Virgilio Tortosa, Qué y
Dónde (Valencia) n 1110, 21-27 junio de 1999
La historia bien pudiera estar sacada de la
imaginación de Pessoa, e incluso ser él
mismo. No en vano, el poeta portugués fue
oficinista como el protagonista de la obra. A
través de un monólogo llevado de la mano de
Elies Barberá, se nos cuenta la grisácea
cotidianeidad de un oficinista anodino y retraído
hasta la exacerbación. Este personaje describe el
habitáculo que se corresponde con el Departamento
de Seguridad Nacional, sección Interrogatorios,
donde pasa gran parte de su vida trabajando; se desdobla
reencarnando a su compañera mecanógrafa y a
su jefe. La cuestión se complica cuando el
supuesto autor de la obra es Tadeusz Calínca,
autor -nos dice el programa de mano- polaco nada conocido
fuera de su país. Hasta ahí bien, pero
ocurre que éste no es más que el
heterónimo utilizado por Jesús Sanchis a la
hora de abordar la anodina realidad de este oscuro
oficinista, como manera pessoana de distanciarse y dar
rienda suelta a la vida en escena a través de
terceros. Este joven autor valenciano está ligado
al Teatre de la Lluna de Xátiva, del que conocemos
otra obra suya representada la temporada pasada en la
Sala Palmireno. La puesta en escena del cabeza visible de
esta compañía setabense, Víctor
Torres, es sobria, minimalista y totalmente austera, en
todo momento correcta e mcluso operativa. Una de las
bazas de este director, como buen alumno de Pablo Corral,
es el rigor con que afronta el trabajo corporal. De
hecho, le extrae al único actor el mayor de los
partidos, en una interpretación corporal de nivel,
plasmando la pusilanimidad del personaje principal que
reencarna, así como el carácter endurecido
de su jefe, por no decir la sensibilidad con que afronta
el papel de la secretaria en sus varios desdoblamientbs:
la cosificación posee un nivel de altura. Hay
mucha sinceridad sobre el escenario, en un trabajo que
supone toda una apuesta por el rigor a partir de una
máxima austeridad escénica. Sin embargo, el
mayor problema del montaje es un texto que pretende, sin
llegar a conseguirlo, poner al descubierto con toda su
crudeza el modo en que la sociedad agrede al individuo.
El hecho es que esa intención tan sólo
queda insinuada pues no acaba de cuajar en la propuesta
textual de Sanchis a falta de una mayor ambición
textual, por no decir una mayor clarividencia de la
narración escénica al no acabar de reflejar
las congojas del ser humano en la sociedad actual. Y sin
embargo hay atisbos de ruptura en el lenguaje,
búsqueda de un camino dramático que no
acaba de concretizarse, con lo cual el objetivo se
difumina, con el consiguiente peligro de no hacer
partícipe al espectador del juego escénico
que se propone.
|
anterior |