Autor: Daniel Arroyo Rodríguez (Universidad de Míchigan. Ann Arbor)
Título Artículo: Traslación de la tradición poética petrarquista a la
ribera bética en la poesía herreriana
Fecha de envío: 26/06/2006
Resumen:
Uno de los aspectos más
característicos de la obra de Fernando de Herrera es la contextualización de su
poesía en la ribera del río Betis, evocando las referencias a ríos italianos en
la tradición lírica petrarquista. Esta contextualización, además de ser una
referencia del poeta a su región local, refleja también una nueva forma de
percibir el imperio español desde un enclave geográfico esencial en el
desarrollo económico del Reino, al constituir un enlace entre la península y
los territorios de ultramar. Más aún, el vate hispalense traslada la tradición
amatoria petrarquista a la ribera bética, asociando su propia creación poética
a la hegemonía cultural representada por la lírica italiana. De esta forma el
río Betis se convierte en un referente metonímico de la hegemonía tanto
cultural como económica del imperio, reflejando a su vez la emergencia de una
consciencia lírica propiamente andaluza.
Abstract:
One of the most relevant aspects of Fernando de
Herrera’s work is the contextualization of his poetry in the river Betis,
southern fluvial scenery that evokes the reference to Italian rivers in petrarchist
poetic tradition. This contextualization is more than just a reference to the
poet’s native region; it also reflects a new way of perceiving the Spanish
Empire from a geographical area that quickly acquires economic relevance as a
bridge between the main land and the recently discovered territories overseas.
Moreover, the references to the river Betis reflect how the political hegemony
acquired by the Andalussian region is also associated to an emerging cultural
hegemony. Thus, the river Betis is presented, from Herrera’s perspective, as
the true inheritor of the laurel crown attributed to Italian lyric tradition.
Traslación de la tradición poética petrarquista a la
ribera bética en la poesía herreriana
Un aspecto llamativo de la poesía de
Fernando de Herrera lo constituye la contextualización de su obra lírica en un
espacio geográfico andaluz reconocible, en contraste con la posición marginal
de este entorno en la poesía castellana del Siglo de Oro. Esta contextualización responde
a la emergencia de una sensibilidad y de una consciencia propiamente andaluzas
durante el siglo XVI como resultado del auge que experimenta la zona occidental
de
En primer lugar, el
descubrimiento de América implica una reestructuración de la geografía del
imperio y de la distribución territorial de poder en
Este desarrollo
económico y comercial que experimenta la zona occidental de Andalucía implica a
su vez la emergencia de una consciencia cultural propia asociada a este enclave
geográfico. Fernando de Herrera refleja en su obra lírica el auge que
experimenta la región bética durante el siglo XVI, asociando la superioridad cultural
y económica de
Como comentamos
anteriormente, Herrera asocia la expansión imperial de la patria al contexto
fluvial bético, al constituir un punto de unión con el nuevo mundo. Por ello,
el Divino alude a la situación intermediaria de la región sur entre la península
ibérica y el océano como elemento sobre el que se fundamenta la hegemonía militar
y económica española. De hecho, son harto frecuentes las alusiones al río como
canal de unión entre ambos territorios, como podemos observar, por ejemplo, en
el soneto CVII. En este poema, el poeta destaca el carácter heroico del río que,
como sinécdoque de la patria, se lanza al mar para vencer al Nilo– referente que
alude al ejército musulmán. De esta
forma, Herrera identifica el Betis como símbolo del poder militar y de la
identidad cristiana del imperio:
No
con menor grandeza y ufania,
Qu’el generoso
Tebro al mar Tirreno,
Betis onra al
Océano pujante.
