Xavier Puchades, Mondo Sonoro
nº60 (Valencia) Febrero de 2000
Phoëbon: Entre cuatro paredes blancas en
forma de embudo -una de ellas, la tercera o la cuarta
pared somos los que vemos y escuchamos- un hombrecillo
que dice ser administrativo, funcionario del Departamento
de Seguridad Nacional, Sección 411,
Interrogatorios, nos describe minuciosamente, con selecto
vocabulario y gestos geométricos, su lugar de
trabajo y sus tareas diarias. Como en las metamorfosis
kafkianas, entre poseído y ventrílocuo, da
vida tanto a objetos inanimados (variados utensilios del
perfecto oficinista) como a animados (secretaria,
personal de mantenimiento, detenidos ... ). En esta
miserable atmósfera laboral podemos llegar a
disfrutar, sin embargo, de breves estallidos de belleza:
desde escribir a máquina y alcanzar el orgasmo
musical hasta cambiar un clavo oxidado del marco de una
ventana y contemplar después el resultado. El
monólogo de este personaje transcurre desde el
más estricto orden, al caos del más hermoso
autismo. De lo describible y archivable, a lo
indescriptible y volátil. Todo este crescendo goza
de un ritmo exacto que arrastra al espectador sin remedio
hasta la fuga final que nos deja blancos, como las
paredes que somos. Y todo esto es posible porque texto
(de Tadeus Calinca, autor posiblemente polaco pero nacido
en Xàtiva) y puesta en escena (Víctor
Torres) casi han crecido a la par y de esta simbiosis ha
nacido el Oficinista interpretado por Elies
Barberà, que se mueve con precisión entre
palabras, silencios y gestos. ¿Pero qué o
quién es Phoëbon? Se supone que el jefe sin
escrúpulos de este tipo escuálido y
tembloroso, pero es algo más, algo pasivamente
interiorizado en cada uno de nosotros. Por otro lado,
¿qué es un ciringoto? Eso ya no os lo voy a
decir. Seas o no seas oficinista te interesa saberlo.
Robert Walser, en un tratado sobre este oficio, citaba:
«Se nos asoma la luna dentro. Me ve como pobre
oficinista» Esos versos son Phoëbon.
(...)
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