both the crown
and the city. Details such as, for example, hierarchies or colours guilds had
to be dressed in were very important. This attention to details, regardless how
unimportant they could seem, gives as a result, such as it can be observed in
the last royal entry analysed in this article, a “consueta”, that is, a totally
codified and regulated ritual. This is what is shown in the “consueta”, the
book someone carried in order to know what had to be done at every moment, so
that the ritual of the royal entry could be carried out as if it was perfectly
structured play performed on stage.
Vicente Adelantado Soriano
Unviersitat de València
1. Alfonso X el Sabio
Cuando el 10 de febrero de
1424 entró en Valencia el rey Alfonso el Magnánimo, la ciudad ya contaba con
casi dos siglos de experiencia en estos eventos tan cargados de significado. A
lo largo de este tiempo se fueron añadiendo nuevos elementos a las recepciones
monárquicas, haciéndose más ricas y variadas, solemnes y grandiosas. La llegada
de un rey o un príncipe era el origen de fiestas y regocijos en las que todo el
mundo estaba obligado a participar. El Consell
de la ciudad, como un director de escena, dirá el cómo y cuándo de esa
participación, llegando a determinar vestidos e indumentaria, arreglo de calles
e incluso derribo de casas que molestaban para la recepción regia, ya que
impedían el paso de los entremeses, cada vez más grandes y numerosos. Era,
pues, una fiesta obligada en la que la ciudad se representaba a sí misma, y que
no dejó de marcar su fisonomía. Evidentemente tanto los edificios como las
imágenes, perennes o efímeras, son el reflejo de una sociedad y de sus valores[1].
Y conforme evolucione esa sociedad, irán variando sus formas de representación.
Las entradas reales, como toda creación humana, no es un todo compacto y
cerrado, que nace perfecto. Es, por el contrario, una fiesta que se va
perfeccionando, entendiendo por tal cosa la adaptación a los nuevos tiempos,
tengan estos el cariz que tengan. Estudiarlas, pues, es estudiar y comprender
cómo se veía aquella sociedad a sí misma, qué esperaba y de quién. Y analizar,
también, los mecanismos del poder, la retórica del mismo.
Será la propia ciudad la
encargada de organizar y realizar tales fiestas. Todos los acuerdos que tome
para estas entradas quedarán consignados en sus propios Manuals, que se convertirán en consuetas a las que se recurrirá una
y otra vez. Dichos libros adquirirán así su verdadero significado. Y se sacarán
copias de ellos a fin de que la entrada se haga tal y como determinó el Consell. Nada se dejaba al azar por
cuanto la ciudad se ofrecía como un espectáculo carente de inocencia, y con
unos fines muy determinados. Es lo que vamos a tratar de comprender en las
páginas siguientes.
La primera entrada real, con
fastos y espectáculos, de la que tenemos noticias, es la de Alfonso X el sabio,
yerno de Jaime I. El rey castellano, lógicamente, no entró en la ciudad a jurar
los Fueros, como era perceptivo en los reyes de la Corona de Aragón. Lo hizo de
paso hacia la ciudad francesa de Lyón, en la que iba a asistir al concilio
celebrado en 1274. Años antes ya había estado en la ciudad. Llegó a Valencia
con la finalidad de hablar con su suegro para iniciar la conquista del reino de
Murcia. Al parecer en esta entrada no se realizó ningún acto significativo,
espectacular. Todo consistió en darle al rey sabio y a su séquito todo cuanto
pedían, sin cobrarles ni un dinero:
E lo dit senyor En
Jacme d’Aragon eixi-li a carrera, ab sos fills, als mollons dels regnes. E
ordonà de tal manera sa terra que les gents qui ab lo rei de Castella venien no
trobaren res a vendre per negun diner, ans tuit venien pendre ració de totes
aquelles coses que demanaven de boca, de la cort del senyor rei d’Aragon. E
donà-los hom tan bastantment tot ço que demanaven ne havien ops, que els
troters d’aquells venien per les places moltons entegres, e cabrits, e quarters
de vedells e de vaques, e pa e vi, capons e gallines, conills, perdius e de
totes altres volateries: així que les gents del lloc on eren vivien quaix per
no-res; tant faïen bon mercat de les coses. E així durà aquesta messió més de
dos meses que el rei de Castella estec en la ciutat de València e en lo regne,
que anc un diner no despeneren, ell ni persona qui ab ell hi fos. E dins aquest
temps podets saber que viviren los reis e les reines e los infants, comtes,
vescomtes, barons, prelats e cavallers (que hi havia molts de tots les regnes),
e ciutadans e hòmens de mar, a gran alegre e deport.[2]
Nada nos dice Muntaner sobre
procesiones, fiestas, o cualquier otro tipo de espectáculo o regocijo que
hubiera acompañado la entrada del monarca castellano. Probablemente porque nada
de esto le interesaba al buen cronista, más atento a lo que él llama su
propósito y materia, o porque no se hizo. La recepción real, sea como fuere,
queda reducida a dar al rey y a su séquito toda cuanta comida deseaban sin que
ello les costará ni una moneda. El cronista pone el acento en la abundancia de
animales comestibles.
La primera imagen, por lo tanto,
que tenemos de la ciudad de Valencia en una entrada real es la de la tierra de
Jauja, donde abundan los alimentos, y se obtienen con poco o ningún esfuerzo.
Se nos muestra así una ciudad ideal en la que hay todo tipo de animales
comestibles. Se marca de esta forma la abundancia y esplendor de la ciudad de
Valencia. Primum mangare...
Sin embargo, no deja de ser
significativo que mencione a los hombres del mar y el gran alegre e deport con el que convivían todos, reyes, caballeros
y ciudadanos. La convivencia, pues,
es armónica y apacible. Reina una gran paz entre los distintos estamentos de la
ciudad, entregados a la alegría y el deporte. En ella, como se habrá observado,
no aparecen nombrados ni judíos ni moriscos. Tal vez porque se buscaban nuevos repobladores
para las tierras del reino, o porque se mostraba, como una especie de adelanto,
lo que sería posible lograr tras la conquista de Murcia, objeto de la venida
del rey castellano. Éste llegó a Valencia a fin de pedirle a su suegro la ayuda
pertinente.
Alfonso X volvió a Valencia en 1274. Fue en esta fecha
cuando se le ofrecieron a un monarca los primeros espectáculos de los que
tenemos noticia en una entrada real. Y es ahora cuando el cronista apenas si
menciona la comida, y olvida los animales que se compraban y vendían en las
plazas. Sencillamente dice que el rey, Jaime I, revisó las viandas. Se las
mostraron, y nada hubo que ordenar al respecto. Se centra entonces, aunque con
una parquedad desesperante, en los espectáculos ofrecidos por la ciudad de
Valencia:
E depuis que foren
entrats dins la terra del dit senyor rei d’Aragó, estegren onze jorns abans que
fossen a la ciutat de València; e con foren a la ciutat null hom no poria
escriure los jocs, los alegres, taules redones, taulats, juntes de relló, de
cavallers salvatges, barons anar ab armes, borns, galees e llenys armats que
els hòmens de mar feïen anar ab carretes per la Ramla, e batalles de taronges e
encortinaments: si que tants foren los jocs, que havien a passar con foren a
l’esglesia de Sent Vicenç, on avallaren per fer reverència con entraren, que
nuit escura fo ans que fossen al reial, on lo senyor rei manà que posassen lo
rei de Castella e la reina. E els enfants posaren cascun en honrades posades.
Què us diré? Quinze dies tots entegres durà la festa en València, que anc
ministral ne altre no hi féu obra, ans tots dies refrescaven los jocs e les
danses; e els babans e les racions que el dit senyor rei d’Aragó faïa donar a
les gents del rei de Castella seria una meravella d’oir.[3]
Muntaner concluye su parca
relación con la típica y retórica pregunta del què us diré?, cerrando así la entrada a
fin de volver a su propósito y a su materia. Nos informa antes, no obstante, de
los juegos que hubo con motivo de la llegada del rey castellano. Y vemos
aparecer éstos y los torneos, los caballeros salvajes, galeras hechas por los
hombres del mar, batallas en las que se utilizaban las naranjas y la
superposición de la ciudad ideal a la real: encortinaments.
Todo ello hizo que llegaran al Real siendo de noche.
Cabe destacar también la
duración de la fiesta: quince días durante los cuales no se trabajó, y en los
que se volvieron a repetir los juegos y las danzas. Y una vez más insiste
Muntaner en las raciones que se les dio a los visitantes. No olvida la comida
al hablar de la abundancia de la ciudad.
No cabe duda de que a
Alfonso X Valencia se le debió aparecer como una ciudad rica y potente: a la
abundancia de comida cabe añadir el ocio de sus habitantes, y el lujo e ingenio
en los barcos que recorrían la Rambla y en los castillos que eran atacados con
naranjas. Aparecen también los hombres salvajes, siempre derrotados por la
urbe, por aquella civilización que quería domeñar la naturaleza y el caos.
Creemos que era claro el mensaje para el rey castellano: la Corona de Aragón
tenía peso específico por sí misma. El poder y la riqueza permitían tanto los
ocios como los juegos y la abundancia de todo tipo de comidas. Valencia, una
vez más, se presentaba como la tierra de Jauja, de la armonía y de los juegos.
Y será este el modelo que seguirá en las restantes entradas, aunque, por
supuesto, irá aguzando el mensaje y aumentando la espectacularidad. Pero serán
éstas las líneas maestras que seguirá.
2. Pedro el Ceremonioso
Ya no tenemos noticias de
más entradas reales hasta el mes de agosto de 1336, fecha en la que llegó a
Valencia el que sería después Pedro el Ceremonioso. Se le tributó entonces una
entrada nada espectacular, pero sí muy efectiva: en ella aparecen los oficios
como una fuerza de choque que el rey puede utilizar. Como puede observarse, la
ciudad se adecua a las circunstancias.
El rey Alfonso el Benigno
murió en Barcelona el 27 de enero de 1336. Dejó a sus reinos en una situación
difícil. Alrededor del rey se habían formado tres partidos poderosos: el
encabezado por su mujer, Leonor de Castilla, joven viuda de veintiséis años,
que tenía grandes deseos de asegurar a sus hijos, Ferran y Joan, las
posesiones, riquezas, y tal vez el trono, que se disputaban los hijastros.
Tanto la reina como sus hijos, Ferran sobre todo, marqués de Tortosa y máximo
señor territorial en los dominios de su padre, tenían seguidores, fuerza e
intereses.
El segundo partido lo
formaba el propio Pedro el Ceremonioso, lugarteniente y sucesor del rey. En
Zaragoza, con su hermano, había conseguido reunir un grupo de fieles
encabezados por el arzobispo. En esta ciudad tenía un partido fuerte; pero eran
pocos los catalanes que lo apoyaban.
El tercer partido en
discordia estaba comandado por los hermanos del difunto rey, Pere y Ramon Berenguer.
Agruparon a la nobleza catalana, que desconfiaba de un príncipe criado en
Zaragoza.
A pesar de todo, el joven
príncipe se hizo coronar rey en la Pascua de 1336. Viajó después a Lérida y a
Valencia, donde tuvo un fuerte encuentro con Pedro de Jérica, fiel a la reina
viuda.[4]
Como se puede comprobar nos
hallamos en un clima de guerra declarada. Lo que motivó la entrada tan militar
que tuvo Pedro el Ceremonioso en la ciudad de Valencia. Ésta ni se engalana, ni
es sustituida, como sucederá después, por la ciudad ficticia. Aparecen, eso sí,
los gremios, que son presentados como una fuerza con la que puede contar el
joven monarca. Y a partir de aquí los gremios jugarán un importante papel en
las entradas, aunque irán perdiendo su protagonismo conforme crezca el poder de
los reyes.
Pese al carácter militar la
entrada de 1336 tiene una serie de características que conviene destacar por lo
que van a tener en común con otras entradas[5].
Cabe subrayar, en primer
lugar, que son los jurados apellats cavallers e altres prohomens de la ciutat quienes ordenan los
capítulos para la entrada del rey:
Primerament ordenaren que totes les companyes de
peu que deuen exir ab armes ala dita recepcio hixquen primerament e abans que
los homens de cauall axi que lo digmenge primer vinent en hora de miga nit
començen a exir dela Ciutat e metres en cami e vajen los primers tro ala creu
del puig e no passen daqui enant e quan aquí seran los primers de qualque
offici o estament sien posen aquí lur peno e façen ordenadament...
