LOS LIBROS DE CABALLERÍAS EN AMÉRICA:

HUELLAS CULTURALES Y CULTURA IMPRESA (1492-1516)

 

Rafael M. Mérida Jiménez

(Universitat de Lleida)

 

 

            La celebración del quinto centenario del primer viaje de Colón a tierras americanas supuso un paso decisivo en la consolidación de los estudios dedicados a analizar y a reflexionar sobre las diversas significaciones del extraordinario encuentro entre las culturas de uno y otro lado del océano. Diversas actas de congresos, libros y artículos fueron abriendo a los investigadores nuevas vías de interpretación de esas realidades históricas, políticas, artísticas y antropológicas que definieron la primera América virreinal y colonial y que nos han permitido comprender los mecanismos a través de los cuales se fue forjando una cultura que a un tiempo era vieja y nueva, como el propio continente.

Según apuntara Luis Weckmann en las páginas iniciales de su brillante monografía The Medieval Heritage of Mexico,

 

The sixteenth-century conquistadors and missionaries -as well as explorers, administrators, judges, and bishops- introduced into the New World a culture that was still essentially medieval. The influence of the Italian Renaissance, which at the time had cast its spell over all of Europe north of the Alps, affected the newly established viceroyalty only in a fragmentary and delayed form...[1]

 

            El propósito de este breve artículo es iniciar una reflexión sobre las aportaciones consagradas a analizar la dimensión literaria y la difusión de la cultura de los súbditos de la Corona de Castilla que fueron desembarcando en tierras americanas durante los primeros viajes transatlánticos, aproximadamente entre 1492 y 1516. La elección de este período cronológico no es, por supuesto, fruto del puro azar, sino que refleja la época previa a la ascensión al trono del emperador Carlos, nieto de los Reyes Católicos, a partir de la cual se intensifica la primera expansión territorial de la corona castellana por América, iniciada con Hernán Cortés, cuya primera “carta de relación” fue escrita en 1519. A lo largo de esta primera fase se realizan los cuatro viajes colombinos (1492, 1493, 1498 y 1502), se firma el Tratado de Tordesillas, que divide las nuevas tierras entre Portugal y España (1494) y se crea la poderosa “Casa de Contratación” en Sevilla (1503), Americo Vespucci alumbra sus cartas (1500) y Waldsemuller imprime un célebre mapa que bautiza el nuevo mundo (1507). Serán los años de las Decadas de Orbe Novo, de Pedro Mártir de Anglería, iniciadas en 1494, o de los primeros asentamientos insulares y peninsulares.

            Nos encontramos ante una época de transición, unos metafóricos años con forma de bisagra, que podrían considerarse “medievales” y “renacentistas”, si seguimos aceptando las etiquetas tradicionales, un período durante el que conviven miradas que amalgaman las sólidas herencias del pasado y los albores de unos tiempos paulatinamente diferentes. Recordemos que los primeros españoles que llegaron a tierras americanas fueron en su mayoría hombres de escasa formación intelectual: sólo unos pocos entre ellos sabrían leer y sus lecturas conciliarían obras de muy diverso origen.

            Esta es la razón por la que conviene matizar siempre los diversos niveles y las diversas fases de la introducción de la cultura hispánica en tierras americanas. Porque de la misma manera que en poco se parecen la biblioteca mínima de Cristóbal Colón con la espléndida colección de miles de volúmenes que su hijo Fernando (1488-1539) fue comprando y catalogando, tampoco debieron parecerse los escasos libros que se exportaron durante este período inicial hacia las colonias con los embarcados en años posteriores. Hace ya mucho tiempo que Irving Leonard nos habló de los “books of the brave”,[2] y gracias a sus esclarecedores hallazgos hemos podido constatar la importancia de la cultura caballeresca en la mentalidad de ciertos grupos poderosos durante aquellas décadas. Cuando el 4 de abril de 1531 se promulga en Sevilla una ley contra la exportación de libros de ficción el referente explícito es Amadís de Gaula:

