Cuenta Brisalda su historia, y amores de Laudiso, a Roanisa. Consulta (1) un mago de aquella cueva, el qual la da nuevas armas y la embía a nuevas aventuras. Encuentra con Sacridea y el mago del Fénix, y vanse juntos, y llegan a descubrir una ciudad cercada.
- NO ay cosa que assí allane y facilite
- qualquier dificultad y áspera cosa,
- como el exemplo que, al primer embite,
- nos impele a la empresa más dudosa,
- haze que el pecho heroyco se exercite
- en la fama inmortal y milagrosa,
- allanando la cumbre más subida
- y haziendo despreciar la amada vida.
- Aquello que con claros ojos vemos
- y de nuestros passados recebimos,
- y las arduas empresas que leemos,
- es lo que con fervor mayor seguimos.
- Assí, que con los hechos nos movemos
- que de nuestros mayores entendimos (2),
- forçándonos que aquello sólo hagamos
- con que en la alteza dellos nos veamos.
- Lo mesmo nos sucede en el tormento,
- fatigas, infortunios, amarguras,
- desgracias y trabajo y descontento,
- desmanes, desconciertos, desventuras;
- que, si vemos de espacio y con asiento (3)
- los agenos sucessos y obras duras,
- tenemos por sufrible nuestra pena,
- pues suele ser mayor la angustia agena.
- Y por esto veréys que los autores,
- de los buenos y malos dan noticia,
- porque los que son buenos sean mejores,
- cobrando para obrar mayor codicia,
- y no osen los malvados ser peores
- viendo tan abatida la malicia
- por la pluma de aquéllos que escribieron
- y noticia de todo al mundo dieron.
- Assí, que mucho mueve lo que vemos
- que por otros millares ha passado,
- por los quales sucessos nos movemos
- a vivir con más tiento y más cuydado.
- En la presente historia lo tenemos
- que de Brisalda avemos començado,
- la qual a la persiana relatava
- la causa porque en fuego se abrasava,
- diziendo: "-Fuy estremada en la hermosura
- (conforme a la opinión del vulgo y gente),
- mas, junto con aquesto, era más dura
- de lo que a tal belleza se consiente.
- Vivía libre, esenta y muy segura,
- riéndome de amor y su acidente,
- y no estimando en nada quanto avía,
- sino sola la frágil beldad mía.
- De los enamorados me burlava
- sus ansias despreciando y graves daños;
- con áspero desdén los desechava,
- haziéndoles passar males estraños.
- Desta suerte, mi vida governava
- dexando deslizar mis dulces años,
- parecïendo que no era el dios Delo (4)
- digno de me tocar ni en solo un pelo.
- Mas, ¡ay!, que como necia andava errada,
- pues con mis tristes ojos aora veo
- que la dama más bella y levantada
- no se puede igualar con el más feo.
- Pero, como muger, desvarïada,
- me andava tras mi altivo devaneo,
- entonces no mirando que ofendía
- al sexo varonil y a su valía;
- que, si bien lo advertimos, las mugeres
- no tenemos más bien del emprestado (5),
- pues todos nuestros gustos y plazeres,
- sin el hombre, aunque es bien, es bien pintado.
- Nuestra altiva ambición y menesteres
- para la humana pompa y alto estado,
- si ellos no nos lo dan, no lo tenemos,
- y quando lo tengamos, ¿qué valemos?
- Pero a mí me pagó la justa suerte
- como mi gran sobervia lo pedía,
- pues no me quiso dar temprana muerte,
- aunque justas mil muertes merecía;
- mas en tratarme assí se mostró fuerte,
- aterrando mi necia fantasía (6)
- con tan áspero mal, que se derrama
- donde alcançan las lenguas de la fama.
- En esta fértil isla huvo un guerrero
- de más valor que yo, y mayor riqueza,
- que, aunque era destos reynos estrangero,
- fue estremado en las obras de destreza.
- Gallardo, cortesano, placentero (7),
- en fin tal, que le dio Naturaleza
- quanto con larga mano pudo darle,
- para no aver en él de qué tacharle.
- Los ojos puso en mí, que no deviera,
- pues fue causa que viva aquí qual vivo,
- deshecha en crudo ardor y en llama fiera
- y rabiando en eterno fuego esquivo.
- Dio principio a me amar de tal manera,
- que de mi gentileza fue cautivo,
- haziéndome saber su ansiosa pena
- pidiéndome la diesse yo por buena.
