Desde la primera aparición impresa de un Amadís de Gaula , un Baladro y un Oliveros de Castilla , a finales del siglo XV, hasta el primer cuarto del XVII, cuando ven la luz las tres partes del Espejo de príncipes y caballeros , transcurrió más de un siglo de consumo entusiasta de los libros de caballerías. Mientras que los orígenes del género han de hallarse en la Edad Media, la fisonomía editorial característica de los libros (formato en folio, generalmente extensos, disposición a dos columnas, impresión en caracteres góticos o redondos, empleo de grabados acordes con el contenido, etc.) se consolidó gracias a la conjunción del trabajo de autores, impresores y editores de tal manera que hoy la asociación entre el contenido y la apariencia de los libros permite identificarlos como un género editorial particular.
Tras el éxito sostenido durante más de cien años, la fortuna dejó de ser favorable a los libros de caballerías; aunque el siglo XVIII acogió algunas ediciones de los textos, durante la centuria siguiente prevaleció el desinterés hacia su estudio. A cambio, la mirada crítica de estudiosos e investigadores del siglo XX ha vuelto a colocarlos en el centro de atención de expertos de la historia de la literatura. Los avances en la investigación del género pueden apreciarse en la bibliografía que recientemente han publicado Daniel Eisenberg y Mª Carmen Marín Pina (1).
Los libros de caballerías castellanos han despertado en el investigador un interés ávido por conocer las entrañas de los libros y sus personajes y por adentrarse en selvas de aventuras hilvanadas mediante motivos folclóricos y literarios. Surge entonces una curiosidad derivada de su contenido como es rastrear la evolución del género desde sus primeros y más firmes representantes hasta aquellos que se alejan de los tópicos institucionalizados por el modelo.
Existe, sin embargo, otra línea de estudio que se fija en la materialidad del libro e indaga en aspectos relacionados con la apariencia del volumen y las características físicas de las ediciones. Este enfoque no es necesariamente ajeno al contenido, pero sí representa otra cara de la investigación de la obra literaria, una más próxima a la fabricación del libro como objeto material que a la creación. Precisamente, es en esta dirección hacia donde nos conduce el libro de J.M. Lucía Megías, Imprenta y libros de caballerías.
En palabras del autor, la idea del libro consiste en ofrecer un "análisis externo del género editorial caballeresco" (pág. 18), y el método de concretar tal intención es la muestra de "algunos casos habituales en la imprenta manual mediante documentaciones extraídas de los libros de caballerías castellanos" (pág. 17). Aunque el objetivo se formule pronto, la realidad de este volumen es harto más compleja de lo que parece: la abundancia de noticias que recibe el lector en cada página supera lo que modestamente anuncian las citas recogidas. El análisis de los ejemplares consultados, dispersos por bibliotecas nacionales, europeas e incluso alguna americana, suministra un completo surtido de los elementos o aspectos más característicos del libro de caballerías. Con todo, lo que merece mayor consideración es el valor e interés de los datos aportados que exceden cumplidamente el comentario esencial hasta ofrecer detalles o reflexiones (respecto al formato, las fundiciones, la producción, el traspaso de material tipográfico entre impresores, la crisis editorial o la manipulación de los grabados) de mayor sutileza orientados al público especializado.
El contenido del volumen se contempla de una vez en un índice extenso y detallado añadido al inicio del tomo. La relación de las partes y apartados menores facilita la lectura seguida y gradual del texto al tiempo que garantiza el acierto de las consultas. Describo, a continuación, las partes y sus divisiones principales, señalándolas ambas con comillas, y las segundas, además, en cursiva.
Para empezar, un comentario personal del autor, que sabe a prólogo de época, dirigido Al lector, introduce al interesado en algunas cuestiones de bibliografía. Sigue al prólogo una "Lista" que identifica las más de doscientas ilustraciones que acompañan la lectura. En su mayoría son reproducciones de portadas, grabados y páginas interiores de ediciones diversas de libros del género, pero junto a ellas podemos contemplar muestras de otras obras áureas que convienen al caso, por ejemplo, para contrastar el resultado de las indagaciones del autor, especialmente cuando discurre sobre los criterios de identificación de los libros de caballerías, o para certificar la presencia de grabados en toda suerte de libros sin que la temática sea obstáculo alguno para ello.
