Prosigue Roanisa su jornada y sucédele un caso raro: cuéntale Doxa sus amores y los de Venancio, y cómo le mató el centauro Lyceto, y pide le (1) dé sepultura. Sepúltale y da la muerte al centauro, y ella fue herida dél en un braço. Felisandro, siguiendo su camino, se le ofreçe cierta aventura.
- COntando nuestra pena y descontento
- desfoga el coraçón su pena y daño,
- la fuerça pierde el áspero tormento
- y se apoca el sucesso más estraño.
- También sirve de alivio y nuevo aliento
- oýr algún enrredo o grave engaño
- del desponer perverso de la rueda (2),
- inconstante en el bien y en el mal queda.
- Porque a qualquier persona le parece
- exorbitante y sin medida alguna,
- qualquier inconveniente que se ofrece
- con que se pone estorvo a su fortuna;
- tiene por sin igual lo que él padece,
- a la consolación llama importuna,
- solamente mirando a su disgusto
- y no a lo razonable ni a lo justo.
- Mas, para echar de ver que han padecido
- otros muchos más grandes sinsabores,
- y que, con mil quilates, ha excedido
- su mal a nuestras ansias y dolores,
- es remedio eficaz dar grato oýdo
- a infortunios y a casos muy mayores
- que a cada bolver de ojos acontecen,
- y al más discreto, sin pensar, se ofrecen.
- Y assí dixo Platón, con gran cordura,
- que si los afligidos se juntassen
- y toda su fatiga y desventura
- de mancomún (3) en un montón la echassen,
- sin falta, viendo el trance y la amargura
- de los demás, que alegres se tornassen,
- consolados de ver que su destino
- es más sufrible que el de su vezino.
- Y por esto han los cielos ordenado
- que la afligida dama aquí viniesse,
- para que su fatiga y gran cuydado
- algún alivio y cura recibiesse,
- y, en el joven que está despedaçado,
- a passar infortunios aprendiesse;
- pues ninguno de quantos ha sufrido
- igualarse con éste ha merecido.
- Dixe ya que la ninfa lastimada,
- a la princesa suplicó humilmente
- diesse la sepultura desseada
- al cuerpo muerto, muerto injustamente,
- y Roanisa, confussa y lastimada
- del doloroso caso y mal presente,
- la pidió le contasse el triste caso,
- discurriendo por él passo por paso.
- La ninfa, en tristes lágrimas desecha,
- que a compasión los árboles movía,
- se quisiera escusar, mas no aprovecha,
- que negarlo a Roanisa no podía.
- Assí, por la dexar más satisfecha,
- de las húmidas (4) ondas se salía,
- y, apeada la dama del cavallo,
- quitado el freno, ordenan de soltallo.
- Abraçando la ninfa a la princesa
- con un afecto ardiente y amoroso,
- de bañarla con lágrimas no cesa,
- mostrando el sentimiento doloroso.
- Éntrasse por la selva más espesa,
- en un soto con sauces mil, umbroso,
- donde estava una clara, dulce fuente,
- con abundosa mina (5) y gran corriente,
- desde la qual se vía el cuerpo muerto
- a quien la hermosa ninfa acompañava,
- guardando que no huviesse desconcierto (6)
- por alguna serpiente o bestia brava.
- En un alto peñasco, y descubierto,
- de donde la agua de cristal brotava,
- mano a mano ambas juntas se assentaron,
- y, juntas, grande espacio lamentaron.
- Mas, ya que en larga vena (7) humedecieron
- la más menuda yerva y tiernas flores,
- y de sus bellos pechos despidieron
- lo que dava alimento a sus dolores,
- el freno al sentimiento recogieron
- haziéndose caricias mil y amores,
- qual si, por muchos años, como hermanas,
- juntas tratado huvieran y a las llanas (8).
- No huvo necessidad que nuevamente
- Roanisa importunasse en lo pedido,
- pues ella, sin tardar, graciosamente,
- a contarla su mal se ha comedido (9).
- "-No te espantes -la dixo-, que, al presente,
- un sentimiento muestre tan crecido,
- porque sin duda alguna aquí muriera
- si sujeta a la muerte yo estuviera (10).
- Mas, aunque de la parca me he librado,
- no me pude escapar del sentimiento,
- de la fatiga y desigual cuydado
- que suele a los mortales dar tormento;
- que huviera por partido yo tomado
- salir de este corpóreo alojamiento,
- antes que verme triste, qual me veo,
- privada de mi gloria y mi desseo.
- Mi nombre es Doxa, hija de Erimanto (11)
- (que es aqueste ancho río), desdichada
- por aver yo querido darme tanto
- al servicio de Juno consagrada (12).