Mas, si oye
vuestra lira i armonia,
No temerá vencer, de Gloria lleno,
La
corriente d’el Nilo resonante. (9-14)
En estos versos
resulta relevante la comparación que el poeta sevillano establece con el Tebro,
río romano que alude a Propercio, equiparando al Betis con aquel. De este modo,
Herrera establece una relación de igualdad entre la lírica producida en el
contexto fluvial italiano, asociado a la tradición petrarquista, y la que emana
del Betis, ensalzando esta última a través de esta asociación. Más aún, la lírica de Propercio, amante de Cintia, se caracteriza por el estilo
barroco, el gusto por la erudición y las curiosidades mitológicas, aspectos que
apuntan hacia la existencia de una sensibilidad y de una percepción poética
similar entre el poeta italiano y el hispalense.
La imagen del río como
canal intermediario entre la patria y ultramar está también presente en la
lírica amorosa. Al igual que en la poesía patriótica, el río funciona como canal de unión entre las emociones
del poeta y el océano, constituyendo
un recurso poético a través del cual el poeta produce una representación visual
de sus sentimientos. Este aspecto es enfatizado de forma hiperbólica en la
imagen de la corriente de río, la cual incrementa su volumen en virtud de las
lágrimas que el sujeto poético vierte por la amada. De esta manera, las
emociones del poeta se expanden en el espacio hacia el Atlántico, simulando el
engrandecimiento del imperio a través del océano. Por consiguiente, la imagen
del río permite al poeta establecer una relación entre la hegemonía militar de
la patria y su lírica amorosa como expresión cultural asociada a esta
supremacía, según podemos observar en el soneto LI:
Oye tu solo
eterno Río,
el grave i
mustio son de mi lamento,
i confunde en
tu grande crecimiento
mescla en
el Ponto inmenso el llanto mio. (1-4)
Este exceso en la
representación de la corriente fluvial permite por un lado enfatizar las
emociones del amante y, por otro, el establecimiento de una asociación directa
entre estas emociones y el río, siendo este último parte de la vivencia amorosa
del amante como receptor de su llanto por la amada. Así, en el primer verso del soneto LI, el poeta se
dirige al río a través de un imperativo, atribuyendo una función sensorial al
referente fluvial y humanizando este elemento natural. De esta forma, el río como
entidad personificada forma parte del proceso amoroso del poeta como si de un
testigo omnisciente se tratase:[3]
testigo de
mi Gloria á sido el río,
qu’engañado
me vio en profunda noche,
hasta qu’apareció rosando el día
Y allí representándose mi Lumbre,
qu’enriquece la fría, esteril selva
assí dixe
tal vez, cessando el llanto. (20-25. Sestina III)
La asociación entre el río y los sentimientos
amorosos del poeta dota a su expresión lírica de una dimensión visual,
siguiendo la línea vectoral del platonismo que propone Marcelo Ficino. Desde
esta perspectiva estética, la belleza inferior se percibe a través de la vista,
para trascender posteriormente al campo espiritual, siguiendo el carácter
contemplativo del amor platónico divino. Este tipo de amor enfatiza el carácter
visual de lo físico y corporal como medio para alcanzar lo espiritual. La
dimensión visual que el río confiere a la emoción poética del amante facilita
la sublimación de la belleza de la amada, atribuyéndole un carácter divino a su
pasión amorosa.[4]
El río, como representación hiperbólica de los sentimientos del poeta,
constituye por tanto un puente entre el amor visual y el espiritual,
permitiendo la sublimación de la realidad física y terrenal[5]. Por
ello, el poeta sevillano enfatiza lo visual, creando una imagen pictórica en la
que la naturaleza se humaniza, superando su carácter inanimado. Como podemos
observar en el soneto CXII, por ejemplo, el río adquiere capacidad emocional,
pudiendo experimentar tanto la tristeza como la felicidad que producen la ausencia
o la presencia de la amada. Si la ausencia de Leonor se asocia al llanto del
enamorado, su presencia produce un estado eufórico en el poeta y en el
referente fluvial. De hecho, ante la visión de la señora, la naturaleza se
revitaliza, superando su condición estática y produciendo una representación
visual hiperbólica de los sentimientos del amante:
Betis,
con puras ondas ensalçado
I con ricas olivas abundoso
¡cuánto eres más felice i glorioso
Pues eres de mi Aglaya visitado
Tendre’s perpetuo i dulce primavera
I d’el Elisio campo tiernas flores
Si vos
viere’l fulgor de la Luz mía. (5-10)
El carácter del río como
representación visual de las emociones del poeta puede observarse también en su
obra no amatoria. El río se convierte también en una extensión visual de las
emociones del poeta en las elegías, reflejando el dolor ante la pérdida y enfatizando
este sentimiento a través del uso de la hipérbole. Ante el dolor por la muerte
de don Pedro de Cabrera expresada por el poeta en la elegía VI, el río
constituye una representación visual de este sentimiento, trasladándolo a
través de sus aguas hacia la inmensidad del océano. De esta forma, el río sirve
como motivo que permite la representación visual del dolor a través de su
extensión en el espacio, haciendo uso, de nuevo, de una imagen militar
expansionista:
Turbó
sus ondas Betis con gemido,
i sus ninfas lloraron a su amante,
i d’el Leon sonó el feroz rugido.