 

Yo he seído informada que se pasan a las Indias muchos libros de romance de historias vanas y de profanidad, como son el Amadís y otros desta calidad; y porque éste es mal ejercicio para los indios e cosa en que no es bien que se ocupen ni lean, por ende yo vos mando que de aquí adelante no consintáis ni deis lugar a persona alguna pasar a la Indias libros ningunos de historias y cosas profanas...[3]

 

            Pero debemos recordar que esta voluntad de control no fue dirigida en exclusiva a las posesiones americanas, sino que también puede comprobarse en los edictos promulgados en diversos reinos hispánicos. Esta censura respondía al creciente interés de la Iglesia en materias literarias como consecuencia, por supuesto, del evidente éxito de algunas novelas, que empiezan a difundirse de manera muy rápida gracias a la proliferación de los talleres de impresores en casi todas las grandes ciudades de la Península Ibérica.

            Soy de la opinión que durante esta primera fase de la expansión española por tierras americanas no puede hablarse de una influencia de los libros de caballerías entre los militares que emigraron a las nuevas posesiones, pues creo que solamente a partir de la tercera década del siglo XVI la amplia oferta de títulos y la fama consolidada propiciarían la condena vertida en la ley de 1531. Por supuesto, este éxito corre paralelo al creciente número de personas que viajaron a las nuevas posesiones y que leyeron o escucharon las aventuras narradas en estas novelas. Recuérdese, además, que estos volúmenes eran muy caros, pero que también fueron muy apreciados como consecuencia de su amena estructura narrativa y de su asequible mensaje ideológico.

            Por estas razones pienso que un análisis de las huellas culturales y de la cultura impresa durante esta primera fase histórica debe valorar con especial atención las dimensiones que el efecto del descubrimiento pudo ejercer, en primer lugar, sobre los propios autores y, en segundo lugar, sobre el mercado editorial, ya que sólo años después se advertirá la influencia de estas narraciones en las acciones y actitudes de los conquistadores, como han mostrado numerosas investigaciones, hasta la fecha menos interesadas en esta dirección.

            Así, por ejemplo, Juan Baustista Avalle-Arce, uno de los estudiosos que de forma más atenta ha analizado las tradiciones literarias que confluyen en la refundición de fines del siglo XV del Amadís de Gaula, ha planteado la posibilidad de que Garci Rodríguez de Montalvo hubiera utilizado las noticias sobre los nuevos descubrimientos que habrían llegado a la poderosa villa de la que fue regidor (Medina del Campo) y hubiera encontrado motivo de inspiración en ellas. Según sus palabras:

 

Como todos los españoles de su época Montalvo vivía un entusiasmo diario y suspensivo ante las noticias de fantásticos descubrimientos y conquistas. (...) Sea como sea, en la obra del novelista Montalvo ya he estudiado dos sólidos testimonios del magnético interés que tenían para él los territorios recientemente explorados. (...) [H]e demostrado que la Ínsula Firme [libro II de Amadís] y la isla de California en Las sergas de Esplandián, obedecen a la misma orientación indiana. Ahora al toparnos con la “ínsola de Mongaça”, su inconfundible fonética debe apuntarnos hacia los recientes viajes de exploración de los portugueses y sus exóticos resultados. Mongaça-Mombasa actuaba como un fermento en la imaginación europea desde 1498.[4]

 

            La propuesta, de enorme interés para abordar la influencia del descubrimiento en la literatura coetánea, resulta, sin embargo, difícilmente aceptable por el momento, ya que dos cuestiones tan básicas como la fecha de redacción de la refundición de Rodríguez de Montalvo y la probable existencia de una impresión incunable del texto, hoy perdida, anterior por tanto a la primera edición conservada, de 1508, todavía constituyen materia de discusión entre los especialistas.[5]  

