ars theatrica

reseñas teatro siglo xx

Tendencias del Teatro Español durante la Transición Política
(1975-1982)

BERENGUER, Ángel / PÉREZ, Manuel

Biblioteca Nueva, Teoría, Historia y Crítica del Teatro
(Historia del Teatro Español del Siglo XX. Vol. IV)
Madrid, 1998

 

 

HACIA UNA RECONSTRUCCIÓN DE LA VIDA TEATRAL ESPAÑOLA
DURANTE LA TRANSICIÓN. (1)

Un ambicioso proyecto de investigación.

Desde hace unos años, el grupo de investigadores del teatro español de la Universidad de Alcalá de Henares, coordinado por el profesor Ángel Berenguer, se encuentra inmerso en el ambicioso proyecto de ofrecernos un panorama lo más completo posible de la vida teatral madrileña durante el presente siglo. Así, y siempre dentro de la revista Teatro que publica el Aula de Estudios Teatrales de dicha Universidad, han ido apareciendo diferentes números monográficos en los que se recoge la cartelera madrileña de diversos períodos históricos: Luis M. González, en el número 9-10 (correspondiente a 1996), ha publicado La escena madrileña durante la Segunda República (1931-1939) y más recientemente Juan Pedro Sánchez Sánchez ha hecho lo mismo con La escena madrileña entre 1970 y 1974, en el número 12 (1997). En ambos casos el referente inmediato lo constituye el estudio de Manuel Pérez citado en primer lugar, que sirvió para establecer las bases teóricas y metodológicas de un proyecto ciertamente ambicioso que pretende, como comentaré inmediatamente, no sólo ofrecernos un panorama lo más exhaustivo posible de la vida teatral madrileña sino también hacerlo desde el rigor documental y a partir de unos planteamientos teóricos y metodológicos que bien merecen un comentario detallado. Vaya, sin embargo, por delante, una precisión: de lo que se trata no es tanto reducir la investigación a la mera acumulación de información, de datos, como convertirlos en la documentación necesaria para establecer un modelo del funcionamiento de la vida teatral durante ese período; un modelo que nos permita, desde luego, comprender la dinámica teatral de esos años en toda su complejidad. Es decir: que nos encontramos ante los fundamentos sobre los que se ha de construir una nueva lectura de la historia del teatro español durante este siglo. Pero veamos, con un poco de detenimiento, de qué bases metodológicas se parte para intentar alcanzar dichos objetivos.

Los presupuestos metodológicos: creación de un modelo operativo de ficha-registro.

En el primero de sus estudios, Manuel Pérez sienta con claridad cuáles son dichas bases: por una parte, dar "cuenta del hecho teatral en su faceta de representación, de actividad artística que implica a unos profesionales en un proceso de producción que desemboca en su exhibición ante un auditorio; en definitiva -nos añade- analizamos el hecho teatral en aquello que tiene de espectáculo" (1993: 13). Por la otra,desarrollar dicho estudio bajo el punto de vista de la estética de la recepción, objetivo este someramente expuesto en las páginas iniciales (1993:7-12). Ello no obstante, en dicho estudio atenderá más a los problemas metodológicos derivados de la necesidad de encontrar un procedimiento de fijación de los datos objetivos de las representaciones, mientras que no será sino en su segundo estudio cuando tiente un acercamiento más decidido hacia su recepción. Procedimiento del todo legítimo aunque, puestos a rizar el rizo hubiese sido conveniente apoyar los datos objetivos aportados en [1993] con otros que hiciesen referencia a la objetividad de la recepción, como por ejemplo, la asistencia del público a cada uno de ellos. Al fin y al cabo, aunque Manuel Pérez introduzca un campo en su ficha dedicado a fijar la permanencia en cartel de las obras, esto último puede deberse no sólo a su acogida más o menos favorable por parte del público como a necesidades de programación (falta de un espectáculo que reemplace a otro que no está teniendo buena respuesta por parte del público; o necesidad de substituir un éxito a causa de compromisos adquiridos con anterioridad). Soy consciente de lo arduo que puede llegar a ser obtener la información que indico, pero no olvidemos que ya en su época de director de Pipirijaina, Moisés Pérez Coterillo incluía en dicha revista una sección, titulada significativamente El chivato donde, de forma global, aportaba cuanta información poseía al respecto (precio de las entradas, recaudación global y asistencia media por función) de la mayoría de los teatros de Madrid y Barcelona. Y dicha sección pasó, no lo olvidemos, a la revista El público. Quiero decir, en definitiva, que sería buena idea recopilar (y, eventualmente, ampliar y contrastar) estos datos para poder así ponerlos en relación con los valiosísimos que Manuel Pérez nos aporta en su fichero.

