Sucédele a Carbopía una gran desgracia por averse atrevido a su esposa Claveliana. Hállase Clarimante en los Juegos Olimpios, donde fue premiado. Júntanse todos los grandes de la Grecia, y consultan (1) en su favor, y todos se le ofrecen. Pártese de buelta para Ingalaterra y trae consigo a Flaveliano y a Anisio. Acuden el Fénix y Roanisa a librar a Brisalda, y parte para el infierno Pigmenia.
- SIempre fue peligrosa la insolencia
- del necio y mal fundado atrevimiento,
- y al contrario, quien trata con licencia,
- jamás, dizen, terná arrepentimiento.
- El desacato y poca reverencia
- lexos está del buen entendimiento,
- porque dize el adagio (2) que el villano
- quando le dan el pie toma la mano.
- Y si en toda sazón y coyuntura
- se estima el punto del cortés recato,
- sin que se rompa el límite y clausura
- devida a qualquier género de trato,
- en las obras de Amor, con más mesura
- ha de tratar el hombre poco ingrato,
- hasta que rompa Amor los estatutos
- y los dexe señores absolutos.
- Mas en tanto que huviere condiciones
- ha de vivir el hombre según ellas,
- por los inconvinientes y borrones (3)
- que se suelen seguir de corrompellas.
- Y para que creáys a mis razones
- escuchad los lamentos y querellas
- con que su dolor muestra, y agonía,
- el príncipe animoso Carbopía.
- Bien os acordaréys que fue avisado
- de la sabia Flavisa, que tratasse
- con término modesto y recatado,
- hasta que el tiempo y la sazón llegasse
- en que, con Claveliana ya casado,
- la limitada ley se le acabasse,
- por tener una guarda la donzella
- que ha siempre con rigor de defendella.
- Sucedió que saliendo una mañana,
- por la ribera fresca y arenosa,
- a solas con la bella Claveliana
- tratando en su passión dulce, amorosa,
- que viniessen a dar a una fontana,
- la qual, con abundancia bulliciosa,
- entre las blancas guijas murmurando,
- estava a quien la vía combidando.
- Y de floridos mirtos y rosales
- en su contorno estava una espessura,
- donde parleras aves y animales
- gozavan de las flores y verdura.
- Hazia afuera ay espinos y çarçales,
- puestos como por guarda y cobertura
- de los otros, que son más regalados,
- que junto de la fuente están plantados.
- De menudica yerva y tiernas flores
- el encubierto suelo está sembrado,
- haziendo mil enredos y labores
- el arroyo que al mar va desmandado:
- sitio que para solos amadores
- parece estar dispuesto y ordenado,
- aparejo (4) que da ocasión y aliento
- para qualquier sabroso atrevimiento (5).
- Llegando pues aquí, como os dezía,
- los dos enamorados venturosos,
- la ocasión poderosa les movía
- a confirmar sus tratos amorosos;
- mas el temor forçava a Carbopía
- a frenar los intentos licenciosos,
- viendo lo que Flavisa le dixera
- de la atrevida guarda y dura fiera.
- Pero, como el amor yva creciendo,
- qualquier inconveniente se allanava,
- por ficción y por fábula teniendo
- lo que del guardador se publicava.
- Assí, en las dulzes burlas procediendo,
- desechando el temor que antes mandava,
- determinó el de Angalia hazer la prueva,
- gustando la vedada fruta nueva.
- Mas nunca fue bocado tan costoso
- como el querer provar lo injusto (6) ha sido
- al atrevido príncipe goloso,
- de mil pesados golpes aturdido,
- qual vemos que acontece al cauteloso
- zorro viejo, en el cepo ya caýdo,
- que apenas le ven dentro los villanos
- quando le assaltan con armadas manos.
- No puede del peligro defenderse
- por no ver quién le aflige y le lastima,
- ni sirve entre los árboles meterse
- ni ampararle su dama por encima.
- El fértil campo vino a removerse
- (que es lo que más al joven desanima),
- cubriéndose de niebla el alto cielo
- y temblando hasta el centro el baxo suelo.
- Por el escuro viento discurrían
- prodigiosas visiones y figuras,
- que el espacioso sitio ensordecían
- con horribles bramidos y obras (7) duras.
- Sobre el goloso príncipe venían,
- aumentándole más sus desventuras
- y dándole con furia tan estraña,
- que sin juÿzio estava en la campaña.
- La donzella, afligida, a bozes llama
- injustos a los dioses y elementos,
- y sus congoxas míseras derrama
- con tristes y llorosos movimientos.
