El gijonés Raúl Hemández
Garrido ha obtenido el Premio de Teatro Lope de Vega con
la obra Los engranajes, publicada en la revista
Escena
Se enamoró del teatro cuando tenía
quince años. La plaza Mayor acogía la
representación, por aquel entonces, de Edipo
rey, con José Luis Gómez.
«Sentí la fuerza de la puesta en escena, de
la dramatización y comprendí que si aquello
era teatro, a mí me gustaba», señala
Raúl Hernández Garrido, un gijonés
de 32 años de edad, ganador de la última
edición del Premio de Teatro Lope de Vega, el
cuarto galardón obtenido desde que decidiera
dedicarse a escribir teatro. Un camino que inició
casi diez años después de la
representación en la plaza Mayor.
«Es algo que se ha ido fraguando en mi interior
poco a poco, que se ha formado con tiempo y que me ha
enganchado». Con 18 años se fue a Madrid a
estudiar Físicas y, después de finalizar la
carrera, se decantó por la realización en
televisión. El primer paso para entrar en contacto
con un mundo que ya no ha abandonado. Su paso por la
Escuela de Arte Dramático supuso el último
eslabón para que la vida de este gijonés,
realizador de Televisión Española, quedara
unida al arte de la escenificación.
El incombustible Shakespeare, la tragedia griega y los
clásicos españoles son su fuente de
alimentación, aunque lo suyo es el teatro
vanguardista: «Quiero un teatro de impacto, que me
lleve al límite de la escritura
dramática». Un teatro cuyo principio de
narración, habitualmente, parte de la vida misma.
Y es que, al menos de momento, esta "estrategia" no le ha
ido nada mal a Raúl Hernández Garrido.
La llegada a sus manos de un teletipo que portaba una
historia de canibalismo que llegaba desde Rusia fue el
germen de Los engranajes, ganadora del Premio de
Teatro Lope de Vega.
Un matrimonio mató una noche a un amigo
común y, al día siguíente, la mujer
convirtió el cadáver en hamburguesas:
«Me llamó tanto la atención que
procuré componer las circunstancias y
situación de estas personas, lo que les
había llevado a cometer tan brutal crimen. Esto es
lo que cuento en Los engranajes».
Una obra que intentará poner en escena, al
igual que las otras muchas que ha escrito. «Puedo
decir que he plasmado en folios todo aquello que
quería contar, que tenía en la mente, al
menos de momento, y que, ahora, mi objetivo es que esas
obras se vean».
Una de ellas, Los malditos, ganadora del Premio
Calderón de la Barca, podría verse el
próximo año en esta ciudad, en la suya: "
Me encantaría, porque, además, la
producción también seria asturiana, eso es
muy bueno".
La ilusión del cine.
No sería, en cualquier caso, la primera vez que
Raúl Hernández Garrido trae una
creación suya a Gijón, aunque sí se
trataría de una primera representación
teatral y es que, además del arte escénico,
el cine es otra de sus grandes ilusiones: «Yo
diría que fue durante mucho tiempo mi
máxima aspiración, aunque ahora no me
importaría quedarme en el teatro».
Bajo la arena, en 1992, Bajomonte, al
año siguiente, los títulos de los dos
cortometrajes que Raúl Hernández Garrido
presentó en el Festival Internacional de Cine de
Gijón, dos muestra de su quehacer
cinematográfico, « la historia con la que me
gustaría seguir, pero que cuesta demasiado dinero.
El cine es como la lotería no se puede afrontar
sin una subvención»; algo que él pide
cada vez que tiene ocasión y para la que ya tiene
unos cuantos guiones preparados, «aunque aún
no he t enido suerte, no ha salido rni oportunidad».
Pero nunca se sabe y lo tiene muy claro: «Estaba a
punto de retirar Los engranajes, porque la
había presentado a muchos premios y no
había ganado ninguno. El último intento el
Lope de Vega».