Salen, por lo tanto, las
compañías militares, y los oficios, hacia el rey. Van de noche, hasta el Puig
de Santa María, población situada a unos quince kilómetros de la capital. Allí
deben esperar la llegada del monarca. Se dan indicaciones muy precisas sobre
cómo esperar hasta que llegue éste. Y normas para que ninguna compañía u oficio
se sitúe delante de otro. Cada dos prohombres de cada compañía deben besar la
mano del rey. Y una vez que todas las compañías hayan cumplido con el besamanos
comenzará el regreso a la ciudad. Iniciará la marcha la compañía más alejada de
ella, y más próxima al rey. Estas compañías, a su vez, no entrarán en la
ciudad. Esperarán al monarca en la rambla del Real.
Al amanecer igualmente
saldrá la caballería. Ésta tan solo llegará hasta el Riusech. Allí le rendirán
homenaje al rey, regresando seguidamente al Real, donde también esperará, en
orden, la llegada de aquél. La entrada del joven rey, como puede verse, se
convierte en un primer momento en un desfile que, a su vez, se transforma en séquito
real.
También salen a recibir al
rey los caballeros y generosos. Se alejan menos de las murallas que sus
predecesores. Hecho el besamanos se encaminan todos hacia la ciudad. Antes de
llegar a ella se hace un alto en la iglesia de San Julián[6],
E aquí descavalquen car lo senyor Rey se deu aquí
posar la corona real e andochs los que ordenats son a portar los bordons e
draps dor e a destrar lo senyor Rey reebran lo senyor Rey e serviran e
destraran aquell de la dita esgleya de sent Julia tro en la Seu e de la Seu tro
en lo Real del senyor Rey
Es a partir de este momento
donde tiene lugar la entrada como espectáculo. Hasta la llegada a la iglesia de
San Julián ha sido la ciudad la que ha desfilado ante el rey para poner de
manifiesto las fuerzas con las que puede contar el joven monarca, quien tiene
que afianzar su trono. Vistas estas fuerzas, es ahora el monarca el que se
muestra a la ciudad con todos los tributos de la realeza. Con ellos, a caballo
y bajo palio, será acompañados por las personas que designó el Consell
E fo ordenat per los jurats dela ciutat ab consell
de generoses e de Ciutadans que a seruir e adestrar lo senyor Rey e aportar los
bordons e draps dor fossen elets .xl. entre Cauallers o generoses e Ciutadans
.xl. ço es dels Cauallers o generoses .xv. e dels ciutadans xxv e los generoses
son los deius escrits: [...]
Tots los altres
generosos e ciutadans damunt declaratas ab altres prohomens serviren e
destraren ab lo senyor Rey.
No hay entremeses, cantos,
bailes, justas, ni días de fiesta o, sencillamente, comida gratis. Sólo el
desfile de compañías y gremios, como fuerza de choque. Ciertamente, debido a
los momentos que se estaban viviendo, no se podía hacer un recibimiento más
austero ni más apropiado a las circunstancias. Aún así será a partir de esta
entrada cuando quede constancia, en los diversos Manuals de Consells, de las personas elegidas para destrar y llevar
las riendas del caballo real y los cordones del palio. También se insiste mucho
en el orden de los oficios y en la forma de esperar la llegada del monarca. Las
jerarquías siempre han sido muy importantes; pero en la Edad Media llegaron a
tener un carácter verdaderamente puntilloso[7].
La actuación del Consell queda reducida a nombrar a los
destradores, a ordenar la salida al Puig y a marcar el recorrido. Éste pasa por
la catedral, donde el rey, invariablemente, deberá jurar los Fueros del reino.
En esta ocasión no hay bandos pidiendo la limpieza de la ciudad ni el aseo de
las calles. Tampoco bailes, juglares ni juegos. Todo quedó reducido a un
desfile militar.
3. Leonor de Sicilia
Trece años después de la
entrada descrita anteriormente, fue Leonor de Sicilia, tercera esposa del
Ceremonioso, quien entró en la ciudad de Valencia. El anuncio de la llegada de
la reina partió del mismo monarca, quien desea se le tribute una entrada y
recepción. Enterado éste de la llegada de las galeras a Denia, provenientes de
Sicilia, envía a dos mensajeros a fin de avisar a los jurados de Valencia[8].
Dichos mensajeros se entrevistaron con el Consell
el día 8 de septiembre de 1349, por la tarde. La reina iba a entrar en la
ciudad el día 10. Apenas, por lo tanto, si disponían de tiempo para preparar la
recepción. Para ésta se acuerda:
a)
Embellecer
todas las calles y plazas de la ciudad. De su cuidado se encargará el mostasaf.
b)
Arreglos
y “asfaltado” del camino de San Vicente, dado que se hallaba lleno de agua, y
que por él debía entrar la reina. Asimismo, como el resto de calles, y ésta con
más motivo, será engalanada. A través de estos aseos podemos seguir el recorrido
de la reina, pues éste queda fragmentado en tres, a fin de que sean distintas
personas las encargadas de ordenar y supervisar los acuerdos. Así desde San
Vicente a la puerta de la Boatella[9] se le
encomienda a dos personas. De la Boatella a la iglesia de San Nicolás, a otras
dos. La reina hace un recorrido, por lo tanto, circular: va paralela a la
muralla hasta situarse a la altura de la actual calle de Caballeros, donde
enfrenta ya la entrada a la Catedral[10]. De
aquí, por último, irá al Temple, camino del Real.
c)
Se
determina, también la compra de dos paños de oro para confeccionar el palio, y
doce bordones para el mismo. Se comprarán cordones para unir aquéllos con el
palio. Igualmente se comprarán 40 palmos de cordones de seda real para destrar.
d)
Y
por fin, y es la primera noticia que tenemos, fon ordenat per lo dit consell quels oficis tots de la
ciutat ballasen e quels fossen dats juglars franchs lo dia solament quela
senyora Reyna entrara empero que cascun ofici sia tengut de uestir de seda .ij.
prohomens de lur ofici.
Tampoco se habla aquí de
fiestas, bailes, ni entremeses. Es posible que se deba esto a que era sólo la
reina quien entraba en la ciudad, o a las tensiones habidas entre la misma,
estamos en la Unión, y el propio monarca, prisionero hasta hacia poco de los
unionistas. De hecho se fue de la ciudad pretextando el peligro que corría a
causa de la peste[11].
Poco después comenzaría una feroz represión por parte del rey. Así que es
posible que las tensiones determinaran la parquedad de esta entrada. Era
evidente el pulso que se estaba teniendo entre la monarquía y los jurados,
celosos defensores de las Fueros en contra de unos reyes cada vez más absolutos
y poderosos.
4. Infante D. Juan
En 1357 vinieron los reyes
con su hijo el infante D. Juan. No se hace mención de esta entrada en el
correspondiente Manual de Consells. No
obstante, sí que se reflejan varios pagos efectuados con motivo de dicha
recepción. Así, por ejemplo, constan los efectuados por los desplazamientos a
Xàtiva de Berenguer de Carcasona. Fue con la finalidad de convocar al máximo
número posible de prohombres para dicha entrada[12].
También constan los pagos
efectuados a Vicent Abenir y a en Miquel de Palomar por ocho bordones y un paño
de oro con el que se confeccionó un palio para el rey. No se hizo ninguno, o no
consta por lo menos, ni para la reina ni para el príncipe.
Con motivo de las entradas
va a ser costumbre también hacer diversos regalos a los reyes. Ahora, sin
embargo, es el príncipe quien va a recibir un caballo. Éste, lógicamente, iba
arreado con todos los detalles, con la silla y estribos esmaltados; frenos
dorados y espuelas de oro.
La ciudad contrató a cuatro
juglares de Alzira. E igualmente gastó dinero en vestir a los jurados de forma
adecuada. Nada se dice sobre entremeses y juegos.
De las recepciones
estudiadas hasta el momento, se puede deducir que las entradas reales no eran
un evento fijado ya de antemano, un ritual que se seguía fija e
invariablemente. Como estamos viendo, a cada situación corresponde un tipo de
entrada. Lo cual hace que sean un instrumento de primera magnitud para estudiar
la evolución de una sociedad y su monarquía.
Igualmente creemos que pueden estudiarse como una caja de
resonancia de los ideales y metas del gobierno de la ciudad, cuando no de un
mostrar el poder y la fuerza del reino en determinados momentos. Y así no deja
de ser significativo que sea a finales del siglo XIV cuando Valencia ofrece la
entrada real más espectacular, y que será la que servirá de norma para todas
las que vengan a continuación. Esto no quiere decir, sin embargo, que queden
ritualizadas a partir de aquí. Insistimos sobre lo mismo: las entradas
evolucionan con la sociedad que las protagoniza. Aunque alguna de ellas será
utilizada como norma, como consueta si se nos permite la expresión. Veámoslo
con detalle.
El 7 de agosto de 1373
entraron en Valencia el primer duque de Gerona, el futuro Juan I, el amador de
gentileza, y su esposa, Mata de Armanyac[13].
Enterados los jurados, el martes día 5 de julio, de la salida de los duques de
Barcelona, se plantean si es conveniente hacerles una entrada o no. Deciden que
sí per be que la dita
festiuitat fos feta altament axi com pertany a la magnificencia dels dits
senyors duch e senyora duquessa e a la valor dela dita ciutat.
Hay, por lo tanto, una clara
contrapartida: la entrada se la merecen tanto los duques como dicha ciudad. Es,
pues, un juego de correspondencias. Queda perfectamente marcado con esta
entrada. Como también lo hace el hecho de que ya no es el Consell quien se va a ocupar de estas cosas, sino unos hombres
elegidos por él: E com
fos cosa laguiosa e no couinent raonar e departir a tot lo dit Consell dela
manera e coses particulars pertanyents a la dita festa per tal lo dit honrat
Cosell elegí e deputa en ordenadors dela manera en la qual la dita festiuitat
ferse deia e de totes les coses que a la dita festa puxen o poran pertanyer
ensemps ab los dit honras Jurats de la dita Ciutat [...][14]
Los acuerdos tomados van a ser importantes por cuanto se
va a realizar una entrada verdaderamente espectacular. No deja de llamar la
atención que la magnificencia derrochada en tal momento no sea la dedicada a un
rey, ni a un primogénito, sino a una duquesa que nunca había estado en
Valencia. Y es probable que todo junto no fuera sino una mera excusa para la
ciudad, deseosa, tal vez, de mostrar su poder y magnificencia. No va a
escatimar ni en gastos ni en esfuerzos. Así se deduce de los acuerdos tomados
para la recepción.
Se determinan dos días de
fiesta, el propio de la entrada de los duques, y el posterior. La entrada, por
lo tanto, ya no es un acto único. Durante esos dos días se cerrarán los
obradores, y cesará toda actividad.
Se ordena la limpieza y el
embellecimiento de la ciudad, dedicando especial atención a las calles por
donde ha de pasar la duquesa. De ahí la importancia de anunciar, mediante un
bando, el recorrido. Las casas deberán ser empaliadas, y els carrers ornats de verts rams e canyes e
levades les taules que nosa facen e lo pla dels dits carrers endreçats e
cuberts de murta e daltres erbes ben olents en manera que tots los dits carrers
estiguen be a punt. La ciudad real, por lo tanto, va a ser sustituida por la imaginaria.
Los duques van a contar con una escenografía.
Los oficios van a tener un
papel muy destacado. Cada uno deberá ir vestido con sus colores, y costear a
sus propios juglares. Los jóvenes de cada oficio irán danzando. Los jurados,
previsores, indicarán el color de cada oficio, y el orden en el que deberán
desfilar. Se evita, a toda costa discusiones, pues se quiere dar la imagen de
la ciudad ideal y sin fisuras.
Tres de los oficios tendrán
a su cargo hacer un juego. Los encargados serán los peleteros, freneros y
plateros. Deberán ponerse de acuerdo entre ellos a fin de no repetir la misma
figura. Los carpinteros, por su parte, serán los encargados de fabricar un
castillo de madera, situado bajo el puente de Serranos. Estará defendido por un
grupo de soldados que tendrá como munición productos de la tierra: naranjas y
frutas. Los hombres de la mar, a su vez, harán dos galeras de pocha talla, las cuales irán al encuentro de la duquesa en
sendos carros. Se combatirán entre ellas, atacando después al castillo. La
batalla durará lo que dure el paso de la duquesa.
Se convoca a los moros y
judíos de la ciudad a fin de que participen también en la entrada. Se trata de
presentar a una ciudad cohesionada y sin conflictos.
Se llama a todos aquellos
que tienen lo que hoy consideramos profesiones liberales para que vayan por las
calles con sus cabalgaduras y sus mejores vestidos. Así deberán acompañar a los
jurados. Llama la atención de este acuerdo la forma de colocar por la ciudad, a
lo largo del trayecto seguido por los duques, a quienes no tienen caballos:
Item sien aemprats los promens ciutadans jutistes
drapers notaris mercades cambiadors metges especiers e tots altres promens qui
puxen esser trobats vltra aquells qui seran elets e deputats al destrament dela
dita senyora ques vesten e sarreen al mils e pus honorablement que poran. E
isquen ab los dits jurats e deputats caualcan. E los altres qui no hauran
caualcadures ab lurs bells vestits vajen e estien asseguts en aquells lochs
quels seran designats per los ordenadors en los quals lochs sien posats banchs
ab bells bancals.
