Autor: Lillian von der Walde Moheno (Universidad Autónoma Metropolitana - Iztapalapa)
Título Artículo: El “marco” de Triunfo de Amor, de Juan de
Flores
Fecha de envío: 6/05/2003
Resumen
en Castellano
En este
estudio analizo, desde una perspectiva retórica, la construcción del «marco» de
Triunfo de
Amor. Demuestro que la “Carta de
Joh<an> de Flor<e>s p<ar>a las enamoradas dueñas” puede verse
como la captatio benevolentiae de una epístola con una narratio enorme, y
ciertamente forma parte de la ficción
toda. Por tanto, en Triunfo de Amor se verifica, al igual que en las dos
novelas sentimentales de Flores, el fenómeno de reduplicación. Con esta
estructura se asocian dos planos diferentes y ficticios: el de la
supuesta realidad de las destinatarias, y el de la supuesta realidad de la
fábula de Amor a ellas narrada.
Abstract
In this study I analyze from a rhetoric perspective,
the construction of the «frame» of Triunfo de
Amor. I prove that the “Carta de Joh<an> de Flor<e>s p<ar>a
las enamoradas dueñas” can be seen as the captatio benevolentiae of an epistle with an enormous narratio, and certainly is part of the entire fiction. Therefore Triunfo de Amor confirms, as in the
other two sentimental romances of Flores, the phenomenon of reduplication. Two
different and fictitious levels are associated with this structure: the assumed
reality of the addressees and the pretended reality of the Eros fable narrated
to them.
El «marco» de Triunfo de Amor,
de Juan de
Flores
Lillian von der Walde Moheno
Universidad Autónoma
Metropolitana – Iztapalapa
M |
uchas de las cartas o de las cartas-dedicatorias
que preceden a un importante número de obras del siglo xv, aunque adoptan la estructura propuesta por los tratados
medievales de la ars dictaminis,[1]
cumplen cabalmente con la preceptiva dictada para la primera parte de la inventio
retórica; son, propiamente hablando, exordia. Lo podemos observar en la
obra que cierra la Edad Media hispana, pues en el texto liminar “El autor a un
su amigo” que aparece en la edición conservada de la Comedia de Calisto y
Melibea de Toledo de 1500, y en subsecuentes de la Comedia y de la Tragicomedia,
claramente se distinguen las cinco partes de la epístola en función exordial.[2] Juan
de Flores también utiliza este recurso, pero supedita la forma estricta de la
carta a otros intereses en Grisel y Mirabella[3]
o, en el caso de Triunfo de Amor, juega con él de tal suerte que no sólo
conduce, mediante petitio, a la inmediata recepción del escrito, sino
que convierte al segundo segmento (la carta-dedicatoria)[4]
en parte de la ficción. Este aspecto también se halla presente en la misma
epístola y en la narración dirigida a las destinatarias de la fábula de Amor,
pero se evidencia en el final de la novela que claramente incorpora al segundo
segmento como un elemento de ésta y, entonces, ello obliga a determinarlo, sin lugar
a dudas, como la captatio benevolentiae de una carta de “ap<er>çibimi<ent>o”[5]
que contiene una narratio enorme.
Pero
veamos, más en detalle, este original exordium que se abre con la
siguiente salutatio: “Carta de Joh<an> de Flor<e>s
p<ar>a las enamoradas dueñas”. El enunciado cumple con la norma epistolar
de la tercera persona,[6]
pero llama la atención el orden remitente-destinatario, ya que el escritor es
el subalterno (lo que se subraya a lo largo del discurso a las damas) y, en
teoría, debería aparecer al último.[7]
Sin embargo, tengo la impresión de que esta normativa se había vuelto un tanto
laxa en el mundo hispánico del periodo; a juzgar por lo que se observa en las
obras literarias del xv, no
siempre se sigue. Priva, por tanto, el querer destacar –en virtud de la
posición inicial– la voz del discurso, quizá como una ayuda para facilitar la
descodificación; pero también, en lo que concierne a este caso concreto, tal
vez se pretenda que el autor sobresalga, lo que implica una treta laudatoria
que se halla en relación irónica con la supuesta (y falsa) humildad del emisor
de la carta que sigue.