- Mas yo, que no estimava quanto avía,
- teniéndome por más que inmortal diosa,
- no sólo remediarle no quería
- (como es justo a muger no desdeñosa),
- mas, con todas las fuerças que podía,
- procurava mostrarme rigurosa,
- haziendo tanto mal al que me amava
- quanto al manso cordero la onça brava.
- No bastava el humilde y tierno ruego,
- ni las obras salidas de amor puro,
- ni ver el entrañable, ardiente fuego,
- para se le ablandar mi pecho duro;
- antes, el coraçón tenía tan ciego,
- que nada recelava en lo futuro,
- estando cada punto más terrible
- y en mi loco furor más insufrible.
- Duró aquesta contienda por tres años;
- él, amándome a mí en el sumo grado,
- yo, siempre procurándole mil daños,
- hasta le reduzir a un bravo estado.
- Y no es mucho, pues fueron tan estraños
- los desgustos (8) que aqueste pecho ayrado
- le forçó a padecer, que aora me espanto
- cómo pudo sufrir y passar tanto.
- En su casa una dueña éste tenía,
- astuta y sagacíssima hechizera,
- (y, según me han contado, era su tía),
- que amava al cavallero en gran manera.
- Pues Laudiso (que asina (9) se dezía
- el joven desdichado), assí como era
- firmíssimo amador, lo fue estremado
- en tener su congoxa y mal callado.
- En todos los tres años, a ninguno
- dio parte del amor con que penava,
- aunque el hado, y su mal tan importuno,
- una vez y otra vez lo demandava.
- Mas él que, como fénix, fue sólo uno (10)
- (el qual para mi daño se guardava),
- fuelo en tener (11) secreto de tal suerte,
- que amor le condenó a precisa muerte. (12)
- Maravilla era verle en tal estrecho,
- y tan firme (aun llegado al postrer punto),
- despidiendo del tierno, amante pecho,
- la vida malograda y la alma junto;
- mas ya, como el galán estava hecho
- de la querida joya otro trasunto,
- dexávase de amar (13), y sólo amava
- a la fiera cruel (14) que le acabava.
- Después que la cercana muerte avía
- alçado la segur (15) sangrienta y dura,
- y sobre su garganta la esgrimía
- para echarle en la horrible sepultura,
- con un paje escrivió a una dama mía,
- pidiendo me dixesse, que segura
- podía ya estar de ser importunada,
- pues su infelice vida era acabada.
- Mas una cosa sola, comedida,
- como amante perpetuo suplicava,
- y era que diesse yo por bien perdida
- la vida que a mi amor sacrificava,
- y que su alma, con esto enriquezida,
- yva donde su suerte la esperava,
- para el lauro (16) le dar, y el premio santo,
- por aver padecido en amar tanto.
- La dama me lo dixo, yo, furiosa,
- contra ella me moví de tal manera,
- que, a no ser tan discreta y generosa,
- luego de mi presencia echarla hiziera.
- No menos indignada que quexosa,
- dio al amante de todo cuenta entera,
- diziéndole (17) por carta lo passado
- sobre querer mudar mi pecho elado.
- ¿Qué pudo aquí sentir el triste amante
- quando vio mi respuesta desabrida,
- viéndome qual la roca y qual diamante
- en contra de su bien endurecida?
- A su tía llamó luego al instante,
- y, contándola el curso de su vida,
- la pidió por merced que lo ordenasse
- de suerte que, sin medio (18), yo le amasse.
- Y, con esto, aquella alma atormentada
- dexó del lasso cuerpo el triste asiento,
- baxando a la región enamorada (19),
- de amor rica, mas pobre de contento.
- De Laudiso (20) su tía no olvidada,
- fabricó este espantoso alojamiento,
- donde toda la vida yo estuviesse
- y en amoroso fuego siempre ardiesse,
- hasta que una princesa aquí aportasse,
- parienta de Laudiso y también mía,
- con que del justo fuego me librasse
- por virtud de un anillo que traería;
- y, aunque el fuego visible se acabasse,
- nunca en mí el tierno amor se acabaría,
- sino que he de adorar al muerto ausente,
- pues no le quise amar vivo y presente.
- Ves aquí, dama hermosa, relatada
- la miserable historia y triste caso,
- estando, qual me ves, atormentada
- en el horrible fuego en que me abraso.