Como se puede apreciar por
este acuerdo, estamos ya en el mundo del espectáculo, de lo visual. No sólo por
los vestidos y las cabalgaduras, sino por esos “figurantes”, los que no hauran caualcadures, que se reparten
por bancos a lo largo del recorrido. Sentados, con sus mejores vestidos, y
hablando entre sí, se ofrecerán a la vista de los duques como buenos burgueses
que pasan sus ocios charlando amigablemente. Estarán colocados en lugares
estratégicos, por supuesto, los designados por los ordenadors, quienes iban creando, así, la imagen de la ciudad
ideal, rica por su fuerza de trabajo, los oficios o gremios, y capaz de
dedicarse al ocio, que pasa en la calle en alegre charla con amigos y vecinos.
El papel de estos figurantes fue del agrado del Consell, pues lo repitió, como veremos más hacia delante, en la
entrada de Juan I y Dª Violante de Bar en 1392.
Siguiendo con los acuerdos,
se determina que veinticuatro o veintiocho de los jurados se vistan de un mismo
color, y sirvan a la duquesa llevándole los bordones, palio y freno del caballo.
Deberán ir a esperarla a Tavernes Blanques.
Dos personas, el
Lugarteniente del portavoz del gobernador, y el Justicia de lo criminal,
también vestidos de seda, con su compañía, caballos y armas, deberán recorrer
la ciudad evitando peleas y riñas. A todo trance se tiene que dar la imagen de
una ciudad ideal.
Se harán torneos en dos
lugares distintos del recorrido: uno en Tavernes Blanques, y otro cerca de la
iglesia de San Julián. Allí los honrats .ij. jurats generosos .ij. richs homens e .ij. ciutadans als
quals e a lurs cauaylls sien fets bells paraments e dementre la senyora
duquessa passara deien junyer espessament en cascuna de les dites taules on
haia copia de junyidors uenturers qui ja sien aemprats per aquesta rao en
cascuna deles dites taules.
Como se puede observar se trata de un espectáculo
burgués, hecho por la burguesía, pero ofrecido a la nobleza. No son los
aristócratas quienes hacen los torneos.
El torneo no debe tomarse
como un mero deporte o entretenimiento. En las entradas reales, como en un buen
diccionario, ningún símbolo está puesto porque sí: todos y cada uno, como
estamos viendo, poseen un significado. La misma entrada real se puede equiparar
con facilidad a la entrada de Jesús en Jerusalén. Este paralelismo se va
haciendo nítido a medida que avanzan estas festividades y el poder de los
monarcas es más absoluto. Así, por ejemplo, con Fernando de Antequera, en 1411,
se varía el recorrido del rey equiparándolo al de la procesión del Corpus. Cabe
recordar también, y lo vamos a ver enseguida, que el entremés más antiguo, al
menos del que tenemos constancia, es la lucha del bien contra el mal, el de la
tarasca, que tanta gracia hizo a Mata de Armanyac.
El torneo, de la misma
forma, no es la representación de un arte decadente sino una manifestación de
las reglas feudales, de la sumisión de los caballeros, burguesía en este caso,
a su máximo jefe, que es el rey, quien representa, a su vez, las cualidades
caballerescas supremas, el honor y la virtud[15].
El Consell le concedió mucha importancia al torneo, pues mandó
preparar altra taula de junyer en el
mercado, donde se debería luchar el mismo día de la entrada, por la tarde, o al
día siguiente, durante todo el día.
También se mandó hacer un
tablado con las armas de los duques en la plaza del Mercado, desde donde, sin
duda, verían los espectáculos ofrecidos por la ciudad: torneo y toros. Se
intentará, igualmente, que haya un buen número de juglares. Y todas las ropas
de seda, una vez entrados los duques, serán regaladas a porteros, juglares y extranjeros.
Insistiendo, una vez más, en
el carácter de ciudad ideal, se dispone que, por la noche, la de la entrada,
jóvenes bien vestidos, y con farolillos, paseen por la ciudad haciendo sonar
sus trompetas.
Para finalizar se dispone
que el gremio de carniceros compre toros. Con ellos se hará un juego, siendo
sacrificados después.
Estando todo acordado y
previsto, el viernes día 5 de agosto se hizo un bando, crida, anunciando el recorrido de la entrada. Los duques accederán
a Valencia por el puente de Serranos, continuarán por la calle de san
Bartolomé, actual calle de Serranos, yendo después por la de Calatrava, de
donde saldrían a la actual plaza de Zaragoza para terminar en el palacio
arzobispal, on deu posar la dita senyora.
Se trata, como se puede ver, de un recorrido circular en torno a la
catedral, donde, no obstante, no se nos dice que entraran los duques. Tampoco
tenía sentido hacerlo, ya que no eran reyes, y, en consecuencia, no venían a
jurar los Fueros. Por eso, precisamente, es significativo y llamativo todo
cuanto sucede en esta entrada: Valencia se ofrece como un espectáculo grandioso
sin contrapartidas aparentes.
Para evitar altercados por
cuestiones del protocolo el Consell también
va a determinar el orden, color y divisas de cada Oficio. En total se nombra a
veinticuatro gremios. Se consigna sus colores y adornos. Pese a todo surgieron
problemas entre ellos dado que unos no tenían juglares, y otros los tenían en
demasía. El Consell acordó hacer un
reparto equitativo per manera que foren
contents.
Al final serán veinticuatro
las personas elegidas para llevar los bordones del palio bajo el cual entrará
la duquesa. Asimismo dos prohombres de cada oficio irán delante de Dª Mata,
cada uno vestido con su respectivo color.
El sábado los duques llegaron a Albalat dels Sorells. Y
el domingo, con escaso séquito entró el duque en la ciudad. Poco después lo
haría la duquesa, dando pie a los juegos y torneos:
E
lo digmenge seguent a .vij. dies del dit mes dagost per lo mati lo senyor duch
ab pocha companya sen vench primer e entra en la Ciutat Enapres vench e entra
la dita senyora duquessa a la qual isqueren reebre e reeberen tots los dessus
dits axi com era estat ordenat e dessus es escrit en grans baylls e jochs molts
e diuerses en gran copia e diuersitat de juglars e destruments e infinida
multitud de gents.
E
per certificacio e instruccio dels esdeuenidors son notades e escrites en lo
present libre aquelles coses les quals pus notablement embelliren la dita
festa. E primerament lo joch dels pellicers los quals hagren fet e menaren .j.
gran drach e sobre aquell .j. rabosi e apres del drach tots los dits pellicers
venien en caualls ab armes be arreats en gran nombre e apres dela entrada
tornaren a lurs baylls axi com los altres Officis
Enapres
lo joch dels freners que hagren fet e menaren .j. drach molt major quel dels
dits pellicers en altra diuersa forma de gran ferea mouen la lengua e les
galtes e gitam foch e fum per la bocha e per lo nas e vltra aço feren e menaren
denant e entorn del dit drach .xx. o pus homens saluatges fort ben fets ab
diuerses maneres darmes saluatges axi com rames darbre mal esporgades e banques
de fust ab .iij. peus formades en sengles bastons e haches de fust e altres
diuerses coses E apres venien los dits freners dançan be arreats e campejants e
plegaren tro a la primera taula de junyer çoes prop de sent julia car per la
feredat del drach sesquiuauen molts cauaylls e torbauen les juntes daltra part
per la infinita multitud dela gent no podien anar pus auant per que tornaren
lur drach e altres jochs prop lo riu denant labeurador del cap del pont dels
serrans e aqui aturaren tro que plega la senyora duquessa e en vista sua
isqueren homens a cauall armats e feren semblant de ociure o nafrar e pendre lo
drach E los dits salvatges sortiren los al encontre per defendre lo drach e
sobre allo combateren vna estona los dits cauallers e saluatges Es donaren
alcunes cozcorrades passants joch no sens grans rialles dels mirants ne en tots
los jochs vee hom riure la senyora duquesa la qual portaua dol per son pare qui
pochs dies hauia que era mort sino en lo joch daquesta batalla.
Enapres los jochs dels homens
de mar ab les dues galees contengudes en los dits capitols deles ordinacions
damunt dites les quals galees foren molt be fetes e menades fort abtament. Car
jassia altres uegades fossen fetes semblants galees empero menauen se ab cordes
quasi rocegan e aquestes foren formades sobre carretes ben fetes e queacom
altes e entorn çoes de terç de galea auayll anauen cubertes ab draps engaçats
de perayes qui cobrien les rodes e los qui mouien e menauen les dites galees
per manera que tot hom comunament tench per molt endreçades aquestes galees e
per molt bell e notable lo joch daquelles.
Por si quedaba alguna
duda, queda claro, con lo transcrito, que la entrada real es, entre otras
cosas, un espectáculo ofrecido a la realeza. Gracias a ella, y a la ciudad, la
naturaleza, el caos, los hombres salvajes, son derrotados provocando, de paso,
la risa de la gente. El mensaje está claro.
La otra novedad, por lo
que a los juegos respecta, está, si se nos permite el anacronismo, en los
efectos especiales creados por los hombres del mar. Ahora las galeras ya no van
tiradas por cuerdas, como en la entrada de Alfonso X, sino montadas en carros,
con las ruedas tapados por paños, y empujadas por hombres creando así la
sensación de que se deslizan sobre las olas. Creemos que es en estos juegos
donde está el origen las rocas del Corpus Christi[16].
El escribano, en su
memoria, nos resalta aquello que más debió impresionar al valenciano medio: las
galeras y los dragones. Éstos llegan a espantar a los caballos con sus
movimientos de mandíbulas y el fuego que echan por boca y narices. Lógicamente
la gente se echó a la calle para ver todas aquellas maravillas.
Les gents no
cabien per finestres terrats cadafals carrers e places en tant que quant la
dita senyora duquessa fon sobre lo pont hom hac dupte dela fermetat daquell no
contrastant quels capdelladors estants al cap del dit pont fessen anar los
demes e quasi tot hom per la rambla en axi que a cascuna part era cuberta de
gent.
Es éste un espectáculo en
el que se va tanto a ver como a ser visto. Los valencianos salieron a
contemplar los juegos y a la duquesa; pero, a su vez, ellos eran vistos por
ella. No olvidemos a los “figurantes” distribuidos por el Consell a lo largo de la carrera de Mata.
Para tener la fiesta en
paz, y nunca mejor dicho, se expulsó de la ciudad a los Vilaragut a fin de que
con sus bandosidades no dieran origen a peleas o crímenes. La orden partió del
duque. Pero no es menos cierto que los jurados obligaron a judíos y moriscos a
participar en la fiesta. Se ofrecía, así, la imagen de una Valencia pacífica y
pacificada. Tanto que el justicia y su ayudante recorren las calles vestidos de
seda, como si hacer la ronda fuera ir de paseo.
La última novedad de esta
entrada está en los regalos que se le hacen a la Duquesa. Es un regalo privado,
que nada tiene que ver con el caballo presentado al infante dieciséis años
antes. Se trata de una vajilla de plata con que la que los jurados tratan de
ganarse el favor de la duquesa. Es significativo la forma en que se expresa:
[...] item lo dit Consell attenent quela
senyora duquessa es nouellament uenguda a la present Ciutat e que es cosa
expedient e profitosa a la cosa publica dela dita Ciutat haver la gran fauor e
amor dela dita senyora duquessa com apres dies del senyor Rey sesper esser
Reyna e per altres raons esguardants ualor e vtilitat dela dita Ciutat per tal
prouei e tench per be que vexella o joyes dargent de pes tro en cinquanta
marchs poch mes o menys de bella e riqua obra a coneguda dels dits honrats
[jurats] sia feta dela peccunia comuna dela dita Ciutat e aquella per los dits
Jurats en nom e loch del Consell e vniversitat dela dita Ciutat sia presentada
e donada a la dita senyora duquessa graciosament o per gracia e no per deute
alcu.
Llegados a este punto
podemos concluir que había dos tipos de mostraciones por parte de la ciudad:
una pública, con participación de oficios, burgueses, judíos y moriscos,
haciendo bailes, juegos, o sirviendo de comparsas; y otra privada, que
consistiría en el regalo de una vajilla. Regalo que, posteriormente, se hará
extensivo a los reyes. De la misma forma se puede decir que había dos partes en
la entrada real: la pública, donde el rey se ofrece a la visión de sus
vasallos, y la privada, política y formal, que se desarrolla en el interior de
la catedral, donde el monarca jura los Fueros.
