Autor: Enrique Suárez Figaredo
Título Artículo: Los ‘sinónomos
voluntarios’: un reproche sin réplica posible
Fecha de envío: 2/09/2006
REsUMEN:
Este artículo aclara el
sentido de la frase ‘hacer ostentación de sinónomos voluntarios’ que se lee en
el prólogo que ‘el Licenciado Alonso Fernández de Avellaneda’ puso a su
continuación del Quijote cervantino. Todo lo referente al enigma de
Avellaneda resulta polémico; pero la interpretación del pasaje que aquí se
propone habría de tener buena acogida, pues si bien no produce avance alguno en
la identificación del verdadero autor del Quijote apócrifo, tampoco
supone serio contratiempo a alguna propuesta.
Abstract:
This
article intends to throw some light upon the meaning of the sentence ‘hacer ostentación de sinónomos voluntarios’
that the ‘Licenciado Alonso Fernández de Avellaneda’ wrote in the
introduction of his continuation of Cervantes’ Quixote.
Everything in connection to the identification of the true author of
Avellaneda´s Quixote
seems questionable, but the proposed interpretation of that paragraph should
get a good welcome, because it does not in any way hinder any proposed
version.
Los ‘sinónomos
voluntarios’: un reproche sin réplica posible
I - ANTECEDENTES
Desde hace casi tres siglos, cuando Gregorio Mayans alumbró la primera biografía de Miguel de Cervantes, la crítica cervantina se ha preocupado de intentar averiguar la verdadera identidad de aquel ‘Licenciado Alonso Fernández de Avellaneda, natural de la villa de Tordesillas’ que en 1614, con pie de imprenta en Tarragona[1], se avanzó a la segunda parte del Quijote que preparaba el alcalaíno. No se ha podido encontrar documento alguno que permita cerrar definitivamente el enigma, pero no por eso faltan candidatos a quienes cargar el mochuelo, aflorados por diversos investigadores en función de las pruebas circunstanciales que cada uno de ellos ha creído detectar en aquel Quijote aprócrifo y en la producción literaria y noticias biográficas cervantinas del periodo comprendido entre el Quijote de 1605 y su muerte en 1616.
Cuando sepamos quién fue el intruso, de seguro creeremos descubrir en su Quijote y en la obra cervantina cosas que antes nos pasaron desapercibidas. Por el momento, ni siquiera está claro que Cervantes llegase a conocer la identidad de su émulo; y en esas condiciones, ¿quién nos la podrá revelar, sino el mismo Avellaneda?
En su libro hay un aspecto en que se han detenido varios comentadores: el prólogo contiene un feroz ataque a Cervantes, en tanto que en el texto poco hay más que aquel recurrido chiste relativo a los cuernos (cuernos = ciervo = Cervantes). Algunos comentadores creen que la mano del prólogo fue otra que la que del texto, y casi todos ellos asignan el prólogo al inevitable Fenix de los ingenios, que habría puesto así la guinda a la obra (quizá encargo suyo) de un admirador, o mejor, de uno de sus satélites. Yo, que prefiero calificar a Avellaneda de más listo que ‘bellaco’ y que creo advertir cierta ironía en aquellas alusiones a Lope, me sumo a quienes opinan que se propuso y logró separar ambos entornos: Cervantes recibiría un correctivo literario en el texto y un correctivo personal en el prólogo.
Parece, pues, que si Avellaneda dejó alguna buena pista que permita identificarle (de propósito, orgulloso de su criatura, o inadvertidamente, llevado por la rabia) la encontraremos en el prólogo; y así, cada frase merece ser analizada. Si damos crédito al intruso[2], Cervantes le ofendió en la primera parte del Quijote, y también a Lope de Vega; y más adelante, cuando vuelve a protestar de ello, le censura, también, el empleo de ‘sinónomos voluntarios’. Decía Avellaneda:
Tenemos ambos un fin, que es
desterrar… los… libros de caballerías…; si bien en los medios diferenciamos,
pues él [Cervantes] tomó por tales [por medios] el ofender a mí, y
particularmente a quien tan justamente celebran las naciones más estranjeras y
la nuestra debe tanto, por haber entretenido honestísima y fecundamente tantos
años los teatros de España con estupendas e inumerables comedias con el rigor
del arte que pide el mundo y con la seguridad y limpieza que de un ministro del
Santo Oficio se debe esperar[3].
Yo[4]
sólo he tomado por medio entremesar la presente comedia con las simplicidades
de Sancho Panza, huyendo de ofender a nadie ni de hacer ostentación de
sinónomos voluntarios, si [aunque] bien supiera hacer lo segundo y mal lo
primero.
Pretendo en este artículo aclarar el sentido de la expresión ‘hacer ostentación de sinónomos voluntarios’: uno de los más discutidos pasajes del prólogo del Quijote apócrifo. Y dedicar unas líneas a exponer mi propia trayectoria crítica en este asunto servirá de introducción al tiempo que de ilustrar lo resbaloso del problema.
En mi libro Cervantes, Figueroa y el crimen de Avellaneda[5] creí conveniente hacer partícipe al lector de los avances y retrocesos en el transcurso de mi investigación, en la que distinguí varias etapas. Uno de aquellos cambios de orientación tuvo que ver con la expresión ‘hacer ostentación de sinónomos voluntarios’, que inicialmente interpreté como ‘adornarse con sinónimos’:
Si Avellaneda se reconoció en DQ1 (en particular si se
usó de un seudónimo), también otros debieron reconocerle … ¿Sólo entonces
[1614] se le ocurrió cómo vengar aquel ‘ofender a mí’ de 1605? ¿Tan paciente y
prudente era quien 10 años después escribíó lo de ‘Aries… Capricornio… San
Cervantes’? … Quizá Cervantes no ofendió a Avellaneda (al menos, no empleando
un seudónimo [tan manifiesto] que le obligase a reaccionar de inmediato), y
quizá aquellas palabras del prólogo de DQA puedan interpretarse rectamente: Yo sacaré partido del personaje de Sancho
Panza; pero no ofenderé a nadie (porque no soy tan malicioso como
Cervantes), y evitaré el empleo abusivo
de vocablos sinónimos (porque tal recurso me desagrada).[6]
Luego, al detectar por mi cuenta en ‘Vicente de la Rosa’ lo que podría ser otro ‘alias intencionado’ (como propuso leer ‘sinónomo voluntario’ Martín de Riquer[7]), di cierto crédito a tan tentadora interpretación, pero siempre mantuve y expresé mis reservas:
Jerónimo de Pasamonte (cree Riquer) y también Vicente
Espinel (creemos nosotros) aparecen caricaturizados en DQ1 en las figuras de un
malhechor condenado a galeras y de un chulesco soldado, con los nombres de
Ginés de Pasamonte … y Vicente de la Rosa … Pero … proponer a Espinel como
aquel Avellaneda que tanta antipatía sentía por Cervantes parece
irremisiblemente destinado a ‘estrellarse en la noción que tenemos de la
amistad y el respeto recíproco que en vida uno y otro se profesaban’. Así las
cosas, parece que, en el mejor de los casos, hemos abundado en lo … de
‘ostentación de sinónomos voluntarios’… (y eso, según qué interpretación se le
dé; que ya manifestamos nuestras reservas).[8]
Y en las páginas finales del libro:
No hemos sido capaces de detectar en DQ1 el ‘sinónomo voluntario’ que apunte a
[Cristóbal Suárez de] Figueroa. En algún lugar de este trabajo ya comentamos
que quizá sea erronea la… interpretación del prólogo de Avellaneda: ‘me ofendió con un sinónimo’.
…
No va a ser fácil encontrar otro candidato a Avellaneda
con mejores credenciales que … Figueroa, todo y que no le localicemos en DQ1
con un ‘sinónomo voluntario’ …
Quiza … por … buscar entre aragoneses, quizá por dar por sentado que Avellaneda
fue clérigo, quizá por haber prestado excesiva atención a ‘sinónomos voluntarios’ y pequeños
detalles, quizá por perder el tiempo con anagramas, Figueroa ha podido dormir
en plácido incógnito el sueño eterno.[9]
En lo que a mí respecta, pues, el asunto de los ‘sinónomos voluntarios’ no quedó cerrado. Pasado cierto tiempo, creí conveniente poner en orden mis ideas al respecto, comenzando por recopilar cuantos ejemplos encontrase en otros textos contemporáneos. El previsible resultado del presente trabajo sería favorecer la duda razonable[10] con que cabe acoger aquella interpretación: que Cervantes ofendió a Avellaneda mediante algún ‘sinónomo voluntario’.
Pero uno piensa el bayo y otro el que lo ensilla: cuando revisaba una copia en papel del trabajo ya finalizado, leí la solución (bien obvia, por cierto) en mis propias palabras. Tuve, pues, que cambiar mis conclusiones sobre la marcha.