- Si tú eres la que aguardo, es acabada
- la pena lastimosa y mal que paso,
- pues querrás yo no viva eternalmente
- en el fuego espantoso y llama ardiente;
- que, si mi obstinación fue tan terrible,
- la pena que he sufrido es sin medida,
- y, pues tengo el castigo convenible,
- pido que esta passión se me despida (21);
- que, mientras la gran máquina visible
- fuere del roxo dios esclarecida (22),
- no dexaré de amar a mi Laudiso,
- pues él, mientras vivió, tanto me quiso.
- Y, pues sabes las necias altivezes
- del mugeril estado, y sus locuras,
- y que aun las que se abrasan, muchas vezes,
- por guardar sus puntillos (23), se hazen duras,
- te suplico me libres, pues no empeces
- al que ya entre las sombras vive escuras,
- supuesto que, aunque el fuego en mí perezca,
- no ay pensar que el amor jamás fenezca."
- Con esto puso fin al triste cuento
- y a la ciega tragedia lastimosa,
- dando principio a un mísero lamento
- que, afligiéndose en él, aún no reposa.
- Roanisa (que no tiene sufrimiento (24)
- para ver tan horrenda y dura cosa),
- con amigable boz, aunque severa,
- la començó a dezir desta manera:
- "-¿De qué sirve llorar amargamente,
- pues el fin de tu mal es ya llegado,
- que yo soy la princesa del Oriente
- para quien tu remedio está guardado?
- Mi coraçón piadoso no consiente
- que tu mísera suerte y triste estado
- no me muevan a hazer qualquiera cosa,
- por más y más que sea dificultosa.
- Assí, que vesme aquí determinada
- a te favorecer quanto pudiere,
- que tu pena, y dolor, me tiene ansiada,
- párteme el coraçón, el alma hiere.
- El anillo, y la piedra en él fixada,
- vesle aquí; mas, ¿qué importa si él no fuere
- aplicado con arte conveniente
- conforme al menester del mal presente?
- Si tú sabes el cómo, hágase luego,
- que no me cuesta nada el darte vida;
- antes, verte codicio ya en sossiego,
- a tu antiguo valor restituýda.
- Mas temo no aumentemos más el fuego
- si la piedra no fuere conocida,
- y que, en cambio de alivio y dulce estado,
- el lastimoso mal fuesse doblado."
- Brisalda respondió: "-Bien me parece
- que miremos el modo con cordura,
- pues que la enfermedad vemos que crece
- si se aplica al revés el medio y cura.
- Y, pues tu heroyco pecho se enternece
- visto mi grave mal y desventura,
- y quiere remediarme, haga una cosa
- que será para entrambas (25) provechosa.
- Es, que vive en aquella oculta cueva
- un hombre de alta ciencia y grande peso (26),
- el qual, por me librar, en qualquier prueva
- su saber empleara, su fuerça y seso.
- Tenido he deste sabio cierta nueva
- en que dizen que ha hecho voto expreso
- de no salir de aquí mientras viviere,
- por ser lugar qual su condición quiere.
- Anda, vete a informar del cómo y quándo
- tengo de ser librada desta llama,
- que él está por momentos aguardando
- la próspera venida de una dama.
- Podrás, con este sabio conversando,
- saber dél los sucessos de tu fama;
- también remediarás la que está puesta
- en pena do la vida le es molesta."
- Roanisa sin tardança se ha salido
- prometiendo buscar el sabio luego.
- Luego, al punto, el incendio embravezido
- tornó con más ardiente llama y fuego:
- un son dentro se oýa entristezido,
- un fiero lamentar tan sin sosiego,
- que puso admiración y gran tristeza
- a la dama, sintiendo su braveza.
- Mas, por darle el remedio conveniente,
- por la cueva a gran priessa caminava,
- la qual, con un veril (27) resplandeciente
- que en ella ay, qual con sol se hermoseava.
- Yva, por su camino, diligente,
- que el remedio a la dama apresurava,
- quando una boz la dixo: "-¡O gran Roanisa!,
- ¿dónde vas a parar con tanta prisa?"
- Bolvió su hermoso rostro hazia la parte
- donde oyó la nombravan, y vio un viejo
- de venerable aspecto y graciosa arte,
- que en la mano derecha trae un espejo.
- A quien dixo Roanisa: "-Por hablarte
- y tomar en mis cosas tu consejo,
- vengo por esta escura y sola cueva,
- movida de tu nombre y fama nueva."
- Pidió, con grande instancia, remediasse
- a la mísera, ardiente y bella dama,
- y, siendo cosa justa, que ordenasse
- de suerte que tuviesse fin la llama.
- Suplicóle también que le contasse
- los casos venideros de su fama,
- y que el fin la dixesse de sus cosas,
- que estavan tan rebueltas y dudosas.