No deja de ser
significativo que la entrada real más fastuosa y solemne se ofreciera no a un
rey, que venía a jurar los privilegios de la ciudad, sino a una heredera del
trono, que había de fallecer poco después. Hubo, desde luego, un alarde de
Valencia; pero no se juró nada. Y se regaló una vajilla a quien debería ser
reina después de los dies del senyor Rey.
No se cumplieron las previsiones de los jurados. Pero éstos quedaron
totalmente satisfechos con lo ofrecido a Mata de Armanyac, pues será esta
entrada la que servirá de modelo a las restantes, aunque se irán modificando a
lo largo de los años.
6. Dª Sibila de Forcia
Ocho años después de tan
majestuosa entrada fue doña Sibila de Forcia, cuarta esposa de Pedro el
Ceremonioso, quien llegó la ciudad de Valencia. Enterados los jurados del deseo
de los monarcas de ser recibidos con toda pompa y solemnidad, comienzan
enseguida los preparativos atendiendo a que es su primera venida, y a que los
reyes prenen
plaers en tals festiuitats segons que de fet es estat uist e sabut en altres
Ciutats on los dits senyors e nouellament la dita senyora Reyna son entrats[17].
Con estos antecedentes, y
deseando hacerles un digno recibimiento, los jurados comienzan a deliberar,
enseguida, sobre los actos a realizar. Va a ser muy fácil determinarlo ahora,
como ellos mismos reconocen, pues se van a servir de los acuerdos hechos en
1373 para la entrada de Mata de Armanyac, primera mujer de Juan I:
[...] seguis enapres per molts e diuerses
dies e hores quels dits jurats e promens auegades tots auegades molts dells e
tota uegada la maior part daquells foren ensemps e parlaren e raonaren entre si
daquests afers en la cambra de consell secret e per mils ordenar e endreçar los
dits afers veeren e regonegueren la ordanacio de vna altra festiuitat en la
dita Ciutat feta per rao dela nouella uenguda e entrada feta per la senyora
Duquessa muller que fon primera del senyor infant en johan de nostre senyor lo
Rey primogenit de Gerona e Comte de Ceruera enapres e ara defuncta[18].
La qual ordenació dela dita festiuitat dentrada dela dita senyora Duquessa es
largament escrita e notada en lo precedent altre libre de consells fet e
ordenat per mi berthomeu de Vilalba notari e escriua dessus dit sots [en
blanco] del any dela nat de Nostre Senyor M ccc lxxiiij.
Consultados dichos
acuerdos, los jurados mostraron su conformidad con ellos, aunque decidieron
mejorar algunas cosas. Básicamente, sin embargo, se iba a hacer la misma
entrada, pero con distintos protagonistas, que en 1373. Sabemos que la entrada
de Dª Focia fue fastuosa tanto porque
copiaba la de Mata de Armanyac como por los gastos realizados. Van a destacar
las galeras llevadas sobre carros, como antes, y los doce pendones reales que
se fabricaron para la ocasión. También se hacen tres campos de torneo. Y un
palio nuevo con cordones de seda para la reina. Los cordones los llevarán
veintitrés prohombres, vestidos por la ciudad. Igualmente los oficios harán sus
acostumbrados juegos, aunque ahora, y esto sí que es una novedad, la Ciudad les
dará dinero para hacerlos: les quals [se refiere a libras y sueldos] foren dades e pagades als officis dels
Freners e dels Pellicers en ajuda de fer lurs cuques e als homens de mar en
ajuda de fer les .ij. galees.
La reina entró por la
tarde. Así que el Consell tuvo que
pagar la comida de los que llevaban los cordones del palio, de sus escuderos, y
de los caballeros y caballos que iban a participar en los torneos. Hubo una
buena provisión de juglares. Y a la reina, igual que a la difunta Mata, se le
regaló una vajilla compuesta por:
.ij bacins
dargent .j. confiter dargent .ij. copes e .ij. pitxers dargent tot daurat e
esmaltat.
La entrada fue tan
importante que el Consell incluso
dejó que se comprara vino blanco cocido, para el bien de la ciudad. Lo iba a
permitir hasta la celebración del Ángel Custodio, unos quince días después de
la entradas de los reyes[19].
Vemos, pues, que los
acuerdos tomados para la entrada de Mata de Armanyac en 1373 van a servir de
modelo para el resto. Aunque, y era lógico que así sucediese en una sociedad
cambiante, las entradas irán variando. A esos acuerdos se le irán añadiendo
otros nuevos. Y no sólo por los cambios efectuados en la ciudad, sino por los
sufridos por la misma monarquía. Y podemos comprobar en ésta que la Ciudad
ayuda a los oficios a hacer los juegos, y que compra vino a fin de aumentar la
alegría y el regocijo.
7. Dª Violante, duquesa de
Gerona
Fallecida Mata de Armanyac, el duque de Gerona se casó, en contra de
la voluntad paterna, con Violante de Bar. Dicha boda agravó las relaciones
entre el rey y su sucesor. No obstante, éste estaba dispuesto a imponer a
Violante como reina. Tal vez por eso deseaba el reconocimiento de las ciudades.
Y así en marzo de 1382 los jurados valencianos ya tuvieron constancia del deseo
de los duques de venir a la ciudad. Tenían que tributarle, por consiguiente, el
consabido recibimiento.
Teniendo en cuenta que era la primera vez que venía la nueva duquesa,
se acordó hacerle una entrada tan magnífica y solemne como la ofrecida, cuatro
meses antes, a la actual reina, Sibila de Forcia, quien también entró, por vez
primera, en noviembre de 1381. Dado que deseaban darle toda la magnificencia
posible a esta nueva recepción, los jurados, y por primera vez que sepamos, sin
duda sabedores de las desavenencias familiares, consultaron con el rey las
cosas que convenía hacer: [...] Aixi empero que daquesta rao sita feta paraula al senyor Rey per los
dits jurats e que ab son assentiment e beneuolencia la dita festivitat sia
feta.
Es posible que al rey Pedro el Ceremonioso no le hiciera
nada de gracia el que los jurados valencianos no distinguieran entre una
entrada hecha a una duquesa, y otra realizada a una reina. Posiblemente, dado
que su anterior nuera, Mata de Armanyac, entró bajo palio, haría algún
comentario al respecto, y los jurados, muy sensatamente, decidieron consultarle
ahora. O bien, y es lo más probable, sabían que el matrimonio del duque de
Gerona con Violante de Bar se había hecho en contra de la voluntad paterna, y
que no estaba en muy buenas relaciones con su madrastra, Sibila de Forcia. Sea
como fuere decidieron consultarle al rey para saber lo que tenían que hacer:
Quant es sobre la
manera o qualitat daquella attenent que en lo present any la senyora Reyna
vench aci nouellament e per la sua nouella uenguda fon feta solemnial
festiuitat en la dita Ciutat lo dit consell per alcunes raons alli allegades
volch e tench per be concordantment que per la nouella uenguda dela dita
senyora Duquessa fos feta semblant solemnitat e festa en totes coses que era
estada festa per la dita nouella entrada dela dita Senyora axi empero que
daquesta rao sia feta paraula al senyor Rey per los dits jurats e que ab son
assentiment e beneuolencia la dita festiuitat sia feta.
Los jurados, por lo tanto, fueron a hablar con el rey. Y tras el
intercambio de ideas y posturas, el rey accedió a que se le hiciera una solemne
entrada a Violante de Bar. Iba a ser idéntica a la que se hizo para Dª Sibila,
que es la misma que le ofrecieron a Mata de Armanyac en 1373. En todo consintió
el rey salvo en que la duquesa entrara bajo palio:
[...] e tenc per be (el
Rey) que la dita festiuitat per la nouella entrada dela dita senyora Duquesa
fos feta semblant en totes altres coses que era estada per la nouella entrada
dela senyora Reyna solament excepta una cosa çoes que sobre lo cap dela dita
senyora Duquessa no fos portat pali en bordons. Segos era estat fet sobre lo
cap dela dita senyora Reyna. Dehint lo dit senyor Rey que aço couenia solament
a dignitat Reyal e no a altra qualseuol20.
En vano le suplicaron los jurados al rey. Éste no quiso conceder que
la duquesa entrara bajo palio.
E esta en uertiat que jassia en apres alcuns en
fauor o por seruii dels dits senyors Duch e Duquessa supplicassen daquesta rao
al dit senyor Rey empero james ell no ho uolch atorgar ne consentir dehin que
allo si ho atorgas nes fes seria contra la ordenacio dela sua Reyal cort e casa
per que sobre aço fon complida la uolentat del sit senyor Rey.
En nada, por lo tanto, se va a diferenciar esta entrada de la hecha a
la reina Sibila, por lo que a festejos se refiere. La diferencia vendrá
marcada, como hemos visto, por la ausencia del palio. No se indica ahora el
recorrido de Violante. Éste tiene un carácter simbólico, dado que es
envolvente, una especie de toma de posesión de la ciudad. Se irá haciendo más
amplio conforme la monarquía vaya ganando en poder frente a las ciudades. El
que no se indique en esta entrada nos lleva a suponer que sería el mismo que el
efectuado por Mata, duquesa, y por la reina Sibila.
En el Manual de Consells, donde
están consignados los acuerdos, las transcripciones de éstos se cortan bruscamente
en medio del bando que servía para anunciar la entrada. Era imprescindible
pregonar la carrera a fin de pedir la limpieza y el aseo de calles y
empaliamiento de balcones y ventanas. Tal vez no se transcribió por comodidad:
se tenía el de Mata. Se nos dice, no obstante, que entrará por el portal de sent Anthoni. Se encontraba cerca del
puente de Serranos. Era conocido también por el de Roteros, Blanquers y Sagunto21. Las torres de Serranos, como es sabido, fueron
construidas entre 1392 y 1398.
Creemos, pues, que el hecho de que no se indique el recorrido de la
duquesa es porque éste ya estaba perfectamente establecido.
8. Entrada de los reyes D.
Juan I y Dª Violante
En 1387 murió Pedro el Ceremonioso22.
Fue coronado rey su hijo Juan I, casado en segundas nupcias con doña Violante
de Bar. Como reyes vinieron a Valencia con bastante retraso, cinco años después
del fallecimiento del Ceremonioso23.
Se determinó, no obstante, recibirlos con toda solemnidad, ya que era la
primera entrada de ambos como reyes.
Se debía hacer ahora, por lo tanto, una solemne entrada. Es cierto que
tanto Juan como Violante ya habían entrado en la ciudad. Pero ambos, por
separado, lo habían hecho siendo duques. Al cambiar de dignidad se les debía
tributar una nueva entrada, ya que ahora venían a jurar los Fueros, y su
entrada iba a tener una dimensión política, el juramento en la catedral, que no
había tenido en las anteriores recepciones:
E dixeren los dits
jurats que com la uenguda dels dits senyors com a Rey e a Reyna en la present
Ciutat fos nouella e primera Car jassia ells estants en menor condició hic
fossen uenguts altres uegades Empero de puys aença que eren muntats a dignitat
Reyal noy eren uenguts. E aquesta fos o degues esser lur primera uenguda
proposauen e proposaren al dit Consell si quina o qual festiuitat seria feta
per la Ciutat en reuerencia de nostre senyor deu e dels dits senyors Rey e
Reyna per esguart de lur primera uenguda24.
Está claro, pues, que un cambio de dignidad comportaba una nueva
entrada. Así lo acuerdan los jurados, para lo cual hacen un pregón el día 21 de
noviembre. No se conserva íntegro. Los folios del Manual de Consells, que debían contenerlo están en blanco.
Al día siguiente de este pregón les llegó a los jurados una carta de
la reina, que nos parece muy interesante por cuanto tiene relación con el
espectáculo que eran las entradas reales. En ella les pide a los jurados que
dejen a las mujeres usar sus joyas25:
[...]
volguessen reuocar o sotspendre lestabliment o establiments vedants los areneses
o arreus de les dones e encara de homens en certs actes per manera que aquelles
e aquells per la nouella entrada que la dita senyora com a Reyna deuia fer
proismament en la dita Ciutat acconseguissen per intercessio de la dita senyora
aquesta libertat ques poguessen ornar e arrear a lur plaer segons podien ans
del dit establiment o establiments.
La petición generó una agria discusión entre los jurados.