La
fórmula ab nostra persona del benevolum parare se elige en la
redacción del segmento, que es, como dije, un exordio; por tanto, habrá un
conjunto de esta clase de recursos, propios de la captatio benevolentiae,
a lo largo de éste y no únicamente en la parte que corresponde en la epístola;
no obstante, es posible determinar dicha sección a partir de las ideas
fundamentales que se establecen, y que estarán relacionadas con otras de un
amplio desarrollo en la que puede considerarse la narratio. Así, pues,
la captatio benevolentiae de la epístola la constituye la expresión del
deseo de servicio por parte del autor; quien, al considerarse indigno, ha
buscado en los confines del mundo “los más altos” y novedosos (“nouelas”)
“me<n>sajes” que interesen a las damas, y con ello lograr que su servicio
pueda ser bien recibido y él alcanzar “m<erce>des”.[8]
Flores
empieza la redacción estableciendo tanto su afán de servicio como su temor para
ejercerlo “en presençia”, habida cuenta el desmérito personal –lo que es una
forma del tópico de la “falsa modestia”.[9]
Como se observa, subliminalmente promueve la propia calidad moral, hecho que se
adecua a la recomendación ciceroniana, ab nostra persona, para ganar la
benevolencia de la recepción: “si de nostris factis et officiis sine arrogantia
dicemus”.[10] De manera
ingeniosa asocia su desmerecimiento a la necesidad de “yr a muy apartadas t<ie>rras a
traer nuevas de las grande<s> cosas q<ue> en cabo del mu<n>do
acaesçen” (fol. 27r), y esto no es sino un tópico más, que Curtius parafrasea
como “ofrezco cosas nunca antes dichas”,[11]
que tiene que ver con otra de las sugerencias ab nostra persona de Cicerón
(“si quae incommoda acciderint aut quae instent difficultates proferemus”)[12]
y con los mecanismos del attentum parare.[13]
Después, hábilmente emplea una similitudo mediante la cual redunda en lo
expresado, con lo que se subrayan los tópicos vistos: “porq<ue> ansý como
me<n>sajeros pobres q<ue> traen rica enbaxada son bie<n>
resçebidos de la señoría q<ue>l tal me<n>sajero oye, ansý yo,
co<n> esperança de ser mejor escuchado, busco los más altos
me<n>sajes q<ue> en la grandeza del mu<n>do se puedan dezir”
(fol. 27r). Y establecida ya la calidad de su servicio (sus
“mensajes”, esto es, su propia novela), repite la idea con otra similitudo
que no se le aplica: “[ si] desaco<n>pañado
de los tales seruiçios viniese, sería resçebido como labrador q<ue> a
puerta de gran señor, syn traer presente, pide m<erce>des” (fol. 27r).
Hay, aquí, una sutil búsqueda de galardón, que desarrolla como final de la captatio
benevolentiae con la breve exposición de una situación personal
desfavorable, y con la repetición de los tópicos del propio desmérito y de las
cosas nunca antes escuchadas que provocarán –y esto es una idea nueva– gozo
(resultado del servicio).
Antes de pasar a la narratio
de la epístola deseo destacar, por un lado, lo irónica que resulta la falsa modestia
del escritor, pues en realidad lo que hace es subrayar la novedad e interés de
la materia de su escrito; por otro lado, hay que hacer notar que da carácter de
realidad a su ficción: él ha presenciado las “grandes cosas” que ocurren en las
“apartadas tierras”. Este juego, que confunde realidad y ficción –y que seguirá
siendo empleado a lo largo del exordio–,[14]
es aprovechado de manera muy original al final de la novela, ya que –como lo
analizaré al final de este artículo– obliga a los receptores a incorporar como
parte de ésta lo que de alguna manera estaba fuera: la carta-dedicatoria.
La epístola continúa con la glosa de
lo previamente asentado. Siguen presentes los recursos ab
nostra persona del benevolum parare, pues aunque pueda
considerarse que de alguna manera hemos dejado atrás la segunda parte de la
carta, hay que recordar que el segmento que estudio es, propiamente, el exordium
de la narratio que será, precisamente, la fábula del dios Amor de la
novela.