- Suspende tu dolor, Roanisa, en tanto
- que mi historia te cuento, desastrada,
- y verás mi desdicha a dónde llega,
- y el disponer de mi fortuna ciega.
- A casa de mi padre llegó un día
- la poderosa Juno, que baxado
- de su divino asiento al mundo avía,
- a honrar a quien su nombre huviesse honrado.
- También vino con ella en compañía
- la madre del Amor desconcertado (13),
- de qualquiera torpeza incitadora,
- del bien contraria y de lo malo autora.
- Mi padre, con devido cumplimiento,
- recibió en su morada a las dos diosas,
- haziéndolas el justo tratamiento
- en comida, en regalo y otras cosas.
- Aunque en la ancha morada y alto asiento
- otras ninfas estavan muy hermosas,
- a mí se me encargó que las sirviesse,
- y en su presencia y mesa yo asistiesse.
- Mas, después que las dos comido huvieron,
- todas las otras ninfas se juntaron,
- y con danças y bayles que hizieron,
- con prompta voluntad las festejaron.
- Ya que estos regozijos fin hizieron,
- dos de mis compañeras luego entraron
- con dulces y acordados instrumentos,
- alegrando los húmidos asientos.
- A dos bozes letrillas mil cantavan
- con singular destreza y melodía;
- a las divinas diosas admiravan
- y toda la restante compañía.
- Mas, pensando las tristes que acertavan,
- y no advirtiendo el mal que en ello avía,
- en dulce verso, digno de memoria,
- se començó la peligrosa historia.
- Y fue quando el pastor, Paris llamado,
- en Ida sentençió, que no deviera,
- pues sólo su juÿzio depravado
- a Troya consumió con llama fiera (14).
- A Juno la color se le ha mudado
- viendo con gran plazer su compañera,
- y dixo: '-El necio parecer de un loco,
- a mi merecimiento ofende poco.'
- '-No digas -dixo Venus-, ser locura
- lo que con igualdad fue definido,
- que, pues es más crecida mi hermosura,
- a mí sola aquel don era devido.'
- Juno la respondió: '-Torpeza pura
- al lascivo jüez sólo ha movido,
- y no ventaja alguna que en ti huviesse,
- con que a darte la joya se moviesse.'
- Atraveséme yo de bachillera (15)
- (que siempre las mugeres despuntamos (16),
- y, sin guardar concierto ni manera,
- nuestro voto y sentencia en todo damos);
- engrandecí y loé sobremanera
- a la que vive y reyna en la isla Samos (17),
- y, en pago de la aver favorecido,
- que yo fuesse inmortal me ha concedido.
- ¡Quánto mejor me fuera, ay suerte dura,
- estar sujeta al disponer del hado,
- que verme en la fatiga y desventura
- del doloroso y lamentable estado!
- Quita qualquier dolor la sepultura,
- en ella todo afán es sepultado;
- pues la muerte por fin de tantos males
- fue dada y concedida a los mortales.
- Alegre estava yo con todo aquesto,
- por el favor de Juno, sacra diosa,
- pero mi gran plazer se mudó presto
- con una repentina y nueva cosa:
- y fue que, con ayrado y grave gesto,
- Venus dixo: '-Malvada, cautelosa (18),
- ingrata, desleal, desconocida,
- indigna de inmortal y eterna vida.
- ¿Assí pagas el bien que de mi mano
- tantas y tantas vezes recibiste?,
- ¿el bello gesto y rostro soberano
- con que mil duros pechos encendiste?
- ¿Quién, me di, te dio el garbo y ser ufano
- desde el punto y momento que naciste,
- igualándote yo a qualquiera diosa
- en lo tocante al don de ser hermosa?
- Pues mira lo que digo atentamente:
- ordenar tengo mueras de amor puro,
- y que el fin de este fuego y llama ardiente
- te trayga a triste estado y punto duro;
- que ni Júpiter sacro, omnipotente,
- pueda evitar las cosas que aquí juro,
- ni aventajada diosa o dios eterno,
- ni las horrendas furias del infierno (19).'
- Esto dicho, salió furiosa, ayrada,
- echando vivo fuego de corrida (20);
- mas no estimé su enojo y saña en nada
- respeto de la gracia recebida.
- Venus, de su promessa no olvidada,
- ante los pies del ciego Amor rendida
- con lágrimas le pide se enternezca
- y de su gran dolor se compadezca.
- Diole cuenta de todo lo passado,
- rogándole vengasse mi altiveza,
- el aver su deydad menospreciado
- y el grato don de su inmortal belleza;
- con lo qual, el rapaz quedó indinado,
- prometiendo mostrar su fortaleza,
- y, con un desigual desassossiego,
- del ameno jardín se partió luego.