II- DIMES Y DIRETES EN LOS
PRÓLOGOS DE AVELLANEDA Y CERVANTES
Pasando por alto varios de los reproches que Avellaneda le dirige en el prólogo de su Quijote[11], Cervantes responde en el de su continuación con calculada moderación, presentándose como alguien cuya modestia no merece semejante ataque y situándose en un nivel moral superior a su mordaz enemigo (v. la Tabla de la pág. sgte.). Las descalificaciones y amenazas las delega en el ‘lector amigo’, que las habrá de trasladar a Avellaneda (si llega a dar con él) por medio de dos historietas de loco y perro.
En fin, Cervantes pasa de puntillas sobre el ‘ofender a mí’ que protestaba Avellaneda (ni siquiera replica con un fácil ‘Yo no ofendo a nadie’, como hizo en las Comedias y entremeses. Se limita a decir: ‘No a Lope’, y ello con manifiesta ironía:
Reproches de
Avellaneda |
Réplica de
Cervantes |
Tu prólogo de dQ1 fue
agresor, y el de las NE fue presuntuoso |
|
Tus NE son más bien
satíricas, pero ingeniosas |
O sea: son buenas.
¡Gracias! |
Eres manco |
Soy un héroe de guerra: un
ejemplo |
Murmuras de todos |
|
De soldado sólo te queda la
chulería |
|
Te perjudico económicamente |
Eres maligno, pero ingenuo:
poco se gana con los libros. Y para mi sustento ya tengo benefactores |
Me ofendiste en dQ1, y
también a Lope de Vega |
|
Siempre murmuras de él |
Falso: le admiro en todo
(!!) |
En tu dQ1 deslizaste
ofensas |
Yo no ofendo a nadie[12]
|
En tu dQ1 incurriste en
‘ostentación de sinónomos voluntarios’ |
|
Eres un viejo huraño y
colérico |
El entendimiento se mejora
con la edad |
Careces de amigos en la
profesión |
Mis importantes
benefactores aprecian mi nobleza de espíritu |
Nadie importante se rebaja
a preludiar tus obras |
Yo me basto[13] |
Tu Galatea no estuvo mal; pero las más de tus NE son comedias en
prosa, no verdaderas novelas |
|
No nos canses: retírate |
Tengo más libros por
publicar |
Eres envidioso, y de los peores |
No envidio lo material |
Has pisado la cárcel |
|
|
Bien sabes que has cometido
una mala acción: por eso no das la cara. Tu Quijote no tiene ningún mérito: no te pavonees (historieta 1ª). Y
quizá tengas que arrepentirte de tu acción por mano de mis importantes
benefactores (historieta 2ª) |
No tengo yo de perseguir a
ningún sacerdote, y más si tiene por añadidura ser familiar del Santo Oficio; y
si él [Avellaneda] lo dijo por quien parece que lo dijo, engañose de todo en
todo; que del tal adoro el ingenio, admiro las obras y la ocupación continua y
virtuosa.
Pues no replica a ello, tampoco ayuda Cervantes a aclarar lo relativo a ‘hacer ostentación de sinónomos voluntarios’: expresión que probablemente nunca se encuentre en textos de la época, ni aun la pareja ‘sinónomo voluntario’. No vuelve a leerse en el Quijote apócrifo ninguno de los tres vocablos, ni ‘sinónomo’ en el cervantino: no ayudarán a interpretar aquella expresión de la que tanto jugo se ha creído extraer para desenmascarar al escurridizo Avellaneda; pero quizá sirvan otros textos contemporáneos.
Me valdré de los que dispongo en mi modesta biblioteca electrónica de textos del Siglo de Oro. Y si no aclaran del todo el pasaje (que mucho me lo temo, habiéndolos leído), cuando menos permitirán a otros juzgar si puede darse por constante que Cervantes ofendió a Avellaneda con algún seudónimo.
‘Sinónomos’ son, según el Tesoro:
Dos nombres o verbos que significan una mesma cosa, con alguna diferencia de más o menos, en cuyo uso se comete la figura dicha synonimia’,[14]
y ‘voluntario’ es:
Lo que se hace de grado [gustosamente]. Voluntarioso:
el vario [mudable, inconstante] en lo que quiere, teniendo voluntad ya a una
cosa ya a otra.[15]
Definición ampliada en el Dicc. de Autoridades:
Lo
que nace de la voluntad libremente, sin necesidad, o fuerza, que la obligue… Se
llama también lo que se determina por propria voluntad, sin otra razón, ni
obligación. Voluntariosamente: …por proprio capricho, o gusto, sin…
motivos para ejecutar lo contrario. Voluntarioso: el que quiere hacer
siempre su propria voluntad.[16]
En efecto, el autor del Guzmán de Alfarache-II apócrifo aplica a un sustantivo la acepción ‘superfluo, caprichoso’ en un par de ocasiones:
—Los … grandes señores que no miran por sus vasallos …
, haciéndoles venir en pobreza por sus faustos voluntarios.[17]
—Los … amores de Isabela me traían tan loco … que me
había de desvelar de noche cómo podía suplir sus voluntarias necesidades, antojos y devaneos.[18]
Avellaneda, pues, parece censurar el gusto cervantino por la sinonimia, adorno estilístico cuyo abuso era considerado vicioso y en el que Avellaneda dice no haber incurrido. Así lo consideran muchos especialistas, y lo defendió Ángel Rosenblat en con profusión de ejemplos cervantinos[19]:
La sinonimia era un recurso
tradicional de la retórica y la poética clásicas… Como forma de ornato se
encuentra en todos los tratadistas de la época… Su gran campo era la prosa
jurídica, y la poesía. Pero en el siglo XVI se convirtió con frecuencia en
artificio… Fray Luis de Granada señala, en su Retórica eclesiástica (II,
cap. I): ‘¡Cuánto se engañan los que piensan ser la elocuencia un tumultario
amontonamiento de vocablos sinónimos
y un afectado gracejo y donaire de hablar!’. Se atribuía a Felipe II la
frase siguiente, como elogio de un predicador: ‘No sabe más que un vocablo para
cada cosa, pero es el propio’. ¿No respondía a esa reacción el reproche del
falso Avellaneda? No hay que dejarse engañar por la forma sinónomo, una
variante muy usada en la época, exactamente con la misma significación que
tiene sinónimo desde los griegos. Dice, por ejemplo, Covarrubias, en su Tesoro,
de 1611: ‘Sinónomos… synonimia’. Cervantes juega efectivamente
con esa figura en la primera parte del Quijote, de modo muy insistente:
‘Te exenta y
hace libre’, ‘dártela monda y desnuda’, ‘soy poltrón y perezoso’, ‘suspender y
absortar’ (Prólogo); ‘al mundo único y solo’, ‘por milagro único y raro’
(Versos preliminares); ‘con tanta afición y gusto’, ‘cicatrices y señales’,
‘eterno nombre y fama’, ‘borró y quitó’ (cap. I); ‘grandísimo contento y
alborozo’ (II); ‘llagas y heridas’, ‘alevosos y traidores’, ‘brío y denuedo’,
‘quietud y sosiego’, ‘de galope y apriesa’ (III); ‘mi favor y ayuda’, ‘por
tales los tenía y juzgaba’, ‘os aguardo y espero’, ‘quedaría contento y
pagado’, ‘con tanta furia y enojo’ (IV); ‘murasen y tapiasen’ (VII); ‘andaban…
en trenza y en cabello’; ‘juzgué y tuve’ (XIX); ‘tan junto y cosido con él’
(XX); ‘causaba horror y espanto’ (Ibid.); ‘quedará contenta y pagada’ (XXI);
‘el más triste y doloroso llanto del mundo’ (XXIII); ‘felicísimos y venturosos
fueron los tiempos…’ (XXVIII); ‘si hay… mar tranquilo y sin borrasca’. (XXIX);
‘no les toca ni atañe averiguar si…’ (XXX); ‘sin hablalle palabra… y sin
decirle esta boca es mía’ (Ibid.); ‘en mal punto y en hora menguada’, ‘y por
fin y remate’ (XXXV); ‘inventar y hallar otro designio’ (XXXVII); ‘libres y
esentas’ (XL); ‘melancólico y triste’ (XLIII); ‘el enemigo de la concordia y el
émulo de la paz … menospreciado y burlado’ (XLV); ‘libre y desembarazado’
(XLVI); ‘a quien es anejo y concerniente’, ‘a toda vuestra guisa y talante’,
‘libre y seguro’, ‘admirarse y suspenderse’ (XLVI); ‘una parda y escura nube’
(XLVII); ‘a vuestra voluntad y talante’, ‘su fin y acabamiento’ (LII); etc.,
etc.
