* Este trabajo fue, en su forma primera, una comunicación en las Jornadas sobre Romancero hispánico, organizadas por el Departamento de Filología Española y la Facultad de Filología de la Universitat de València, del 13 al 15 de mayo de 1998. Apareció impreso en Rafael Beltrán, ed., Historia, reescritura y pervivencia del Romancero. Estudios en memoria de Amelia García-Valdecasas, Valencia, Publicaciones de la Universitat de València-Departamento de Filología Española, 2000, pp. 25-65. Se ofrece aquí corregido, actualizado en algún punto y adaptado al soporte digital.Volver
1 A. Madroñal, "Pedro Liñán, Juan Bautista de Vivar y don Luis de Vargas, tres poetas contemporáneos de Cervantes en torno al Romancero nuevo": Boletín de la Real Academia española, LXXVII, 1997, 99-125.Volver
2 M. de Riquer, "Cervantes y la caballeresca", en J. B. Avalle-Arce y E. C. Riley, Suma Cervantina, 273-292; Avalle-Arce y E. C. Riley, ib., 47ss y A. Close, "Cervantes: Pensamiento, personalidad y cultura", en F. Rico, dir., Don Quijote de la Mancha, Barcelona, Crítica, Biblioteca Clásica, n. 50, 1998, I, p. LXXXVIIIs. Las citas y referencias al Quijote se hacen por esta edición del Instituto Cervantes en 2 vols.: I y II (vol. complementario), a la que precedió la primera redacción de este trabajo, que posteriormente resultó enriquecido y adquirió su aspecto definitivo gracias a ella.Volver
3 Algo semejante, aunque aplicado sólo al estilo, nos recuerda Mari Carmen Marín Pina en un nota de la mencionada ed. del Quijote dirigida por F. Rico: «Los viejos romances caballerescos en concreto, coadyuvantes también de su demencia, empiezan a salirle al paso [a don Quijote] y en sus pláticas enhebra, contrahace y recrea algunos de los gastados versos romanceriles, cansados ya de vagar por la conversación y por la literatura de la época» (II, 19).Volver
4 Se mencionan con relatos y aportaciones de vario tipo en el Quijote, especialmente en I, 49, 565 y ss; también en I, 16, 172; I, 32, 371; II, 40, 951 y ss.Volver
5 Cfr. M. de Riquer, "Cervantes y la caballeresca" y, explicado en el marco de la vida de Cervantes y de sus preocupaciones literarias y artísticas, en A. Close, en el referido "Cervantes: Pensamiento..., 1998, LXVII y ss.Volver
6 D. Eisenberg, "The romances as seen by Cervantes": El Crótalon. Anuario de Filología Española, I, 1984, 177-192.Volver
7 M. Alvar y C. Alvar, "La palabra romance en español", en Estudios románicos dedicados al profesor Andrés Soria Ortega, Granada, Universidad de Granada, Departamento de Filología Románica, I, 1985, 17-25.Volver
8 G. di Stefano, "Romances al servicio de amor en el Cancionero general de Hernando del Castillo", en Quaderns de Filologia (Estudis Literaris, I). Homenatge a Amelia García-Valdecasas, Valencia, Facultat de Filologia, Universitat de València, 1995, I, 837-845; en p. 839 y ya antes en su ed. del Romancero, 1993, 19s.Volver
9 Cfr. «unas coplas [las del Comendador Escrivá], no como las del marqués de Mantua» (II, 38, 943s); «Esto en las coplas está / del noble marqués de Mantua» (Entremés de los Romances, vv. 357s).Volver
10 Eisenberg, o. c., 179-182. El Dr. Pere Ferré, en su comunicación a estas Jornadas, analizó esta cuestión con referencias a especialistas en métrica (Baehr) y en el romancero (Diego Catalán) y su particular incidencia en los romances portugueses. P. Ferré insistía en que la valoración de las sílabas contadas y esquemas estróficos es un fenómeno debido al humanismo. Cfr. Di Stefano, 1993, 11-18.Volver
11 F. Gómez Redondo, "El romancero alfonsí", en Rafael Beltrán, ed., Historia, reescritura y pervivencia del Romancero. Estudios en memoria de Amelia García-Valdecasas, Valencia, Publicaciones de la Universitat de València-Departamento de Filología Española, 2000, 105-126.Volver
12 Eisenberg, o. c., 1984, 184s.Volver
13 Cfr. también Anna Cortadellas, "Sobre certes afinitats temàtiques entre el Tirant lo Blanc i el Romancer": Revista de Catalunya, 46, 1990, 145-151.Volver
14 A. Sánchez, A., "Don Quijote, rapsoda del romancero viejo", en On Cervantes, Essays for L. A. Murillo, Newark, Juan de la Cuesta, 1991, 241-262, en p. 251-254. Así que en el siglo XVII parece haber circulado un romance de ciegos con esta vieja historia, que Cervantes pudo conocer de sus amigos valencianos (A. Sánchez), o simplemente por su amplia difusión (ed. Rico, II, 1, 628, n. 28). De donde se colegiría igualmente la conversión en romances de historias y material de todo tipo; de su difusión en pliegos, que ahora eran el soporte de infraliteratura. Con lo cual, los romances quedan asociados a este tipo de escritos.Volver