Como
dije, Flores subrepticiamente estableció el interés que provoca su escrito;
posteriormente, con un mecanismo de falsa modestia, negará que tal cosa
suceda. Éste será “motejado y corrido”
por las destinatarias (otra vez emplea una similitudo; ahora, con un
paje de corte). A continuación, de nuevo mediante similitudo (con quien
“va al jnfierno”), se congratula de su sufrimiento pues existió (“es mejor ser
algo q<ue> nunca av<er> naçido”), esto es, efectivamente sirvió a
las damas.[15] Tales
conceptos, que implican a las destinatarias y al emisor, se repiten en los
subsecuentes desarrollos que constituyen la narratio de la epístola,
como si con la commoratio[16]se
quisiera puntualizar, para mover los ánimos, la injusticia de las mujeres ante
tal servidor. Se trata, entonces, de una argucia para disponer la voluntad de
los receptores a favor no tanto de la obra –cuyo interés quedó establecido en
las primeras líneas–, sino del autor.
Flores
explota la idea de que aunque su obra sea mal recibida por las damas, ello es
preferible a no haberlas servido. Aquí destaco únicamente el empleo de un simile
de procedencia religiosa (“alço las manos al çielo”, fol. 27r), que le sirve
para elevar su humildad frente a sus destinatarias explícitas,[17]
lo que obviamente es una forma de autoencomio. Y ya con este talante humilde, y
habida cuenta su (falsa) aseveración de que su escrito será repudiado, se
dibuja como alguien carente de envidia de quienes gozan de la simpatía de las
damas, acostumbrado a la mala fortuna y sin esperanza de galardón –que ilustra,
una vez más, mediante similitudo: “…aq<ue>lla
presunçión q<ue> tiene<n> los menores sieruos en casa de los reyes,
q<ue> envejeçen y muere<n> vfanos y pobres” (fol. 27v).
Irónicamente, pues, con este recurso para la obtención de benevolencia, niega
aquello que había afirmado: que pretendía retribución. Pero, así, aspira a
lograr el efecto contrario; por lo menos, que su obra sea vista con buenos
ojos. De allí que inmediatamente diga que le basta pensar que tiene entrada en
casa de las damas que sirve.
Viene, posteriormente, una
descripción de su oficio, no sin antes indicar que los servidores favorecidos
se estiman “en gl<or>ia como los s<ant>os más çercanos a Dios”
(fol. 27v), que es una exagerada expresión laudatoria para ganar la simpatía
por tan humilde servidor, de quienes dice son sus destinatarias.[18]
Y el oficio que a Flores le “cupo con las otras desdichas”, es el de “trotero”
(fol. 27v). Nótese que no habla de su labor de escritor, con lo que nuevamente
incorpora la ironizada verosimilitud de su ficción. Esto conduce, dicho sea de
paso, a considerar la carta exordial como parte integrante de la novela. Y ya
que califiqué como irónica la verosimilitud, comento un aspecto del arte lúdico
y ciertamente experimental de Juan de Flores: la carta y la narración de lo supuestamente
observado por el testigo presencial (el escritor) resultan irónicos porque Triunfo
de Amor no aborda hechos reales algunos, sino que es una obra alegórica que
contiene los virajes de fortuna de Cupido, con batallas entre amantes vivos y
muertos, etcétera.
Pero el propio escritor hace
evidente su juego (lo inverosímil visto como la realidad), con lo que guiña un
ojo a los receptores para que acepten que todo es ya ficción. Revela,
indirectamente, la res de su escrito: en su oficio de “trotero”, hubo de
ir a Persia a traer cuenta a las damas enamoradas de “cómo le va al dios de
amor” (fol. 27v). Y, luego, redunda en sus desdichas en una suerte de parodia
–ahora, a mi juicio, bastante clara– de los tópicos exordiales ab nostra
persona.[19] Y es que afirma,
y los receptores sabemos que ello es falso, que «cuando de año en año viene con
nuevas», las damas lo mandan “ensillar y caminar por otras”, y “va por los
poblados maldiziendo” su “ventura”, sufriendo “las luvias & nieves y
te<n>pestad de los fríos y vientos”, mientras que los otros se quedan en
“gran p<ri>vança” “con pequeño trabajo” (fol. 27v). Es una muestra del
humor de Flores, y prueba del arte de su verdadero oficio: escritor.