A lo largo de ésta se ofrecieron diversas soluciones. Unos se inclinaban por
acceder a las demandas de la reina en reconocimiento por las buenas obras que
había hecho por la ciudad, o que podía hacer. Queda claro aquí el carácter
pactista de las entradas, que alcanza incluso al espectáculo como tal. Tanto la
ciudad como los reyes cuidan su imagen. A través de ella, o de ellas, se da un
mensaje claro: el del poder. De ahí que sean tan cuidadosos con estas cosas, y
no dejen nada al azar. Otros jurados, sin embargo, más preocupados por la
moral, o por la injerencia de la reina en su gobierno, ven en la petición de
ésta el triunfo de la lascivia y la monarquía negándose, en consecuencia, a
acceder al uso de joyas y adornos. Alegaban que ello no le iba a reportar, a la
reina, ningún beneficio. Evidentemente se equivocaban. Al final,
contemporizando, los jurados acordaron revocar su orden por un determinado
tiempo: hombres y mujeres pudieron lucir sus joyas y mejores vestidos desde el
día de la entrada hasta quince días después de la partida de los reyes. Pasado
ese tiempo se volvería a la austeridad anterior.
Antes, el 9 de noviembre, se habían reunido para acordar los festejos
a realizar en la entrada de los monarcas. Como siempre se ordena la limpieza de
las calles por las que tienen que pasar los reyes. El trayecto de ahora, sin
embargo, se acorta mucho con respecto a las anteriores entradas:
E altres dixessen que couenia fos pus breu car vist
era estat per la multitud de la gent e dels balls e jochs embargants lo
passatge tardaua tant que a uespres lo senyor Rey e la senyora Reyna no podien
plegar a lur posada.
Así, ahora, entrarán por la puerta del puente de Serranos, seguirán
por esta calle hasta la iglesia de san Bartolomé, donde girando a la izquierda
llegarán a la actual plaza de la Virgen. Accederán a la catedral por la puerta
de los Apóstoles. Es un trayecto, ciertamente, corto y que no tiene nada de
envolvente. Más bien parece indicar que el tiempo comienza a ser importante, y
que el monarca no desea derrochar éste en eventos sin duda incómodos y
fatigosos.
Se convoca a los oficios para que vayan a dar la bienvenida a los
reyes. Tienen que hacerlo con sus juegos acostumbrados, y las libreas con los
colores que se determinó. No se pueden cambiar estos sin consultar al Consell. Estos colores, así como el
orden que tienen que guardar a la ida y venida, ya consta en la entrada de
Mata, en 1373.
Todos los acuerdos que siguen son un calco de los tomados en aquella
fecha: juego del dragón, el de los caballeros salvajes, de la cuca, y sus
luchas, torneos, etc. Ahora, sin embargo, se va a recomendar no hacer las galeras
que solían construir los hombres del mar ya que uist era stat que les dites galees donauen gran embargament e tarda
a la festiuitat. Car per la estretea e per cantonades en alcunes partides de
carrers de la Ciutat per on era lo passatge dels senyors e dels de la
festiuitat e per la multitud de les gents les dites galees no podien passar
sino ab gran affany e tarda. Esto determinó que
tampoco se hiciera el castillo de madera que era atacado por las galeras. La
entrada, por lo tanto, va a ser mucho más ligera que las anteriores: estamos ya
a finales del siglo XIV, y el tiempo, nueva mentalidad, comienza a ser
importante. Pese a todo se hicieron nuevos entremeses, una nave con sirenas, y
una roca26.
Al igual que en las otras entradas, también se pondrán ahora a los
figurantes convenientemente distribuidos a lo largo de la carrera real. Y
también se nos dará el orden de los oficios y los colores de cada uno. Es el
mismo que el observado en 1373. Incluso nos atreveríamos a decir que el orden
de ahora está copiado del Manual
donde está consignada la entrada de Dª Mata: los oficios que aparecen allí sin
divisa ni color, como pescadores o herreros, tampoco lo tienen aquí. Sólo hay
un cambio, el de los peleteros, que en 1373 han
per deuisa blau clar tes. Y en 1392 han
per liurea drap blau clar ornaments de pells vayrs e daltres. El resto
sigue igual que en las anteriores entradas. Por lo tanto podemos deducir que
los propios Manuals son tomados como
consuetas, y como las entradas no son un ritual fijo e inmutable, sino una
celebración que se va adaptando a los tiempos e intereses de reyes y ciudades.
Si el Consell insiste en el
orden de los oficios es porque la jerarquía era, en aquel momento, muy
importante, como lo era en las procesiones. Y porque sabía que la ruptura de
ésta podía ser origen de peleas y muertes, como de hecho sucedería años después27.
Los reyes entran juntos. Ello obliga a doblar el número de quienes
llevan los palios. Se determina que cada soberano tenga veinticuatro prohombres
en la entrada: doce llevarán el palio y los otro doce las riendas del caballo.
Todos irán vestidos con trajes hechos de paño de oro. También se hacen
cincuenta gramallas para el justicia y ayudantes. Dichas gramallas se
regalarán, luego, a juglares y forasteros.
Los palios, a su vez, son nuevos. Los cordones los llevan jurados y
prohombres, vestidos de rojo y de azul. Los de color rojo van con el rey, y los
de azul, con la reina. Los colores, además de tener un importante papel en la
vistosidad de las entradas, también poseían un claro simbolismo: el rojo ha
sido siempre el color de la realeza, del poder, en tanto que el azul simboliza
la fidelidad.
Los jóvenes de buenas familias deben realizar torneos, tanto el día
anterior al de la entrada como el de la entrada misma y el posterior. Sólo
consta, sin embargo, el levantamiento de una empalizada en el Real, donde
también se elevó un taulat,
imaginamos con la finalidad de que los reyes pudieran ver dichos torneos. Esa
misma juventud, como ya venía siendo norma, tenía que pasear por las noches
llevando farolillos. Se insiste también en hacer acopio de juglares. Y,
novedad, en que los carniceros se provean de toros para “hacerlos jugar” en el
Mercado, cosa que satisfacía mucho al rey.
La ciudad se gastó en esta entrada 3.580 libras y 18 sueldos. A los
reyes, además, se les regaló la pertinente vajilla de plata, dorada y
esmaltada.
La entrada, pese a la brevedad del recorrido, duró unas ocho horas.
Téngase en cuenta que el trayecto escogido es el más corto posible. Y que dicho
trayecto se puede hacer en quince o veinte minutos. Por otra parte, los
jurados, modificando lo que interesa, se van a basar, una vez más, en la
entrada de Mata de Armanyac en 1373. Y así queda ya definido lo que va a ser
una entrada real. En ella, como hemos podido ver, predomina el elemento visual,
bien sea mediante los entremeses o mediante los torneos, los juegos y las
luchas. Ese elemento visual va a ser realzado igualmente por los vestidos de
los oficios, y por los de los burgueses, bien paseando a caballo, o bien
sentados en lugares estratégicos. El punto central de esa ceremonia vendrá
marcado por el palio, con los colores de la Corona de Aragón, bajo el cual, y
con un nutrido acompañamiento, irá el rey.
La ciudad, como siempre, será limpiada y aseada. Y engalanada. Hay,
igualmente, una pre-arquitectura que se superpone a la ciudad real: mantos y
paños colgando de las casas. A su vez las entradas supondrán el ensanchamiento
de algunas calles, dado que no caben los entremeses por ellas. Cabe añadir a todo
ello la petición de la reina, oída por el Consell,
de autorizar el uso de joyas y aderezos, tanto a hombres como a mujeres.
Como señala Carreres Zacarés28, a
poco que se estudien las entradas reales se observa un cambio en ellas. Así
hemos pasado de la sencillez, debido a la lucha por el trono, con que fue
recibido Pedro el Ceremonioso en 1336, al fausto que se desplegó en los
recibimientos hechos a sus dos nueras. Con ellas nos hallamos ya a finales del
siglo XIV, época de progreso y crecimiento económico. Una pujante burguesía se
hizo entonces con el poder ciudadano. Va a regir la cosa pública con los
consejos de Francesc Eiximenis. También fue un tiempo de sequías y peste, de
guerras, tanto internas, la Unión, como con Castilla, guerra de los dos Pedros,
pese a lo cual la población de Valencia siguió creciendo. Hubo igualmente un
despegue de la artesanía textil. Todo lo cual aumentó el poder de la ciudad
como entidad política primero y como capital del reino después. En estos
momentos, sin embargo, la ciudad es un fenómeno excepcional y vulnerable: debe
controlar sus recursos, venidos de fuera. De ahí la magnificencia desplegada en
dichas entradas: con ellas trata de arrancar nuevas prebendas al poder real y
de preservar las ya obtenidas. Y de ahí que la ciudad no tolere ninguna
injerencia en su gobierno, ni bromas con sus Fueros y Privilegios29.
Los reyes volvieron a Valencia en 1394. La ciudad ya no estaba
obligada a hacerles una nueva entrada, y no la hizo. Pero sí que protestó
delante del monarca por la actitud y las palabras injuriosas que, al parecer,
dijeron algunos oficiales reales contra los Fueros y Privilegios de la ciudad.
Por lo tanto se dirigen a Juan I para pedirle que mantenga los Fueros, y que
evite se produzcan nuevos insultos o faltas de respeto. También había bastante
descontento contra sus familiares y oficiales y contra la favorita de la reina,
Carroça de Vilarragut, quien se inmiscuyó en asuntos del reino, dilapidando de
paso el patrimonio real30.
Los jurados no van ser tan condescendientes esta vez con la petición
de la reina, quien, una vez más, pide a éstos que revoquen la orden que prohibe
llevar joyas a las mujeres. Lo van consentir ahora mientras la reina esté en la
ciudad, y no durante más tiempo. Ahora bien teniendo en cuenta que la reina dio
a luz en el Real, este tiempo debió de ser bastante largo. A los jurados no les
hizo nada de gracia tantas injerencias en su forma de gobierno. Téngase en
cuenta el asunto del cierre de la judería, que se hizo con la oposición de una
amplía mayoría, y la reposición en el cargo de inquisidor de Nicolau Eimeric.
Demasiadas intromisiones en una ciudad que tanto invertía en agasajarlos.
9. Entrada de Martín el
Humano
Juan I, en medio de un reinado que provocó el descontento
de todas las ciudades, murió repentina e inesperadamente en 1396. Falleció sin
sucesión, así que el trono sería ocupado por su hermano Martín el Humano. Éste
también demoró su llegada la ciudad de Valencia, donde debía jurar sus Fueros.
Lo hizo, por fin, en 1402, seis años después de su coronación. Un año antes los
jurados, sabiendo ya de su venida, le mandaron cuatro mensajeros a fin de
pactar la entrada real con él, pues deseaban a toda costa evitar los gastos y
dispendios que esto suponía:
Per tal lo dit consell
concordantment prouei que quatre missatgers fossen trameses al dit senyor Rey
ço es dos cauallers e dos Ciutadans per retreli gracies de la sua prosperada
venguda e recomanar a aquella la ciutat e lo bon estament daquella e obseruança
de furs e priuilegise per tractar ab aquell que la entrada sua e de la senyora
Reyna sia tota vna per donar loch a grans e importables despeses attesa la gran
e greu pobrea que es en la Ciutat e menestrals e officis daquella eleccio dels
quals missatgers lo dit concell acomana als dits honorables jurats31.
Acuerdan, a pesar de todo, hacerle una solemne entrada. Para lo cual
delegan en personas del propio Consell.
Éstas serán las encargadas de todo lo que atañe a la recepción real. El primer
acuerdo que van a tomar, y es la primera vez que sucede, va a ser el de
retrasar la procesión del Corpus Christi a
fin de ofrecérsela a los reyes, como un espectáculo más, en su entrada:
[...]. Pagats en Ramon
Artus per si e sos companyons, axi com a crida publich de la ciutat, XIIJ
solidos, .VJ. diners, per salari duna crida reyal que de nostre manament ha
feta de la prorogacio de la solemnitat o precesso de la festa de Corpore Crist
tro lo senyor Rey sia en la ciutat [...]32.
La procesión del Corpus se
venía celebrando en Valencia desde 1372. Y cada vez se hacía con mayor
esplendor y solemnidad. Los jurados consideraron que era lo mejor que tenía la
ciudad, y lo mejor que podía ofrecer a los monarcas en su recepción. Además
tenía la ventaja de no añadir gastos a las maltrechas arcas. La procesión, por lo
tanto, se celebraría fuera del tiempo litúrgico. Lo mismo sucederá con Alfonso
el Magnánimo en 1427, con la reina doña Juana en 1501, con Isabel I, Carlos V,
Felipe II y Felipe III33. A
veces serán los propios monarcas quienes pidan se les haga la procesión, tal
era la fama y magnificencia de ésta, aunque sea fuera del tiempo litúrgico. Así
lo hicieron María de Castilla y la reina Juana. Sin embargo, y como ya hemos
apuntado, puede que el hecho de ofrecer la procesión como espectáculo se
debiera al mal estado económico de la propia ciudad. Valencia estaba padeciendo
crisis de subsistencias y sequías desde 1377, siendo las sequías más
importantes las de 1400, con incidencias en las cosechas de los dos años
posteriores. A todo ello cabe añadir las plagas de peste, 1380, 1383-84, 1395 y
140134.