Pero pasemos a examinar más de cerca el modelo de ficha con el que trabaja el profesor alcalaíno. El conjunto de campos en que se divide ésta se agrupan en tres categorías, a saber: texto (que incluye los datos referidos a autor, nacionalidad de éste, adaptación y/o traducción y género; montaje: lugar y tiempo, donde incluye, además del lugar de representación, lo referido al tiempo de permanencia en cartel, y si se trata de una o más funciones diarias y los días de la semana en que existe función. Finalmente, la tercera la denomina montaje: responsabilidades, e incluye en ella dirección, producción, realización, procedencia, intérpretes, escenografía, vestuario, iluminación, coreografía, música y dirección musical. Un último campo, abierto, el de observaciones le permite incluir notas aclaratorias a los campos anteriormente descritos. Hay que indicar, en fin, que el encabezamiento de la ficha lo constituye el título de la obra y el lugar teatral donde se representó.

El cuidadoso diseño de esta ficha se pone además de manifiesto en las precisiones que se dan para tratar de precisar el carácter original o no del texto (a lo que dedica los campos de "adaptación" y "traducción"), o la permanencia en cartel de la obra en cuestión, que trata de fijar al máximo no conformándose para ello con las fechas de la primera y última representación, sino tratando de determinarla al máximo mediante la combinación del número de semanas en cartel, y número de funciones semanales. Con todo, quizá hubiese sido conveniente haber distinguido dentro del último grupo entre lo que, en los programas de mano, es habitual calificar como equipo artístico y equipo técnico, mucho más preciso a mi entender que el poco explìcito montaje: responsabilidades.

Los presupuestos metodológicos: "las críticas teatrales como fuentes de la historia del teatro".

Si el primero de los estudios de Manuel Pérez consiste, a tenor de lo acabado de indicar, en el vaciado exhaustivo de la cartelera madrileña entre 1975 y 1982, gracias al modelo de ficha descrito, el segundo va más allá, ya que trata de estudiar la recepción del teatro de esa época a través de unos receptores especialmente privilegiados y sensibles como son los críticos. Se trata, por supuesto, de ir más allá del simple acopio documental con un carácter más o menos anecdótico (y estructurado desde criterios subjetivos), que es el principal reproche, por ejemplo, que cabe hacer a los volúmenes-pese a todo imprescindibles- de la serie El espectador y la crítica de Francisco Álvaro. Por ello, nada tiene de extraño que el volumen se inicie con un interesante capítulo introductorio (titulado precisamente "Las críticas teatrales como fuentes de la historia del teatro") en el que Manuel Pérez nos brinda una reflexión sobre el papel de la crítica como documento teatral. Tema que merece, creo, algunos comentarios.

En efecto, no deja de sorprender lo poco que se ha reflexionado, y que se ha escrito, sobre este tema, pese a que, como de todos es bien sabido, las críticas suelen ser utilizadas regularmente por quienes nos dedicamos a la investigación teatral. Para tratar, entonces, de centrar su reflexión, recurre el autor a lo que afirma el profesor Ángel Berenguer en su Teoría y crítica del teatro (Alcalá, Universidad de Alcalá, 1991), en el capítulo "La crítica teatral" (pp. 53-60). Afirmaciones de gran importancia, en especial cuando trata de buscar lo que él califica como motivos de "disensión" cuando cotejamos las opiniones de diferentes críticos. Comparto con el profesor Berenguer cuanto allí se dice, y hace bien el profesor Manuel Pérez en tenerlo en cuenta, aunque -si se me permite la opìnión- en algunos momentos el estudio de las motivaciones en que "la disensión es lícita, necesaria y pertinente" (Berenguer: Teoría…, p. 57) se revele insuficiente ante el cúmulo de motivaciones ideológicas, profesionales y -por supuesto- personales que interfieren en la labor crítica, distorsionándola o desvirtuándola. Más cauto, por ejemplo, José Monleón, establece entre los catorce puntos que debe -a su parecer- cumplir el crítico, desde "Eludir la función de juez" hasta -ni más ni menos- "Controlar la incidencia de sus estados de ánimo y prohibirse el mal humor" (José Monleón, "Las razones de la crítica". Diablotexto, nº: 1, València, Departamento de Filología Española, 1994, pp. 51-63; las citas, en la p. 63). Por descontado que no hay que llegar al extremo de controlar el estado anímico de los críticos, pero lo que Monleón nos apunta con estas reflexiones es la necesidad de hacer una Historia de la crítica (en la Universidad de València estamos sentando las bases de una investigación de tales características) para poder así justipreciar así las valoraciones que se hace de la vida teatral de un período concreto.

