Y siguen los aciertos, Pablo Ley, El País, 21-12-2001.La Sala Beckett continúa su trayectoria de aciertos y cubriendo, de paso, un territorio, el de la dramaturgia contemporánea catalana, por el que deberían velar también otros teatros con fuerte dotación institucional. Esta vez con La dona i el detectiu, de Mercè Sarrias, dramaturga que ya obtuvo, con Africa 30, un éxito en la misma Sala Beckett. El espectáculo ha sido dirigido, con inteligencia y sensibilidad, por Toni Casares, que demuestra,una vez más, que la dramaturgia catalana no sólo ha alcanzado la mayoría de edad, sino que iguala en calídad y talento a las dramaturgias que llegan de fuera.
Tiene razón Casares cuando, en el programa de mano de La dona i el detectiu, escribe que el teatro de Mercè Sarrias no es estrídente ni grandilocuente, que es un teatro de anécdotas modestas pero de sentimientos profundos y complejos. En esta ocasión, en efecto, los personajes son una mujer, que hasta el día anterior ha sido camarera en un frankfurt y ha sido despedida, y el detective al que va a visitar sin ninguna finalidad concreta, o al menos eso es lo que se pretende que creamos. Toda la obra transcurre en la oficina del detective y son pocas cosas las que suceden, pero permiten echar una mirada sobre el mundo en que vivimos.
Lo que hace especiales a estos dos personajes es su condición de voyeurs. Miran el mundo sin implicarse. Ella lo ha estado observando desde detrás de la barra, reconstruyendo la vida de los clientes habituales sólo a través del modo en que le hacían los pedidos. El, un detective privado, es incapaz de desprenderse de quienes alguna vez lo han contratado, y sigue investigándolos, fotografiándolos, mucho después de haber cumplido con el encargo. Ambos necesitan seguir completando, en su intenior, el mundo que los rodea. Es, tal vez, una metáfora de la necesidad de saber.
La puesta en escena acude a los códigos de las películas clásicas de serie B, donde habitan los detectives de la historia del cine cuyas imágenes, en el montaje, se proyectan sobre el ciclorama, al fondo. En esta mezcla de códigos, el teatral y el cinematográfico, es donde hay que destacar uno de los aciertos del montaje, porque multiplica los ecos de una pieza tímidamente beckettiana en el sentido de la desazón ante el descubrimiento de la absurdidad del mundo.
La puesta en escena desvela la sutileza de la escritura de Mercè Sarrias. Casares no sólo lleva a cabo una excelente utilización del espacio. También ha realizado una excelente dirección de actores reinventando, seguramente, los motivos psicológicos que dan grosor al os personajes. Resu Belmonte Gadona está espléndida. La dificultad de su personaje. estriba en su aparente inconsistencia, sus titubeos, sus dudas, sus súbitas risas o sollozos. Pere Ventura (el detectiu) tiene en su confrontación con el mito cinematográfico del detective su reto particular.
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