            A mi entender, si leemos la siguiente lista, donde registro la mayoría de los textos caballerescos impresos en español y publicados durante 1492 y 1516 (en donde incluyo, incluso, algunas piezas historiográficas), puede deducirse que, a no ser que aceptemos las arriesgadas propuestas de Avalle-Arce, las primeras ficciones caballerescas se mantuvieron al margen de los acontecimientos históricos que se iban sucediendo durante aquellos años. He distinguido los libros de caballerías -en cursiva- de las narraciones caballerescas breves; he incorporado también algunas traducciones al español de textos medievales, que pudieron ser apreciadas o vendidas como “libros de caballerías” sin serlo [entre corchetes], como, por ejemplo, la versión castellana impresa por Diego de Gumiel en 1511 del Tirant lo Blanch:

 

Historia del noble Vespasiano (Toledo, 1492)

Historia de Enrique Fi de Oliva (Sevilla, 1498, 1501)

[Baladro del sabio Merlín (Burgos, Juan de Burgos, 1498)]

Crónica del Cid Ruy Díaz (Sevilla, 1498 / Sevilla, 1509 / Burgos, 1512)

Historia de Oliveros de Castilla y Artús d’Algarbe (Burgos, 1499 / Valladolid, 1501 / Valencia, 1505 / Sevilla, 1507, 1509, 1510)

Libro del conde Partinuplés (Sevilla, 1499 / Alcalá, 1513)

Historia de la reina Sebilla (Toledo, c. 1500-1503)

Carlos Maynes (Toledo, c. 1500-1503)

Historia de la doncella Teodor (Toledo, c. 1500-1503)

[Libro del esforcado cavallero don Tristán de Leonís (Valladolid, Juan de Burgos, 1501 / Sevilla, 1511)]

[La gran conquista de Ultramar (Salamanca, 1503)]

[El libro del famoso Marco Polo (Sevilla, 1503 / Toledo, 1507)]

 

 Amadís de Gaula, de Garci Rodríguez de Montalvo (Zaragoza, Jorge Coci, 1508 / Sevilla, 1511)

La espantosa y admirable vida de Roberto el Diablo (Burgos, 1509)

Historia del rey Canamor y del Infante Turián (Burgos, 1509)

Crónica del conde Fernán González (Sevilla 1509 / Toledo, 1511 / Burgos, 1516)

[La corónica troyana en romance, de Guido delle Colonne (Sevilla, 1509 / Toledo, 1512)]

Libro de los siete sabios de Roma (Sevilla, c. 1510)

Sergas de Esplandián, de Garci Rodríguez de Montalvo (Sevilla, 1510)

Florisando, de Páez de Ribera (Salamanca, Juan de Porras, 1510)

Palmerín de Olivia (Salamanca, Juan de Porras, 1511 / Salamanca, 1516)

[Tirante el Blanco (Valladolid, 1511)]

[La corónica del rey don Rodrigo, de Pedro del Corral (Sevilla, 1511)]

Primaleón (Salamanca, Juan de Porras, 1512)

Historia de los dos enamorados Flores y Blancaflor (Alcalá, 1512)

[Corónica del muy esforcado caballero Cifar (Sevilla, 1512)]

[Guarino mezquino (Sevilla, 1512)],

La corónica de los nobles cavalleros Tablante de Ricamonte y de Jofre (Toledo, 1513)

Lisuarte de Grecia, de Feliciano de Silva (Sevilla, Juan Varela, 1514)

[La demanda del sancto Grial (Toledo, Juan de Villaquirán, 1515)]

[Libro del infante don Pedro de Portugal , de Gómez de Santiesteban (Sevilla, 1515)]

Floriseo, de Fernando Bernal (Valencia, Diego de Gumiel, 1516)

 

            Pero esta observación no debe sorprendernos, por más de un motivo: en primer lugar, porque la verdadera trascendencia histórica de la empresa americana no fue advertida hasta bastantes años después del primer viaje de Colón y, en segundo lugar, porque la propia tradición literaria de la que parten la mayoría de estas novelas, ligada a la herencia artúrica y troyana, como se aprecia fácilmente en no pocos títulos, impedía ese realismo historicista que algunos investigadores pretenden.