De hecho la entrada, que
estaba prevista para el día 19 de junio de 1401, tuvo que suspenderse a causa
de la peste. El cese de ésta, al año siguiente, le fue comunicado al rey, quien
se hallaba todavía en tierras de Valencia. Se acordó celebrar la recepción el
día 28 de marzo de 1402. No consta que los jurados volvieran a pedirle al
monarca que se hiciera una entrada conjunta. Se hizo ésta como deseaba el rey:
una entrada para él, otra para la reina, y otra para su nuera. Evidentemente la
ciudad había comenzado una lenta recuperación, y su campo, trabajado por
moriscos, ofrecía una estabilidad que no tenía el principado, donde los siervos
cristianos sí que podían sublevarse contra los malos usos de los señores35. Es muy posible que los jurados aprovecharan el
momento para ofrecerse como la ciudad rica y opulenta. Contrasta los gastos
hechos en la entrada con la demanda de moderación del año anterior:
Item com hi haia noues certes quels molt alts
senyors Rey e Reyna breument deuen e han proposit dentrar en la Ciutat
nouellament ab lur nora la Reyna de Sicilia e lo dit senyor Rey vulla que per
lur entrada sien fetes certes festes vna a ell e altra a la senyora Reyna e
altra ala dita sa nora E les festes dels dits Senyors Rey e Reyna sien ja per
consells passats proueides e no reste sino proueir la festa faedora ala dita
senyora Reyna de Sicilia pertal lo dit concell concordantmente prouei que a la
dita lur nora sia feta bella festa per reuerencia dels dits senyors Rey e Reyna
e sua ab son pali e ab sos cordons e que li sien donat e offert argent obrat
tro en setanta marchs poch mes o menys.
Pese a esa lenta
recuperación el Consell da poder a
los jurados para cargar nuevos censales, ya que no baste la pecunia dela Ciutat segons lo consell. La ciudad, desde
luego, hizo grandes gastos: nuevos entremeses, envelar la plaza de la seo, la
del Portal Nou, una tarima para los reyes, telas para los entremeses; y,
novedad, para el cielo, en dicho portal, desde el que descendieron unos ángeles,
sin duda para entregarle al rey las llaves de la ciudad. También se gastó
dinero la ciudad en otro elemento que aparece ahora por vez primera: una
cabalgata de reyes y emperadores. Cabe añadir a esto el derribo de algunas
casas y rincones que impedían el paso de los entremeses36.
Es la primera noticia que
tenemos, insistimos en ello, de unos ángeles descendiendo de las torres. Esto,
como se puede suponer, conllevaría el desarrollo de una pequeña tramoya, cuyo
punto culminante será el araceli del Misteri
d’Elx. También, creemos, tendrá repercusiones en los rituales en el
interior de la catedral, donde en Pentecostés desciende la Colometa, y dos ángeles en la Asunción de la Virgen, misterio que
se representaba a mediados del siglo XV, es decir con posterioridad a la
entrada de Martín el Humano.
Es también significativo que
el descenso de los ángeles se hiciera en el Portal Nou y no en las Torres de
Serranos. La construcción del primero se inició en 1390, aunque las obras no
finalizarían hasta 1471. Constaba de dos torres semicilíndricas, que imitaban a
las de las torres de Quart, si bien eran más bajitas. Fue derribado el año 186837.
El desfile de los oficios se
efectuó frente a las torres de Serranos. Y los entremeses ya no los hacen
estos, sino que es el mismo Consell
quien los encarga y los paga. La entrada, por lo tanto, será organizada por
este órgano de poder, quedando el resto de la ciudad relegada a seguir sus
órdenes, y sin iniciativa de ningún tipo. El recorrido será más largo que el
efectuado por Juan I, ya que pasan por la calle de la Corregeria, ensanchada
para la ocasión. En tanto desfilaban los oficios, frente a los reyes, se
repartieron dulces y confites. En el recorrido participa una cabalgata de emperadors, emperadrius, reys, reynes e
cavallers de lurs cavalls, los quals anaven cavalcant en los dits jochs. No
sabemos qué reyes desfilaron; pero es muy probable que se trate de un desfile
clásico, típicamente renacentista, de una alegoría animada, tal vez derivada
del cortejo de los Reyes Magos, iniciado en Milán en 133638. Es indudable, por todo ello, que nos hallamos
ya en pleno Renacimiento: se ha obviado la creatividad colectiva, adquiriendo
así el espectáculo una forma más compacta.
Por todo lo dicho imaginamos
que la entrada debió de ser magnífica. Así se hace una entrada para el rey,
otra para la reina y otra para la nuera, quien también, no siendo reina, entra
bajo palio. Se retrasa la procesión del Corpus a fin de que forme parte de la
magnificencia de la recepción real. Bajan unos ángeles de las torres con la
misión de hacerle entrega al rey de las llaves de la ciudad. Hay una cabalgata
de reyes y emperadores, reparto de confites y dulces, y entremeses hechos y
costeados por el Consell. La grandeza
de éstos va a determinar el ensanche de algunas calles de la ciudad. Dichos
ensanches continuarán aun después de la partida de la familia real de la
ciudad. Estas obras, sin embargo, siempre serán obras menores. No darán origen
al derribo o ensanche de plazas o calles. Los jurados se contentarán con
derribar aquello que molesta para el paso de los entremeses.
Los actos y las novedades
debieron de provocar la admiración de los súbditos del monarca, y tal vez la de
éste. La ciudad deseaba apoyarlo, y mostrarle su poder, en espera de una
política distinta a la llevada a cabo por Juan I, que tantos problemas causó.
De hecho el nuevo monarca rectificó la política de su hermano39. Pese a todo no sabemos la impresión que se
llevaría Martín el Humano por la entrada. Pero diez meses después de ésta, el
12 de enero de 1403, el escribano todavía recuerda la magnificencia desplegada
en la misma:
Item com per consells passats sia estat proueit
queles festes dela entrada del Senyor Rey e de la Senyora Reyna fossen fetes
altament e enaquella bellea que mils pogues esser fet ab la pecunia dela Ciutat
E les dites festes sien estades fetes e celebrades axi altament e merauellosa
quals james no foren vistes enaquest Regne e peruentura en altres semblants e
de tan gran marauella.
10. Fernando de Antequera
Extinguida la rama catalano-aragonesa con el fallecimiento de Martín
el Humano, la corona pasó, tras el compromiso de Caspe, a manos de Fernando de
Antequera. El rey debía haber venido poco después de su coronación a jurar los
Fueros de la ciudad. Pero su llegada se fue retrasando. Mientras tanto los
jurados, como ya era perceptivo, comenzaron a preparar la recepción real con
mucha antelación. El rey, por fin, llegaría a la ciudad a finales de diciembre
de 1414. Durante ese largo tiempo de espera se fueron tomando diversos acuerdos
sobre la entrada. Hay un claro deseo, por parte del Consell, deseando emular a Barcelona, de que la ciudad de Valencia
no quedara rezagada con respecto a ella, ni a cuantas ciudades le habían
brindado fiestas al nuevo monarca:
En lo present consell
[del 14 de diciembre de 1412] fon proposat per los honorables Jurats Que com lo
senyor Rey sia espere proismament venidor a aquesta ciutat e hajen sabut e sien
certificats que en qualseuol Ciutat solemne on es estat li han feta solemne
festa senyaladament en la Ciutat de barchenona on molt bella festa li es estada
feta e moltes belles entrameses e argent present E fos digna cosa que en la sua
benahuyrada uenguda e entrada en aquesta ciutat li fos feta solemne festa
moltes coses atteses e senyaladament car deu per sa bonea nos ha donat Rey just
cast e resplandent de totes virtuts40.
Tomada la resolución de hacer una solemne entrada, se reúnen los
jurados del Consell secret a fin de
determinar los actos a realizar. Se acuerda hacer entremeses, que se van a
encargar a artesanos, quienes trabajarán en las atarazanas de la ciudad. Se
elige también a unos administradores. Días después, el 18 de enero de 1413, se
determina el regalo que se va a hacer a los monarcas con motivo de su llegada a
la ciudad. Al rey se le regalará una vajilla de plata de cien marcos de peso
compuesta por dos lavamanos esmaltados, dos platos dorados, un confitero dorado
y esmaltado, un jarro igualmente dorado y esmaltado y una copa de iguales
características. A la reina se le regala una vajilla igual, pero de menor peso,
de noventa marcos. La de Alfonso, el hijo primogénito, pesará ochenta y cinco
marcos.
El mismo día se acuerda hacer tres entremeses: el De la divisa del rey,
otro titulado De las siete sillas, y
el De las siete edades.
Al
día siguiente, jueves 19 de enero, se acuerda hacer tres palios: el del rey
rojo imperial. El de la reina de color blanco imperial. Y verde imperial para
el primogénito. Asimismo se harán treinta gramallas de tela de oro. Y se
buscarán justadores. Para la entrada se destinan seis mil florines. En caso de
que no fuera suficiente se podrán cobrar nuevos impuestos. Los palios, por
supuesto, llevarán sus cordones y destradores y se harán pendones.
El día 24 del mismo mes se da la lista de los gremios que van a
participar en la entrada, su orden y sus colores41. Y
se determina que la ciudad ayude a los peleteros por si hacen algún entremés.
También lo harán los sastres, y los barberos, estos últimos uno dients que son artistes e no menestrals.
Al día siguiente se acordó hacer un entremés más, el de la visión de
San Domingo y San Francisco, de las tres lanzas, anunciando el fin del mundo.
Los mensajes de los entremeses, pues, están claros: la silla es un símbolo del
trono, de la autoridad y del descanso. Y la lanza una arma terrestre que
simboliza la guerra. Dentro del cristianismo es un atributo de la Pasión42.
También se decidió hacer tres campos de torneo, y el lugar donde
debían estar ubicados: uno en la Rambla, otro en el mercado, y el tercero
delante del Real43.
Por si todo esto fuera poco, el 13 de marzo, y tenemos otra novedad
que, al parecer, no tuvo mucho éxito, se encarga una arenga que estará dirigida
al rey. La persona elegida para hacerla es Joan Ferrando, abogado y doctor en
leyes.
Nueve días después, el 22 de marzo, sabiendo que los reyes estaban a
punto de salir de Barcelona, camino de Valencia, determinan pedirle permiso
para hacer tres entradas diferentes: el primer día entraría él, al siguiente lo
haría la reina, y al tercer día entraría el primogénito. También desean que
cada uno de los palios lleve doce bordones, y que se hagan cimeras para los
yelmos de quienes van a participar en los torneos44.
Como se puede observar la pujanza de la ciudad queda de sobras
demostrada con estos acuerdos, que contrastan con la petición dirigida a Martín
el Humano de hacer una sola entrada cuando llegó a la ciudad con la reina.
Quizás también se hiciera así para hacerle olvidar al monarca el poco
entusiasmo de los valencianos cuando fue elegido rey en Caspe, pese a la
inestimable ayuda prestada por San Vicente Ferrer. No deja de ser significativo
al respecto que se haga un bando anunciando que se multará a los gremios y
particulares que no participen en la entrada:
[...] E per ço sia obs que cascun estiga arreat e
apparellat fer bella festa mentre ha temps per tal rao los dits justicia jurats
promens e Consell intimats e denunciants les dites coses manen atots los
maiorals e caps dofficis e mesters e a cascuns daquells en nom e loch de cascun
offici e mesters aque sien estats amprats e pregats fer preparatoris a la dita
benauenturada festa en pena de doents florins dor per cascun offici e mester E
a cascun singular dels dits officis e menestrals en pena de vint florins dor
per cascun daquells contrafaents [...]45
Los jurados valencianos estaban tan dispuestos a que aquella fuera una
solemne entrada que hasta deciden vestir a las mujeres de la casa de la
penitencia, con cargo a la ciudad. Los colores elegidos para dichos vestidos
son el pardo o el azul, burell o blau.