A pesar del
reproche de Avellaneda, la profusión
de sinónimos voluntarios
no es menor en la segunda parte:
‘Patente y manifiesto’ (IV); ‘en dos paletas, y en menos de un abrir y cerrar de ojos’ (V); ‘pusieren impedimento y estorbaren’ (VII); ‘tomaré la bendición y buena licencia … pienso y tengo por cierto … acabar y dar felice cima’ (VIII); ‘aquello que tiene y cree la Santa Iglesia’ (Ibid.); ‘se consuma y acabe’ (XII); ‘me precio y ufano’., (II, XIV), ‘quieto y sosegado’, ‘pacto y concierto’ (XV); ‘último punto y estremo’; ‘siempre creyendo y pensando’, ‘contra mi voluntad y forzado’, ‘tornó a requerir y a intimar … lo que ya le había requerido e intimado’, ‘¿qué alabanzas habrá que no te convengan y cuadren…?’, ‘aguardando y atendiendo’, ‘mal de su grado y contra su voluntad’, ‘cuando querían o cuando les venía a cuento’, ‘dichosa y bien afortunada cima’ (XVII); ‘sus tiernos y primeros años’, ‘receloso y lleno de sospechas’ (XIX); ‘todo lo miraba y todo lo contemplaba’, ‘le rindieron y cautivaron el deseo’ (XX); ‘triste y pesarosa’ (XXI); ‘a quien jamás pluguieron ni solazaron semejantes fechurías’ (Ibid.); ‘cuya ya casi consumida y acabada espuma … le representaba la gloria y la abundancia del bien que perdía’ (Ibid.); ‘todo … regocijo y contento’, ‘no le toca ni atañe’ (XXII); ‘sin llevar cierto ni determinado camino’, ‘al cabo y fin’ (XXIII); ‘al tiempo de su fin y muerte’ (XXIV); ‘unos ayes profundísimos y unos gemidos dolorosos’, ‘te alientas y animas’ (XXVIII); ‘por labradora la tuve y por tal labradora la juzgué’, ‘jumentiles y asininas’ (XXXIII); ‘tan a sazón y tan a tiempo’ (XXXIV); ‘no se ha de dar tan barata la libertad de una tan gran señora… por tan poco precio’, ‘referirlas y cantarlas’ (XXXVI); ‘pende y cuelga’, ‘estuvo encubierta y solapada’ (XXXVIII); ‘en aquel mismo momento y punto’ (XXXIX); ‘nos rapes y tundas’, ‘rasas y mondas’, ‘lisas y mondas’, ‘dar cima y cabo’, ‘feneció y acabó’ (XLI); ‘se adeliñase y compusiese’ (XLII), ‘antes y primero que…’ (Ibid.; también LII); ‘buen ánimo y buen talante’ (XLIV); ‘suspensa y admirada’ (XLVI); ‘fin y remate’, ‘pez y resina’ (LIII); ‘con alborozo y contento’, ‘enjutas y secas’ (LIV); ‘suspenso y asombrado’, ‘Se le dobló la admiración y se le acrecentó el pasmo’ (LV)); ‘vista fue ésta que admiró a Sancho, suspendió a don Quijote…’, ‘no… más suspenso ni admirado’ (LVIII); ‘suspenso y atónito’ (LXIV); ‘cielo raso y descubierto’ (LXVI); ‘un sordo estruendo y un áspero ruido’ (LXVIII); ‘llegó su fin y acabamiento’ (LXXIV); etc., etc.
Pudo Rosenblat reforzarse con este pasaje del Al letor de la Varia fortuna del soldado Pindaro[20], en que Gonzalo de Céspedes y Meneses emplea casi las mismas palabras (‘hurtar el cuerpo a…’ = ‘huir de…’) que Avellaneda:
Pídote que… leas menos censor que agradecido, pues
cuando se corrige con ánimo piadoso siempre es segura la esperanza de enmienda,
y al contrario si depravadamente, porque entonces raras veces se admiten las …
censuras y advertencias. Pocas son las que ahora puedo aquí prevenirte: mis dos
Gerardos, mis Peregrinas y Historia de
Aragón corren igual derrota, uno mismo es su estilo, no obstante que he
procurado en éste [este libro] ceñir
más el lenguaje, hurtando el cuerpo a toda afectación, epíteto y sinónomo. Lacónico
y conciso verás hoy al Soldado…
Y con este de Cristóbal Suárez de Figueroa en su traducción de la Plaza universal de todas ciencias y artes:
Viniendo … a las hablas imperfectas, se pone cuidado en …
Pleonasmos, Perisología, Sintomía, Macrología…; que … se juzgan viciosas,
principalmente en prosa… Pleonasmos es superfluidad
de palabra, como ‘He tocado con estas manos’, ‘he caminado con estos pies’ …
Perisología es un poner palabras
superfluas, como si se dijese ‘Viva el Rey, no muera’, no siendo otra cosa
el no morir que vivir… La Sintomía es asimismo notada por vicio… Cométese cuando loando o vituperando se acumulan
muchos nombres que importan lo mismo,
como … ‘Fulano es cortés, da de buena gana, es liberal, lo que tiene no es
suyo’, o al contrario: ‘Fulano es avaro, es miserable, es estrecho y tenaz’,
que son todos sinónomos. La
Macrología se hace cuando es más larga de
lo justo la descripción de las cosas…[21]
Así que Avellaneda mezclaría ‘berzas con capachos’ en aquel pasaje de su prólogo, viniendo a decir: ‘Yo no ofenderé a nadie (que se me haría difícil) ni me adornaré con sinónimos (que me sería fácil)’. No encaja mucho lo uno con lo otro, pero ese es el tono general del prólogo, que alterna un tanto desordenadamente las censuras personales y literarias.
A otros más elaborados ‘sinónomos’ creyó Francisco Vindel
que se refería Avellaneda. El ilustre bibliófilo, que proponía como autor del
‘falso Quijote’ a Alonso de Ledesma (‘creador de una nueva escuela
literaria, el Conceptismo’), encontró en ellos una ‘casualidad’ más en favor de
su candidato:
Asimismo dice Avellaneda las siguientes frases: ‘Huyendo de ofender a
nadie ni hacer obstentación de sinonimos voluntarios, si bien supiera hacer lo
segundo, y mal lo primero’. En este párrafo bien
claro está que Avellaneda se vanagloria en saber usar perfectamente de los
sinónimos.
14ª Casualidad:
Moreti, en su Diccionario, publicado en 1714, dice de Alonso de Ledesma:
‘Su más grande talento consistía principalmente en la invención de las metáforas
y en el arte de explicar noblemente una misma cosa por diversos sinónimos’. [22]
Ahora bien, si se interpreta que los ‘sinónomos’ se refieran a personas, entonces podría ser que Avellaneda hablase de ‘motes, apodos, alias’ que Cervantes habría empleado en su Quijote.
Esa acepción,
sin llevarla más allá, la introdujo F. Rodríguez Marín en una de las notas de
su primera edición crítica (1911) del Quijote cervantino:
… No; los sinónomos voluntarios de que, según Avellaneda, había hecho ostentación Cervantes … no son lo que… se entiende comúnmente hoy, sino apodos, alias, motes.[23]
¿Qué llevó a Rodríguez Marín desde el cap.
II-XXXVI del Quijote cervantino al prólogo del apócrifo? Sucede que allí
se lee ‘referirlas y contarlas’, y Clemente Cortejón había señalado en ese
punto:
Si Avellaneda paró su atención en este y otros sinónimos,
como el de ‘…y no se ha de dar tan barata la libertad de una tan gran
señora, como lo es Dulcinea, por tan poco precio’, quizá no anduvo
descaminado en ello el feroz enemigo de Cervantes, ya que tales maneras de
decir, más que rasgos de elocuencia, han de tenerse como pleonasmos
innecesarios, si se analizan con rigor lógico.[24]
Rodríguez Marín, que no desaprovechaba oportunidad alguna de negar a Cortejón, no dejó pasar ésta; pero su contundente nota no autorizaba la acepción que proponía. Ni siquiera sugería que se empleasen para aludir a personas reales. Quizá por acallar alguna crítica, la justificó en otra de sus ediciones del Quijote recurriendo a cierto pasaje del libro Los antojos de mejor vista:
Dice Cortejón… No; los sinónomos voluntarios… no son… sino apodos, alias, motes, aunque la Academia no haya registrado esa acepción en su Diccionario. Véanse las palabras de Avellaneda, en el prólogo de su Quijote: ‘No solo he tomado por medio entremessar la presente Comedia con las simplicidades de Sancho Pança huyendo de ofender a nadie, ni de hazer ostentacion de sinonomos voluntarios, si bien supiera hazer lo segundo, y mal lo primero…’. Y véase ahora cómo esa acepción conviene de todo en todo con la en que lo usaba años después Rodrigo Fernández de Ribera en Los antojos de mejor vista, apud El Averiguador, tomo I (1868), pág. 204: ‘Mil veces quise alentarme y desafiarlo, mil dejarlo y irme, que fuera lo mismo si él no fuera hablador, porque todos los que lo son… sufren a trueco de hablar mil desaires y afrentas. Llovían sinónomos y granizaban sentencias (de mi muerte cualquiera dellas)’.[25]
Pasaje del que dijo Rosenblat:
Rodríguez Marín… sostiene que los sinónomos de Avellaneda no eran lo que hoy se entiende por sinónimos, sino apodos, alias, motes. Y lo apoya con una cita de Los antojos de mejor vista… El pasaje no parece del todo claro, y la acepción… que supone Rodríguez Marín no la hemos encontrado en ningún texto.[26]
Rosenblat
debió dar por buena la cita sin comprobarla en su contexto: de hacerlo, habría
ido más allá de calificar el pasaje de ‘poco claro’, hasta denunciar aquí una
de aquellas pequeñas malicias que otros especialistas censuraron a Rodríguez
Marín. Véase cómo habría podido tomar la cita:
Mil veces quise… dejarlo y irme…: llovían sinónomos
y granizaban sentencias…; sólo me consolaba con… que quizá no me
referiría versos.
