Giuseppe Grilli, Literatura caballeresca y re-escrituras cervantinas , Alcalá de Henares, Centro Estudios Cervantinos, 2004, 273 pp.

Maria Alessandra Giovannini

Università degli studi di Napoli ‘L'Orientale'

 

El eje central que estructura el volumen de Giuseppe Grilli dedicado a la obra cervantina es la palabra re-escritura. Re-escritura como utilización de tipologías narrativas codificadas, casi estereotipadas, las cuales, insertadas en contextos narrativos diferentes, es decir, de-contextualizadas, adquieren unas características propias que las convierten en modelos nuevos. No es casual que desde hace unos años el trabajo de investigación del estudioso italiano se haya fijado a menudo en averiguar cómo se concretiza la síntesis entre continuidad e innovación en literatura: entre las muchas contribuciones de estos últimos años, quiero recordar el volumen que recoge las actas del Congreso Internacional organizado por Grilli con el significativo título Modelli Memorie Riscritture en la Universidad ‘L'Orientale' de Nápoles.

El libro publicado por el Centro Estudios Cervantinos se compone de artículos inéditos y de otros ya publicados que, sin embargo, al pasar a formar parte de un único volumen, han sufrido ampliaciones, revisiones y a veces la traducción del catalán al castellano. La diferente procedencia y el trayecto diacrónico entre los trabajos recogidos no impiden cierta organicidad en el desarrollo de las tesis propuestas por su autor; además, la re-adaptación del material al nuevo contexto editorial confiere a la escritura la característica de re-escritura, como declara el mismo autor en el capítulo conclusivo (p. 221). Aunque Grilli juegue con la palabra-clave creando una mise en abyme de referencias inter- y meta-textuales, pienso que el volumen se estructura de forma coherente y exhaustiva, y eso se aprecia desde la división interna de la obra en tres capítulos y un final.

Ya desde el índice, se prefigura el papel central que, dentro del discurso llevado a cabo por Grilli, va a ocupar el Quijote , la novela cervantina a la cual están dedicados los primeros dos capítulos, uno ‘introductorio' -por así decirlo- a la obra y el segundo centrado en el análisis temático de algunos capítulos. El tercero, en cambio, fija el ámbito de la cuestión en dos obras posteriores del mismo Cervantes – Novelas ejemplares y Persiles - y se titula, consecuentemente, “Más allá del Quijote ”.

El primer capítulo –“Hipotexto caballeresco y re-escritura cervantina”– se compone de cuatro artículos que detectan los posibles antecedentes del Quijote como modelos de referencia que la mano del gran escritor supo reinterpretar y contextualizar a su momento: en “Libros de caballería rescatados: de lo que se quedó fuera de escrutinio”, se destaca cómo del famoso elenco de obras que merecían salvarse de la hoguera en el patio de casa Quijano quedarían fuera –es decir, ni vienen nombradas– dos, cuya importancia en la fijación del modelo caballeresco es imprescindible, la primera de ellas preexistente al mismo Amadís : la Crónica Sarracina y el Félix Magno . La Crónica fue escrita por Pedro Corral entre 1430 y 1440, pero su primera impresión es la edición sevillana de 1499; el Félix , cuyo autor es anónimo, tendría una primera edición barcelonesa de 1531 perdida, mientras que la princeps publicada en Sevilla es de 1549. El texto de Corral se presenta como una narración de una serie de acontecimientos históricos con el tema de la pérdida de España a manos de los moros, a través de la duplicación de voces narrativas, que seguiría las huellas del modelo medieval de Dictis y Dares , es decir, se remontaría a la tradición del relato heroico y aventurero que se refiere a la materia troyana. La caída del reino godo tendría en la referencia al cerco de Troya su antecedente clásico. Pero esta voluntad de fijarse en una línea de continuidad con la tradición historiográfica no aparta al libro de la creación de un mundo caballeresco ficticio: en esta construcción pseudo-histórica de la Crónica Grilli ve cierto parecido con la fingida fuente inglesa que sería el pretexto de las aventuras del Tirant lo Blanc de Joanot Martorell. Por otra parte, la fuente arábiga que justifica la narración del Félix y la presencia de una pluralidad de voces narradoras sugiere un ejemplo anticipador de la interrelación existente entre autor y personaje presente en el Quijote .