- En este fresco soto y valle umbroso
- se emboscó el crudo Amor, hasta que huviesse
- la coyuntura y tiempo provechoso
- en que cumplir su voluntad pudiesse.
- En todo su discurso fue dichoso,
- sin que nadie en la tierra le impidiesse,
- ayudándole Venus en la empresa
- donde tanto a su fama se interesa.
- En un monte apartado de este asiento,
- el centauro Liceto residía,
- libre del amoroso pensamiento
- porque en sólo caçar se entretenía;
- ligero en la carrera más que el viento,
- que a los corços y gamos excedía,
- juntamente con rara fortaleza
- y en el flechar del arco gran destreza.
- Nunca a nuestras riberas él baxava
- ni en esta tierra fue jamás sentido,
- porque el hermoso sitio do habitava
- era de muchas caças bastecido.
- Mas Venus, que mi mal sólo ordenava
- y dar en qué entender al dios Cupido,
- dio ocasión al centauro que me viesse
- y su robusto pecho me rindiesse;
- porque, andando Liceto a caça un día,
- se le ofreció a la vista, en medio un prado,
- una cabra montesa que tenía
- de negro y roxo el cuero remendado.
- Crecióle la codicia y la agonía (21)
- (de la diosa de amor estimulado),
- y assí, passo entre passo caminando,
- se fue a la hermosa presa avezinando.
- Mas, sintiendo la cabra el monstruo fiero,
- salió por medio el prado como el viento,
- y tras ella el centauro va ligero,
- venciendo en la presteza al pensamiento.
- Casi corrió tras ella un día entero,
- hasta que vino a dar en este asiento,
- donde, por entre flores y frescura,
- gozava yo la amena coyuntura.
- Estava de aquel caso descuydada,
- sin temor de sucesso semejante,
- quando por la ribera hermoseada
- le vi qual presto rayo yr adelante.
- Yo, triste, de repente salteada,
- tuve por acertado e importante
- mover mis tiernos pies en la carrera
- y en la agua dulce me arrojar ligera.
- Viéndome se turbó y quedó elevado (22),
- con los atentos ojos me siguiendo,
- entre tanto yo, triste, me he salvado,
- en la agua sin tardar me çabullendo (23).
- El Amor, que no estava descuydado,
- con una flecha el arco apercibiendo,
- apretando los dientes en la boca,
- a Venus, su querida madre, invoca.
- A esta sazón las empulgueras (24) junta,
- poniendo el arco como luna llena,
- y, con la aguda y venenosa punta,
- el duro pecho y coraçón barrena.
- El passador (25) al monstruo descoyunta,
- dando con él de espaldas en la arena
- y encendiéndole un fuego dentro el pecho,
- en que desde aquel punto está deshecho.
- Determinó quedarse en este llano
- por tener ocasión más oportuna
- dél, viéndome, dar vado al mal insano
- que le tiene en sazón tan importuna.
- Muchas vezes con pecho blando, humano,
- me pidió remediase su fortuna;
- mas, ¿quién avía de amar una torpeza
- que iguala en su fealdad con mi belleza?
- Supo que de Venancio era querida
- y que en el mesmo amor yo le pagava,
- passando entre los dos la dulce vida
- en lo que más a entrambos deleytava;
- ¡triste de mí, que nunca fuy advertida
- ni nadie imaginé lo sospechava,
- hasta que vi al cruel impío Liceto
- poner su crueldad fiera en efeto!
- Porque, estando Venancio y yo a esta fuente
- ayer tarde, al caer del sol lumbroso,
- passando el veloz tiempo dulcemente
- con razonar süave y amoroso,
- Liceto aquí llegó, qual rayo ardiente
- y más que un fiero tygre impetuoso,
- diziendo: '-¡O cruda y fementida Doxa,
- causadora mortal de mi congoxa!
- Ya que no puede aver en ti clemencia
- ni en mí puede caber jamás olvido,
- al menos quitaré de tu presencia (26)
- aqueste por quien soy aborrecido;
- que, pues con el rigor de tu inclemencia
- tienes a mi dolor sordo el oýdo,
- no quiero que otro goze a su alvedrío
- lo que por justo título era mío.'
- No bien de dezir esto avía acabado,
- quando, con una maça barreada (27),
- su furia sobre el moço ha descargado,
- qual peña de alto monte derribada.
- El infeliz Venancio, desmembrado,
- perdió el color y gracia no pensada,
- y en el postrer suspiro de la vida,
- el alma despidió por la herida.
- En tanto me acogí, mísera, esquiva,
- a las paternas aguas y aposento,
- con más ansia y dolor en verme viva,
- de lo que alcança humano entendimiento.