- Busca de mata en mata y rama en rama
- a su querido amante, que en tormentos
- y pena esquiva vio, sin ver quién era
- el que le atormentava en tal manera.
- En la mágica casa y edificio
- cavallero no queda que, assomado
- a ventana, no viesse el sacrificio
- del atrevido joven namorado.
- Paréceles que el cielo, de su quizio
- y de su fixo puesto destroçado,
- a la arenosa playa decendía
- y assolarlos a todos pretendía.
- Fuera del fértil suelo, en medio el llano,
- sin movimiento alguno y sin sentido,
- el temerario príncipe angaliano
- la quadrilla le vía estar tendido;
- no mueve el fuerte cuerpo o blanca mano
- ni siente el triste estado a que ha venido,
- que en miserable expasmo y parasismo
- le han puesto los ministros del abismo.
- Acudió a aquella parte Claveliana
- movida del amor y llama ardiente,
- y con el gran dolor y furia insana
- maltrata el rostro y pecho transparente (8);
- penetra la morada soberana (9)
- el grito de su basca y acidente,
- el alterado mar sus olas calma
- sintiendo las congoxas de aquella alma.
- Parte de la animosa compañía
- acudió a ver dónde Flavisa estava,
- parte fue donde el príncipe yazía,
- que la gran novedad los espantava.
- Pero la sabia maga no dormía,
- que bien entiende y ve quanto passava;
- assí, con mil conjuros hizo tanto,
- que a los estigios dioses puso espanto.
- Y si con sus embustes no acudiera
- luego que començó el furioso caso,
- nunca más el de Angalia se moviera
- ni del fresco lugar saliera paso (10);
- mas remedió con tiempo la hechizera
- el furioso tropel en nada escaso,
- y frenó de la guarda la insolencia
- limitando el furor de su inclemencia.
- Ya que cessó la tempestad furiosa
- y quedó descubierto el claro cielo,
- rompiéndose la niebla tenebrosa
- y la escura cortina y negro velo,
- Flavisa acudió al campo presurosa
- a dar a Claveliana algún consuelo
- y a rebocar del peligroso olvido
- el miserable príncipe aturdido,
- sobre el qual un conjuro estraño hizo
- rociándole con óleo serpentino,
- con que el impedimento se deshizo
- que maltratava al mísero mezquino.
- A la cuydosa guarda satisfizo
- porque quitasse el loco desatino
- que enagenava al triste enamorado,
- teniéndole en miseria sepultado.
- Buelto en su acuerdo y seso Carbopía,
- no por esso mover el cuerpo puede,
- que el tormento insufrible que sentía
- poderse levantar no le concede;
- mas toda la animosa compañía,
- cuya piedad a su miseria excede,
- en sus ilustres ombros le pusieron,
- y en el sobervio alcáçar le metieron.
- Y pues va en tales manos, y la cura
- de tal sabia, y tan célebre, depende,
- bolvamos a tratar de otra aventura
- cuya tardança a nuestra historia ofende,
- porque una gran rebuelta y guerra dura
- en el Peloponeso ya se enciende,
- juntándose mil príncipes ufanos
- para persecución de los troyanos.
- Dexamos al famoso Clarimante
- con Arbistes, el rey de los epeos (11),
- después que en la península abundante
- visitaron los ínclitos trofeos.
- Diximos la amistad y buen semblante,
- la prompta voluntad y los desseos
- con que los de aquel clima se ofrecieron,
- y cómo visitarle prometieron,
- lo qual quedó entre todos acordado
- que en Olimpia, ciudad, la vista fuesse
- para el día solene en que, ayuntado,
- el mundo a ver las fiestas estuviesse.
- Ninguno en acudir fue descuydado,
- teniendo cada qual por interesse
- cobrar nueva amistad con Clarimante,
- para cosas futuras importante.
- Llegáronse a juntar el día propuesto
- el rey de los epeos y Elïenses,
- y Mecades, gallardo y bien dispuesto,
- príncipes de los sabios atenienses.
- No faltó de acudir al plaço puesto
- Diocles, capitán de mesenienses (12),
- y Agelas, valeroso y afamado,
- que en Corintho por rey le avían jurado.
- De la espartana tierra era venido
- Agesilao, tan sabio como diestro,
- y Tiresio, valiente y atrevido,
- entre argivos (13) tenido por maestro.
- Sinastes, que en la Arcadia (14) se ha metido
- a pesar de Fortuna y del siniestro
- disponer de los hados, alcançando
- victoria del contrario pueblo y vando.