El segundo artículo del apartado presenta otro leit motiv que se desarrolla a lo largo de las páginas escritas por Grilli, es decir, la compleja y sugestiva relación entre la gran novela cervantina y el contexto literario hispánico. El intento del autor es buscar modelos de referencia para seguir una línea de continuidad diacrónica con la tradición literaria castellana –según la idea clasicista de la imitatio - pero, al mismo tiempo, evidenciar lo que en la re-elaboración del modelo se convierte en único e inédito; todo eso Grilli lo busca ampliando los ámbitos de su investigación, permitiendo que la obra cervantina dialogue no sólo con textos antecedentes o coetáneos en lengua castellana, sino de otros contextos lingüísticos, concretamente con obras maestras de la literatura catalana. Si el Tirant de Joanot Martorell, en este sentido, es el libro con más complejas sugerencias, y por eso se presenta como el verdadero hilo unificador subyacente al discurso hermenéutico de Grilli , sin embargo no es el único: a lo largo del excursus grilliano encontramos también el Curial e Güelfa , el Spill y la Crónica de Ramon Muntaner. Estas obras se enfrentan al Quijote en relación con el tema examinado en cada artículo: así que seguimos las huellas del Tirant en el tratamiento de la materia caballeresca en clave paródica en la propuesta cervantina. La presencia de la componente paródica en ambas novelas –según Martí de Riquer- opera incluso de manera inversa, o sea, brinda a la obra martorellana un lugar en la tradición cultural europea, como para Redondo el aspecto paródico en el Quijote abre a otra posible lectura del texto cervantino (“La parodia de la mitología caballeresca en el Tirant lo Blanch y su reformulación en el Quijote ”).

El tema del viaje a Oriente como búsqueda de un universo de pertenencia mítico significa el encuentro con una otredad hecha de ciudades –Túnez o Constantinopla- y muchedumbres, otredad que luego se individualiza y se unifica en el descubrimiento del cuerpo femenino adolescente –la trasposición medieval de la heroína clásica- por parte del viajero: aquí se enfrentan el Curial y el Tirant , la Crónica de Muntaner y el relato de viaje de Pero Tafur, y de allí a la codificación del modelo en el Amadís , iniciador, a su vez, de la fructífera tradición de los libros de caballería a la cual hace referencia Cervantes en su obra (“Viajes al Oriente. El descubrimiento del cuerpo adolescente”). Estas obras caben incluso en el discurso sobre la materia homérica como punto de continuidad imprescindible que une la tradición clásica a la narrativa medieval y barroca, desde el texto clave, el Roman de Troie de Benoît Sainte Maure (siglo XII), pasando por el Libro de Aleixandre , la General estoria o la misma versión de Juan de Mena de la Ilíada , hasta los libros de caballerías (“Los héroes de la Guerra de Troya y su recaída en la literatura caballeresca”): el protagonista de empresas caballerescas se construye como héroe moderno haciendo referencia a los héroes clásicos –Aquiles, Héctor-, modelos actuales y presentes.

El último artículo del capítulo (“ Tirante el Blanco entre el Tirant de Martorell y el Quijote de Cervantes”) pone en relieve la relación entre el Tirant martorellano y el Quijote , si bien insertando, en el nivel intermedio de dicha relación, la edición castellana de 1511 del Tirant . Grilli fija su argumentación en el análisis de la detención de la acción en las dos novelas de aventura, es decir, de la suspensión de la narratio : en ambas obras ese momento ocurre con la llegada del protagonista a un Palacio: la corte imperial de Constantinopla, en el caso del Tirant , la corte de los Duques, en el caso del Quijote . Si es verdad que detrás del episodio de la corte oriental de la novela de Martorell está el lugar real de la casa ducal de Gandía, la transposición a otra lengua y el trascurso diacrónico de la traducción hacen perder las referencias autobiográficas y provincianas a la obra en castellano de 1511. En esta versión hay incluso una diferente reorganización interna de los capítulos en cinco libros: el episodio de la corte de Constantinopla se presenta de manera aislada en el libro tercero, dividido de las primeras aventuras de Tirante en tierra inglesa y en el Mediterráneo (Sicilia y Rodas) de los dos primeros libros. En el prólogo el traductor introduce citas de autores clásicos -Platón, Séneca, Marcial y Ovidio- de manera que las hazañas del caballero Tirante se filtran a través de la inserción en la tradición de la literatura caballeresca del Quinientos y se alejan del modelo tardo medieval del Tirant martorellano. La novela dentro de la novela que viene a ser la llegada de don Quijote y su escudero a la corte de los Duques se propone como actuación teatral –e incluso en este aspecto se pueden notar semejanzas con el mismo episodio del Tirant -, entremés carnavalesco, parodia de los libros de caballerías y eso es “posible dentro del universo cervantino, y específicamente quijotesco, porque no se abandona jamás la ficción según la sátira de los libros de caballerías, se realiza sin faltar demasiado al tenor de los ideales de la caballería” (p. 90). Pero todo esto es posible porque hay un antecedente –el Tirant - que asigna al episodio del palacio de los Duques un lugar dentro de una precisa tradición literaria. En el Quijote , sin embargo, todo –la aventura, el deseo erótico- adquiere una dimensión libresca.