- Ves aquí dónde el hado cruel derriba
- al que se ve en el más subido asiento;
- dichosa yo mil vezes, y mil fuera,
- si sujetarme a muerte en fin pudiera.
- Mas, no sólo el morir me es prohïbido
- por la merced que Juno aquí me ha hecho,
- pero ni dar al cuerpo mi querido
- lo que al muerto se deve por derecho.
- Por lo qual, gran princesa, os ruego y pido
- dexéys a mi Venancio satisfecho;
- no permitáys sea pasto de las fieras
- quien murió por amarme tan de veras."
- Diziendo aquesto, el suelo humedecía
- con las copiosas lágrimas que echava;
- a la hermosa Roanisa enternecía,
- que un amor tan perfeto contemplava,
- porque su bello rostro deshazía
- y los solares rayos arrancava,
- moviendo con su mísero lamento
- las sin piedad ministras del tormento (28).
- Después de aver gran parte desfogado
- del secreto dolor y ardiente fuego
- que, con su arco, el Amor desconcertado
- encendió con mortal desassossiego,
- la princesa la plática ha mudado,
- poco a poco tratando en burla y juego,
- por divertir a Doxa del tormento
- que le dava el presente acaecimiento.
- Entrando con presteza a su morada,
- la bella ninfa vino proveýda
- (de otras ninfas, también, acompañada),
- de todo lo importante a la comida.
- Luego que la gran cena fue acabada
- en la ribera fértil y florida,
- de la dama sin par se despidieron,
- y por el sesgo vado se metieron.
- En la menuda yerva recostada
- la princesa procura el sueño blando,
- pero ausencia la tiene desvelada,
- toda miembro por miembro la abrasando.
- El devido consuelo no halla en nada
- ni puede su congoxa yrse aplacando,
- hasta bolver al centro de su gloria,
- acabada la célebre vitoria.
- Nunca sus bellos ojos se han cerrado
- mientras la escura noche, con su buelo,
- tuvo el mundo en tinieblas sepultado
- y oculto el resplandor del claro cielo.
- Assí, con passo grave y concertado,
- mide la húmida tierra y fresco suelo,
- embuelta en sus passiones amorosas
- y tratando consigo varias cosas.
- Quando ya el medio cielo avía corrido
- la diosa de la noche, y sombra escura,
- y el Cruzero a ponerse avía venido
- en proporción devida y justa altura,
- la celestial princesa oyó un gemido,
- lleno de gran dolor y de amargura,
- que la forçó a advertir lo que sería;
- mas una boz sintió que assí dezía:
- "-Suspende tu dolor, Roanisa, agora,
- en tanto que de un caso yo te advierto;
- pues has de ser mañana bienhechora
- de mi alma fatigada y cuerpo muerto.
- Guárdate, hermosa dama, del que mora
- en los floridos campos y desierto,
- cuya bondad, de todos conocida,
- será con tu presencia corrompida.
- Y, si a mi profecía no advirtieres,
- vernás a dar en la mayor afrenta
- que puede suceder a las mugeres
- (a las mugeres, digo, de gran cuenta).
- Mas, quando al postrer punto ya vinieres,
- avrá quien, con su espada fiel, sangrienta,
- la ofensa vengue a tu persona hecha,
- dexándote en estremo satisfecha.
- En este trance, usando de clemencia,
- no permitas quedar perpetuamente
- notada de crueldad o de inclemencia,
- sino perdona la inorante gente:
- que no es justo con bárbara violencia
- la sangre derramar que es inocente;
- basta que pague el malo su pecado
- y que en él quede el bueno escarmentado.
- El espíritu soy del que tendido
- en la ribera está con dura muerte,
- que sólo a aquestas tierras he venido
- a te avisar de todo y conocerte.
- También por esta vía he pretendido
- la prompta voluntad agradecerte
- con que quieres honrar el cuerpo mío,
- deste amoroso espíritu vazío."
- Assí acabó Venancio enamorado,
- dando un triste gemido a la partida,
- con que todo el cabello se ha erizado
- a nuestra gran guerrera esclarecida.
- El cavallo descurre alborotado,
- y toda la floresta fue movida;
- la tierra tiembla y frenan sus corrientes
- el caudaloso río y claras fuentes:
- tanto han sentido todos el ausencia
- de aquél que tantas vezes allí vieron,
- y con cuyo favor y real presencia,
- aumento tanto y gusto recibieron.
- Del furor de Liceto y su inclemencia,
- palpables y evidentes muestras dieron,
- y entonces a la clara lo mostraron
- quando, con su venida, se alteraron.