Los
monarcas, mientras tanto, seguían sin hacer acto de presencia. Así que los
jurados siguieron tomando nuevas resoluciones. El 16 de mayo se determinó el
derribo de varias casas que dificultaban el paso de los entremeses. Y el desvío
de aquellos que, pese a todo, no pudieran pasar:
Es de opinio lo present
Consell que sien adobats tots los alberchs dels carrers per los quals haura
passar lo senyor Rey lo jorn de la festa per esguard dels entrameses de la dita
festa tro a la plasa dels Caxers fahent derrocar e dresar tot ço que nosa fara
o impediment dona als entrameses feta taxacio e esmena rahonable a aquels de
qui sia interes. E quan seran en la dita plasa los entrameses que no poran
passar per la Corregeria qui es estreta sien portats als lats del monestir de
frares menors e de aquí per lo carrer dels transits E de aquí per la Exerea e
per aquells mellors carrers que puxen portar tro al portal del temple Enaixi
quey sien portats ab mira en tal forma quey sien ans quel dit Senyor hi sia
intrat a fi ques mesclen ab los altres entrameses en sor orde del principi
[...]46
Pese a todo, el 19 de febrero de 1414 los jurados decidieron no cargar
a la ciudad con tantas obras y gastos. Así que sólo se modificarían dos calles,
dado que por ellas pasaban todas las solemnidades, sobre todo la procesión del
Corpus Christi: la Corregeria
i el carrer de les avellanes. Los entremeses que
no pudieran pasar por ahí se desviarían en busca de las calles por donde
cupiesen, es decir por la actual plaza del Ayuntamiento, desde donde irían al
cementerio de los judíos, situado frente al Parterre, en lo que hoy es el Corte
Inglés, y de aquí al Real.
Las obras, sin duda, debieron demorarse, pues el 13 de octubre se
decide ampliar la calle de la Corregeria. Gracias a este acuerdo, conocemos el
recorrido real, y la grandeza de los entremeses:
[...] E per embellir e mils festiuar la dita festa
la Ciutat fa fer diuerses entrameses molt bells los quals per necessitat de la
dita festa han ha passar per lo carrer de sent berthomeu e per lo carrer dels
cauallers e per lo carrer de la bosseria e per lo mercat e per la plaça dels
caxers e per sent Mari e per lo carrer de la coltelleria e per la corregeria e
per la plaça de la figuera e per lo carrer de les auellanes e per la seu e
tornar al Real del dit senyor Rey E los damunt dit entrameses per lur granea e
bellea segons es estat vist e regonegut per mestres e persones expertes no
poden bonament passar per alcuns dels dits carrers [...]47
La calle de la Corregeria, por lo tanto, es la que terminó por
ampliarse. Téngase en cuenta que por ella discurría, desde 1355, la procesión
del Corpus. Y que el rey, aunque no se diga explícitamente, hizo el mismo
recorrido que dicha procesión48.
Los entremeses, por otra parte, fueron todo un éxito. Trabajaron en ellos tanto
carpinteros como maestros cantores. Es esta la primera noticia que tenemos
sobre cantos, dialógicos o no, desarrollados en ellos. Cantos similares en la
procesión del Corpus son, al parecer, posteriores49. La ciudad quedó satisfecha del resultado.
Tenemos el testimonio del capellán de Alfonso el Magnánimo para corroborarlo:
En l'any de
mccccxiiii., a xxvi. de deembre, entra lo senyor rey don Ferando e senyora
reyna, fills e filles, en la noble ciutat de Valencia, hon li fon feta molt
insigne e instimable honor de molts entramesses, e molts bels e soptils, e tots
los hoficis de la ciutat, cascu fent ses maneres de festes, en la manera que
pus belament e honorosa podien, e aço durant continuament huit dies; e d'aqui
avant, durant e continuament moltes maneres de festes e solaços, en honor del senyor rey e de sa noble
companya. O Valencia, prospera en trihumfe de instimable honor, esser ennoblida
del sant pare, papa Benet50, e
de cardenals, bisbes e prelats, de tal e insigne rey, reyna, princeps, duchs,
comptes, barons, e de tanta manera de cavaleria, e de tantes maneres de gens!
be pots dir per cert que est alt en lo sobiran grau de la prospera honor de la
roda mundana, segons has fet en tos entramesses, en la festa de la entrada del
senyor rey51.
La demostración del poder de la ciudad quedó, pues, bien patente, no
sólo por las dos entradas, con doce días de diferencia, sino porque esta última
queda desgajada en tres. Añádese a ello los palios, los entremeses, los torneos
y el nada despreciable papel de los oficios con sus juegos y sus trajes y
divisas. Dado el rango de la gente que albergaba la ciudad cuando llegaron los
monarcas, al rey le debió quedar claro que la ciudad de Valencia era una ciudad
a tener en cuenta: no cabía mayor demostración de magnificencia. Ni podían
agasajar mejor al monarca: hizo el recorrido de la procesión del Corpus, por
tanto si Valencia había tenido alguna prevención contra él en Caspe, estaba
claro que lo aceptaba ahora como monarca indiscutible.
11. María de Castilla
María
de Castilla, hija de Enrique III de Castilla y de Catalina de Lancaster, fue
prometida en matrimonio al príncipe Alfonso, el futuro Alfonso el Magnánimo, en
1406. La boda, sin embargo, no se celebró hasta 1415. Tuvo lugar en Requena, y
fue seguida por la consiguiente entrada en la ciudad de Valencia. Así lo quiso
el rey, quien se lo comunicó a los jurados para que le hicieran las fiestas y
los regalos pertinentes. Obsérvese que es el propio monarca quien así se lo
pide a los jurados:
Fon proposat en los
present concell per los honorables jurats que lo senyor Rey los hauia amprats
com ell volgues e hagues acordat que lo senyor princep de Gerona e primogenit
seu fes les noces e consumas son matrimoni ab la infanta dona maria fill del
molt illustre princep Rey de castella lo cinquen jorn de juny primeruinent e a
la fetiuitat e solmenizacio del dit matrimoni volgues segons es acostumat en
semblants actes que los missatgers de la dita Ciutat e de les altres ciutats
hic fossen com dixessen que les dites noces se deuien fer en Requena hoc els
hauia pregats que li apparellasen bella festa e donatiu dargent segons era stat
acostumat en temps passat en semblants festes e mellor ab entrameses hoc encara
feren legir en lo dit concell vna letra que del dit material era stada tramsea
e presentada als dits honorables jurats52.
El Consell no tomó ningún
acuerdo ese primer día, 8 de mayo de 1415. Fue el día 29 de ese mismo mes
cuando determinaron, en contra de la voluntad del rey, que deseaba tres palios,
hacer uno solamente, destinado a María de Castilla. También haría 24 gramallas
de tela de oro. Igualmente, y con cargo a la ciudad, vestiría a los justicias y
racionales, así como al escribano y al síndico. Dos días después el Consell se volvió a reunir teniendo como
asunto central de su discusión la exigencia de los tres palios por parte del
rey. La ciudad se mantuvo firme alegando que la boda era cosa del rey. Y de
paso los jurados elegidos para ello renunciaron a los vestidos que la ciudad
les iba a hacer con motivo de la entrada. No se especifica el motivo de tal
renuncia53. Es posible que fuera como
protesta por la injerencia del rey en unos asuntos que no tenía porqué decidir
él. O reclamando moderación a una ciudad que había vivido, medio año antes, la
entrada del rey y del papa Luna. Pese a todo Fernando de Antequera no se daba
por vencido. Pues el día 10 de junio los jurados vuelven a tratar el asunto de
los tres palios, manteniéndose firmes en hacer sólo uno. Conceden, por el
contrario, que los oficios, así lo ha pedido el monarca, bailen y hagan fiesta
durante tres días seguidos54.
Por los pagos realizados sabemos que hubo entremeses, fuegos, justas y
el derribo de un trozo de la muralla, tras la puerta del Temple, para que
pudieran pasar los entremeses. Para la visión de éstos se alzó una tarima,
destinada a la princesa, frente a las torres de Serranos55. Se le regaló también un collar de oro con
perlas y piedras finas valorado en 30.000 florines56. Al parecer el monarca consiguió el regalo, no
sabemos si también le hicieron alguno al príncipe, aunque nos inclinamos a
creer que no, dado que no se consigna en ningún sitio. Es probable que los
jurados no se lo hiciesen, puesto que se lo habían hecho seis meses antes.
Tampoco, sin duda, accedieron a los tres palios que pedía el rey.
12. La consueta de la
entrada de Alfonso el Magnánimo
Fernando de Antequera murió el 2 de abril de 1416. Le sucedió en el
trono su hijo Alfonso, el cual no tardó mucho en venir a Valencia. Aunque su
entrada como rey no se celebró hasta su regreso de Italia en 1424. El 6 de
diciembre de 1423 los jurados le escribieron una carta dándole cuenta de los
festejos realizados en la ciudad nada más saber su salida de Nápoles.
Igualmente se celebró ab gran jocunditat, festa e alegria de alimares, luminaries, sons e cants el haber salido con bien de la tormenta que lo cogió en alta mar57. El día 15 de ese mismo mes comenzaron los
preparativos para la entrada: se convoca a todos los oficios de la ciudad para
que participen yendo bien vestidos. Deben ir con sus bailes, y con gozo y
alegría. Este mismo día se nos indica el recorrido del monarca: entrará por la
Puerta del Mar, seguirá por la calle del mismo nombre, llegando a la actual
Plaza de la reina. Subirá luego por la Corretgeria siguiendo hasta Caixers, y
per la Bosseria irá a Cavallers, donde encarará ya la entrada a la catedral.
Hace un recorrido, pues, circular por lo parte antigua de la ciudad.
Por supuesto se ha facilitado el recorrido para que todos los vecinos
aseen las calles, que deben cubrir con arrayán, y empalíen y adornen las
paredes de sus casas.
Sabiendo que el rey viene por el mar, se ordena que en terrazas,
torres, campanarios y otros lugares eminentes, se enciendan fuegos así se sepa
que la escuadra real ha entrada en aguas de Valencia. Por supuesto la
iluminación irá acompañada de cantos, cohetes y todo aquello que denote alegría
y contento.
Por esa misma razón se prohiben los vestidos de luto, al igual que en
la exequias regias, sin conseguirse del todo, se prohibía toda señal, ropa
incluida, de alegría58 De
todos los acuerdos se hizo público bando a fin de que nadie pudiera alegar
ignorancia59.
El
día 16 se siguen tomando nuevos acuerdos: el encargo de un entremés, se repite
lo de los fuegos en los lugares altos de la ciudad, y adornar con estandartes
el muelle de madera por donde desembarcará el rey, sobre el que también se
arrojará arrayán. Avisan a los habitantes del Grao para que engalanen calles y
casas. Se determina también comprar un caballo, que le será ofrecido al rey,
con todos sus aditamentos, y hacerle un palio. Éste será llevado por doce
hombres honorables; el freno del caballo lo llevarán dos, y ocho irán delante
del monarca. Se ordena hacer banderas para colocarlos a lo largo del recorrido
real. Los oficios, como siempre, son convocados a fin de que asistan lo mejor
vestidos que puedan, y vayan con sus pendones bailando.
Como novedad nos aparece la petición, dirigida al cabildo, de hacer
una solemne procesión, en la que participe el clero de la catedral y de todas
las otras iglesias, a fin de salir a esperar al rey. La procesión no irá más
allá de la Puerta del Mar, de donde regresará a la catedral acompañando al
monarca en su entrada. Ya no cabe, dado que hace el recorrido del Corpus
Christi, mayor equiparación del monarca con Cristo. Tras este último acuerdo se
insiste, una vez más, en la limpieza de calles y adorno de fachadas con paños
de oro.
Por
fin el sábado día 29 de enero de 1424 se hizo el bando anunciando la inminente
llegada del rey. Entre tanto ha habido cambios: el monarca no viene por mar
sino por tierra. Entrará por las torres de Serranos haciendo el mismo recorrido
que hizo su padre, Fernando de Antequera, diez años antes.
La entrada se volvió a retrasar. Los jurados se reunieron de nuevo el
día 1 de febrero más que nada para corroborar los viejos acuerdos. Poco había
que añadir a lo ya estipulado. No obstante es interesante la reunión de este
día porque lo allí dicho fue copiado en un folio aparte:
Primerament[20]
que sia dit al senyor Rey que a ell per sa merce placia venir lo dijuos bon
mati aqualque loch prop lo abeurador axi com alespital den Clapers o al
loch preparat on ell deu mirar e aquest
parria que fos pus propri.
Item
que sien assabentats los gouernador e son lochtinent justicia criminal e lo
lochtinent e vltra ells sien amprats alguns cauallers gentils homens e
ciutadans honrats en nombre couinent los quals sien ordenadors e guiadors dels
officis o mesters e los entrameses E tots hajen poder de pendre qualseuol
mouents remors en la dita festa e soltar aquells E per ço que sia preclusa via
adebats par ques deguessen metre en orde per scrits los officis per ço que dela
graduacio de aquells no sia questio
Item
que en la plaça denant lo abeurador sien fetes barreres tals que la dita plaça
romanga delliura per als entremeses
Item que passats tots
los officis e mesters e los entrameses sia aqui prest lo cauall per adonar e
presentar al senyor Rey lo qual li presentara lo sindich de valencia. E
caualcant en aquell lo senyor Rey ab lo pali e altres portants gramalles dor
als banchs del fre e anants denant vajen apeu ab lo senyor Rey fins que sia
entrat en lo seu Reyal"[21].