Después de haber delimitado de alguna manera el ámbito cultural de referencia del que proviene el Quijote , en el segundo capítulo –“Lecturas del Quijote ”- el análisis se concentra alrededor de algunos episodios de la novela cervantina. En “Las ciudades, madrinas ideales del Caballero ( Quijote , I, 3)”, la oposición campo/ciudad delimita en términos espaciales la naturaleza paródica de las aventuras del hidalgo y, en particular, el ritual de su investidura, sacado de los relatos caballerescos y de los manuales de caballería del siglo XVI. Si la ciudad es el espacio privilegiado para la acción y la acumulación de honores, es decir, es el referente ideal del nuestro héroe, no es azaroso que tarde en aparecer en el Quijote , en la Barcelona del epílogo de la segunda parte, lugar en que el protagonista es llamado a profesar el ars moriendi . La ausencia de la ciudad como escenario de las aventuras del caballero asegura su salvación de la degradación –como el episodio del escudero en el Lazarillo atestigua- y si es verdad que su falsa investidura lo excluye de la orden de caballería, en cambio lo preserva de la iniciación picaresca, representada por el ventero que lo ha ordenado caballero por escarnio.

En “ ‘Peor es meneallo': paradojas de la virtus ( Quijote I, 20)”, el discurso se centra en el famoso episodio de los batanes. En busca del locus amoenus garcilasiano, caballero y escudero se encuentran en un lugar inhóspito donde pasan toda la noche entre el miedo hacia lo desconocido (Sancho) y la ilusión de una aventura que nunca llegará (don Quijote). Al final ambos se darán cuenta de que los ruidos espantosos provienen de los batanes, es decir, ambas interpretaciones resultan falaces. La aventura, pues, se define a través de su negación, que, paradójicamente, es la única manera en que resulta factible. La importancia del episodio reside en el elemento conflictivo que empieza a manifestarse entre los dos personajes. De ahí que la crítica haya formulado dos interpretaciones: de un lado, hay quien ve aquí el primer eslabón de la posible reversibilidad de los personajes don Quijote / Sancho; del otro, quien lee el diálogo entre los dos como un choque de roles, signo de una rivalidad. Particular atención merece el momento en que Sancho propone a su amo un cuento folclórico que en su re-elaboración, se convierte en relato paradójico, porque viene utilizado en un contexto abusivo, impropio, que, sin embargo, parece necesitar una justificación retórica, como demuestra la referencia a Catón Zonzorino, deformación paródica propuesta por el escudero (criado de campo) del Catón Censorino, tesoro sapiencial de moda.

El tercer artículo que forma parte del capítulo dedicado al Quijote (“Don Quijote escribe cartas. La locura heroica y la ilusión de la escritura [ Quijote , I, 25]”) se centra en otro motivo a menudo recurrente en los trabajos llevados a cabo por Grilli sobre la cultura áurea: la paradoja . Ese tema está presente en un episodio particular del primer libro del Quijote , el de la estancia del caballero de la Triste Figura en Sierra Morena, en busca del recogimiento necesario para expresar su locura de amor, al igual que Orlando en el Furioso o que Amadís / Beltenebros en la Peña Pobre. La emulación de sus semejantes librescos le empuja a don Quijote a ponerse a escribir una carta de amor para Dulcinea y una cédula para que Sancho pueda recibir la recompensa económica para los servicios prestados como escudero. La paradoja reside en cada aspecto del episodio: la aceptación por parte del personaje de asumir una locura postiza –la de amor- pero necesaria para su identificación con el papel que se ha elegido, y al mismo tiempo el hecho incontrovertible de que él está loco de verdad; por otra parte, don Quijote conoce la verdadera identidad de su amada –aquella Aldonza Lorenzo que no sabe ni leer-, como es conciente de la falta de coherencia en el procedimiento de la redacción de la carta; incluso él sabe no tener valor el servicio prestado por Sancho. Sin embargo, pese a la conciencia del aspecto paradójico del contexto, ambos personajes se proponen encontrar soluciones que puedan resolver los apuros en que se ven, puesto que lo que interesa es adecuar la realidad a las referencias literarias dentro de las cuales don Quijote es un caballero.

En “El escudero triunfa en el Palacio: la fiesta como teatro de la literatura ( Quijote , II, 30-33)”, Grilli recoge y amplía el tema de la ‘novela en la novela', constituido por la llegada a Palacio de los Duques y la connotación teatral –o parateatral- que adquiere la fiesta palaciega, entre representación, puesta en escena e inversión carnavalesca, lugar donde cada personaje parece interpretar un papel entre lo ficticio y lo ambiguo.