El pasaje está tomado tan fuera de su contexto, que resulta enormemente confuso: parece deducirse que el protagonista está en serio conflicto con otro personaje, que le abruma con amenazas (‘sentencias’) de muerte y ‘sinónomos’ (¿?). El anotador hace mutis por el foro y lector ha de ingeniárselas para obtener del pasaje aquella acepción que conviene ‘de todo en todo’. ¿Insultos injuriosos?
He aquí el pasaje, ampliado. El protagonista, que acaba de llegar a Sevilla tras un agotador viaje en mula, entra en la catedral, y mientras está curioseando las lápidas de unas sepulturas se le acerca un charlatán que empieza a darle molesta conversación:
Escaseé, en entrando, la
agua bendita. Tomela de uñarada, santigüeme de escaramuza y púseme a rezar de
puntería. Hice mis mesuras en falsete, perfileme a lo estatua de pulgar en
cinto y, elevándome a las bóvedas, desholliné sus arcos. Decendí a los pilares,
cuyas cornisas fui cairelando, con que asenté plaza de arquitecto en relación.
Derribeme de barba a las sepulturas, repasé sus epitafios y di vista de
curioso, sin entender sus letras más que las piedras en que estaban (porque hay
infinitos presumidos en quien están así las letras). Yo tomé unas entre ojos a
quien debían haber llegado muchos como yo, porque estaban gastadas de
sufrirlos… El tal señor era un mixto de
culto y bravo…, como lo mostró en su conversación…, aunque para mí lo mismo es
un culto solo que diez bravos tigres, y más lo temo. —Vuesa merced —me dijo— no
debe ser deste lugar. No digo desta sepultura, sino desta ciudad; que hay
hombres tan puntuales (aunque vuesa merced no será déstos) en la observancia de
los términos, que tienen necesidad de lo muy material de las frases para darse
por entendidos. Congojeme de manera —y aun creo que me dio vaguido— cuando le
oí quitar el bitoque [tapón] a su facultad y vaciarse tan desperdiciadamente de
conceptuoso, que creí podría servirme el epitafio y que había de ser del lugar
de la sepultura, como él creyó que yo podía haber entendido su pregunta…
Desliose de gacetas, no sin sus pecados de estadista… Mil veces quise alentarme
y desafiarlo [contradecirle, rebatirle], mil dejarlo y irme, que fuera lo mismo
si él no fuera hablador, porque todos los que lo son (como los miserables, por
no dar) sufren [soportan, toleran], a trueco de hablar, mil desaires y
afrentas. Llovían sinónomos y
granizaban sentencias (de mi muerte
cualquiera dellas), sólo me consolaba con pensar que quizá no me referiría versos, aunque llegase a matarme…
Siempre me ahogaba con mis mismas palabras, volviéndome a la boca la mitad de
las que iba a decir. Y… perdí… las esperanzas de escapar entero, porque vi que
aun para los vocablos a propósito le faltaría espacio… Y desconsolome lo que
juzgué que hablaría repitiendo una cosa muchas veces quien, aun diciéndolas
sencillas, no cesaba de hablar… Refirió… otras mil particularidades: unas que yo iba viendo
y él pudiera excusar, y otras que no veíamos y yo no había de creer.[27]
Cree el protagonista que la cháchara del pegadizo, locuaz y pedante individuo le llevará a la tumba: nada de amenazas, insultos ni apodos. Al sacar de su contexto el pasaje, Rodríguez Marín hizo un flaco favor a futuros comentadores. Ciertamente, los constantes juegos de palabras del sevillano y barroco Rodrigo Fernández de Ribera pueden confundir a cualquiera; pero… ¿también a él?
No fue Rodríguez Marín de los que saltaban sin red. Ni era su estilo ni se lo podía permitir: el grueso de sus trabajos cervantinos se desarrolló alrededor del III Centenario (de la primera y segunda parte del Quijote y de la muerte de Cervantes) y el IV de su nacimiento, años de intensa competencia. Él daba tanto como recibía, y más aun, por lo que no ha de descartarse que hubiese llegado a acopiar más y mejores argumentos que esa cita de Los antojos de mejor vista: en no pocas ocasiones ocultó sus mejores cartas, aguardando más lucida ocasión (artículos, discursos, aportaciones a trabajos ajenos…) o para replicar a los ataques que recibiera[28]. El siguiente retazo del prólogo de su primera edición muestra bien a las claras cómo cortaría el paño:
La empresa editorial… me
propuso que… le preparase una edición del Quijote, dando en ella las
notas… más necesarias…, sin que tal cosa obstara a… después, en mi edición
extensamente comentada, hubiese de tratar todos los asuntos… En lo tocante al
texto…, pongo esmerada atención en… todas las cláusulas…, puntuándolas
escrupulosamente: …confío en que se leerán bien, por vez primera, muchos
pasajes que, mal puntuados…, aun en las ediciones que pasan por más correctas
andan sin hacer buen sentido, o… diferente del que les dió Cervantes. Fácil
será a cualquiera probar cuánto gana en esta edición, respecto de todas, el
texto…, cotejando… párrafos con la que tuviere por más estimable. Por lo que
hace a las notas, cuido en ellas… de defender a Cervantes, no de sus enemigos,
que ya a estas horas no los tiene, sino de sus amigos: de sus anotadores, que
acá y allá quisieron enmendarle la plana, siendo así que sabían menos que él, o
no conocían… las costumbres y el habla de su tiempo…; y yo, con muchos, imaginé
en 1905, cuando se anunció la salida de una edición crítica del Quijote,
que don Clemente Cortejón… vindicaría a Cervantes…; pero… no le ha defendido
cuantas veces pudiera, dejando así esta obra de reparación para quien viniese
detrás. Escribo mis notas mirando antes a los que saben poco que a los que
mucho saben… Sin embargo de esto, quizás habré yo averiguado y dicho en mis
notas tal cual cosilla que ellos no supiesen.
Años después, Luis Astrana Marín consideró
que Cervantes hizo un uso maligno de los ‘sinónomos voluntarios’, bien como
‘reticencias de propósito’, bien como ‘apodos, motes’:
De todas suertes,
‘Avellaneda’ ignoraba que la palabra ‘sinónimo’ sólo se aplica a los vocablos y
expresiones de una misma o muy parecida significación; y así, carece de sentido
su frase de ‘hacer ostentación de sinónimos voluntarios’. Lo que quiso decir, y
no supo, por no dominar la lengua castellana, es que él huía en su obra… de
complacerse en usar reticencias de propósito (intencionadas); o sea, de
alusiones personales malignas. Es posible también que ‘Avellaneda’ creyese que
‘sinónimo’ era lo mismo que apodo o mote (siempre la falta de lenguaje), y
quisiera significar que Cervantes se complacía en usar o forjar apodos, con
nombres parecidos a los reales, para encubrir así a las personas atacadas.[29]
Quizá haya sido Justo García Soriano el investigador que más insistió en los ‘sinónomos voluntarios’:
El genio agudísimo y
satírico de Cervantes sacó gran partido al procedimiento literario de las ficciones
alusivas, manejándolo con la gracia, la sutileza y la intención propias
de su fantasía retozona y de su inventiva inagotable.