Establecido, pues, el pacto entre
receptores y escritor de aceptar lo falso como verdadero, sigue el autor con la
ficción exordial. El personaje Johan de Flores, que luego será el narrador
testigo de los acontecimientos de Persia, después de revelar sus males a los
otros personajes (las damas a quienes se dirige) para ganar su benevolencia,
les descubre sus sentimientos en una redacción que adorna con dialogismus[20]
y sententiae[21]
(que subrayo):
Tanta
lástima me viene de mí mismo q<ue> torno la vengança en mí de la pena de
mis desdichas, & aun por el pensami<ent>o contra vosotras, señoras,
no<n> oso pecar, cargandos las culpas de mis disfavores. Ante entre mí
mismo digo: “no<n> es en su mano fazerme m<erçe>d,
q<ue> avnq<ue> ellas quisiesen, mi fortuna me lo quitaría”. Y ansí,
vnas oras afligiéndome y otras consolándome, digo: “amigo, no te mates, que amores
y ob<is>pados (más son por ventura q<ue> por seruiçios
alcançados)”. Mas, como la t<ri>steza es grande y la
co<n>solaçió<n> pequeña, mal puede el hijo muerto resuçitar
co<n> las lágrimas del padre. Ansý yo. Mucho q<ue> me llore, sy
vosotras, como Dios, no guaresçes mi mal, mi trabajo será en vano
avnq<ue> más en cabo del mu<n>do me destierre a buscar la vida.
[Fol. 27r].
Toda
esta cuidada exposición del pesar, la mala suerte, y la bondad del ferviente
servidor “trotero” cumple la función, en cuanto exigencia de la estructura de
una carta, de preparar la petitio en concreto.[22]
Se disponen, pues, los ánimos de las que los receptores concedemos son las
damas destinatarias de la epístola, para que, desde su superioridad (no es en
balde la deificación),[23]
otorguen lo que habrá de solicitarse. Con esta base ya puede derivarse la
conclusión de lo expresado (“Y en pago de mis afanes, syquiera por
fauoresçerme”), que da pie a la petición –que se enfatiza con cursus planus:[24]
“aved paciencia y oýdme” (ff. 27v-28r).
Como ya lo he indicado con
anterioridad, al final de la novela, bien avanzado su último segmento, el
escritor aplica a las destinatarias de ese personaje y narrador testigo,
llamado Johan de Flores, el resultado de lo acontecido en la fábula de Amor:
…y tan gra<n> p<ri>sa me dan estos señores
q<ue> p<ar>a esta conq<ui>sta enbiastes por q<ue> os
enbíe las bulas o dispenssaçió<n> q<ue> p<ar>a
v<uest>ra nueua rreq<ue>sta n<uest>ro dios de amor
co<n>firma, q<ue> no me dan vida ni q<ui>ere<n>
q<ue> de contaros las nuevas mucho por estenso me dexe, y sólo enbiaros
esta carta de ap<er>çibimi<ent>o por q<ue> tengáys la
voluntad ap<ar>ejada p<ar>a quando el tal áspero ma<n>dami<ent>o
os llegare. Y la causa de av<er> tardado en esta paulina de amar es,
conosçie<n>do q<ue> las damas d<‘>España sean más fuertes
q<ue> otras mugeres de domar y más rretraýdas y esq<ui>uas
p<ar>a obedecer la premia desta rreq<ue>sta, y conosçiendo v<uest>ra castellana y estremada
condiçió<n> más q<ue> todas las p<r>ouinçias y naçiones de
mugeres, se pone acá señaladame<n>te mayor diligençia en v<uest>ra
paulina, q<ue> lieua ta<n> grand<e>s excomuniones y
maldiçiones q<ue> la q<ue> no lo obedeciere, sy mucho guardare el
cuerpo, p<er>derá el alma q<ue> ha de durar p<ar>a siempre.
[Fol. 68r].
Como
se aprecia, la interrelación entre la fábula sobre Amor en el mundo y la
de las damas enamoradas (que ahora
sabemos españolas) es, aquí, evidente. Los personajes que habían permanecido externos
a las acciones sucedidas en la fábula de Amor, ahora se involucran
directamente. Ello se logra mediante el narrador Johan de Flores, a quien el
escritor Juan de Flores hace transitar por sendas fábulas. Y este narrador se
ve apurado por las mismas mujeres, de las que supimos al inicio de la obra eran
sus destinatarias, para remitirles el resultado de la historia por él contada
con el fin de que estén preparadas para cuando llegue a la península Ibérica la
nueva ley del dios: que las mujeres “recuesten” a los hombres, en una total
inversión de los papeles amorosos.
