[1] Enpesçer: Hacer daño. El título del presente trabajo es el de un relato de la colección de exempla: Libro de los exenplos por a.b.c. [p.105].[2] Ya en el Concilio de Toledo de 1324 se califica a la mujer de liviana, deshonesta o corrompida.
[3] La persecución sistemática de las mujeres doctas sería a partir del siglo XVI.
[4] Dice Duby al respecto: "Y yo me pregunto si la fuerte ola de reacción contra las tendencias a la emancipación femenina [...] cuyos primeros signos se advierten el último tercio del siglo xii en los linajes aristocráticos, incitando a dejar a más jóvenes que tomaran mujer, [era] porque más valía poner a las muchachas bajo el control de un esposo" [1982, p.182].
[5] Sobre esta peste (la bubónica, misma que Boccaccio recuerda en el Decamerón), podemos decir que, apenas había transcurrido un tercio de siglo xiv, la más horrible de las pestes de que hubo memoria vino a devastar Europa. Como si quisiera anticiparse al Juicio Final, segaba todo lo que encontraba al paso.
[6] Estas políticas recuerdan lo ocurrido durante la Reconquista (718-1492), donde la Iglesia española condenaba a la mujer que, sin pertenecer al clero, renunciaba al imperativo de multiplicar la población de una comunidad medieval colonizada, cuya sobrevivencia dependía, en gran medida, de la fecundidad de sus mujeres [Cf. Dillard, 1989, p. 208].
[7] La mismísima Hildegarda de Bingen recomendaba, en el siglo xii, un abortivo preparado con leche y ramitas de ojaranzo o carpe [Schiller, 1994, p. 68]. Debe destacarse que en el Medioevo las parteras, comadronas y parientas con experiencia en el parto jugaban un papel trascendental, polifacético, en la sociedad. Aún en nuestros días existen países, tan cercanos como Uruguay y El Salvador, en los que sólo el 39 por ciento y el 25 por ciento de los partos, respectivamente, son atendidos por médicos (datos de 1977 [Las condiciones de salud, p.120]).
[8] Romermann [1985, p. 4] indica que "...las mujeres viejas, expertas en el oficio ginecológico y las bebidas afrodisiacas, fueron globalmente condenadas a muerte con una sola frase: `Nadie perjudica más a la religión católica que las parteras'".
[9] Coherentemente con ello, recuérdese que el personaje Sempronio, refiriéndose a la más célebre alcahueta y virguera de la literatura, dice en el acto 1: "Celestina, hechicera, astuta, sagaz en cuantas maldades hay" [Rojas, p. 59].
[10] La belleza inocua era un atributo exclusivo de la virgen María, pues en la mujer podía constituir una verdadera trampa mortal.
[11] Fazen mover: Hacen abortar.
[12] Existían actos probatorios como la búsqueda de la "marca del diablo", para el que en Alemania, Escocia, Francia e Inglaterra se desnudaba y afeitaba íntegramente a la mujer a prueba; acto seguido se le pinchaba el cuerpo con una aguja, especialmente en los senos y los genitales, hasta encontrar la zona que había tocado el diablo durante la copulación (dicha zona se descubría eventualmente cuando la atormentada no sangraba ni manifestaba dolor) [Larner apud Anderson & Zinsser, 1992, p. 196]. Es aterrador aquilatar que el jurista protestante Benedict Carpsov condenó él sólo a muerte en Leipzig, durante la primera mitad del siglo xvii, a 20 mil mujeres.
[13] Sólo 9 años después de que Martín Lutero expusiera su doctrina en La Confesión de Augsburg.
[14] Libro de sanas advertencias.
[15] Eloísa Palafox devela los propósitos enmascarados de Sancho IV de enaltecer, mediante Castigos e documentos, su propia imagen regia, guerrera y sabia, con el fin de consolidar su liderazgo político y fortalecer su credibilidad [1998, pp. 56-57].
[16] Simultáneamente a Castigos e documentos del rey don Sancho aparecieron obras político-morales del mismo corte como el Libro del consejo y de los consejeros.
[17] La muger çerca sí desfízose entre manos: La mujer que estaba a su lado se desvaneció entre sus manos.
[19] Se trata, naturalmente, del título del presente trabajo..