El investigador vio en el Quijote de 1605 constantes alusiones a Lope de Vega (a quien identifica con el personaje de don Quijote) y a uno de sus satélites: Alonso de Castillo Solórzano, que resultaría…
…la otra persona de la
intimidad de Lope, aludida y zaherida también en los «sinónimos voluntarios»:
el escudero, paje o mayordomo. Cervantes lo vistió a veces con el disfraz de
Sancho Panza, pero sus metamorfosis fueron muchas. Insinuemos las más
importantes: «el paje barbilucio», «Sólo tú», «el Donoso, poeta entreverado»,
«Solisdán», «Babieca», «un académico argamasillesco» (el Paniaguado o el
Burlador), «el gallardo peregrino», etc.[30]
La muy discutible lectura
que Rodríguez Marín propuso para el término ‘sinónomos’ y la aplicación
sugerida por García Soriano y Astrana Marín, entre otros, llegaron casi ilesas
a Martín de Riquer cuando éste preparaba su
edición del Quijote de Avellaneda[31].
En la Introducción expuso su teoría de que
Cervantes ofendió a Avellaneda con un ‘sinónimo intencionado’:
Ya al principio del prólogo
[Avellaneda] tilda a Cervantes de ‘agressor’; y un poco más adelante afirma de
él que, al escribir el Quijote, tomó por medios ‘el ofender a mí, y
particularmente a quien tan justamente celebran las naciones más extrangeras’,
alusión… a Lope… Avellaneda, así pues, se considera ofendido personalmente en
la primera parte del Quijote; y tal ofensa —o una de las varias ofensas
que ha advertido— estriba en que Cervantes lo ha hecho aparecer en … su novela
bajo un intencionado sinónimo, como bien claramente revela esta frase: ‘No
sólo he tomado por medio entremessar la presente comedia con las simplicidades
de Sancho Pança, huyendo de ofender a nadie ni de hazer ostentación de sinónomos
voluntarios, si bien supiera hazer lo segundo y mal lo primero’… Si reparamos
sólo en lo que puede haber de concreto en el prólogo…, advertiremos que afirma
que Cervantes, en la primera parte del Quijote, lo ofendió a él, y con
sinónimos voluntarios, y a Lope de Vega.[32]
Y en otro lugar de la Introducción, tratando de los intentos de descubrir
al autor del apócrifo:
Con toda suerte de cautelas
y sin dar a la hipótesis un carácter definitivo, se ha señalado la posibilidad
de que Avellaneda fuera el aragonés Gerónimo de Passamonte, de vida militar tan
paralela a la de Cervantes y evidentemente satirizado por éste con la figura de
Ginés de Passamonte.*
(*) M. de Riquer, ‘El Quijote y los
libros’, Papeles de Son Armadans, CLX, 1969.[33]
Y, en llegando a ‘sinónomos’, anotó:
Sinónomos
(en la primera ed. sinomomos, errata evidente). La misma forma es la
aceptada por Covarrubias…; pero el Diccionario de Autoridades, que
admite synónimo, observa: ‘Algunos
vulgarmente dicen synónomo’… No
obstante, la usan algunos autores graves, como Luque Fajardo: ‘…la dición o nombre baraja sinónomo
es, o lo mesmo sinifica, que pleito,
discordia, disensión’, y Espinosa Medrano: ‘ya veis aquí
lo tenue y lo líquido hechos sinónomos’.[34]
En Cervantes, Passamonte y
Avellaneda, al acopiar toda
suerte de argumentos que reforzasen su antigua propuesta, incluyó el pasaje de Los antojos de mejor vista traído a colación por Rodríguez Marín: los ‘apodos, alias,
motes’ los consideró ‘dicterios, insultos o apodos infamantes’, tomó
‘voluntario’ por ‘no casual, intencionado’, adaptó un tanto la cita para que
resultase más contundente (tanto la amputó, que parece ser el protagonista-relator quien recibe
‘mil desaires y afrentas’ por charlatán)
y la unió a su particular interpretación del prologo de Avellaneda:
Avellaneda, inmediatamente
después de afirmar que Cervantes en el Quijote de 1605 lo ha ofendido,
le replica que él… rehuirá los ‘sinónomos’ (sinónimos) intencionados y no
casuales (‘voluntarios’) con los que él se vería capaz de ofender a alguien; es
decir, que evitará hacer con Cervantes lo que Cervantes hizo con él al
designarlo con ‘sinónomos voluntarios’… Un sinónimo, aplicado a una persona,
puede constituir muy ofensivo dicterio cuando con él se pretende envilecer o
ridiculizar, y así los apodos suelen ser denigrantes y pueden… enojar a la
persona a quien se aplican… En un pasaje de los Antojos de mejor vista…
el término ‘sinónomos’ se aplica a dicterios, insultos o apodos infamantes,
pues… ‘los que son demasiado habladores ‘sufren a trueco de hablar mil desaires
i afrentas: llovían sinónomos i granizaban sentencias de mi muerte’*. Ello
conduce a concluir que también constituye sinonimia afrentosa dar a un
malhechor el nombre de Ginés de Passamonte para burlarse de… Gerónimo de
Passamonte, donde encontramos, al decir de Covarrubias, ‘dos nombres… que
significan una mesma cosa, con alguna diferencia de más o menos’… Al hacer esta
referencia a los ‘sinónomos voluntarios’, Avellaneda… ha revelado inequívocamente
su identidad a Cervantes… Ahora ya puede estar seguro de que Alonso Fernández
de Avellaneda es un pseudónimo que esconde a aquel aragonés que conoció en sus
años de milicia y que ha denigrado con la figura del galeote.
(*) Citado por Rodríguez Marín,
Quijote, VI, p. 143, quien interpreta ‘sinónomo’ como ‘apodo, alias,
mote’. A. Rosenblat… cree que Avellaneda emplea este término para designar la
sinonimia retórica, tan abundante en Cervantes; pero ello no es admisible
porque bien claro dice Avellaneda que con ‘sinónomos’ se puede ofender.[35]
Tal interpretación del pasaje no es imposible; pero, como vimos, Avellaneda hablaba de dos cosas distintas: una que sabría hacer (ostentar), y otra que no sabría hacer (ofender). Y aunque pudieran amasarse en ‘ofender con sinónomos voluntarios ostentosos’, incluso ‘ofender con apodos intencionados’, no dice Avellaneda que se le aplicasen a él precisamente.
Aun admitiendo todo eso, la ‘revelación
inequívoca’ de la identidad de Gerónimo de Passamonte sólo sería admisible de
no haber otros ‘sinónomos voluntarios’ en el Quijote cervantino. ¿Los hay?
No faltarán
investigadores que los encuentren, si se empeñan en ello. Tal podría ser el
caso, entre muchos otros, del falso licenciado y renqueante ‘Alonso López… de
Alcobendas’. Por mi parte, ya aporté[36]
uno, excelente (por lo obvio de la caricatura y lo vil del personaje):
‘Vicente de la Rosa’ = Vicente Espinel.
¡Mal asunto! En unos años podemos encontrarnos con media docena de buenos candidatos. Bien pudo Martín de Riquer descartarse de los ‘sinónomos voluntarios’ y afianzarse en el ‘ofender mí’, que ya le bastaba. Pero tanta importancia dio al asunto, que cerró así su libro:
Podría descubrirse… que… Passamonte murió poco después
de enero de 1605…, o… que se demostrara… que el Quijote apócrifo fue
escrito por otra persona… Pero entonces, uno se pregunta: ¿a quién ofendió
Cervantes con ‘sinónomos voluntarios’?
Forse altri canterà con miglior plettro.[37]
Y así, más o menos, están hoy
las cosas. Valga de muestra la opinión de Luis Gómez Canseco en su reciente
edición del Quijote de Avellaneda, quien, todo y que aprecia varios
puntos débiles en la argumentación en favor del candidato Gerónimo de
Passamonte, al llegar a los ‘sinónomos’, comenta en nota:
Aunque Ángel Rosenblat
propuso, siguiendo al cervantismo más antiguo, interpretar los ‘sinónomos
voluntarios’ como parejas de palabras…, la crítica ha venido a coincidir, a
pesar de la problemática sintaxis, en explicarlo como el uso de apodos o de
alusiones intencionadas. Véase Martín de Riquer, Cervantes, Passamonte y
Avellaneda.[38]
Esbozados estos necesarios antecedentes, recupero mi intención de aclarar el significado de la expresión empleada por Avellaneda. He buscado en otros 33 libros de la época (de los que dispongo de versión electrónica) las construcciones de los tipos ‘hacer ostentación de…’, ‘hacer ostentación con…’, ‘ostentar con…’. No las he hallado en 22 de ellos[39]; en los otros 11 he encontrado lo siguiente:
Figueroa, España defendida:
—De su cárcel helada el arroyuelo, / del todo libre,
alegre ya murmura; / … / con recto ya, o con oblicuo vuelo, / porción d’alma
ejercita en la verdura [la vegetación], / si al paso que él su languidez
alienta, / con galas ella,
reviviendo, ostenta.