- El sabio respondió: "Yo no ignorava
- lo que querías, princesa, demandarme
- cerca (28) de la espantosa passión brava
- sobre que aquí has venido a consultarme;
- pero un castigo es esse que no acaba
- hasta que otra vez vengas a buscarme;
- entonces ya los cielos, aplacados,
- querrán sean los incendios acabados.
- Mas, antes deste tiempo, no es possible
- se pueda poner fin al justo fuego:
- bien es que el coraçón que fue insensible
- pene con infernal dessasossiego,
- y quien mostró al amor pecho terrible,
- teniendo un coraçón altivo y ciego,
- es razón que le avise la fatiga (29)
- y el cielo justiciero la persiga,
- pues no puede aver falta en una dama
- que la desdore más, que es el ser dura
- y no querer mirar a quien bien la ama
- rindiéndola su vida y su ventura;
- porque el fuego de amor es viva llama
- de quien ningún viviente se assegura,
- sino que a todo estado (30) Amor se atreve
- y no ay lugar donde su ardor no ceve.
- En lo que más descubre su estrañeza
- es en rendir al hombre a que ame cosa
- que, la que vemos en mayor alteza
- es (respeto del hombre) infrutuosa,
- y, con todo, traen puesto en la cabeça
- exceden en valor a qualquier diosa,
- lo qual sale de ver que son servidas,
- festejadas de todos y tenidas (31).
- Efeto es del Amor, que con su flecha
- los coraçones rinde al dulce fuego,
- nunca estando en sus obras satisfecha
- ni el arco en el tirar tuvo sossiego.
- Assí, viendo que a nadie le aprovecha
- resistir con valor, dizen que es ciego,
- y también, porque ven quán ciegamente
- trae la más avisada y cuerda gente.
- Assí, que pues el hombre se arrodilla
- adorando una cosa tan sin peso (32)
- como la muger es, a quien se humilla
- y pierde en la servir la vida y seso,
- es justo la muger tenga manzilla
- y quiera a quien la quiere, sin que en esso
- se permita que falte, si no quiere
- parar donde Brisalda, altiva, muere.
- He querido avisarte brevemente
- de lo que toca al mal de amor causado,
- para que trates tú piadosamente
- al que es tu verdadero enamorado,
- porque Júpiter justo, omnipotente,
- no castiga con tal furor pecado
- que los hombres cometan, como olvido
- de amor, y no ser siempre agradecido.
- Assí que, gran princesa y hija mía
- (pues hija, por mi edad, puedo llamarte),
- conviene sugetar tu altanería
- a quien con casto amor trata obligarte.
- Vivirás en quietud y en alegría
- sin que en ti la tristeza tenga parte,
- gozando de tus años y belleza,
- puesta siempre, y tenida, en suma alteza.
- Esto es quanto al primer punto que pides,
- pues no puede Brisalda ser librada.
- En tu negocio y hechos, tú te mide
- con la traça que el cielo tiene dada:
- avrá grandes destrozos, fieras lides,
- mostrándose Fortuna horrible, ayrada;
- mas yo te profetizo desde agora
- que todo ha de parar en gran mejora,
- porque el Fénix gallardo, que imaginas
- averte allá en su pecho ya olvidado,
- por tierras solitarias, peregrinas,
- y por desiertos montes te ha buscado.
- Verás cosas al cabo tan divinas,
- que quede tu sentido embelesado
- y salgas del error ciego en que estavas,
- quando darle la muerte procuravas.
- Y, aviendo de topar en tiempo breve
- lo que te trae perdida y sin sosiego,
- no quiero detenerte, sino mueve
- el paso por aquesse valle ciego,
- y, pues al pecho fuerte la agua y nieve,
- la tierra, el viento, el cielo, el mar ni el fuego
- no le pueden mover, nada te mueva,
- sino muestra tu esfuerço en qualquier prueva.
- Mas, porque de ninguno conocida
- puedas ser, te daré cierta armadura,
- en temple la más rara y más subida,
- que jamás se ha provado en aventura."
- A su aposento entró, cuya subida
- puesta estava en la cueva y peña dura,
- de adonde con presteza allí ha traýdo
- el gallardo aderezo prometido.
- Cubierta de altas plumas la celada (33),
- que más la hermoseavan y subían;
- un fénix por cimero, levantada (34),
- cuyas alas en alto se estendían;
- grevas, braçales (35), sin faltarle nada,
- como finos granates relucían.