jamás dolor a este semejante
sintieron las riberas caudalosas
que toda el
hondo prólogo de Atlante (87-92)
Como podemos
observar en esta elegía, el poeta no expresa dolor por la pérdida del caballero
en primera persona, sino que atribuye este sentimiento a las aguas del Betis,
estableciendo una distancia entre la voz poética y el sentimiento de duelo.
Este aspecto permite una representación vívida de la emoción evocada, al tiempo
que debilita la presencia del poeta en la elegía, haciendo por tanto uso de
este escenario fluvial como enargeia
pictórica gráfica, siguiendo el procedimiento descrito por Smith:
También para Herrera, que
escribía en el mismo periodo, lo pictórico-gráfico es una necesidad, llena una
ausencia percibida en el tejido textual que ya no puede ser confiada al
prestigio de una naturaleza inmutable y de un lenguaje moderado y prudente… La
amplificación de Herrera produce a la vez presencia y ausencia: comunica el
objeto poético al lector de manera más vívida, al tiempo que debilita nuestra
sensación del poeta como una voz individual, que habla. (Smith 78)
De igual forma, los sentimientos patrióticos derivados
de las glorias militares del imperio se reflejan también de forma visual a
través del río, como podemos observar en el Canto V. En esta composición
poética, el divino alaba el triunfo del rey Fernando en Sevilla, a través del
cual la ciudad hispalense es recuperada del poder musulmán. De manera similar al
efecto que causa en la naturaleza la presencia de Leonor, la entrada triunfal
del conquistador en la ciudad altera la corriente del río que la cruza, produciendo
un efecto de embellecimiento en el paisaje natural, para lo cual utiliza la
imagen visual de piedras preciosas (perlas y esmeraldas):
Cubrió
el sagrado Betis de florida
purpura i blandas esmeraldas llena
i tiernas perlas la ribera ondosa,
i al cielo alçó la barba revestida
de verde musgo, i removió en l’arena
el movable cristal de la sombrosa
gruta i la faz onrosa,
de juncos, canad i coral ornada,
tendió los cuernos umidos, creciendo
l’abundosa corriente dilatada,
su imperio en el océano estendiendo
qu’al cerco de la tierra en vario luster
de sobervia
corona haze ilustre. (40-52)
Además de permitir la representación visual de los sentimientos de la
voz poética, la imagen del río sirve también como enargeia espacial de
la ciudad hispalense, asociando la gloria militar que Herrera atribuye al santo
rey a este contexto específico. Más aún, en este canto el poeta vuelve a aludir
al carácter intermediario del río como canal de expansión, siendo un elemento
significativo a la hora de enfatizar el carácter imperialista tanto del
personaje cuya hazaña ensalza como de la ciudad hispalense. De hecho, es
precisamente a raíz de este evento que la ciudad pasa a ocupar una posición
relevante en el imperio como punto de conexión con el Atlántico, como podemos
observar en los versos cuarenta y nueve y cincuenta del citado canto.