Figueroa, Hechos del Marqués de Cañete:
—Mas porque pareciera superfluo haber hecho ostentación de suceso que, al
parecer, fue tan infeliz, conviene referir la grande utilidad que resultó.
—Esta empresa … dejaré ahora en silencio, por haberla tratado varios modernos, entre quien un estranjero que … indignó los ánimos con su libre decir, ostentando en disfavor de nación tan belicosa antes con injustos vituperios que con debidas alabanzas.
Figueroa, Plaza universal de todas ciencias y artes:
—Dijo Dios al pecador: ¿Por
qué haces ostentación de mi justicia, y tomas mi palabra en tu boca?
—Presumir el necio ser sabio, y querer ostentar con tal presunción, es intento
terrible, de quien brotan no pocos ni pequeños males.
—¿Qué diré de la temeridad con que algunos entran en
juntas, donde quieren ostentar con
sentencias aprendidas de memoria, y con versos a fin de parecer Poetas:
vendiéndose sobre todos por Teólogos Escriturarios, y entendiendo el sentido al
revés, por ceñirse demasiado con la letra?
—Nace de aquí la poca estimación que [los Mecenas]
hacen de lo que se les dirige…, que en vez de patrocinio se adquiere con ellos
descrédito…, por ser los primeros en ostentar
con desprecios y censuras, acompañadas de gestos de boca, de hablas
afectadas, y brutales acciones.
—Otros [historiadores], con ocasión de lo que se
dice, hacen ostentación con mentiras,
poniendo en olvido las verdades.
Figueroa, El pasajero:
—Ha poco que me opuse a un beneficio de más consideración…
que el mío. Hice para conseguirle la
más sublime ostentación de estudios
que alcancé.
—En la sazón que hay melocotones, me aficioné, pasando
por la plaza, de la hermosa ostentación
que hacían de sí en el teatro de una
cesta cantidad de buen tamaño.
—¿Hay donosidad como oír a un habladorcito con demasía
satisfecho de su gorjeo y prosodia, todo pausas, todo escucharse, y al cabo de
parlar diez horas, para en haber hecho
ostentación de tordito, sin que de cuantas palabras gastó se pueda sacar ni
un adarme de fruto?
—La mélica o lírica poesía ostenta con no menor antigüedad que las otras. Es común parecer de
todos haber sido Apolo el primer inventor de la lira.
—Llegó la hora en que ostentó con su presencia el tan de veras esperado. Temblé al verle
tan venerable.
—Dieron un tiempo las mozas en dejar los velos, fuese
o por hacer hermosa ostentación, así con la blancura de las gargantas como con la pompa de muchas hebras lustrosas y encadenadas con lazos de
varios colores, o porque se hallaban mejor en esta forma de verano, careciendo
del limitado calor que pudieran causar las tocas.
—Desvanécense las crecidas esperanzas que se
supusieron en ti, al paso que te presentas en el teatro de la Corte, servido de
lerdos, regido de avaros, para campear con miserias, para ostentar con desventuras.
Figueroa, Varias noticias:
—No juzguéis la flaqueza gala, ni hagáis ostentación de el vicio.
—Debe el Capitán venturoso hacer singular ostentación
entre sus soldados de esta su felicidad,
engrandeciéndola todo lo posible para volverlos más osados y animosos.
—Suple el artificio la falta de suficiencia, ostentamos con menudencias, no faltan
cartapacios cuando nos queremos valer de la memoria.
—En vigor, y virtud de elocuencia, aventajó
[Demóstenes] a cuantos en su tiempo trataron de entremeterse en la profesión
Causídica. Cediéronle en gravedad, y magnificencia de estilo, cuantos
pretendieron hacer mayor muestra, y ostentación con sus escritos.
—Dicen, ser la mujer para el marido un mal necesario,
pero inmortal… Hacen ostentación con
lo que respondió un Romano a ciertos sus familiares que le representaban grande
ocasión de juzgarse contento y feliz, por tener mujer hermosa, rica y noble.
Figueroa, Pusílipo:
Con librea de amarillo, / y grato sabor compuesto, / ostenta el melocotón, / que fue de
Livia veneno.
—¡Oh qué gentil galera merecería el bellacón, donde
podría ostentar bien con la espalda abultada, y el nervioso
brazo!
Era un ricón inclinado a juntar una famosa librería, en
que consumía y gastaba casi todo su patrimonio… Mostrómela pues, un día, ostentando maravillosamente con el crecido número de volúmenes.
—Del bestión de vuestro abuelo… ya sé qué partes tuvo.
Aquí habéis sido llamado para que digáis las vuestras, y en ellas no habláis
palabra… ¿Heredastes vos, por suerte, las nobles del que no vive, para que ostentéis con ellas?
—Hipócritas y gente que no
viven en comunidad y hacen ostentación de ejercicios y ceremonias y
hábitos inventados por sólo su antojo, siempre fueron tenidos por sospechosos
en el camino de la virtud.
—Y por darle tapaboca y que se le acabase la listecilla
con que quería hacer ostentación del
abismo de su aviso, le dije: —Señor mío…
—Para mostrar su destreza se venda los ojos, como el
diestro tañedor que para hacer
ostentación de su arte no mira al juego del instrumento.
‘Mateo Luján’, Guzmán de Alfarache-II:
—Son los libros malos como mujercillas
perdidas: pregonan hermosura fingida estando de secreto llenas de mil enfermedades;
hacen ostentación de vana apariencia
Castillo Solórzano, El bachiller Trapaza:
—¿Con qué
fundamentos queréis en esta ciudad haceros caballero y ostentar nobleza?
—Vino, pues, Claudio acompañado de sus capitanes con toda la bizarría que pudo ostentar, y fuele dada entrada donde
estaba Otavia.
—Esta hacienda la ayudó a enjugar las lágrimas de la
pérdida del viejo, con esperanza de hallar otro; y así, pasado el año de
viudez, se ostentó con aligerado
luto.
Castillo Solórzano, La garduña de Sevilla:
—Sacó dos vestidos…, mandándoles que se vistiesen luego.
Hiciéronlo así, con que don Pedro, ya vestido, hizo mejor ostentación de
su talle.
—Para que hiciese
ostentación de lo que había fingido le dio cien escudos en oro que gastase
a su albedrío.
Tirso de Molina, Cigarrales de Toledo:
—Porque una joya no vale / más de aquello en que se
estima /… / No hagáis de ella ostentación: que hace a la lealtad
ladrón / quien lleva el oro en las manos.
Así que quien incurre en ‘hacer ostentación/ostentar’ lo hace por ‘autorizarse’, ‘evidenciarse’, ‘ensalzarse’, o, cuando menos, ‘lucirse’, como apunta el alférez Luis de Valdés en su Elogio a la Segunda parte de la vida de Guzmán de Alfarache, de Mateo Alemán:
Como si no fuesen hermanas las armas y las letras, así
me querrá decir algún bachiller que siga la milicia y deje los elogios,
pareciéndole negocio muy diferente. Pues … para … que no digan me adelanto en
usurpar oficio de orador…, me iré apartando de su peligroso estilo, adular y ostentar.[40]
La ostentación, pues, según los pasajes que he podido hallar en aquellos textos, no conlleva necesariamente perjuicio ajeno, aunque, como lucimiento propio, produzca en ciertos casos desde repulsa hasta envidia ajena, y sea, por lo general, censurable. En efecto, es ‘ostentación’:
Manifestación de lo que es digno de verse, y
que corresponde al estado de cada uno… Se toma también por jactancia y
vanagloria.[41]
¡Un momento!
¿Incurrió Cervantes en ‘hacer ostentación’ de sí mismo en la primera parte del Quijote? Y si incurrió en ello, ¿empleó algún ‘sinónomo voluntario’, algún ‘alias caprichoso’?
En ambos casos la respuesta es Sí, y bien rotundo. La leemos en boca del capitán cautivo:
Ninguna cosa nos fatigaba tanto como oír y ver a cada
paso las jamás vistas ni oídas crueldades que mi amo usaba con los cristianos.
Cada día ahorcaba el suyo, empalaba a éste, desorejaba aquél; y esto por… ser
natural condición suya ser homicida de todo el género humano. Sólo libró bien
con él un soldado español llamado Tal de
Saavedra, el cual, con haber hecho cosas que quedarán en la memoria
de aquellas gentes por muchos años, y todas por alcanzar libertad, jamás le dio
palo, ni se lo mandó dar, ni le dijo mala palabra; y por la menor cosa de
muchas que hizo temíamos todos que había de ser empalado; y así lo temió
él más de una vez, y si no fuera porque el tiempo no da lugar, yo dijera
ahora algo de lo que este soldado hizo que fuera parte para entreteneros
y admiraros harto mejor que con el cuento de mi historia.[43]
Así que Avellaneda no mezcló ‘berzas con capachos’ en aquel pasaje de su prólogo. Ambos términos de la frase encajan y ésta adquiere ahora todo su sentido: Avellaneda reprochó a Cervantes el ensalzarse a sí y ofender a otros en su Quijote de 1605.