En el apartado siguiente, "Preliminares" (págs. 31-140), el autor reúne, en tres temas, los fundamentos en que se asienta el trabajo. En primer lugar, bajo el título de "Libros de caballerías en busca de un género" se revisa y fija el corpus de libros que constituyen el género editorial caballeresco de acuerdo a criterios distintos de los que gobernaron las clasificaciones más relevantes hechas con anterioridad. Así, el punto de referencia para esta nueva propuesta de ordenación no tantea exclusivamente en el contenido de los textos y su origen, en la estructura de la narración, o en la idea de dichos libros recuperada de la memoria cervantina, como argumentaron P. de Gayangos, J.I. Ferreras, y D. Eisenberg y H.L. Sharrer, respectivamente. En este caso, para el autor, valen las señas comunes a unos textos y a otros, asentadas por la imprenta, junto con el contenido, de tal modo que "sólo en la unión de ambos, del texto y de su medio de transmisión, podremos utilizar y comprender el complejo término de género editorial" (pág. 50). Aún con esas, no escapa al autor la necesidad de matizar tal generalidad con el fin de discriminar de la clasificación aquellos volúmenes presentados, según estrategias editoriales, a semejanza del género que nos ocupa. Después de esclarecer las posibles confusiones que pueden producirse, es presentado el corpus de libros (págs. 65-67) distinguiendo dos grupos: los "Libros pertenecientes a un ciclo" y los "Libros sueltos". Esta clasificación se complementa con la relación de las ediciones de los libros impresas en los siglos XVI y XVII que aparece al final del libro, en el Índice temático (págs. 597-608) y en el cronológico (págs. 609-618) basados en el que propusiera D. Eisenberg, en 1979 (2) . En segundo lugar, se analizan cuatro conceptos que proporcionan el encabezamiento del apartado, "Edición, emisión, estado y ejemplar". Estos términos, adoptados de los estudios bibliográficos anglosajones e introducidos en la investigación bibliográfica nacional por J. Moll, en 1979 (3), aquí son empleados como criterio para ordenar y comentar grados distintos de las variedades de los impresos. Dentro de la noción "Edición" el autor contempla dos situaciones problemáticas: una, los casos de libros "con división interna" y, dos, la edición de "varios libros de una misma serie". Explicando la "Emisión" se incluyen ejemplos de "alteración de portadas en caso de coediciones", de "reutilización de pliegos de antiguas ediciones" y de "alteración por motivos administrativos". Al tratar del "Ejemplar" se analizan dos aspectos cruciales para identificar impresos: la "Encuadernación" y las manifestaciones personales de los lectores, los marginalia, recogidas en el concepto "Lectura coetánea". En tercer lugar, se examina el término "Reedición" en sus modalidades "renglón a renglón" y "parcialmente corregida".
Después de esta exposición de nociones sobre el material de trabajo, comienza la sección más compleja del libro denominada "Análisis de la estructura externa del género editorial caballeresco" (págs. 141-528) secuenciada en cuatro epígrafes principales: "Portada", "Preliminares", "Cuerpo del texto" y "Colofón". El contenido de la sección se concreta en el estudio de los elementos paratextuales y otros factores que dan entidad tipográfica a la página impresa. Entre los primeros, el autor examina pormenorizadamente la información contenida en las "Portadas" de los libros que aparece en forma de grabados, orlas, títulos, en las indicaciones de autor y pie de imprenta, y en otros lugares, como las dedicatorias o las portadas interiores. El grabado de portada adquiere por su situación y naturaleza un valor indiscutible como elemento caracterizador del género sin que por ello sea exclusivo del mismo. El autor explica el poder de estas representaciones subrayando cómo "antes que informativo posee un valor referencial y emblemático" (pág. 146). Tales propiedades no fueron despreciadas por los empresarios del libro, hábiles estrategas de mercado, que afinaron su ingenio a la vez que sus buriles para dar nueva forma a grabados conocidos. En base a este recurso se establece una clasificación de la copia de grabados distinguiendo las copias simplificadas, las mejoradas y las parcialmente modificadas a partir de uno anterior, que pudieron usarse por diferentes impresores en distintos lugares a lo largo del tiempo. Aparte de las reproducciones, existen ejemplos de grabados no obtenidos mediante copia utilizados por un único impresor en distintas ediciones, utilizados por varios impresores en una misma ciudad o en diversas ciudades, y otros utilizados en una ocasión. A continuación, el autor propone una clasificación de grabados de portadas de acuerdo con los motivos del caballero jinete, bélico, heráldico y otros ordenados según la escena que muestren; aparte, se incluyen los motivos italianos y se analizan portadas con predominio de texto en vez de imagen. Este apartado se completa con el apéndice final "Tipología de grabados de portada" (págs. 577-594) donde se reúnen grabados que presentan el motivo del caballero jinete y el motivo bélico. Después, se analiza la naturaleza y carácter de los "Preliminares" legales, literarios y tipográficos contenidos en los libros; seguidamente, se tratan aspectos del "Cuerpo del texto" como son el formato, el tipo de letra, la disposición tipográfica, las orlas interiores, letras iniciales y grabados interiores; por último, se comenta la información que se desprende del "Colofón".