La imagen victoriosa de don Fernando tras
conquistar Sevilla es acompañada del crecimiento de la corriente del río, imagen
recurrente en la poesía herreriana, creando de esta forma una yuxtaposición
visual de ambos elementos, el conquistador y el territorio conquistado. Herrera
enfatiza la importancia de esta victoria expandiéndola de forma metafórica en
el espacio a través del Betis de forma similar a como extiende el sentimiento
de duelo en la poesía elegiaca anteriormente discutida. De este modo, el poeta
sevillano ensalza tanto al rey cristiano como el carácter imperialista de su victoria
a través de la asociación de esta proeza con el río como símbolo de expansión
ultramarina. Por consiguiente, podemos afirmar que el vate sevillano establece
un paralelismo entre la conquista de territorios en ultramar con un evento que
ocurre dos siglos antes, relacionando ambos tipos de expansión como parte de un
mismo proyecto imperial. A través de esta asociación, quizás un tanto anacrónica,
el poeta hispalense enfatiza la importancia de la conquista de Sevilla como
evento que permite la apertura del imperio al Atlántico en el sur peninsular, acontecimiento
que hace posible la posterior expansión territorial hacia tierras americanas.
Esta asociación entre la expansión peninsular
y la ultramarina queda reflejada en el poema a través de la yuxtaposición de
imágenes visuales, mostrando todos los elementos que participan en el establecimiento
de la ciudad andaluza como centro del imperio: el rey Fernando, el río Betis
como puerto marítimo y el océano como canal de expansión a ultramar. Estos
elementos quedan representados visualmente en el poema como si de una composición
pictórica se tratase, siendo relevante el uso de tiempos verbales que utiliza
el poeta con objeto de representar tanto la estabilidad como el dinamismo en su
creación poética visual. Mientras los eventos que corresponden a la primera
fase de expansión territorial en la península se representan de forma estática
a través del uso del tiempo pretérito, la expansión ultramarina se representa
de forma dinámica, utilizando para ello el presente continuo. Esta alteración
en el uso de tiempos verbales es significativa, pues delimita los periodos
representados por el poeta al tiempo que permite la representación simultánea
de los mismos como parte de una misma imagen visual. En esta imagen que traza
verbalmente el poeta confluyen tres periodos distintos de expansión territorial:
pasado (asociado a la conquista de Sevilla), presente (desde el que la voz
poética canta al Rey Fernando) y futuro (hacia el que se dirigen las aguas del
río en su expansión hacia ultramar). Estos tres periodos representan la
evolución expansionista del imperio, siendo la ciudad hispalense el entorno geográfico
en el que se armonizan estos espacios temporales. De esta forma, el poeta
representa su ciudad natal como símbolo del imperio, atribuyéndole un carácter
esencial en la expansión presente y futura de la patria.
