Jerónimo López Mozo.
Reseña nº 284 febrero de 1997.
Thebas Motel Thebas Motel nació de un taller de
escritura teatral. Es un ejercicio desarrollado a partir
de una situación concreta: un hombre y una mujer
en una cama. El autor/alumno los convirtió en una
pareja encerrada en la habitación de un motel
después de haber atracado un banco. Aguardan a que
la policía baje la guardia y el camino de la huida
quede expedito. Surge la idea de burlas a sus
cómplices y, a medida que se prolonga la espera en
aquel espacio cerrado, a las relacio~ nes delictivas se
van añadiendo las que dicta el sexo. El nombre del
motel es un guiño del autor que no pasa
desapercibido, pero tardaremos bastante en saber que la
mujer es trasunto de Yocasta, y el hombre, más
joven, de Edipo. La tragedia antigua se repite, pues, en
un escenario de hoy. La obra se alzó, poco
después, con el Premio Rojas Zorrilla y ha sido
estrenada ahora. No es una idea demasiado original. Algo
parecido hacía tiempo atrás Marcial
Lafuente Estefanía -¿o era otro?-, que
buscaba los argumentos de sus novelas del Oeste en el
vivero de los clásicos griegos. Ofrece la obra,
sin embargo, aspectos interesantes. Por ejemplo, el ritmo
cinematográfico de la acción, que la
convierte en un curioso ejemplo de thriller teatral. Y
detalles que anunciarían la existencia de un autor
a tener en cuenta en el futuro si no hubiera demostrado
ya su talento con Agonía, que obtuvo en
1995 el premio Calderón de la Barca. Guillermo Heras, que se ha integrado plenamente en el
Teatro del Astillero, del que el autor forma parte, ha
concebido una puesta en escena atractiva. Una cama
instalada en el centro del escenario, cercado a muy poca
distancia por el público, es el elemento esencial
de la escenografía. Todo gira en torno a ella. Es
su tabla de salvación y su jaula. Cada vez que los
personajes la abandonan, se pierden en una superficie
sembrada de latas vacías y de ropas desordenadas.
Más allá, otras barreras: el
público, la policía que patrulla en las
proximidades, los cómplices que barruntan el
engaño y llaman continuamente por
teléfono... El aspecto más débil de
este trabajo es la interpretación. Los actores
están lejos de ser personajes de tragedia y, a
pesar de que la acción se desarrolla en un espacio
reducido, sus voces apenas se perciben.
(Primero comenta el Rey Lear de Rodrigo
García, ver en este autor)
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