- Y, armada destas armas que he contado,
- el viejo venerable le ha hablado:
- Toma, animosa dama, aqueste espejo,
- y, quando batallares con alguno,
- mírate a él, y guarda este consejo,
- que rendirte jamás podrá ninguno.
- Y, quando no bastare este aparejo,
- por ser fuerte el guerrero e importuno,
- a sus ojos le buelve, y de repente
- en la tierra dará qualquier valiente.
- Y no sólo los hombres racionales
- se rendirán a su virtud y hechura (36),
- mas los fieros y brutos animales
- y toda otra viviente criatura;
- hasta las duras rocas, los breñales,
- los sotos, selvas, bosques, la espessura,
- y los cuerpos celestes, sol y luna,
- se le sugetarán sin falta alguna.
- No quiero por agora detenerte,
- sino vete, que aguarda cierta cosa
- reservada a tu pecho y braço fuerte,
- do quedarás en siglos mil famosa.
- A muchos estremados darás muerte
- y serás publicada por dichosa,
- pues alcanças tú sola por tu mano
- más que puede alcançar guerrero humano.
- El cavallo hallarás a la salida;
- déxale caminar por do él quisiere,
- que no te faltará jamás comida
- mientras que necessario y justo fuere."
- Roanisa, del gran sabio despedida,
- ni un punto su camino allí difiere,
- sino que a largo passo se ha metido
- por lo más tenebroso y escondido.
- Yva considerando allá en su pecho
- lo que el prudente viejo dicho avía,
- y cómo la aguardava un célebre hecho
- que tanto su renombre engrandecía.
- Llevava el coraçón en grande estrecho
- no podiendo alcançar lo que sería,
- pensando si, por dicha, era su amado
- el que avía de la muerte ser librado.
- La alma por otra parte la atormenta
- acordarse de aquel combate fiero
- en que, con ira y cólera sangrienta,
- la vida quitar quiso al gran guerrero.
- De sólo imaginar esto se afrenta,
- y, con amargo llanto y pecho entero,
- que las piedras a lástima movía,
- sin un punto cessar assí dezía:
- "-¡O furia mugeril, siempre guiada
- por sólo vano antojo y mal govierno (37)!
- ¡O rabia más feroz y más pesada
- que la de las tres hijas del infierno (38)!
- ¡O saña de muger arrebatada (39),
- que aborreces con odio sempiterno!
- ¡O pecho en quien no ay medio, si aborrece,
- y do falta el compás quando apetece!
- Con causa el universo nos disfama,
- siendo las que mil pleytos removemos;
- y con razón el mal común nos llama,
- pues siempre codiciamos los estremos:
- que, si el Amor nos toca con su llama,
- por gozar del galán nos deshazemos,
- y si por no sé qué nos enojamos,
- el enojo por siglos mil guardamos.
- ¿Cómo, ¡ay triste!, he yo puesto en tanto estrecho
- aquél que al mundo excede en toda cosa?
- ¿Qué utilidad, qué bien o qué provecho
- he sacado de rabia tan furiosa?
- Ábrase el coraçón, rómpase el pecho
- con ansia desmedida y lastimosa,
- y muera de dolor ante los ojos
- de aquél que tiene mi alma por despojos;
- que, si en su real (40) presencia feneciere,
- quedaré consolada en ver que muero
- ante los dulces ojos con que hiere
- al coraçón más duro y más de azero.
- Ni dél puedo creer que si me viere
- no se enternezerá, que antes espero
- que, en pago de mi rabia y saña dura,
- me dará con sus manos sepultura.
- Cerrará estos mis ojos atrevidos
- en mirar y en rendir su heroyco pecho,
- mas ya, quando los viere escurecidos,
- dirá: '-Del crudo Amor proprio es tal hecho'.
- Mas ¡ay, que mis potencias y sentidos
- me afligen demandando su provecho!,
- porque todos tuvieron con él gloria
- y a todos atormenta su memoria."
- No tan presto su llanto al fin llegara,
- pues no era su congoxa de tal suerte
- que por tiempo tan breve començara,
- sino que la afligiera hasta la muerte.
- Mas la cueva se vio con luz más clara,
- y una boz la tocó (41), diziendo: "-Advierte
- que, quanto te detiene más el llanto,
- tanto el Fénix padece en más quebranto."
- La cifra no entendió, y enigma ciego,
- pero dio nueva priessa a su jornada,
- que del vendado (42) dios el dulce fuego
- la fuerça a no estimar su daño en nada.