- Gran parte a la de Persia le ha cabido,
- cubriéndola un sudor qual nieve elado,
- que por todo su cuerpo ha discurrido
- y los hermosos miembros le ha cortado.
- Mas luego, el coraçón fortalezido,
- el mugeril temor ha desechado,
- armándose de nueva fortaleza
- y despidiendo la mortal torpeza.
- Estuvo en estas cosas ocupada
- hasta que ya la madre de los vientos,
- de las hermosas oras rodeada,
- llena de resplandor los elementos,
- y, abriendo en el Oriente la morada,
- despierta los mortales soñolientos,
- ahüyenta la noche tenebrosa,
- bolviendo su hermosura a toda cosa (29).
- Que, entonces, la princesa se despoja
- del vestido de Marte prestamente
- y va al querido de la hermosa Doxa,
- por darle sepultura competente.
- En las aguas lavó la sangre roxa
- doliéndose del joven excelente,
- y púsole en las flores y verdura
- hasta que se le hiziesse sepultura.
- Confussa estuvo, el orden no sabiendo
- que para le enterrar se requería,
- hasta que vio, con un sonido horrendo,
- que un espantoso monstruo allí venía,
- el qual a la princesa se rindiendo
- y haziéndola una humana cortesía,
- endereçó a la fuente su camino,
- movido por espíritu divino.
- Y con las fuertes uñas azeradas
- la peña rompe, y pedernal ardiente,
- descubriendo las partes más cerradas
- para el sepulcro honroso y competente.
- Abren las sacras ninfas sus moradas,
- quando el sol se mostrava en el Oriente,
- y sobre el agua clara se pusieron,
- y de todo a Roanisa proveyeron.
- Diéronle una telilla de oro y seda
- en que embolviesse el cuerpo desdichado,
- la qual la corrupción estorva y veda
- teniendo el cuerpo siempre conservado.
- Y del hermoso soto y arboleda,
- del fresco río y caudaloso vado,
- yervas cogen, raýzes, piedras, flores
- y plantas de suavíssimos olores.
- En labrados cestillos se lo dieron
- para que en el sepulcro lo esparciesse,
- y luego a lo más hondo se sumieron
- hasta que el triste entierro hecho fuesse,
- porque los altos dioses prohïbieron
- que ninfa ni otra diosa interviniesse
- a la funeral pompa y sepultura
- de la mortal, terrena criatura.
- Acabado el sepulcro por la fiera,
- en la roca de donde procedía
- la clara fuente, junto a la ribera
- en que la hermosa Doxa residía,
- Roanisa, piadosa en gran manera,
- abraçando el difunto, le subía
- al lugar que aquel monstruo ha fabricado,
- donde ella le dexó depositado.
- Esparció en el sepulcro quantas cosas
- las ninfas para el caso proveyeron,
- las quales, lastimadas y llorosas,
- a la fértil ribera se salieron
- y, con quexas y muestras lastimosas,
- la triste sepultura compusieron,
- el nombre de Venancio allí invocando
- y tres vezes su espíritu llamando.
- Después que ya el entierro fue acabado
- y cessaron los llantos y querellas,
- el juego funeral se ha començado
- con grande emulación (30) de todas ellas.
- Mas Roanisa, que muere por su amado,
- quiere luego partirse de con ellas,
- y assí, a Doxa ha pedido la licencia,
- suplicando no la haga resistencia.
- Huvo en la bella ninfa gran dureza,
- porque quisiera mucho regalalla,
- mas viendo su porfía y su estrañeza,
- contra su voluntad vino a dexalla.
- Estando en esto, apenas ella empieça
- a se cubrir con la luciente malla,
- quando el centauro a la ribera vino,
- qual rayo o qual furioso torvellino.
- Dando bozes el pérfido venía,
- diziendo: "-No ay pensar, ¡o Doxa dura!,
- que esse que me privó de mi alegría
- goze la desseada sepultura."
- Mas, quando vio que allí no parecía
- y que gozava honrosa coyuntura,
- y vio a la real princesa que allí estava,
- no se puede explicar su furia brava.
- El arco de sus hombros descolgando
- y puesta en él una herbolada (31) flecha,
- hasta las empulgueras (32) le juntando,
- la embía al coraçón bello derecha.
- Un poco la alta dama se apartando
- hazia la parte opuesta y manderecha,
- evitó aquesta vez el golpe crudo,
- mas huyr del segundo apenas pudo.
- Por la siniestra parte fue derecho
- el mortífero hierro, que ha rompido
- el bello braço de alabastro hecho,
- por do la sangre hermosa se ha vertido.
- La rodela Roanisa puso al pecho,
- y con ánimo fuerte, embravecido,
- afierra de la espada y, como un fuego,
- hazia el cruel Liceto partió luego.