- Viene también el rey de megarenses (15)
- que Dinantes el fuerte era llamado,
- y el príncipe y señor de los locrenses (16)
- que hazia el mar de Corintho tiene estado,
- y el animoso rey de los dorienses (17)
- que de Achiles govierna el ancho estado;
- llámase el de locrense (18) Flavïano,
- el otro Anesio, que es su primo hermano.
- Viene de la Thesalia (19) el animoso
- Baudelio, que en la vega de Enipeo (20)
- goza su rico estado y abundoso
- de quanto alcançar puede su desseo;
- y junto al río Luronto, caudaloso
- (que nada como azeyte en el Peneo (21)),
- govierna un ancho estado Serapino,
- que también con los otros fuertes vino.
- Fuera de aquestos reyes que he contado,
- otros de menos prendas también fueron;
- assí por ser el día señalado
- como por la palabra que pusieron (22).
- Del vulgo no avía número tassado,
- que al doble de otros años acudieron
- por los famosos premios e invenciones,
- de juegos, luchas, bayles y qüestiones.
- Si la prolixidad no lo impidiera,
- todo como passó lo relatara;
- mas, aunque muchas hojas escriviera,
- dezirlo por extenso no bastara.
- Sólo digo que en todo aquello que era
- decente a un guerreador de virtud rara,
- Clarimante salió con la victoria,
- ganando nombre eterno y nueva gloria.
- Acabados los juegos de aquel día,
- todos estos señores han querido
- tratar de lo que al joven convenía,
- y al afamado templo (23) le han subido.
- Yvan más de quarenta en compañía,
- y en medio va el galán esclarecido,
- rindiendo quanto mira a su potencia,
- con su estraño valor y su excelencia.
- Encontró en el camino el mensagero
- que a le avisar su dulce agüela embiava,
- el qual le dio noticia por entero
- (fuera de los despachos que llevava).
- Alegróse con esto el gran guerrero
- y a Arbistes avisó lo que passava,
- y cómo le suplican la partida,
- importante a su fama y a su vida.
- En el sagrado templo ya ayuntados,
- hecha humilde oración devotamente,
- todos de Clarimante rodeados (24)
- aguardan su razón alegremente;
- el qual, viendo que estavan sossegados,
- dio principio a su plática eloqüente,
- dándoles relación de quien él era,
- según que de su agüela lo aprendiera.
- Dixo que por oráculo divino
- salió de la nombrada Ingalaterra,
- siguiendo por los mares el camino
- que le llevasse a su provincia y tierra;
- y que Thetis, la diosa, a darle vino
- noticia de la injusta y brava guerra
- que con Gorgonio, pérfido tyrano,
- entonces tenía Arbistes mano a mano.
- También les dio razón del nuevo vando
- que contra los hectóreos él traýa,
- y todos los que, a Achiles estimando,
- procuravan mostrar su valentía.
- Fueles punto por punto relatando
- la gente de más suerte y más valía,
- assí de los contrarios enemigos
- como de sus más íntimos amigos.
- Finalmente, les dio bastante cuenta
- no sólo de lo que era ya passado,
- mas de quanto adelante hazer intenta
- para gozar del reyno desseado.
- Los presentes despachos les presenta
- que delante de todos le avían dado,
- pidiéndoles mirassen aquel hecho
- con un desengañado y llano pecho.
- Y, que si a los más de ellos parecía
- que del reyno y princesa desistiesse,
- a su sano consejo rendiría
- su crédito, su fama y su interesse
- y del Peloponeso no saldría,
- porque, acaso, ocasión no se ofreciesse
- en que el dado consejo quebrantasse
- y su primer intento renovasse.
- Los unos a los otros se miraron
- luego que Clarimante huvo callado,
- y con sagaz acuerdo ponderaron
- la nueva empresa y fuego (25) començado.
- Y después que unos y otros se rogaron
- con el comedimiento acostumbrado (26),
- todos al rey Arbistes acudieron
- y sus votos al suyo sometieron.
- "-Más holgara -el rey dixo- el dar oýdo
- al maduro consejo y la prudencia
- de príncipes que siempre han entendido
- en hazer a Fortuna resistencia,
- que no mostrarme osado y atrevido
- en vuestro acatamiento (27) y real presencia;
- pues es sabida cosa que os ofendo
- dando voto en negocio que no entiendo.
- Mas, con el favor vuestro y vuestra ayuda,
- llanamente diré lo que sintiere,
- dando aliento a mi torpe lengua muda
- porque tanta grandeza no me espere.
- Que estemos obligados nadie duda
- a dar ayuda en quanto se ofreciere
- al animoso y diestro Clarimante,
- pero el tratar del cómo es importante.
