FICHA DE LA OBRA
LA ÚLTIMA ESCENA
Dirección: Ernesto Caballero.Ayudante de dirección: Ione Irazabal.
Intérpretes: Rosa Savoini, Andrés Lima, Fernando Romo, Lola Casamayor, Janfri Topera, Lidia Palazuelos, Susana Hernández, Marisol Rolandi, Alberto Jiménez, Pilar López, Pedro G. de las Heras, Ione Irazabal. Con la voz de Anita y del autor.
Escenografía: Equipo Forma 7.
Vestuario: Lucia Benaducci.
Música: J. S. Bach (cantata nº8).
Sonido: Miguel Ángel Delgado.
Grafista: Amador Mendez
Realización máscara: Javier González.
Dirección técnica: Isabel Vega.
Regidor: Joseba García.
Maquinista: Alberto Sánchez Totin.
Fotografía: Armando Ruah.
Prensa y promoción: Maurice Calmette.
Asistencia a la dirección: Sandra Cuchet y Rajan Ramaswani.
Gestión: Silvia C. de las Heras.
Producción: Teatro del Eco.
Estreno: II Muestra de Autores Contemporáneos de Alicante el 5 de octubre de 1994.
Festival de Otoño 1994, Sala Olimpia, Madrid. Del 11 al 16 de octubre.
Teatro Alfil, Madrid. Del 30 de mayo al 11 de junio de 1995.
TEXTO DEL PROGRAMA DE MANO
"La última escena" nos habla del empeño de unos hombres por tener un guía y de cómo éstos buscan respuesta a su existencia ajenos a ellos mismos, descartando la posibilidad de convertirse en sus propios guías, en los propios autores de la obra que representan. Pero he aquí que ese guía al que han seguido con una fe ciega es el único que va a revelarles su propia capacidad de evolución. Para ello se va a valer de un recurso que opera como una provocación en el grupo de actores reunido en torno a la primera lectura: la obra a representar no está escrita."Nada; ni una palabra, ni una letra,; nada, papeles, papeles, papeles, pero nada... ¿se han borrado las palabras? Alguien ha debido borrarlas"
Rabí ¿has sido tú?
La tragedia de los personajes no es otra que la que nos sacude diariamente; esto es, la imposibilidad de distinguir la verdad tanto en nosotros mismos como en lo que nos rodea. Los personajes son las personalidades falsas de los actores; éstos, para ser reales, se ven abocados a desprenderse de las señas de identidad con que se engañan al autoafirmarse. Cuando se despojan de ellas surge la ausencia absoluta, que da paso a la consciencia.
Para expresar todo esto desde la escena resulta necesario el sacrificio de la propia representación.
Hay que destruir el teatro o vivir en el teatro (Federico García Lorca).
¿Y si partíeramos aceptando el hecho de que no tenemos nada que contar sino tan sólo ese vacío? ¿Y si ese vacío fuese precisamente la condición previa para recuperar una comunicación perdida hace tiempo entre bastidores y despachos oficiales? ¿Y si esa comunicación requiriese un sacrificio donde los actores deberían renunciar a sus personajes del mismo modo que el autor a su obra? ¿Y si todo fuese tan sencillo como compartir una cena?
Nuestro viejo oficio reclama la eutanasia.
Ernesto Caballero.
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