- El qual un tiro y otro tiro arroja,
- mas el hermoso escudo lo resiste,
- aunque él en su demanda nunca afloxa.
- Con él nuestra guerrera bella enviste;
- de todos sus intentos le despoja,
- embolviéndole en muerte grave y triste
- de un golpe que le dio con tal destreça,
- que le rompió en dos partes la cabeça.
- Dando un bravo gemido vino a tierra
- y dixo: "-Ya, cruel, es fenecida
- la amorosa congoxa y cruda guerra
- con que has tenido mi alma consumida.
- Vive contenta ya, el temor destierra
- viendo el último punto de mi vida,
- en que entender podrás a dó ha llegado
- el amor, en mi pecho enamorado.
- Y tú, diestra guerrera, y animosa,
- no pienses escaparte sin castigo,
- que en una coyuntura vergonçosa
- pagarás lo que usado has oy comigo."
- Diziendo aquesto, la alma impetuosa
- dexó el cuerpo mortal y el dulce abrigo,
- y, rabiosa en estremo e indinada,
- baxó en un punto a la infernal morada.
- Doxa y las otras ninfas acudieron
- a sacar la saeta, mas la dama
- la arrancó, y ellas luego la pusieron
- çumo (33) de unas raýzes de gran fama.
- Los dolores con esto remitieron
- y cessó la cruel y ardiente llama
- que encendido el veneno en ella avía
- con la grande potencia que traýa.
- Acabóse de armar la gran princesa,
- y, puesta en su cavallo y despedida,
- se mete por la parte más espesa,
- por do la senda está menos sabida.
- Felisandro nos llama y nos da priesa,
- que, con ansia y congoxa desmedida,
- en seguimiento va de su señora,
- en quien vive su pecho y su alma mora.
- No le sucedió nada el primer día,
- aunque anduvo por montes largo trecho
- y vino a dar en una casería
- cuyo edificio estava ya desecho;
- sólo un pobre aposento en él avía
- con un medio caýdo y roto techo,
- vivienda de mil varias savandijas,
- de ratones, arañas, lagartijas.
- Y viendo que ya el sol, apressurado,
- hazia el escuro mar se reclinava,
- el alojarse allí le fue forçado
- mientras la noche lóbrega passava.
- El cavallo soltó en un verde prado
- que junto al edificio pobre estava,
- y él entró a visitar su alojamiento,
- falto del necessario bastimento.
- Mas, tornando a salir, bien proveýda
- una costosa mesa vio a la entrada,
- la qual luego entendió ser prevenida
- por Flavisa, discreta y remirada (34).
- Después que ya la hambre fue espelida
- y la lóbrega noche era cerrada,
- por la inclemencia de la inculta tierra
- en la vil casa se recoge y cierra.
- Mas, apenas buscava algún reposo,
- sobre las duras armas recostado,
- quando un estruendo bravo y espantoso
- en el infame sitio ha començado.
- Felisandro, guerrero valeroso,
- salta qual suelto pardo apressurado,
- pero ver cosa alguna no ha podido
- hasta que pausa ha hecho aquel ruÿdo.
- Mil fantasmas y mil se le mostravan
- con diferentes formas y figuras,
- cuyos fogosos ojos relumbravan
- en medio las tinieblas más escuras.
- Artificiosos fuegos le arrojavan,
- azerados venablos (35) y hastas duras,
- y tanto estas visiones le apretaron,
- que invocar a Flavisa le forçaron.
- Qual cierva por mil partes desangrada
- a quien hirió el montero gravemente,
- que, siendo de los lobos rodeada,
- no se puede escapar del mal presente,
- mas, baxando por medio la cañada,
- el tygre ayrado o el león valiente
- desamparan la dulce y bella presa
- y se entran por la selva más espesa;
- no de otra suerte agora ha sucedido
- en el presente caso del guerrero,
- que, después que con ánimo crecido
- hizo lo que conviene a cavallero,
- viendo que su trabajo era perdido
- por no le aprovechar el duro azero,
- acudió a su refugio y defensora,
- la qual le socorrió en la misma hora.
- Las horrendas visiones se ausentaron,
- con espantoso estruendo, en el momento,
- y en la escura montaña se emboscaron,
- dexando libre el débil aposento;
- el hermoso cavallo ahüyentaron
- cumpliendo aquí su infame y baxo intento,
- mas no aprovechará todo esto nada
- para impedir al joven su jornada.