- El enemigo vando es poderoso
- y, aunque anda con el nuestro amordazado (28),
- sólo le mueve agora un fin honroso
- de ser en el justar más señalado.
- Y puede ser también que el fin goloso
- de la bella princesa y rico estado,
- les incite a intentar en contra nuestra
- aventajar su ardiente pecho y diestra.
- Y dado que el rencor y odio encendido
- del valeroso Achiles y Héctor fuerte,
- nuevamente aya en ellos rebivido
- y quieran sustentarle hasta la muerte,
- al menos hasta agora no ha venido
- a ser el rompimiento de tal suerte
- que ser ésta la causa se declare
- ni en sólo aqueste punto se repare.
- Assí, es mi parecer que Clarimante
- se parta sin tardar a Ingalaterra,
- porque entiendo que, viéndole delante,
- en su favor se moverá la tierra;
- y quando aqueste ardid no sea bastante
- ni basten los que el reyno tiene y cierra
- que siguen su opinión, aquí quedamos,
- que ni hazienda ni vidas rehusamos (29).
- Solamente le pide el vando amigo
- que en la corte del rey haga presencia,
- por ser poco el valor del enemigo
- y no aver casi en hombre resistencia.
- Mirado todo aquesto, como digo,
- y aviendo menester mayor potencia,
- los hijos y mugeres venderemos
- y a la injusta demanda acudiremos.
- Mas lo que hazer se puede sin ruÿdo
- y sin alborotar el reyno y gente,
- en más estimación será tenido
- que viniéndose a obrar, eternamente.
- Quedará Clarimante más querido,
- quitarse qualquiera inconveniente
- y, en fin, si por bien va, ha de ser amado,
- y si por mal, de todos será odiado (30)."
- Puesto fin al discreto parlamento,
- todos de voluntad lo confirmaron,
- y con solene voto y juramento
- para lo venidero se adunaron.
- Agradeció el mancebo el pío intento
- y la llana amistad que le mostraron,
- prometiendo de, en quanto se ofreciesse,
- por qualquiera arriscar lo que valiesse.
- Determinóse luego la partida
- del nuevo fuerte Achiles hazia el norte,
- temiendo que la ausencia no le impida
- mudándose entretanto el reyno y corte (31),
- y su vando y quadrilla conocida
- haga cosa que al joven no le importe,
- o viniendo en concierto no decente,
- o rompiendo con todos claramente.
- Dieron a Clarimante grandes dones,
- según la calidad y la riqueza
- de tan altos y célebres varones,
- y según el galán de tanta alteza;
- y con votos, plegarias y oraciones,
- tranquilo mar y viento con presteza
- al poderoso Júpiter pidieron,
- y con esto el concilio deshizieron.
- Anesio y el valiente Flaveliano,
- sin persona con ellos ser bastante (32),
- determinaron yrse mano a mano
- a morir o vivir con Clarimante,
- el qual, con tal socorro más ufano
- no quiso detenerse ni un instante,
- sino que, lo importante prevenido,
- para el Cyleno puerto se han partido.
- El rey y otros le van acompañando,
- cuydosos de su bien y de su gloria,
- con sus antepassados le incitando
- a que de la virtud tenga memoria;
- y, al gran reyno polar luego en llegando,
- si viere ser dudosa la victoria,
- en ninguna manera se aventure,
- sino que en avisarlos se apresure.
- En el seguro puerto aparejado
- un hermoso batel vieron que estava,
- de vistosas telillas aforrado
- que ser obra del cielo declarava.
- Aviéndose los reyes abraçado
- y la demás nobleza que allí estava,
- los tres, con presuroso movimiento,
- se ofrecieron al húmido elemento.
- El experto piloto arranca luego
- de la áncora pesada el corvo diente,
- y por el ancho mar y seno ciego
- el batel va engolfando diestramente;
- en calma estava el piélago, y sossiego,
- bullicio de algún viento no se siente,
- mas nunca fue saeta con tal brío
- como el que lleva el mágico navío.
- El ardiente planeta avía baxado
- a la tartesia tierra y mar de Atlante (33),
- y la lóbrega noche se ha mostrado
- con rostro triste y hórrido semblante,
- quando un templado viento ha començado
- a soplar de la parte de levante,
- dando en popa al batel, con que aumentava
- la gran velozidad que antes llevava.
- Y pues prósperamente van rompiendo
- las inquïetas olas los guerreros,
- quiero bolver la pluma donde entiendo
- aguardan los persianos cavalleros.