No creo que Avellaneda se refiriese a otros pasajes, aunque de seguro también reparó en ellos:
—Muchos años ha que es grande amigo mío ese
Cervantes… Su libro [la Galatea] tiene algo de buena invención… Es menester
esperar la segunda parte que promete.
—Bien… me parece esta novela
[El curioso impertinente]… Y en lo que toca al modo de contarle, no me
descontenta.
—El cura… vio que… decía: … Rinconete y Cortadillo…, y coligió
que, pues la del Curioso Impertinente
había sido buena, que también lo sería aquélla, pues podría ser fuesen todas de
un mesmo autor.[44]
Recuérdese que Avellaneda también leyó las Novelas ejemplares, y en el prólogo:
—Llámase… Miguel de Cervantes… Fue soldado
muchos años, y cinco y medio cautivo, donde aprendió a tener paciencia en las
adversidades. Perdió en… Lepanto la mano izquierda de un arcabuzazo, herida
que… él la tiene por hermosa, por haberla cobrado en la más memorable… ocasión
que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros.[45]
—Yo soy el primero que he novelado en lengua castellana; que las muchas novelas que en ella andan impresas todas son traducidas de lenguas estrangeras, y estas son mías propias, no imitadas, ni hurtadas: mi ingenio las engendró y las parió mi pluma, y van creciendo en los brazos de la estampa.[46]
No habría aún leído Avellaneda el Viaje del Parnaso, en cuyo primer capítulo habla Mercurio a Cervantes:
¡Oh sobrehumano y sobre
espiritu Cilenio levantado!
Toda abundancia y todo honor te sobre;
que, en fin, has respondido a ser soldado
antiguo y valeroso, cual lo muestra
la mano de que estás estropeado.
Bien sé que en la naval dura palestra
perdiste el movimiento de la mano
izquierda, para gloria de la diestra,
y sé que aquel instinto sobrehumano
que de raro inventor tu pecho encierra
no te le ha dado el padre Apolo en vano.
Tus obras los rincones de la tierra
(llevándola[s] en grupa Rocinante)
descubren, y a la envidia mueven guerra.
Pasa raro inventor, pasa adelante
con tu sotil disinio, y presta ayuda
a Apolo (que la tuya es importante)
antes que el escuadrón vulgar acuda
de más de veinte mil sietemesinos
poetas que de serlo están en duda.
Y en el cuarto dice Cervantes a Delio:
… No se
estima,
señor, del vulgo vano el que
te sigue
y al árbol sacro del Laurel
se arrima:
la envidia y la ignorancia
le persigue,
…
Yo corté con mi ingenio
aquel vestido,
con que al mundo la hermosa Galatea
salió para librarse del
olvido.
Soy por quien La confusa,
nada fea,
parecio en los teatros
admirable
(si esto a su fama es justo
se le crea).
Yo, con estilo en parte
razonable,
he compuesto Comedias que
(en su tiempo)
tuvieron de lo grave y de lo
afable
Yo he dado en Don Quijote
pasatiempo
al pecho melancólico y mohíno,
…
Yo he abierto en mis Novelas
un camino
por do la lengua castellana
puede
mostrar con propiedad un
desatino.
Yo soy aquel que en la
invención excede
a muchos…
…
Yo el soneto compuse que así
empieza,
por honra principal de mis
escritos:
¡Voto a Dios que me espanta
esta grandeza!
Yo he compuesto Romances
infinitos,
y el de Los Celos es
aquel que estimo,
…
Yo estoy (cual decir suelen)
puesto a pique
para dar a a estampa al gran
Pirsiles,
con que mi nombre y obras
multiplique.
Yo, en pensamientos castos y
sotiles,
…
he honrado tres sujetos
fregoniles.
También al par de Filis
mi Filena
resonó por las selvas, que
escucharon
más de una y otra alegre
cantilena.
…
Tuve, tengo y tendré los
pensamientos
(merced al Cielo, que a tal
bien me inclina)
de toda adulación libres y
esentos.
Con su gracejo característico, ‘el
manco sano, el famoso todo, el escritor alegre y… el regocijo de las Musas’[47] encajó el reproche del ‘escritor
fingido y tordesillesco’[48], pero se mantuvo en sus trece, y se lo hizo
saber a su enemigo. Creo haber visto eso en un par de frases que le dirige en
su segunda parte del Quijote: una en el prólogo (aprovechando que
Avellaneda aludió a su manquedad) y otra en el texto, más disimulada y buen
ejemplo de aquella ‘fina ironía cervantina’:
—Las
[heridas] que el soldado muestra en el rostro y en los pechos, estrellas son
que guían a los demás al cielo de la honra y al de desear la justa alabanza.
—Y puesto que [aunque] las propias alabanzas envilecen,
esme forzoso decir yo tal vez [a veces] las mías, y esto se entiende cuando no
se halla presente quien las diga.[49]
Y si de éxito editorial se trata, creo que Cervantes escribió lo que sigue para mortificar a Avellaneda, que presumía perjudicarle con su continuación del Quijote:
—Están impresos más de doce mil libros de la
tal historia [del Quijote]; si no, dígalo Portugal, Barcelona y
Valencia, donde se han impreso, y aun hay fama que se está imprimiendo en Amberes,
y a mí se me trasluce que no ha de haber nación ni lengua donde no se traduzga
.
—He merecido [yo, don Quijote] andar ya en
estampa en casi todas o las más naciones del mundo: treinta mil volúmenes se
han impreso de mi historia, y lleva camino de imprimirse treinta mil veces de
millares, si el Cielo no lo remedia.[50]
Y ahora que sabemos a qué se refirió Avellaneda, apuntaré que no fue el único que se lo censuró al alcalaíno. La crítica considera que también le alude cierto pasaje de un libro contemporáneo:
No falta quien ha historiado sucesos suyos, dando a su
corta calidad maravillosos realces…: que como estaba el paño en su poder, con
facilidad podía aplicar la tisera por donde la guiaba el gusto.[51]
Y obviamente le aluden ocho mordaces estrofas que recientemente encontré deslizadas en un poema épico:
…
¿Heroico tú? Di cómo,
si carecen
de gravedad en ti dichos y acciones.
…
…bien sabías,
curioso impertinente,
lo que digo, [52]
Estrofas en que el autor protesta rabiosamente de quien interfirió en su intento de formar parte del séquito de literatos que acompañó a Nápoles a Pedro Fernández de Castro, nombrado Virrey[53].
VIII - CONCLUSIÓN (INESPERADA)
Las armas las carga el Diablo. Cuando la conclusión de este artículo prometía no
ser otra que poner de manifiesto el débil fundamento de la acepción ‘sinónomo’
= ‘alias’, resulta que en su Quijote de 1605 Cervantes ‘ostentó’ en la
figura de su ‘sinónomo’ o alias ‘tal de Saavedra’, y así, debo dar indirectamente la razón a Rodríguez
Marín. Pero ¿de dónde obtuvo aquella acepción? ¿En verdad de Los antojos de
mejor vista?
En cuanto a qué se refería
Avellaneda, no recuerdo haber leído lo que yo mismo he concluído en este
artículo. No
ayuda mucho a descubrir quién fue el enemigo de Cervantes; pero en tan
laberíntica búsqueda no es de poca utilidad conocer dónde se encuentran los
callejones sin salida.
Cierto que quien gustó de
aludirse aplicándose un alias tambien pudo aplicarlo(s) a otros. Cierto que en
otro lugar de su prólogo protesta Avellaneda de que Cervantes le ofendió; pero
esa queja no puede ligarse al ‘hacer ostentación de sinónomos voluntarios’:
justo reproche de Avellaneda al que no pudo dar réplica Cervantes en el prólogo
de su Quijote de 1615.
E. S. F.
Barcelona, septiembre 2006
[1] SEGVNDO / TOMO DEL /
INGENIOSO HIDALGO / DON QVIXOTE DE
1. / Con Licencia, En Tarragona en casa de Felipe / Roberto, Año 1614.
[2] ‘Es más que probable que Cervantes no consiguió identificar al pretendido licenciado de Tordesillas. Y es casi seguro que el imitador… no quiso dejar rastro que lo develara… El motivo para continuar una obra ajena no nació de un elevado gusto estético por la fábula o los personajes creados por Cervantes, o de una necesidad espiritual hondamente sentida. El amor propio herido, la envidia, su aversión a Cervantes, el deseo de vengar los supuestos agravios hechos a Lope de Vega, la atracción de la ganancia, descubren propósitos dignos de un descarado oportunista. Cabe sospechar que su afán por defender a Lope de Vega no fue sino un pretexto’. L. Andrés Murillo, en su Introducción al vol. II de su ed. del Quijote de Cervantes (Madrid: Castalia, 2001, p. 18).