- El qual, luego que vio averse ausentado
- las prodigiosas (36) sombras y visiones,
- salió fuera al ameno y fresco prado,
- no entendiendo aquestas invencïones (37);
- pero de todo el caso fue avisado,
- y advertido de aquestas sinrazones,
- por una boz que cerca dél se oýa,
- que de aquesta manera le dezía:
- "-Advierte, Felisandro, con cordura,
- lo que una maga en daño tuyo ordena,
- que muere en ver tu suerte y gran ventura,
- la qual ha de ser causa de su pena.
- Parte luego, por medio la espessura,
- dexando el valle y la floresta amena,
- y no cures agora de el cavallo,
- que a su tiempo vernás a recobrallo;
- que, si tardas en yr en tu jornada,
- peligra tu Roanisa gravemente
- y queda tu tardança condenada
- y ella de ti quexosa justamente.
- Ninguna cosa grande es alcançada
- si no es con gran trabajo y pecho ardiente;
- assí, conviene vayas tu camino,
- acompañado del favor divino."
- Cessó la boz con esto, traspassando
- a Felisandro el pecho enamorado,
- y, sin más aguardar, parte bramando,
- por medio el monte de árboles poblado.
- Luego, a Oriente la Aurora se assomando,
- las nocturnas tinieblas ha alexado,
- dando luz al guerrero peregrino
- para seguir el áspero camino.
- Poca falta el cavallo le hazía
- según que el Marte ayrado caminava,
- movido por la vasca y agonía
- que el coraçón y entrañas le abrasava,
- con lo qual el cansancio no sentía
- ni del ardiente sol se recatava,
- que, puesto en la mitad de su carrera,
- abrasava la más elada esfera.
- Felisandro no siente aqueste fuego,
- porque el otro de amor era más fuerte,
- ni se mueve a tomar algún sossiego,
- ni a gusto suyo ni a descanso advierte;
- que ya del vando está del niño ciego,
- sujetando su pecho y braço fuerte
- al blando disponer de la terneza
- que solicita y mueve una belleza.
- En aquestos ensayos embevido,
- absorto en su acidente y pena dura,
- a dar en un gran soto él ha venido,
- de mil árboles lleno y hermosura.
- En lo más encubierto y escondido
- vio una fuente cercada de verdura,
- cuyas aguas eladas combidavan
- a quantos a gustarlas se allegavan.
- Determinó aplacar la sed rabiosa
- y aguardar que el calor fuesse passado,
- mas luego vio, a la parte más umbrosa,
- estar un cavallero bien armado
- y una dama junto a él, no tan hermosa
- quanto con un donayre aventajado;
- y llegando el del Fénix passó quanto,
- por estenso, diré en estotro canto.
CANTO XXIX
NOTAS:
(1) Rectifico el original que lee 'la', pues Doxa pide a Roanisa que entierre a Venancio, es decir, que le dé sepultura a él, claro complemento indirecto de la oración.
(2) Se refiere a la rueda de la Fortuna, uno de los atributos de la iconografía alegórica de esta diosa. Desponer: "disponer".
(3) mancomún: "la unión de dos o más personas a la satisfacción u execución de alguna cosa. Úsase regularmente como adverbio, diciendo de mancomún" (Aut.).
(4) húmido: "húmedo" (Fontecha).
(5) minas: "los nacimientos de las fuentes" (Cov.).
(6) desconcierto: "vale también falta de mesura y modo en las acciones o palabras" (Aut.).
(7) vena: vid. nota a III, 91.
(8) a las llanas: "llanamente" (DRAE, s. v. 'llano').
(9) comedirse: "anticiparse a hacer algún servicio o cortesía, sin que se lo adviertan o pidan" (Cov., s. v. 'comedido').
(10) No está 'sujeta a la muerte' porque es una ninfa y, por lo tanto, inmortal.
(11) El nombre de Erimanto aparece asociado a un monte de la Arcadia (citado por Virgilio en la Eneida) y a un par de personajes mitológicos (uno de ellos hijo de Apolo), pero no lo hemos encontrado en relación con ningún río. Sin duda, Martínez, como hace en otras ocasiones, toma un nombre procedente de la mitología o de cualquier otra fuente y lo utiliza para alguno de sus personajes.
(12) consagrado: lo mismo que sagrado o divino, según DRAE s. v. 'consagrar': "deificar los romanos a sus emperadores o concederles la apoteosis". Aquí es la propia diosa Juno, sagrada y divina por su naturaleza.
(13) Se trata de la diosa Afrodita, Venus para los romanos y para Martínez, madre de Eros (el Amor). Desconcertado: "ordinariamente se toma por el que no tiene concierto en sus cosas" (Cov.).