En virtud del artificio arriba señalado,
es posible decir que la construcción de la obra adquiere, al final, la forma de
una epístola dirigida a las damas, en la que la inmensa fábula de Amor es sólo
la narratio de ésta, mientras que la carta inicial –con todo y sus
partes–, cumple (y bien lo hace) la función de exordium o captatio
benevolentiae. Esta construcción se ve apoyada, además, por la puesta en
práctica de una serie de recursos ab nostra persona al cierre de la
novela que tienen que ver, por ejemplo, con el tono humilde y algunos conceptos
ya antes empleados en la carta-dedicatoria inicial: “Y co<n> el temor
q<ue> os tengo tomado, q<ue> sienpre me faltó con vosotras lengua y
graçia p<ar>a valerme, q<ue> ya me conosçéys q<ue> sé muy
bie<n> seruiros y muy mal hablar ni pediros”, “Yo sienp<re>,
señoras, he puesto el cuydado en trabajar atrauesando t<ie>rras y mares
por buscaros nueuas de llorar y rreýr, y no atreuiéndome en la lengua p<ar>a
q<ue> syn el trabajo de la obra espere gualardó<n>” (fol. 68v),
etc. También define esta estructura una redacción a manera de conclusio
que relaciona a los dos miembros de la primera fábula: “Johan de Flores” y sus destinatarias.
Ahora bien, creo que ha quedado claro que
en la novela existen dos fábulas, las cuales se conectan por interreferencias
de diverso tipo;[25] por tanto,
es posible verificar en Triunfo de Amor el fenómeno de reduplicación,
que consiste en insertar una narración en otra que le sirve de marco, y que es
característico, dicho sea de paso, de las novelas sentimentales[26]
–que es un género que Juan de Flores cultivó. En síntesis, nos encontramos ante
una obra que contiene dos fábulas interrelacionadas; una, que apenas desarrolla
el escritor, funciona como marco de la otra, la cual es la que se trata con
todo detalle. La primera, ciertamente, da lugar a la segunda, y los resultados
de esta última inciden en la que le dio origen y que, como hemos visto, se
retoma específicamente en la última parte de la novela.
Para concluir, permítaseme recalcar la
originalidad de la estructura de Triunfo de Amor. Mediante ésta el
escritor asocia dos planos diferentes y ficticios: el de la supuesta realidad
de las destinatarias, y el de la supuesta realidad de la fábula a ellas
narrada.
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[1] Para una introducción
general al arte epistolar del Medioevo y a sus tratadistas véanse el cap. VIII del libro de C. S. Baldwin (Medieval Rhetoric and Poetic, 206-227), el cap. V
de la Parte Segunda del volumen de J. J. Murphy (La retórica
en la Edad Media, 202-274), y el libro de M. Camargo (”Ars dictaminis”. “Ars dictandi”). S. M. Wight ha editado en internet algunas preceptivas de esta arte (Medieval
Diplomatic and the «ars dictandi»); también es posible hallar, vía web, la
Ars dictaminis de Thomas Capuanus (ALIM – Archivio
della latinità italiana del Medioevo). Dos números monográficos, de
sendas revistas académicas, exploran diversos aspectos de esta arte medieval (Disputatio
1, 1996 y Rhetorica
19.2, 2001). En lo que concierne a la
Castilla de la Edad Media, son básicos los trabajos de Carol A. Copenhagen
(“The exordium or captatio benevolentiae in Fifteenth-Century
Spanish Letters”, “Narratio and petitio…”, y “The conclusion…).
[2] A este texto dediqué un
artículo (“El exordio de Celestina: «El autor a un su amigo»”). Cabe
decir que como “el discurso pequeño quedó sin reglas propias”
(Whinnom, “Introducción crítica”, 53),
éste frecuentemente se adecuó a la normatividad propuesta por la ars
dictaminis; no debe, pues, extrañar, la forma epistolar de determinados segmentos
de las obras literarias. Sobre
el empleo de la ars dictaminis en la composición literaria, véase C. B. Faulhaber (“The Summa dictaminis of Guido Faba”), así como el
ya clásico libro de C. E. Kany (The Beginnings of the Epistolary Novel in
France, Italy, and Spain). Para el aprovechamiento
de este arte en la novela sentimental, remito a F. Vigier
(“Fiction épistolaire et novela sentimental en Espagne aux xve et xvie siècles”) y a L. von der Walde (“La estructura retórica de la ficción
sentimental” y “Estilo y estructura en las ficciones sentimentales de Flores:
la retórica”); para los libros de caballerías, S. Roubaud ha estudiado el tema en el
artículo que firma con M. Joly (“Cartas son cartas. Apuntes sobre la carta
fuera del género epistolar”, 103-112); finalmente, por mencionar sólo un género
más, véase el acercamiento a la elegía epistolar de L. Simó (“Una elegía”).