[3] Lope de Vega, evidentemente.
[4] ‘No’ en el orig. y en eds. consultadas.
[5] Barcelona: Carena, 2004.
[6] Op. cit., pp. 69-70. Empleé los acrónimos ‘DQ1’, ‘DQ2’ y ‘DQA’
para referirme a ambas partes del Quijote cervantino y al Quijote
de Avellaneda.
[7] Cervantes, Passamonte y Avellaneda. Barcelona: Sirmio, 1988.
[8] Op. cit., p. 152.
[9] Op. cit., p. 195 y p. 211.
[10] ‘Habla Riquer de los «sinónimos voluntarios». Aquí nada está claro, pues no hay acuerdo sobre lo que Avellaneda quiso decir con tal expresión. Este es un terreno muy resbaladizo, y cada cual, con un mínimo de imaginación, puede encontrar alusiones a su autor predilecto. Tenemos, por ejemplo, que doña Blanca de los Ríos veía alusiones a Tirso de Molina en todos estos sinónimos; las mismas alusiones en las que Martín de Riquer cree que el aludido es Passamonte’. Valentín Azcune: ‘Avellaneda no es Passamonte’, en Dicenda, Cuadernos de Filología Hispánica, núm. 16, Madrid, 1998, pp. 247-254.
[11] En ntro. artículo Suárez de Figueroa y el Quijote de Avellaneda reproducimos completo dicho prólogo.
[12] ‘Torné a pasar los ojos por mis
comedias, y… vi no ser tan malas…; tú lo verás, lector mío, y si hallares que tienen
alguna cosa buena, en topando a aquel mi maldiciente autor, dile que se
emiende, pues yo no ofendo a nadie’. Ocho comedias y ocho entremeses nuevos,
nunca representados. Madrid: Vda. Alonso Martín, 1615. El libro debió
distribuirse a primeros de octubre de 1615, un año después de publicarse el Quijote
apócrifo.
[13] ‘Pues veis que no me han
dado algún soneto / que ilustre deste libro la portada, / venid vos, pluma mía
mal cortada, / y hacedle, aunque carezca de discreto. / Haréis que escuse el
temerario aprieto / de andar de una en otra encrucijada / mendigando alabanzas:
escusada / fatiga e impertinente, yo os prometo. / Todo soneto y rima allá se
avenga / y adorne los umbrales de los buenos / (aunque la adulación es de ruin
casta)…’. Viaje del Parnaso. Madrid: Vda. Alonso Martín, 1614.
[14] Tesoro de la lengua castellana o española.
Madrid: L. Sánchez, 1611. Tomo el texto de la ed. de Felipe C. R. Maldonado,
Castalia, 1995, p. 897.
[15] Tesoro…, ed. cit., p. 972.
[16] Dicc. Autoridades, VI, p. 519. Tomo el
texto de la reprod. facs. de Madrid: Gredos, 2002, 3 vols., t. III.
[17] Valencia,
1602, por P. P. Mey.
Tomo el texto de la ed. de Madrid: Aguilar, 1980, cap. III-II, p. 204.
[18] Ed. cit., cap. III-VIII, pp. 269-270.
[19] La lengua del Quijote. Madrid: Gredos, 1971, pp. 116-130.
[20] Lisboa: Geraldo
de
[21] Madrid: L. Sánchez, 1615. Tomo el texto de la
ed. de Perpiñán: Luis Roure, 1629, Discurso XXVII, Del arte de escribir…, Ortografía, y Correctores, fols. 127-128.
[22] Las treinta casualidades que hacen sea Alonso de Ledesma el autor del ‘falso Quijote’. Madrid: Talls. Tipográficos de Góngora, 1941.
[23] Tomo la nota de la ed. Espasa-Calpe,
‘Clásicos Castellanos’, 8 vols., núms. 4, 6, 8, 10, 13, 16, 19 y 22, 1968, vol.
VII, cap. II-XXXVI, p. 20.
[24] Tomo la cita del propio Rodríguez Marín, ed. citada.
[25] Tomo la nota de la última ed. Madrid: Atlas,
1948, 10 vols., VI, p. 143.
[26] Op. cit., p. 117.
[27] Tomo el texto de Los anteojos de mejor vista, en ed. de Victor Infantes de Miguel.
Madrid: Lagasa, 1979, pp. 35-42.
[28] Véase, p. ej., su artículo Un pleitecillo literario, en que el juez ‘El Buen Sentido’ falla contra Rudolph Schevill (el ‘Fallo’ sigue a 3 ‘Resultando’ y 6 ‘Considerando’) por haber suplido una ‘s’ en cierto pasaje del cap. II-XXXVIII de su ed. del Quijote de Cervantes (Estudios cervantinos. Madrid: Atlas, 1947, pp. 651-654).
[29] Vida ejemplar y heroica
de Miguel de Cervantes Saavedra. Madrid: Reus, 1958, t. VII, p. 171.
[30] Los dos Don Quijotes. Toledo: Talls. Tipográficos de Rafael Gómez-Menor, 1944, cap. XVII.
[31] Don Quijote de
[32] Op.
cit., pp. XVI-XVII.
[33] Op.
cit., p. LXXXV.
[34] Op.
cit., p. I-10.
[35] Op. cit., pp. 121-123.
[36] En Cervantes, Figueroa y el crimen de Avellaneda, pp. 127-134.
[37] Op. cit., pp. 163-164.
[38] El ingenioso
hidalgo don Quijote de
[39] Viaje
de Turquía, Vida y trabajos de Gerónimo de Pasamonte, Vida del capitán Contreras, Varia
fortuna del soldado Píndaro,
[40] Lisboa: P. Crasbeeck, 1604. Tomo el texto de la ed. de J. Mª Micó,
Cátedra, ‘Letras Hispánicas’, 1987, 2 vols., p. II-24.
[41] Dicc.
Autoridades, V, p. 64. Reprod. facs. cit., t. III.
[42] El ingenioso hidalgo…, cap. XVI.
[43] El ingenioso hidalgo…, cap. XL.
[44] El ingenioso hidalgo…, caps. VI, XXXV y XLVII.
[45]
Madrid: J. de
[46] Avellaneda decía que su prólogo resultaba ‘menos cacareado y agresor de sus letores que el que a su primera parte puso Miguel de Cervantes…, y más humilde que el que segundó en sus Novelas’.
[47] Del
prólogo de Los trabajos de Persiles y Sigismunda. Madrid: J. de
[48] El ingenioso caballero…, cap. LXXIV.
[49] El
ingenioso caballero…, cap. XVI. Recuérdese que, entre otros reproches,
Avellaneda le recordaba la falta de aportaciones elogiosas a los preliminares
de sus obras.
[50] El ingenioso caballero…, caps. III y XVI. Avellaneda decía en su prólogo: ‘quéjese [Cervantes] de mi trabajo por la ganancia que le quito de su segunda parte’.
[51] C. Suárez de Figueroa. El pasajero. Madrid: L. Sánchez, 1617, Alivio II. También ahí se lee: ‘Si es [un autor] imaginativo y agudo en demasía, pónese a peligro de apurar el seso concetuando, como le perdieron algunos que aún viven. Si es algo material, bruma a todos abofeteando y ofendiendo con impertinencias el blanco rostro de mucho papel. Dura en no pocos esta flaqueza hasta la muerte, haciendo prólogos y dedicatorias al punto de espirar. ¡Dios os libre de tan gran desdicha!’. Véase J. P. Wickersham Crawford, Life and works of…Figueroa. Tomo las citas de Vida y obras de Cristóbal Suárez de Figueroa, la trad. de N. Alonso Cortés. Valladolid: Imp. Colegio Santiago, 1911, cap. V, pp. 68-72.
[52] C. Suárez de Figueroa. España defendida. Madrid: J. de
[53] A este respecto apunta M.
de Riquer: ‘El 21 de agosto de 1608 se hizo en Madrid la publicación oficial…
Por diversas razones don Pedro siguió un tiempo en España y no llegó a Nápoles
hasta 1610. El nuevo conde de Lemos… quiso llevar a Nápoles un lucido séquito
en el que abundaran los escritores; y como esta intención se divulgó, llovieron
las peticiones y se urdieron intrigas entre los que se creían con méritos… Lo
pretendieron en vano Luis de Góngora, Cristóbal de Mesa, Cristóbal Suárez de
Figueroa y Miguel de Cervantes’ (Op. cit., p. 128). Llama la atención lo
escrito por Lorenzo Hernáiz en