(14) Se resume en estos versos el famoso Juicio de Paris. Todos los dioses son invitados a las bodas de Tetis y Peleo a excepción de la diosa de la Discordia quien, en venganza, deja sobre la mesa una manzana con la leyenda 'para la más hermosa'. Hera, Atenea y Afrodita (Juno, Minerva y Venus en nuestro poema) pidieron a Zeus (Júpiter) que juzgase cuál de las tres era la más bella, pero el padre de los dioses delega esta decisión en el pastor Paris, que apacentaba sus rebaños en el Ida. Las diosas intentan convencer a éste ofreciéndole el poder, la inmunidad en la batalla y la mujer más hermosa, respectivamente. Paris elige a Afrodita y ésta le ayuda a raptar a Helena, la rubia esposa de Menelao, originando de esta forma el comienzo de la guerra de Troya.
(15) bachiller: "comúnmente, y por vilipendio, se da este nombre y se entiende por el que habla mucho fuera de propósito y sin fundamento" (Aut.).
(16) despuntar: "metaphóricamente vale adelantarse, descollarse, manifestar agudeza e ingenio" (Aut.).
(17) Alude a la diosa Hera (Juno), cuyo culto se consagró de forma especial en la isla de Samos, junto a las costas de Asia Menor, en el Egeo. Allí se erigió el Heraeum, templo de Hera.
(18) cauteloso: "las más veces se toma por astuto, fingido y dissimulado, que cubre su malicia para engañar sin ser conocido" (Aut.).
(19) Las Furias se identifican en Roma con las Erinias griegas. Vid. nota a XVI, 460.
(20) corrida: "avergonzada". Vid. nota a II, 373.
(21) agonía: "vale también la excesiva ansia con que se desea, solicita y hace alguna cosa" (Aut.).
(22) elevarse: "transportarse en contemplación levantando el espíritu a la especulación de las cosas inmateriales y divinas, que por otro nombre decimos arrobarse" (Cov.). La divinización de la bella Doxa, hecha por sí misma, es evidente.
(23) çabullir: "zambullir" (Cov.).
(24) empulgueras: "los cabos de las vergas de las ballestas, porque tienen el hueco que cabe en pulgar en que entran las extremidades de la cuerda, que también les dan este nombre" (Cov.). En el original se lee 'empulgeras'.
(25) passador: 'pasador', "género de saeta, porque pasa el escudo y lo que topa" (Cov.).
(26) El cuadernillo Qq presenta en este caso dos estados: nuestro ejemplar lee 'quitaré de tu preencia', lo mismo que los ejemplares BNM3, BNM4, Lisboa, Munich, Palacio y UCM, entre otros. Hemos corregido ateniéndonos al otro estado, que lee correctamente (ejemplares BNM2, BNM6, Zabálburu y Boston).
(27) La maza (maça) es tradicionalmente un arma de gentes viles: "en el Amadís sólo es llevada y manejada por perversos gigantes. En esto nuestra novela recoge una tradición muy arraigada en los romans caballerescos franceses, en los cuales la maza es arma de villanos y muy especialmente de gigantes" (Martín de Riquer, "Las armas en el Amadís de Gaula", op. cit., p. 78). Aquí es un indeseable centauro, ser también descomunal y vil, quien emplea tan rastrera arma. Sobre los centauros, vid. el estudio preliminar en su apartado 8.4.
(28) Emplea Martínez en estos versos un par de metáforas que merece la pena destacar. Por un lado, los cabellos que se arranca, en su desesperación, la ninfa Doxa son 'solares rayos', mientras que las manos que tan cruelmente actúan contra ellos son 'las sin piedad ministras del tormento'.
(29) La 'madre de los vientos' es Eos (la Aurora), que tuvo amores con Astreo de los que nacieron Céfiro, Bóreas, Noto, Euro y Eósforo, la estrella matutina. Es sabido que la Aurora es la diosa del amanecer. En cuanto a las Oras (Horas) son tres hijas de Zeus y Temis que se asociaron tanto a tres estaciones del año como a las horas del día. Eran asimiladas a la Paz (Irene), al Orden (Eunomía) y a la Justicia (Dice).
(30) emulación: "en los que obran bien, imitando la virtud y hechos heroicos de otros, es una imitación de la virtud" (Aut.).
(31) herbolado: "envenenado con hierbas venenosas' (Fontecha).
(32) En el original. 'empulgeras'. Lo corrijo por parecerme un error, pero anteriormente también aparece escrito de esta forma. Vid. supra, nota al verso 265.
(33) çumo: "zumo".
(34) remirado: "se toma por el que considera y reflexiona sobre sus acciones" (Aut.).
(35) venablo: "es arma particular de monteros que van a caza de jabalíes" (Cov.).
(36) En el original, 'prodiosas'. La errata aparece recogida en el testimonio de los preliminares.
(37) invención: "se toma muchas veces por ficción, engaño u mentira" (Aut.).