15 Cfr. "De leer el Romancero / ha dado en ser caballero" (Entremés de los romances, vv. 11s).Volver
16 Romancero y libros de caballerías son «medio hermanos, hijos ambos de la epopeya medieval» (Menéndez Pidal, 1964, 30).Volver
17 G. di Stefano, "Romances al servicio de amor en el Cancionero General de Hernando del Castillo": Quaderns de Filologia. Estudis literaris, I. Homenatge a Amelia García-Valdecasas, I, 1995, 837-845.Volver
18 J. Rodríguez Puértolas, Romancero, Estudio y notas, Madrid, Akal, 1992; V. Blay Manzanera, Vicenta, "De folklore y tradición. Reflexiones en torno al romancero y a la ficción sentimental", en Quaderns de Filologia. Estudis literaris, I. Homenatge a Amelia García-Valdecasas, I, 1995, 131-156, especialmente en p. 135ss y G. di Stefano, ibid., 837-845.Volver
19 M. Menéndez Pelayo, "Cervantes considerado como poeta", 23. 04. 1873 (en F. Ynduráin, "La poesía de Cervantes": Edad de Oro, IV, 1985, 227).Volver
20 Soy consciente de que no todos comparten la anterioridad del Entremés de los romances sobre el Quijote, si bien hoy puede considerarse esa hipótesis como mayoritaria, según recoge J. Montero Reguera, El "Quijote" y la crítica contemporánea, Alcalá de Henares, Centro de Estudios Cervantinos, 1997, 124-128, y dada como probada en A. Baras, "El Entremés de los romances y la novela corta del Quijote", en Actas del III Coloquio de la Asociación Internacional de Cervantistas, Barcelona, Anthropos, 1993, 331-335, que ha estudiado a fondo la cuestión, especialmente en su tesis inédita en la Universidad de Zaragoza, 1990.Volver
21 U obras inspiradas en él, ya fueren el Entremés de los romances o las comedias El marqués de Mantua (1596) y El remedio en la desdicha (1596) de Lope de Vega (López Navío, 195ss. 206s).Volver
22 El mismo F. Rico se había mostrado mucho más beligerante en este punto en "«Metafísico estáis» (y el sentido de los clásicos": Boletín de la Real Academia Española, 77, cuaderno 271, 1997, 141-164. Con aires de superioridad, proponía archivar la cuestión por parecerle cosa de "cervantistas".Volver
23 Pero, curiosamente, el encabezamiento de Quijote I, 5 en esa edición, es: "Don Quijote apaleado" (p. 71).Volver
24 El polifacético Vicente encanta a Leandra, entre otras proezas, con los romances (nuevos, por supuesto, y en atención a la época), «que de cada uno que componía daba veinte traslados» o copias. La utilización del romance, con la connotación épica que consigo aporta, podría recomendar una interpretación más convincente del personaje de Vicente de la Roca que la de F. Márquez Villanueva ("Leandra, Zoraida y sus fuentes franco-italianas. -La Leandra de Durante da Gualdo", en Personajes y temas del Quijote, Taurus, 1975, 77-92), es decir, la de S. Zimic, "Sobre los amores de Leandra y Vicente de la Roca (Don Quijote, I, caps. 50-52)": Anales Cervantinos, XXX, 1992, 67-76.Volver
25 A. Von Martin, Sociología del Renacimiento, en su párrafo sobre "El humanismo como romanticismo y restauración": «Los grandes modelos de la Antigüedad, que el humanismo dio a conocer, debían servir para encender, ante todo, las fuerzas políticas y despertar las energías políticas. Lo que el humanismo caballeresco significaba en la corte del borgoñón Carlos el Temerario, en la cual el que désiroit grand gloire (...) eust bien voulu ressembler à ces anciens princes, es decir, a los grandes héroes de la Antigüedad» (p. 80-81).Volver
26 Cfr. A. Fernández de Avellaneda (Quijote, III, Cervantes 32, 153): «Como medianoche era por filo, los gallos querían cantar...». En realidad, esta expresión proviene del modo común de referirse a la media noche en punto: «al filo de la media noche», que aparece también en La gitanilla, al tratar del gorrero sevillano.Volver
27 M. Moner, Cervantès conteur, Madrid, Casa de Velázquez, 1989, 58.Volver
28 Lo observa M. Moner en el estudio citado, desde los mismos títulos de las obras (ingenioso hidalgo; novelas ejemplares) y los versos preliminares del Quijote, a las múltiples discordancias, oscilaciones y anomalías presentes en la obra (o. c., 31. 34s. 39 y ss).Volver
29 A él remite como origen Rodríguez Marín, con quien parece consentir Canavaggio, en la Introducción al Quijote (ed. Rico), p. XLVI.Volver