- En la cueva quedaron atendiendo
- a que el viejo acabasse sus agüeros
- y los mágicos cercos (34) que hazía
- para lo que a Palmacio convenía.
- Después que la morada escudriñaron
- viendo cosas estrañas y admirables,
- y que a ningún secreto perdonaron (35)
- de los más temerosos y espantables,
- en un ancho vergel los tres entraron
- de donde oyeron bozes lamentables,
- como de quien en grave mal estava
- y favor y socorro demandava.
- Bien holgaran los príncipes piadosos
- de buscar el lugar de a do salía,
- mas en aquellos campos montuosos
- ni entrada ni salida se sabía.
- Mas al tiempo que estavan más cuydosos,
- veys aquí el viejo sabio que venía,
- y después que le huvieron saludado,
- que declare su duda le han rogado.
- Buelto el rostro a Roanisa, dixo luego:
- "-Espántome que estéys desacordada
- del lastimoso incendio y vivo fuego
- en que a Brisalda vistes abrasada;
- y nunca en su tormento avrá sossiego
- ni de allí se verá jamás librada,
- si no es con vuestra ayuda, a quien el cielo
- dio el poder de su bien y su consuelo."
- "-Pues vamos -dixo al mágico Roanisa-,
- que no es razón dexarla en tal tormento."
- "-Agora no ay -responde- tanta prisa;
- tiempo avrá de cumplir con vuestro intento.
- Otra cosa importante está indecisa
- y en ella no ha de aver detenimiento,
- que es lo que toca al bien de aquesta dama,
- al remedio de amor y de su llama.
- Lo que con mi arte mágica he podido
- alcançar de los dioses infernales
- y de las duras parcas, sólo ha sido
- que del infierno pises los umbrales
- y que vayas al bosque de Cupido,
- pocas vezes hollado de mortales,
- y en duro purgatorio de amor veas
- al que contigo usó cosas tan feas (36).
- Y si cumplir pudieres todo quanto
- por el ayrado dios fuere propuesto,
- librarás a Palmacio del quebranto
- en que por fementido está aora puesto;
- mas, si lo quebrantares, otro tanto
- sobre el penar que tiene tan molesto,
- Amor le ha de añadir, y eternalmente
- no le ternán tus ojos más presente."
- "-Determinada estoy -Pigmenia dize-
- a mil muertes passar por ver mi amado,
- y a trueco que su vida se eternize,
- haré quanto me fuere encomendado;
- y, si todo el infierno contradize,
- dispuesta estoy, con ánimo esforçado,
- a primero acabar la dulce vida,
- que verme de Palmacio desasida."
- "-Pues toma -dixo el mago- aquesta vara,
- y donde el palafrén se detuviere,
- mojándola primero en agua clara,
- herirás el peñasco que allí huviere;
- y, quando con su fuerça y virtud rara
- la diamantina peña se rompiere,
- sin temor entrarás de cosa alguna,
- que a tu querer responde la Fortuna.
- Bien sé que has de topar inconvenientes
- y que avrá quien impida tu jornada,
- procurando que, acaso, te amedrentes
- y la empresa aborrezcas començada;
- mas toma estos papeles, convenientes
- para facilitar la dura entrada,
- y donde huviere algún impedimento,
- arroja uno de aquestos por el viento
- y di, que del amor presa y vencida,
- vas en busca de aquél que assí te tiene,
- que no sólo le ruegas no te impida,
- mas que te dé el favor que te conviene.
- Y, quando ya al lugar fueres venida,
- si en él vieres que alguno te detiene,
- leyendo este papel verás abierta
- de la casa de Amor la ebúrnea (37) puerta.
- No te asombren las cosas que allí vieres
- ni tornes hazia atrás con temor vano,
- porque en qualquiera parte que lo hizieres
- has de bolver al conocido llano (38),
- y, aunque por tornar dentro desesperes,
- no lo podrá alcançar poder humano
- ni bastarán a darte algún consuelo
- la tierra, el fuego, el viento, el mar ni el cielo."
- En todo lo importante ya instruyda,
- la enamorada dama se despide
- del mago viejo y gente conocida,
- y con ligero passo el bosque mide (39).
- Quisiera acompañarla, mas movida
- de compassión Roanisa llama y pide
- que con ella me vaya al aposento
- donde tiene Brisalda su tormento,
- que al mágico con ansia está rogando
- no dilate el remedio de la dama,
- sino que, el tardo passo apressurando,
- se duela de su mal y viva llama.