La última sección del volumen, el capítulo “Más allá del Quijote”, se estructura en cuatro artículos. En “Estudiantes ocultos y al descubierto en las Novelas ejemplares : el otro disfraz del Caballero”, se individualiza el tema del estudiante como hilo de continuidad en esa variatio de ejemplos que constituye el universo caleidoscópico de las Novelas ejemplares . Así, Grilli, enfocando la atención en la recurrencia del tema en cada novela, reconstruye el carácter alternativo que el papel de estudiante ofrece, alternativo a la rígida diferenciación estamental que divide el pícaro del caballero y del gitano, y alternativo incluso en términos de espacios narrativos.

En el segundo artículo (“Barcelona, Cataluña y la búsqueda del final. El Quijote visto desde las Novelas ejemplares ”), se intenta averiguar el significado que adquieren Cataluña y su capital en la obra cervantina, no compartiendo con Italia y el mundo islámico un papel de protagonista, pero de todas maneras estando presentes en aquélla. Cataluña es sobre todo la gran literatura catalana medieval y proto-humanista –Llull, Ausiàs March, Metge, Martorell, Muntaner, etc.-, y sabemos cuánto tuvo en cuenta Cervantes aquella obra maestra que es el Tirant lo Blanc para la redacción de su Quijote . Pero Cataluña es también un lugar reconocido y reconocible en cuatro diferentes puntos de la obra cervantina: en La Galatea , en las Novelas ejemplares –concretamente en Las dos doncellas -, en la segunda parte del Quijote y en el Persiles . Y parece que hay una referencia autobiográfica detrás de su recurrencia en esas obras: en efecto, la presencia de Barcelona en La Galatea procede de un viaje hecho por Cervantes en 1569, rumbo a Italia, como las demás recurrencias se refieren a otro viaje a Cataluña del autor en 1610, mientras esperaba embarcarse para Nápoles. De todos modos, Barcelona adquiere connotaciones diferentes: “archivo de la cortesía” por sus referencias caballerescas, pero también tierra de bandoleros; ciudad del placer y del mundo económico.

“Los cuatro elementos del Persiles ” es un trabajo que se centra en la organización de la novela póstuma de Cervantes según una doble estructura representada, por un lado, por la percepción múltiple de la realidad en la relación entre naturaleza/ciencia, y, por otro, por la ironía y la parodia.

Y así llegamos al último artículo del volumen, que pone en relación la presencia de dos personajes que parecen inspirarse en sendas figuras históricas, tanto en el Tirant como en el Persiles (“Relatos biográficos y literatura: dos portugueses de viaje en el Tirant y en el Persiles ”). Se trata del vizconde de Branches en la obra de Martorell, inspirado en un personaje histórico, el caballero portugués Alvaro Vaz de Almada, partidario del pretendiente Pedro de Portugal en la lucha en contra de Joan II en la herencia de la corona de Cataluña. Y en el Persiles hay otro portugués que entra en escena sólo para narrar su historia y morirse luego: es Manuel de Sosa Coitiño, de Lisboa. Detrás de este personaje estaría un caballero portugués que compartió el cautiverio en Argel con Cervantes, Manuel Sousa Coutinho. En ambos autores se evidencia la relación entre vida y transfiguración literaria.

Llegamos al final del largo recorrido que Grilli propone en torno a la obra cervantina, un periplo entre temas y motivos que pone en relación la producción del autor con un poliédrico panorama narrativo coetáneo y antecedente a ella, a veces aportando ejemplos que corroboran tesis ya precedentemente expuestas, en otras muchas proponiendo sugerencias inéditas que sirven de innegable estímulo para una re-lectura del texto cervantino.

Giuseppe Grilli (ed.), Modelli Memorie Riscritture , Napoli, Istituto Universitario Orientale – Collana di Letterature Comparate, 2002.

Realmente, las Novelas ejemplares se publicaron en 1613, es decir, posteriormente a la primera parte del Quijote , pero no a la segunda.

Cfr. Dictis Cretense, Ephemeris belli troiani y Dares Frigio, De exidio Troiae historia .

Quiero recordar otro libro que el estudioso italiano dedicó en su momento al tema (Giuseppe Grilli, Dal Tirant al Quijote , Bari, Adriatica, 1994), trabajo con el cual el volumen ahora reseñado mantiene un hilo argumental y cierta continuidad, como el mismo autor admite (p. 223).

Cfr. Agustín Redondo, Otra manera de leer el Quijote , Madrid, Castalia, 1998.

Véase, por ejemplo, el volumen que recoge las Actas de un Coloquio Internacional sobre el tema, organizado por P. Civil, G. Grilli y A. Redondo, Il paradosso tra letteratura e potere nella Spagna dei secoli XVI e XVII , Napoli-Parigi, Istituto Universitario Orientale-Publications de la Sorbonne, 2001 (2002 la ed. francesa).