30 En I, 43, 508 el narrador aplica a don Quijote una variante de la expresión, «aventura guardada», que aparece en estos versos, de los que ya Clemencín supuso que provenían de un romance antiguo. Lo ha confirmado Murillo, aniquilando las prevenciones de Rodríguez Marín, para quien tal frase era únicamente expresión común de pasajes caballerescos estar o no estar guardada o reservada tal empresa o aventura para tal o cual caballero, como Amadís de Gaula, l. IV, cap. 49. En las Guerras civiles de Granada los versos se ponen en la boca del esforzado don Alonso de Aguilar, que acepta la propuesta del rey de encabezar el grupo que pondrá el pendón en lo alto de la Alpujarra: «Míranse unos a otros / y el sí ninguno le daba; / y con el temor que tienen / a todos tiembla la barba, / si no fuera a don Alonso / que de Aguilar se llamaba. / Levantose en pie ante el Rey; / desta manera le habla: / "Aquesta empresa, señor, / para mí estaba guardada, / que mi señora, la Reina, / ya me la tiene mandada". / Alegrose mucho el Rey / por la oferta que le daba» (Murillo, 1982, vol. 2, p. 308s).Volver
31 «Mais cette nonchalance de façade ne saurait abuser le lecteur averti: les marques de l'improvisation, le désordre apparent, dissimulent mal la virtuosité du créateur et la rigueur des compositions" (Moner, o. c., p. 9). Por otra parte, el concepto de improvisación aplicado a Cervantes es ambiguo (ver Avalle-Arce y Riley, 1973, 61).Volver
32 John Jay Allen, Don Quixote: Hero or Fool? A Study in Narrative Technique, Gainesville, University of Florida Press, 1969, 14-15.Volver
33 El descenso ad inferos no era una hazaña nueva, pues se menciona en las historia de los caballeros, quizá como reminiscencia de la visita al Averno de Eneas (Virg., Aen. V) e incluso del descendit ad inferos del credo católico. En cualquier caso, la aventura sí podía calificarse de peligrosa o arriesgada.Volver
34 Romancero General, por Luis Sánchez, 1600, fol. 359b-360r. El amante apaleado consta de 173 versos de varia medida.Volver
35 Sabemos que el extenso romance del marqués de Mantua se utilizaba en las escuelas para aprender a leer.Volver
36 D. Reyre, Dictionnaire des noms de personnages du Don Quichotte des Éditions Cervantès, suivi d'une analyse structurale et linguistique, París, Hispanique, 1980, p. 47s.Volver
37 Carta de Lope de Vega de 4 de agosto de 1604; mención en La Pícara Justina, 3ª Parte, cap. 4, nº 3; memorias escritas de Ibrahim Taybili o Juan Pérez.Volver
38 G. di Stefano, en ed. Rico, 1998, II, 28.Volver
39 En primer lugar, condiciona el funcionamiento estructural de la acción en Quijote 1605: primera salida de don Quijote solo, desdoblamiento de personalidad en personajes del Romancero. En segundo lugar, este relato breve o novela corta, si se acepta la datación que le conceden recientes estudios, nos introduce en el marco de las preocupaciones literarias de Cervantes por los años de su composición.Volver
40 Conocida es la afirmación de F. Márquez Villanueva de que el genio de Cervantes consiste sobre todo en la magistral reelaboración de materiales previos: «ideas en embrión o malparidas...» (Personajes y temas del Q, Madrid, Taurus, 1975, 141). Así sucedió con varios relatos y, como sabemos, en el aprovechamiento del Quijote de Avellaneda. Quijote I no sería en este sentido más que una confirmación. Cfr. F. López Estrada, "Fiestas y literatura en los Siglos de Oro: la Edad Media como asunto festivo (El caso del Quijote)": BHi, LXXXIV, 3-4, 1982, 322.Volver
41 E. M. Anderson y G. Ponzón, "La composición del Quijote", en Introducción a la ed. de IC / Rico, 1998, pp. CLXVII-CLXX. A. Pérez Lasheras, "El Entremés de los romances y los romances del entremÉs", en La recepción del texto literario, Zaragoza, 1988, 61-76; E. Asensio, Itinerario del entremés desde Lope de Rueda a Quiñones de Benavente, Madrid, Gredos, 1965, 73s y López Navío, 152. 186. 194s.Volver
