Enrique Centeno. Diario 16.
Lunes 10 de febrero de
1997. Un hombre, una mujer, y un botin tras un atraco.
Pasiones, satisfacciones, relaciones cambiantes de
confianza y desconfianza, y unos hechos anteriores ,no
aclarados bien con el resto de la banda. Como se ve, nada
excesivamente original, lo que no impide admirar y
disfrutar del trabajo, en especial el de Marina Andina,
cuya voz, rica y cálida, llena de credibilidad su
conflicto. El autor guarda, de todos modos, una carta
inesperada, para jugar casi al final y que añade
entonces, áunque de forma retrospectiva, una
dimensión trágica a cuanto ha sucedido
anteriormente. De modo que el espectador debe
reflexionar, volver atrás para él mismo
dimensionar cuanto acaba de contemplar en esta nueva
Tebas -la levedad de la clave, el nombre del motel, era
insuficiente para imaginarlo- en especial las escenas de
intenso erotismo. Espectáculo modesto en sus planteamientos tanto
textuales como escénicos, muestra esa excelente
factura que el Teatro del Astillero viene garantizando,
desde hace un par de años con autores
españoles.
Un espacio escénico circular, muy
sugerente, permite al espectador situarse muy
próximo a los personajes, sentir sus alientos,
apreciar un formidable y sincero trabajo que ha dirigido
Guillermo Heras cuidando cada silenció, cada
palabra, cada pequeño detalle. Permite
también paliar el tópico de la habitacion
de un motel, en la que transcurre la acción
dramática: sé adivinan influencias del
teatro bronco y tensó de San Shepard en el autor,
cuya excelente caligrafía le hizo obtener con esta
obra el Premio Rojas Zorrilla hace dos años.
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