            Obsérvese que la mayoría de estas primeras ediciones no son obras originales sino traducciones, y que incluso en los casos de textos como los que inician el ciclo de Palmerín (Palmerín de Olivia y Primaleón), se nos presentan como textos anónimos, muy cercanos al imaginario historicista medieval de las letras caballerescas. En parte resulta lógico pues todavía no se había desarrollado ni la conciencia autorial para el género ni había transcurrido tiempo suficiente para que los autores se apropiaran o se adaptaran a la nueva corriente, como constataremos en los dos decenios posteriores.[6] En tercer lugar existe un aspecto todavía poco analizado que merece destacarse: sólo a partir de 1506 el mercado de impresores peninsulares inició su especialización hacia un sector de lectores menos culto, que leía en español y hacia el que no podían dirigirse las importantes compañías francesas e italianas, que copaban casi por completo el negocio de los clásicos griegos y romanos o medievales y de los textos religiosos en latín.[7]

Curiosamente, la distancia cronológica se diluye si se valora la nueva ideología y la práctica política que distinguieron a Fernando de Aragón: probablemente, el papel que el rey católico fue adoptando y adaptando explicaría con una más sutil precisión la lógica histórica que propicia la coincidencia literaria. Al igual que sucede con la lírica cancioneril, las crónicas en prosa y las piezas historiográficas en verso, la narrativa caballeresca escrita en español construyó una sutil apología de la monarquía coetánea, valorada desde unos presupuestos que se apropian de elementos providencialistas y mesiánicos. Como señala M.ª Carmen Marín Pina:

 

Los libros de caballerías publicados y compuestos por estas fechas (1508-1514) surgen al calor del heroísmo de los años más gloriosos y brillantes de los Reyes Católicos, proyectado ahora en las nuevas campañas africanas o en la conquista americana, empresas a las que se les quiere dar los mismos vuelos. La nueva cruzada cisneriana es la prolongación real de la pregonada por Rodríguez de Montalvo en Las Sergas, y cuyo testigo recogerá en 1510 el autor del Florisando.[8]

 

Por consiguiente, sólo a partir de 1508, año de la primera edición conservada del Amadís de Garci Rodríguez de Montalvo puede hablarse de la expansión del nuevo género editorial caballeresco, que probablemente pretendía vincularse a una nueva realidad cortesana, idealizadora y propiciadora del prestigio de un monarca extraordinario como era Fernando de Aragón, que alimenta hazañas y conquistas, que potencia una imaginación aristocrática que empieza a extenderse por amplios grupos de lectores.

Entre ellos se encontrarán algunos de aquellos primeros militares, que empezarán a contemplar sus conquistas también bajo el efecto de una nueva cultura literaria, ajena a la de sus predecesores, como la que mostraron Cristóbal Colón, Pedro Mártir de Anglería o Ponce de León, por citar tres personalidades dispares. Pero así entenderíamos también el creciente poder de las impresiones caballerescas nacidas en la ciudad de Sevilla, en tanto que punto de partida de la aventura del Nuevo Mundo, y de su difusión a través del monopolio editorial de la familia Cromberger. Y así podríamos entender que sólo a partir de la ascensión al trono del emperador Carlos los libros de caballerías iniciaron su rápida adaptación a las nuevas geografías. Entre sus lectores, además del propio Carlos V, cronistas como Gonzalo Fernández de Oviedo o soldados como Hernán Cortés, quienes pudieron vivir sus conquistas, por primera vez, como si fueran amadises y como recreadores de las valientes hazañas de su hijo Esplandián.[9]

 

Resumen:

El propósito de este artículo es, a partir del análisis de la difusión impresa de la literatura caballeresca en lengua española, iniciar una reflexión sobre las dimensiones literarias y la difusión de la cultura de los súbditos de la Corona de Castilla que fueron desembarcando en tierras americanas durante los primeros viajes transatlánticos, aproximadamente entre 1492 y 1516.