42 A. Baras, 1993, que conoce los criterios de datación interna, históricos y literarios, recogidos en obras como las de la nota anterior y las consideraciones de los estudios en ellas contenidos, aporta, por su parte, sólidos argumentos a partir de métodos formales. Murillo, 1977, añade el R. de Lanzarote como fuente complementaria. Pero no acaban de convencerme los renovados argumentos del mismo Murillo sobre la anterioridad de Quijote respecto al Entremés de los romances (1986, 355-57). Hay entremeses (aunque se llamen de otras maneras) en verso certificados por lo menos desde 1587 en piezas del teatro jesuítico como el Coloquio de Moisés o la Tragedia de San Hermenegildo (1591), como puede verse en mi edición de esas obras: La "Tragedia de San Hermenegildo" y otras obras del teatro español de colegio, Valencia, UNED-Universidad de Sevilla-Universitat de València, 1995, vol. I, 303, vv. 721ss y vol II, Entretenimiento, desde p. 529. Liñán o, mejor, Salinas bien pudo tener la feliz ocurrencia del autor del Entremés de Melisendra para escenificar y parodiar asuntos romanceriles o utilizar romances en diálogos.Volver
43 Cervantes se decide a aprovecharla como ataque a la práctica literaria de Lope, enfrentado como está a éste, cuando no por cuestiones personales, por las literarias, en cuanto fautor de la comedia nueva, tan cercana en temas y planteamientos a los romances como alejada de los presupuestos que para la dignidad del teatro el alcalaíno defendía. Cervantes tuvo la ocurrencia de parodiar a Lope, que tanto prodigaba los romances, no menos estimados del vulgo que sus comedias, como medio de criticar una propuesta teatral que se plegaba igualmente a los gustos de la plebe. Inútil despecho cervantino contra quien se había hecho con la monarquía cómica. Unos años más tarde, se acercaron las comedias lopescas a lo novelesco y, deseoso Cervantes de proseguir su crítica atacó a los libros de caballerías, que junto a las comedias aparecen en los diálogos literarios de cura y canónigo, como dos caras de la misma moneda (cfr. Gilman, S., "Los inquisidores literarios de Cervantes", en G. Haley, ed., El Quijote [1980], Madrid, Taurus, 1987, 122-141, especialmente en 130s. 137, y antes López Navío, 195ss). Por eso, la primera sección del Quijote no es el único lugar del Quijote en que Cervantes propina ataques a Lope de Vega, como han estudiado varios críticos; de ellos, J. Millé y Giménez, 144-147, advierte que varios rasgos de don Quijote podrían ser traslado de los de Lope de Vega, aspectos que desarrolla J. López Navío. Esta fue la razón que llevó al Fénix o a alguno de su círculo de amigos a defenderlo de maledicencias y ultrajes. Por otra parte, en el nuevo contexto, Cervantes adopta formas de narrar que responden al nuevo clima literario inaugurado por el Guzmán y sus seguidores.Volver
44 No necesariamente el Romancero General de 1600; el término, referido a colecciones de romances se utilizaba ya anteriormente y está certificado desde 1579. Cfr. Millé y Giménez, p. 135.Volver
45 Con guerra o sin ella, el mismo hecho de embarcarse era ya una aventura, que recogerán los romances (Entremés de los romances, vv. 128-131. 194-196) y engrandecerán los libros de caballerías. Véase la aventura del barco encantado, en el Quijote II, 29 y comentarios en ed. Rico, II, 162; 894ss.Volver
46 No sé hasta qué punto Lope de Vega entendió el Entremés de los romances y el mismo (Ur-)Quijote como burla a su actuar. En cualquier caso, entre 1620-1622, al componer Amar sin saber a quien, relaciona ambas obras. Leonarda, dama, pregunta en esa comedia a su criada, Inés: «¿Estudias romances?», pues la criada acaba de mencionar a Jarifa y Audalla. Continuando Inés con referencias a ese campo del romancero, le dice la dama: «Después que das en leer, / Inés, en el Romancero, / lo que a aquel pobre escudero / te podría suceder». Responde Inés: «D. Quijote de la Mancha / (perdone Dios a Cervantes) / fue de los extravagantes / que la corónica ensancha. / Yo leo en los Romanceros/ y se me pega esta seta / tanto que de ser discreta / no tengo malos aceros» (ed. Academia, vol. XI).Volver
47 Cfr. las comedias El marqués de Mantua y El remedio en la desdicha, ambas de 1596.Volver
48 H. Percas de Ponsetí, "La Cueva de Montesinos", en G. Haley, ed., El Quijote [1980], Madrid, Taurus, 1987, 142-174, en p. 142.Volver
49 Es imposible definir con precisión su número, pues no sólo se deben tener en cuenta los aprovechados del Entremés de los romances sino también, como se ha señalado, los reelaborados en las comedias contemporáneas de Lope de Vega.Volver
50 Cfr. J. B. Avalle-Arce, en Suma cervantina, 1973, 47 y ss. y en "Don Quijote, o la vida como obra de arte (A manera de coda)", c. IX de Nuevos deslindes cervantinos, Barcelona, Ariel, 1975, pp. 335-387 y M. C. Marín Pina, ed. Rico, 1998, II, 19.Volver
51 Los versos presentan variantes en I, 49, 566: «déstos que dicen las gentes / que a sus aventuras van».Volver