[3] Analizo este exordio en Amor e ilegalidad (41-52).
[4] Llamo “segmento” a todo
texto que se singulariza en la obra por corresponder a una determinada voz. A
excepción del primero en TA, los segmentos se individualizan en virtud
de una cabeza que les da pie (véase Walde, “Estilo y estructura”).
[5] Cito
por el ms. de la Biblioteca Colombina de Sevilla (f. 68r), con apoyo sustantivo en la transcripción de Juan
Fernández Jiménez.
Emplearé puntuación y acentos de acuerdo con la norma actual.
[6] C. S. Baldwin, 220.
[7] “…if an inferior writes to a superior, or a superior to an inferior,
the superior’s name goes first” (C. Faulhaber, 95). Véanse
los ejemplos de saludos que aparecen en las preceptivas; remito sólo a uno: Ars
dictandi: Aurea Gemma <Gallica> §§1.2-4, 1.19-26, 1.29-50
[8] Inicia con “Porq<ue>
por mí mesmo...” y concluye en “...por ohýrlas goses”
(fol. 27r).
[9] Vid. Curtius, Literatura europea, 127.
[10] Ciceronis,
De inventione, 17. El obispo de Burgos, Alfonso de Cartagena, tradujo
este libro en el siglo xv (Libro de Marcho Tullio Çicerón q<ue> se
llama dela Retórica, Biblioteca del Monasterio de El Escorial Monasterio,
ms. T-II-12).
[11] Op. cit., 131.
[12] Idem.
[13] Dar
un “golpe efectista” que “consiste en la afirmación […] de que el objeto que se
va a tratar entraña una importancia extraordinaria (rerum magnitudo)”
(H. Lausberg, Manual, I, 244).
[14] No
sin parodia, como se verá más adelante. Dicho sea de paso, con este juego
también se transparenta la falsedad de la supuesta autobiografía de las novelas
sentimentales y otras obras coetáneas.
[15] Citas
en fol. 27r.
[16] En
su acepción más amplia, repetición de un mismo pensamiento: el central (vid.
Lausberg, Elementos, §§ 366-367, 178.
[17] Los
receptores todos somos sus destinatarios implícitos.
[18] Como
se observa, otra vez se juega con referencias religiosas que magnifican
(deifican) a las damas. El recurso, que
encomia tanto a las destinatarias como –indirectamente– al emisor, es frecuente
a lo largo de la carta.
[19] Concretamente,
emplea la recomendación “si quae incommoda acciderint aut quae instent
difficultates proferemus”
(Ciceronis, op. cit., 17).
[20] Vid. H. Lausberg, Elementos, § 432 núm. 3, 218.
[21] Vid. ibid., § 398, 199.
[22] Quizá la exposición sea la
misma petitio. Hay que recordar lo que
asienta C. Copenhagen: “…it is very difficult to create arbitrary divisions
which do the letters justice. Therefore, recapitulation of arguments and all
matters pertaining directly to the subject matter of the letter will be
considered as part of the petitio and the more technical formulaic
closing words the heading of conclusio” (“Narratio”, 11).
[23] “…contra vosotras, señoras,
no<n> oso pecar”, o bien mediante similitudo, “sy vosotras, como
Dios, no guaresçes mi mal”.
[24] Los
manuales recomendaban cerrar las cartas con cursus. Y es que “el final
de la oración es el lugar más apropiado para el ritmo” (Lausberg, Manual,
II, 341. Véase cursus planus en 371).
[25] Una interreferencia más,
ya en el grueso de la fábula de Amor, está constituida por las expresiones que
dirige el narrador a sus destinatarias.
[26] Como lo ha explicado R. Rohland (La unidad genérica, 50-52).