Javier Blasco, Cervantes, raro inventor, Alcalá de Henares, Centro de Estudios Cervantinos, 2005, 206 pp.

 

Cristina Martínez Gálvez

Instituto de la Lengua del CSIC

(Becaria de Investigación)

 

A lo largo de los siglos el Quijote ha sido, sin duda, uno los productos artísticos más recurrentes de estudio a la hora de establecer una historia de la literatura. En dicho periplo se han podido enfocar innumerables perspectivas, desde las cuales la obra de Cervantes ha servido como ejemplo de las tesis enunciadas o discutidas, casi siempre con miras a un interés de carácter internacional. En el presente caso, Javier Blasco se ocupa, en su obra Cervantes, raro inventor (reimpresión de una edición original publicada en la Universidad de Guanajuato, 1998, que había tenido aparentemente una mala o, al menos, “irregular” circulación), de la intervención que tuvo el Quijote en la trayectoria que va del romance a la novela, como dos géneros literarios diferenciados y que acaban confluyendo en lo que hoy entendemos como “novela” en sentido moderno. Aunque, de hecho, descarta la dicotomía clásica anglosajona (romance frente a novel) y prefiere centrar el tema en contextos históricos e ideológicos.

Este es el punto de partida y el eje que vertebra toda la estructura del libro. Hay un par de preguntas latentes, expuestas desde el primer momento: ¿qué supone la modernidad y por qué Cervantes inaugura esa modernidad literaria? A través de los distintos capítulos el autor va analizando de modo detallado cómo la novela cumple su función “moderna”. El Quijote es raro, por novedoso y extraordinario, su invención rara y su autor raro inventor.

En el cap. I, se implica el origen de la creación cervantina dentro de un nuevo orden de lecturas o nuevas formas de leer, que supone –vieja polémica- un cuestionamiento de “la capacidad del lenguaje para traducir la realidad”. En el cap. II, expone la obra en cuanto a mecanismo narrativo y manifestación plástica de debates literarios, en especial los relativos a la polémica sobre la fábula épica y el uso de la verosimilitud en los relatos. El cap. III aplica esa polémica a los debates entre neoplatónicos y moralistas. El Quijote defendería, como “El coloquio de los perros”, la autonomía plena de la ficción respecto a la realidad, lo que significa no evasión sino relación directa (desde la independencia) sobre ella. El cap. IV se centra en la reflexión sobre el papel de las novelas intercaladas, que para Blasco desempeñan, más que la función moralizadora de los exempla medievales, la función estructural de diálogo metaficcional (como aplica en el caso del episodio de Marcela y Crisóstomo). Por último, en el cap. V, unos “Apuntes para una definición del concepto de novela en Cervantes”, resume el aporte cervantino a la modernidad, primero, en el uso del “comentario-diálogo”, que sustituye el “comentario-sermón” de las prédicas antiguas, y luego, en la noción de novela como “juego literario” o “mesa de trucos”. Así, en él, la controversia sustituye a la auctoritas y el perspectivismo al monologuismo.

Con el desglose de todos los elementos intrínsecos partícipes en la obra (autor, narrador, lector, temática, recursos…) y abarcando también otros aspectos externos e intertextuales (relación con otras obras, conexión con la ideología y los debates epistemológicos y estéticos del momento), el autor busca y escarba en las raíces de la relevancia del Quijote dentro de la historia del género novelesco, atendiendo siempre al hecho de que no se puede considerar lo que Cervantes denomina como “novela” del mismo modo que se hace hoy en día, al igual que es preciso evitar el traslado de los conflictos y polémicas literarias actuales a una obra del s. XVII para no incurrir en un anacronismo. Porque el estudio sobre el paso del género romance a la novela es un terreno de análisis que ocupa a especialistas de nuestros días, pero que no puede aplicarse a las preocupaciones e intereses contemporáneos a la época del Quijote. De este modo, el punto de vista donde se sitúa Javier Blasco trata de eludir decantarse por una u otra tendencia de la crítica moderna, es decir, no inscribirse en una teoría determinada, para observarlas todas desde una parcela distanciada, ubicación que le permite emitir un juicio de valor que no se vea imbuido por el moralismo o el preceptismo, ambas posiciones presentes en las páginas de Cervantes.