- No tomó un solo instante de sosiego,
- hasta que al fin salió de la encantada
- cueva, do su cavallo estava atado
- al tronco de un acebo en medio un prado.
- Admirada quedó viendo el asiento
- qual nunca imaginó su fantasía,
- con tan bello artificio y ornamento
- quanto en otro hasta entonces visto avía.
- Mas, como el bullicioso pensamiento
- a fin tan diferente la movía,
- presto se divertió, y en su camino
- puso la diligencia que convino.
- Al cavallo soltó el dotado (43) freno,
- (según que por el sabio fue avisada),
- caminando por un bosquete ameno
- donde hombre no estampó jamás pisada.
- De arboleda apazible estava lleno,
- sin humano artificio concertada;
- que, a vezes, suele dar Naturaleza
- sobre todo artificio la belleza.
- Al tramontar (44) del sol al mar salado,
- quando suelen las sombras ser mayores,
- y van ya careando (45) su ganado
- a las redes y apriscos (46) los pastores,
- y quando, su trabajo ya acabado,
- buelven a descansar los labradores,
- entonces descubrió nuestra guerrera,
- de un caudaloso río la ribera.
- En ella vio una tienda levantada
- de no menor grandeza que hermosura,
- con orientales perlas adornada
- aclarando su luz la noche escura.
- Roanisa, que temor no tiene a nada
- si no es al disponer de su ventura,
- hazia ella encaminó por ver quién fuesse
- el que en tal soledad assí estuviesse.
- Sintió que dentro estava alguna gente,
- y a la puerta llegó, donde, assentada,
- una donzella vio, que de excelente
- y divina beldad era dotada.
- Junto della está un sabio. Y, de repente,
- de cólera Roanisa fue turbada,
- conociendo a la hermosa Sacridea
- y que, el otro, el injusto sabio sea
- que del reyno de Persia avía sacado
- al valeroso Fénix que ella amava,
- y por quien su quietud avía dexado,
- de Fortuna sufriendo la ira brava.
- El sabio (que a la puerta vio parado
- el cavallo, y que el dueño no le hablava),
- dixo: "-Ruégoos, señor, por cortesía,
- aquí os quedéys, pues ya declina el día."
- La dama respondió: "-¡Traydor furioso,
- sepulcro de maldad, casa de engaño,
- fementido, sin ley, facinoroso,
- causa de mi fatiga y mortal daño!
- ¿Cómo serme pudiste tan dañoso
- usando de maldad y ardid tamaño
- que al del Fénix sacasses de do estava,
- dexando sin remedio a la que amava?
- ¿Qué mereces por esto, di, malvado?"
- "-Frena -dixo- el ayrado movimiento,
- que, aunque pienses averte yo agraviado,
- al cabo saldrá todo a tu contento;
- que Júpiter lo tiene assí ordenado
- para alçarte a más gloria y alto assiento.
- Y, aunque agora el passarlo es cosa dura,
- después te será dulce esta amargura.
- Y, aunque traydor me llamas, no me pesa,
- que yo espero verás en breves días
- salir en favor tuyo la alta empresa,
- gozando el sumo bien que pretendías."
- Sacridea, indignada, se atraviessa,
- viendo en su disfavor las profecías,
- diziendo: "-¿Cómo puede, mago sabio,
- cumplirse sin que a mí se me haga agravio?"
- El viejo respondió: "-Tened paciencia,
- enamoradas damas, que yo espero
- veréys la mayor obra de experiencia
- que aconteció jamás a cavallero.
- Vos, Roanisa, apeaos, y dad creencia
- a quien ayo es, y amparo verdadero
- vuestro y del sacro Fénix, y que ha hecho
- lo que más importó a vuestro provecho.
- Aquí reposaréys, porque conviene
- que luego de mañana nos partamos,
- porque, si vuestra lança se detiene,
- se pierde una gran cosa a la qual vamos.
- De la ciega enemiga (47) nada os pene,
- ya que todos a un puesto (48) caminamos,
- que yo os ampararé de tal manera,
- que cosa no os suceda no hazedera (49)."
- Roanisa (aunque rabiando), se ha apeado,
- y las dos se miravan malamente,
- que cada qual suspira por su amado
- y va en busca del bien que tiene ausente.
- En fin, a reposar se han retirado,
- mas ninguna durmió, que el soplo ardiente
- del crudo amor las pone en tanto estrecho
- que en vivas llamas se les arde el pecho.