- A sus ruegos el viejo se inclinando,
- del hojoso laurel cortó una rama,
- y con ella en la tierra un cerco hizo,
- començando un solene y gran hechizo.
- Halló que la sazón era llegada
- en que del duro fuego y llama dura,
- fuesse por la princessa libertada
- la que estava en tan triste desventura.
- Y assí, no quiso el mago que alargada
- fuesse por culpa suya la gran cura;
- antes a Felisandro y a Roanisa,
- que ligeros le sigan los avisa.
- Y por hazia la parte do no avía
- salida del vergel, que un alto muro
- y una empinada cuesta lo impedía,
- el mágico con passo va seguro.
- Vieron cómo el gran cerro se partía
- qual si de cristal fuera o vidrio puro,
- luego que de la vara fue tocado,
- aviendo ciertos versos pronunciado.
- Viose un ancho camino y passo abierto
- por donde todos tres se entraron luego,
- quedando el edificio descubierto,
- ardiendo, al parecer, en vivo fuego.
- Temiendo la princesa el daño cierto
- de su amado, que en otro laço ciego
- prendió su libertad, puesto en olvido
- el amor que con ella avía tenido,
- yva triste, solícita y cuydosa,
- sin osarle dezir lo que sentía
- ni el daño que en la llama impetuosa,
- si procurasse entrar, recibiría.
- Fabricó una pregunta cautelosa
- por donde Felisandro entendería
- la condición que, en fuego semejante,
- para poder entrar era importante.
- Temía (y con razón), no sospechasse
- que por le dar disgusto renovava
- el olvido passado, y se alterasse
- por ver que de mudable le acusava.
- Assí, antes que a la puerta se llegasse,
- al sabio preguntó que dónde estava
- el dorado letrero y la escritura
- en que se contenía la aventura.
- "-No era -respondió el sabio- ésta la entrada
- por donde vos la empresa acometistes,
- antes (si ya no estáys desacordada),
- aquesta puerta fue por do salistes;
- que todo a vuestro braço y fuerte espada
- lo sugetastes luego y lo rendistes,
- cerrándose la puerta que allí avía,
- pues a vos acabarlo convenía.
- Bien que la condición del fuego ardiente,
- crisolador (40) del pecho enamorado,
- nunca se le quitó, ni entrar consiente
- quien del primer amor se aya mudado."
- Sintióse desto el príncipe valiente,
- viéndose convencido y atajado,
- y que negar su error no se concede
- ni entrar en la amorosa llama puede.
- Sintió tanto Roanisa el sentimiento
- que conoció en el joven vergonçoso,
- que, derramando lágrimas sin cuento,
- se colgó de su cuello valeroso:
- "-No recibáys -le dize- descontento
- ni os vea yo, bien mío, cuydadoso,
- que no es afrenta averos vos mudado
- estando de mis ojos apartado."
- El viejo bolvió acaso la cabeça
- y vio el dolor que a entrambos afligía,
- mas presto puso fin a la tristeza
- que los dos coraçones deshazía.
- "-No ofende -dixo- el fuego a tanta alteza
- ni a tan enamorada fantasía,
- sino a quien vanamente es tan mudable
- que nunca permanece ni es estable.
- Mudança ha de entenderse quando llega
- un alma a se olvidar enteramente,
- y quando su memoria y gusto entrega
- al nuevo resplandor que ve presente.
- Mas, si por breve espacio se despega
- de aquel primer amor que tiene ausente,
- como nunca enagene la memoria,
- no perderá, a mi ver, honra ni gloria,
- porque es el tierno amor tan pegajoso
- y pone en tantas partes tantos laços,
- que al más firme amador y poderoso
- entrampa en mil enredos y embaraços;
- con un dulce mirar blando, amoroso,
- corta toda la fuerça de los braços
- y al más libre cautiva y aprisiona,
- y al cautivo a otro pecho le abandona;
- por donde, el que algún tanto titubea
- no se entiende perder lo ya ganado.
- Y, aunque lo que yo digo assí no sea,
- con todo Felisandro no es culpado,
- que, dado que a la hermosa Sacridea
- aya con firme y tierno pecho amado,
- en ser hermana suya es llana cosa
- no incurrir en la pena rigurosa."
- Increýble fue el gusto y el contento
- de los firmes amantes esto oyendo,
- y assí, con presuroso movimiento,
- al venerable viejo van siguiendo.
- Llegados a la cueva y aposento,
- sin temor de la dama (41) y fuego horrendo,
- hizieron lo que oyréys quando yo pueda
- dezir de aquesta historia quanto queda.