Pero volvamos a la introducción teórica del profesor Manuel Pérez. Establece éste el trabajo del crítico como "una suerte de inversión del proceso, como la operación que desanda el camino recorrido por el autor, adoptando el sentido que conduce desde el plano imaginario al plano conceptual. Desde esta perspectiva, la crítica aparece dotada de una función nexiva entre creación y recepción entre dramaturgo y espectador, destinada a [y cita aquí el profesor Pérez a Miguel Ángel Giella: De dramaturgos: Teatro Latinoamericano Actual; Buenos Aires, Corregidor, 1994, p. 42] 'ofrecer una mayor comprensión del fenómeno teatral en su conjunto y de la obra en particular a la sociedad'" (p. XVII). Será éste el eje de sus reflexiones, unas reflexiones en las que quizá hubiese sido necesario dejar espacio para las que sobre su propia labor hacen de vez en cuando los críticos mismos (pienso en aportaciones como "La crítica teatral a examen" del también profesor universitario Manuel Diago; publicado en El mono-sabio, nº:1, València, 1991, pp. 38-45).

Desde un punto de vista más puramente formal, este volumen se nos ofrece organizado en función de la autoría de los montajes (pues son montajes lo que se juzga, en definitiva); autoría, eso sí, en la que se distingue la individual de la colectiva (tan floreciente en los años de la transición), y complementada -como en el caso del primer volumen reseñado- por los pertinentes cuadros sinópticos y auxiliares. Fundamental es también que se añada a la ficha de cada reseña, un apéndice con las ediciones de los textos en cuestión. Cada reseña, además, se articula a partir de tres epígrafes (que no aparecen siempre en su totalidad), titulados respectivamente: texto, puesta en escena y recepción, a los que eventualmente puede unirse otro dedicado al autor mismo. Pese a esto, la pretensión, muy loable, de "deparar una lectura unitaria de cada uno de los párrafos, entendidos éstos como todos indiferenciados y dotados de coherencia sintáctica y semántica" (p. XXIV), hubiese sido necesario -pienso- añadir un pequeño apéndice que nos informase de todas las críticas aparecidas en la prensa (tarea esta ardua como pocas, pero que había sido necesario hacer previamente para seleccionar los fragmentos), así como la fecha concreta de publicación. Y puestos a pedir. un índice de críticos, necesario no tanto para hacer esta historia de la recepción del teatro de la transición, que es (no lo olvidemos) el objetivo científico del profesor Manuel Pérez, como para hacer una historia de la crítica.

Del análisis a la reflexión de conjunto.

Pese a que este tipo de investigaciones se está revelando absolutamente imprescindible para poder disponer de una historia del teatro que vaya más allá de la generalización abusiva, y establecida con harta frecuencia desde presupuestos metodológicos extraídos de otras disciplinas humanísticas (y muy en especial desde la historia literaria), no faltará quien muestre un cierto grado de insatisfacción si no se acompaña de una reflexión en profundidad a partir de los datos sacados a la luz. Una reflexión, entiéndase esto, que vaya más allá de las simples conclusiones cuantitativas que son, por otra parte, fundamentales en un estudio de estas características. Como yo mismo decía al principio de esta reseña lo que realmente da valor, y sentido, a estas investigaciones es su capacidad de proyectarse más allá del dato (o del acopio de éstos, mejor dicho), hacia el campo de la historia y la teorización.