Estos mismos acuerdos, a partir del adverbio primerament, como ya hemos indicado, están transcritos
en dos folios sueltos, sin numerar, con el título de Memorial
de les coses ques deuen fer e obseruar enla festa de la entrada del senyor Rey
en lo dia del digous prop vinent.
Dichos folios están doblados por la mitad, sin duda para poder llevarlos con
comodidad en la mano o en un bolsillo: fueron transcritos para un posible
maestro de ceremonias. En el anverso del primero constan los acuerdos. En el
reverso y anverso del siguiente, de forma incompleta, figuran los nombres de
los jurados que deben llevar los bordones y el palio. El reverso del último
folio está en blanco. Están sueltos, como algunas copias de los bandos que
devolvía el crida, una vez hechos. Los folios miden lo mismo que el resto
de los que componen el Manual, 29,8 x
22 cms., aunque son de letra distinta a la de los acuerdos de dicho manual. Los
copiaron, pues, para saber en todo momento lo que se debía hacer. Los jurados,
así, van a tener un modelo en esta consueta. Lo cual demuestra el enorme valor
dado a la llegada de Alfonso V. Hay un maestro de ceremonias.
En el memorial, tras los acuerdos, como hemos
indicado, está la lista de los que irían delante del rey. La entrada, sin
embargo, no se realizó ese día, sino el 10 de febrero. Fue debido el retraso a
las grandes lluvias que hubo en Valencia durante aquellas fechas Explica esto que
el bando anunciando la entrada aparezca el 8 de febrero de 1424.
De esta entrada cabe resaltar la grandeza en la
concepción, no de la entrada en sí, sino de la que esperaban realizar si el rey
hubiera venido por el mar. El recorrido real, en ese caso, hubiera sido
larguísimo, y hubiese conllevado la construcción de un muelle de madera,
adornado con banderas y pendones, amén de los entremeses y el regalo de un
caballo. Se convoca al clero para que salga a esperar al rey a la Puerta del
Mar. No deja de ser curioso, al respecto, que la primera crida que se hace anunciando la llegada de Alfonso el Magnánimo
comience con la misma fórmula con la que comenzaban los bandos anunciando las procesiones: Alaor e
gloria de nostre senyor deu e de nostra dona sancta maria e del glorios martis
mossen sent vicent patro singular dela Ciutat de valencia e a exaltacio de la
precellent Reyal Corona Darago e per festa e celebritat de goigs e alegries per
la benauenturada entrada del motl alt senyor Rey en aquesta Ciutat... Tampoco deja de ser asombrosa la concepción
espectacular de los jurados: mandan hacer fuegos en las partes más altas de la
ciudad, a fin de que ésta se vea totalmente iluminada desde alta mar. Valencia
era capaz de transformar la noche en día. Para ello se proveyó de leña a
torres, campanarios y terrazas. Y, cómo no, se prohibe toda manifestación o
vestido de duelo.
Se convoca a los oficios a fin de que vayan con sus
ropas cantando y bailando. Los entremeses, como ya venía siendo habitual,
corren a cargo del Consell. Los
oficios salieron al Real y acompañaron al rey durante toda su entrada, como era
preceptivo. A lo largo del recorrido, se hicieron torneos. De esto, sin
embargo, nada dice el Memorial, preocupado, por el contrario, por evitar riñas
y peleas entre los oficios por cuestiones del protocolo. Tampoco se consigna el
orden de los oficios, pese a que se demanda en el mismo memorial, tal vez
porque era conocido para el probable maestro de ceremonias. Como tampoco se
consigna el nombre de destradores ni portadores del palio, quizás por la misma
razón.
Es una consueta breve y escueto; pero no por ello
carente de interés: es un primer apunte para dirigir las entradas desde la
entrada misma. Ya hemos visto también como las otras entradas se transformaban,
a su vez, en consuetas para las recepciones posteriores, aunque éstas nunca
llegaron a ser un ritual, un todo cerrado y definitivo, sino una fiesta
política que fue variando conforme lo hacía la sociedad que la ponía en pie.
Las entradas reales son la fiesta del poder; pero del poder de la ciudad. Y a
través de esa fiesta, de su concepción y realización, se puede llegar a
comprender las relaciones del rey con la ciudad, los problemas derivados de la
monarquía y el Consell, e incluso las
relaciones familiares entre los distintos miembros de la realeza. Es un
microcosmos digno de estudio, no sólo por la fiesta, por la puesta en escena,
sino por todo lo apuntado más arriba.
[1] Paul Zanker, Augusto y el poder de las imágenes, Madrid, Alianza Forma, 1992. Pág. 13.
[2] Ramon Muntaner, Crònica I. Cap. 12.
[3] Ramon Muntaner, Crònica I,
cap. 23.
[4] Véase TASIS
I MARCA, R. Pere el Cerimoniós i els seus
fills. Història de Catalunya, Vol. 7, Ed. Vicens-Vives,
1980, pgs. 3-13.
[5] Véase Manual de Consells, A-3, fs. 163-166. CARRERES ZACARÉS, Ensayo de una bibliografía de libros de fiestas celebradas en Valencia y su antiguo reino, Valencia, MCMXXVI, pgs. 1-4, y CARBONERES, M., Nomenclator de las puertas, calles y plazas de Valencia, Valencia, 1873, pgs. 144-146.
[6] Iglesia situada extramuros de la ciudad, en la actual calle de Sagunto. Parece ser que era una antigua mezquita. TEIXIDOR, J. , Antigüedades de Valencia, Valencia, 1895. Vol II, pág. 151.
[7] HUIZINGA, J., El otoño de la Edad Media, Madrid, 1978 pgs. 61-63 y 70-71.
[8] Manual de Consells, A-3, fs. 19-21 y
CARRERES ZACARÉS, Op. cit., pgs. 6-7.
[9] Estaría, más o menos, a la altura de la actual calle de María Cristina. BOIX, V., Valencia histórica y tipográfica, V. I, pgs. 118-121.
[10] Véase el plano, pág. 93 del libro de SANCHIS GUARNER, La ciutat de València, Valencia, 1989, 5ª edición.
[11] SANCHIS GUARNER, Op. cit. pgs. 109-111.
[12] CARRERES ZACARÉS, Op. cit.,pgs. 10-11.
[13] Pueden verse todos los acuerdos en el Manual de Consells, A-16, f.155-171. Y en CARRERES ZACARÉS, Op. cit., p.27 y ss.
[14] Es el Consell Secret. La administración municipal, a mediados del siglo XV, residía en un órgano consultivo y deliberativo: el Consell de Cent. Estaba formado por seis nobles, caballeros y generosos; cuatro ciudadanos, Els jurats vells; cuatro juristas, dos notarios, cuarenta y ocho representantes de las doce parroquias en que estaba dividida la ciudad, y dos representantes de cada oficio. Los oficios oscilaban entre más de sesenta y menos de ochenta. Dado los numerosos servicios que tenía que atender el Consell delegaba parte de sus responsabilidades en un comité ejecutivo, el Consell Secret, auténtico órgano directivo de la ciudad. Lo componían los jurados, el racional, el síndico y los abogados. Vid. BALAGUER CEBRIÀ, València en la crisi del segle XV, Barcelona, Ed. 62, 1976. Págs. 24-25 y 28-29.
[15] STRONG, R., Arte y poder. Fiestas del Renacimiento, Madrid, Alianza Forma, 1988. Pgs. 26-30, 63 y 143.
[16] Carreres Zacarés retrasó este origen a 1413 con la entrada de Fernando de Antequera. Así lo dice en La procesión del Corpus, Valencia, 1955, pg. 33. No obstante, dos años después, hablando sobre el origen de la palabra roca, afirma que bien pudieran ser los juegos de los oficios hechos para la entrada de los duques de Gerona el origen de las rocas del Corpus (Las rocas, Valencia, 1957, pgs. 7 y ss). Nosotros estamos convencidos de esto último, sin olvidar los juegos que ya se hicieron en la entrada de Alfonso X, antecedentes claros de éstos.
[17] Manual de Consells A-17, f.259 vto.- 264vto.
[18] Mata de Armanyac falleció en Zaragoza en 1378.
[19] Se celebraba un domingo después de la octava de S. Pedro y S. Pablo. ADELANTADO SORIANO, V., Rituales, procesiones, espectáculos y fiestas en el nacimiento del teatro valenciano, Tesis doctoral, Valencia 1995, pgs. 151 y ss.
20 El uso del palio en las entradas reales asocia éstas con la fiesta de Dios, con la procesión. De ahí que el rey reserve ese uso solamente para la monarquía. Véase KONIGSON, E., L‘espace théatral médiéval, París, 1975. Pág. 198.
21 CARBONERES, M., Nomenclator de las puertas, calles y plazas de Valencia, Valencia, 1873, pág.2.
22 Sobre las exequias de dicho rey en Valencia véase ADELANTADO SORIANO, V., Op. cit., pág. 275 y ss.
23 Recuérdese que la llegada del nuevo rey a la ciudad, y las cortes generales, se debían hacer, así lo acordó Jaume I, durante el primer mes después de la coronación. Véase SOLDEVILA, F., Jaume I. Pere el Gran, Barcelona, 1985, pág. 56.
24 Para todos l.os acuerdos, Manual de Consells, A-20 fs. 35-48.
25 Se habían prohibido a raíz de los azotes de peste que sufrió la ciudad. Véase ADELANTADO SORIANO, V., Op. cit., pág. 48 y ss.
26 CARRERES ZACARÉS, Op. cit., págs. 63-64.
27 ADELANTADO SORIANO, V., Op. cit., notas 240 y 244 de las páginas 174 y 179.
28 Véase Op. cit., pág. 45.
29 RUBIO VELA, A., “El segle XIV” en Història del País Valencià, Barcelona, 1989, vol II, págs. 171-264 .
30 Manual de Consells, A-20, f.155. Sobre la favorita y los problemas del rey con los municipios, véase RUBIO VELA, “Els temps difícils (1347-1375)” en Op. cit., v. II. Págs. 257-258.
31 Los acuerdos de la entrada están en el Manual de Consells, A-22, folios 99-172.
32 CARRERES ZACARÉS, Op. cit., pág. 68.
33 CARRERES ZACARÉS, Las rocas, pág. 5-6 y ADELANTADO SORIANO, V., Op. cit., entradas correspondientes.
34 RUBIO VELA, A., “La lenta recuperació (1375-1410)” en Op. cit., págs, 235-236.
35 BELENGUER CEBRIÁ, E., València en la crisi del segle XV, Barcelona, Edicions 62, pág. 13.
36 CARRERES ZACARÉS, Op. cit., pág. 70.
37 SANCHIS
GUARNER, Op. cit., pág. 132.
38 Teatro e culture della rappresentazione, a cura di R. Guarino, pág. 27 y ss.
39 RUBIO VELA, Op. cit., pgs. 260-261.
40 Manual de Consells, A-25, f.126 vto.
41 Sobre la lista de los gremios, ADELANTADO SORIANO, V., Op. cit, pgs. 634-635.
42 PÉREZ-RIOJA, J.A., Diccionario de símbolos y mitos, Madrid, 1971.
43 Manual de Consells, A-25, f. 152 vto. 154.
44 Manual de Consells, A-25, f.170 vto.
45 Manual de Consells, A-25, f.174 vto.
46 Manual de Consells, A-25, f.193.
47 Manual de Consells, A-25, f.406.
48 ADELANTADO SORIANO, V., Op. cit., pág. 694, nota 188.
49 Véase Teatre bíblic. Antic testament, A cura de Ferran Huerta, Barcelona, 1976, pág. 26 y ss. Y Teatre profà, A cura de Josep Romeu, Barcelona, 1962. VI, pág. 14 y ss.
50 Se refiere a la entrada de Benedicto XIII, realizada doce días antes. ADELANTADO SORIANO, V., Op. cit., pág. 98 y ss.
51 Dietari del capellà d’Anfos el Magnànim, Valencia, 1932, págs.109-111.
52 Manual de Consells, A-26, f. 11 vto.
53 Manual de Consells, A-26, f. 29 vto.
54 Manual de Consells, A-26, f. 34 vto.-35. El folio 35 vto., aparece totalmente en blanco. No hay más acuerdos sobre esta entrada.
55 CARRERES ZACARÉS. Op. cit., págs. 94-95.
56 Dietari del capellà... págs. 112-113.
57 CARRERES ZACARÉS. Op. cit., págs.65-66.
58 ADELANTADO SORIANO V., Op. cit., pág. 389 y ss.
59 Manual de Consells, A-28, f.18 vto.-19.