 

Palabras clave:

 

Amadís de Gaula – Libros de caballerías – Cultura impresa – Conquista de América – Hernán Cortés

 

Abstract:

 

The goal of this article is the analysis of the early printed chivalric literature distribution in Spain, as well as in America, in order to discuss the new cultural and literary imprints intruduced by  Spanish military explorers and administrators in the “New World” during the first years of the “Conquista” (1492-1516).

 

Key Words:

 

Amadís de Gaula – Books of chivalry – Printed culture – America’s Spanish Conquest – Hernán Cortés



[1] New York: Fordham University Press, 1992, p. 3 (traducida por Frances M. López-Morillas; no he podido consultar el original, titulado La herencia medieval de México, México DF: El Colegio de México, 1984).

[2] Romances of Chivalry in the Spanish Indies with some registros of shipments of books to the Spanish colonies, Berkeley: University of California Press, 1933, pp. 15-16. Leonard sugirió en su Books of the Brave, Cambridge: Harvard University Press, 1949, que “The enthusiasm of the sixteenth-century reading public was by no means limited to the chivalric novel strictly defined, but extended to all narratives of fanciful and exotic adventure. However broad the term, it is safe to say that nearly every species was represented in the continuous book shipment to the Indies, though one notable exception, perhaps should be made. The many registers examined offer no indications of Tirant lo Blanch, generally regarded as the earliest printed novel of chivalry indigenous to Spanish soil” (pp. 106-107). A propósito de la difusión de la novela de Joanot Martorell, véase mi monografía La aventura de “Tirant lo Blanch” y de “Tirante el Blanco” por tierras hispánicas, Alcalá de Henares, Centro de Estudios Cervantinos, 2006.

[3] Cfr. Alberto Sánchez, “Los libros de caballerías en la conquista de América”, Anales Cervantinos, 7 (1958), pp. 246-247, y José Filgueira Valverde, “Influencia de la literatura caballeresca en los conquistadores y en los cronistas de Indias”, Enseñanza Media, 37 (1959), pp. 224-225.

[4] “Amadís de Gaula”: el primitivo y el de Montalvo, México DF: Fondo de Cultura Económica, 1990, pp. 212-213.

[5] Véase, por ejemplo, Rafael Ramos, “Para la fecha del Amadís de Gaula: ‘Esta sancta guerra que contra los infieles començada tienen’”, Boletín de la Real Academia Española, 74 (1994), pp. 503-521.

[6] Vénase las siguientes investigaciones y ediciones de José Manuel Lucía Megías: Imprenta y libros de caballerías, Madrid: Ollero & Ramos, 2000; coord. de Libros de caballerías: textos y contextos (Edad de Oro, XXI, 2001; De los libros de caballería manuscritos al “Quijote”, Madrid: Sial, 2003; El libro y sus públicos, Madrid: Ollero & Ramos, 2007.

[7] Philippe Berger, “La evolución de la producción editorial española entre 1501 y 1520”, en Mª L. López Vidriero & P. M. Cátedra (eds.), El libro antiguo español. Actas del primer Coloquio Internacional, Salamanca-Madrid: Universidad-Biblioteca Nacional, 1988, p. 69.

[8] “La ideología del poder y el espíritu de cruzada en la narrativa caballeresca del reinado fernandino”, en Fernando II de Aragón, el Rey Católico, Zaragoza: Institución Fernando el Católico, 1996, pp. 101 y 104.

[9] Una primera versión, en inglés, de estas reflexiones fueron leídas en el congreso Crossing Boundaries: Europe Encounters New Worlds. An International Conference in Celebration of the Quincentenary of Cabral´s Voyage to Brazil, Mediterranean Studies Association - Universidade de Coimbra (Portugal), en mayo de 1999.