En el apartado "Final" (págs. 529-540) se reúnen algunas de las ideas dispersas por el texto para concluir atribuyendo al taller de los Cromberger el estilo visual que inspiró al resto de los libros de caballerías. El volumen se cierra con una "Bibliografía" (pág. 541-576), el apéndice de grabados de portada y los dos índices a los que hemos hecho referencia arriba, más un tercero de carácter "Analítico".
El programa pensado para esta obra se aprecia desde los Preliminares a los Índices y concuerda con la voluntad expresada por el autor en las citas referidas al comienzo. La alusión hecha en el preámbulo dedicado a la bibliografía a los principios de la textual bibliography ha de entenderse simplemente como una referencia a un sistema de trabajo que valora cada elemento que da forma a un libro con el fin de explicar su gestación, no como el cauce de estas páginas tan apropiadamente construidas.
Imprenta y libros de caballerías aporta una visión novedosa del libro de caballerías castellano examinado entre los suyos y a través de su imagen: es un estudio del cuerpo, que no del alma, del género. El planteamiento que distingue esta aproximación de otras es la aplicación de conceptos y métodos de la bibliografía que resultan altamente productivos en el análisis del material. Así, a los conceptos edición, emisión y estado se suma el de ejemplar , muy oportuno en este caso, para un enfoque centrado en el libro como objeto individual y concreto. Precisamente, otra marca particular en el libro antiguo la constituyen las notas añadidas en los márgenes por sus poseedores o lectores, noticias que recupera el autor bajo la noción original de "lectura coetánea" especialmente adecuada al hablar o tratar del ejemplar.
Otra de las aportaciones más notables de este volumen es la importancia concedida a la estética del libro de caballerías. El material iconográfico incluido constituye un catálogo extenso de reproducciones representativas del género que, acompañadas de minuciosas descripciones y del análisis de los elementos que configuran la página, contribuye al análisis de la evolución de la ilustración del libro antiguo. El libro antiguo exhibe una belleza que no depende únicamente de las imágenes, como es sabido, sino de su combinación con el texto, del diseño de la página según la ordenación y distribución de los elementos, de las tintas y las letrerías.
Lejos de conformarse con ofrecer los resultados del proceso de identificación, descripción e interpretación de los ejemplares, que nunca es un esfuerzo pequeño, J.M. Lucía Megías ha engalanado su trabajo ofreciendo otros detalles menos comunes obtenidos del conocimiento del mundo editorial en los tiempos de la imprenta manual. Estas páginas son una muestra de la actividad que giraba alrededor del libro impreso, porque el autor ha reunido las huellas de la participación de todas las figuras que, bien como agentes, bien como receptores, intervinieron en su producción y consumo.
Sonia Garza Merino
Universidad de Alcalá
NOTAS
(1) Bibliografía de los libros de caballerías castellanos, Zaragoza, Prensas Universitarias de Zaragoza, 2000.
(2) Castilian Romances of Chivalry in the Sixteenth Century: A Bibliography, Londres, Grant & Cutler, 1979.
(3) Moll, Jaime, «Problemas bibliográficos del libro en el Siglo de Oro», Boletín de la Real Academia Española, LIX, 1979, pp. 49-109.