52 No se conocen las coplas originales sino por esta muy libre traducción castellana, hecha en redondillas por Álvar Gómez de Ciudad Real, impresa en 1538. Los dos versos no están en la fuente y, por su tenor, Clemencín pensó que debían pertenecer a algún romance antiguo. Pero la hipótesis no convenció a Rodríguez Marín. Para Murillo, los versos son «o de un romance antiguo (perdido), o de la pluma de Alvar Gómez de Ciudad Real (...), creados e insertos con ocasión de su traducción de los Triunfos [Triumphus cupidinis, III, v. 79-84], sin que haya en la obra original nada que se parezca a ellos» (I, 140, 7). Los inserta J. Boscán en su traducción de El Cortesano de B. de Castellón, ed. R. Reyes, p. 95. «Dicen las gentes», es decir, 'todo el mundo'. Esta categoría de caballeros era, pues, archiconocida, pues era la más antigua. Véase cómo en el Romance del rey don Alfonso el Sabio, «El triste rey don Alonso» se le aplica a este rey lo que se contaba del rey Apolonio: «navegando de contino / por las venturas buscar / que ya se hiziera otro rey / para haver de governar: / Apolonio fuera aquéste; / yo fuera otro que tal» (en F. Gómez Redondo, ed., Poesía española, 1. Edad Media: juglaría, clerecía y romancero, Barcelona, Crítica, 1996, p. 644).Volver
53 Del tema se ocupó ya hace tiempo F. López Estrada, en "La aventura frustrada, Don Quijote como caballero aventurero": Anales Cervantinos, III, 1953, 161-214.Volver
54 Según los libros de caballerías y romances (como éste de Lanzarote), de la cabalgadura del caballero medieval se ocupaban damas de alta alcurnia, incluso reinas y princesas, como con todo primor remeda Cervantes en Quijote II, 5, 664, n. 11 y II, 33, 912, n. 59 (cfr. artículo R. Lapesa, 1993, sobre Quijote II, 5 citado en la ed. de Rico que aquí se sigue). Observa L. A. Murillo que estos versos expresaban una versión ya deformada, humorística y popular del caballero medieval: son «dueñas» y «doncellas», damas de alta calidad (incluso «princesas»), las que lo reciben, pero su cabalgadura es un rocín. El mismo romance le servirá a Cervantes para establecer el tono burlesco de las escena de la llegada de don Quijote y Sancho al castillo de los duques, II, 31, 881. Adviértase con qué cuidado se evita aquí la variante «dueñas» (Murillo, 1977 y 1982, I, 85s, n. 27).Volver
55 Lo que no implica negación de su relación con el hidalgo Camilote del Primaleón, estudiada por D. Alonso, "El hidalgo Camilote y el hidalgo Don Quijote", en Del Siglo de Oro a este siglo de siglas. Notas y artículos a través de 350 años de letras españolas, Madrid, Gredos, 1968, 20-28.Volver
56 Las palabras de don Quijote, según las cuales ningún caballero andante se vio en semejante trance, habrán de tomarse como una broma más o un guiño de Cervantes mientras nos está ofreciendo el revival de un episodio que dio título a una famosa obra caballeresca. Será el colmo de un caballero empobrecido y enloquecido por quererlo saber todo de los libros de caballerías.Volver
57 Y personaje exclusivo de los romances españoles. Su nombre es bufo: es dueña de un quintal [= 100] de años (Murillo, I, 170 y ss., n. 9).Volver
58 Don Quijote no se percataba de que los romances parodiaban a su modelo Lanzarote, según observa J. Joset, "«Aquella honrada dueña Quintañona..»": Anales Cervantinos, XXXIV, 1998, 51-59.Volver
59 En el romance citado el tenor literal es: «ni cabalgar a caballo / ni con la reina folgar, / ni comer pan a manteles / ni menos armas armar».Volver
60 Con lo cual ya aquí puede advertirse que la sátira a Lope de Vega y a su uso y abuso del Romancero, como el Bartolo del Entremés de los romances, que sirvió de móvil principal al origen del Quijote como novela corta, pudo convertirse en un relato más extenso y ambicioso a partir de la identificación, a efectos estético-ideológicos, con las comedias caballerescas de Lope de Vega de esos años (El marqués de Mantua, El remedio en la desdicha, El Hamete de Toledo). Es normal, pues, que libros de caballerías y comedia nueva corran parejas (o resulten corridas en su emparejamiento) en la crítica del Quijote I.Volver