- El enemigo vando y griega gente
- aguarda cuydadosa a Clarimante,
- que ya del gran Neptuno el real tridente,
- buscando el reyno inglés, huella arrogante (42).
- Libre va de temor su pecho ardiente,
- mas yo os le mostraré rendido amante,
- de su ambicioso intento tan quitado,
- quanto agora en el mesmo va engolfado.
- Draconcio y el de Tracia, al rey cuydoso
- en su corte ya puestos favorecen.
- Flavisa, junto al mar, con pecho honroso,
- aguarda a los que humildes la obedecen.
- Risambo por Marpesia queda ansioso,
- cuya ausencia y trabajos le enflaquezen.
- Pigmenia, estimulada de amor tierno,
- en busca de Palmacio va al infierno.
- Pues nuestro Felisandro y bella diosa,
- con el prudente viejo y mago anciano,
- entran a libertar la dama hermosa
- del lastimoso incendio y fuego insano;
- no he podido dar fin a tanta cosa,
- que es pobre mi caudal, flaca mi mano,
- y assí, es fuerça la historia se reparta
- en otra parte nueva y nueva carta (43).
Fin de la primera parte.
NOTAS:
(1) consultar: "conferir, tratar y discurrir lo que se debe hacer en algún negocio o caso" (Aut.).
(2) adagio: "es lo mesmo que proverbio, conviene a saber, una sentencia breve, acomodada y traída a propósito, recibida de todos, que se suele aplicar a diversas ocasiones" (Cov.).
(3) borrón: "por alusión lo mal hecho que escurece lo de más bueno que en un hombre pueda haber" (Cov.).
(4) aparejo: "lo necesario para hacer alguna cosa" (Cov.).
(5) El locus amoenus es un espacio propicio para las aventuras amorosas en los libros de caballerías y en gran parte de la literatura áurea. Un ejemplo que puede servir por todos es el primer encuentro carnal entre Amadís y Oriana, que tiene lugar en uno de estos parajes, aprovechando la soledad y la tranquilidad y sosiego del lugar. Podemos leerlo en el capítulo XXXV del libro primero del Amadís, ed. cit., pp. 573-575. Vid. igualmente el estudio preliminar.
(6) injusto: aquí, lo que va contra la razón (Cov.).
(7) obra: en el sentido de acción, hecho, algo que se realiza.
(8) Estas expresiones forman parte de los tópicos sobre la expresión del dolor y sobre la belleza femenina. En este último caso, el rostro y el pecho de Claveliana son 'transparentes' a causa de la gran blancura que poseen.
(9) Se refiere a los cielos habitados por los dioses.
(10) paso: 'passo', "se usa assimismo por la licencia o concessión de poder passar sin estorbo" (Aut.). Gracias a la intercesión de Flavisa, Carbopía puede salir del vergel sin impedimento alguno.
(11) Sobre los epeos, vid. nota a XXIII, 338.
(12) Los mesenienses son los habitantes de Mesenia, región de la Grecia antigua, situada en el Peloponeso, que limita con Acaya, Élida, Arcadia y Laconia, y con el mar Jónico.
(13) Los argivos son los habitantes de Argos o Argólida, región de la Grecia antigua, también el Peloponeso. Desde Homero se toma el nombre de los argivos para designar a todos los griegos.
(14) La Arcadia es la región central del Peloponeso. Es sabido que desde antiguo los poetas han considerado este lugar como un paraíso bucólico en el que se respira la más absoluta felicidad.
(15) Megarenses son los naturales de Megara, ciudad griega situada al oeste de Atenas, en el Ática.
(16) Se refiere aquí a los habitantes de Lócrida, también en la Grecia antigua, que ocupaba los territorios montañosos entre los golfos de Maliaco y de Corinto.
(17) Sin duda se refiere a los dorios, griegos naturales de la Dóride. Los dorios habitaban en el Peloponeso y en una serie de islas al suroeste de Asia Menor, en el mar Egeo.
(18) Aquí se toma el gentilicio en lugar del topónimo. Debería decir 'el de Lócrida' o 'el locrense'.
(19) Tesalia es una región de la Grecia antigua, situada entre el mar Egeo, Macedonia, Fócida y el Pindo.
(20) El Enipeo es un dios-río de Tesalia. Según la leyenda, Tiro, hija del rey Salmoneo (de Salmonia, en la Élide), se enamoró de Enipeo y paseaba por sus orillas para cautivarle, pero Posidón, enamorado a su vez de Tiro, la sorprendió un día y yació con ella, engendrando a Pelias y Neleo que, abandonados posteriormente, aparecieron más tarde flotando en un arca sobre las aguas del Enipeo. Los dos gemelos pugnarán por el trono de Salmonia.