- La lóbrega tiniebla, y turbia diosa,
- passava deste mundo al otro cielo (50),
- huyendo del Aurora vergonçosa
- que en la cama dexava al vejezuelo (51)
- y, esparciendo el cabello y gracia hermosa,
- borró de la ancha tierra el negro velo
- de la noche invidiosa, que cubría
- quanto la luz del sol no posseýa;
- quando las dos princesas, fatigadas
- de imaginar sus ciegas aventuras,
- de las mullidas camas levantadas,
- se pusieron sus ricas vestiduras:
- ropas la tolietrana delicadas;
- la de Persia, sus armas fuertes, duras,
- y juntas en un passo se encontraron,
- do, con un no sé qué, se saludaron.
- En fin, todos partieron del asiento
- que la ribera fértil adornava,
- y, con priessa y cuydoso movimiento,
- cada qual el camino apresurava.
- Llegaron a una selva, do el sustento
- tomaron que a sus vidas importava,
- y luego prosiguieron su camino
- hasta que llegó el sol al atlantino (52).
- A un alto y fresco monte se han subido
- de donde un gruesso (53) campo descubrieron
- de bélicas esquadras guarnecido,
- y junto (54), una ciudad famosa vieron.
- La princesa oriental luego ha querido
- yr allá, pero no lo consintieron
- los que la acompañavan, ni yo quiero
- passar de aquí sin alentar primero.
- CANTO XVII
NOTAS:
(1) El sujeto es ahora Roanisa y no Brisalda.
(2) entender: "se toma también por oír, percebir lo que se habla u dice, comprehenderlo y hacerse capaz de ello" (Aut.).
(3) asiento: 'assiento', vid. nota a VIII, 546. La reflexión a la que se nos invita ha de ser tranquila y reposada.
(4) El dios de Delo o Delos es Apolo, cuya presencia en estos versos parece estar fuera de lugar, pues por el contexto cuadraría mejor Cupido.
(5) emprestado: "lo que se da para que se vuelva" (Cov.).
(6) fantasía: "comúnmente significa una presunción vana que concibe en sí el vanaglorioso, filáutico y enamorado de sí mesmo" (Cov.).
(7) placentero: "el regocijado" (Cov.). El guerrero era, además, alegre.
(8) desgusto: "disgusto".
(9) asina: "así" (DRAE).
(10) Fue único, como el ave fénix que, una vez llegada su hora, se quemaba y, de las cenizas, resurgía el nuevo fénix y así siempre, cada quinientos o mil años que, según las fuentes, podía vivir cada una de estas aves sin igual.
(11) tener: "guardar, cumplir" (DRAE).
(12) En el original, 'suerte'. El error viene recogido en el testimonio de los preliminares.
(13) Como sólo tenía ojos para su amada ('la querida joya'), él no estimaba en nada su propia vida ('dexávase de amar').
(14) La 'fiera cruel' es la propia narradora, Brisalda.
(15) segur: "hacha grande para cortar" (Aut., donde también se recoge el significado de 'hoz' para esta palabra). Es vocablo que complace a Valdés, quien prefiere "antes segur que hacha" (Valdés, p. 150).
(16) lauro: "lo mismo que laurel. Úsase sólo en el sentido metaphórico por premio, triumpho o alabanza" (Aut.).
(17) En el original, 'diziéndola'. El sentido de la frase justifica la corrección que realizamos.
(18) medio: "se toma también por moderación entre los extremos, en lo phýsico u en lo moral" (Aut.).
(19) El adjetivo 'enamorada' parece modificar a 'alma' y no a 'región', a causa de la construcción hiperbática. La 'región', por antonomasia, hace referencia al reino de los muertos, como hemos visto ya en otros casos.
(20) En el original, 'Laudisa'. El error es rectificado por Murcia de la Llana.
(21) despedir: "metaphóricamente vale apartar de sí alguna cosa no material" (Aut.).
(22) El 'roxo dios' es Febo, el Sol. Para 'máquina', vid. nota a VI, 327.
(23) puntillo: "cualquier cosa, leve por lo regular, en que una persona nimiamente pundonorosa repara o hace consistir el honor o estimación" (DRAE). En este caso, 'guardar puntillos' es mantener esa honrilla a la que se refiere la definición; a pesar de que esas mujeres están enamoradas ('se abrasan'), se hacen las duras para hacer valer su estimación.
(24) sufrimiento: "paciencia, conformidad y tolerancia con que se sufre alguna cosa" (Aut.).