61 La anotación de la ed. del Quijote que seguimos nos advierte en que el Romance del marqués de Mantua «informa estos primeros capítulos» y que «abrirá el I, 5» (ad Quijote I, 4, 67, n. 53). En la anotación al comienzo de ese capítulo quedará asociado este mismo romance con el Entremés de los romances (p. 71, n. 1). Don Quijote, para explicarse su situación, dice el texto de 1605, acude a «su ordinario remedio, que era pensar en algún paso de sus libros». La imposible referencia a los libros de caballerías, donde no se encuentra una derrota tan infamante se debe probablemente, más que a un vacío en la memoria del protagonista (Rico, ibid.), al apaño de una primera redacción directamente alusiva a una «historia» (p. 71) o «cuento» (p. 73) de todos conocido, cuatro veces llamado «romance» (p. 71 y 72), que se canta: ése del marqués de Mantua. El término «romance» aparece al referirse el narrador al tenor literal, a la ejecución de una composición poética específica, mientras que los otros términos se refieren a la «anécdota» o contenido. Está claro que la fuente próxima es el Entremés de los romances. Don Quijote, como allí Bartolo, enloquecido por los romances, recita que Carloto lo dejó herido en la «montiña». «Montiña» es término propio y frecuente de los romances viejos por «montaña» (Riquer, ad loc.; Montero Reguera, o. c., 21), que se repite tres veces en el Romance de la Infantina, «A cazar va el caballero», y que utiliza Juan de la Cruz en el llamado Cántico espiritual: «y no parezca nadie en la montiña» (copla 25 -versión A-, v. 125).Volver
62 Aparecerá después en el Romancero general (1600, f. 34). Pero es prudente suponer, con Millé Giménez y López Navío (205-210, especialmente 206s, n. 60), que, para este revoltijo de romances y variantes de romances, acudió Cervantes a diversas fuentes citadas de memoria, es decir, contaminadas: el juramento no viene en el Entremés de los romances pero sí en la comedia de El marqués de Mantua de Lope de Vega, que Cervantes habría visto (y ¡oído!) representar y en el romance artístico; la fórmula de «o no lo sabes, señora, / o eres falsa y desleal» en el Entremés de los romances y en el Quijote: el detalle concreto de «ni con la reina folgar (cfr. I, 19, 199) / ni comer pan a manteles» remite a un Romance del Cid, aunque adaptado a la versión atribuida desde la memoria de la comedia lopesca o del romance viejo del marqués de Mantua o a todo ello contaminado; en I, 10, 115 hubo de quedar como «ni con su mujer folgar», mientras Sancho, desde su villana e ignara libertad, puede referirse a la historia en I, 19, 199 como: «ni con la reina folgar».Volver
63 Entremés de los romances, v. 292-6: estáis; duele; y agora; las de muerte; sin e paragógica.Volver
64 Don Quijote, que tiene a Orlando como uno de sus dechados caballerescos, conocía bien el Orlando furioso de Ariosto; también le era familiar el Orlando Innamorato de Boyardo, que no dejaría de estar en su «librería» de «más de trecientos libros», que son el regalo de su alma y el entretenimiento de su vida (I, 24, 268), especializada por lo demás en materia caballeresca o épica (I, 6-7), aunque tal libro no se somete a escrutinio. De la obra de Boyardo proviene la aventura del yelmo de Mambrino, así llamado por su referencia al que Reinaldos conquistó al rey moro de este nombre -ver Riquer, a Quijote I, 21, p. 205.Volver
65 Rodríguez Marín, I, 237, n. 24; Murillo, I, 123, 3.Volver
66 J. M. Cacho Blecua, "La cueva en los libros de caballerías: la experiencia de los límites", en J. M. Piñero, ed., "Descensus ad inferos". La aventura de ultratumba de los héroes (de Homero a Goethe), Sevilla, Universidad de Sevilla, 1995, 99-127; A. Egido, "La de Montesinos y otras cuevas" [1991], en Cervantes y las puertas del sueño, Barcelona, PPU, 1994, y en ed. Rico, II, 147-152.Volver
67 C. Schwalb, "La cueva de Montesinos: condensación onírica de dos textos disímiles": Anales Cervantinos, XXXI, 1993, 239-246.Volver
68 Véase ahora Paloma Cuenca Muñoz, "Estudio paleográfico de algunos autógrafos teatrales de Lope de Vega y edición del entremés de Melisendra (Res. 88)": Cuadernos para la Investigación de la Literatura Hispánica. F. U. E., Seminario "Menéndez Pelayo", n. 24, Madrid, 1999, pp. 149-193. No es prudente excluir espectáculos contemporáneos, como la danza del cascabel del Corpus de 1609, a que remite Rodríguez Marín, u otros con que cuenta Moner, o. c., p. 256.Volver