Retornando
a la poesía amorosa, Herrera relaciona su creación lírica con la tradición
clásica y pastoral a través de la imagen del Betis como contexto poético
amatorio. De igual forma que Garcilaso traslada la tradición clásica a la orilla
del Tajo, Herrera hace del Betis su escenario poético, asociando de esta forma
la tradición lírica petrarquista a su región de origen. Así, como podemos observar en el verso
noventa y ocho de la elegía I, la alusión a Galatea implica una apropiación de
este personaje pastoral y su consiguiente recontextualización en un entorno
geográfico andaluz:
Un
tiempo ledo en el, i venturoso
canté
la Gloria ufana de mi llanto
con
lira i verso umilde i piadoso
Betis
apareció con fresco manto
de
verdes joyas y escuchóm’atento
i agradó a Galatea el vario canto. (93-98)
Al situar a Galatea en un entorno fluvial,
Herrera la identifica con la amada del Betis, imitando de esta forma a la ninfa
de mar querida de Polifemo, según la tradición poética amorosa de Virgilio y
Ovidio. Esta referencia intertextual también constituye una alusión al carácter
oceánico del Betis, pues Galatea, al ser hija de la oceánida Doris, es una
ninfa asociada al mar. La ninfa evoca también la tradición pastoral, al ser la
amada del pastor Arcis. La representación de Galatea en el Betis permite al
poeta establecer una relación entre el río andaluz y el amado pastoril, el cual
es aplastado por Polifemo debido a la infidelidad que la nereida consuma con
aquel. La sangre de Arcis da origen a un río divino, transformándose de esta
forma el amante en un dios fluvial. Por tanto, la asociación entre Galatea y el
río remite al lector a la relación entre la ninfa y Arcis, estableciendo una
identificación entre el Betis y este dios fluvial. El río andaluz, por tanto,
pasa de ser un mero contexto geográfico a ser una entidad divina, constituyendo,
al mismo tiempo, un elemento deíctico espacial que asocia el poema a un
contexto geográfico específico.
De igual forma, el río andaluz permite a
Herrera asociar su obra poética a la tradición petrarquista. La alusión al
Betis como fuente de inspiración poética en el soneto CXIX evoca la relación
entre Petrarca y el río Sorga, el cual constituye una sinécdoque de la región
toscana y de la creación lírica italiana, modelo poético al que aspiran los
poetas renacentistas españoles. Herrera relaciona explícitamente a ambos ríos,
el Betis y el Sorga, introduciendo la voz ficticia a través de la cual el
italiano alaba al Betis en virtud de la creación poética que emana de este río:
Si amor el generoso i
dulce aliento
en mi rendido
pecho ardiendo inspira,
yo, ufano, ensalçaré con nombre lira
la Hermosa ocasion de mi tormento,
Aquel, qu’en
tierno i nuevo y alto acento
celebró el verde Lauro, en quien espera
Eráto, i a
quien sigue, onra i admira
d’Italia bella
el doctor ayuntamiento,
Oiria en el
puro, Elisio prado,
entre felices
que llevaria
deleitosa l’aura,
I diria, d’el
acento arrebatado:
‘o
es esta la suäve lira mia,
o Betis,
cual mi Sorga, tiene a Laura’. (1-14)
Este poema permite a
Herrera presentar su obra lírica amorosa como continuación directa de la poesía
petrarquista, trasladando esta tradición lírica al río Betis como referente
deíctico topográfico de la región andaluza y como entorno con el que el poeta
se identifica. La conexión entre la
lírica bética y la petrarquista se produce en primer lugar a través de la
acumulación de motivos poéticos que evocan la obra del amante toscano: arder,
lira, lauro, Eliseo. De estos elementos, la referencia al lauro constituye
una alusión a la amada de Petrarca, enfatizando de esta forma la asociación ficticia
de esta última al Betis y la identificación de doña Leonor con aquélla. Más
aún, este referente poético nos remite al mito de Daphne y Apolo, aludiendo al
árbol consagrado al amante y cuyas hojas se emplean en la creación de la corona
del poeta. El laurel es la propia transformación de Daphne, siendo el elemento natural
que sustituye a la amada y que se convierte, en su ausencia, en la fuente de
inspiración poética del amante. De forma similar, en la poesía amatoria de
Herrera, el río, como elemento natural, sustituye a la señora, inspirando al
poeta en su creación lírica. De este modo, el Divino establece un doble
antecedente con respecto a su poesía, aludiendo tanto a Petrarca como a Ovidio
para representar la traslación del lauro al río andaluz.