(21) El Peneo es otro dios-río de Tesalia, hijo de Tetis y Océano, que se casó con la náyade Creúsa, con la que tuvo varios hijos, entre ellos la ninfa Dafne, conocida por el episodio en el que se transforma en laurel al rechazar el amor de Apolo. No hemos localizado el río Luronto.
(22) poner: "junto con los nombres ley, contribución u otros semejantes, vale establecer u obligar a lo que los nombres significan" (Aut.). Aquí. 'poner palabra' viene a dar a entender que se ven obligados a cumplir esa palabra que han dado.
(23) Alude aquí al templo de Zeus (Júpiter en el contexto del poema), que se consideraba como el más importante de los santuarios de la antigua Grecia, en la ciudad de Olimpia, donde Clarimante está participando en los juegos olímpicos.
(24) La importancia de Clarimante y de los hechos que están sucediendo hace que se traslade el participio 'rodeados' para que sea más intensa la presencia del caballero británico: no está él rodeado de caballeros griegos, sino éstos rodeados de él. En realidad quiere decir, por supuesto, que todos rodeaban a Clarimante.
(25) fuego: parece referirse aquí a la guerra que se proyecta contra los herederos de Héctor. Así, Aut. define fuego como "lo más encendido de la batalla, quando se disparan las armas de fuego". Independientemente del anacronismo de las armas de fuego con respecto a la época de la acción del relato, parece que la idea de Martínez se encamina por estos senderos.
(26) Cortésmente, unos a otros, se cedían la palabra, entre ruegos y protestas. Comedimiento, vid. nota a XXXII, v. 526.
(27) acatamiento: "reverencia, mesura" (Cov.).
(28) amordazado: con el sentido de ofendido. Los dos bandos están enfrentados, como injuriados el uno por el otro. Vid. nota a X, 473.
(29) rehusar: "es rehuir de hacer algo" (Cov.). Parece que hay una elipsis en este verso, que elimina la preposición 'por': no evitarán los peligros que conlleve ayudar a Clarimante ni por la hacienda ni por las vidas propias.
(30) Los últimos versos ofrecen una gran complicación, porque cualquier puntuación que se lleve a cabo tiene algún tipo de incoherencia. Según la que ofrecemos, cabría entender que es mejor no intervenir en las guerras que se le aparejan a Clarimante. Ello hará que éste sea más querido, sobre todo si se quita 'qualquiera inconveniente', pues de lo contrario el triunfo le haría un héroe, y la derrota (con las consiguientes pérdidas para los del Peloponeso), convertiría a Clarimante en un ser odiado.
(31) Se refiere a la corte del rey Antero, cuya inmutabilidad es necesaria para que las pretensiones de Clarimante lleguen a buen puerto. En general, los versos de esta estrofa plantean los temores de Clarimante y de los suyos ante lo que pueda ocurrir en Inglaterra durante su prolongada ausencia.
(32) Nadie fue suficiente para convencerles de lo contrario.
(33) Es decir, se ocultaba el sol, como siempre, por el occidente, allá donde se situaba la antigua civilización de Tartesos, al suroeste de la península ibérica, en los límites mismos del océano Atlántico.
(34) cerco: "figura circular u demonstración supersticiosa para invocar los demonios y hacer sus conjuros los hechiceros y nigrománticos" (Aut.).
(35) perdonar: "significa assimismo exceptuar a alguno en lo que se executa o debía ser comprehendido, u dexar de hacer alguna cosa que se debía hacer" (Aut.).
(36) Se refiere a Palmacio, ahora muerto, que hizo sufrir con sus desdenes a Pigmenia.
(37) ebúrneo: "cosa perteneciente o hecha de marfil" (Aut.).
(38) Las condiciones son muy parecidas a las que le son impuestas a Orfeo cuando desciende al Averno a recuperar a Eurídice: mirar atrás supondrá, en cualquier caso, la pérdida definitiva de la persona amada que se quiere recobrar de tan terrible mundo.
(39) Deambula. Vid. nota a XXXII, 324.
(40) crisolador: purificador. Vid. nota a XVII, 594.
(41) Así en todos los ejemplares. Cabe pensar que, o bien es una errata por 'llama', o por el contrario se refiere a Brisalda: Roanisa y Felisandro llegaron donde estaba Brisalda (la dama) y el fuego horrendo que hacía arder a ésta.
(42) Clarimante surca el mar, reino de Neptuno.
(43) carta: "escrito" (Fontecha).