FICHA DE LA OBRA

ECO Y NARCISO DE CALDERÓN DE LA BARCA

 

Dirección: Ernesto Caballero.

Ayudante de dirección: Marisol Rolandi.

Espacio escénico y diseño de luces: Carlos Marquerie. Realización escenográfica: La Tartana Teatro. Coordinación escenográfica: Carlos SEgovia.

Intérpretes: Aitor Tejada (SILVIO), Alberto Giménez (FEBO), Janfri Topera (BATO), Lola Fernández (SIRENE), Susana Hernández (ECO), Mariano Llorente (ANTEO), Aurora Herrero (LIRÍOPE), Rosa Savoini (NARCISO).

Músicos: Andrés Hernández y Javier Muñoz.

Máscaras: Javier González (taller ficción).

Vestuario: Eloy Martín.

Producción: Coproducción del Festival de Otoño-CNNTE-Teatro Rosaura

Gestión y producción: Aida G. Omella.

Estreno: Sala Pradillo, Madrid, 10-20 octubre, 1991.

 

TEXTO DEL PROGRAMA DE MANO

 

Calderón ha elaborado una inquietante tragicomedia teñida de misterio y melancolía al servirse de la leyenda del muchacho fatalmente enamorado de su propia imagen y de la ninfa despechada condenada a repetir- -reflejar- palabras ajenas. El poeta, sobre este fondo temático, aborda cuestiones tales como la naturaleza del deseo, el conflicto entre el hombre y la sociedad, el mundo como apariencia y representación, la subjetividad como definidora de la propia realidad, y toda una serie de inquietudes compartidas por el hombre del Barroco y el de nuestros días.

Por tanto, hemos pretendido eludir la osadía de añadir nada sustancial que no ofrezcan las propias premisas intrínsecas de la pieza. Simplemente, hemos puesto nuestro empeño en acercarnos de fórma sincera y desacomplejada a una obra de inusitada belleza formal y riqueza conceptual. Sin embargo, debemos precisar que nuestro enfoque dista mucho de eso que se ha dado en llamar "montaje respetuoso", ya que, pensamos, éste no consiste más que en el resultado de una actitud envarada de quien se piensa frente a un "intocable" bien cultural que apenas requiere recreación escénica.

Ello explica, por ejemplo, por qué nos hemos desentendido de reproducir en escena de un modo descriptivo y literal la exhuberancia edénica de la Arcadia. En su lugar, se ha concebido un ámbito poético que alude a la difícil relación del hombre con su medio natural, así como al carácter de "eterna primavera" -lugar inmune al transcurso del tiempo- donde Calderón sitúa la acción.

Dicha atemporalidad se hace extensiva igualmente a la idea del vestuario; se ha evitado cualquier referencia a la iconografía grecolatina o a la indumentaria característica de nuestro barroco. Se ha tratado, en cambio, de resaltar la universalidad del mito a partir de unos figurines que rehuyen las alusiones concretas a una determinada época.

Finalmente, por lo que se refiere al ámbito sonoro, nos hemos servido de las partituras originales (anónimas) para reelaborar los pasajes musicales que la propia obra requiere dada su condición de "zarzuela primitiva".

En cuanto al verso, se ha trabajado en pos de alcanzar un delicado equilibrio entre el valor eufónico de las estrofas y su potencialidad dramática. Ello no hace más que subrayar uno de los principales aspectos que pretende sondear nuestro espectáculo: los sinuosos límites que separan lo convencional de lo verosímil, la realidad de su representación, Narciso y su reflejo ...

Ernesto Caballero

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