Herrera atribuye también la corona de
laurel como símbolo de la inspiración poética amorosa sobre el amante que canta
a su amada en el contexto fluvial bético. Así, el laurel se asocia al río
Betis, lugar donde se encuentra el amante en soledad y desde el que produce su
expresión lírica amorosa en ausencia de Leonor, como podemos observar en la
sestina I:
Un verde lauro,
en mi dichoso tiempo,
solia
darme sombra, y con sus hojas
mi
frente coronava junto a Betis
Entonces
yo en su gloria alcava el canto,
i
resonava como el blanco cisne:
la
soledad testigo fue y el bosque. (1-6)
Yo
busco el lauro junto al grande Betis,
está
cerrado en el espesso bosque,
do
apena llega el lastimoso canto
que le ofrecí,
el passado alegre tiempo. (13-16)
En contraste con las alusiones petrarquistas,
resulta llamativa la escasez de alusiones a Garcilaso de
Este último aspecto
resulta aún más explícito en las alusiones a distintos poetas a través de la
mención a los ríos que cruzan sus lugares de origen. La alusión a los
referentes fluviales permite a Herrera establecer una jerarquía a través de la
cual compara la calidad lírica de estos poetas. En esta comparación, el
sevillano iguala el río andaluz con el Tebro (Tíber), Arno y Metauro. El Tebro,
como símbolo de Roma alude a Propercio, enamorado de Cintia; el Arno, alude a Dante,
cuya amante es Beatriz; finalmente, el Metauro es el río que cruza Venecia,
ciudad de la que es originaria Pietro Bembo, amante de Madonna. De estas alusiones, resulta también relevante la
elección de Herrera del nombre Tebro, utilizado por Petrarca, y la alusión al
Metauro, río situado cerca de Urbino, ciudad italiana que constituye un
importante centro literario. A través de la alusión a estos poetas y a estos lugares, Herrera no
solamente equipara su poesía con la de éstos, sino que también establece un
paralelismo entre su amor por Leonor y las emociones de los poetas italianos
por sus respectivas damas, especialmente de Petrarca por Laura. De esta forma,
el divino asocia su poesía a la tradición poética amorosa, presentando su
lírica como continuación de esta tradición.
Esta conexión con la
lírica clásica implica también la autonomía de la consciencia poética de Herrera
con respecto a la poesía castellana, así como la superación de esta última.
Siguiendo el mismo recurso de comparación de los ríos anteriormente expuesto, Herrera
establece la superioridad de la lírica andaluza sobre la castellana, como
podemos observar en el soneto LV:
Igual al Tebro,
al Arno, I al Metauro,
superior
al Tajo, I Duero, I Ebro,
sagrado
Ispalio Rio, a quien celebro,
corre
ufano al ondoso Ponto Mauro.
Tu
bello Mirto rinde al verde Lauro
i a
las menores hojas d’el Enebro
cuanto
es mayor el Lauro qu’el Enebro,
tanto
es la mirto inferior el Lauro.
Mas
ya que se te niegue esta vitoria,
serás,
en el dichoso Esperio suelo
cual
Eliconio Olmeo venerado. (1-11)
Como indica Jiménez,
el Tajo, al ser un río que pasa por Toledo, alude a la figura de Garcilaso,
amante de Isabel Freire; el Duero, es
un río que desemboca en Oporto, tierra de Camoens, enamorado de Catalina de
Ataide; finalmente la alusión al Ebro se asocia a Boscán, al ser un río que
pasa por Aragón. La
alusión a estos ríos, denota cuatro ámbitos que, en su conjunción, configuran
la península ibérica, (Castilla, Aragón, Portugal y Andalucía). De estos
espacios, Herrera identifica la superioridad cultural con el espacio que cruza
el Betis y, por consiguiente, con su propia obra lírica y con la de su círculo
humanista. (Jiménez 14)
El poeta hispalense también alude a la calidad lírica
amatoria de los distintos autores a través de referencias a plantas. Herrera
asocia el río Betis al mirto, planta marítima asociada a Venus, diosa nacida en
el mar. El carácter marítimo de esta planta alude de nuevo a la relevancia del
Betis como punto de unión de la península con el océano, aspecto que queda
enfatizado a su vez a través de su alusión a la importancia del río en el “Esperio
suelo”, identificándolo como referente metonímico de Hesperia, es decir, de
la patria. Si
el Betis viene asociado al mirto, los ríos italianos, por su parte, vienen
asociados al lauro y al enebro, atribuyendo un carácter superior al Lauro (símbolo
de la poesía de Petrarca) sobre el enebro y el mirto (que simbolizan a Ginebra
Malatesta, amada de Torcuato Tasso y a Luz, la amada de Herrera), quedando
estos dos últimos en relación de igualdad[6].
