Capí[tulo] XXII: de la lealtad
1. Lealtad, según Terencio, consiste en haver pura e perfecta fe, e no mostrar una cosa por otra.
2. E puédese comparar la virtud de la lealtad a las grúas, que tienen un rey al qual sirven ellas más lealmente que otra ave alguna, porque en la noche, quando quieren dormir, ponen su rey en medio, e todas las otras están enderredor, e ponen dos o tres de las otras para fazer la guarda; e porque no se duerman, tienen el un pie alçado en el aire e el otro en el suelo, e en aquel pie que tienen levantado, tienen una piedra, porque si el sueño las sobrasse e se cansassen, la piedra les caiga del pie e lo sientan e se dispierten. E todo esto fazen por la grande lealtad que tienen a su rey e por el amor que tienen entre sí, porque no les viniesse su rey a fallecer por mala guarda.
3. Séneca dize: “El que pierde la fe, no puede más perder”.
4. Salomón dize: “Muchas personas son dichas piadosas, mas pocas se fallan leales”.
5. Aristóteles dize: “No rompas ni fallezcas la fe a hombre del mundo, ca no conviene sino a malas mujeres”.
6. Sócrates dize: “Faz que seas leal a quien se fía de ti e serás seguro de no fazer mala postremería”.
7. Juvenal dize: “Todas las cosas del mundo alaban / los hombres algunas vezes e otras las vituperan e denuestan, mas todo hombre quiere e alaba de continuo la lealtad e la verdad sin fazer mutación”.
8. Longino dize: “Por tres cosas puede el hombre venir a tener gran estado: usando lealtad, diziendo verdad e no pensando en vanidades”.
9. Enxemplo. De la virtud de la lealtad se lee en las Historias romanas que, siendo Marco Régulo preso por los cartagineses, que tenían guerra con los romanos, él fue enviado a Roma por tractar de los presoneros de Roma con los de Cartago; e toviéndose consejo en el Capitolio, Marco Régulo se levantó en pies e dixo que este cambio e troque no se devía fazer, porque los presoneros de Roma que estavan en Cartago, de los quales él era el uno, eran de baxa condición e eran casi todos viejos e inútiles a lo que convienía a las armas, e los de Cartago que eran presoneros de los romanos, eran todos los más valientes e los mayores e más principales de Cartago, e todos mancebos e buenos caudillos para la gente del campo. E assí deliberó el Senado de Roma de no fazer el troque. Entonces, el rey Marco Régulo, por no offender ni quebrar la fe, tornose a Cartago a la presión, según havía prometido.