(25) En el texto se lee 'entrambos'. La errata está recogida en los preliminares, pero, curiosamente, al revés. Murcia de la Llana transcribe emtrambas, emtrambos, con lo que se supone que el error del texto no existiría. No deja de ser curioso, además, que en las dos palabras aparezca una 'm' delante de la 't'. El sentido del texto exige, sin duda, la forma que transcribimos.
(26) peso: 'hombre de peso', "hombre grave" (Cov.).
(27) veril: 'beril' o 'berilo', "es una piedra preciosa (...). Por ser esta piedra transparente llamamos biriles a los vidrios claros, por medio de los cuales vemos, conservando la vista; y puestos en relicarios y cajas se ve lo que está dentro sin que se manosee ni maltrate" (Cov.). La cueva por la que transita Roanisa está iluminada gracias al carácter vítreo del berilo que, al parecer, cubre sus paredes.
(28) cerca: "vale también lo mismo que acerca, en quanto, por lo tocante, por lo que mira, respecto" (Aut.).
(29) avisar: "avisar para adelante, escarmentar" (Cov.). Fatiga: "la solicitud, la congoja, la priessa" (ibídem).
(30) estado: aquí se refiere a los distintos grupos sociales: el amor ataca por igual a todos los estados.
(31) festejar: "hacer fiesta a las damas" (Cov.). Tener: "vale también estimar u apreciar, y entonces se suele juntar con la partícula en" (Aut.). Aunque aquí aparece en construcción sin preposición, el significado es el mismo.
(32) sin peso: de poco valor. Vid. supra, nota a XVI, 258.
(33) celada: "armadura de la cabeza" (Cov.).
(34) La concordancia se lleva a cabo con el término ausente 'ave' y no con 'fénix', presente en el verso. Posiblemente Martínez lo haría para poder conservar la rima.
(35) grevas: 'grebas', "armadura de las piernas desde la rodilla hasta la garganta del pie" (Cov.). Braçal: 'brazal', "armadura de hierro que cubre la parte inferior del brazo, de que antes se usaba mucho en la guerra" (Aut.).
(36) Quiere decir que su hechura tiene algo de maravilloso y, por tanto, todos se rendirán a causa de ella.
(37) mal govierno: que no se rige por unas normas correctas y bien establecidas.
(38) Las 'tres hijas del infierno' son las Erinias, Alecto, Tisífone y Megera, las cuales habitan junto a Hades en el reino de los muertos. Son representadas como mujeres negras con alas y con serpientes enroscadas en las cabezas. Se ocupan de vengar los crímenes. En Roma se les llamó las Furias.
(39) arrebatado: "metaphóricamente se llama el hombre inconsiderado, violento en sus operaciones, y que procede ciega y atropelladamente, sin el menor reparo y reflexión" (Aut.).
(40) real: "equivale también a generoso y noble, con semejanza al porte de los reyes" (Aut.).
(41) tocar: quizá se entienda aquí con un sentido figurado: la voz estaba tan cerca de ella que parecía que la tocaba. Aut. recoge la siguiente definición que, tal vez, pueda ser válida: "estar una cosa, material o immaterial, cercana o contigua a otra".
(42) En el original leemos "vendaeo", con la e invertida. El 'vendado dios' es, como es sabido, Cupido.
(43) Parece una errata por 'dorado'. Posiblemente habría que corregir en este sentido.
(44) tramontar: "dícese particularmente del sol quando, en su ocaso, se oculta de nuestro horizonte detrás de los montes" (Aut.).
(45) carear: "dirigir el ganado hacia alguna parte" (DRAE).
(46) red: tomado aquí como redil o cerca. Aprisco: "el cercado o la estancia donde recogen los pastores su ganado" (Cov.).
(47) La diosa Fortuna.
(48) Al mismo lugar.
(49) hazedero: 'hacedero', "fácil, razonable y que no tiene inconveniente ni reparo en hacerse o concederse" (Aut.).
(50) Se refiere a la diosa Nicte, personificación de la noche, en el momento de dejar paso al día, que se representa, en los versos siguientes, por medio de la Aurora.
(51) Sobre el mito de la Aurora y Titono, su marido, vid. nota a X, 172.
(52) atlantino: este adjetivo (no recogido en los diccionarios) parece ser una necesidad de Martínez para mantener la rima. Hace referencia, por supuesto, al océano Atlántico y, en el contexto en que se sitúa, alude a la llegada del atardecer, cuando el sol se oculta por Occidente.
(53) gruesso: "vale también lo mismo que grande" (Aut.).
(54) junto: "usado como adverbio significa cerca o con mucha immediación" (Aut.).