No obstante, a
pesar de la superioridad de Petrarca, el autor identifica al Betis con el Olmeo,
río italiano asociado al Permeso, mar consagrado a las musas y por consiguiente
a la inspiración poética. Por otro lado, Herrera atribuye al Betis un carácter
superior como fuente de inspiración lírica de la patria: “Serás, en el dichoso
Esperio suelo/cual Eliconio Olmeo
venerado”[7]. El Eliconio Olmeo alude
al antiguo río de Beocia, el cual desemboca en el Helicón, monte en el que se
encuentran las musas poéticas. A través de esta comparación, podemos afirmar
que el sevillano iguala la inspiración poética asociada al monte clásico con el
Betis, siendo ambos elementos naturales que se identifican con el proceso de
creación lírica. El río andaluz, como heredero de la tradición clásica y
petrarquista pasa por tanto a constituir una referencia metonímica de la patria,
representándose como centro hegemónico cultural del imperio en la poesía del divino
Herrera.
Como conclusión,
Herrera contextualiza su obra lírica en la orilla del río Betis, referente
fluvial que constituye una enargeia espacial de la región andaluza. Esta
contextualización responde a la emergencia de una consciencia poética propia
que se produce a raíz de la explosión económica y cultural que experimenta esta
región tras el descubrimiento de América. Herrera establece una relación entre
esta prominencia que adquiere su región de origen y su expresión lírica,
contextualizando para ello su obra en el principal referente fluvial de la
región. Más aún, el poeta hispalense traslada la tradición amatoria petrarquista
a la ribera bética, asociando el río de su entorno natal a la hegemonía
cultural representada por la lírica italiana. De esta forma, el Betis se
convierte en un referente metonímico del esplendor cultural y económico del
imperio, reflejando la emergencia de una consciencia lírica propiamente andaluza.
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[1] For the first time in history, an international empire integrated
the markets of the world as vessels from the St Lawrence, the Río de
[2] Conviene destacar que Herrera
vivió principalmente durante el reinado de Felipe II, sucesor de Carlos V. Por
ello, las referencias a este segundo monarca constituye una perspectiva retrospectiva,
e incluso nostálgica, del reinado del rey Habsburgo.
[3] El río como entidad animada nos
remite a la interpretación mitológica del río como descendiente del océano y de
Júpiter, aspecto que atribuye un carácter divino a esta entidad fluvial.
[4] “La poesía amorosa de Herrera es, pues, una constante expresión de
heroismo erótico, una búsqueda persistente de la belleza, a la que el alma
quiere llegar a través de la exaltación de la hermosura de la amada. El alma alcanzará la elevación
suprema, la belleza eterna por medio del amor sublimado y ese amor se produce
ante la hermosura de la amada, que es por lo tanto el vehículo para alcanzar la
belleza suprema” (García 76).
[5] Los versos más frecuentemente citados de
Herrera como ejemplo de su estética neoplatónica corresponden a los versos
12-14 de su soneto XXXVII: “vna belleza, a quien suspenso adoro,/ impiden esta
altiva empresa mía,/ i en su furor me llevan hasta el cielo”.
[6] La asociación entre el mirto y el Betis se deriva
[7] El “Eliconio Olmeo” se refiere
al antiguo río de Beocia, que desemboca en el monte Helicón.