Y esto es lo, como apuntaba supra, que sucede aquí. Sólo que las reflexiones de conjunto hay que ir a buscarla en la tercera de las obras indicadas al principio. Cuarto volumen de un proyecto bien ambicioso, proyectado en cinco: una Historia del Teatro Español del Siglo XX que venga a llenar un vacío que hasta el momento sólo hemos podido cubrir con estudios de conjunto como el ya clásico libro de Francisco Ruiz Ramón, Historia del teatro español. Siglo XX. Vacío que nace de la falta de un modelo eficaz de organización de los datos que poseemos sobre la historia del teatro de ese período. Un modelo que conjuge la capacidad de dar sentido a unos momentos particularmente intensos (y complejos) de nuestra historia teatral, y que lo haga desde una perspectiva esencialmente teatral. Sobre lo primero, algo nos había avanzado ya el profesor Ángel Berenguer en su estudio El teatro en el siglo XX (hasta 1939) [Madrid, Taurus, 1988]. Trataba allí, en efecto, de organizar el cúmulo de obras, autores y tendencias que hacen de esos años uno de los más aparentemente heterogéneos de nuestra historia teatral. Con la concisión exigida por un trabajo de tipo casi introductorio, establecía pues, la coexistencia de tres tendencias teatrales, llamadas restauradora, innovadora y renovadora. Tendencias que conviven, por supuesto, en un mismo marco cronológico y cultural y que se corresponden bastante bien con el término que el grupo de investigadores de la historia del teatro en la Universidad de València hemos definido como prácticas escénicas (para su definición clásica: vid. Manuel Diago y Teresa Ferrer, eds. de Teatro y prácticas escénicas: el Quinientos valenciano (València, Institució Alfons el Magnànim, 1984), y más recientemente en Luis Quirante, Evangelina Rodríguez y Josep Lluís Sirera, Pràctiques escèniques de l'Edat Mitjana als Segles d'Or (València, Universitat de València, en prensa).

Así las cosas, en este volumen, los profesores Ángel Berenguer y Manuel Pérez aplican este modelo funcional a la situación del teatro de la transición, a partir de un estudio contextual que se basa a su vez en las reflexiones contenidas, entre otros, en el artículo del profesor Berenguer "Teatro, producción artística y contemporaneidad" (Teatro. Revista de Estudios Teatrales; nº: 6-7. Alcalá, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Alcalá, 1995, pp, 7-23. [Bibliografía más detallada en la p. 16, n. 2 de esta obra]. Se trata, de forma muy resumida, de una aplicación de las teorías de las mentalidades al análisis del marco histórico, cultural y teatral en el que se desarollan las tendencias antes indicadas. En estricta correspondencia con la información analizada por el profesor Pérez, será la tendencia innovadora la que se erija en hegemónica durante estos años, y a la que los autores dedican lógicamente el estudio más extenso.

Destaquemos, para concluir, que para asegurar las oportunas conexiones entre unas épocas y otras se distingue de forma sistemática entre autores con obra anterior (es decir, que hay que examinarlos a lo largo de las diferentes etapas en que los autores dividen el siglo XX: 1892-1939, 1939-1975, 1975-1982 y 1983-1996). Esto hace que sólo cuando se haya puesto remate al proyecto, pueda valorarse con exactitud el proyecto; en especial cuando salga a la luz el primero de los cinco volúmenes de la serie, centrado -se nos dice. en los aspectos metodológicos y en la definición general de las tendencias. De momento, pues, insistiré, en el gran interés del volumen aparecido, cuyo único pero sería quizá la falta de un mayor desarrollo de los aspectos referidos a la "mediación estética" y a su plasmación en la representación, pues -como es sabido- en el período 1975-1982 asistimos al inicio de una renovación en profundidad de la infraestructura teatral hispana (aparición de los primeros teatros públicos, por ejemplo). Interés que por descontado hay que hacer extensivo al riguroso trabajo de documentación de los dos volúmenes del profesor Manuel Pérez también reseñados.

Josep LluÍs Sirera

Universitat de València

 

(1)También se comentan otros trabajos de estos autores:

Manuel Pérez: La escena madrileña en la transición política (1975-1982). Teatro. Revista de estudios teatrales, nº: 3-4 (Número monográfico). Universidad de Alcalá de Henares, 1993.

Manuel Pérez: El teatro de la transición política (1975-1982). Recepción, crítica y edición.Kassel, Edition Reinchenberger, 1998.