69 Según C. Romero Muñoz, "Nueva lectura de El retablo de Maese Pedro", en Actas del Primer Coloquio Internacional de la Asociación de Cervantistas, Alcalá de Henares 29 / 30 nov.- 1 / 2 diciembre, 1988, Barcelona, Anthropos, 1990, 95-130, en p. 100-102, el episodio tuvo su punto de arranque en la lectura por Cervantes de la obra de Fernández de Avellaneda, lo que le llevó posiblemente a una edición de las obras de Lope de Vega, Zaragoza, 1604, o, mejor, Valladolid, 1609; allí coincidían tanto las dos comedias mencionadas como el Entremés de Melisendra. La idea del retablo de títeres, con su mezcla de relato y representación, es original y lograda creación de Cervantes, narrador siempre apasionado por los juegos teatrales.Volver
70 «(...) Dejad un poco las tablas; / escuchadme lo que entrambos, / yo aconsejar, vos hacer, / debemos como hijos dalgo: / Melisendra está en Sansueña; / vos en París descuidado: / vos ausente, ella mujer: / harto os he dicho, miraldo!» (Durán, I: 378, 252).Volver
71 Como se sabe, según las crónicas y los romances viejos, Gaiferos había revuelto sin éxito Roma con Santiago para dar con su esposa. Ahora, cuando ya sabe donde se encuentra, no puede ponerse en camino para libertarla, pues está sin armas ni caballo, prestados a Montesinos. Sólo después que su tío Roldán acceda a cederle su caballo y su encantada espada Durindana podrá ponerse en camino y lo hará solo, como un bravo. Cfr. G. di Stefano, "Gaiferos o los avatares del héroe", en Estudios románicos dedicados al profesor Andrés Soria Ortega, Granada, Universidad, 1985, I, 301-311, p. 302-305.Volver
72 En el relato se citan incluso versos de una jácara de Quevedo (II, 26, 848), para encarecer el ludibrio del episodio.Volver
73 F. López Estrada, "Fiestas y literatura en los Siglos de Oro: la Edad Media como asunto festivo (El caso del Quijote)": Bulletin Hispanique, LXXXIV, 3-4, 1982, 291-327 y E. Asensio, Itinerario del entremés, Madrid, Gredos, 1965, 69-73.Volver
74 A saber, los frustrados amores del poeta y autor de El Pastor de Fílida, Luis Gálvez de Montalvo, amigo de Cervantes y de Lope de Vega, con la hija menor de los duques de Osuna, según Rodríguez Marín, quien trató del tema en su discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia en 1927. Ver VII, Apéndice XXXIII, 346s.Volver
75 La historia de Clavileño procede, no de la Historia de Pierres y Magalona (Riquer, II, 40, 850, n. 5), sino de la de Clamades y Clarmonda (Historia del muy valeroso y esforzado caballero Clamades, hijo de Marcaditas rey de Castilla, y de la linda Clarmonda, hija del rey de Toscana, Burgos, 1521; ésta es adaptación de Cléomadés (novela francesa en verso escrita entre 1280 y 1294), que deriva a su vez de un relato de las Mil y una noches (II, 41, 854s, nota). Así ya Rodríguez Marín, V, 303s, ad cap. 40.Volver
76 L. de Sepúlveda, Cancionero de romances, Sevilla, 1584, p. 268s.Volver
77 Véanse los numerosos poemas épicos sobre el tema, anteriores o contemporáneos del Quijote: de N. Espinosa, F. Garrido de Villena, A. Alonso, L. Barahona de Soto, B. de Balbuena (El Bernardo o La victoria de Roncesvalles --ed. en 1624, comp. hacia 1588); Suárez de Figueroa y hasta, en intención o inacabado, Cervantes; cfr. D. Eisenberg, "El Bernardo de Cervantes fue su libro de caballerías": Anales Cervantinos, XXI, 1983, 103-117. También fueron numerosas las obras dramáticas que trataron del héroe: de Juan de la Cueva, Cervantes, Lope de Vega (ib. 105s).Volver
78 Cfr. Díaz-Mas, n. 49, Romance del sueño de doña Alda. Durán, dice que Cervantes modernizó la lección del romance antiguo (I, 266a).Volver
79 Los ladridos de perros y voces de otros animales, al entrar en el Toboso en II, 9, 695, ya habían sido interpretados por don Quijote, según tradicionalmente se valoraban, como augurio nefasto.Volver
80 Cancionero de romances de Amberes, 1550, fol. 62v; Durán, I: 373, 243s: Romance de las crónicas caballerescas.Volver
81 Es decir, «bien mal», aunque, a modo de conjuro, no se quiere convocar el mal con su mención.Volver
82 Así Rodríguez Marín, IV, 202, n. 10: «Con cartas un mensajero / el rey al Carpio envió; / Bernardo, como es discreto, / de traición se receló. / Las cartas echa en el suelo / y al mensajero así habló: "Mensajero sois, amigo, no merecéis culpa, non. / Mas al rey que acá te envía / dígasle tú esta razón..."» El romance presenta variante: «Con cartas y mensajeros» (Díaz-Mas, 117), etc. La frase citada por Cervantes se hizo proverbial y aparece frecuentemente en los escritores festivos de los siglos XVI y XVII (Rodríguez Marín, ibid.).Volver
83 Cfr. Cantar del Cid, vv. 3114-3119 y Riquer, in loc., n. 1.Volver
84 Esta leyenda, sustentada para Covarrubias en Esteban de Garibay, se mantiene aún hoy, aunque con variantes. Según la conservada por tierras de Guadalajara (cfr. Antonio Pérez Henares, El río de la lamia, Madrid, Algaida Editores, 1998), a Galiana, bellísima princesa mora, hija del rey de Toledo, pretenden al mismo tiempo un joven franco y el rey Galafre de Guadalajara. La princesa entrega caballo y espada al franco, con el que huye hacia Francia. Varios motivos (franco que busca amada, y huye con ella, salvándola de otros pretendientes, caballo veloz y espada) remiten a la historia de Gaiferos (< ¿Galafredos o Galfreros?).Volver
85 Cfr. el duque en II, 70, 1198: «a lo que suele decirse».Volver
86 Así Rodríguez Marín, que la ve utilizada por Calderón en su comedia El alcalde de sí mismo, jorn. I (VI, 145s).Volver
87 Cancionero de romances, Anvers, 1550, 219a; cfr. B. Barrio Alonso, "Pervivencia del romancero viejo en otros géneros", en El Romancero. Tradición y pervivencia a fines del siglo XX. Actas del IV Coloquio Internacional del Romancero, Cádiz, Fundación Machado - Universidad de Cádiz, 1989, 243-278, en p. 266. También aparece la expresión en el romance «Doña Urraca, aquesa infanta», según el cual el mismo rey moro, derrotado en el juego, ordena a Alfonso que se vaya de palacio: éste «toma sogas y maromas / por salvar del muro abajo» (Durán, I: 807, 821).Volver
88 Insiste en este aspecto un sector de la crítica contemporánea, la llamada radical, representada por P. E. Russell, A. Close, D. Eisenberg. Ver especialmente A. Redondo, ahora en Otra manera de leer el "Quijote", Madrid, Castalia, NBEC, 1997. En el juego se centran M. Altamirano y D. L. Garrison, "Ballad as Code in Don Quijote": Neophilologus, 64, 1980, 384-389.Volver
89 M. Chevalier, "Cervantes frente a los romances viejos": Voz y Letra, I, 1990, 191-196, en p. 195.Volver
90 Percas de Ponsetí, o. c., 148.Volver
91 A ella se refiere Guzmán de Alfarache (I, 1, c. 2, p. 135, ed. F. Rico): «si mi madre, cual otra Melisendra, durmió con su consorte, el preso cuerpo en Sansueña / y en París cautiva el alma». En nota se dice: versos del Romance de don Gaiferos, que continúan así: «puesta siempre sobre el muro / porque está sobre él su casa, / vuelta en ojos Melisendra / y sus ojos vueltos agua, / mira de Francia el camino / y de Sansueña la playa». Sobre el Entremés de Melisendra, J. Gómez, "El Entremés de Melisendra atribuido a Lope de Vega y los orígenes de la comedia burlesca": Boletín de la Real Academia Española, 81, cuad. 283, 2002, 205-221.Volver
92 G. Haley, "El narrador en Don Quijote: el retablo de maese Pedro", en G. Haley, ed., El Quijote [1980], Madrid, Taurus, 1987, 269-287, especialmente, p. 276.Volver
93 G. di Stefano, 1993, 51s. Pero, aunque tal sea la demostración del penchant popular, la frase «por do más pecado había» es una huella de la tradición clásica que remonta a Sófocles, Filóctetes, 260, que había devenido una máxima moralizante: per quae peccat quis, per haec et torquetur. Cfr. M. Miró Vinaixa y R. Perea Buzón, "La tradició clàssica en el Romancero del rey Rodrigo", en Tradició clàssica. Actes de l'XI Simposi de la Secció Catalana de la Societat espanyola d'Estudis Clàssics. Andorra, 22-23 d'octubre de 1993, Andorra, Govern d'Andorra. Ministeri d'Educació, Joventut i Esports, 1996, 483-489; la cita en p. 487.Volver
94 Cfr. Garrote, 1996, 123-25 y, con anterioridad, B. Barrio Alonso, o. c., y P. Jauralde Pou, "Producción y transmisión de la obra literaria en El Quijote": Anales Cervantinos, XXI, 1993, 28-30.Volver
95 R. Menéndez Pidal, Cervantes y el ideal caballeresco. Discurso leído en la Sesión de Clausura de la Asamblea Cervantina de la Lengua Española, 23 de abril de 1948, Madrid, Patronato del IV Centenario del Nacimiento de Cervantes, 7-29.Volver
96 M. Durán, "El Quijote visto desde el retablo de Maese Pedro": Anthropos, nos. 98/99, 1989, 101-103.Volver
97 C. Alonso, "Sobre la subestimación ideológica del romance": Anales Cervantinos, XVII, 1978, 85-98.Volver
98 M. Chevalier, "La fortune du romancero ancien (fin du XVe siècle-début du XVIIe)": Bulletin Hispanique, 90, 1988, nos. 1-2, 187-195.Volver
99 E. Asensio, o. c., 69-75.Volver
100 Según M. Altamirano, "El Romancero en la primera parte del Quijote": Nueva Revista de Filología Hispánica, XLV, n. 2, 1997, pp. 321-326, en Quijote I encontramos usados romances en siete puntos: Romance de la constancia, en I, 2; Romance de Lanzarote el Orgulloso, en I, 2. 13; Romance del marqués de Mantua en I, 5. 10. 19. 31.Volver